Benedicto Víquez Guzmán: La obra escrita de Omar Dengo Maison. Reseñas: Comentario, Reflexiones, La adolescente, La casa abandonada, La senda de Damasco.

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UN COMENTARIO

 

 

Complace la publicación en Repertorio Americano, de trabajos acerca de la reforma implantada por Giovanni Gentile. Es importante que se conozca aquí ese movimiento, como lo es la difusión de la obra del filósofo italiano. Y diremos más: como es importante difundir la cultura italiana. En la escuela Normal solemos aconsejar a los estudiantes que procuran conocer el pensamiento de Italia, y aún nos permitimos sugerirles que busquen en su lengua una vía de fácil acceso a la cultura de otras razas. El trabajo de traducción y comentario sigue siendo fecundo en Italia. Es sabido, por ejemplo, que el pensamiento alemán se llega por ahí con relativa facilidad.

 

De España y de Francia estamos cerca, pero no de Italia. Aunque tampoco estamos tan cerca de Francia como conviene. Pensamos, al hacer tales afirmaciones, en las ideas americanistas de que Repertorio Americano es noble vehículo.

 

Hay la América por la América y la América por España, como hay en las ideas de esta hora intentos de concebir la América por Francia y acaso la América por Italia; pero parece cierto que todo ello viene a quedar subordinado a la amplitud de un superior concepto de latinidad como el expresado en la carta de Romain Rolland al señor Vasconcelos. Juzgamos que tal forma se aproxima más a la de una América Humana. Por lo que, del señor Vasconcelos admiramos tanto las concepciones del porvenir de América, como el poseerlas sin mácula de odio. Nuestra fe es que el odio niega la espiritualidad y, por lo mismo, conspira a imposibilitar toda relación lógica, armónica, entre las tendencias culturales de los pueblos, los impulsos de evolución racial y las urgencias normativas de la civilización. Mas de esto habrá que hablar con calma algún día, quizás dentro de las formas de una naciente concepción de la historia.

 

Con motivo de la publicación referente a Gentile, hemos vuelto a tener en las manos su libro Discorsi di Religione. Y hemos creído que convendría citar algunos párrafos al objeto de mostrar, siquiera parcialmente, la génesis filosófica de la reforma educacional, hay en ello la conveniencia de contribuir a evitar que, mal interpretada la posición de Gentile, se pretenda confundirla con ciertas actitudes reaccionarias. (Un estudio serio de la cuestión -que ha sido prolijamente debatida- requeriría un trabajo superior en mucho a estos breves apuntamientos.)

 

El primero de los discursos se refiere al problema político. Se puede decir que en este capítulo se trata, sintéticamente, de la historia, mejor dicho de la evolución y de la filosofía  del laicismo. Una idea somera del criterio dominante en el discurso se tiene en presencia de sus párrafos finales.

 

La religiosidad no puede ser del Estado sino es del pueblo, es decir, del individuo, en el cual el Estado adquiere conciencia de sí, y, por lo mismo, realidad. Y si el Estado  no debe sera algo abstracto y utópico, sino la forma concreta de la vida de un pueblo, en el Estado -por ejemplo, en la cultura como la representa la escuela-  no es realizable forma religiosa que no tenga su raíz en la conciencia popular: El Estado debe mirar a la Iglesia como aliada, no por lo que ella tenga de particular en cuanto es una Iglesia entre las otras, sino por aquello en lo cual todas las iglesias se acuerdan para la persecución de un ideal común. Ahí reside la fuerza de la Iglesia que el estado debe reconocer.

 

La Iglesia, de su parte, debe abandonar la antigua pretensión de prerrogativas y privilegios no pertinentes al carácter de la misión que cumple. El Estado, sin combatir ninguna particular forma religiosa, debe reconocer y afirmar el valor de la religión como ella vive a través de todas las formas.

 

Gentile aclara el concepto con una justa comparación. Cada hombre de gusto le tributa homenaje a la poesía sin confinarlo en la contemplación de un solo poeta. Y el poeta, el verdadero poeta, por grande que sea, no ambiciona otro aplauso que el del espíritu abierto a la apreciación de toda divina forma de belleza.

 

El problema religioso de la política no es, pues, el de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. No cabe renunciar a la autonomía y soberanía del Estado. Afirmándolas, se le atribuye a éste no solo un fin de cultura abstracta sino de plena formación de las energías espirituales. Más reconocido el carácter intrínsicamente religioso de la vida, se reconocerá que tal formación no logra ser intelectual sin ser, a la vez, moral y religiosa.

 

De esto, en todos sus complejos aspectos, se trata en el discurso segundo. "La vida humana es vida espiritual". Tal es el postulado cardinal. "El espíritu es libertad, la naturaleza, mecanismo".

 

De ahí la otra afirmación: La vida humana es pensamiento. Pensar es filosofara. Y filosofar no es afirmar el sujeto ni el objeto, sino ambos. Lo que conduce rectamente a la afirmación de la esencialidad moral de la vida humana. Porque la vida espiritual viene a ser concretezza di pensiero, y la vida en su concreta plenitud no es para el hombre ni arte, ni religión, ni ciencia, sino moralidad, ya que no podemos pasar -advierte Gentile- de un momento moral de nuestra vida a otro que no lo sea. La vida humana es esencialmente moral, y lo que llamamos prácticamente moral es lo mismo que teóricamente filosofía. Por donde entra Gentile a definir el  sentido de la filosofía, mejor dicho, de su problema, que es el problema del idealismo. La filosofía es idealismo después de Platón.

 

Traza brevemente Gentile la síntesis de la evolución del idealismo, de Grecia a Cristo, y después hasta Kant. Luego, tras la crítica del idealismo, de penetración admirable, formula el concepto del idealismo actual, que es trascendental y absoluto, pero antintelectualista y antivoluntarista. El pensamiento, dice Gentile, en su actualidad, como auttocreación de la realidad absoluta, identifica en un todo el querer y el conocer.

 

¿Tal posición es religiosa o impía? Siendo el idealismo moderno el concepto de la realidad como autoconciencia, y siendo ésta sujeto, y éste, sujeto en cuanto es objeto de sí mismo, la realidad del espíritu y la del objeto se confunden -lo que, salvo al modo de la vieja psicología metafísica, ha de concebirse dialécticamente como alteritá del objeto y vida del objeto. Éste es así infinito y, en lo  tanto, trascendente y divino. Por lo que la  filosofía debe contener a la religión. Y debe darle conciencia al hombre de esta inmanente necesidad de Dios en la vida concreta del espíritu.

 

El tercer discurso termina así, en parte: el morir de la religión es el vivir del espíritu, el cual vive la religión superándola, y superándola realiza el bien y cumple su misión eterna por sobre todas las religiones.

 

Gentile, como Alfredo Loisy, parece pensar en la Religión de la Humanidad.

 

 

REFLEXIONES

 

 

El Beethoven de Naoum Aronson me da una enseñanza.

 

Fue esculpido bajo el mismo árbol cuya sombra lo ampara. Ello me descubre la colaboración de la naturaleza en la obra del artista. La luz trabajó en el mármol dejándole huellas de auroras. Y también el aire, y acaso la nieve y la estrella.

 

¿Cuánto que no pudo hacer la mano del artista, lo hizo la naturaleza? ¿Y hasta dónde ella, adivinando en lo recóndito de sus impulsos que allí se le quería dar expresión al genio, contribuyó a plasmar la piedra con algo del mismo esfuerzo que pusiera en producir al hombre prodigioso?

 

Imagino que a veces las tardes se deleitaban deteniéndose sobre la frente trunca, para dejar allí una vibración; y que, a la mañana siguiente, ella se transfundía en la mano del escultor y, sacudiéndola con el temblor de sus ritmos la llevaba sobre el mármol, con tal virtud, que éste se iba llenando de la armonía y de la majestad de la tarde.

 

La caballera parece condensar en las ondas pesadas un fragmento de huracán, como si el viento se hubiera detenido a imprimir en el mármol algún misterio del espacio, y una tempestad hubiese quedado adormecida en las sienes del músico.

 

La sobra del árbol se derramó en los ojos y, concentrada en ellos, insinúa la profundidad del arraigo a la tierra, de cuya entraña asciende, cual instinto que anhela ser idea, la savia que será flor y dulce fruto.

 

La noche reposa en aquel mármol retorcido, como si reclamara fortaleza para sustentar las estrellas.

 

El artista parece haber convocado a los impulsos de la naturaleza a congregarse en el cincel. Una vez que ellos palpitaron en el acero revelándole al poseerlo los secretos del ritmo, el artista con íntimo fervor ordenó: ¡crea! Y el mármol comenzó a estremecerse de gloria.

 

La imagen es algo más que una representación, así cuando en el seno de la nieve modela cristales, como cuando en la mente del hombre plasma mármoles o en la entraña del Caos funde Mundos.

                                                                                                   Heredia, 1923

 

LA ADOLESCENTE

 

 

La casa Francisco Beltrán, de Madrid, acaba de publicar en la admirable serie de sus "actualidades pedagógicas", la primera traducción castellana del ensayo psicológico de Margarita Evard sobre la adolescente. La traducción es obra de Domingo Barés, el Secretario del Museo Pedagógico de Madrid, a quien tanto debe ya la cultura educacional.1

 

El libro de Evard, escrito al servicio de la corriente de sicología individual con que se está construyendo la nueva pedagogía, viene a enriquecer notablemente los trabajos de Stanley may, Mendousse, etc., y en cierto modo a iniciar estudios pedagógicos y psicológicos cuya necesidad se ha sentido con urgencia en los últimos tiempos. Es resultado de un año de investigación con dos grupos de sujetos, de veinte muchachas cada uno, pertenecientes, respectivamente a los años primero y segundo de una escuela secundaria de una pequeña ciudad Suiza. Supone haber vencido la dificultad inherente a la experimentación de los sabios  Binet, Ebbinghaus, etc. que, extraños a la escuela, han encontrado a veces cierta desconfianza en los sujetos informadores y han tenido que ayudarse con informes complementarios  suministrados por los maestros. Consta el libro de dos partes: Sicología General y Sicología Individual y contiene, además, una introducción sobre el desarrollo físico de la adolescente. Alude al problema de la correlación de los procesos psíquicos y establece frecuentemente una antítesis entre la niña del período pre-púber y la adolescente ya formada. Muestra el ensayo de diversos  tests mentales, particularmente de los llamados tests de resultado, y aunque no sustenta verdaderas conclusiones susceptibles de aplicación pedagógica, sí permite juzgar  del alcance o importancia de ciertas tendencias, al tiempo que representa una excelente contribución al estudio práctico de los métodos de investigación preconizados por los más notables psicólogos. Al maestro costarricense, sin entrenamiento en la experimentación psicológica  y casi sin oriente en medio de los estudios que ella ha aportado a la educación, un libro como éste puede prestarle inapreciables servicios.

 

"Por cierto que los que desde modesta tribuna de nuestra aula hemos combatido el dominio de la escuela intelectualista en nuestra enseñanza, nos confirma plenamente, y con esa vigorosa y serena confirmación de la ciencia".
 
LA CASA ABANDONADA

 

 

Tal es el nombre de una hermosa serie de "parábolas y pequeños ensayos" que recién ha publicado un nuevo escritor chileno: Pedro Prado. Y tal es, a nuestro parecer, su primer libro, si bien no lo primero que publica, porque más de una vez hemos visto su firma al pie de ciertas poesías noblemente originales, un poco melancólicas, y por ratos evocadora de aquel humorismo que llegó a se glorioso en las páginas de Heine.

 

* * *

 

Llegó a nuestras manos ese libro, por benevolencia de un compañero a quien se lo remitió el mismo autor, y, a la verdad, que no hemos querido ni estamos todavía en ánimo de separarnos de él. Porque es un libro que nadie que lo lea, por mucho que el criterio filosófico pudiera rebelársele, querrá dejar de tenerlo entre todos aquellos libros amados que constituyan el oráculo de su vida. Es de advertir que nuestro criterio lo ha acogido con abrazos fraternales...

 

Pero, ¿podremos pecar contra la discreción que en cátedra nos recomiendan maestros ¡tan queridos! del vivir honesto y prudente? Trae el libro una dedicatoria sencilla, cuyas palabras vienen a decir como así: "lo escribió un muchacho de aquellos que fueron sus amigos en el colegio y de quienes fue usted el recordado inspector." Nuestro amigo no recuerda quién sea el muchacho que lo escribió. Y esto es lo que nos hace pensar en cómo somos siempre incapaces de que ha de llegar el tiempo a hacer el trazo justo de las distancias y de las alturas, para que entonces sepamos si nuestros pies han venido pisando espinazos o faldas de cumbre. Para que sepamos que ayer miraron sin vera nuestros ojos un ave de vuelo poderoso, cuyos aletazos ahora mismo nos sobrecogen y asombran. ¡Y con qué santa inconsciencia habíamosla confundido nosotros con una golondrina de vuelo fugaz y de quedo y suplicante chiar! De donde se desprende que, como lo afirmaba William James, "una singular ceguera" nos vela el juzgar con acierto las vidas que en nuestro torno hilan su tela. Miopía que por cierto no se cura en las clínicas ni en los libros, sino que puede ser, cuando más, levemente atenuados por virtud del tiempo, con los elíxires de la esperanza o de la ilusión que surgen.

 

El libro, por su intensidad, no presenta el aspecto de la obra de un joven, ni menos aún de la primera obra. Está llena de pensamiento hondo y que vive en forma de sorprendente y grata sencillez. Sencillez selecta, que salta por sobre el dogma gramaticista, para inclinarse luego con elegancia en  obsequio de la lógica y de la armonía. Se ve al poeta tras el pensador, sin que querramos renovar al decirlo un dualismo caduco: para nosotros el filósofo y el artista un mismo ser son, que goza serenamente del milagro de la profecía.

 

Parábolas y pequeños ensayos que te harán pensar mucho en Amiel, lector, que te recordarán a Rodó, y que cuando esparcen como inciensos sus bellas sutilezas, le traen perfumes de los braceros que enciende el mago Maeterlinck. Energía para concentrar la atención en el detalle humildísimo que se fuga, y delicado vigor para extraerle toda su vitalidad en una rica floración de ensueño sereno y majestuoso, como una sentencia oriental. Leyendo ese libro, del cual solo el nombre se te ha mencionado, te sentirás fuertemente unido a la fe en un vigoroso surgimiento de la joven intelectualidad de Hispanoamérica, quizá hasta promisor de la realización de las parábolas que más han confortado el espíritu del mundo. Libros de esa clase, modeladores de almas grandes, y corazones de tal factura, son las fuentes en que ha de observar sus caravanas el presente para alcanzar las tierras del porvenir.            

                                                                                            

 1913

 

LA SENDA DE DAMASCO.

 

Rogelio Sotela: Poesía.

 

La senda de damasco, así titula Rogelio Sotela su primer libro de versos, que imprimió Alsina y vende Tormo. El título de la obra ya nos dice que Sotela está ganado para las andanzas del arielismo. En realidad, cada poesía enhiesta un ideal hermoso, sugiere un noble anhelo. Y lo que más consuela, por ahora, es que este gallardo y fino poeta cuenta con las simpatías de la juventud costarricense. Con ello se dice que será muy leído y escuchado. Que esto le sirva, pues de estímulo y que la obra verdadera supere a la presente, no obstante las bellezas y excelencias que ésta atesora.



1 Él ha traducido también a Bain, a Claparéde y a Dewey.

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