CARLOS JINESTA MUÑOZ
(1896-1979)
Carlos (De nombre de bautizo, Carlos Rafael Alirio César) Jinesta Muñoz nació en la provincia de Alajuela, el 27 de enero del año de 18961. Murió el 1 de septiembre del año 1979.
Desde muy joven se manifestaron en Carlos, los deseos de escribir. Sus estudios primarios los realizó en las escuelas de Alajuela. La familia estaba compuesta por su padre Francisco Jinesta Soto, era comerciante y agricultor y su madre, doña Magdalena Muñoz Alfaro. Sus hermanos fueron Ricardo, Victoria, Josefina y Clemencia. Su madre murió a la edad de 40 años.
Los estudios secundarios los realizó en el Liceo de Costa Rica. Luego ingresó a
Gustaba leer a los clásicos y autores como Montalbán, Carlos Gagini, José Martí, Braulio Carrillo y otros. Era gran conocedor de los escritores más sobresalientes de la época, tanto en las letras como en la ciencia.
Carlos se casó con Sara Guevara Solera que vive aún, el 11 de marzo de 1923. Residió en Alajuela. De este matrimonio nacieron dos hijos: Carlos Francisco y Magda María.
Carlos dio mérito a Costa Rica como periodista, funcionario, escritor, intelectual y humanista. Hombre modesto. Fue premiado por su cuento Lidy en los Juegos Florales de San José en el año de 1914.
También recibió premios fuera del país.
Fue miembro de
Fue Director y fundador de los periódicos
Ocupó diversos cargos, tales como Embajador y Diputado y fue durante 10 años Contador General Escolar.
Cuando fue electo Diputado al Congreso ocupó
Ocupó las funciones de Auditor de
Vivió muchos años fuera del país Estuvo en algunos países de América del Sur y en México como representante diplomático en los años de
En México formó parte de un círculo de intelectuales con José Vasconcelos, Manuel Ugarte y Alfonso Reyes. Cuando el primero cumplió los 75 años, los intelectuales de América residentes en México, le dieron un banquete y a nombre de todos ofreció don Carlos el discurso del homenaje.
Don Carlos publicó muchas obras y algunas aún permanecen inéditas. Dejó importantes biografías de hombres señeros de nuestras letras y el pensamiento. Elogió en muchas de ellas a Juan Santamaría y Juan Mora Fernández. Dejó escritos sobre estudios de costumbres y análisis de situaciones que vivió y conoció de la historia costarricense.
En México vivió durante 20 años y durante ellos escribió, entre otros escritos, La gran ciudad, Bronces de México y Próceres Mexicanos. Ejerció la profesión de periodista y escribió en varias revistas. Luego regresó a Costa Rica y partió hacia España donde vivió dos años. Ahí observó, investigó y escribió Alma Patriótica y España de mis días. Conoció y compartió sus ideas con Azorín.
Publicó muchos artículos historiográficos: El gran reformador, ensayo, 1921, Guía de juntas de educación, ensayo, 1927, Braulio Carrillo y su tiempo, biografía, 1928, Omar Dengo, biografía, 1928, Juan Rafael Mora, biografía, 1929, Manuel María Gutiérrez, biografía, 1929, y Tierra y espírito, ensayo, 1930, Claudio González Rucavado, biografía 1930, Mar y pensamiento, ensayo 1947 Bronces de México, ensayo, 1949 La España de mis días, ensayo, 1968. Darío en Costa Rica, 1844, Carlos Gagini, 1936, biografía, Evocación de Hidalgo, 1951, ensayo, La instrucción Publica en Costa Rica, 1921, ensayo, José Martí en Costa Rica, 1933, ensayo, Juan Mora Fernández 1784-1854, 1937, ensayo, Juan Santamaría, epinicio, 2006, ensayo,
Fue Director de
Murió el 5 de septiembre de 1979.
LO QUE ESCRIBIÓ CARLOS JINESTA MUÑOZ
NOVELA
1. La gran Ciudad: 1957
CUENTO (CRÓNICAS)
1. Tierra y espíritu: 1930
2. Cromos: 1931
3. Mar y pensamientos: 1947
4. Bronces de México: 1949
La única novela que escribió Carlos Jinesta Muñoz la tituló La gran ciudad y la publicó en México en el año 1957.1
Es la primera novela de espacio social que conocemos en la literatura costarricense. En realidad el autor se distancia poco de lo narrado o mejor expresado, descrito. Entre el yo narrativo protagónico y el autor no existe casi distancia. Así desde una óptica olímpica y fuera del mundo narrado, se convierte en un observador distanciado que describe la ciudad de México, Distrito Federal, luego de llegar a ese país por haber sido nombrado embajador ante él de Costa Rica, en el gobierno del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-1944). En realidad la novela abarca un tiempo cronológico que va de
Ahora bien, ese narrador observador distanciado describe la ciudad de México al detalle y con aguda criticidad. Se convierte en una especie de cronista que va pintando las gentes, las costumbres, las profesiones, la vida cotidiana día y noche, las pequeñas y grandes cosas de los habitantes de la ciudad. A su mirada no escapa casi ningún detalle, desde el más insignificante hasta el más sobresaliente. Esta posición del autor-narrador "desde el balcón", "desde mi ventana", olímpica, sin bajar su mirada a ras de suelo, es propia de gran cantidad de intelectuales costarricenses y no pocos escritores. En la universidad de Costa Rica, una profesora de inglés, lo hacía, al escribir en el semanario universitario y de igual manera lo hace un poeta en
Estas innumerables crónicas descriptivas abundan en una gama de temas, personajes, acontecimientos, hechos, relaciones, casi infinita. Es una especie de comedia humana, un mural de gentes y gentecillas, hechos, visitas, encuentros, personajes, héroes, villanos, fábricas, apagones, simulacros de guerra, políticos, animales, profesiones, circos, escritores y escribidores, sindicatos, desfiles, efemérides, visitas de personajes de la iglesia, pordioseros, ricos tontos, la muerte, bautizos, fusilamientos, educación, etc. Precisamente en uno de esas innumerables crónicas, se describe la llegada de los tiranos hispanoamericanos, sobre todo del sur, a la capital azteca.
"El condimento de su genio es la ignorancia. Estos tiranos en el destierro, son unos a manera de sementales para la cría de monstruos martirizadores de pueblos. Éste se cree un jerifalde, aquél un Solón. Sería atinado llevarles a escena, a teatros al aire libre y mostrarlos a la juventud para escarmiento público, y medirles con los dedos lo ancho de la frente y lo angosto del pecho. Hablan y después piensan. Son todo vientre para el yantar y el beber, todo brío y sangre para matar. Para robar, no; para eso son mansos, dulces, románticos."1
Esta descripción nos recuerda algunos pasajes de la novela de Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca. Los tiranos en el destierro dan lástima, compasión.
Entre las pocas ocasiones que el observador baja de la torre y participa en alguna escena, muestra esa distancia entre él (su clase) y los pobres. Después de asistir como padrino en un bautizo, a la salida de la iglesia:
"Al salir de la iglesia, en el porche, según tradición y costumbre esperaba el padrino una alborotada muchedumbre de niños para que les obsequiara con centavos. ¡Ah, sí!...Y a su requerimiento lancé por el aire puñados de monedas que recogían entre algazara y salto los chicuelos del vecindario, que tuvieron ese atardecer dinero para sus golosinas."2
A pesar de ser una costumbre, el espectáculo es deprimente y muestra el código moral de la sociedad de clases, de ricos y pobres. Los primeros se reparten la riqueza y los segundos la pobreza. Para éstos, antes la limosna, hoy, ni eso.
No cabe duda que la visión de la capital azteca por parte de este visitante costarricense es de enorme importancia. Sociólogos, historiadores y antropólogos tienen una fuente para estudiar y comparar momentos históricos diferentes y conglomerados sociales en la vida cotidiana de las grandes ciudades, a pesar de que en los años en que se describe, la ciudad contaba apenas con tres o más millones de habitantes y hoy nueve o más. Quiso dejar testimonio, de algo así, como la comedia humana, en diminutivo, de la ciudad de México. Su visión a pesar de ser superficial, en muchos casos, deja claro aspectos importantes de esa ciudad que hoy explican el presente. La ciudad fue el único personaje utilizado en esta novela de espacio social. Nunca previó la contaminación asfixiante que hoy se ha convertido en un mal sin remedio.
Elogió el desarrollo económico que se iniciaba en la ciudad, la aparición de las chimeneas de pujantes fábricas pero no vislumbró la terrible contaminación que pronto sería el flagelo de sus habitantes. Criticó la farsa de la diplomacia, los políticos corruptos, los hombres geométricos, los parecidos a las esquinas, cuadrados y redondos. Hoy hubiera echado mano, quizás, a la trigonometría y no solo a la geometría.
Una obra importante en nuestras letras, bien escrita, con un lenguaje culto, refinado pero asequible, elegante pero sin recargo formal, propio de un autor que se preocupó por la lectura de los clásicos y que conocía y dominaba una cultura humanística sobresaliente.
1 En la novela aparece la fecha enero de 1900. Nosotros tomamos las actas de la parroquia de Alajuela y la fecha de nacimiento es la que establecemos aquí.
1 Jinesta Muñoz, Carlos. La gran ciudad, México, 1957. Sin Editor.
1 Jinesta Muñoz, Carlos. La gran ciudad, p. 37.
2 Jinesta Muñoz, Carlos. Ob. cit., p. 81.
Leave a comment