Álvaro Dobles Rodríguez

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ÁLVARO DOBLES RODRÍGUEZ(1923-2004)

 

 

Álvaro Dobles Rodríguez nació en Atenas de Alajuela el día 07 de marzo del año 1923 y murió el día 21 de diciembre del año 2004. Estudió arquitectura, teatro y pintura. Es un intelectual multifacético. Ejerció su profesión de arquitecto en Costa Rica,

Venezuela y sobre todo en Estados Unidos pero su interés siempre ha estado centrado en las manifestaciones culturales y artísticas.

 

Vio su nacimiento en Atenas de Alajuela, cuando su padre se dedicaba a ejercer la medicina y de él tiene grandes recuerdos, sobre todo de su clima y paisajes, así como de sus gentes.

 

Sus estudios, sobre todo los secundarios, los realizó en el colegio Seminario, en San José y ahí, gracias a los sacerdotes que estimularon el teatro en su vida cultural, empezó su inclinación por este arte literario.

 

Ya de adulto y viviendo en Washington, se ha destacado como actor y  dramaturgo y un gran escenógrafo. Ha presentado ahí obras tradicionales de la literatura costarricense como Uvieta de Alberto Cañas Escalante y Mercando Leña de Aquileo Echeverría.

Sus pinturas se han expuesto en Caracas y Washington, así como algunas de sus obras de teatro. Participó en el festival de teatro en Venezuela con la obra En los Andes, en 1964 y La fábula del pequeño jardín que presentó en Washington en 1972.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ ÁLVARO DOBLES  RODRÍGUEZ

 

NOVELA

 

1. El Manchado: 1977

2. Bajo un límpido azul: 1979

 

La primera novela la llamó El Manchado y fue publicada en 1977.1

 

Esta novela es poco conocida por los costarricenses. La crítica no se interesó por ella. Es una novela importante para la literatura nacional. Rompe con los moldes tradicionales tanto en lo temático como en lo técnico. Su estructura no es lineal, es compleja y quizás por ello algunos aspectos, como veremos luego, quedan inconclusos, se pierden y ello pone de manifiesto ciertos vacíos estructurales del relato.

 

El narrador es básicamente omnisciente, discursivo, explicativo y a veces hasta valorativo pero cuando deja a los personajes que narren, reflexionen, disfruten, discutan, entonces la novela atrapa al lector, lo entusiasma, lo interesa.

 

Los hechos narrados se realizan en tierras venezolanas, básicamente en un pueblito llamado Concepción y en la ciudad de Altamira. La problemática central que se trata es la familia y las relaciones verticales patriarcales y machistas. Es la célula familiar la base narrativa de esta novela. Se dan dos situaciones paralelas: la primera se desarrolla en el pueblo Concepción y se remonta al origen de una familia pobre, de escasa educación y ligada a los estereotipos de la religión católica y la segunda se desarrolla en Altamira y la configura una familia rica, de ciudad y bajo los intereses del dinero, sobre todo del jefe de familia llamado Lucas. Las escenas de ambas perspectivas se intercruzan y relacionan a través de toda la novela aunque al inicio se detiene más en el pueblo y poco a poco se intensifica los acontecimientos en la ciudad. Más bien la primera es como una evocación del pasado y lo importante es la vida de la familia de Lucas.

 

Si tuviéramos que colocar los acontecimientos en forma causal y lógica, para explicar la novela, debemos afirmar que la historia comienza con la familia de Ariel, el viejo sacristán de la iglesia, la Dolorosa de Concepción, su esposa y sus dos hijos, Lourdes y el Manchao. Se ubica en los años iniciales de los sesentas. Es un pueblo bajo los más estrechos límites de la pobreza, la religiosidad, las costumbres de cualquier pueblo y una familia sencilla, sin pretensiones que no fueran las iras de Manchao, el monaguillo de la parroquia, cuando los jóvenes miraban con malicia a su hermana Lourdes, sus relaciones con Rosalina, la vecina despierta  y pícara que inicia al Manchao en el conocimiento de la vida, la confesión de José Terrero, la muerte del cura al darle la comunión y la boda de este viejo rico con Lourdes, el negocio de la venta de las cajetas entre Rosalina y Manchao y la panza de la hermana mayor de ella por parte de un chofer. Luego la muerte de la madre de Manchao, la gata de Rosalina y sus crías, el regalo de ellas y los sustos de un gato a la madre de Manchao y la muerte también de la gata, el pleito en la escuela de Manchao y el recién llegado hijo de un doctor y las preferencias de éste por parte de la maestra.

 

Hasta ahí esta historia se intercala con el viaje de Lucas de regreso de Miami a la ciudad, la amistad con Octavio y Poncio. Lucas Rondón es casado con Inés y tiene dos hijos, Simón y Victoria. Esta familia es la que ocupa la mayor parte de la narración. Inés es la clásica mujer sumisa, callada, sufrida, maltratada, explotada, a pesar de provenir de una familia rica. Lucas es el clásico machista, mujeriego, comerciante inescrupuloso, arribista, intruso, ambicioso, cuyos únicos proyectos se encaminan a tener dinero, poder, y figurar en el ámbito social. Desde luego tiene una amante oficial, la modelo Olga, una argentina que vino a menos después de casarse con un joven traficante, aspirante a actor de televisión. Es el clásico matrimonio aparente de una familia rica pero cuyas relaciones hogareñas son castrantes, tanto en el nivel de esposos como con los hijos. Lucas no ve más allá de sus negocios y para él la esposa es un objeto decorativo que le nutre de valor económico y social y sus hijos solo cuentan si le sirven a sus intereses. La vida transcurre en una rutina predecible, hasta que a Lucas se le ocurre ser el candidato a las elecciones para presidente y emprende el camino hacia esa meta. Junto con sus amigos Octavio y Poncio inician la compra de conciencias, el engaño, las promesas y todo ese largo vía crucis hasta alcanzar su meta. Para ello se valió de toda clase de artimañas, engaños, acciones, vilezas, sin importar si pasaba sobre honor de sus propios hijos y su esposa. Es en una de esas acciones indignas que realiza contra su propia hija Victoria, cuando se descubre que Lucas es el mismo Manchao y su hermana a la que nunca atendió, la que despreció, la que vivió una vida casi de prostituta y alcohólica, llamada Lula, no era otra que Lourdes. Así las dos historias se unen y se convierten en una síntesis. Lo que queda ignorado es cómo ocurrió el cambio en la historia entre el chiquillo Manchao del pueblo y el ricachón Lucas (sabemos que el dinero lo obtuvo del matrimonio con Inés pero esto nunca se muestra). Esta laguna narrativa atenta contra la verosimilitud no solo en lo histórico sino en lo ideológico. Hay una doble transformación y ésta se da sin que el lector encuentre justificación alguna. Al final la novela termina con el accidente de Victoria cuando es herida en un mitin que realizaba el partido de su padre. Ella con muchos otros jóvenes protestaba contra el candidato y sus engaños y fue golpeada por la policía. Al final se unen todos en familia alrededor de esta tragedia y Lucas permanece degradado y sumido en una gran soledad. Pero como buen político empieza de nuevo su trabajo proselitista para la próxima elección, más loco que cuerdo.

 

La novela rompe con el paradigma anterior y se inscribe en el nuevo código de la novela de ciudad, enfrenta la problemática de la familia, las relaciones de poder, los mitos, el machismo, el materialismo desenfrenado sin importar los medios para alcanzarlo. Es la deshumanización de una sociedad que se encuentra en los años sesentas sin importar en cuál país se ubique en el área latinoamericana. Esta problemática sigue vigente y se agudiza cada vez más. La familia como célula indispensable de la sociedad se pone en duda, bajo los parámetros patriarcales, machistas, de mujer produce hijos, sumisa, ama de casa, sin proyectos, cosificada. Es un grito que abre horizontes en pos de una familia cualitativamente diferente, que supere esos valores alienantes y que al negarlos perfile, crea, otros diametralmente diferentes que permitan a todos los miembros de ella, ser felices, ser sujetos de la familia, amar y sufrir, pero sobre todas las cosas vivir y no aparentar, durar.  

 

Bajo un límpido azul se publicó en 1979.1 Es su segunda novela. Premio de novela Aquileo Echeverría (1977).

 

Es curioso que en Costa Rica esta novela no haya sido casi estudiada, la crítica la ha ignorado, no sabemos las razones. ¿Será acaso por la sombra de su hermano Fabián Dobles Rodríguez? Aquí sólo lo extrañamos pero no nos sorprende.  Está escrita por quien conoce las técnicas modernas de la narración y posee un dominio profundo del manejo del lenguaje y los puntos de vista. Así  encontramos paralelismos, escenas simultáneas, monólogos, soliloquios y escenas directas sin ninguna participación del narrador, técnica que acerca el relato a la representación objetiva de la enunciación, propia de la novelística contemporánea.

 

Existe el diálogo tal y como se ha usado tradicionalmente pero también se presenta en forma directa, sin guías tipográficas, ni señalamientos del narrador omnisciente. Es una novela contemporánea, propia de la generación de 1957. Los acontecimientos son simples pero dentro de la obra cobran gran relieve y trascienden lo trivial y cotidiano. Los sucesos, así como las acciones y relaciones entre los personajes, son vistos desde diferentes perspectivas y forman una especie de calidoscopio que  simbolizan un momento importante de la vida social, intelectual, moral y política de nuestra sociedad de los años setenta.

 

La novela se diseña a través de un personaje que, de una u otra manera, relaciona los acontecimientos, las vivencias, las experiencias de los personajes. Se trata de Rubén. A él se ligan dos personajes más que  alimentan su existencia. Doña Pacífica, a quien él llama Noble Patria (fue un personaje histórico de Costa Rica) y Copérnico, su profesor.

 

La novela es la historia de una familia de clase media común y corriente. Está compuesta  por doña Lola, viuda de Esteban y madre de tres hijos: Marta, Cristina y Esteban. También son parte de ella, doña Pacífica, anciana que llegó a la familia, traída  por doña Berta, madre de doña Lola y don Manuel, su esposo y Zulay, la empleada de la casa. En el momento de la narración forma parte de la familia Rubén, hijo fuera de matrimonio,  de Marta y Carlos, su amante al inicio y después su esposo.

 

Rubén estudia en la Universidad  y se relaciona con compañeros de grupo, alrededor de un profesor amigo: Copérnico. A través de los mismos personajes se va conociendo la historia, en sus partes más esenciales de cada uno de ellos, no como recuerdos únicamente sino como experiencias vividas. Así conocemos el origen de doña Pacífica, oriunda de Pérez Zeledón que vivió en Limón y de ahí llegó a San José a vivir con doña Berta. Es Pacífica, quien en diálogos con Rubén cuenta algunos episodios importantes de Berta y don Manuel. También conocemos la vida del barrio, los deseos sexuales  de don Rafael, el pulpero por Zulai, al cartero y sus reflexiones y poco a poco la vida sexual intensa de Marta, la madre de Rubén, con Julio, hombre de la clase alta, con Carlos, padre de Rubén, hombre también de posición alta y por último con Mario, un taxista. Es la mujer típica de la clase media, viviendo desesperadamente del consumo y de la aspiración, del parecer pero vacía, alienada, con relaciones apuradas, sin tiempo, en constante zozobra y sin proyecto propio alguno.

 

Por otra parte, está Cristina y sus alienaciones sexuales y religiosas, víctima de sus arrepentimientos, ignorancias y aprehensiones.

 

La otra vertiente de importancia la forman Copérnico y su grupo de estudiantes, entre los que se destacan, Rubén, Susana, Felicia, Rodolfo, René y  Carmina. Copérnico logra que algunos de ellos comiencen a cuestionarse, a pensar acerca de la sociedad, la política y el arte. Logra interesar y motivar  con sus críticas, como personaje degradado a Rubén y Susana con más  énfasis que  a los otros, que en menor grado impresiona. Sólo a Carmina la  desalienta porque le resquebraja su vida vacía que lleva, sin siquiera percatarse. A través de  las reuniones que realiza en su departamento, nos enteramos de los principales conflictos del momento, tanto en el nivel político internacional, como nacional. Los diálogos destilan ironía y criticidad sobre una sociedad enferma, un hombre alienado en su mecanicidad que pierde cada vez más su esencia humana. Esto se observa perfectamente al final  de la novela cuando Copérnico y Rubén vuelan por los aires de la Patria en busca de una salvación que no se vislumbra, en un vuelo desesperado por asirse a lo mejor de la Patria: sus raíces. Rubén, tomado de las manos de su maestro, ya loco, y del recuerdo de Noble Patria y sus enseñanzas. Esta es la síntesis que propone el escritor a través de su novela como única salvación.

 

Hay, en esta novela, dos vertientes que se unen al final, el saber profundo de la cultura de la humanidad, puesto al servicio del hombre, la autenticidad, el ser uno y no otro y la voluntad de dar y darse,  como proponía doña Pacífica, por ello se privilegian dos edades: la niñez y la vejez.

 

Novela de retrato, de representación desnuda de la sociedad costarricense  del momento. Sin prejuicios, ni dogmas, en directo, sin explicaciones moralistas ni ideológicas y por ello más significativa. Con denuncia pero no folletinesca sino con calidad literaria. Llama a la reflexión sobre los estereotipos de  una  visión simplista de Costa Rica.

 

Cabe agregar que es una novela que debe leerse atendiendo al sujeto de la enunciación y el punto de vista de quien narra. Ahí radica el éxito y cobra sentido lo que aparentemente  aparece como fragmentado.

 

La fábula en esta novela pierde el carácter preponderante que tenía en la novela monofónica de la época moderna, llamada tradicional. Aquí cobra una nueva significación: está al servicio del lenguaje, del juego de imágenes y sentidos, a la vivencia directa del personaje sin ser manipulado por un interlocutor o narradora-autor. El escritor presenta las experiencias en bruto, descarnadas, como salidas  directamente de los personajes y de la realidad misma, como si fueran grabaciones que se trasmiten. Por ello la novela se desarrolla con base en escenas sucesivas, a veces sin conexión aparente. Así la escena entre Zulay y don Rafael, el pulpero, entre  Rubén y doña Pacífica, entre Marta y Rubén, Rubén y sus amigos (Susana y Carmina). Estas escenas por lo común son presentadas por un narrador oculto que participa poco, sólo para dar algunos indicios o ubicaciones, mientras que existe otro tipo de escena más directa: los monólogos de algunos personajes como Cristina y sus aprehensiones, Marta y sus experiencias sexuales vacías, en vivo, el cartero, etc. Estas últimas escenas son presentadas en primera persona y si el narrador, sujeto de la enunciación, interviene, lo hace sutilmente, sin indicaciones  ni siquiera gráficas que hasta se eliminan cuando pareciera que se da el diálogo, usando el recurso de informaciones en las respuestas del mismo personaje que discurre:

 

"...pero me tenés que dar un cigarrillo primero, ¿ves?, ay, maricón, sí, ríete, te gusta mortificarme, cuidado, un trato es un trato, un cigarrillo primero, ríete, no importa, ¿qué?, no, ¿ahí?, ay, juelacha, maricón qué ocurrencias tenés, Julio,..."1

 

El personaje que habla, Marta, comunica a la vez que expresa indicios, señales, información, etc. que permiten al lector comprender, decodificar el lenguaje, tales como el nombre del personaje que está con ella, Julio, lo que están  haciendo: forcejeo de Julio para hacerle el amor. Se sabe que Julio se está riendo y que hizo un trato con ella: darle un cigarrillo antes de hacer el amor. No interviene Julio, no interesa, se ha sustituido el diálogo tradicional por esta especie de soliloquio, monólogo o para ser más preciso, unilocutor que comunica toda la información necesaria, a la vez que expresa vivencialmente sus expresiones como si las ejecutara en el presente, no como recuerdos sino como vivencias.

 

Otro aspecto importante de señalar es que la obra literaria no es original por el tema tratado, los contenidos, los asuntos, sino por el tratamiento de ellos, por la significación que cobran ellos a la luz de una nueva manera de verlos, esto es el punto de vista, el modo narrativo; lo nuevo radica en esa visión y el uso que se hace del lenguaje. Por ello temas como la campesina prostituida en la ciudad (Zulia), la relación joven-viejo, la incomprensión entre padres e hijos, la descomposición del hogar, sobre todo en la clase alta con los amantes, divorcios, la relación profesor-alumno, los  paseos por las calles de la ciudad de San José, etc., cobran nueva dimensión en esta novela, debido al uso de técnicas modernas narrativas. Aún se da el lujo de ubicar su novela en lugares geográficos reales como San José, San Pedro de Montes de Oca, Tibás, Heredia, Pérez Zeledón, Limón, Desamparados, etc. Las referencias reales no buscan  apelar al lector directamente para que acepte la historia como verdadera, no es con estos recursos como se logra impresionar hoy al lector. La historia está ahí, en retazos esenciales, como un mosaico cuidadosamente diseñado racionalmente  y dispuesto para  escenificar los actos de los personajes, sin rebuscamientos, con sencillez pero sutilmente apuntalados.

 

Murieron los personajes buenos y malos, resucitaron en cambio los hombres olvidados, los comunes, los  de la calle, los desapercibidos. Y aparecen  tal y como son, con virtudes y defectos, sufriendo la existencia  con dificultad, abriéndose paso en un espacio degradado y tratando de encontrar luz en sus tinieblas, en una sociedad  donde se dificultaba vivir porque lo común ha sido durar, pasar, ser nadie, ser otro. Por eso Copérnico realiza el acontecimiento que cambiaría el curso de la historia: entrar en la tienda El Globo con un caballo para que comprara una corbata. Sería la noticia del año y sería publicada en todos los periódicos del mundo. La realidad fue otra pero el objetivo se cumplió irónicamente. Los actos de locura de Copérnico, lo son en la medida que son juzgados por la masa ignorante, por los alienados, por eso se le considera un loco (un tanto parecido a don Quijote y quizás una alusión irónica a G. W Villalobos, candidato a la presidencia de la República en esos años que el novelista ubica su historia y que solía desfilar por la Avenida Central en Gitana, su yegua y que convirtió la campaña electoral en carnaval, risas y máscaras, quitándole la solemnidad a los otros candidatos pero descubriendo la falsedad, las caretas de los políticos tradicionales).

 

Noble Patria es el nombre con que Rubén llama  a Pacífica. Este símbolo evidente puede decodificarse desde dos niveles de significación complementarios: el primero por aludir a una anciana toda sabiduría y bondad, entrega y amor, por ser un testigo de tiempos mejores pasados (diferentes) que evocan  personajes que vivieron a pesar del sufrimiento y adversidades. El ejemplo de las raíces nuestras provenientes del campo, el deseo de redimir la ciudad que angustia con  su impersonalidad, su incomunicación, su contaminación, su consumo como obstáculo para el hombre que desea realmente vivir, y por otra parte, Noble Patria como símbolo complementario del anterior amor a la Patria, de nacionalismo sin chovinismo. La esperanza de un futuro mejor en la juventud unida a la vejez del ayer, vistos en  el vuelo último de la novela: Rubén y Copérnico asidos en la comunión con Noble Patria.



1 Dobles Rodríguez, Álvaro. El Manchao. Ed. Costa Rica, San José, 1977.

1 Dobles Rodríguez, Álvaro. Bajo un límpido azul. Ed. Costa Rica, San José, 1979.

1 Íd. p. 34.

 

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