Algunos elementos de la escritura de novelas

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ALGUNOS ELEMENTOS DE LA ESCRITURA DE NOVELAS

 

 

Los escritores de novelas han ido variando la escritura de ellas. Se utilizan ahora diversos signos para lograr efectos significativos y aprovechar los signos gráficos disponibles con fines específicos. En algunos casos se han convertido en elementos importantes de técnicas estructurales de la novela. El interés nuestro es describirlos y distinguir su uso y significado, a pesar de que los escritores modernos los utilizan con suma libertad y apegándose a las propias exigencias del texto que escriben.

 

1. El tipo de escritura y su estructura formal

 

Lo primero que observamos es que por lo general los novelistas usan la prosa y no el verso en sus textos. Lo anterior no quiere decir que sea determinante. Ya en Costa Rica se escribió una novela en verso libre. Se trata de la obra titulada El tibio recinto de la oscuridad (2000), escrita por Fernando Contreras Castro. Lo que sí es frecuente es el uso de poemas o versos introducidos en la novela como elementos secundarios, insertados para obtener algunos efectos significativos o como necesidad de presentar el producto de personajes que son poetas. Suelen colocarse, unas veces en forma completa y otras interrumpidas por párrafos en prosa. El uso es libre y no obedece a norma alguna.

 

La estructura formal de la novela más común es la división en capítulos con o sin título o en partes subdivididas en capítulos. También las hay en forma epistolar como en el caso de la novela de Goethe, titulada Werther (1774). Esta forma no es muy usada, sin embargo ofrece una gran variedad de perspectivas para la enunciación y los sujetos del enunciado. Las cartas suelen aparecer en novelas insertadas en el desarrollo de las mismas. Otra forma usada, con alguna frecuencia, es la inclusión de novelas de tamaño menor en una novela mayor. Éstas pueden aparecer en forma completa, o distribuidas en los diversos capítulos del texto superior. El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ofrece una variedad de novelas insertadas en ella.

 

Algunos escritores de novelas incluyen en sus novelas prólogos, prefacios y hasta apéndices. En ellos suelen explicar las razones por las que escribió la novela y otras razones de índole personal, aclaran aspectos de la misma novela o los justifican como históricos. Hay ocasiones en que se ocultan como el autor directo de la novela y afirman que los manuscritos de la novela pertenecen a otro autor y que él se los encontró. Son muchos los trucos de esta especie usados por los escritores de novelas. El mismo Quijote de la Mancha ofrece en su segunda parte elementos de esta especie. Hasta existe una segunda parte apócrifa atribuida a Alonso Fernández de Avellaneda (seudónimo).

 

Los escritos novelescos, a veces, suelen colocar al inicio de la novela en las partes o en los capítulos, pensamientos, versos, versículos frases, poemas cortos, etc. con el fin de adelantar intenciones, imágenes, significados, evocaciones  de otros escritores para respaldar sus propias creaciones. Muchas veces utilizan escritores clásicos, libros sagrados como la Biblia, libros exóticos, pero siempre de autoridades universales. Es algo así como un respaldo de autoridad a su texto.

 

2. Los títulos

 

También existen escritores que antes de cada capítulo ofrecen un título. En él dan a conocer el tema o un acontecimiento importante, central del capítulo. Es una especie de resumen, de adelanto al lector para prepararlo, motivarlo con respecto a lo que encontrará en esa parte o capítulo. Ejemplos los obtendremos en el mismo Quijote de la Mancha (1605-1615) de Cervantes, Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos, El arpa y la sombra (1979) de Alejo Carpentier, entre muchas otras.

 

Otros escritores no señalan las divisiones de la novela por capítulos numerados, sino que dejan, entre cada parte, espacios en blanco significativos. Así lo hace Samuel Rovinski en su novela Ceremonia de casta (1976). En ocasiones el texto de cada división en blanco utiliza diferentes letras de imprenta, cursiva, negrita, scrip, etc.

 

Hay escritores más atrevidos que  escriben partes de la novela, en forma fragmentaria insertadas en los mismos capítulos. El lector las sigue, no solo por lo narrado y quien lo narra, sino porque utilizan el mismo tipo de letra. También se encuentran textos que necesitan ser leídos en un espejo. Esto lo encontramos en la novela de Julio Cortázar, Rayuela (1963).

 

La novela que llamamos monofónica (una sola voz) solía dividirse en partes y estas en capítulos que de una u otra forma permitían un descanso al lector, porque la historia narrada se continuaba linealmente, sin casi interrupciones. A lo sumo se narraba otro acontecimiento, otra aventura, otro encuentro o la descripción de un paisaje, una casa, un personaje nuevo, pero siempre conservando la lógica, el hilo conductor narrativo, fácil de continuar y seguir. Difícilmente el lector se perdía en la historia narrada. Pero la novela polifónica (recientemente creada), de muchas voces, salta de parte en parte sin previo aviso, se configura como un mosaico y a veces como un rompecabezas que el lector debe ir descifrando. El escritor invita al lector a ser su cómplice en la estructuración formal de la novela, a jugar un papel más activo. Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo ofrece un ejemplo de este tipo de novela pero existen otros más complejos.

 

Los títulos de las novelas son muy importantes. Los hay de todas las especies y calidades. No obstante podemos intentar una clasificación general de ellos. Si escogemos una buena muestra, observaremos que un alto porcentaje lleva como título un nombre propio de persona, con sus posibles variantes: María (1867) de Jorge Isaac, Santa (1903) de Federico Gamboa, Nacha Regules (1918) de Manuel Gálvez, Naná (1880) de Emile Zolá, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605-1615) de Miguel Cervantes y Saavedra, Responso por el niño Juan Manuel (1968) de Carmen Naranjo, Cachaza (1977) de Virgilio Mora, Mi Madrina (1950) de Carlos L. Fallas, Marcos Ramírez de Carlos L. fallas, Werther de Goethe, La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, etc. En otras palabras, las novelas llevan nombres de los protagonistas de ellas o atributos que tienen los mismos personajes. Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, Los Cachorros (1967) de Vargas Llosa, Mamita Yunai (1941) de Carlos L. fallas. Estas novelas suelen ser llamadas por algunos teóricos como "Novelas de personajes" porque tienen un héroe y es a través de él, que se estructura la historia novelesca, y por lo general todas las peripecias giran alrededor suyo.

 

El otro título muy usado es el de un pueblo, un país o una región. El Jaúl (1937) de Max Jiménez, Coto (1934) de José Marín, El sitio de las abras (1950) de Fabián Dobles, El infierno verde (1935) de José Marín, Puerto Limón (19950) de Joaquín Gutiérrez, Los pantanos del infierno (1973) de León Pacheco, Los Parques (1975 de Gerardo C. Hurtado, Irazú (1975 de Gerardo C. Hurtado, La calle, jinete y yo (1979 de Hernán Elizondo, La región más transparente de Carlos Fuentes, Al Faro (1927)de Virginia Woolf, Peñas Arriba (1895) de José María de Pereda, etc. Los críticos suelen llamar a este tipo de novelas "De espacio", porque la estructura novelesca se desarrolla en espacios concretos, físicos, lugares, pequeños o grandes. El elemento que estructura la novela y acapara la atención del escritor está determinado por el espacio físico y el social.

 

El tercer título que encontramos está relacionado con los dos anteriores pero suele formalizarse de manera simbólica. Son títulos que engloban a personajes y espacios interiores a él. Así suelen tener como elemento estructurante el espacio interior de un personaje, su vida íntima y las manifestaciones psíquicas propias en relación con los espacios sociales y el tiempo. Ejemplos de estos títulos los encontramos en novelas llamadas: Metamorfosis (1919), de Kafka., En busca del tiempo perdido (1913-1927) de Prousdt, El obsceno pájaro de la noche (1970) de José Donoso, Ceremonia de Casta (1976) de Samuel Rovinski, Así en la vida como en la muerte (1975) de Gerardo C. Hurtado, María la noche (1985) de Anacristina Rossi, La Vorágine (1924) de José Eustasio Rivera, Bajo el límpido azul (1979). Algunos símbolos resultan evidentes, mientras otros son más difíciles de aprehender. Este tipo de novelas son más recientes y utilizan las técnicas nuevas en su narración. Los críticos las llaman "novelas de fluir de conciencia o mundo interior".

 

Los títulos son muy importantes. Hay escritores que piensan muy bien el título con que van a llamar su novela y se valen de imágenes sonoras, visuales y simbólicas, otros son más descuidados y les dan un título bastante prosaico. José León Sánchez, en Costa Rica suele nombrar sus novelas con títulos muy poéticos: Campanas para llamar al viento (1987), La luna de la hierba roja (1984), mientras otros, como Fernando Contreras, da el nombre a una excelente novela Los Peor (1995), mientras que la primera novela la llamó Única mirando el mar (1993) que para nuestro gusto es más literario y poético.

 

3. Los signos gráficos

 

1. El guión.

 

Sirve para introducir el discurso directo de los personajes en el diálogo. Indica el habla del personaje y la diferencia del sujeto del enunciado. La novela monofónica (tradicional) lo coloca siempre al inicio del margen y el narrador omnisciente indica el nombre o el personaje que habla directamente. En cambio en la novela polifónica, se introduce al personaje sin utilizar necesariamente el guión. Esto se puede observar en la novela El otoño del Patriarca (1974) de García Márquez. La nueva novelística despista mucho a los lectores ingenuos porque le interesa dar la palabra al sujeto del enunciado para que narre, hable, sin intermediarios, sin narradores metiches, sin explicaciones innecesarias que obstaculizan el directo acontecer, en la novela, del tiempo y las acciones narradas.

 

2.  El guión doble

 

Se usa para encerrar palabras, frases o párrafos que no siguen la misma secuencia descrita. Suelen ser explicativos o aclaratorios. En la narrativa moderna casi no se emplea y si se hace es con otros fines particulares.

 

3.  Las comillas

 

El uso generalizado es para destacar una palabra, frase, oración o uno o varios párrafos, respetar su escritura, brindar citas textuales. En la novelística polifónica juegan un papel muy importante que es necesario conocer para medir su alcance. Por ejemplo, cuando el escritor desea dar dos versiones de un mismo acontecimiento, en forma simultánea, sea éste un monólogo interior, la trascripción de un pensamiento o dos, según sean los personajes que intervienen, entonces uno de ellos puede ir entre comillas o en cursiva. Algunos autores las usan al inicio de los párrafos y no las cierran. Se convierten en llamadas de atención al lector para que se percate de cuál personaje o discurso se trata. Hay que recordar que a la escritura se le torna imposible poner dos pensamientos simultáneamente, por ejemplo lo que un personaje dice y lo que realmente piensa. Es el segundo el que suele ponerse entre comilla o en otro tipo de letra. Otra distinción que se usa por medio de las comillas es cuando narra un personaje y cuando lo hace el narrador omnisciente general, el que está fuera de la historia, el sujeto de la enunciación primaria.

Samuel Rovisnki lo usa con frecuencia en su novela Ceremonia de casta:

 

"¡Mis orejas... tira de mis orejas... me retuerce las orejas!"

 

4. Los puntos continuos

 

Estos se utilizan con el fin de dejar un pensamiento, una idea incompleta para que el lector especule el significado de lo que se calló o no se escribió. Lo usan los personajes sobre todo en el discurso directo de los personajes pero en las novelas polifónicas se emplea, a veces para dividir uno o varios párrafos. Se llena todo un renglón con ellos. Suelen interrumpir una voz o una perspectiva narrativa.

 

Cuando solo se trata de los tres puntos tradicionales, llamados puntos suspensivos, los novelistas los usan para interrumpir párrafos o partes del texto. Es el lector el encargado de darles continuidad y mentalmente unir la parte dejada en suspensión con los tres puntos y unirla con la otra que páginas después comienza con tres puntos que en este caso unen a ésta con la anterior parte. Ejemplos variados de este uso de los puntos continuos o discontinuos los encontrará el lector en novelas como Pedro páramo (1955) de Juan Rulfo.

 

5. Las barras, los paréntesis cuadrados y las llaves

 

Aún no las he observado en las novelas que he leído pero no pasará mucho tiempo sin que los autores innovadores le encuentren usos significativos.

 

6. El lenguaje popular y su escritura

 

El habla de los personajes solía ser representada por los novelistas tal y como la oían. No importó su ortografía ni otras normas gramaticales. Esto sigue igual. Los escritores actuales más bien la han intensificado y cuando narra la voz de un niño o un campesino suelen acercarse lo más posible a su lenguaje. En forma moderna lo encontramos en el llamado "fluir de conciencia".

 

7. Otros elementos usados o por usarse

 

El campo es abierto y la imaginación de los novelistas inconmensurable. Los espacios en blanco, por ejemplo suelen comenzar a usarse para significar vacíos, momentos de lagunas mentales de los personajes, etc. Otros suelen escribir formando imágenes pictóricas, árboles, niños, guitarras, animales. ¿Qué podremos encontrar en la escritura del futuro es impredecible, lo cierto es que ella forma parte del significado total de la novela y debemos tomarla en cuenta para descifrar el contenido, la significación, la interpretación de ella?

 

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Benedicto Víquez Guzmán

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 19 de Septiembre 2009 8:22 PM.

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