Las novelas monofónicas y polifónicas en la literatura costarricense

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LAS NOVELAS MONOFÓNICA Y POLIFÓNICA EN LA LITERATURA COSTARRICENSE

 

La verdad es que ambos paradigmas se dan, en estos momentos en Hispanoamérica, tal vez los primeros en menor cuantía. La vanguardia de la novelística, no hay duda, se aferra al segundo modelo. En Costa Rica podríamos afirmar que sucede lo contrario y que la mayoría de escritores de novela aún se mantienen en el primer paradigma. No obstante existen desde la misma generación de 1942, escritores que comenzaron a dejarlo y se iniciaron en el paradigma de las novelas polifónicas. En las generaciones más cercanas a nuestros días se han destacado algunos de ellos y son muestra de la vanguardia de nuestra novelística. No son muchos pero sí una muestra sobresaliente digna de representar nuestras letras en cualquier ámbito del universo con orgullo y distinción. Nos referimos a escritores como Max Jiménez Huete, Yolanda Oreamuno, Joaquín Gutiérrez Mangel, Carmen Naranjo Coto, Rima Valbona, Daniel Gallegos, Samuel Rovisnki, Virgilio Mora, Tatiana Lobo, Quince Duncan M., Alfonso Chase B., Gerardo C. Hurtado, Anacristina Rossi, Mario Zaldívar, Hugo Rivas, Rodolfo Arias F., Alexander Obando, Carlos Cortés Z., Fernando Contreras C.,

Alfonso Chacón R., y otros más pero no muchos.

 

De todas maneras no siempre el desarrollo de la novelística fue simultáneo en Europa, América y desde luego en Costa Rica. Hoy parece más fácil conocer y estar al tanto de la producción hecha en ambos continentes y debemos reconocer, sin temor a equivocarnos que el escritor debe ser un estudioso, en todo sentido, un buen lector y sobre todo conocedor de la teoría literaria. Tal vez escritores como Humberto Eco, Carlos Fuentes y Mario vargas Llosa, Gabriel garcía Márquez, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Luis Borges y Ernesto Zábato, entre otros, sean ejemplos del escritor contemporáneo avisado, culto, y conocedor, como humanistas, del mundo en que vivimos.

 

Por otra parte, cuando en los años sesenta, los críticos italianos y franceses se referían a la nueva novela en sus países y distinguían en las obras de su tiempo, la pérdida de la aventura, de la acción, la imposibilidad de una épica, etc., en América daba el nacimiento una novelística que, habiendo asimilado las técnicas europeas iniciadas en los comienzos del siglo veinte, irrumpía con novelas épicas, llenas de acción, arrolladoras y una conciencia del autor que auscultaba en nuestra historia y las raíces de nuestra cultura para salir a flote con un mundo barroco, una sociedad contradictoria, unas verdades increíbles y unos hombres también hiperbólicos, llenos de soledad, casi míticos, emprendedores y de gran fuerza espiritual. Una novela que incorporaba los contextos más variados de nuestra realidad y la de más allá, tal y como lo explica Alejo Carpentier en Tientos y diferencias. Novelística ésta que se fue imponiendo no solo en Hispanoamérica sino en Europa y que de "imitadora" pasó a ser imitada. Porque si para los europeos el realismo maravilloso en Alejo Carpentier o en García Márquez, era asombroso, increíble, aterrador, para nosotros, en este lado del mundo, en cambio solo realidad cotidiana. Si para ellos las dictaduras nuestras, el budú africano y su concepción mítica de la realidad, era sorpresivo, excitante para nosotros era más sorpresivo las bodas de reyes y reinas en pleno siglo veinte, tan asombrosas por lo irracional que impresionarían al mismo Quijote de la Mancha, si las presenciara. ¿Y qué decir de las guerras separatistas? ¿Y la destrucción de la naturaleza, el terrorismo, los crímenes, la desigualdad? Nos extraña tanto la irracionalidad europea que quizás por ello no vemos la nuestra que es producto de la de ellos. Y es que existe una diferencia que debemos dejar expresa. Los escritores hispanoamericanos, empezando por Alejo Carpentier el más afincado hispanoamericanista, escribieron, entre otras, para los europeos y sobre todo para los racionalistas franceses. Esta afirmación se sustenta en que las obras, cuando describen objetos, fenómenos, contradicciones, etc., suelen ser explícitas, detallistas, como para que un lector que no viva en este continente y en nuestra realidad histórica y social lo entendiera. Alejo Carpentier lo dice en Tientos y Diferencias:

 

"Europa tiene una virtud, existe una cultura universal (Yo diría Europea), así una palmera bastaba nombrarla porque había sido objeto de los poetas y pintores mientras que una ceiba, no."

 

Pero si se escribiera para los latinoamericanos que la conocemos, también con solo nombrarla la evocaríamos rápidamente, sin entrar en detalles. No es una crítica, es una realidad a pesar de que sus obras reflejan un estudio profundo de la realidad nuestra, conocimiento como pocos en nuestro medio posee, lo cierto es que escribió para los europeos (los franceses) sobre nosotros y ello se justifica, aunque no se comparta, porque París se convirtió en el centro de los creadores hispanoamericanos y quien tenía éxito ahí, le sonreiría la fortuna en todas partes. Pero la cultura europea y la occidental no representan lo universal ni mucho menos, también existe Oriente, el medio Oriente, Asia y África y América.

 

Si desde el Periquillo Sarniento (1816) del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), hasta nuestros días ha existido en forma ininterrumpida, la creación de novelas en nuestro continente, lo cierto es que en Costa Rica el género novelístico no ha tenido.

 

Nuestra historia literaria es reciente, apenas un siglo de iniciada. No tenemos una gran cantidad de novelistas aunque sí muchos que dicen escribir novelas. Si contamos todos los que afirman han escrito una novela apenas llegamos a 232 novelistas en más de 104 años, pues el primer novelista costarricense fue Manuel Argüello Mora y la fecha de la primera novela fue 1888, cuando publicó El huerfanillo de Jericó.  Dos novelistas por año. Esto nos hace afirmar que la literatura es un manjar de pocos y un disfrute de menos. ¿Y cuántas novelas se han escrito en Costa Rica?: 440, aproximadamente, menos de cinco por año, a pesar de que en el año 2000 se publicaran más de 35. Estamos contando todas, las que no son novelas y las que no pertenecen a la literatura y que son muchas. Esto hace afirmar que novelas literarias publicadas en Costa Rica, hasta hoy, no alcanzan la cifra de 150. Un poco más de una por año. Aún así, pensamos, que tenemos unas cien novelas dignas de inscribirse en la literatura nacional e internacional y lo que es más halagüeño, los jóvenes novelistas que conocemos, van por buen camino y auguran un futuro mejor. No se debe olvidar la importancia del gusto literario y las programaciones sociales permanentes, así como de mercadeo, capaces de motivar la compra y la difusión de la literatura nacional.

 

Hemos constatado que la novelística costarricense se ha inscrito en tres paradigmas: monológico, polifónico y sinfónico. Los nombres los he inventado, hace algún tiempo, observando la importancia de la voz narrativa y ya algunos comentaristas los usan, sin citar la fuente.

 

El primer paradigma recoge a los novelistas yoístas, de narrador omnisciente personalista, metiche, el moralista, el que está más allá de toda acción, el manipulador, el manda más, el que dirige su vista a los otros desde las alturas, enjuicia, pondera, dirige y dictamina.

 

Este paradigma se inscribió en las primeras generaciones, 1822,1897, 1912, y1927. Fue en esta última generación cuando aparecieron novelistas como Max Jiménez Huete: 1900-1947 y, José Marín Cañas: 1904-1980, que se inicia el nuevo paradigma, llamado por nosotros polifónico. Estos escritores se percataron de que escribir novelas era un arte y comprendieron la naturaleza del nuevo lenguaje polisémico  que estaban creando.

 

En la nueva generación, la de 1942, aparece en nuestras letras Yolanda Oreamuno Unger y Joaquín Gutiérrez Mangel, además de otros reconocidos novelistas que se inscribieron en nuestras letras. Solo destacamos a estos dos porque ellos siguieron la ruta de la innovación, de la incorporación de técnicas narrativas que ya estaban circulando en los contextos universales, Joyce, James (1882-1941), (El Ulises), Faulkner, William (1897-1962), (Mientras Agonizo) como el monólogo interior, el paralelismo, el puntillismo, el distanciamiento, el carnaval, el arcoiris, la relatividad, etc. y lo llevaron a la práctica en sus obras. En otras palabras rompieron con el paradigma anterior del realismo crítico, folclórico, moralista, ideológico, comprometido, no con el arte sino con la ideología. Por cierto que es bueno señalar que una obra de arte puede o no ser comprometida socialmente o ideológicamente, eso no la hace ni mejor ni peor y de hecho las buenas obras, desde el punto de vista literario, por lo general, son críticas y se muestran contestatarias. Lo importante es que sean buenas desde el punto de vista literario y, si son críticas, mucho mejor.

 

Ese avance en un nuevo paradigma novelístico no acalló a los autores tradicionales que siguieron, quizás en mayoría, escribiendo bajo el paradigma tradicional, monológico. Es en la generación siguiente cuando abiertamente se rompe contra él y aparecen novelistas reconocidos bajo una total y nueva postura literaria. Conocen sobre la naturaleza de la obra literaria, leen y están al día de las técnicas empleadas para crear y hacer más atractivas sus creaciones, y se embarcan en una nueva visión de mundo y de la creación literaria.

 

Es la aparición de la generación de 1957, con Alberto Cañas Escalante a la cabeza, la nueva república, la revolución del 48, la consolidación de las garantías sociales, y la aparición de la clase media, con opciones de poder, los que hacen abrir unas nuevas perspectivas, sociales, económicas y, por qué no, una importante visión crítica de la realidad social, a través de la novelística. Después tendrían, esos escritores, momentos para desencantarse, desilusionarse, de ese repuntar político y social y lo evidenciaron con creces, en sus obras.

 

De esta generación, la que más abrió camino literario, fue Carmen Naranjo Coto: 1930. Nos referimos al apego creativo de la novela y las nuevas perspectivas en su creación, que ya se habían iniciado en las dos generaciones anteriores, apenas sutilmente. Simultáneamente a su obra comienzan a aparecer escritores de la talla de Julieta Pinto Alvarado: 1922, Virginia Grütrer Jiménez: 1929, José León Sánchez Alvarado: 1929, Daniel Troyo Gallegos: 1930, Rima Grettel de Valbona: 1931, Samuel Rovinski Grüzco: 1932 que formaron el ideario literario de la novelística costarricense y la elevaron a niveles importantes en el ámbito internacional. Abrieron campo, fueron, y son el sendero por el cual hoy transitan los nuevos creadores de novelas.

 

Luego aparecen los novelistas importantes de la generación de 1972: Virgilio Mora Rodríguez: 1935, Tatiana Lobo Wiehoff: 1939, Fernando Durán Ayanegui: 1939, Quince Duncan Moodie: 1940, Alfonso Chase Brenes: 1944, Gerardo César Hurtado Ortiz, entre otros, que continúan por ese mismo camino de respeto a la literatura, la innovación y su autonomía.

 

En la generación siguiente se da ese avance y se aprecia un auge increíble; ya se está en el concierto de la literatura universal. Solo falta mayor promoción. Aparecen escritores de la talla de Anacristina Rossi Lara: 1952, Mario Zandívar Rivera: 1954, Hugo Rivas Ríos: 1954-1992, Óscar Núñez Olivas: 1952, Jaime Fernández Leandro: 1955, Rodolfo Arias Formoso: 1956, Carlos Cortés Zúñiga: 1962, Rodrigo Soto González: 1962, Fernando Contreras Castro: 1963, Sergio Muñoz Chacón: 1963, y ya la lista es importante y los autores son de primer nivel. Son buenos tiempos.

 

Pero llegan los más recientes y esperamos de ellos mejores obras, Alfonso Chacón Rodríguez: 1967, Carlos Manuel Villalobos Villalobos: 1968 y otros que aún hoy no han sobresalido.

 

Esta tendencia marca un camino: conocer y respetar el arte literario. Los escritores que deseen sobresalir por la calidad literaria deben estudiar y conocer la naturaleza del lenguaje literario y crear su propia manera de expresar su visión de mundo a través de las novelas.

 

Existe otra corriente de novelistas que siguieron otros caminos. A veces los mismos escritores reconocidos por obras importantes escribieron otras no tan literarias. Es lo que hemos llamado la literatura de folletín, comercial, superficial. Novelas de triángulo amoroso, de aventuras sin más, superficiales, moralistas, de recuerdos y evocaciones de tiempos, según ellos, mejores, pero sin ningún aporte literario. No se trata de novelas de infidelidad como conflicto principal sino de la manera como se trata el tema. Y no solo, de tema amoroso, sentimental sino en otros aspectos como el social, el político, el religioso o el policíaco. Esta tendencia se mantiene y es más importante de lo que cualquiera puede pensar. Hoy se publican novelas religiosas, moralistas, amorosas, de aventuras, sin ningún valor literario.

 

Por último, debemos señalar que recién se inicia una apertura hacia los géneros maravilloso y fantástico. Los escritores jóvenes han descubierto y se han animado a incursionar en esos laberintos literarios, llenos de sorpresas. Nuestra literatura ha sido muy apegada al realismo, obre todo el fotográfico, referencial, folclórico y en las últimas generaciones su visión se trasladó del campo que siempre fue visto como paraíso, lugar ameno, a la ciudad. Antes eran los citadinos los que miraban a los campesinos y los describían, luego fueron los mismos burgueses intelectuales los que describieron la vida en la ciudad, la emergente clase media apoderándose de sus posiciones y burocratizando la vida social en general. Desde esa óptica la novela ha desnudado nuestras relaciones sociales. Carmen Naranjo Coto es su más esclarecedor ejemplo y básicamente todos los novelistas jóvenes más sobresalientes se han encaminado por esa tendencia. El realismo nos ha atrapado. Son casi nulos los intentos por abrir nuestra literatura a los géneros maravilloso y fantástico o lo extraño. Apenas contamos con atisbos tímidos de algunos escritores como Fernando Durán Ayanegui y otros. Pero recién empiezan los jóvenes que ven las posibilidades literarias de la novela policíaca, la imaginación, lo fantástico, el sueño y dejan correr las aventuras más realistas y críticas que las tradicionales. No es cierto que los géneros maravilloso y fantástico sean evasivos, todo lo contrario, el buen novelista ha ido descubriendo, que a través de ellos se puede crear novelas abiertamente críticas contra la corrupción, la impunidad, y tanta bajeza de parte de los políticos y gobernantes del mundo. Los frutos apenas comienzan a verse pero el futuro es halagador.

 

Este es el paradigma que visualizamos como promisorio y que lo hemos llamado Sinfónico. Un mural de voces armónicas denunciando las atrocidades de los poderosos y la injusticia social globalizante o americanizante. Este es el paradigma de la nueva novela latinoamericana.

 

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