La Serpiente
Es cosa de todos los días, ahora resulta, que de pronto, me encuentro con una serpiente, así sin que nadie me avisara. Y a decir verdad, impresionante, enorme y negra, de ésas que algunos llaman zopilotas. Pinto me calmó y me llamó la atención. Ella no está agresiva sino reflexiva. No comprendía, cómo en la ciudad, en un lote baldío, aparecía semejante espécimen. Pero aquella cabeza tan grande y sus enormes colmillos me impresionaban tanto, que pronto recordé la última historia de Ricardito, sobre las serpientes. Pinto observaba a la zopilota y me comunicaba. Dice ella:
-¿Cuántos años hace que el hombre nos viene ofendiendo? A través de la historia no ha hecho otra cosa que desprestigiarnos. Hasta la religión se metió con nosotras y hablo en términos femeninos, porque el hombre ha querido que el sexo masculino de nuestra especie no se pronuncie siquiera. Digo que posiblemente todos ustedes recuerdan el pasaje bíblico de Adán y Eva. Y yo pregunto, ¿quién quedó como lo peor del mundo?, nosotras. Según la Biblia, el Diablo se disfrazó de serpiente para engañar a Eva, para que comiera de la fruta prohibida y después engatusara a su compañero, Adán. Y así está escrito.
Yo recordaba las fotos que mi maestra de religión me enseñaba, cuando hacía Mi Primera Comunión, y reconozco que en una de ellas aparecía una enorme serpiente enroscada en un árbol y su boca se había convertido en una cara horrible, negra y con cachos, que nos decía la maestra, era el mismísimo demonio. A mí me impresionó eso tanto, que verdaderamente, desde aquel instante, odié a todas las serpientes pero, lo que más me sobresaltaba, cuando por casualidad me encontraba con una de ellas, era un sentimiento profundo de miedo. Confieso que no hay animal al que le tenga más temor que a las serpientes, indistintamente si son pequeñas o grandes, negras o de colores.
La serpiente quería desahogarse y continuó:
-Los humanos apenas nos ven, lo primero que hacen es matarnos. Cuando quieren referirse a un ser de su especie, que por razones culturales o prejuicios desean denigrar, lo hacen en términos negativos utilizándonos a nosotras. Yo preguntó: ¿Cómo le llaman a la suegra? Cobra, Terciopelo, Toboba, Bécquer, o simplemente, culebra. Cuando una mujer les hace algo, que no les agrada, lo primero que dicen:
-Es una arrastrada, una serpiente. Y, cuando un trabajador pierde el tiempo deliberadamente, le comentan "estás matando la culebra". Y qué decir cómo nos presentan en las películas. Somos villanas, las malas, las que destruimos todo y causamos terror.
Y el hombre, sólo beneficios obtiene de nosotras. Les damos el suero para curar muy diversos males. A los agricultores les limpiamos sus terrenos de toda clase de roedores. Nos matan para sacar el cuero y fabricar carteras que venden carísimas, zapatos y fajas, así como otros enseres. ¿Cuántos se han hecho millonarios a consta de nosotras?, y todavía nos pagan con desprestigiarnos. No estaría nada raro que el día de mañana, gracias a nosotras se descubra un suero especial para vacunar a los que padecen de sida y se curen. Pero esto no es lo que nos tiene tan molestas, sino que, no contentos con todo lo que han hecho contra nosotras, el hombre, poco a poco, pero con paso firme, nos ha dejado sin hogar y sin alimento. Han destruido los bosques y con ellos todo lo demás, agua, animales y plantas. En otras palabras nuestro hábitat, nuestros charrales y con ellos se han llevado la casa y nuestro alimento.
La serpiente seguía protestando y no parecía detenerse, cuando de pronto, apareció un carrazo a toda velocidad y, al paso por un enorme charco que había en la carretera, pues había llovido, nos mandó un baldazo de agua sucia sobre nuestros rostros que no fue cosa de bromas. Con las faldas de mi camisa me limpié la cara y alcancé a leer en su placa algo así como Poder Judicial, Ejecutivo o Legislativo, no precisé con claridad, cuál de ellos. Fue en ese momento que aprovechó la serpiente para decirnos:
-Por esas razones decidimos venirnos para acá. Y porque sabemos con exactitud que la ciudad está llena de ratas y nosotras tenemos mucha hambre. Y levantó su cabeza y siguió con su mirada el hermoso automóvil que ya se perdía en la distancia
Como me hizo reir este cuento, disfrazado de realidad.
Gracias Marujita por el comentario
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán