Tiquicia: el despertar de las leyendas. Una novela de Harold Vindas Zamora

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TIQUICIA: EL DESPERTAR DE LAS LEYENDAS DE HAROLD VINDAS ZAMORA

 

La segunda novela la llamó Tiquicia el despertar de las leyendas y la publicó en el año 2008.[1]

 

Es una novela corta de secuencias lógicas, lineales y causales. Utiliza un narrador omnisciente muy cercano a los personajes, sobre todo los jóvenes y suele realizar algunas veces referencias al lector social.

 

La novela se inscribe en el género maravilloso y es aquí donde encontramos algunas inconsistencias. Ya los erroresformales, sobre todo ortográficos) de la novela anterior Misticat fueron superados, salvo un "habían" (p. 23) y  un "hiendo" por yendo en la p. 59. Palabras dichas por el narrador y no aplicables a los personajes. Esto debería ser responsabilidad del editor, en este caso la EUCR y su equipo de corrección.

 

La estructura de la novela se acerca a la de un cuento maravilloso con relatos intercalados sobre apariciones de personajes que pertenecen a diversas leyendas de Costa Rica. Así se parte de una situación inicial negativa (temblores) y un trabajo que deben realizar en grupo los cuatro estudiantes de un curso: Cristina, Gendry, Marvin y Gustavo. Al final se les une Nela.

 

Los cuatro inician el proceso de solución a sus dos inquietudes, pues el primero, los temblores, sería el trabajo que los llevaría a aprobar el curso. Visitan la Piedra de Aserrí tras el origen de los temblores y entran en el campo de las leyes sobrenaturales. Es lo que podríamos llamar la prueba preliminar donde se ponen de manifiesto los valores que podrían resaltarse para hacerse merecedores al elemento mágico. En la novela es el encuentro con la bruja Zárate que les da una tarea para salvar al pueblo de un terremoto y el desprendimiento de la piedra y la consabida tragedia en el pueblo cercano de Aserrí. La tarea es encontrar el Pavo Real, un antiguo enamorado de ella que no la quizo y ella en castigo lo transformó en esa ave. Así los cuatro héroes emprenden el viaje en busca del famoso pavo Real. No cuentan con ningún elemento mágico para lograrlo sino es su esfuerzo limitado. Es aquí donde se abren poco a poco los encuentros de los personajes, a veces uno y en otras ocasiones dos, con los personajes legendarios: la Zcegua, El Cadejos, La Tule Vieja, El Mico Malo, El padre sin cabeza, La carreta sin bueyes, etc. Después de un sin número de aventuras termina la novela con la destrucción de los conjuros y bebedizos de la bruja Zarate cuando derraman agua bendita, tomada de los pies de la Virgen de los Ángeles y este elemento mágico sale victorioso.

 

Toda esta historia en escasas 67 páginas. Es obvio que la narración se torna atropellada y accidentada.

 

Algunas consideraciones pueden servir para ejemplificar lo dicho y lograr futuras novelas con una mayor disciplina y solvencia literarias.

 

Lo maravilloso, ya sea que se manifieste en cuentos, leyendas, novelas, ciencia ficción, mantiene el tono serio y se aleja de lo risible, lo cómico, lo jocoso, lo picaresco. Los cuentos de hadas que son los más cándidos, inocentes, manifiestan, crean un mundo de fantasía positivo donde los buenos ganan a los malos y nunca se mezcla la hilaridad, lo jocoso en ellos, salvo en casos bien calificados donde se pretende mofarse de los personajes malos. Las brujas son atemporales y tienen un código rígido de valores aunque a veces aparezcan actos de bondad, son calculados e interesados, sus personajes antagónicos son las hadas. Las primeras se alimentan del mal y las segundas del bien. Esto lo entiende el niño y el adulto. Es lo que se llama lo verosímil del relato y ello no puede violentarse.

 

Las leyendas no son mitos sino historias que alguna vez tuvieron inicio y se fueron convirtiendo en visiones creíbles y reales para los pueblos que las oyeron de sus antepasados que supuestamente las vivieron. Por lo general son ejemplares y tienen una intención didáctica: evitar que se cometan esos actos por lo que fueron castigados los personajes principales y ser testimonio ante el mundo de su escarmiento. Su estructura es: Una falta grave y un castigo ejemplar. De esa estructura se derivan un sin fir de leyendas sobre los aspectos más disímiles: elementos naturales o de la tierra, animales, religiosos, mágicos, familiares, etc. Son serias, creíbles para los que no han pasado del conocimiento religioso y  los lectores que siendo preparados disfrutan de esa genialidad de nuestros antepasados de interpretar el mundo y tratar de vivir de la mejor manera.

 

La intertextualidad es una técnica importante de la literatura pero el saber utilizarla no es tarea fácil y más cuando se trata de idearios colectivos desimanados por los diferentes pueblos. No basta citar y poner a las figuras principales de estas leyendas en situaciones modernas y casi ridiculizarlas. Es necesario incorporarlas bajo su estricto código moral y en situaciones donde realmente ellas intervenían. Por ejemplo el Cadejos nunca se sabe de haber mordido a nadie. Para algunos era un joven que se llamaba Joaquín y su padre maldijo. Tenía su trillo por donde caminaba y eso había que respetárselo. Solía llegar a chupar la miel en los trapiches y su presencia imponía respeto y temor. Cada uno de estos personajes sufría su maldición o castigo que sufrían estoicamente y eran testimonios "vivos" de sus grandes pecados. La Llorona ola Tule Vieja se vieron obligadas, por las circunstancias, a tener hijos que sus padres (sobre todo el macho) no aprobaban, y menos la religión y mataron o dejaron morir a sus hijos. Esa falta las condenó a vagar errantes por el mundo tratando de corregir su error. Y esto es de  índole serio, solemne, y se aleja de lo risible, lo cómico.

 

La novela, a pesar de esas inconsistencias comprensibles manifiesta un adelanto, un mejoramiento con respecto a la primera y estamos seguros que con una mayor dedicación, esfuerzo y disciplina autocorrectiva, el autor logrará mejores resultados.



[1] Vindas Zamora Harol. Tiquicia el despertar de las leyendas. Editorial UCR, San José, 2008.

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