María Isabel Chavarría Salazar

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MARÍA ISABEL CHAVARRÍA SALAZAR

(1931)

 

Esta autora nació en San José Centro el día 21 de agosto del año 1931. Ejerció la profesión de farmacéutica. Hoy vive, por su propia voluntad, en un centro especial para personas de la tercera edad. Entró en él por razones de salud, pues padecía de grandes depresiones. Posiblemente por la soledad, entre otras razones. Ahí encontró su proyecto de vida escribiendo y es feliz. Estimulante ejemplo. Ha escrito cerca de tres libros.

 
LO QUE HA ESCRITO ISABEL CHAVARRÍA SALAZAR

 

NOVELA

 

1.   Cuando florece el café: 1997

2. El crisantemo dorado: 2004

 

Es la primera novela que conocemos de Isabel Chavarría Salazar. La llamó Cuando florece el café y la publicó en el año 1997.1

 

Es una novela de corte tradicional, logocéntrica, causal, monofónica. El narrador, a veces se explicita como femenino, narra olímpicamente desde un presente de adulto mayor, los recuerdos de un pasado idílico, armonioso, de la Costa Rica de los años de la primera mitad del siglo veinte. Es una visión positiva de esa época de cafetales, gamonales buenos y campesinos felices. Se parte del origen de una hacienda-pueblo, Niña Bonita, más adentro de Barba de Heredia. Con esfuerzo don Tomás y su esposa Jovita, el viejo, creó, ayudado por hombres humildes y mujeres abnegadas, su hacienda cafetalera y de ganado. Poco a poco se van sucediendo los hechos, viajes al exterior, bodas, nacimiento de hijos, bailes, romances, fiesta, turnos, enfrentamientos con animales, sustos, leyendas, enfermedades, sin entrar en contradicciones, conflictos importantes. El mundo es armonioso, feliz, idílico, donde el gamonal convive con sus trabajadores casi como si fuera uno de ellos. La iglesia representada por el cura, se convierte en custodia de esa arcadia. Claro está que los que viajan al exterior y estudian son los hijos del gamonal, las tierras les pertenecen y los campesinos, hablan en concho, y permanecen igual, generación tras generación, pobres pero contentos, sin otra aspiración que no sea servir al patrón, comer, dormir, trabajar e ir a misa, casarse y tener hijos para que sigan el mismo ciclo. Todo esto se plantea como algo natural, normal, añorado, apetecido, soñado.

 

Es una novelita con escaso valor literario, de tipo costumbrista, que como tantas novelas costarricenses, se extravió en el tiempo. 

 

La segunda novela que Isabel Chavarría Salazar escribió la llamó El crisantemo dorado y la publicó en el año 2004.1 Es una obra tradicional de clásico narrador omnisciente, lineal, en blanco y negro, monofónica y costumbrista.

 

Inicia la novela con la presentación de una familia compuesta por la madre Eva y sus cinco hijas. El padre recién había muerto. Éste fue el típico machista que educó a sus hijas bajo un riguroso código moral cristiano y castrante, propio de los tiempos idos y sobre todo de los campesinos. Eva fue la esposa sumisa, callada, sin voz ni voto y la ley la imponía su esposo. En el momento de inicio de la novela las mujeres visten de luto riguroso y el lastre del hombre aún pesa sobre las mujeres. Se inician las relaciones de ellas con el mundo exterior, los primeros pasos de libertad y el despertar de ideales encarcelados que poco a poco comienzan a ver la luz.

 

De esta manera la novela se convierte en un vivir cotidiano la nueva experiencia tanto de la madre como de las hijas. Las relaciones se intensifican entre ellas, se sacuden las intervenciones rigurosas, peores que las del marido y padre, de la hermana de éste. Cortan su relación y comienzan a dejar el parecer y vivir sin esas enajenantes ataduras sociales y religiosas, sin llegar a extremos.

 

Es a través de la descripción de las acciones y los lugares que comienzan a ofrecerse las costumbres de eso tiempos pasados, los paseos, el tren a Limón, las fiestas pueblerinas  y las vicisitudes de las muchachas, enfermedades y muertes, el estudio apenas soñado, los noviazgos, los celos, las medicinas de los indios brujos, las visitas a su morada en San Carlos, los regalos, los males de amor, etc. Toda la novela ocupa la vida cotidiana y privada de los personajes femeninos y las relaciones con otros de diferente sexo y condición social.

 

Poco a poco van sucediendo hechos que de alguna manera devuelven la imagen de don Marcial y sus arbitrariedades. El embarazo de Ninfa y los intentos de suicidio, resabios de las órdenes de su padre. La ida a Guápiles donde la tía Camila y su esposo don Daniel. Los amores entre Gladis y Ramiro, el lisiado de la guerra en Europa pero de familia rica y "noble". El romance entre la madre de las muchachas doña Eva (58 años) y Abelardo (otro cincuentón), etc.

 

Se da también, como en todo pueblo rural de esos tiempos la intervención del cura. Es así como es sacerdote abre las ventanas de esa casa, manda a limpiarla, y bajan al sótano donde está la oficina que fuera de su padre. Reza y saca el conjuro del viejo Marcial último reducto del inflexible hombre que tanto daño les había hecho con su moral inquebrantable. Y que desde el más allá regresaba su casa, para continuar haciendo daño y hasta bromas pesadas. Son atisbos de realismo maravilloso, la hamaca y otras manifestaciones, que aquí se entiende como el poder del muerto y su antiguo código alienante.

 

Y siguen las últimas intervenciones de la hermana de Marcial, la tía Alberta, hasta que Eva le da la noticia de su amor por Abelardo y cae fulminada como si un rayo le hubiese alcanzado. Luego aparecen otros personajes de origen italiano y se narra las historias de Benébolo, Fiorella, Fredy, relacionados, de alguna manera, con de Elizabeth y su familia.

 

La novela terminó con la realización de los amores de Freddy y Elizabeth.

 

"Y seguidamente (de cuclillas) le tomó la mano a Eli y le dijo: Elizabeth Islvester, ¿te querés casar conmigo?"

 

Y todos fueron muy felices y...

 

Lo más rescatable de esta novela es la denuncia del daño que se hacía a las mujeres (y se hace) con esos códigos morales, impuestos por la religión y el dominio del hombre sobre la mujer. La síntesis que brinda la obra al concluir es que las mujeres, la familia, pueden ser más feliz y correcta sin esos tipos machistas de hombres dueños de la verdad, la moral y el poder. Las relaciones verticales deben dar cabida a la responsabilidad, educación, trabajo, etc., compartidos.



1 Chavarría Salazar, Isabel. Cuando florece el café. Litografía Morales, San José, 1997.

 

1 Chavarría Salazar, Isabel. El crisantemo dorado. Litografía Morales, San José, 2004.

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