Benedicto Víquez Guzmán: Omar Dengo Maison. Artículos: Acerca del problema de la asistencia, Hay que crear el porvenir, Actualidades pedagógicas, La salud de los niños y la aritmética, En la tribuna.

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3. ARTÍCULOS

 

Aquí se incluyen textos de contenido liviano, más propios de un periódico. Van desde un simple comentario hasta una opinión sobre un problema de actualidad. A veces son artículos que le envía a don Joaquín García Monge para que los publique en repertorio Americano y por ello llevan la forma de carta, cuando en el fondo se trata de un artículo de opinión.

 

Los temas siguen siendo, por lo general los mismos, sobre todo la escuela y los sujetos más importantes de ella: niños, adolescentes, jóvenes, maestros y padres de familia. No escapan a su pluma la referencia a los diferentes problemas de la educación, su organización y los avances con respecto a programas, métodos, actividades. Hasta unos estatutos y algún concurso literario ocupan su atención. Aquí los temas son más variados y se nota una preocupación organizativa de la escuela y un deseo de superar los problemas, desde los más triviales hasta los más complejos.

 

 

ACERCA DEL PROBLEMA DE LA ASISTENCIA

 

 

Sobre este problema de la asistencia escolar, como sobre cualquiera otro de los que afronta la escuela, nada es posible afirmar hoy sino con vista de los resultados de una investigación cuidadosamente hecha con el objeto de determinar las causas de la ausencia. ¿La ha realizado alguna escuela en el país? ¿Cuáles, si la ha hecho, son los resultados de tal investigación?

 

¿Cuáles son las causas de ausencia dominantes en esa escuela? ¿Con qué porcentaje exacto, diario, mensual, anual, concurre cada una a producir el resultado? Sin remover las causas, ¿cómo pueden desaparecer los efectos?

 

Cierto es que las causas generales son conocidas, pero que su influjo varía con las condiciones de cada escuela, por lo que, técnicamente al menos, no puede formularse una solución concreta sino en presencia de los resultados de una investigación.

 

De otra parte, hoy se va comprendiendo que este problema del ausentismo no es un mero problema disciplinario de simple organización escolar, sino que está estrechamente relacionado con la función misma de la escuela, con sus aspiraciones, con sus medios de trabajo, entre éstos, con los métodos de enseñanza, con su disciplina, con sus condiciones sanitarias, etc., etc.

 

¿Cumple la escuela una función tan importante y la cumple tan sabiamente que el hogar se sienta por causa de ella activamente interesado en que los hijos aprovechen la obra de las aulas?

A través del niño, de sus progresos intelectuales y morales, de su crecimiento espiritual, del enriquecimiento de sus aptitudes, de su actuación cada vez más amplia y elevada en el hogar, ¿ve el padre, siente el padre, comprende y respeta y admira la obra de la escuela?

 

Si no, ¿cómo pedirle al hogar que la estime, que la comprenda, que la apoye, salvo en el caso de hogares de suyo incapacitados al efecto?

 

Y cuando el hogar necesita irremisiblemente del esfuerzo económico del niño, ¿qué hace la escuela, o qué forma de escuela tenemos, que permita que en las escuelas mismas, sin fomentar el pordioserismo, gane el niño lo que la casa con imperio le demanda?

 

Conviene pensar a este propósito en la Educación Económica y en la Educación Industrial de que hablan los programas del señor Brenes Mesén, así como interesarse en el moderno movimiento de la escuela primaria industrial, del cual se están intentando importantes aplicaciones en Buenos Aires.

 

     En muchos lugares del país la Cocina Escolar ha duplicado la asistencia: el problema es económico.

 

     En ciertas escuelas los campos de juego y  las pilas de baño logran atraer a los niños: el problema también, como antes se había dicho, es de organización interna.

 

¿Cómo se quiere que sienta deseo de ir a la escuela un niño cuando allí se le fastidia o se le fatiga, o se le maltrata?

 

Cuando la escuela es un lugar sucio, incómodo, donde el niño vive rodeado de prohibiciones y amenazas.

 

En suma, no hay recetas pedagógicas para la solución de tan vasto problema. Hay recursos utilizables que podría enumerar en otra ocasión si así se deseara, pero con los cuales poco provecho se obtiene sin un cambio previo, fundamental, en el espíritu con que éstas suelen contemplarse.

 

 

HAY QUE CREAR EL PORVENIR

 

Y cuando el hombre ha vuelto la vista hacia los horizontes tras huella de rumbos, ha visto surgir a la distancia como si fuera un faro de mármol coronado de fulgores, el pórtico de la escuela. Diréis que siempre fue el instrumento de creación del futuro; sí, pero nunca más que ahora. De todos los ámbitos del pensamiento viene la voz que lo confirma. Si antes era para trasmitir la civilización, ahora, más que para eso, la escuela es para comunicarla superada, enriquecida de ansiedad y posibilidad de perfección. Tal es la fe de quienes sugieren la doctrina de su obra en este momento. Y las demandas que constantemente recibe de la sociedad, lo confirman también. La escuela está cambiando  rápidamente, de un modo que la hace trepidar, como si exaltada la vida del niño, ya no cupiese dentro de la escuela y se proyectara fuera en ansia de luz, arrastrando al salir los muros y dejando el interior súbitamente sometido al oleaje de todos los movimientos y agitaciones de la sociedad ambiente y en libertad de recoger todas las palpitaciones de la naturaleza. Y es que una civilización nueva, necesita un hombre nuevo y una nueva escuela.

 

E invoqué a los grandes de América, a Bolívar y a Sarmiento. Puede haber recordado a muchos otros, pero aquéllos bastaban a iluminar la pobre palabra del maestro de escuela que quería hacer sentir la grandeza de la educación. Pero era demasiada la luz para mis ojos y apenas pude presentir al uno derramando libros y escuelas en las grietas de los Andes, para que de aquellos surcos brotara el pueblo argentino. Y apenas si logré adivinar la actitud en que el otro, acariciando la espada resplandeciente, pensaba en las escuelas que transformarían en luz la sangre derramada, para así, tras la independencia, que era el parto, apareciese la democracia, ¡que era el porvenir!

 

En América la escuela confronta una tarea caupolicana: la de tender, enclavados en los Andes erguidos como la lanza del Quijote, amamantados de gloria por los senos de dos océanos, los sillares de una civilización nueva y mejor. Al evocarla, recordemos que el genio de la raza sentirá traicionada su virtud mesiánica, mientras las escorias de una ruina les brinden sustento a los despotismos, propios y extraños de que América se avergüenza.

 

 

ACTUALIDADES PEDAGÓGICAS

 

Página para los maestros

 

 

I. Las nuevas matemáticas de las escuelas.- El renombrado profesor de Matemáticas de la Universidad de Columbia (Teacher's Collage), David Eugene Smith ha resumido en un estudio reciente los trabajos efectuados por la Comisión que nombró la Asociación Matemática de América para revisar los programas de matemáticas de las escuelas. La Comisión ha trabajado durante cuatro años. (El Profesor Smith es bien conocido de nuestros maestros por los textos escritos en colaboración con el Profesor Wentworth.)

 

El breve resumen del Profesor Smith podría tener especial interés entre nosotros si estuvieran organizadas ya las escuelas complementarias o las intermedias, o si los colegios pudieran desprenderse un poco de la preocupación de servir exclusivamente a la preparación de estudios universitarios.

 

Sin embargo, a los maestros de la escuela elemental puede interesarles conocer la conclusión relativa a los estudios primarios de Aritmética. La Comisión afirma que las escuelas deben eliminar de sus programas todo lo que no sea esencial en el aprendizaje de esa materia, de modo que los alumnos vengan a estar en aptitud de hacer los cálculos ordinarios, hacia fines del sexto grado. Cuando se piensa que tal es la opinión de especialistas que han estudiado el problema durante largo tiempo, con recursos abundantes, por medios científicos y en un país de educación activamente progresiva, - se tiene clara la noción de que nuestros empeños por producir matemáticas en el tercero y cuarto grados, son cosa ridícula, si no atentatoria contra la salud, la personalidad y el porvenir de los niños.

 

 

LA SALUD DE LOS NIÑOS Y LA ARITMÉTICA.-

 

 

A propósito de la cuestión a que alude la nota anterior, tomamos de una reciente y notable obra de Freeland los siguientes apuntes acerca del aspecto higiénico de la enseñanza de la Aritmética.

 

"Hay un límite del tiempo que debe ser provechosamente empleado en el estudio de la Aritmética dentro de las aulas. El exceso conspira tanto contra la vitalidad como contra los resultados; produce un aprendizaje cada vez más lento e incompleto. Kirby, Thorndike, Burnham, Stone Rince and Brown, informan que la disminución del tiempo dedicado a tal estudio, se traduce en un aprendizaje más eficaz. En los grados inferiores no debe exceder de quince minutos diarios.

 

"Burnham sugiere que: si en el 16% al tiempo escolar, los alumnos aprenden tanta Aritmética como en el 20% el tiempo superfluo que se le dedica debe ser dedicado al juego al aire libre".Si se quiere obtener los mejores resultados, el maestro ha de hacer cuanto esté a su alcance para evitar estados de ansiedad, de depresión, de tristeza, de tensión mental, en el estudio de aritmética; pues esta asignatura parece ser, más que las otras, la causa de las ciertas enfermedades nerviosas de los niños.- El maestro debe también saber que algunos niños se enferman del sistema nervioso a causa de serles muy difícil la asociación matemática.- El equilibrio nervioso del niño es más digno de atención por parte del maestro que sus progresos en matemática.- Si el niño da impresión de ser delicado, de estar mal nutrido, de ser nervioso, o especialmente retrasado en la asignatura, el maestro debe cuidarse de no aumentar los males y dificultades con su método de enseñanza."-

 

* * *

 

Estos problemas, los más importantes de la escuela actual - los de enseñanza higiénica y psicológica -están por estudiar en Costa Rica. -La Escuela Normal y la Jefatura Técnica carecen de los medios adecuados al trabajo que las soluciones de tales problemas suponen.

 

-Hacen falta bibliotecas modernas y abundantes al alcance de una oficina de investigación; hacen falta laboratorios de psicología y de educación experimental; hacen falta escuelas experimentales u organizaciones que permitan aprovechar el trabajo de las comunes al efecto de investigar; hacen falta publicaciones para maestros entendidas al modo moderno, es decir, no para la expresión de opiniones personales, ni para recetar planes de lección, sino para promover investigaciones y exponer sus resultados, conforme a planes científicos; y lo grave es que la ignorancia en materias tan delicadas, y hoy tan complejas, nos sitúa, con todas nuestras pretensiones, en un campo inferior al del analfabetismo que entendemos combatir. -De poco sirve la luz cuando se produce a costa de una degeneración de los hombres del porvenir.

                                                                                             

 Heredia, 1922

 

EN LA TRIBUNA

 

 La presencia de un grupo de jóvenes alrededor de una tribuna, a la cual van subiendo unos tras otros, todos con decisión, sinceros, arrogantes, para difundir o defender ideas o ideales, no suele responder, por sus resultados, a una realidad digna del entusiasmo generoso que convoca los esfuerzos a la acción de prédica o de combate.

 

Hay que contemplar serenamente la consideración de que el efectivo valor de las obras que en tal forma se realizan alguna vez, no justifica, por lo común, el gasto de noble energía que a construirlas se destinó.

 

Falta con frecuencia en la labor de la juventud que pretende, como colectividad, llevar a cabo determinada tarea en la vida, la plena evaluación del propósito que la impulsa a situarse erguida en el campo de la lucha.

 

La alegría que el empeño batalloso provoca en el ánimo, encubre los colores del estandarte que se sigue, y ni siquiera se sabe, al entrar en marcha, hacia dónde se va.

 

Siéntese que una fuerza poderosa obliga a levantar el brazo en que destella el lanzón con hambre de gloria; se siente que el primer golpe magnifica y fecunda el ansia de triunfo, y se intenta entonces la conquista del puesto donde la lucha haya de ser con el riesgo mismo...

 

Pero, qué desventurada finalidad la de los anhelos juveniles armados para la pelea, cuando no los sustenta una comprensión honda de las responsabilidades que se recogen en la liza, con los trofeos que la victoria tiende a la mano gallarda que la consagró.

 

De ordinario la juventud se ampara al ariete destructor de murallas. Lo prefiere a la azada que tritura glebas y hace sonreír a la tierra en las bocas generosas de los surcos. Lo empeña con violencia contra el granito de las instituciones que juzga opresoras de la libertad, y cegado por el polvo que le arranca a las piedras, sufre la visionaria ilusión de que va realizando un derrumbamiento proficuo.

 

¿Acaso en verdad ha conquistado en la capacidad de construir, el derecho a demoler? ¿Sabe, siquiera, destruir? Las ruinas son absolutamente estériles, si al romperse la fábrica que construyeron, no las levanta, sujetas al ritmo organizador de un nuevo conjunto, un vigoroso soplo de creación.

 

Los fragmentos de columna, lo mismo pueden ser el recuerdo de una gloria que de una infamia. Hay que aprender, por ello, a destruir, y ninguna enseñanza más amable y pródiga en iniciaciones de esfuerzo, que la de que edificando se destruye. Un jardín abandonado no atrae tanto al espíritu, como un mármol bello en un paraje solitario. ¡Cuánto más sugestiva es la oración del Ángelus después de la siembra, que el reposo siniestro del guerrero sobre una pira de cadáveres! ¡Hay tanto de grande en el amor a la siembra!

 

De cierto, cuando se tiene una semilla entre las manos, para lanzarla a las fauces del surco, se asiste a una ceremonia solemnísima en que vive, con toda su incognoscible grandeza, el acto generador del Universo. Y solo cuando se lleva un grano de luz en el corazón, es vivificadora la siembra de la palabra. Por eso pudieron crear con ella pastores ignaros de Galilea. El mar, que es una eterna renovación de grandezas, les había trasfundido, con el óleo de la espuma que muchas veces los bañara, ese rico poder de la tormentosa quietud del alma, en que se organizan, llenas de virtud bastante para asumir forma externa, las enseñanzas imperecederas.

 

¿Vive en el corazón de la juventud ese poder?

 

¿Ha construido dentro de sí lo que anhela construir afuera?

 

Pues que la virtualidad de la propia renovación, no reside en el vano afán de censura que el odio origina y encauza, y que, torpe y apasionado, supone que son armas de combate eficientes las mismas picas que lo laceran.

 

Y hay empresas de lucha nacen en la tiniebla de un desprecio hacia todo lo que maltrata con el peso de su superioridad. Fórmase de modo tan instintivo, que sus propios agentes se imaginan actuar bajo la inspiración  de un apostolado. Se alimentan en la simple necesidad de conservación. Y se las reconoce por el signo externo de la tendencia a excusar, con lucubraciones semejantes a teorías, la ausencia de todo afecto o conocimiento reputado como revelación de algún mérito. Están siempre manchadas de fanatismo, y alimentan el espíritu de secta, que es germen de inanición donde quiera que se encuentre. Se libran del desprestigio de las manchas, extendiéndolas sobre el contorno. Poseen el mérito con derecho exclusivo. Cuando otras empresas, sanamente guiadas, toman el rumbo que ellas trazaron, y lo siguen con paso de victoria, les imputan, al menos, para desprestigiarlas, el delito de la imitación. Son hogueras que calcinan toda virtud. Son hornacinas donde se evapora la potencia de todo ideal...

 

Pero hay que pensar en los trigales estremecidos por el paso del arado, que parecen mares de ámbar donde boga el prodigio de una barca de luz...

 

Y son ésos, rasgos de conjunto, trazados con brevedad, sobre el dolor de una experiencia

                                                                                                                               1914

                                                      

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