Gerardo César Hurtado Ortiz

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GERARDO CÉSAR HURTADO ORTIZ

(1949)

 

Gerardo César Hurtado nació en Puerto Limón el 12 de marzo de 1949. Después de realizar los estudios primarios y secundarios en ese puerto, se trasladó a vivir en San José. Ingresó a la universidad de Costa Rica y se graduó en Filosofía. Realizó estudios en la universidad de Iowa, Estados Unidos. Trabaja en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional como profesor de filosofía y sobre todo difusor cultural. Siempre se ha distinguido por crear y dirigir revistas, periódicos y órganos diversos sobre las letras nacionales y el pensamiento de los intelectuales del momento. Actualmente dirige con mucho acierto Trópicos del Humanismo en la facultad de Estudios Generales de la Universidad Nacional. Ha escrito gran cantidad de artículos sobre distintos temas de actualidad, sobre todo sobre literatura nacional y mundial. Es traductor, ensayista, novelista, poeta y últimamente ha publicado un libro de cuentos. Ha recibido gran cantidad de reconocimientos y premios por su labor cultural y creador de libros de poesía y novela.

Ha publicado gran cantidad de ensayos sobre diversos temas, tales como, El choque de las civilizaciones (1995), Como el primer día sobre la tierra (1978), La faena inextinguible (1991),. Poemas del libro Baraja: (Káñina, V. 19, No. 1)

 y otros.

 

 
LO QUE HA ESCRITO GERARDO CÉSAR HURTADO ORTIZ

 

NOVELA

 

1. Irazú: 1972

2. Los parques: 1975

3. Así en la vida como en la muerte: 1975

4. Los Vencidos: 1977

5. El libro brujo: 2002

 

CUENTO

 

1. Reino de la oscura noche: 2003

 

POESÍA

 

1. Verano Luminoso: 1973

2. Como en el primer día sobre la tierra: 1981

3. La faena inextinguible: 1991

4. Reino de la oscura gente: 2003

5. La mano inasible del ángel: 2004

 

 

Irazú fue la primera novela que escribió Gerardo César Hurtado Ortiz en 1972.1

 

El título de la novela le permite realizar una especie de paralelismo, tanto desde el punto de vista vital, como por el poder, la fuerza, el misterio, su presencia. Paralelismo que no significa parecido entre el volcán, la sociedad y los hombres. Quizás el volcán se convierte también en símbolo de belleza, de fuerza, de naturaleza impresionante contra el oscurantismo, la fe ciega, el dogmatismo, las llamas contra las tinieblas, la razón contra la ignorancia, impuesta por el poder. Por ello el crimen de Giordano Bruno, científico liberal, representante de la ciencia y la razón contra la ignorancia de la inquisición, cobra significado en la novela.

 

Aparte de la relación amorosa entre Sergio y Flora, que se utiliza más para plantear dudas, preguntas, incertidumbres, existen otros personajes como Sebastián y Lorena, amigos de Tino que se convierten en voces desgarradas de su misma impotencia, gritos desesperados por encontrar sentido a las cosas, a sus vidas, a los acontecimientos que viven en carne propia y el comprender el fatalismo degradado de su participación en el cambio o la búsqueda infructuosa de sentido a las relaciones de poder en nuestra sociedad, la desigualdad social, representada por Juan Rodrigo, la circularidad de los acontecimientos, así como la igualdad en su contenido, la estupidez de las guerras que sólo dejan sangre, muerte y desolación y las cosas políticas si no iguales, con escasos cambios. También se dan referencias a hechos históricos como la manifestación violenta contra el gobierno del Señor Joaquín  Trejos Fernández (1966.1970) y la aprobación del contrato-ley de ALCOA, las torturas atroces en nuestras cárceles llevadas a cabo por la antigua DIC (hoy tiene vigencia).

 

Es una novela de exploración temática, de aplicación de técnicas expresivas acordes con la estructuración de la misma, de fuerza poemática, de intromisión psicológica, de voces trasgresoras, de denuncia sutil de la tragedia humana, de toma de conciencia de los principales problemas de la sociedad moderna y de angustia por la impotencia del hombre ante tal problemática, Es la búsqueda de su propia identidad más allá de lo superficial, aparente y convencional. Lucha agónica que le conduce a convertirse en héroe degradado, solitario, impotente, angustiado.

 

La segunda novela que escribió recibió el nombre Los Parques y la publicó en 1975.2

 

Esta novela de Gerardo César Hurtado Ortiz se inserta en la temática amorosa y la vida en  la ciudad. Es una novela polifónica de estructura cerrada. A pesar de que el narrador es fuertemente omnisciente cede la voz a los personajes más importantes y desde sus propias perspectivas nos llegan sus vivencias, pasiones, sueños, impotencias, engaños, anhelos y frustraciones. El lenguaje obedece a una poética cercana al surrealismo, es hermético, lleno de retrueques, contrapuntos, paralelismos, simultaneidad escénica, rupturas, intertextualidades genéricas, retrospecciones y proyecciones, en fin calidoscopio técnico y carnaval de imágenes.

 

La novela utiliza el clásico triángulo amoroso: Juan Rodrigo y su esposa Teresa y Constantino, el amante de ella. Está codificada por los encuentros entre los amantes, las citas y los paroxismos, las evocaciones de la niñez y la adolescencia, los silencios y misterios, las búsquedas furtivas, las esperas en los parques que precisamente se convierten en los espacios cómplices, los centros de operación, los lugares de encuentros, los puntos de partida, las cámaras de la sociedad donde miles de ojos ven sin mirar. El lugar de la incomunicación, de la soledad en presencia de todos, la rutina, la cotidianidad, el durar sin vivir, la soledad de la presencia, el vacío y la oquedad del trajín de multitudes.

 

El amor y el desamor permiten al narrador ir creando a partir de la vivencia su propia historia, su propia novela, su propia poética. Es un penetrar en la intimidad de los personajes y desgajar despaciosamente, en jirones,  su misma existencia, sus viajes existenciales, sus búsquedas, encuentros y desencuentros, su propio ajedrez lúdico en el sexo, las orgías, las drogas, las rebeldías contra un orden estrictamente codificado enajenante. Enfrentamiento entre la relación social establecida bajo las reglas religiosas y civiles y la prohibida, la censurada. Una que afirma los "valores" tradicionales aceptados como ejemplarizantes, los que confieren seguridad social y económica y la otra, la que viola esos "valores" y se entrega a lo placentero, lo descodificado y liberador pero prohibido. Las primeras fracasan hasta en su misma hipocresía por el machismo, el difícil papel del cornudo a pesar de las conveniencias sociales y las segundas desaparecen porque si se legitiman entran a formar parte de las primeras.

 

Novela de rebeldía, de juventud, de orgía filosófica existencial, de búsqueda, de formación literaria. Es un intento por abrir un manifiesto teórico sobre la novela y la lucha existencial en una sociedad que se afinca cada vez más en la negación del vivir. Vida y muerte en el amor que recrean los personajes en los túneles del tiempo, de los sueños, de las frustraciones, de las impotencias.

 

Así en la vida como en la muerte, publicada en 19751 es la tercera novela de Gerardo César Hurtado  Ortiz.

 

Es una novela de trama compleja. Se usa la técnica escénica y a través de cuadros, fragmentos, encuentros, diálogos, monólogos, recuerdos y vivencias, presenta numerosos personajes envueltos en una telaraña de detalles, acciones, momentos de  su vida que sólo a través de la lectura total, se puede completar el conocimiento global y particular de cada personaje. Esto hace que al final se tenga que acudir a la información de hechos y situaciones para poder aclarar partes importantes de la intriga. Hay que agregar además, que la simultaneidad,  el fragmentarismo y lo rápido de las escenas tienden a presentar  a los personajes en vivo, casi como si se tratase de cinta cinematográfica.

 

El hilo narrativo es mantenido preferentemente por el personaje Eunice y secundado por sus amigos, esposo, amantes y padres. Se convierte así, la novela, en la historia de estos personajes, desde niños hasta ser mayores de treinta a treinta y cinco, en el caso de Eunice. La novela está teñida de un gran misterio, de crímenes y contrabandos, inocencia y maldad.

Es una mezcla de novela policíaca y de denuncia social, de triángulos amorosos y aventuras de toda índole. Resulta ser un mosaico de temas, personajes y acciones.

 

Se inicia con el regreso de Lucas Baldoceda a casa de Eunice y la solicitud expresa de  quedarse a vivir  con ella, como su compañero. Esta virtualidad abre una serie de recuerdos, de procesos y situaciones que, poco a poco, van apareciendo en desorden a través de toda la novela. Se plantea la denuncia de la muerte de Daniel, hermano de Lucas y esposo y amante de Eunice, por parte de  Jorge, amigo de ambos y compañero de empresas contrabandistas. Se van presentando los personajes o mejor expresado, aparecen uno a uno en escenas, que forman parte del grupo: Luis Gallardo, Emilio, Daniel, Jorge, Lucas y por supuesto Eunice.

 

La fábula, estructurada en forma lógica (no es una novela lineal) sería  algo así: Eunice, hija de Adolfo y Estefanía,  nace en San José  y vive con cierta holgura económica, pues sus padres eran ganaderos y contaban con una buena hacienda. Cerca de su casa, llegan a vivir Lucas, Emilio, Daniel, Jorge y los niños precaristas que pasan más en la calle que en sus casas, acostumbrados a jugar con barro, matar animales y hechos en la escuela de la calle, ejercen una influencia decisiva sobre la formación de Eunice. La carencia de educación y la soledad en que vive la conducen a establecer relación  con esos muchachos, así termina siendo una más del grupo. Ya de joven tiene relaciones sexuales con Daniel que se convierte en mantenido. Es vicioso, ladrón y llega a estar sifilítico. Esta es la verdadera razón  por la cual Jorge lo mata ya que el mismo Daniel se lo había pedido. Eunice tiene relaciones sexuales con Jorge, con Roberto  y Lucas. Jorge es encarcelado en una casa, con el fin de que no denuncie a sus compañeros que llevan a cabo  la explotación de la carne de tortuga y la venta ilegal de huevos, así como el contrabando de güisqui. No sólo roban  la lancha La Gaviota, sino que matan al capitán. Después de mantener en secreto sus actividades, son descubiertos  por Bigotes, jefe de seguridad y tras de confesar algunos de ellos, son apresados con la única excepción de Lucas  que escapa  a otro país. Es ahí donde se encuentra con Demetrio, el policía que había presenciado la muerte de Daniel y por ello había renunciado a su trabajo.

 Entre todas estas aventuras, se entrecruzan otras secundarias como las del pordiosero Mojarre, la búsqueda del oro, la manifestación de ALCOA que, de acuerdo a la naturaleza de los  personajes protagonistas,  su participación estaba poco justificada.

 

Esta novela trata  el tema de la formación de la juventud de clase media en la ciudad. Pone de manifiesto los problemas sociales que se extienden por la periferia y ciertos centros públicos del San José de estos tiempos: drogas, prostitución, crimen, contrabando, y robos.  La corrupción de unos y  el vicio de otros hacen que la ciudad se torne enferma y el hombre viva alienado y sin proyectos personales y menos sociales que vislumbren un futuro mejor.

 

Los encuentros entre personajes, las escenas cotidianas, permiten al novelista, mezclar las más variadas y diversas acciones y temáticas. Los triángulos amorosos, hasta llegar al incesto, hacen  que la novela se sienta cargada, densa y que obligue al lector a hilar delgado y seguir la peripecia con detalle y atención y lleva al narrador a tener que explicar algunos elementos al final de la novela con el fin de esclarecer detalles que permanecían  oscuros en la historia general.

 

La cuarta novela que publicó Gerardo César le dio el nombre Los Vencidos y la publicó en 1977.1

 

La novela se inicia con un duelo entre Miguel Suárez y Héctor Figueroa. El final también cierra con la muerte de Miguel Suárez por parte de un hijo de Héctor Figueroa, Lisandro. Hijos que matan a padres y familias que viven el incesto, tienen hijos entre sí sin importar más que las conveniencias. Es un pueblo cualquiera de Limón, sin ley, seres que deambulan por el vicio, la violencia, la muerte, la traición, el desencanto, la superstición. Es una violencia declarada, predecible, de honores ultrajados, de venganzas perennes, vitalicias, arraigadas. Hasta el amor es previsto, interesado, calculado, meditado, interesado.

 

La novela está estructurada por técnicas modernas, paralelismo de historias, encuentros de tiempos, diversas perspectivas y contrapuntos, bajo un narrador impersonal que deja a los personajes contar, vivir sus experiencias, solo atemperadas por esa tercera persona que aparece de vez en cuanto para intercalar momentos apacibles, momentos de sosiego, breves descripciones que acompañan a los estados de ánimo de los personajes o preconizan borrascas en los acontecimientos. Naturaleza salvaje que acompaña los acontecimientos también salvajes de los personajes. Pero las voces narradoras de los sujetos de la enunciación, se tornan en ocasiones muy personalistas, yoístas, discursivos y eso vuelve, la narración a veces intrincada, repetitiva, circular, morosa, muy distante de la atmósfera que envuelve la obra como totalidad.

 

Las venganzas entre dos familias, los Figueroa y los Suárez (Miguel) son el pretexto para desarrollar otro tipo de violencia mayor: la explotación del negro en la construcción del ferrocarril y la plantación del banano y en segundo lugar los hechos políticos de la revolución del cuarenta y ocho en la concreción del crimen del Codo del Diablo, donde murieron seis camaradas (comunistas) en manos del coronel Zúñiga y órdenes superiores, pertenecientes a los revolucionarios encabezados por don José Figueres Ferrer.

 

Pero los hechos históricos más importantes y centro de la novela o marco superior lo encontramos en el relato conmovedor del personaje negro Feliciano que recuerda los tiempos de la construcción del ferrocarril y la explotación de los negros. En un largo discurso, en un perderse en los tiempos pasados deja patente desde los inicios de su padre y él adolescente la historia de los muertos, enfermos, los desterrados por las pestes contagiosas, la trágica peregrinación de familias, padres, hijos y nietos en esa desgarradora época de despojos humanos que sirvió para que el puerto de Limón tuviera su línea férrea.

 

Esta es la primera novela que trata con toda crudeza esa histórica época de explotación humana en carne de los negros. No sólo se presenta la lucha contra los capataces, el maltrato, el envilecimiento, el hambre, las largas jornadas de trabajo sino el producto de esos tiempos. Por ello el pueblo que sirve de presente de la enunciación en el año 1950, es el resultado de esa violencia histórica ya no entre negros que se acostumbraron a resistir y a vivir con ella sino entre los blancos que llegaron posteriormente y formaron fincas y se convirtieron en gamonales.

 

Novela polifónica que forma parte del desarrollo literario costarricense y mueve el género hacia nuevos horizontes más allá de la aldea.

                                                                                                                                                               

La quinta novela que ha escrito Gerardo César Hurtado Ortiz la llamó Libro Brujo y la publicó en el año 2002.1

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

Esta es la última novela que ha publicado Gerardo César Hurtado Ortiz. Aparece como si fueran cuentos en la sigla inicial por error del editorial. Es una novela monofónica, tradicional, de clásico narrador omnisciente cercano siempre del personaje que describe y atiende y se mantiene dentro del mismo discurso barroco, alambicado, recargado de imágenes sensoriales de todo tipo, muy al estilo de Alejo Carpentier. Lo que sí cambia, y es novedoso, es la forma que utiliza el narrador para ofrecer ese mundo de evocaciones, atisbos, sensaciones, conjuros, sueños, viajes, amores, recuerdos e imágenes. Se nos hace difícil utilizar los parámetros tradicionales para realizar un análisis literario descriptivo, interpretativo y valorativo del texto. Por ello vamos a experimentar realizar un análisis bajo la misma perspectiva que ofrece la novela.

                                                                                                                                                            

El libro brujo.

 

Después de leer la novela nos preguntamos ¿Por qué  ese título, sobre todo, la escogencia del adjetivo? El término evoca un poder sobrenatural y algún pacto con el Diablo. Escogimos ese poder sobrenatural como significado para calificar el libro, la novela. Sin lugar a equivocarnos la novela, lo descrito, lo narrado, los personajes, los espacios, el bosque y la ciudad, el tiempo, la historia, las sensaciones, todo ello se nos antoja  una especie de coctel, un bebedizo y qué mejor manera para entenderla que descubrir la receta de ese tónico maravilloso. Nos imaginamos a nuestro amigo Gerardo Cesar en una cueva, con ventana al exterior, frente a un gran fuego y una enorme olla negra, en un bosque tenebroso y a media noche, con unos manuscritos secretos echando ingredientes al agua hirviendo, meneándola con una enorme paleta y vestido de negro con gorro brujo y un búho, como buen filósofo que es, a su espalda y un gato negro en la ventana rascando su espinazo. Unos tornillos herrumbrados, tachuelas, dinamita, bastante sal y tomillo, culantro, orégano, albahaca, ojos de rana saltona y colorada, una foto de Sandino, unos kepis, una metralleta, dos fotos de unos gringos machitos, fundamentalistas, con ojos diminutos y satiricotes, unos monigotes gordos tomando whisky  en Miami, unos indillos sacando guaro y huyendo por la montaña de la guardia, una foto de niña virgen jalando botellas detrás de una mula y mucho barro, algunas plumas de pájaro recién emplumado, un sombrero chino, muchas flores de todos colores, culantro de coyote, canela, apio, cueros de zapatos viejos, y muchas palabras, hileras de ellas, mágicas, evocadoras, proféticas, buscadoras, renovadoras, descubridoras, enraizadas en la tierra, y silencios, pausas, respiros jadeos como de amores precisados, de besos pellizcados, y rotación de sonidos, quejidos, suspiros, lloros retenidos, ansiedades anunciadas, olvidos, gritos degollados. Y el flaco Gerardo César, más brujo que antes, suda copiosamente, baila, canta, evoca, recuerda, conjura y pasa de mano la paleta gigante y sigue echando ingredientes, una foto de Federico Tinoco y su grupo oligárquico y otra del Gordo Morales, y muchas órdenes de los militares de antaño, Tomás Guardia, los Blancos y Cervantes, todo mezclado con porciones de café, rieles de tren y bananos con dientes de negros e italianos y ojitos chispeantes de chino y rabos de mono, pezuñas de chancho montés, dientes de culebra terciopelo, y zapatos gastados de Juan Duarte y cabezas de yegua con los dientes pelados, al mejor estilo de la cegua, y muchos sueños y grandes desalientos olorosos a guayaba y con semillas de guanábana y cáscara de anona mezclados con pacholí y pelucas de Maria Antonieta nostálgica, con una guillotina pequeña herrumbrada y con sangre coagulada y seca, preferiblemente negra y más fotos de Juan y María, de Chong y Lepido y pringues de las jaleas de María Engracia y el guaro de caña y más conjuros, palabras mágicas, poderosas, aniquilantes, desnudadoras, palabras con cara de balas, parecidas a niños con hambre, mujeres violadas, explotadas y promesas guindando de los precipicios y palabras proféticas cercanas a Cuesta de Moras, con malabases egoístas jugando naipe con cartas  ambiguas, barbudas, y semillas de zapote y cejas arqueadas y cachetes de tortirrica bonachona, bañados en saliva resbalosa, insípida e incolora y tranvías diminutos ruiseñores rodeando una ciudad inverosímil y soñando a lo Versalles o Roma y carretitas de café como subvenir de paraísos perdidos y deseos arrepentidos, untados en los balcones del Club Unión, y proyectos fallidos entre juegos de pool y borracheras dispendiosas. Ya como a las dos de la mañana Gerardo César tiró a la gigante olla, unos juguetillos que le quedaban: dos motos de policía con sirenas incluidas y unas patrullas metálicas con sus respectivos policías, una palomita blanca con ramito de olivo y un monigote orejudo, ansioso, esperando la llegada de una tal Maripepa, último grito de la mujer liberada y tetuda y muchos puños de azúcar, etanol, y cosa sospechosa entre el verde y blanco se bambalea el azul y rojo no como contraste sino como armonía cómplice de la semilla de zapote que se le caen las babas por una tal Vip o Big famosa, y unas tangentes y cotangentes, otras secantes y cosecantes, así como los senos y cosenos por desechables aunque así no lo piense la tal Vip. Ya cansado el brujo César, hizo los gestos últimos, pertinentes, cerró los ojos y pronunció las últimas palabras evocadoras, sacó de su secreta un reloj prehistórico, redondo que además de dar las horas tenía la virtud de entonar la frase célebre "para siempre jamás". Era una reliquia que él había heredado de su bisabuelo y éste de Pablo Presbere que lo recibió de un sukia de Talamanca que lo había obtenido de manos de un tal Bartolomé de las Casas en un trato desigual de trueque por unos zopilotes de oro, los despojó de los poderes maléficos con ayuda de Sibú y lo convirtió en emblema del tiempo mitológico Bribri y que siempre lo acompañó por todos los tiempos desde que vivió en Limón, anduvo en tiempos de Los vencidos y el Codo del Diablo, Los Parques de juventud, Así en la paz como en la guerra y hasta en Irazú, cuando nos visitó un tal Mister gringo con espejitos disfrazados de Alianza para el Progreso, igual que hoy lo hace el otro Mister y único que protestó por intuir engaños fue ese coloso llamado Irazú que en su visita llenó el país de ceniza rebelde y llenó al machillo, los ojos de lágrimas y le obligó a regresar a su país con el rabo entre sus piernas, como indicándonos que vendrían otros tiempos en que los vendepatrias disfrazados de gurús con tics nerviosos en el ojo derecho, indicio psicodélico de contratos interplanetarios todopoderosos, hacemilagros, engañosos y mujeres de palo con narices prolongadas de tanto cavilar el cómo extraer agua de las rocas sin acudir a los poderes mágicos del dúo dinámico, por carecer de ellos y no por mentir. Parece que el reloj mágico, según la leyenda lo había obtenido una genovesa bellísima, del mismo diablo, que la Santa Inquisición quemó viva en plaza pública por bruja y no por defenderse de un sátiro calvo que quería violarla a la fuerza. Fue el mismo Triana, aquel capitán español que cuando las naves de Colón arribaron a nuestras costas gritó a todo galillo "¡Oro!, ¡Oro! ¡Oro! por tres veces consecutivas, quien se lo robó de una iglesia católica de Sevilla y luego lo canjeó con un tal Perafán que se lo ofreció a Bartolomé para que en su lecho de muerte, le perdonara todos los crímenes cometidos contra los indios, los despojos, las violaciones de las indias, la usurpación de sus tierras y cuanto vejamen pueda imaginarse cometido por los españoles en estas tierras. Así Bartolomé lo entregó al sukia a cambio de los zopilotes de oro y la pacificación de los indios y además agregó el compromiso de buscar entre los gobernadores españoles que no sometieran a los indios a trabajos forzados demasiado duros sino a los negros, pues eran más fuertes que ellos. Gerardo César con nombre y pose de emperador tomó el reloj mágico en su mano, lo arrimó a su corazón y con gran dolor y un profundo desprendimiento personal, lo arrojó en la olla mágica, dejó caer su flaco cuerpo sobre el suelo pedregoso y se sumió en un profundo y prolongado sueño insustancial. El bebedizo quedó preparado y lleno de poderes sobrenaturales. Al unísono las tinieblas desaparecieron, se hizo la luz, los pajarillos salieron de sus escondites, alegres a saludar la alborada, los ríos se transformaron en aguas cristalinas, con peces alegres y ruiseñor, los yermos montes se poblaron de árboles gigantescos y las más variadas especies de aves y animales resucitaron para poblar la nueva naturaleza que recién comenzaba a surgir. Después de tres días con sus respectivas noches, el brujo Gerardo César con pose de emperador, despertó pero para desgracia de él padecía de la enfermedad contemporánea que suele darles sobre todo a los políticos, del olvido, no recordaba nada. Entonces sucedió el prodigio del siglo, se incorporó cuan largo es y tomó una pluma del pájaro Dulce Encanto, quien desilusionado y frustrado por no poder curar a tanto político ciego, revoloteaba alegre en su nueva morada, la mojó en la olla todavía hirviendo y escribió la frase que inmortalizaría su nombre por toda la eternidad: "Yo no sé cómo escribí lo que escribí... ¡Fue una licencia poética!"1. 



1 Hurtado Ortiz, Gerardo César. Irazú. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, San José, 1972.

2 Hurtado Ortiz, Gerardo César. Los Parques. Ed. Costa Rica, San José, 1975.

 

1 Hurtado Ortiz, Gerardo César. Así en la vida como en la muerte. EDUCA y la Ed. De la Universidad de Costa Rica, San José, 1975.

 

1 Hurtado Ortiz, Gerardo César. Los Vencidos. Ed. Costa Rica, San José, 1977.

1 Hurtado Ortiz, Gerardo César. Libro Brujo. Ed. Costa Rica, San José, 2002.

1 Este método no es científico, es subjetivo. Consiste en usar el texto como pretexto para ironizar y crear un humor crítico.

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Benedicto Víquez Guzmán

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