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Fino don de ironía, sin pecado de crueldad. Sentido claro del poder de la obra poética. Músicas claras, multiformes, a veces rudas, pero porque el poeta siente urgencias de emancipación del verso y por querer domarlo con violencia, lo mutila. A veces soltura y libertad de vuelo. Firmeza en la demanda de la luz para el ideal...y en todo la lucha de una brillante capacidad intelectiva, con los impulsos de la emoción y con cierto habitual reconocimiento de valores que, a la verdad, el poeta le obstruyen la límpida vibración de su nota personal. Pero su lira hiere la sombra y la encanta y encanta la piedra y el barro del hombre con dulce esperanza.

 

 

ENSAYOS DE PEDAGOGÍA E INSTRUCCIÓN PÚBLICA.

LORENZO LUZURIAGA.

 

 

Recientemente salido de las prensas, acaba de llegar al país -traído por este admirable hombre que ha consagrado su vida a enseñarnos a leer, García Monge- uno de los más interesantes libros que sobre educación se han escrito en España: Ensayos de pedagogía e instrucción pública, por Lorenzo Luzuriaga (edición de los sucesores de Hernando, Madrid).

 

Deben leerlo los maestros de Costa Rica; tanto los que confían en la obra de Brenes Mesén, de García Monge, de Torres, etc., como los que, empeñados en negarla, no dan reposo a su labor de desprestigio. Este libro viene a argüir a favor de ellos con la más brillante defensa. En la inglesa u otra lengua extraña muchos maestros no habrían logrado durante mucho tiempo penetrar al debate y desenvolvimiento de las corrientes cardinales del pensamiento pedagógico contemporáneo; pero el señor Luzuriaga hace ahora este valiosísimo servicio de contribuir a encauzarlas hacia nuestra lengua, donde su obra complementa oportunamente el trabajo que ya se había impuesto alguno que otro educador en América y en España. Viene, además, a elevarlo, ofreciéndole ocasión de resonar con una amplitud que pocas obras le han permitido, ya que de las que conocemos en español sobre estos asuntos, quizá ninguna los trata con el acierto que ésta, en cuanto a la selección y presentación de ideas.

 

Bien haya por su servicio a la cultura el distinguido profesor, a quien de tanto van siéndole deudoras las aulas españolas.

 

El libro consta de tres partes: Pedagogía Contemporánea. II. La instrucción pública en España. III. La instrucción pública en el extranjero. Nuestras alusiones de refieren a la primera parte, que abarca las siguientes cuestiones: La pedagogía de Dewey, La pedagogía de María Montessori. La pedagogía de Wyneken. Las teorías pedagógicas de Jennings. Es, pues, una presentación de los educadores representativos y de las ideas fundamentales de la "pedagogía de la actuación". Consiste en breves apreciaciones biográficas, en exposiciones sintéticas de fundamentos y principios, en anotaciones al margen de la obra de aquellos hombres, todo ello labrado con la fina discreción del espíritu acostumbrado al estudio sereno y devoto. Busquemos a través de sus páginas un concepto, mejor dicho, a través del pensamiento de los autores que presenta: el de la libertad del niño, por ejemplo.

 

"El niño nace con un deseo natural de expresar lo que siente, de obrar, de servir, y cuando no se utiliza esta tendencia, se produce una actitud expectante y egoísta y una reacción contra el sentido social" (Interpretación de Dewey).

 

"La quietud a que se somete al niño en la escuela durante varias horas al día es perjudicial: aún más, criminal" (Jennings)

 

"Hay en las comunidades escolares caracteres específicos que hacen de ellas verdaderas comunidades autónomas. A saber: el régimen de libre discusión entre directores, maestros y alumnos, y de autonomía, es decir, de libertad" (Wyneken)

 

"En la vida interior del niño se trata, como en la física, de un problema de vida o de muerte, nada menos. Y esto depende aquí y allá de la libertad que se conceda al niño" (Interpretación de María Montessori).

 

Todas esas opiniones confirman plenamente las ideas de libertad para el niño que cierto grupo de trabajadores ha defendido con constancia en Costa Rica y que han sólido parecer ridículas o extravagantes a muchos de nuestros maestros y profesores. De ahí que las hayamos escogido para dar una vaga idea de la  índole de los problemas que dilucida el libro y del espíritu con que los aborda. Todo lo demás que ha parecido ridículo y que tantas disputas y desavenencias ha originado, allí parece también a propósito de una u otra cuestión, y autorizado por el prestigio de los hombres que hoy dominan el pensamiento educacional del mundo. Allí se encontrarán los maestros estudiosos una guía para el estudio de la pedagogía nueva. Allí encontrarán el secreto de las fuentes en que recoge la savia primaveral con que va transformando la escuela para dotarla de la vitalidad que la naciente civilización le impone.

 

                                                     O. D.

Heredia, Escuela Normal, Oct. 1920

 

EL PÁJARO AZUL

 

 

La Colección Ariel publicará, al finalizar la presente semana, la primera versión a nuestra lengua de la obra magistral de Maurice Meterlinck, El pájaro azul (L'oiseau bleu).

 

Dicha obra, como es sabido, le ha conquistado a su autor la gloria altísima del premio Nóbel y también el último premio anual de la Academia belga.

 

Es El pájaro azul lo que llaman los franceses "une feérie", es decir, una obra de hadas, que ha producido en la escena europea, -especialmente en Francia y en Rusia,- el más ardiente entusiasmo, acaso sobre todo por el modo maravilloso como el mismo tiempo contiene un exquisito cuento para niños, lleno de dulces ingenuidades, y un admirable cuento para filósofos, lleno de ironías y sutilezas que muy bellamente se enlazan para constituir un símbolo hondo y elevado. La mano de Maeterlinck es prodigiosa como artífice del símbolo y guarda en ello consonancia con el corazón del pensador y del poeta que es una representación en la vida de todas esas nobles tendencias a la más completa compenetración con los secretos de la naturaleza que tanto gustaron a Emerson y a James y que han hecho producir notas bellísimas a la lira extraordinaria de Walt Whitman.  Leed El pájaro azul, sobre todo vosotros los que os decís con orgullo amantes de la verdadera belleza. Y si gustáis de hacer estudio literario, recordad al abrir sus páginas, que Emilio Faguet afirmaba, no ha mucho tiempo, con ese su admirable lenguaje paradójico, que el teatro de Maeterlinck conserva el encanto misterioso de las selvas en que acariciaba sus gacelas Calidaza. La opinión, dada la indiscutible autoridad de su autor, no puede ser más digna de estudio: el teatro de Materlinck ha surgido de la eternidad del teatro indo. Cuando se lee La vie des abeilles parece confirmarse, entre el esplendor con que en ese libro se manifiestan las grandezas de la vida, fugitivas siempre como el Pájaro Azul que Tyltyl y Myltyl han venido buscando a través de todos los siglos.

 

¡Tyltyl y Myltyl! He ahí a los chiquillos que recorren la escena que os invita a contemplar. Si no queréis llegar a ella, preocupados tal vez por las delicias de una digestión tranquila, dejad al menos que vuestros niños vayan a formar en su torno una ronda bulliciosa a los infinitos trofeos del arte.

 

FINAE TERRAE

 

 

Tengo A mi frente un cuadro de Sagristá -el rebelde artista catalán-

 

He puesto la mirada en él largo rato, sin lograr comprender el enigma de su simbolismo.

 

Ese cuadro me ha parecido ser un jeroglífico escrito con tintas de sombra y reflejos de incendio, por los dedos aviesos de la muerte, sobre el blasonado portalón del castillo fantástico en que aloja sus huestes el Placer...

 

Hay en él lúgubres coloraciones, matices de neurosis, tonalidades difusas de insomnio, trazos desvaídos de agonía...y por múltiples resquicios esparcidos aquí y allá como para dar escape a hondos lamentos, brota verdosamente pálido  el macabro rafaguear de la lascivia.

 

¡Extraño cuadro!  Surgen entre un remolino gigantesco de llamaradas, negros hacinamientos de despojos salpicados de ceniza, -despojos que parece hubieran dejado allí, como símbolo de su memoria la caravana del vivir-.

 

Todo en ese cuadro es hórrido de modo deslumbrante. Hórrido lo blanco; hórrido lo negro; la sombra, la luz...

 

Destaca en el centro, augusta, egregia, imponente, soberana, una ondulante y alta figura de mujer, robada sin duda a la gallarda concepción del genio griego, que cubre su trágico ademán de vencedora con fulgente brial sedeño en que se agitan delirantes, extraños luminares de pedrería. ¡Creeríase que la han trajeado los astros...! Sus ojos! Sus enormes ojos del odio, los de la traición, los punzantes ojos de la perfidia. Semejan criptas de oro que irradiaran luz violada. Semejan misteriosos surtidores de veneno; leyendosos filtros de augur. Brillan con terrífica intensidad en que se retuerce el fulgor siniestro de los puñales. Son enormes ojos lésbicos, ojos de fiebre, ojos mortales.

 

Al pie de esa mujer, -de ese monstruo, acaso- revuélvese con dolorosa y gemidora lentitud un puñado de hombres desnudos, pálidos, flácidos, mordidos por la extenuación, llenos de manchuelas de bilis, cuyo aspecto evoca un festín de gusanos hartos de purulencia. Uno de ellos, poseído de eléctrica fruición, de espantoso delirar, hipnotizado, se abraza a los pies de la mujer. Es la ansiedad misma entregándole su amor al mal. Es la voluptuosidad besándose con la muerte. Es la desesperación clavándose una daga.

 

Acodado sobre el hombro de mármol de la mujer, un esqueleto de amatista encaperuzado de sombras, yergue su silueta de terror.

 

Y en el fondo, hacia lo alto, sobre un cielo de opaco zafiro con ligeras refulgencias cárdenas, triunfa la majestad de un inmenso sol de fuego en cuyo torno cintila lánguidamente un hala rubio como un trigal.

 

¿Qué dirá ese cuadro? ¿Le habla a los hombres que fueron, a los que son, o a los que han de ser? ¿Es una visión de la vida o de la muerte? ¿Es un ocaso o una aurora? ¿Lo pintó Mefistófeles o el Arcángel San Rafael? ¿Es una remembranza o una profecía?

 

Lo he contemplado y en su presencia ha llegado el cenit la estrella de mi esperanza; he sentido engrandecerse mi corazón cual si lo invadieran torrentes de poderosa savia nueva; y a mis oídos ha llegado rumoreando cadenciosamente un sedante salmo de vida. He mirado entonces hacia atrás y he adivinado a un caballero aristócrata amagándose bajo enramada en trance de acometer el candor hermoso de una niña pobreta que ante el flamear de las estrellas marcha con pasitos de tórtola hacia el borroso más allá de la vida, -en todo igual la pobrecita a las flores silvestres que se desmayan en los jarrones de las casas ricas-. Me he quedado pensando en su suerte, en su futuro promisor de miserias. No será esta noche, -me he dicho-; será tal vez mañana entre la grosera misticidad de un confesionario, o quizá más tarde en brazos de un ogro militarote; pero al fin será. ¡Ha de ser! Para apaciguar las torturas que derramara sobre el ánimo ese pensamiento, hube de mirar de nuevo el rojo, el enorme, el inmenso sol de mi cuadro, más radioso cada vez, destellante a modo de una tempestad que se cerniera sobre la libidinosa convulsión del mundo, ya olvidado de las palabras que a la sombra de un sicomoro desgranara el dulce Jesús al oído de la dulce Magdalena...

                                          

 Abril, 1911

UN COMENTARIO

 

 

Complace la publicación en Repertorio Americano, de trabajos acerca de la reforma implantada por Giovanni Gentile. Es importante que se conozca aquí ese movimiento, como lo es la difusión de la obra del filósofo italiano. Y diremos más: como es importante difundir la cultura italiana. En la escuela Normal solemos aconsejar a los estudiantes que procuran conocer el pensamiento de Italia, y aún nos permitimos sugerirles que busquen en su lengua una vía de fácil acceso a la cultura de otras razas. El trabajo de traducción y comentario sigue siendo fecundo en Italia. Es sabido, por ejemplo, que el pensamiento alemán se llega por ahí con relativa facilidad.

 

De España y de Francia estamos cerca, pero no de Italia. Aunque tampoco estamos tan cerca de Francia como conviene. Pensamos, al hacer tales afirmaciones, en las ideas americanistas de que Repertorio Americano es noble vehículo.

 

Hay la América por la América y la América por España, como hay en las ideas de esta hora intentos de concebir la América por Francia y acaso la América por Italia; pero parece cierto que todo ello viene a quedar subordinado a la amplitud de un superior concepto de latinidad como el expresado en la carta de Romain Rolland al señor Vasconcelos. Juzgamos que tal forma se aproxima más a la de una América Humana. Por lo que, del señor Vasconcelos admiramos tanto las concepciones del porvenir de América, como el poseerlas sin mácula de odio. Nuestra fe es que el odio niega la espiritualidad y, por lo mismo, conspira a imposibilitar toda relación lógica, armónica, entre las tendencias culturales de los pueblos, los impulsos de evolución racial y las urgencias normativas de la civilización. Mas de esto habrá que hablar con calma algún día, quizás dentro de las formas de una naciente concepción de la historia.

 

Con motivo de la publicación referente a Gentile, hemos vuelto a tener en las manos su libro Discorsi di Religione. Y hemos creído que convendría citar algunos párrafos al objeto de mostrar, siquiera parcialmente, la génesis filosófica de la reforma educacional, hay en ello la conveniencia de contribuir a evitar que, mal interpretada la posición de Gentile, se pretenda confundirla con ciertas actitudes reaccionarias. (Un estudio serio de la cuestión -que ha sido prolijamente debatida- requeriría un trabajo superior en mucho a estos breves apuntamientos.)

 

El primero de los discursos se refiere al problema político. Se puede decir que en este capítulo se trata, sintéticamente, de la historia, mejor dicho de la evolución y de la filosofía  del laicismo. Una idea somera del criterio dominante en el discurso se tiene en presencia de sus párrafos finales.

 

La religiosidad no puede ser del Estado sino es del pueblo, es decir, del individuo, en el cual el Estado adquiere conciencia de sí, y, por lo mismo, realidad. Y si el Estado  no debe sera algo abstracto y utópico, sino la forma concreta de la vida de un pueblo, en el Estado -por ejemplo, en la cultura como la representa la escuela-  no es realizable forma religiosa que no tenga su raíz en la conciencia popular: El Estado debe mirar a la Iglesia como aliada, no por lo que ella tenga de particular en cuanto es una Iglesia entre las otras, sino por aquello en lo cual todas las iglesias se acuerdan para la persecución de un ideal común. Ahí reside la fuerza de la Iglesia que el estado debe reconocer.

 

La Iglesia, de su parte, debe abandonar la antigua pretensión de prerrogativas y privilegios no pertinentes al carácter de la misión que cumple. El Estado, sin combatir ninguna particular forma religiosa, debe reconocer y afirmar el valor de la religión como ella vive a través de todas las formas.

 

Gentile aclara el concepto con una justa comparación. Cada hombre de gusto le tributa homenaje a la poesía sin confinarlo en la contemplación de un solo poeta. Y el poeta, el verdadero poeta, por grande que sea, no ambiciona otro aplauso que el del espíritu abierto a la apreciación de toda divina forma de belleza.

 

El problema religioso de la política no es, pues, el de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. No cabe renunciar a la autonomía y soberanía del Estado. Afirmándolas, se le atribuye a éste no solo un fin de cultura abstracta sino de plena formación de las energías espirituales. Más reconocido el carácter intrínsicamente religioso de la vida, se reconocerá que tal formación no logra ser intelectual sin ser, a la vez, moral y religiosa.

 

De esto, en todos sus complejos aspectos, se trata en el discurso segundo. "La vida humana es vida espiritual". Tal es el postulado cardinal. "El espíritu es libertad, la naturaleza, mecanismo".

 

De ahí la otra afirmación: La vida humana es pensamiento. Pensar es filosofara. Y filosofar no es afirmar el sujeto ni el objeto, sino ambos. Lo que conduce rectamente a la afirmación de la esencialidad moral de la vida humana. Porque la vida espiritual viene a ser concretezza di pensiero, y la vida en su concreta plenitud no es para el hombre ni arte, ni religión, ni ciencia, sino moralidad, ya que no podemos pasar -advierte Gentile- de un momento moral de nuestra vida a otro que no lo sea. La vida humana es esencialmente moral, y lo que llamamos prácticamente moral es lo mismo que teóricamente filosofía. Por donde entra Gentile a definir el  sentido de la filosofía, mejor dicho, de su problema, que es el problema del idealismo. La filosofía es idealismo después de Platón.

 

Traza brevemente Gentile la síntesis de la evolución del idealismo, de Grecia a Cristo, y después hasta Kant. Luego, tras la crítica del idealismo, de penetración admirable, formula el concepto del idealismo actual, que es trascendental y absoluto, pero antintelectualista y antivoluntarista. El pensamiento, dice Gentile, en su actualidad, como auttocreación de la realidad absoluta, identifica en un todo el querer y el conocer.

 

¿Tal posición es religiosa o impía? Siendo el idealismo moderno el concepto de la realidad como autoconciencia, y siendo ésta sujeto, y éste, sujeto en cuanto es objeto de sí mismo, la realidad del espíritu y la del objeto se confunden -lo que, salvo al modo de la vieja psicología metafísica, ha de concebirse dialécticamente como alteritá del objeto y vida del objeto. Éste es así infinito y, en lo  tanto, trascendente y divino. Por lo que la  filosofía debe contener a la religión. Y debe darle conciencia al hombre de esta inmanente necesidad de Dios en la vida concreta del espíritu.

 

El tercer discurso termina así, en parte: el morir de la religión es el vivir del espíritu, el cual vive la religión superándola, y superándola realiza el bien y cumple su misión eterna por sobre todas las religiones.

 

Gentile, como Alfredo Loisy, parece pensar en la Religión de la Humanidad.

 

 

REFLEXIONES

 

 

El Beethoven de Naoum Aronson me da una enseñanza.

 

Fue esculpido bajo el mismo árbol cuya sombra lo ampara. Ello me descubre la colaboración de la naturaleza en la obra del artista. La luz trabajó en el mármol dejándole huellas de auroras. Y también el aire, y acaso la nieve y la estrella.

 

¿Cuánto que no pudo hacer la mano del artista, lo hizo la naturaleza? ¿Y hasta dónde ella, adivinando en lo recóndito de sus impulsos que allí se le quería dar expresión al genio, contribuyó a plasmar la piedra con algo del mismo esfuerzo que pusiera en producir al hombre prodigioso?

 

Imagino que a veces las tardes se deleitaban deteniéndose sobre la frente trunca, para dejar allí una vibración; y que, a la mañana siguiente, ella se transfundía en la mano del escultor y, sacudiéndola con el temblor de sus ritmos la llevaba sobre el mármol, con tal virtud, que éste se iba llenando de la armonía y de la majestad de la tarde.

 

La caballera parece condensar en las ondas pesadas un fragmento de huracán, como si el viento se hubiera detenido a imprimir en el mármol algún misterio del espacio, y una tempestad hubiese quedado adormecida en las sienes del músico.

 

La sobra del árbol se derramó en los ojos y, concentrada en ellos, insinúa la profundidad del arraigo a la tierra, de cuya entraña asciende, cual instinto que anhela ser idea, la savia que será flor y dulce fruto.

 

La noche reposa en aquel mármol retorcido, como si reclamara fortaleza para sustentar las estrellas.

 

El artista parece haber convocado a los impulsos de la naturaleza a congregarse en el cincel. Una vez que ellos palpitaron en el acero revelándole al poseerlo los secretos del ritmo, el artista con íntimo fervor ordenó: ¡crea! Y el mármol comenzó a estremecerse de gloria.

 

La imagen es algo más que una representación, así cuando en el seno de la nieve modela cristales, como cuando en la mente del hombre plasma mármoles o en la entraña del Caos funde Mundos.

                                                                                                   Heredia, 1923

 

LA ADOLESCENTE

 

 

La casa Francisco Beltrán, de Madrid, acaba de publicar en la admirable serie de sus "actualidades pedagógicas", la primera traducción castellana del ensayo psicológico de Margarita Evard sobre la adolescente. La traducción es obra de Domingo Barés, el Secretario del Museo Pedagógico de Madrid, a quien tanto debe ya la cultura educacional.1

 

El libro de Evard, escrito al servicio de la corriente de sicología individual con que se está construyendo la nueva pedagogía, viene a enriquecer notablemente los trabajos de Stanley may, Mendousse, etc., y en cierto modo a iniciar estudios pedagógicos y psicológicos cuya necesidad se ha sentido con urgencia en los últimos tiempos. Es resultado de un año de investigación con dos grupos de sujetos, de veinte muchachas cada uno, pertenecientes, respectivamente a los años primero y segundo de una escuela secundaria de una pequeña ciudad Suiza. Supone haber vencido la dificultad inherente a la experimentación de los sabios  Binet, Ebbinghaus, etc. que, extraños a la escuela, han encontrado a veces cierta desconfianza en los sujetos informadores y han tenido que ayudarse con informes complementarios  suministrados por los maestros. Consta el libro de dos partes: Sicología General y Sicología Individual y contiene, además, una introducción sobre el desarrollo físico de la adolescente. Alude al problema de la correlación de los procesos psíquicos y establece frecuentemente una antítesis entre la niña del período pre-púber y la adolescente ya formada. Muestra el ensayo de diversos  tests mentales, particularmente de los llamados tests de resultado, y aunque no sustenta verdaderas conclusiones susceptibles de aplicación pedagógica, sí permite juzgar  del alcance o importancia de ciertas tendencias, al tiempo que representa una excelente contribución al estudio práctico de los métodos de investigación preconizados por los más notables psicólogos. Al maestro costarricense, sin entrenamiento en la experimentación psicológica  y casi sin oriente en medio de los estudios que ella ha aportado a la educación, un libro como éste puede prestarle inapreciables servicios.

 

"Por cierto que los que desde modesta tribuna de nuestra aula hemos combatido el dominio de la escuela intelectualista en nuestra enseñanza, nos confirma plenamente, y con esa vigorosa y serena confirmación de la ciencia".
 
LA CASA ABANDONADA

 

 

Tal es el nombre de una hermosa serie de "parábolas y pequeños ensayos" que recién ha publicado un nuevo escritor chileno: Pedro Prado. Y tal es, a nuestro parecer, su primer libro, si bien no lo primero que publica, porque más de una vez hemos visto su firma al pie de ciertas poesías noblemente originales, un poco melancólicas, y por ratos evocadora de aquel humorismo que llegó a se glorioso en las páginas de Heine.

 

* * *

 

Llegó a nuestras manos ese libro, por benevolencia de un compañero a quien se lo remitió el mismo autor, y, a la verdad, que no hemos querido ni estamos todavía en ánimo de separarnos de él. Porque es un libro que nadie que lo lea, por mucho que el criterio filosófico pudiera rebelársele, querrá dejar de tenerlo entre todos aquellos libros amados que constituyan el oráculo de su vida. Es de advertir que nuestro criterio lo ha acogido con abrazos fraternales...

 

Pero, ¿podremos pecar contra la discreción que en cátedra nos recomiendan maestros ¡tan queridos! del vivir honesto y prudente? Trae el libro una dedicatoria sencilla, cuyas palabras vienen a decir como así: "lo escribió un muchacho de aquellos que fueron sus amigos en el colegio y de quienes fue usted el recordado inspector." Nuestro amigo no recuerda quién sea el muchacho que lo escribió. Y esto es lo que nos hace pensar en cómo somos siempre incapaces de que ha de llegar el tiempo a hacer el trazo justo de las distancias y de las alturas, para que entonces sepamos si nuestros pies han venido pisando espinazos o faldas de cumbre. Para que sepamos que ayer miraron sin vera nuestros ojos un ave de vuelo poderoso, cuyos aletazos ahora mismo nos sobrecogen y asombran. ¡Y con qué santa inconsciencia habíamosla confundido nosotros con una golondrina de vuelo fugaz y de quedo y suplicante chiar! De donde se desprende que, como lo afirmaba William James, "una singular ceguera" nos vela el juzgar con acierto las vidas que en nuestro torno hilan su tela. Miopía que por cierto no se cura en las clínicas ni en los libros, sino que puede ser, cuando más, levemente atenuados por virtud del tiempo, con los elíxires de la esperanza o de la ilusión que surgen.

 

El libro, por su intensidad, no presenta el aspecto de la obra de un joven, ni menos aún de la primera obra. Está llena de pensamiento hondo y que vive en forma de sorprendente y grata sencillez. Sencillez selecta, que salta por sobre el dogma gramaticista, para inclinarse luego con elegancia en  obsequio de la lógica y de la armonía. Se ve al poeta tras el pensador, sin que querramos renovar al decirlo un dualismo caduco: para nosotros el filósofo y el artista un mismo ser son, que goza serenamente del milagro de la profecía.

 

Parábolas y pequeños ensayos que te harán pensar mucho en Amiel, lector, que te recordarán a Rodó, y que cuando esparcen como inciensos sus bellas sutilezas, le traen perfumes de los braceros que enciende el mago Maeterlinck. Energía para concentrar la atención en el detalle humildísimo que se fuga, y delicado vigor para extraerle toda su vitalidad en una rica floración de ensueño sereno y majestuoso, como una sentencia oriental. Leyendo ese libro, del cual solo el nombre se te ha mencionado, te sentirás fuertemente unido a la fe en un vigoroso surgimiento de la joven intelectualidad de Hispanoamérica, quizá hasta promisor de la realización de las parábolas que más han confortado el espíritu del mundo. Libros de esa clase, modeladores de almas grandes, y corazones de tal factura, son las fuentes en que ha de observar sus caravanas el presente para alcanzar las tierras del porvenir.            

                                                                                            

 1913

 

LA SENDA DE DAMASCO.

 

Rogelio Sotela: Poesía.

 

La senda de damasco, así titula Rogelio Sotela su primer libro de versos, que imprimió Alsina y vende Tormo. El título de la obra ya nos dice que Sotela está ganado para las andanzas del arielismo. En realidad, cada poesía enhiesta un ideal hermoso, sugiere un noble anhelo. Y lo que más consuela, por ahora, es que este gallardo y fino poeta cuenta con las simpatías de la juventud costarricense. Con ello se dice que será muy leído y escuchado. Que esto le sirva, pues de estímulo y que la obra verdadera supere a la presente, no obstante las bellezas y excelencias que ésta atesora.



1 Él ha traducido también a Bain, a Claparéde y a Dewey.

LA COLECCIÓN ARIEL1

 

 

Su elogio de la labor del Maestro García Monge, -copioso de inefable encanto-, me ha complacido profundamente. Y le agradezco la alegría que en él he recogido, tanto como agradecieran la libertad los muslines cautivos. Sana, serena, y perdurable alegría, divinamente confortadora, como una parábola bíblica.

 

Usted ha puesto en libertad pensamientos míos y sentimientos míos. Debatiéndose desde días en la fecunda impotencia de mi espíritu, han logrado ahora expresión llena de gracia, por lo armoniosa, por lo pródiga en luces de comprensión y de justicia, en el canto solemne y dilecto de su pluma. ¡Bendita sea ella que así es capaz de crear una dicha! Y, sobre todo, ¡decir una verdad! Una verdad heroica que requiere sangre del corazón para vivir, sangre luminosa de casta helena, brotada bajo la umbría de olímpicos laureles.

 

Porque lo que usted ha dicho es que nos debemos por entero al ideal. Y ese divino lugar común, creador de humanidades y de civilizaciones, acarrea sobre quien lo enuncia la empecatada persecución de la taifa de fenicios, que ya desde los gloriosos días de Bizancio había puesto venta de sandías en el propio altar de los venerables higúmenos.

 

García Monge es mi amigo más querido y mi maestro más respetado. Su Ariel es uno de los peregrinos por tierras de ensueño que más secretos de sabiduría eterna le han confiado a mi corazón. Y usted, usted, que también ha vertido hidromieles  aromadas en mi cántaro sediento, tendrá para mí de ahora más, copia de prestigios, y encontrará en mí, más que antes, cálidas y robustas devociones. Cada vez que lo encuentre en mi camino, recitaré fervorosamente en su presencia el verso exquisito de José María de Heredia: luchas de titanes en el puño de una espada. Que eso lleva usted, lucha de gigantes y diálogos de siglos, en su gentil delicadeza de soñador. Ahora comprendo el por qué de aquella fascinación que en la cátedra del Liceo ejercía sobre mí su palabra afectuosa y humilde.

 

Recuerdo que de la humildad me hablaba una vez García Monge. De la humildad todopoderosa de la tierra. Fue una tarde en que lo encontré, vestido de labrador, abriendo un surco para plantar árboles. Vea, -me decía- con qué encantadora humildad obedece la tierra a las súplicas del esfuerzo. Y cómo es de agradecida y generosa. Cada terrón de estos se va a convertir en el alma de un árbol. ¡Ah! Cómo comprendo y amo el afecto de Tolstoi a la madre tierra. "Hay que enamorarla", como decía Eduardo Talero. Yo quiero que mi hijo sea cultivador de la tierra, que plante jardines, que críe abejas y lea a Virgilio...Y el maestro hablaba unciosamente, con dulzura virgiliana, en tanto que desleía el crepúsculo sus tintas de ilusión en una somnolencia suavemente infinita.

 

Si cada hombre, me decía, ya después, al sembrar una semilla meditara su acción y la exornara de entusiasmos ideales, pronto, pronto, iría concretándose en la vida aquel misterioso espíritu de las lauras de la india, y al cabo, tras profundas transformaciones, veríamos pasar de nuevo al pobrecito de Asís por las mismas huellas, estremecidas de inmortalidad del hermano lobo...

Con afectuoso respeto  (Este párrafo no corresponde al texto)

                                    Omar Dengo. 

 

SAN SELERÍN

De la buena fin

¿Cómo hacen los periodistas? *** Así...y así...y así...

 

Carmen Lyra, la amable artista que organizó hace pocos días "la fiesta de los pájaros" y que ha escrito páginas tan bellas por su dulzura, por su delicada originalidad y por su fluidez, como aquella de "Las Campanas", -que podría decirse fue sustraída a la papelera de Edmundo de Amicis por una golondrina-, ha soñado tanto y tan intensamente con el bello anhelo de publicar un periódico para los niños, que ya muy en breve ha de llegar a nuestras manos un manojo de cuartillas, plenas de su alma exquisita, para que lo pongamos en las manecillas inquietas y acaso untadas de miel de los pequeñuelos que en torno nuestro lloriquean o sufren, o meditan la realización de sus ingeniosas travesuras, en tanto que el viento incita a la rebelión a los bucles de oro o de azabache de sus risueñas cabecitas.

 

Pero es justo decir que al buen deseo de Carmen Lyra, se ha unido, con noble fraternidad, los esfuerzos de sus compañeras de corazón y de labor: Lilia González, Ester Madrigal, Matilde Bennefil y otras cuantas maestras de esas pocas que comprenden a lo hondo y sienten en grande aquella antigua verdad: "La educación es la ciencia más profunda, el arte más elevado y la más noble misión."

 

¿Cómo no hemos de estar complacidos, pues, los amigos de los niños?

 

Porque prescindiendo de la actualidad y del momento de la tesis educativa que alienta bajo los pliegues sedeños de ese propósito, ¿quién no comprende su valor y su trascendencia, que es cuanto más grande aquí donde ya no hay campo para las flores entre la multitud de canastas atiborradas de pan que cubren la ruta?

 

Por eso, porque viene de la fuente en que abreva sus caravanas de anhelos y de esperanzas, la vida superior de la conciencia es que a nuestra pluma le ha parecido de su obligación abrirle cauce amplio y límpido a la corriente en que boga, conducido por un barquichuelo de papel. "San Selerín", el Mesías de los niños, el predicador de la buena nueva para la inmensa humanidad de "calzón corto".Y viene aquí, entonces, a pedir a todos los que recuerdan y aman aquella lejana vida de inocencia que se quedara atrás, perdida entre un rimero de juguetes rotos o envuelta en los  jirones de laq última blusa, junto a la audaz asimetría de una "mascota" verdinegro, una sonrisa bien amable para el chiquillo que llega a los estrados del "cuarto poder", con la grandeza con que fue Jesús a instalarse entre los graves Doctores de la Ley, y con el único poder inconmovible que hay en la vida: el del corazón.

 

"San Selerín"... no hará campañas políticas, ni obra de educación popular, ni luchas por la justicia y el progreso, ni labores de engrandecimiento comercial, ni nada de todo lo que saben hacer los hombres, pero por sobre todo eso, entre el bullicio de una ronda, a manera de mensajes para lo futuro, encumbrará los papalotes de su alegría y de su pureza.

Omar Dengo

 

CONTESTANDO A GIL SOL

 

  

Me entero, porque un amigo pone en mis manos La Prensa del 23,de que había recibido de la benevolencia de usted el honor de ser interrogado acerca de un tópico de educación. Sucede que no soy suscritor de aquel periódico, ni he tenido todavía la oportunidad de leer el número en que usted me hizo la pregunta. De suerte que si entendiera aludirme, sus ironías enderezadas a los que guardaron silencio, pierden el objeto ante esta explicación.

 

No conozco la respuesta de don José Ma. Zeledón, sino solamente la del Sr. García Monge, y con ella estoy de acuerdo.

 

Declaro que me interesan muy poco los programas políticos, los cuales se me parecen mucho a los programas de teatro y más a estos modernos, que abundan en objetivos hiperbólicos para anunciar como nunca vista una película mil veces exhibida. Por supuesto que prefiero los del espectáculo menos grotesco.

 

Con todo lo que pueden tener de discutibles ciertas actitudes del fascismo, confieso que me inspiran simpatía cuando afirman que la posibilidad de las soluciones radica más que en los programas, en la voluntad de realizarlos. Y ampliaría el concepto agregando la idea de capacidad, con lo cual se contemplan dos condiciones quizás fundamentales: la de que los partidos representen verdaderos intereses nacionales y los representen dignamente; y la de que la cultura y las demás condiciones del país permitan el ejercicio activo de tal representación por medio del Gobierno. Lo de sustraer la política a la presión del interés personal mezquino, no es obra de programas, ni de organizar partidos, ni podrá serlo mientras la vida toda del país no esté en aptitud de encontrar en la superior expresión de las ideas la natural interpretación de sus designios sociales. Lo difícil no es llegar al poder; lo difícil es gobernar. Y en Costa Rica esto es sumamente difícil, pues, prácticamente lo que revela la mayor porción de las aptitudes ciudadanas en relación con la vida pública es el deseo, y más que el deseo, la infortunada necesidad de un mal gobierno. No entraña pesimismo la declaración, sino que se limita a consignar un hecho ordinaria experiencia; como tampoco niega que todo empeño de ascender a la organización de partidos de ideas, tiene el valor de un estímulo, de un incentivo de progreso.

 

Precisamente por esas razones, juzgo que la acción directriz de cualquier movimiento político digno de tal nombre, debe residir, en lo sustancial, en la aspiración de afrontar sociológicamente los problemas relativos a la organización de la cultura. Hoy mismo he tenido ocasión de conversar con un sociólogo extranjero que ha pasado en silencio por el país y probaba con definida convicción la vieja tesis. He tenido ocasión también de estudiar en estos días las opiniones de varios hombres eminentes a propósito del problema de la democracia, y en todas he podido reconocer el establecimiento de un vínculo indisoluble entre la formación de una elevada conciencia nacional y el valor de la educación. El propio presidente Harding acaba de expresar la idea con singular precisión.

 

El problema más importante en este orden de cosas es, sin duda, el de adaptar la educación a las necesidades del país; pero, en todo caso, es problema que surge con posterioridad al de fomentar la educación. Está bien planteado en el Partido Reformista, y vuelvo a decir que lo entiendo desigual manera que el señor García, sin pretender, por supuesto, que podría yo expresar la convicción con el acierto con que él lo ha hecho. Lo que más me satisface es que aparezca el problema planteado en relación con intereses del trabajador, los cuales ya es hora de que alcancen una representación honrada y consciente en el concierto de las actividades del país. Y me complace también que ello comporte una negación del afán de los hombres que niegan la cultura con el subterfugio de fomentar intereses que solo dentro de ella tendrían significación real; o que deforman intereses nacionales presentando en vez de ellos, como tales, a los que dentro de ellos sabrían ser codiciosos intereses personales.

 

Romain Roland sigue siendo para mí la bella y serena figura del pensador que se redime del prejuicio por obra de luz; - que no de pasión,- y a través del concepto de él es que miro la labor social del proletariado con profundo amor, cuando la justicia y la verdad, en mi estrecha comprensión de ellas, están con el proletariado. Y en este caso están con él. ¡Ojalá pueda mostrarse capaz, en todos los momentos, de que ellas coronándole las sienes, ostenten un triunfo definitivo sobre la miseria y el dolor!

 

Pero señor Gil Sol, debo decirle francamente, que al firmar esta página no pongo la firma en un libro de adhesiones, sino mi fe de educador y de hombre, al servicio de una idea.

                                                                                                      

15 de marzo, 1923.

 
PARADOSSI EDUCATIVI DE GIUSEPPE PRESSOLINI

 

 

Como expresa una nota final, el volumen contiene artículos de periódico que tratan de problemas de educación. Su forma,-explica esa nota- acentúa a veces las verdades expuestas, de modo que les da una ligera apariencia pedagógica. Hay un pensamiento que recorre el libro por la invisible nervadura de su interna unidad: la vida sigue una senda, la escuela, otra. Es el mismo concepto que ha encontrado una expresión plena, como al margen del volumen, aquí y allá, algunas informaciones.

 

Las Universidades, cuando son Universidades, no son populares, cuando son populares, no son Universidades. Las populares han fracasado, por falta de población, en Francia e Italia. La principal causa de desorden ha sido la ausencia de unidad en la enseñanza y la superficialidad de ésta. Al par de las Universidades debe existir la Biblioteca Popular, cuya acción sería más extensa, pero la desorganización subsistirá mientras no se comprenda que la cultura para ser cultura a de ser filosófica. ¿Será capaz el positivismo de constituir la unidad de pensamiento de cultura popular?

 

Se le han regalado al pueblo las cosas mejores que la burguesía ha creado: sus artes, letras, y ciencias, pero no se ha pensado en preguntarle al pueblo qué quiere. Bertoldo murió de indignación en palacio, porque los espléndidos banquetes no le ofrecían el alimento propicio a su estómago fuerte, ni circulaba en las terrazas el aire de sus campos natales. La cultura popular requiere un nuevo centro de interés y de calor, y tal centro ha de radicar en el trabajo, donde se construye la moral, se inspira la filosofía, donde adquieren su más alto sentido humano los intereses del pueblo y discurren las corrientes de la vida. (En nuestras escuelas de adultos, lo corriente ha sido que se trate a los obreros como niños, que se les enseñen cosas convenientes a los niños, con métodos adecuados a los niños. Cuando quedan, a poco de iniciado el curso, despobladas, se inculpa a los obreros por su negligencia y así se exime de su responsabilidad a los maestros y se resuelve cómodamente un inaplazable problema cultura.).

 

Los exámenes son inútiles y desmoralizadores. Convierten las escuelas en un campo de lucha entre ladrones y  carabineros. Se corresponden con los sistemas de la burocracia democrática, fundados siempre en la sospecha. Por temor de que se roben mil liras en una oficina, la democracia paga tres inspectores que cuestan el triple y no impiden el robo. Los exámenes de admisión se justifican, pero no para apreciar la posesión de éstos u otros conocimientos, sino la capacidad general del alumno, no para mirar su pasado sino para juzgar su porvenir. Toda la vida no burocratizada, el comercio, la industria, los trabajos dl campo, etc. proceden así, por exámenes totales del hombre, no por exámenes parciales, (¡Qué haría pensar a Prezzollini la Psicología Industrial del Guremberg?).

 

La enseñanza de la caligrafía podía encontrar una razón de ser cuando no había máquinas de escribir. Los estudios impuestos a los jóvenes para que aprendan a calcular son inútiles desde que hay máquinas que pueden hacerlo. El cinematógrafo y la linterna mágica no deben faltar en la escuela. El cinematógrafo, aparte de su utilidad para enseñar las ciencias, puede mostrar, por ejemplo cómo surge la letra de la pluma. Hay que introducir las máquinas en la escuela, abundantemente, a pesar del horror que les tienen los maestros, (las peores máquinas con frecuencia) a  fin de libertar la mente de los menesteres a los superiores.

 

La enciclopedia, los manuales, los diccionarios, las tablas, etc., deben reemplazar la penosísima memorización de datos y fragmentos a que se obliga al estudiante, el que debe ser adiestrado en el arte de recogerlos en las fuentes. Trabajar con la memoria como se hace, equivaldría a que en las escuelas militares se ejercitara a los jóvenes en el manejo del arco y  de la ballesta con el pretexto de educar los ojos y los brazos.

 

La escuela debe ser nacional. La nación es una realidad. La escuela que niega la realidad no es una escuela. Pero la nación es una realidad como la familia y la humanidad. Y la realidad, el resultado de una esperanza. Y el mañana, el fruto de hoy sumado al de ayer. La humanidad ha de prevalecer sobre todo lo demás, como razón última. ¡Ay de quien deje de ser italiano! ¿Pero, se puede ser italiano dejando de ser hombre? ¿Se quiere una escuela italiana? Hágase una escuela profundamente humana.

 

Si el método Montessori hubiese de caer en las manos de pedantes aplicadores, que lo rodeasen del fetichismo que suele adherirse a los métodos, y de la superstición de cintificismo que los fosiliza muy pronto perdería todas sus virtudes, como las han perdido tantos otros sin excluir a Froebel, por ahora de los pobres de espíritu que creyeron encontraren los métodos las excelencias que su propia alma era incapaz de dar.

 

La calle no es la mejor escuela, pero muchas escuelas son peores que la calle. El golfo es mal educado, ignorante,  grosero, pero presenta ciertas particularidades, ante la vida, de no poca importancia: conoce mejor que los muchachos de la escuela el valor de la fuerza y de la astucia, es más apto para luchar, para sorprender el curso de las cosas. Y en la vida, las nociones nos hacen falta como la autonomía, la independencia, la capacidad y aptitud d usarlas.

 

Que lo otro, -agregaríamos- el sentido de orientación interna que le imprime dirección a la fuerza y le atribuye objeto a la astucia, ni la escuela, ni la calle lo comunican, ni, -al menos en el concepto wilderiano- tiene mayor importancia en la vida.

 
AZORÍN

 

 

Hace poco publicamos una pequeña nota relativa a Vaz Ferreira; ahora vamos a decir algo de AZORÍN. Hay que aprovechar el espacio que los periódicos le ceden a estas glosas. Y advertir que no las dicta un propósito docente, ni que de algún modo incurra en pecado de vanidad.

 

Hoy nos ocurre hablar, decimos, de Azorín, pero casi nada más que para mencionar su nombre y el de algunos de sus libros.

   

 Una manera de presentar a Azorín consistiría en referir cómo presenta él al príncipe D. Juan Manuel, el caballero de noble y sosegada prestancia, que en prosa clara, limpia, sencilla, escribe El Conde Lucanor, para depositar en su libro, cuando la vejez ha llegado, su experiencia del mundo.

 

Hace de ello, caso de cinco o seis años...

 

Azorín lo presenta por medio de un "retrato imaginario" que figura en las páginas 143 y 144 de sus Valores Literarios. Lo pinta, mientras el príncipe escribe en su cámara, cerca de una ventana abierta que permite admirar el noble y sereno paisaje de Castilla. De cuando en cuando entra por ella el lejano son de una campana.

 

Lo pinta de tal suerte, que en el lienzo cobra vida, delicadamente, aún la relación de aquel paisaje con el alma del augusto escritor que lo contempla desde la ventana de su estancia. Y la conmovedora relación de la sensibilidad de Azorín con el misterio de aquella época, 1929, y el sutil contenido de los dos espíritus en el minuto que los une a través de los siglos...

 

Todo ello mueve a admirar el encanto de esas relaciones y a sentir la belleza de las relaciones que presentan y significan, y así enriquece la comprensión de la vida y del arte. Por solo esa representación, que apenas requirió cuatro pinceladas, aunque cuatro pinceladas de vida, se hace amar Azorín. Y se hace amar hondamente, cuando relata y comenta de nuevo, unas cuantas de las historias que el Conde Lucanor le refirió a Petronio, con su gravedad, con su benevolencia de generoso y sesudo consejero.

 

El lector, que al leer el retrato había entrevisto un nuevo modo de estudiar la personalidad de un autor, al leer las historias confirma su visión, y adivina un nuevo modote estudiara la obra. Y en el conjunto del trabajo, como en el conjunto de una serie de trabajos de Azorín, encuentra la realización de un nuevo modo de comprender el alma española, de interpretar la literatura española, la literatura en fin. ¿Osaríamos decir que el alma humana?

 

Cuando el pensamiento adquiere ese secreto, se prepara para comprender otro mayor. Azorín renueva valores, moldes, y al hacerlo, contribuye austeramente a modificar la sensibilidad de un pueblo y engrandecer las glorias de una raza.

 

De ahí que a los literatos suela darles la sensación de frivolidad. Generalmente no comprenden lo profundo, sino en una dimensión. A más de que el germen, con llevarlo en sí, nunca causa la admiración que el fruto.

 

Entre tanto que Unamuno lo respeta y Ortega y Gasset lo ama, periódicos importantes se niegan a aceptarle colaboración.

 

A cambio de que una juventud nueva (sic) lo estudia en España y quiere estudiarlo en América y lo admira en ambos continentes, el patrioterismo español lo excomulga y lo persigue. Es la obra de los bermines.

 

En ello pensábamos hace poco al leer Hernán Cortés y sus hazañas de la Condesa de Pardo Bazán.

Por cierto que no serían menos interesantes las hazañas de la Condesa que las del conquistador.

 

Lamenta indignada que la querida España solo "sufriera" la gloria de Cortés, en retribución del oro que éste le enviaba. Lamenta las ingratitudes de que fue víctima el osado capitán.

 

Repite el comentario de los historiadores a la muerte de casi todos los grandes hombres.

 

Mejor fuera empeñarse, pensábamos, en la defensa de los que están vivos. En la de Unamuno, por ejemplo, cuya destitución será lamentada, reprochada, en alguna época, por las mismas razones y con tanto o más fervor justiciero que el de la ilustre doña Emilia.

 

Mejor fuera empeñarse en hacerle (sic) justicia a los conquistadores de un mundo espiritual, de un continente de ensueño, que le asegurará a España extensos y ricos dominios en los maraes de la gloria y del porvenir.

 

Decíamos que Azorín, o lo vamos a decir, pinta los paisajes, las almas, las épocas, en forma que el pincel deja siempre visible, con maravillosa y tenue luminosidad, el hilo azul que trasmite la esencia de los tiempos, el hilo extraño por donde fluye la corriente que une a la distancia las civilizaciones... Las mismas, cuya fuerza establece la eterna unidad de las cosas.

    

Hemos leído de Azorín estas obras: Confesiones de un Pequeño Filósofo (sic); Castilla, Valores Literarios y Antonio Azorín. Ellas han bastado para crearnos amor a la Dolce Maniera  Nuova. Que viene a ser una manera de libertar a una literatura de la disección del eruditismo y a un pueblo de la disección del conservatismo.

 

Viene a ser un examen de valores en que el artista le sugiere el método al filósofo, y la penetración de ambos se combina para ennoblecer la crítica, dándole, con la gracia del cuento de hadas, la virtud transformadora de las hadas.

 

 

¿QUÉ HORA ES?1

 

 

Nota bibliográfica

 

En la serie Documents Pédotechniques, de la Sociedad Belga de Paidotecnia (Ed. Lamertin), acaba de publicar Adolfo Ferriére, Director de la Oficina Internacional de las Escuelas Nuevas, la traducción de uno de los libros de Georges Kerschensteiner: L`Ecole Active dans le cadre de l`ecole primaire.

 

La publicación se refiere a la parte práctica de la obra de Kerschensteiner, pues de la teoría ya había tratado Ferriere, en 1922, en uno de sus excelentes libros. Y el especial interés que puede ofrecerle a aquellos maestros que entre nosotros, se preocupan por el estudio del movimiento educacional, consiste, por aparte del conocimiento de los ensayos de Kerschensteiner en Minich, en el siguiente hecho, que Ferriere hace notar insistentemente en sus oportunas palabras de introducción. Que, paralelamente a las experiencias realizadas en Suiza por él mismo, y a las más atrevidas de E. F. O. Nelly, deben ser conocidas las de Kerschensteiner, porque las unas representan la extrema izquierda y las otras la extrema derecha del grupo de iniciadores de la nueva educación. A Herschensteiner lo juzgan anticuado los innovadores intransigentes, mientras viene a resultar innovador en presencia de los conservadores del actual régimen escolar. De donde se sigue en el concepto de Ferriere que, para los países latinos, el ejemplo de los ensayos efectuados en Munich muestra lo que se puede hacer en servicio del progreso educacional sin el riesgo de trastornar el estado de cosas que la tradición afirma.

 

El pequeño libro contiene una pequeña exposición, a veces pormenorizada, de las experiencias de "escuela activa" organizadas en las clases primarias municipales de Munich. Presenta las líneas generales de tal organización, consigna los horarios, explica el detalle de la aplicación de programas en las diversas clases, y en un breve capítulo final, destinado a formular conclusiones sintéticas, hace sugestivas consideraciones sobre la importancia de la experiencia. Sobresale entre ellas el concepto esencial del valor del interés en la escuela activa.

 

Puede decirse que no hay página del libro en que no encuentre el maestro estudioso algún dato, algún estímulo, alguna sugestión capaces de moverlo a explorar, los nuevos movimientos de ideas en educación, los cuales tanta falta hace  que despierten en el país fecundas resonancias.

                                                           Heredia, 1925.

 

GLOSAS LITERARIAS

 

Ernestina1, de Prudencio Bertrava

 

Desdichadamente con la lectura de Ernestina

MINUCIAS

 

Muy contento estoy de haber reconocido en la lectura de su libro Minucias... la presencia de ciertos rasgos que infunden plena confianza en que lleva usted un camino que habrá de conducirlo -y  así lo espero cordialmente- al dominio preciso de excelentes condiciones del arte de la novela. Ojalá que lleguemos a tener en usted a uno de los novelistas que nos haacen falta para la expresión del alma del país. Omar Dengo

DESOLACIÓN1

 

 

Libro de dolor. Desolación, en verdad, pero en iluminada plenitud d infinito. El libro ha manado, cual sangre de herida, de un corazón abierto por la tragedia, como costado divino. Es una herida que canta.

 

Pasa, quemante, una onda de dolor colmado de poemas. En la carne cárdena de unos, tórnase garra, los sacude airada hasta desmenuzar los versos en gajos temblorosos, y los arrastra después la onda implacable, para llevarlos en alto cual ardientes coronas de espinas. Hay poemas que loran como bronces heridos; hay poemas que sangran como Cristos azotados.

 

Hay poemas que levantan, entre la gloria de una música de selvas, una garra de pantera sobre el destino.

 

Esta obra está hecha con no sé qué de las canteras de Esquilo, de Dante y de Shakespeare.

 

Aquella manera de concebir Hesíodo las gestaciones divinas, donde el león y la cabra y el dragón, conciertan las fuerzas en la impetuosidad de un soplo flamante, admírase aquí golpeando como oleajes los senos de la vida, para exprimir los jugos cósmicos de fe y sabiduría.

 

Algo de la púrpura ensangrentada de las más grandes almas dolientes. Algo de los turbiones huraños de la conciencia. Algo de la cabellera fragante de la Magdalena. Algo de la aspereza de la roca, del clamor de la tempestad herida en los ijares por el rayo. Algo olímpico, algo prometeico...

 

Mas de pronto, el dolor se hace luz, se convierte en la parábola bíblica, se nutre en lo hondo de la estrofa, de límpidas resignaciones, colórase la tarde estival, refleja praderas de oro, esculpe poemas de agua encantada, y como si besara castamente senos de virgen, se desliza piadoso con la quietud de la plegaria nocturna...Y el dolor, entonces, parece incienso que sube u hostia que corona de auroras la entraña del oro.

 

Atrae, como absorbiéndolos ávidamente, de las fuentes secretas de paz en el espíritu y en el mundo, bellos, profundos silencios; se llena de ellos, se siente exaltado y penetra el dolor en el mal de la vida, calladamente, como en un templo.

 

A veces pasa el dolor como un Profeta, a veces como un niño que llora, a veces como una luz retardada o como un ave perdida en la noche...

 

Por instantes, San Francisco de asís medita en la gruta del verso. Y ya la angustia es sabiduría. Florece el dolor en poemas melíficos, la tragedia es estrella, y  el amor que refulge en las trasparencias del verso, fluye de las liras, transmutadas en lirios, como una suprema maternidad sobre seres y cosas; y con algo de mesiánico, ora y bendice.

 

Teresa de Jesús ha tenido en sus manos las gotas de ámbar de estos versos.

 

Rabindranayh Tagore ha inclinado la frente bajo estas frondas.

 

Ruybroeck ha sentido este fuego lamiéndole las sienes.

Hay rosas de Saadi y vinos maravillosos de Omar Khayam.

 

En siglos lejanos, el mar del crepúsculo naciente, a través de un ventanal de Chartres, ha podido verse, bajo los arcos de piedra milenaria; como la vida aparece en aquellos poemas que presienten al Señor Padre y Señor pensando mundos detrás de todas las cosas. Poemas como música del campo, sencilla; música de ave, risueña; música del alma, litúrgica...

 

Transparencia y calma, ardor y tempestad, amor y sombra, dolor, silencio, luz...

 

Sé la historia de un corazón que un día alzó el vuelo hacia la Primavera coronada de rosas, y que cayó  de pronto sobre un fuego terrible, y que cuando las llamas, fundiéndolo, lo llenan de armonía del Cosmos, ¡canta y resplandece mientras las nuevas alas lo llevan más allá de la Esperanza!

 

¡Gabriela Mistral! Demos la Vida tu Desolación, dénos el sabor amargo de tus horas, dénos tus siete palabras de belleza, dénos tu sagrada emoción maternal para concebir; y dénos también, en hora futura, con toda la misericordia, ¡la divina alegría henchida de fulgores inmortales!

                                                                     

Heredia, marzo de 1923.

 

 

LAS ESTANCIAS ESPIRITUALES1

 

 

En las palabras prologales, Alberto Zum Felde declara: "Manuel de Castro es poeta místico, el primer poeta místico aparecido en estas tierras."

 

El índice contiene: El Divino Hálito. El Oro. Estampas Viejas. Poemas en Prosa, -en suma- cuatro series de poemas, de los cuales el prologuista prefiere, poéticamente, algunas de las prosas que se hallan en las últimas páginas, porque encuentra en ellas más frescura de emoción, más gracia, si bien reconoce en los versos más intensidad de cerebración, más dominio mental.

 

Epígrafes de Baudelaire, Enrique Casaravilla Lemos, Emerson, Maeterlinck, Nietsche, el Evangelio.

 

En "El Viajero" el poeta señala su rumbo:

 

¡Deja el seguro Puerto

Y en el lmar del Misterio

Hiende luego tu Proa!

 

Acaso el nutrimetrum de la filosofía de este poeta se resume en la misteriosa serenidad del soneto "Génesis",  donde la conciencia surge de la duda y la Esperanza se yergue sobre la Vida como un designio fatal, dejando un fondo de pena, como un resplandor de inmortalidad, en el ánima triste...

 

El canto "Oro" despierta en los versos resonancias de una brusca agilidad; las "Estampas Viejas" describen con sencillez vidas y cosas de un color de tarde vencida, humildes...

 

Las Prosas, iluminadas por un tranquilo fulgor de lámpara sagrada, ahondan blandamente en el alma de la parábola, con la emoción de un sereno roce de alas.

 

Leído el libro, pensamos, recordando un inquietud de Guido de Verona, que este poeta ha ido a la prosa en busca de una  expresión del pensamiento lírico, voluble y sutil como los impulsos de la naciente conciencia mística, que tiene temblores de llama votiva y algo de la solemne plenitud del incienso.

 

El libro de Manuel de Castro dice en la página final:

 

 "Así terminan Las estancias Espirituales de Manuel de Castro. Que la Paz sea con él"

 

 

PLATERO Y YO1

 

 

El poeta de los Jardines Lejanos ha publicado en la biblioteca "Juventud" un pequeño libro, una "elegía andanza", que se llama Platero y yo. Es un libro para niños, pero un libro para hombres.

 

A un amigo a quien se lo obsequiamos, le decíamos que ese libro no se lee: se sueña. Leerlo es como situarse bajo un arcoriris a meditar en la melancólica sabiduría de la tarde...

 

Es un libro de páginas blancas como hostias, puras como hostias, divinamente tristes como ellas. Está lleno de la honda sabiduría del color; del malva, del rosa, del oro, del azul...

 

Ese libro es extraño y profundo en su sencillez inmaculada.

 

Parece que hubiera sido escrito con solo colocar las páginas en blanco, bajo los besos del sol de la mañana, bajo el beso del sol de la tarde, bajo el perfume de la luna...

 

Sus páginas son el canto de una luz... Pero de una luz nostálgica que quiere volver a las estrellas... Son el ritmo de un surtidor, que por donde la armonía, ¡ajeado de ser agua para ser tan solo ritmo eterno!

 

Platero es un borriquillo de plata azul, peludo, blando como algodón. Es un borriquillo del poeta y un borriquillo poeta. Juega fraternalmente con los niños, y sus ojos negros, como dos escarabajos de azabache, miran siempre hacia el corazón del poeta.

 

Ha llegado el poeta a lo largo del paisaje moguereño, tras las mariposas blancas, en la primavera, a la hora del Ángelus; y mirando las flores del camino, ha sentido que al pasar la luna lo bañaba en lirios. Mientras los niños que sufren, juegan, Platero se distrae escuchando las canciones sin sentido, que revuelan a lo lejos entre la paz de los recuerdos.

 

Ha sufrido junto al poeta el mordisco de las espinas, el miedo de las sombras, el estremecimiento del frío, el dolor del agua y el dolor del sol.

 

Y después de mirar cómo se conducen los hombres en el Carnaval, se ha puesto a contemplar su figura en un pozo y ha tenido el deseo de caer de cabeza en él, para echarse a correr por los prados del cielo, como un loco, ¡como un reo de inmortalidad! Ha visto alzarse, en la hora, morada, la silueta del pastor sobre la colina, y Platero ha sentido el amor y la tristeza del rebaño. Y como un chiquillo, mientras las gentes lo llamaban ¡loco!, ha tocado la zamoña por casualidad...

 

Cuando la luna, que sube redonda sobre la ermita de Montemayor, se ha ido esparciendo por el prado, a Platero lo detienen las meditaciones:

 

¿Por qué regresa el otoño?

 

¿Por qué sale humo de las chimeneas?

 

¿Por qué recogen flores los niños?

 

¿Por qué no veo yo el Gobierno Civil?

 

Platero ha comido de la nieve y grana de las sandías; ha acarreado grandes y pequeñas cargas de almoraduj; ha corrido, jugando de viento; ha saltado, destrozado nidos; y casi sin quererlo, ha llegado a pensar en él. Y fue entonces cuando pensó en la vida y tuvo amor para el heno y para la ilusión.

 

Platero y el poeta han llorado por un perro muerto. El llanto de los dos hermanos ponía botones de oro sobre la luz que iba cayendo desde una estrella, en las azucenas. Las azucenas, cerca del perro, estaban temblando ¡las pobrecitas! Por temor de que el burro rebuznara.

 

El cascabel de una cabrita le arrancó el dolor a los hermanos, con una nota que dejó caer al moverse, como quien le quita un verso a un madrigal.

 

El burro ahora retoza en los campos de la gloria. Al pobrecillo le da de beber agua de eternidad la buena Samaritana.

 

Y cuando en los paseos pasa cerca de Rocinante, el viejo caballo heroico se queda mirándolo largamente, con los ojos extraviados que buscan la silueta de Jesús sobre unas ancas...

 

 

LO MÁS HUMANO

 

 

La muerte de Amado Nervo interrumpe una obra bien grata a las actitudes con que el pensamiento de la época aspira a definir su posición dentro de la historia. Se dice del poeta que era un místico, dándole al término la falsa acepción en que califica situaciones de pensamiento como la implicada en la comprensión de la finalidad artística que el poeta sustentó. Un místico, entre los  poetas contemporáneos, sería, para mencionar a un inglés, ya  muerto también y eminente, Francis Thompson: cantó con acento de profeta y quiso que la humanidad, tras su lira fabulosa y solemne, retornase a Dios...

 

Pero en la obra de Nervo priva una palpitante variedad de impulsos, nutridos de la inquietud espiritual que es ansia de ascenso íntimo hacia el éxtasis y la divina realización. Y esto no es precisamente misticismo, sino algo de que aquél puede ser, según se le entienda, un aspecto, a la síntesis y el fundamento.

 

Mas sí es algo que está donde quiera presente en el actual instante en mil maneras cambiantes e inasibles; algo que se difunde por los ámbitos del pensamiento, como bajo la presión y el designio de una necesidad cósmica. La guerra, contemplada por ciertos pensadores, aparece simplemente como una modalidad de la vastísima agitación que ha de experimentar la humanidad, para remover y elevar la conciencia de sus ideales y aspiraciones. Cátedras, libros, fundaciones, instituciones; sabios, filósofos, artistas; hombres, pueblos, razas, todo, en todos los aspectos de la vida, todo muestra una movilidad creciente, en cuyo estremecimiento de Sibila, leen los profetas los signos de una civilización.

 

Amado Nervo contribuía con delicada generosidad a sustentar la vida y la obra de la actividad renovadora, en cuanto ella se manifiesta como afán de reespiritualización. Uno solo de sus ensueños descubre un sutil trasmundo de devociones aptas para exaltar el sentido de la dignidad humana. En versos suyos la condición natural del hombre la expresan los hechos que, por excepcionales, solemos llamar milagrosos: la abnegación, la benevolencia, el heroísmo. Manera de sentir, que transforma el mundo. Ante la flaqueza ya no diremos: "Es lo humano, lo más humano". Tal diremos frente a la virtud, a la nobleza, a la delicadeza, a la generosidad. Todo esto será lo humano, lo más humano, cual soñara, hondamente, Novalis.

 

La vida no será como en el achatado pensamiento de los fariseos, una muerte; la vida recobrará, arrancándonoslo de las entrañas, su altísimo sentido de un permanente y superior encanto. Y podremos hacer ante el mundo, algo más humano que las muecas y los gestos de los simios. E iremos volviendo a la dignidad de hombres.

 

Huirá la juventud de esa oscura actuación moral que oculta todas las bajezas bajo la risa provocada por el chiste o la ironía con que recubre la confesión de su derrota. No sonreirá más su perfidia, fundada en que la vida es una mueca.

 

Cesará de amparar su irredenta cobardía a la fórmula traidora: flaquezas humanas.

 

En el hombre la flaqueza es excepción, la nobleza se espontáneo modo de ser, la grandeza la mejor expresión de su alma. Lo otro, sirve al cinismo,  y le arrebata su hermosa fecundidad al perdón y su pureza a la intolerancia. Que el perdón ha de ser compasión, vale decir, fraternidad, y la fraternidad, amo: virtud activa, fuerza de creación y transformación, capaz de embellecer y ennoblecer.

 

Escudémonos en la flaqueza pero con una contrición que nos redima; porque aducirla, para ostentarla, es pedir para las serpientes la gracia que el cielo solo concedió a las aves y a los lirios...

 

¡Cómo conmueve sentir que un verso renueva el mundo y transforma al hombre para que disfrute de su gloria con el corazón henchido de paz!

 

 

EL HALCONERO ASTRAL. EMILIO ORIBE1

 

 

Dedicatoria: a los nuevos poetas del "novecentismo".

Índice. I. La canción multánime,-II.  La siembra sagrada. -III. Motivos de estudiante. -IV. Nuevas odas y poemas.

Las formas del verso: (algunas)

 

"Hace miles y miles de siglos, mi alma

habitaba un paraíso inmortal,

mucho más bello que el de Adán y Eva."

 

"He aquí que han traído unos  enfermos

ante los Rayos X."

 

"Oh, maravilla, oh, maravilla enorme."

 

Los temas: El halconero astral. -Vaso de cristal. -Perfección de la lpampa. -Palos telefónicos.- Los caballos de Elberfeld. - Amanecer en el campo. -Cultivos. - El vendimiador. -El éter. -Amado Nervo. - Oda de la voluntad. - La energía virginal. - Oda a las torres de marfil. -El poema de la doncella y el ave, etc.,etc.

 

Ideas: El holocausto astral era un hombre de espíritu ancestral que creabas halcones a militares para cazar astros. El alma es un vaso de cristal. La pampa y el alma se identifican cuando desde ellas se avizora el horizonte... No son menos maravillosos los hombres, que los  caballos sabios de Elberfeld. En la carne de esta hermética y flexible mujer que pasa por la calle, algún día habrá de despertar una estrella, misteriosa como Venus del fondo de la nébula solar. La muerte, una gruta al borde de la cual hombre es un niño maravilloso. Es poca cosa la transparente copa de tu espíritu: ¡nada de nada! Lo difícil y bello es encontrarse. El alma tendría como el agua quieta la misión de reflejar cosas eternas. En la media luz del nuevo día no se sabe decir si este labrador que levanta el brazo hacia los astros, siembra trigo o apaga estrellas. Las manzanas de la serpiente eran los cinco sentidos, etc.

 

Imágenes: Pechos infecundos, como higos ricos.  Dos hoces lunares hieren el celeste trigal. Los rosales del deseo... Los telares del espíritu.... Las selvas blasonadas de abismos. Los brazos huérfanos de vigor... El reemplazar de las ideas... El barro de la espiritualidad mía...El corazón, una ascua de incienso oloroso...La tarde se aleja en el vuelo de una nube, como Europa en la grupa del olímpico toro, etc. etc.


El poeta dice de él: que es caballo, taciturno, solitario, incomprensible e indócil, indiferente al ruido de las vulgaridades...

 

"Mi vida es mi obra de arte mejor. Adoro el vino,

las mujeres, las joyas, el pecado divino,.

Pero hoy estoy viviendo en los campos sin huella

Y si allá por los cielos distingo astral tesoro,

En mli arco gigante pongo una flecha de oro

Y la arrojo hacia el límpido seno de alguna estrella.

Si acierta, guarda el fruto del silencio nocturno.

Mas no lo muestra  a nadie, callado y taciturno".

 

Hay hermosas sugerencias en este libro de Uribe. Apólogos, parábolas, meditaciones. Audacias de forma.

5. RESEÑAS

 

Esta seción selecciona todas y cada una de las lecturas que don Omar dengo Maison puso por escrito. Se trata de libros sobre educación, pedagogía que estaban a la vanguardia en cuanto a ideas modernas sobre esos temas y él pretendía que los maestros conocieran aunque fuera en forma resumida. Él escogía los párrafos más importantes, los transcribía y comentaba.

 

También solía comentar libros de literatura que salían a la luz pública en el tiempo presente y que consideraba dignos de elogios y oportuno dar a conocer a sus alumnos. Era un gran lector. Su crítica literaria solía ser estilísica y emocional.

 

 

 

 

PREOCUPACIONES1

 

I

 

Esta mañana, al remover una era, he comprendido la misión del estiércol. Él es también emisario de la vida. La trasmite a la flor y fruto, y, desintegrándose,  a su modo, crea y florece. Y esto es lo más admirable: cuando florece, perfuma.

 

Ya no se allegan entonces las moscas a la tierra en que mora, sino que sobre las corolas que sustenta, extienden su ilusión las mariposas.

 

¡Bendito sea estiércol!

 

II

 

Rubia, y una evocación como de ámbares, como de ópalos, era un aura en torno a su paso.

 

Tímida, y tras sus miradas se recogía temblando todo su ser, en una lejana intimidad, impenetrable de silencio.

 

¡Y era serena!

 

Su don era la sonrisa. Su sabiduría el perdón. ¿Su amor?

 

-¿Qué es de ella? Pregunté al amigo.

 

-Sueña.

 

-¿En dónde? Pregunté y agregué:

 

 ¿En dónde?

 

- En su corazón. Sueña que es la luz, y piensa en el mundo solo para encantarlo.

 

 

En esta sección se incluyen los textos numerosos que don Omar escribió sobre libros de otros autores. Van desde poemarios, como Desolación de Gabriela Mistral, hasta opiniones de libros pedagógicos, políticos, etc.

 

CON MOTIVO DEL LIBRO DE RÓMULO TOVAR

 

  

Ilumina el ideal las pupilas, las enfoca el amor, y entonces, al contemplar las notas, - porque ve en ellas el espíritu que las anima, - puede el artista interpretar la música de los maestros. Tal concepto del valor de la idealidad se contiene, admirablemente, en las páginas sugestivas del Dr. Watson. Y encierra, para mí, la mejor explicación que encuentro de cómo han nacido estos robustos ensayos de Rómulo Tovar, que, en verdad, tienen de todo: de la grandielocuencia de la oración, de la voluptuosa misticidad del salmo, del idilio, y del peplo imperial de la rapsodia...

 

¿Cuál es el ideal en este caso? Es tal su amplitud, que por un extremo brilla al reflejar las miradas relampagueantes de Jesús cuando dice ese Sermón de la Montaña que tiene la talla del conjunto de cuantas puede contemplar el hombre... y por otro resplandece al fulgor de la última sentencia de Sócrates. Es tanta, que por entre las selvas de luz, que las palabras de esos hombres hicieron nacer en la infinitud del tiempo, marcha Hércules con el mundo sobre los hombros, abrumado de pesantez por la cabeza de Prometeo, por las aguas del mar, por las diademas imperiales de Job, por el dolor de Ofelia...

El amor que hizo coincidir la imagen de la vida con un punto determinado, ¿cuál es? Es la devoción del discípulo. Es el mismo amor de Fredón

 

 

PRÓLOGO AL LIBRO DE LA VIDA DE LAS PLANTAS DE JUAN JOSÉ CARAZO

 

 

El de Juan José Carazo es un nombre muy conocido de nuestros maestros. Lo que ha hecho al servicio de ellos, lo que se propone hacer, lo que desea que se haga, también es muy conocido, siquiera por una mayoría. Y no solo de muchos maestros que han escuchado sus interesantes conferencias o leído sus artículos, sino de muchos estudiantes  que han estado en comunicación con él en las aulas, -en las cuales el cariño que inspira es envidiable,- y de muchos agricultores, campesinos los más, que buscan en Carazo a un verdadero preocupado por sus problemas.

 

Sin embargo conviene recordar, al menos precisando los rasgos más generales, lo que hay de hermoso en su obra. Fue él quien primero trabajó en el país por organizar las que llamó "huertas caseras", traduciendo a nuestro lenguaje la denominación inglesa. Y trabajó con una tenacidad admirable.

 

Es él quien más se ha interesado por la difusión de la agricultura escolar y por obtener que se le contemple con un criterio amplio, dentro del cual tenga ella, como las manualidades tenga ella, como las manualidades en el concepto del pragmatismo pedagógico, el valor de un centro de correlación de estudios. Carazo ha deseado esto para las escuelas rurales o, si quiera, para ciertas regiones del país.

 

Podrá parecer que eso es poco haber realizado o poco pretender, pero la verdad es que tal obra se impone a la admiración por cierta grandeza que ostenta, así en cuanto tiene de realidad, como en lo que contiene de aspiración y de promesa. Cuando se mira con ojos penetrantes la trascendencia de tales labores, -mutiladas por los obstáculos y cuando se comprende el espíritu de sacrifico que Carazo ha vertido en ellas, surge límpida la fe de que él lleva consigo la luz superior en que se inspiran los apostolados. A más de que la compleja tarea de Carazo comporta la presencia de toda una vasta agitación de problemas nacionales.

 

Es cierto que poco de lo que ha construido subsiste o poco conserva lo que va intentando lograr hacer; mas también es cierto que en ambos casos el obstáculo o el fracaso aparecen más allá de donde alcanza la voluntad de Carazo.

 

Alguna vez se conocerá el historiadle sus esfuerzos y se reconocerá entonces que Zarazo ha sido traicionado por las circunstancias y que éstas fueron a veces crueles o tan torpes, que no respetaron la abnegada devoción con que él supo ponerse al servicio de nobilísimas empresas. Lo más grave es que las circunstancias han tenido, en algunas ocasiones, figura y nombre humanos.

 

En cambio quiere la fortuna que sean muchos los jóvenes  a quienes Carazo ha iniciado en el secreto de amar y comprender la tierra, lo que un día u otro se convertirá en porvenir, y para él, su gloria.

 

* * *

 

Carazo es, pues, agricultor. Esto es lo dominante en él. Trasladado a cualquier campo, lo característico de Carazo será el don de cultivar. Es agricultor que cultiva la tierra con herramienta de ideas, que sabe nutrirla con abono de ensueño y rociarla, si en tiempo de sequía es preciso, con lágrimas. Pero es también el otro agricultor, el que muestra sucias las manos, el que ha recibido en ellas la mordedura de víbora de las espinas, el beso redentor de los soles y la unción misteriosa de las savias. El que, trabajando con sus hijos en una parcela, saca de ella el pan oscuro de cada día. El que de allí saca también haces de ideas, a veces sin limpiarles las raíces, a veces arrastrando con ellas algún secreto del corazón maternal de la tierra.

 

Ha sido también apicultor, y si algo lo revela en esa afición; de las abejas le interesa la vida, el enigma, la belleza del vuelo nupcial; la miel, la regala a los amigos.

 

* * *

 

Una vez un amigo de él le censuraba algún artículo con el decir de que era obra inerte de teórico. Carazo envió a la casa del amigo una canastilla con tomates de los que cultiva esta leyenda: " Tomates teóricos para hombres prácticos".

 

* * *

 

Cuando refiere el suceso disfruta con deleite del sabor de la broma. Hay una expresión popular que pinta a Carazo: "Me lo tire". Discutidor empedernido, conversador y amigo de hacer frases con punta, le gusta contradecir, formular paradojas y ocultarse en el diálogo a atisbar la oportunidad de afirmar enfáticamente y con risueña malicia: "Me lo tiré". Y en cien veces es muy probable que acierte las más, por su observación, por su suelto decir, por su imaginación ávida de inquietud. La violencia se apodera de él fácilmente, lo que fuera grave si no supiese convertirla en ágil broma y si, malhumorado e impaciente, cual suele ser, no acudiera en las horas difíciles de su vida, al reposo en una bella serenidad.

 

Aparte de que en todas brota pródiga de su corazón una ternura paternal.

 

Cuando habla a los jóvenes de ideales, ella vibra en su gesto persuasivo con una fuerza apasionante.

 

* * *

 

Fue, hace años, maestro de escuela en el campo. Hizo allí una labor admirable, por la consagración y por la iniciativa. Me parece que hizo uno de los mejores trabajos que se han efectuado en el país. Trabajo de creación más que de técnica. Su escuela rural algo tenía de la de Tolstoi y, -en otro aspecto- de la de Kerschesteiner.

 

* * *

 

Antes había sido obrero. En San José trabajó en la reparación de instalaciones eléctricas. En la región atlántica había trabajado como mecánico en un aserradero. En esta clase de labores su don es la inventiva. De ahí su interés en los problemas del trabajador.

 

* * *

 

Actualmente trabaja como obrero en múltiples faenas de su huerto. Trabaja como agricultor y ha transformado su huerto, -dentro de la mente,- en un laboratorio. Como Profesor, su clase en un campo de labranza. Obra de fermentación que decía Vaz Ferreira.

 

* * *

 

Hay algo que lo caracteriza: su modo humilde de vestir. Hay un vehículo que prefiere: la motocicleta. Hay algo que bulle sin cesar en su mente: un problema, una negación, la fe en una obra posterior.

 

Hay un amor poético en él: sus hijos. Hay un obstáculo frente a sus empeños: la salud.

 

* * *

 

De viejo imagino que se parecerá mucho a Burbank por la sabiduría que llegará a sorprender en la vida de las plantas.

 

* * *

 

Este libro refleja fielmente el modo de preocuparse de Carazo. Allí está viva movilidad de su mente, de continuo solicitada a la acción por múltiples sugerencias. Su rebeldía nativa rompe en las páginas lo que a él  le parece el prejuicio de la forma.

 

Lo que el libro valga o signifique por referencia a la verdad de sus conclusiones, no sé yo decirlo. La zona de que trata es extraña a mis estudios. De las ciencias, con la educación, -cuya sustantividad se discute- me ha interesado la sicología. En otros campos no me atrevo a dar ni un paso.

 

Ni siquiera sé lo que el libro valga como exposición de un método de trabajo. A lo sumo podría hablar yo de la sinceridad con que ha sido escrito. La sinceridad de Carazo es de una trasparencia nítida y en presencia de la vida de las plantas esa sinceridad se desciñe de toda sujeción para enardecerse a impulso de un amor cargado de intuiciones que lleva a Carazo hasta el delito de conversar al oído de las corolas...Esto es algo más que un modo de decir: es una realidad, y en las noches de este hombre, allá en la soledad de su huerto, es uno de los encantos de su espíritu.

 

* * *

 

Puede haber algún interés en señalar el hecho de que se publica este trabajo en los mismos días en que el Profesor Mc. Dougall, sucesor cierta manera, en Harvard, de James y de Munsterberg, formula la teoría hórmica, que supone, para aplicarla a la sicología una concepción de la vida similar a la de Carazo. Aquél en los animales. Éste en las plantas.

 

Pero a mí sobre todo me complace dar una idea del hombre en cuya juventud admiro uno de los valores nuevos más ricos y fecundos de mi país. Este amigo mío ha venido yva buscando algo grande que ya está en él, en espera de una circunstancia que lo induzca a la eclosión en plenitud de luz. En tal concepto el libro me impresiona como un pretexto de Carazo para profundizar en su misma necesidad de crear y obligarla, concretándola, a aumentar su ímpetu, a medir su trayectoria y a vislumbrar, con su dolor, su gloria

 

* * *

 

Ya escrito lo anterior, Carazo lo ha leído, y ha declarado que no le satisface la expresión empleada al hablar de su carácter. Dice que es grosera  y que este libro puede llegar a las manos de los niños. Que, además, él la usa entre amigos y casi confidencialmente.

 

* * *

 

Él no sospechaba que yo aprovecharía su apreciación para completar estas impresiones, mostrándolo en su aspecto más seductor que para mí tiene, por sobre su talento, por sobre su idealismo, y que es su íntima pureza, propia de un niño. Da un símbolo de esta modalidad de su ser el cariño que siente hacia las rosas, -profundo-. Y allí arraigan, fundamentalmente, sus concepciones del permanente milagro de la naturaleza, y allí se nutren los caudales de sus preocupaciones filosóficas: en el arte de mirar la era y el paisaje con el candor de un niño, y de sentir así el trémulo con que la vida discurre en nuestro interior. Solo que sus ojos cuando miran el mundo, como por la primera vez, en la realidad lo han contemplado dentro de sí mismo infinitamente.

 

SOBRE UN ENSAYO DEL SR. BRENES MESÉN

 

 

 

Los estudiantes costarricenses de filosofía y psicología podemos enorgullecernos de que la última publicación d Brenes Mesén sea obra de un coterráneo. Aludo a El Misticismo como instrumento de investigación de la verdad1 Yo esperaba desde hace algún tiempo la aparición de tal ensayo,, como espero , con ansiedad, el que ha venido preparando acerca de Heráclito. El autor tuvo para mí, en 1916, la condescendencia de comunicarme las ideas generales matrices del ensayo publicado y  de mostrarme las líneas generales del plan a proyectaba sujetarlo.

 

Lo que primero me ha impresionado de la lectura, ha sido la habilidad, realmente admirable, con que Brenes Mesén ha podido sintetizar un tan vasto conjunto de ideas, como el implicado en el curso de pensamiento seguido para remontarse a la conclusión final del ensayo. Si no recuerdo mal, hay modificaciones sustanciales en el plan del trabajo las cuales le benefician la síntesis, en cambio quizás perjudican la difusión de las ideas. La poderosa síntesis velará para la mayoría el fecundo contenido de las proposiciones, las cuales son fuente primoroso de honda y serena creación filosófica. Además, ella es primeramente flor de experiencia mística y no bastará para admirarla el "modo reflejo de pensar místico".

 

* * *

 

Pero mi mayor complacencia viene más que de la arrogante fuerza del ensayo, del triunfo del autor. Porque esta obra de Brenes Mesén está rodeada en el mundo del actual pensamiento filosófico, de profundas y gloriosas afinidades con la labor de ciertos hombres a quienes alguna vez se ha llamado o cabe llamar "profetas de la nueva era del espíritu".

 

* * *

 

Lo digo de muchos pensadores y filósofos originales que hacen su meditación y declaran su verdad, aquí y allá, en muy distintos lugares de la tierra, y que son desconocidos de las mayorías, al par que de los cenáculos academizantes, y víctimas de la excomunión del cientificismo, así como rebeldes a éste y al dogma religioso, y al dogma filosófico, llámese positivismo o teosofía. Ellos esperan su hora. Me refiero a los Bragdon, a los Hinton, Carpenter, Basilking, Ouspensky y cien más. Y de preferencia al matemático Ouspensky, por  la razón de que su libro más importante, publicado en ruso en 1918, y en inglés en 1920, desarrolla a plenitud, al menos en ciertos aspectos, la misma tesis del ensayo de Brenes Mesén. Precisamente el objeto del libro de Ouspensky, es dar la clave de la existencia mística; con lo que entiende crear el Tertium Organum del pensamiento, para cerrar el triángulo, digamos, así, en que ocupan un vértice Aristóteles y otro Bacon.

 

Para concretarnos a las relaciones entre los postulados de Brenes Mesén y los lde Ouspensky, citaremos de éste lo que al respecto parece esencial.

 

1.      Misticismo es conocimiento por medio de la conciencia expandida.

2.      Los estados místicos dan conocimiento que nada fuera de ellos puede dar.

3.      Los estados místicos dan conocimiento del mundo nuomenal con todos sus signos y características.

4.      Los estados místicos de hombres de diferentes edades y pueblos exhiben una sorprendente similaridad, que alcanza a ser, a veces, identidad completa.

5.      Los resultados de la experiencia mística son completamente ilógicos desde nuestro punto de vista ordinario: son superlógicos.

 

* * *

 

La lógica -declara Brenes Mesén- deberá incluir la experiencia mística entre los diversos métodos de investigación científica, enriqueciéndose y vitalizándose, etc. Ouspensky funda la Superlógica o Lógica Trascendental, sobre el análisis psicológico de la experiencia mística y en ella sintetiza la existencia del Tertium Organum, el cual aspira a contener todas las posibilidades de la evolución de la conciencia en cuanto se reflejan o proyectan sobre la organización del pensamiento. Allí la Lógica  de la intuición,  -aunque no a lo a lo Lapier- como la lógica del éxtasis, como la que armoniza las revelaciones del Sinaí con los ordinarios poderes del hombre.

 

Plotino, como JacoboBoheme, en el concepto de Ouspenshy intentaron construir el sistema de superlógica de que se siente ahora imperiosa necesidad en presencia de la renovación de la psicología y del fracaso del agnosticismo positivista.

 

Tal sistema, según él, se contiene en el Tat tivan así vedantino, que se corresponde con la fórmula básica de la lógica Trascendental, a saber: A es, a la vez, A y no A.

 

* * *

 

La nueva crítica de la razón que Brenes Mesén reclama, en parte la encuentra Ouspensky en la interpretación de Kant por Hinton, para el cual los continuadores de Kant son los matemáticos Gaus y Lobachevsky. (La vecesaria variabilidad, de acuerdo con las múltiples condiciones de la actividad psíquica, de la intuición del espacio. Sugiere la infinitud de las dimensiones del mismo. Además, con Myres, como con William James y

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