Beila María de los Ángeles Zíder Solís

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 BEILA ZÍDER SOLÍS

(1947)

 

Beila María de los Ángeles Zíder Solís nació el día 10 de junio del año 1947 en la ciudad de Heredia Centro. Es socióloga.

 

Ha escrito algunos ensayos sobre libros literarios y cine.

 

 

LO QUE HA ESCRITO BEILA ZÍDER SOLÍS

 

NOVELA

 

 

1 Cantocu: 1997

 

Es la primera novela que conocemos de esta autora. La llamó Cantocu y fue publicada en 1997.1

 

Es una novela de amor. Se estructura bajo un paralelismo entre acciones y canciones románticas, boleros y música, recuerdos y nostalgias. La misma novela es un canto al amor. Se afinca en un paradigma moderno, de novela abierta a la originalidad, al contraste, al retorcimiento del lenguaje para ofrecer un espacio propicio al amor. Es de triángulo pero que distante del sentimentalismo barato, es apasionado, de entrega, de vivencia pero que lejos del sexo ocasional, brutal, desdibujado. La enunciación abre la perspectiva de un presente desgarrante pero nunca muerto, siempre noble, abierto, vital, consciente y sincero. Es el sujeto del enunciado, representado por una voz femenina, julia quien confiesa su viaje en las aguas profundas y sonoras, armónicas y reconfortantes del amor, sin barreras, sin vecinos, sin estorbos, sin preguntas, lleno de silencio cómplice, olas arrulladoras, música y boleros inspiradores, encuentros, uniones y separaciones pero abundante como el rocío, fresco como el amanecer, sonoro como el riachuelo. El tiempo se detiene en la comunión, en los viajes reiterados a Limón, centro espacial de las entregas sin fin, del presente eterno y la satisfacción plena. Los actos cotidianos del trabajo, solo se citan y nunca aparecen las familias, ni amigos cercanos, son ellos únicamente, Julia y Alberto, en ese orden y de su relación, el prodigio, el canto, la armonía, la música, la unión. Sin reparos, él con los avances científicos y el saber tecnológico y ella con el humanismo como estandarte formaron una síntesis del futuro espiritualizado, de la ciencia humanizada, al servicio del hombre y no de su destrucción. Por eso la ciencia y la tecnología no se ven como aspectos negativos para el hombre sino como avances en su realización.

 

Pero cuanto más ella ama, sin barreras, llega el miedo, el temor, el obstáculo, la convención, el titubeo, la duda de Alberto, no al amor de Lucía, sino al suyo, a ser poseído, a ser absorbido, minimizado, a perder su condición de marido y padre de dos hijos. Con ello comienzan las separaciones, primero ocasionales y poco a poco más pronunciadas. Julia había renunciado a todo, menos al amor de Alberto que nunca dejó, hasta la virtual muerte de él y más allá. Nunca apareció otro amor, ni amigos, ni familiares, se entregó sin barreras, sin compromisos y solo esperó amor. No le importó que éste fuera clandestino y distanciado, por teléfono o con visitas perdidas en el tiempo. Solo aspiro al amor. El impotente ante el convencionalismo fue él que a pesara de luchar por continuara con Lucía, no lograba dejar sus compromisos. Lucía callaba, nunca le incomodó con preguntas, nunca hubo escenas de celos. Alberto no tuvo ninguna excusa para alejarse. Es su lucha por no perderlo, Lucía acudió incrédula al principio y obstinada al final a brujas y hechiceros, pitonisas y quirománticos, disfrazados de parasicólogos o simplemente embaucadores y se alimentaba con la esperanza de la unión total, en el tiempo y en su casa, se ilusionaba con oportunas visitas y callaba porque sabía que Alberto no podría superar el machismo, los prejuicios sociales a pesar de desearlo. Y Lucía narradora cambia el lenguaje musical para dejar campo a la expresividad del pueblo, la creencia  y la superstición y se confiesa, interpela a Alberto, le reclama la corrección del borrador de su obra que protagonizaban juntos pero nunca logra la corrección y entiende que él la aprueba. Hasta que llega el final, pero no el esperado, de mundo feliz, quizás el trágico de las novela románticas, rebeldes, violatorias. Lucía decide encontrarse con Alberto, matarlo y suicidarse. Así lo hace, lo ve montar en su carro una joven y llegar a un restaurante, Los Girasoles Bar y se atreve a terminar con los veinte años de ese amor, ahora imposible, lo distingue, se acerca y dispara, pero solo hiere a su acompañante. La justicia le condena a cinco años de prisión, condicional pero ella renuncia y obliga a los jueces a recluirla como cualquier otro delincuente que infringió las leyes. Cumple con la pena y regresa a su casa con la cara en alto, sin vergüenza, con hidalguía porque su castigo había sido por un delito que no aparecía en los códigos, por amor. Luego se entera de que Alberto está en el hospital y se acerca su muerte. Lo visita y lea deja el olor y sabor a ella y él llora con las manos sobre su rostro, estrujando, deteniendo lo que no tuvo valor para asumirlo y disfrutarlo hasta el final.

 

Sorprende esta novela por varias razones. Es una historia de amor. El tema es tan común que cualquiera podría, iniciarla a leer, decir: una novelita amorosa más. Pero no lo es. La originalidad esta en lenguaje, en la forma como estructura la obra, la sinceridad narrativa, lo verosímil del relato y el convencimiento que experimenta el lector. Sorprende el uso de la intertextualidad, el remanso que brinda la letra de los boleros que responden acertadamente las interrogantes que suscita cada situación que enfrentan los personajes. El lenguaje es riquísimo en expresividad, este es el caso de la introducción del personaje Inés, sonoro, musical. No importa que la única voz que se escucha sea la de Lucía porque la novela es personalista, subjetiva, íntima, sincera, abierta, sin prejuicios, transparente. No hay excusas para el amor, o más bien no deberían existir. Si se entiende éste como un acto de libertad, pleno, de realización, más allá del egoísmo y los cálculos sociales. Y no se crea que sea una novela positiva, acrítica, todo lo contrario, es rebelde, contestataria, crítica, pero nunca panfletaria. El lector encontrará una conciencia lúcida de la problemática social vigente, la injusticia de la justicia, la corrupción y el amiguismo pero sobre todo encontrará una actitud valiente del amor, de la mujer, de la libertad. No deseamos terminar sin agregar, aunque no sea nuestra costumbre una cita del lenguaje expresivo que ejemplifica la plurisemia del lenguaje literario.

 

"Así como se va el calor del verano y la lluvia del invierno y en otras latitudes, en el otoño mudan los árboles sus follajes, también se aquietan las pasiones".1



1 Zíder Solís, Beila. Cantocu. Unicornio, San José, 1997

 

1 Zíder Solís, Beila. Ob. Cit. p. 77.

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