José Manuel Salazar Navarrete

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JOSÉ MANUEL SALAZAR NAVARRETE

(1928)

 

José Manuel Salazar Navarrete se graduó en Ciencias Económicas y Sociales por la Universidad de Costa Rica, en 1961. Nació en San José, Merced Central el día 16 de abril de 1928.

 

Ha ocupado varios cargos en la función pública bajo los gobiernos de Liberación Nacional. Fue Inspector de Bancos de la Auditoria General de Bancos del Banco Central de Costa Rica; Jefe Financiero en el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, Subgerente del Consejo Nacional de Producción, Presidente Ejecutivo del Instituto de Tierras y Colonización, Presidente Ejecutivo del Instituto de Desarrollo Agrario con rango de Ministro de Gobierno y miembro del Consejo de Gobierno.

 

En el campo docente ha sido profesor, investigador y Decano de la Escuela de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Costa Rica y miembro del Primer Consejo Universitario de la Universidad Nacional y catedrático de la Universidad de Costa Rica.

 

También fue Diputado a la Asamblea Legislativa en el período 1974-1975 y Jefe de la Fracción Parlamentaria del Partido Liberación Nacional.

 

 

LO QUE HA ESCRITO JOSÉ MANUEL SALAZAR NAVARRETE

 

 

NOVELA

 

1. La gran serpiente verde: 1996

 

La gran serpiente verde es la única novela que ha escrito José Manuel Salazar Navarrete y la publicó en 1996.1

 

Es una novela y no porque lo diga don Eugenio Rodríguez en su prólogo sino porque reúne los rasgos esenciales de este género. Desde el punto de vista literario no es un dechado de virtudes, a pesar de que sobresalen algunos aspectos que le dan gran relieve. Desde el punto de vista temático es una novela histórica. El autor logra seleccionar una serie de elementos de carácter histórico que hacen del relato un discurso, no solo importante, sino entretenido, ágil y ameno, máxime que va unido a  la narración privada de la vida de algunos personajes históricos sobresalientes, tales como MIBOR Keith. Las mujeres casi no reciben atención del autor.                                                                                                                                                    

                                                                                                                                                        

La novela comienza con un presente propio de la enunciación y desde el punto de vista del sujeto del enunciado. Se trata de un joven que visita la finca de sus padres en Guápiles con dos amigos, durante tres día, en los cuales casi no sucede nada sino unas discusiones nocturnas superficiales sobre temas, como lo fantástico que confunden con el más allá, descripciones o retratos de los dos amigos suyos, Felipe, quien de niño sufrió un terrible accidente en ese lugar. Su madre murió en un incendio, cuando era muy niño y Blas. Ambos pensaban diferente y el amigo narrador, deseaba ponerlos de acuerdo en algo pero nunca lo logró. Lo que sí permite este encuentro de amigos es leer y comentar una autobiografía que el padre del joven heredó de don Minor Keith y él la conserva en su casa. Prometen reunirse durante algunos días para leerla y analizarla al regreso del paseo, en San José. Esto abre otra perspectiva del discurso que aparece como un diálogo entre el padre e hijo, mediante el cual el viejo le va dando información de la relación de él con don Minor cuando trabajó para este señor y cómo le fue entregando los apuntes biográficos y sus comentarios, mientras él, en New York, vivió en su casa y fue confeccionando esa biografía. La tercera perspectiva, la da   la propia autobiografía y se destaca en el relato con letra cursiva. Esta estructura permite al autor crear una especie de texto entrecortado que evita la linealidad y causalidad del relato tradicional y logra crear una atmósfera que acapara al lector, le inserta en lo narrado y le  mantiene entretenido e interesado por lo que va leyendo sin perder el interés de la historia global.

                                                                                                                                             

Conocíamos, no solo por la historia, sino por algunas novelas los hechos históricos de la construcción del ferrocarril a Limón y la creación de la compañía bananera, la United Fruit Company, por la lectura de novelas tales como Mamita Yunai y Los pantanos del infierno, sobre todo, de Carlos Luis Fallas Sibaja y León Pacheco respectivamente, pero ninguno de ellos había globalizado la temática y la visión en una sola obra desde una perspectiva general y dada por los mismos actores de los hechos. Esta novela nos permitió conocer el criterio, las opiniones, los desvelos, las pasiones, los proyectos, etc. del personaje más importante de ambos acontecimientos: la construcción del ferrocarril y la bananera. Si bien es cierto es una visión parcializada, interesada, lo cierto es que se da la contraparte con las posiciones independientes de Felipe y el tío Andrés que mantienen gran objetividad y equilibrio. Esto hace que la novela esté desprovista de juicios de valor o prejuicios, preguntas retóricas o intenciones panfletarias conducentes a tomar partido por tesis a veces encontradas o interesadas desde puntos de vista ideológicos.

 

La autobiografía comienza en el capítulo tres y se remonta al 19 de enero de 1848, cuando nace Minor Keith que proviene de una familia de cinco hermanos, él es el segundo. Su padre fue maderero y de este negocio vivió por mucho tiempo, toda la familia. Poco a poco, y con los cortes necesarios de la biografía en cursiva, y las conversaciones del viejo, se va describiendo a esta familia y sus tíos, por parte de madre, los Meiggs que fueron los que introdujeron a Minor en el negocio de los ferrocarriles. De esta manera conoceremos cómo llegó a Costa Rica, su matrimonio con la hija de Castro Madriz, Blanca, su relación con Tomás Guardia, Bernardo Soto, José Joaquín Rodríguez y Rafael Iglesias; la creación de sus empresas que fueron de toda naturaleza, agrícolas, navieras, mineras, de construcción y hasta de arte. Sus viajes de negocios sobre todo a Inglaterra y la muerte el 14 de junio de 1929, a los casi ochenta y dos años.

 

La construcción del ferrocarril la inició en 1870 bajo un contrato que firmó su tío Henry Meiggs y se lo dio a él para ejecutarlo, con el presidente, gracias a un golpe de estado, Tomás Guardia que gobernó Costa Rica desde este año hasta 1982 cuando murió. A los dos años los trabajos se detienen porque el gobierno de Costa Rica no tenía dinero y es gracias al nuevo contrato Soto-Keith que se inicia nuevamente. El mismo Minor viaja a Inglaterra para renegociar la deuda de nuestro gobierno y logra nuevo financiamiento. Inglaterra dio al país poco más de un millón de libras esterlinas y Costa Rica debió pagar tres millones cuatrocientas mil libras.

 

El ferrocarril se termina de construir a los veinte años y se considera que es el más caro de Centroamérica y el que cobró más vidas, cerca de cuatro mil personas, víctimas de la inclemencia del trabajo, la dureza de éste, el tipo de jornadas y las enfermedades tropicales.

 

Algunos aspectos son dignos de señalar del contrato y las prebendas recibidas por Minor. Se le entregó gratuitamente por noventa y nueve años, las mejores tierras de la región a ambos lados de la línea ferrocarrilera. Realizó la obra casi sin arriesgar dinero alguno. Los empréstitos los realizaba nuestro gobierno y era quien debía honrarlos. Minor solo administraba y ejecutaba la obra. Si bien es cierto él permanecía durante mucho tiempo en el país y supervisaba los trabajos, la realidad es que fueron los trabajadores, sobre todo negros de Jamaica, chinos, italianos y costarricenses los que realizaron los trabajos. Muchas de las tierras recibidas por Minor las regaló y otras las dedicó a sembrar banano. Él podía disponer de ellas según su propia necesidad. También Tomás Guardia regaló a sus amigos tierras importantes como pago a sus servicios sobre todo en el golpe que lo llevó al poder, tal es el caso de los cuatro hermanos Quirós que con otros ricos del valle fundaron lo que hoy es Guápiles. Otro aspecto que pertenecía a Minor era el transporte, no solo de la fruta sino de cualquier producto. Él sería el dueño y podría ejecutar todo lo concerniente a este aspecto y para ello creó compañías especiales. Compraba y transportaba la fruta propia y la de finqueros nacionales. Pagaba los precios que le convenían y aceptaba, bajo sus reglas, el banano de producción nacional. No se le cobraba impuesto alguno por parte del estado, ni siquiera sobre sus ganancias.

 

Minor creó el primer monopolio del país y con un solo cultivo. Lo que EUA no permitía en su nación, si lo consentía fuera de él. Es la política de todo para mí y un poquito para usted (o nada) con el fin de que siga trabajando para mí. Esto atentó contra la democracia y la justicia social de Costa Rica. A pesar de ello, nuestros gobernantes lo vieron como un héroe y lo glorificaron como un dios. Usó la política del soborno, aunque Tomás Guardia dijo que él empleó ese dinero en beneficio del pueblo. Al fin, cuando llegó la recesión, consecuencia de la primera guerra mundial, en el año 1929, los ricos de Costa Rica y el pueblo le dieron dinero para que saliera adelante con sus empresas. Aún así, parece, que al final murió, si no en la pobreza, lejos de la fortuna imperial que poseía, en sus mejores tiempos.

 

Con respecto a lo social la novela deja bien claro sobre todo con el testimonio y los comentarios del tío Andrés, la vida de los trabajadores, sus penurias, su alimentación sus largas jornadas de trabajo, sus escasos entretenimientos, sus vicios, sus vicisitudes y pobrezas. Deja claro la división de los grupos sociales, tales como los que mostraban las viviendas de ellos. Por un lado estaban las mansiones de los americanos, con jardines y todos los servicios, luego las de los capataces y después las de los trabajadores, en los barracones inmundos y llenos de alimañas y suciedades así como privaciones y por último las más pobres donde vivían los que no trabajaban para la compañía y vivían de servicios ocasionales y ventas callejeras que eran perfectos ranchos y desprovistos de los más elementales servicios.

 

La novela es digna de leerse y quien así lo haga, estamos seguros que, esta parte de nuestra historia, será grabada con más fuerza y penetración que como la han contado los mismos libros de historia oficial.



1 Salazar Navarrete, José Manuel. La gran serpiente verde. EUNED, San José, 1996.

 

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