ACLARACIÓN
La en Heredia, ataqué a los obreros. "Claro está que a sus obreros reformistas", dice el periódico citado.
No es cierto. Ni a esos ni a otros obreros ataqué. Lo que ocurre es que cuando hablo ante los obreros no los adulo, como no adulo a nadie cuando hablo. Estoy profundamente convencido de que el mayor mal que se les puede hacer a los trabajadores consiste en adularlos. Sobre todo si se les adula con el interés del que busca votos.
Prensa en sus "Saetas y flechas", del 4 de junio afirma que en un discurso que pronuncié
Ataqué al General Volio. Esto sí es cierto. Y lo ataqué decente, francamente, es decir, sin injuriarlo, sin mentir, sin ocultar siquiera que ciertos rasgos de su vida me inspiran admiración.
Soy un convencido de la necesidad de que se produzcan grandes reformas sociales, pero as entiendo de manera muy diferente de cómo las entiende la brillante improvisación del General Volio. Y lo ataqué, porque combatirlo es, en mi concepto, la manera mejor de defender el reformismo en lo que éste tiene de aspiración legítima a un régimen de justicia.
Acaso no pensaba lo mismo al principio de esta campaña política. Pero una vez que he leído los discursos del General, que he estudiado su obra en La Nave, su actuación en el Congreso, que he conocido sus procedimientos de propaganda personal aquí en Heredia, he llegado -no sin pena- a la convicción de que no basta que sea "tribuno de la plebe" ni "guerrillero de la libertad" para que pueda ser presidente de la República. Menos: si el Poder, en sus manos, habría de ser el punto de partida de importantes reformas en la vida del país.
No he atacado, pero tampoco he adulado a los trabajadores. He combatido al General Volio en el terreno político, porque creo que su espada no obstante ser gloriosa puede convertirse en amenaza grave para los intereses más elevados de la nación, entre los cuales coloco, en primer término con los del niño, los del campesino y los del obrero.
Me sitúo por encima de la política, por encima de toda conveniencia personal de cualquier orden que ella sea, para declarar que temo, profundamente, que los obreros estén sufriendo el error irreparable de imaginarse que llevan en el corazón la aurora de las redenciones sociales, cuando quizá solo llevan en los hombros a un caudillo militar.
Omar Dengo
EL PROFESOR SR. DENGO HACE DECLARACIONES
El proyecto para crear rentas a la Escuela Normal de Heredia
Respecto a la iniciativa del Scretario de Educación Pública para crearle rentas a la Escuela Normal, hízonos ayer el profesor don Omar dengo las siguientes declaraciones:
El interés máximo de la Escuela Normal está encaminado a obtener rentas y ojalá amplias. Sus funciones son muy extensas y sus responsabilidades enormes. La escuela Normal es la base de la democracia, puesto que de su eficiencia llega a depender la idoneidad de la escuela primaria. Ahora bien, note usted que la educación buena es cara, como la buena higiene, como el buen teatro, como todo lo bueno, en fin.
En el país hay cinco colegios: dos en San José, uno en Alajuela, uno en Cartago y uno en Heredia; este último es la Escuela Normal, el único de este tipo en el país. Los demás son colegios de preparación para el bachillerato.
Todos esos colegios representan intereses del Estado, porque todos entrañan adquisición de cultura, pero la Escuela Normal representa intereses directos o inmediatos puesto que prepara maestros para las escuelas públicas del Estado.
¿Hay proporción -pregunto yo- entre el esfuerzo que se dedica a preparar bachilleres y el que se dedica a preparar maestros?
La Escuela es el colegio que recibe menos rentas. Un alumno que hace estudios de bachillerato paga 60 colones anuales, si pertenece a la sección preparatoria que consta de tres años; y no paga ni un céntimo si se inscribe en la Sección Normal que consta de tres años también.
Un título de bachiller paga de derechos creo que sesenta clones y uno de maestro, diez, de los cuales corresponden a la Escuela la mitad. Compare usted esas situaciones y dígame si es cierto o no que a pesar de otras entradas que recibimos el estado pecuniario de la Escuela es inferior al de los colegios. Yo no deseo que estos se perjudiquen de ningún modo. Al contrario, deseo que aumenten sus posibilidades de trabajo. Pero tampoco puedo mirar con calma por más tiempo, que la Escuela ocupe una posición postergada. Éste es el ánimo del profesorado y de los alumnos.
Venga del norte o del sur, es decir, de las taquillas o de la ley de presupuesto, lo cierto es que la Escuela Normal necesita más dinero. Me dice usted que es preferible el segundo de los caminos. Está bien. Lo que urge son las rentas. Y si se ha llegado a pensar en buscarlas fuera del presupuesto, es porque durante muchos años se han encontrado cerradas las puertas de éste, casi herméticamente. Si ahora se van a abrir, que sea en buena hora: alguna vez decía yo que economizar en escuelas es economizar civilización. Ahora digo que gastar en ellas, y sobre todo gastar en mejorarlas, es atesorar riqueza para el porvenir de la nación.
UNA ESCUELA LIBRE
Heredia, enero de 1926
Mi estimado don Joaquín:
Entre lo que en estos día he encontrado digno de atención con respecto a progresos escolares, poco me ha parecido más interesante que la adjunta publicación de la revista Nuestros Hijos. Espero que usted querrá darla a conocer en el Repertorio Americano, para estímulo de maestros y de autoridades escolares; y luego porque hay urgencia de que la propaganda favorable a las "Escuelas Nuevas" encuentre acogida en nuestro país.
Hay varias observaciones que hacer acerca de esa publicación.
En primer término, que el movimiento lo inicia nada menos que Luisa Luisi. Es notorio que la enseñanza se beneficia cada día más en estos países de la contribución exquisita que suelen representar mujeres como ésta, capacitada para darle nuevos prestigios.
Merece elogios cordiales la actitud del Consejo de Enseñanza Primaria del Uruguay. No es actitud frecuente, por cierto, en esa clase de corporaciones, aunque, a la verdad, no causa extrañeza dentro de las normas que en aquel país fácilmente se adoptan con respecto a la escuela pública.
Conviene, además, para referirnos a lo nuestro, hacer notar que no hemos andado desacertados los que hemos creído conveniente dar a conocer las tendencias de Decroly; ni los que hemos insistido en que ya conviene introducir en nuestras escuelas, siquiera por vía de ensayo, los procedimientos de clasificación de los alumnos por referencia a edad mental. Quizás la escala de Binet-Simón no sería la más adecuada; pero en todo caso iniciaría un camino.
Da gusto leer, en otras páginas de la revista, la admirable interpretación que de las ideas básicas de Decroly se ha hecho en los programas de la "Escuela Libre". Son "programas de ideas asociadas", es decir, programas constituidos a base de tópicos y actividades correlacionadas.
También interesa notar que en la lengua se aprovecha la literatura uruguaya escogida, sin que manos irreverentes se atrevan a emulsionarla con pretextos de trasiego.
Todos los aspectos del movimiento inspiran simpatía, por mucho que no sea hora de juicios definitivos, y mueven a desear cordialmente que triunfe.
Podríamos decir que la nueva educación tiene ya un centro de arraigo en cada país del Continente: Lo que hace concebir la esperanza de que cada día se amplíen más sus hermosas perspectivas.
Lo saluda afectuosamente,
Omar Dengo
LA NUEVA INSPECCIÓN DE ESCUELAS
Si las nuevas ideas educacionales hacen del maestro un leader de leaders de la Democracia, del Inspector de Escuelas hacen un leader de leaders. Si transforman la escuela, conforme a la expresión de Dewey, y en el centro de la vida social de la comunidad, de la Inspección de Escuelas hacen lo mismo en mayor grado, capacitándola para ser el centro organizador, acumulador, distribuidor, de la experiencia y energía que las escuelas deben recoger e irradiar en cada población, pequeña o grande, en que las haya. Pequeños centros constructores de civilización son las escuelas; son como oficinas telegráficas que recogen y trasmiten mensajes de luz, y la Inspección debe ser en medio de ellas como una poderosa estación central a la que lleguen todas las vibraciones circulantes en el vasto organismo, para que de ella, con un impulso nuevo, reciban una mejor dirección. La Inspección de Escuelas, mientras limite su tarea a visitarlas de tarde en tarde para revisar "diarios de clase" o presenciar lecciones, mientras circunscriba sus funciones a llenar periódicamente, sin espíritu, con números a veces caprichosos, el encasillado rígido de los formularios estadísticos, carece de finalidad y es, por lo tanto, con muy poco, una infecunda institución. No mejora la escuela, no enaltece al maestro y, por sobre todo, no sirve a los intereses del niño. Es, cuanto más, sino un cacicazgo pedante para amedrentar a los maestros negligentes, una estéril oficina d acumulación de datos, informes y apreciaciones, que al cabo nadie utiliza para sustentar en ellos el estudio técnico de algún problema fundamental de educación. ¿Cuáles son las empresas de renovación o perfeccionamiento educacional que las Inspecciones impulsan o crean? ¿Cuáles las investigaciones que formulan u organizan y realizan, en un momento en que las ideas convierten a la escuela len un activo laboratorio de experimentación educacional? ¿Cuál es la contribución con que concurren a resolver los problemas del país, siendo así que podrían aportar a las zonas en que se les estudia y debate, las iniciativas, las necesidades, las posibilidades, los ideales, digamos, de las poblaciones donde las escuelas dependientes de la Inspección, sienten y recogen, a través del niño y en el contacto directo con los hogares, las palpitaciones de la vida de éstos?
La escuela nueva, que lentamente se va construyendo, que debemos ir construyendo, supone una nueva Inspección, con una diferente y más amplia finalidad, con una nueva organización, con nuevo espíritu, con fundamento de una nueva ciencia. La Sociología Educacional, naciente apenas, -más una aspiración que una disciplina- concibe lo que en inglés se llama survey, adoptando un vocablo de ingeniería, y da con tal noción un extenso concepto de gran parte de los trabajos que podrían efectuar las Inspecciones de Escuelas. A ellas correspondería, en mucho, el estudio de la comunidad que pudiera revelarnos las reales e íntimas necesidades de la escuela.
En tros países el progreso escolar es la obra de las Inspecciones. Algún día tendremos que llegar a la organización de cursos especiales de preparación para el ejercicio de la Inspección de Escuelas. Por el momento cabría incluir la asignatura de Técnica de la Inspección de enseñanza en los planes de las Escuelas Normales, como desde 1914 existe en España.
Importaría también hacer sentir a los maestros cuán grande honor es, -si se mide por las responsabilidades que entraña- desempeñar una Inspección de Escuelas, el cargo público, precisamente, que aceptaba Sarmiento después de ser Presidente de la República.
Omar Dengo.
Escuela Normal, Heredia, septiembre de 1920
BERTA SINGERMANN
Todos los poderes, todos los misterios, todas las maravillas de la voz.
Toda la vida del gesto: ritmo, transparencia, holocausto, mármol, luz, fuego, hierro...
¡Evocación! ¡Inspiración! ¡Creación!
La plegaria, la oda, el cuento., la elegía, la ironía, la visión, la profecía, la tempestad...
¡Aquella voz que vierte todas las armonías, que se deslíe en rosas, que asciende a ser fulgor, o se recata en relentes de Sermón del Monte, y que límpida o rugiente, penetra el alma de todos los ramos y se extasía en lo que hay de divino en ellos!
El silencio abre sus entrañas de angustia a la palpitación de la eternidad. Odio, miedo, asombro, veneración...
La sombra oceánica... la desesperanza... La muerte.
El salmo augural del alba...
Rondas de niños...
Las estrellas...
El corazón...
La libertad...
El Poeta (sic)...
¡Dios!
Ecos de Antífona en la actitud... y no sé qué en la mirada, de este Tolstoi cuando el genio se torna locura y clava en la infinitud ojos de león y de ángel, con los cuales se diría que ata su propio espíritu en las cumbres del horizonte.
La caballera se da al ungüento divino, o florece en lotos, o florece en llamaradas.
El traje vibra de ideación: ala, fulgor, púrpura, ola...
El cuerpo es delicadísima prolongación de la voz.
La voz es espíritu.
¡¡¡Gloria a Berta Singerman!!!
1927
EL HOMBRE SIN PATRIA1
Edward Everett Hale. ¡Pudiera llegar hasta los mármoles donde reposas, con la espada de los magos en alto, a evocarte, y sé que surgirías de la sombra, - espectro y gloria- para responder gravemente a mi conjuro! ¡Acaso los manes del Descubridor de América hicieran sentir su poder en la viril actitud de mi espada evocadora! Y tornarías a la vida un momento a oír de mi labio quizá el reproche de un alma en juventud, en la cual tendría fuerza en su presencia el eco de la voz, que arrastra siglos, conque el destino de un Continente, formulando los enigmas de su historia, busca la conciencia de sus rumbos y el espíritu de una raza. Pero pusiste redentora ternura en la obra de tu vida, amaste la juventud, diste esperanza al infortunio, inspiraste fe, y yo, que tengo blando el corazón, prefiero llegar humildemente a los mármoles que te guardan, conmovido con algo que hay en ellos de sagrado.
Escribiste para la juventud de tu país aquella historia de Philip Nolam, el hombre sin patria. La historia es bella. La escribiste amándola y para dar a tus intrépidos jóvenes rubios un sentido de culto a la patria. Quisiste infundirles un sagrado terror a la deslealtad. Escribiéndola, fuiste grande, porque algo que casi solo es de Esquilo, aquella sensación del tránsito de las Furias por el alma, hubo un instante en que supiste reflejarla en la angustia de Philip Nolam, quien pudo haber entrado de tu mano al infierno dantesco. Condenado a no poder pronunciar jamás el nombre de su patria, condenado a no leerlo, a no saber nunca nada de ella, a mirarla desde un barco cual si solo fuera una visión que fingiera el océano, a pasa de éste a otro barco, como de tumbo en tumbo, siendo en todos la carga infamante que la tripulación se avergonzaba de lleva. Condenado a vagar por los mares, cosa efímera como un rastro de algas, sin saber ni las rutas que a la patria llevaban, sin escuchar una resonancia de su vida tumultuosa, sin percibir un resplandor de su historia... y sin embargo consagrado a servirla y a defenderla; y de pronto lo conviertes en héroe y da sangre de su sangre de traidor, abnegadamente, por una patria que no existe para él sino como una afrenta. Luego lo tornas redentor, poniendo en su gesta algo de profético, y liberta a un grupo de esclavos el hombre sin libertad. Haces de Philip Nolam un cautivo judío errante que va incubando en el mar, a fuerza de sentirlas allí, las tempestades de su corazón; consecuente como el ancla de donde para el buque, los ojos abiertos frente al horizonte buscando en las nostalgias siempre la visión de una tierra gigantesca... Y cuando el miserable va a morir, lo dejas escuchar un rumor que parte de la patria trayéndole dolor, y en su agonía, cuando un cirio o una flor, o una dulce voz, o una celeste visión, le hubieran abierto un sendero en la sombra infinita, entonces cubres su cuerpo con la bandera de su patria, destellante de estrellas, tal vez por no saber ¡Edward Everett Hale! Que para muchos hombres que no han sido traidores como Philip Nolam, esa bandera está maldita.
La maldicen con tanto fervor como puso él en amarla, a la hora de la muerte. Y no yo, que la respeto. Pienso en Emerson y en Walt Witman. Aquél que me revela cultos supremos: éste despierta mi oído al fragor de los himnos futuros. Miro Hacia tus mares y me deslumbran los resplandores de la antorcha con que la Libertad desafía al cielo. Sigo al imponente desfile de tus ejércitos y los veo detenerse ante una estatua donde el general Pershing, descubriéndose, exclama: "aquí estamos, Lafayette." "¿No es este pueblo a pesar de su rudeza la casa hospitalaria de los oprimidos?", preguntó Martí.
Pero hay un hombre sin patria que no es Philip Nolam, que en ella vive y no en el mar, que la ama entrañablemente y no la tiene, que da su sangre por ella y no la salva, que habla elocuentemente en lengua de Quijote a los esclavos y no los redime; hun hombre que no fue desleal ni ingrato, que a su patria venera y por ella ora en las auroras y en las noches vela, que para ella vive y le consagra su trabajo y le entrega sus hijos, que le dedica su espíritu, que la ve, la siente, la palpa y no la posee...¿De dónde es este hombre?, preguntarás; y la historia te contestará: de Filipinas, de Santo Domingo...
Tal es la formidable acusación, justa o injusta, pero es un resentimiento y una idea, y encarna un símbolo, y tiene un rugido y una garra, y aspira a una lira y a una epopeya y un día puede ser una guerra o un conjunto de guerras, y corporizar en héroes y aumentar el dolor del vientre de la tierra, fatigada ya de parir humanidades y sustentar civilizaciones para el dolor...
¡Edward Everett Hale! Vuelve a hablar a los intrépidos jóvenes rubios de tu país para hacerles saber que quien alienta ultraje a la patria de otros hombres, a la suya propia es desleal, porque a la humanidad traiciona. ¡Escribe otra bella historia, también persuasiva y elocuente, pon en ella fuego del espíritu y arrebato del Sermón de la Montaña, que los endereza en amor de humanidad, como si un soplo divino los alzara; inspíralos, sedúcelos y hazles sentir, comunicándoles una definitiva misión en el mundo, que si Philip Nolam por siempre dejó de oír nombrar la patria, los que conspiran contra el hombre, que es su hermano, por siempre dejarán de oír nombrar a Dios!
Omar Dengo.
Heredia, Escuela Normal, 12 de octubre de 1920
LAS PRIMICIAS DE DON LUIS CASTRO UREÑA
Hemos de concederle, pues, atención del Congreso Constitucional, don Luis Castro Ureña, al argumentar contra el proyecto de ley del joven diputado Peralta que hizo alarde de su desprecio a los trabajadores del país en lenguaje vacío de razón y de cultura, y con un gesto de insolencia bien distinto de las genuflexiones cortesanas que suelen usar los políticos para llegar hasta el taller o el campo de labranza en solicitud de la limosna del voto inconsciente que sustenta sus ficticias grandezas.
Cuando en días recientes ese mismo señor, desde su pupitre de fiscal del Colegio de Abogados clamaba por la moralidad de la profesión, muy a pesar de las murmuraciones callejeras que encontraban el origen de su ira en móviles de competencia mercantil, hubimos de lamentar que su energía razonadora no tuviera un campo de acción en esas altas labores de la Administración Pública que con todo y ser por su naturaleza ineptas para cumplir la finalidad a que obedece su existencia, puedan servir a veces a los hombres sinceros y esforzados como medio de lograr hermosas realizaciones.
Pero ahora, que desde su curul de diputado justifica con palabras que mucho tienen de congratulación, las iniquidades de que se alimenta el capitalismo voraz, hemos de lamentar y ya no a media luz que el señor Castro Ureña haya alcanzado la posición que hoy ocupa y esté confundido dolorosamente con esos pobres Diputados de oficio que nunca han hecho ni harán nada en bien del manso pueblo elector.
Porque si es repugnante y odioso, por inmoral e inhumano, el remate público de cadáveres, más aún lo es la destrucción de la vitalidad obrera entre las garras de la fiebre mercantilista que posee a las empresas mineras y acaso a sus defensores de trastienda.
Hemos de concederle pues atención a la voz amiga que tantas veces nos ha aconsejado mirar con desconfianza ciertos pujas de justicia y de verdad. Y confesaremos entonces que estaba en lo cierto Eliseo Reclus cuando decía que la experiencia de los siglos cristalizó en esta frase del gran libro indo: "El hombre que pasea en el carro triunfal, no será nunca el amigo del hombre que va a pie."
Es necesario que los trabajadores observen cuidadosamente la labor de esos hombres a quienes les tiran el mendrugo de su esfuerzo para que alcancen las cumbres del Poder, desde el cual los latiguean sin pudor y les dan de lanzazos, a fin de que lleguen a formarse plena conciencia de la necesidad de construirse por sí mismos, con sus propios brazos, lejos de la sombra palaciega, la vida superior libre y tranquila con que sueñan enardecidos mientras los martirizan la fatiga y la miseria.
Ojalá anoten todos en sus humildes y sucias libretas de apuntes, con su letra tosca y su ortografía irreverente, las palabras desbordantes de ultraje que ayer hizo oír en el Congreso el Diputado Castro Ureña: "Si se les paga semanalmente se tendrá cada sábado una bacanal, una orgía..."
Pero no repetiremos aquí sus frases. Baste saber que llamó borrachos a los trabajadores, sin exceptuar a más de cinco en cada finca y sin recordar que el Gobierno que les vende el aguardiente paga los sueldos de los diputados tal vez en mucho con el producto de esa venta inmoral que para no serlo requiere la mediación de copas finamente labradas y de las licoreras elegantes que mantienen sus puertas cerradas a la encarnecida miseria de los obreros y abierta siempre a la inconsistente moralidad de los voceros del capitalismo.
O. Dengo
MI VIAJE AL SUR
Leave a comment