MIGUEL CONDE ZUBIETA
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Sabemos que fue un presbítero y que se desempeñó en la ciudad de Alajuela. No poseemos más datos. Era un cura bien parecido y parece que tuvo muchos problemas por esa razón. Su origen debe ser español.
Dedicó esta novela a la ciudad de Alajuela. Transcibimos textualmente esa dedicatoria.
"A Alajuela:
A tí, Ciudad bendita, que abriéndome tus brazos y velando junto a mí, fuiste mi madre en tiempos de orfandad y desconsuelo.
Siempre buena, siempre misericordiosa, siempre grande, engendrando héroes y derramando los misteriosos fuidos del amor.
Tú eres el verbo y la luz en los libros de tus literatos; el fuego y la sangre en la valentía de tus guerreros; el amor desinteresado y perfecto en las almas de tus mujeres filantrópicas, hospitalarias y hermosas.
Todo el amor que pueda exprimir de mi corazón devastado, será para ti, que fuiste atormentada en mis desgracias y ahora me atormentas con el inmenso poder del tuyo,
Acéptalo junto con este pequeño libro que te dedica
M. Conde Zubieta"
LO QUE ESCRIBIÓ MIGUEL CONDE ZUBIETA
NOVELA
1. El jirón de una sotana: 1927
Miguel Conde Zubieta, de profesión Sacerdote publicó en Alajuela, ciudad a la que dedicó esta novela, El Jirón de una sotana en el año 1927. 1
Es una novela bien escrita, causal y por ello lineal. Posee un narrador omnisciente cercano a los personajes y dueño de la voz de ellos. Es la típica novela monológica y donde el narrador está muy cerca de lo narrado. Es frecuente la apelación al lector.
Novela doctrinal donde priva el sacrificio, el dolor, el sufrimiento del personaje en espera del goce divino en el más allá.
Roberto, un joven campesino decide a todo trance estudiar en un seminario para sacerdote. Lucha contra los designios de su padre, su madre murió cuando tenía ocho años, y el amor de su prima Graciela y emprende el viaje a la ciudad para iniciar su carrera. Es ahí donde comienza su calvario casi inhumano e irracional. Todo se confabula contra él. Así pasa por las pruebas más increíbles hechas por compañeros como los 7 del seminario, que lo culpan de sus propias fechorías. Esa es la constante en su vida: otros hacen las malas acciones y luego lo inculpan y los encargados de la ley y el orden en donde él está, creen al impostor y lo declaran culpable.
Su vida después de obtener el sacerdocio es un proceso lento y seguro de sufrimiento. No importa donde llegue. Lo bueno que él comienza a realizar en los pueblos donde lo a signan, se convierte en malo para algunos poderosos y es echado de esos lugares con deshonra. La calle de la amargura parece poco para su desdicha. Llega hasta a convertirse en esclavo, visitante de un burdel, limpiabotas, barrendero, etc. No importa si es en su patria (España) o en México donde lo destierran a la provincia de Mérida (quizás sea a Alajuela). En todos los lugares encuentra traidores y su vida se convierte en un traginar por el dolor hacia el Calvario. Como Jesús, sufre tentaciones y a veces cae en ellas, víctima de la impotencia pero algunas casualidades, accidentes le van sacando poco a poco de esa trágica existencia, tales como la prostiturta herida de muerte que implora un cura para confesarse y él atiende su solicitud, el encuentro con la condesita, la llegada a sus manos del testamento del tío de Virginia, lo mismo que el accidente de las locomotoras que trae la desgracia a muchos pero a él la fortuna, no solo espiritual sino pecuniaria, pues hereda el tesoro de Virginia, la condesita buena. Es en ese momento que se encuentra con su amor imposible, su prima Graciela, ya convertida en Monja y ésta le lleva al hospital donde trabaja y es recibido como sacerdote en la casa piadosa.
Poco a poco se dan a conocer, públicamente, sus engaños y Roberto se convierte en un héroe de la iglesia y hasta la esposa del doctor que quiso poseerlo en su casa y lo acusó de intento de violación, confiesa en una carta al Obispo su mentira y poco después se suicida.
La novela refleja con exactitud la vida de los seminaristas que no es muy cómoda, los paseos semanales o de fin de mes por las calles aledañas al colegio, la disciplina férrea, y luego la incorporación sacerdotal.
También retrata la vida de los curas en los pueblos donde son asignados, su labor pastoral y a veces social, la costumbre de sustituirlos y asignarlos a otros lugares en casos de no ser aceptados por los importantes del pueblo, pues los más viven contentos con ellos y la maledicencia de algunos impostores que envían cartas al obisto de turno mal informandolos, pues afectan sus intereses. Lo malo está en los jerarcas que creen esos falsos informes por venir de personas "importantes" y castigan al inocente.
Ya comienza a verse, según esta novela los móviles de nuestra sociedad, la corrupción, el engaño, la envidia (entre los mismos curas), los vicios pero sobre todo el poder del dinero y esa tendencia de acumular cada vez más en detrimento de los pobres.
Termina la novela con la restauración del código clerical y la máxima moral: el sufrimiento y el dolor redime el alma y purifica el cuerpo.
1 Conde Zubieta, Miguel. El jirón de una sotana. Librería Española, Imprenta María v. de Lines, San José, 1927.
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