Generación de 1912. Mundonovismo

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GENERACIÓN: 1912. MUNDONOVISMO

(1920-1934)

 

 

 

NACIDOS: 1875 A 1919

GESTACIÓN: DE  1905 A 1919

VIGENCIA: DE 1920 A 1934

 

 

Tercera generación naturalista. En Latinoamérica se inicia como una antítesis con la generación anterior, se afinca en la asunción del Naturalismo y asume una original expresión literaria. Su nombre lo dio a conocer el chileno Francisco Contreras, sobre todo en su novela, El pueblo maravilloso: 1927.

 

La generación de 1912 es la última del período naturalista (1890-1934) y se conoce con el nombre Mundonovista. A ella pertenece nada menos que el novelista inglés James Joyce (1882-1941), autor de la novela Ulises: 1922.  En Latinoamérica se convirtió en la generación más importante de la época moderna y se dio a conocer en el ámbito universal como la iniciadora de la novelística hispanoamericana por excelencia. Igual que las generaciones  de este período, se interesó por la temática nacionalista  más allá del pintoresquismo y el criollismo de las anteriores generaciones. Explota el mundo virgen de la naturaleza con todas sus implicaciones y hace de ésta su principal protagonista. Sólo basta citar tres de las novelas más sobresalientes: La Vorágine: 1924 de José Eustasio Rivera (1888-1928), Doña Bárbara: 1929 de Rómulo Gallegos (1884-1969) y Don Segundo Sombra: 1926 de Ricardo Güiraldes (1886-1927). Esta es la trilogía clásica de esta generación, pero a ella pertenecen otros escritores de gran renombre latinoamericano, tales como, Eduardo Barrios (1884-1963), el cuentista Horacio Quiroga (1878-1937), Alcides Arguedas (1879-1946) y Manuel Gálvez (1882-1962), entre otros.

 

Esta generación intenta crear, y en nuestro criterio lo logra, una novelística propia, desligada de la influencia directa de los escritores europeos a quienes estudian pero para aprender sus técnicas y usarlas en la temática hispanoamericana. Bien es cierto que su afán de escribir para los lectores europeos aún permanece latente. Esto los lleva  a usar  referencias y explicaciones a pie de página y dentro de la misma novela para que los lectores europeos  comprendieran el lenguaje usado por el pueblo y sus costumbres. Las novelas se llenan, a veces, de glosarios y explicaciones que le hacen perder valor literario en aras de que los lectores europeos no tuvieran que realizar esfuerzos para entenderlas. Este aspecto servil llega hasta nuestros días. Somos tajantes en ello. El escritor debe escribir su obra pensando en crear una pieza artística y si un lector no posee la cultura o la información necesaria para entenderla, es su problema. Él debe estudiar para apreciar la obra de arte y esta no debe violentarse para que éste se mantenga en su ignorancia. Un ejemplo muy significativo de esto que comentamos es el llamado Realismo maravilloso, que da inicio con esta generación y se consolida con Alejo Carpentier de la generación siguiente y la época contemporánea. ¿Para quién es maravilloso lo que estos novelistas escriben, narran, describen, en sus novelas, para los hispanoamericanos o para los europeos? La respuesta es obvia: para los europeos por que para los hispanoamericanos es lo más cotidiano del mundo, quizás hasta pasa desapercibida por ser tan natural y realista.

 

Esta generación busca  afincar los grandes temas de nuestra realidad geográfica: su gente, nuestro pueblo, nuestras costumbres, nuestros sufrimientos, congojas, luchas y el ambiente geográfico. Esta relación hombre-naturaleza será clave en esta generación, desde todo punto de vista: humana, mítica, supersticiosa, etc.

 

La naturaleza en las novelas de esta generación es protagónica y se presenta con toda crudeza, esto es lo propio de su carácter naturalista, su crudeza, su poder, su predeterminación, su aniquilamiento del hombre, su fuerza arrolladora, avasalladora. La fuerza de los ríos y las montañas y los seres que en ella habitan la hacen majestuosa y poderosa así como temible. El hombre sufre su s embrujos, su embriaguez y sucumbe a su fuerza: la llanura es devoradora de hombres, como Doña Bárbara y los ríos están llenos de pirañas y de peligros. El hombre se siente huérfano ante tanto poder natural. El espacio físico lo determina pero lo llama, lo embruja, lo seduce, lo atrae. La naturaleza se vuelve inhóspita pero atractiva. La tesis consiste en saber domarla, comprenderla, acariciarla y obtener de ella  la vida pura no contaminada.

 

En estas novelas encontraremos el uso del lenguaje regional con giros autóctonos, refranes, dichos y palabras que son propios del pueblo aunque sólo en el uso de los personajes y no del narrador que sigue siendo determinante en estas novelas y desde luego monofónico.

 

En Costa Rica, el primero que aparece en escena es Joaquín García Monge que con su relato El Moto  y su novela Hijas del Campo inicia los albores de lo que podría llegar a ser la novelística costarricense. Es el único representante de esta generación que desde muy joven (19) años  penetra en este género y da los primeros pasos con gran acierto. Lo cierto es que en Costa Rica aún no contamos,  con una generación de novelistas propiamente dicha, sino con brotes aislados, a veces sobresalientes como  Jenaro Cardona Valverde, Carlos Gagini Chavarría y Manuel González Zeledón (no escribió novelas) de la generación anterior y Joaquín García Monge de esta generación. Tendremos que esperar la llegada de la época contemporánea y su primer período (Superrealismo, 1935-1979), para asistir a la configuración de generaciones novelísticas costarricenses con  presencia latinoamericana y universal importantes.

 

En los escritores costarricenses de esta generación que escribieron alguna novela, se observan los dos grupos que se han venido señalando desde el inicio de mis comentarios y no se escribió ninguna novela de la envergadura de las citadas anteriormente (Tal vez  El infierno Verde de José Marín Cañas, pueda ocupar un lugar sobresaliente al lado de ellas, pero pertenece a una generación posterior, que tendremos ocasión de comentar). Por un lado los escritores nacionalistas, como Joaquín García Monge que desarrollan sus obras con un estricto apego a lo costarricense, sus costumbres, sus pueblos y bajo una visión crítica de la realidad. Sigue el enfrentamiento ciudad campo, lo nacional y lo extranjero y plantea la tesis de que el enfrentamiento del campesino con el progreso y la vida de la ciudad, va en detrimento del campesino. La ciudad lo envilece, lo pervierte, lo degrada. Los tiempos pasados son mejores que los actuales y la culpa se la achaca a la ciudad y sus vicios, la ambición desmedida del hombre citadino y extranjero y la pérdida de valores, en aras del  poder económico. El otro grupo de escritores se mantiene al margen de esta problemática y más bien plantea conflictos individuales existenciales, en contextos idealizados. Comentemos algunas de las manifestaciones novelísticas más sobresalientes de  estos autores costarricenses pertenecientes a la generación de 1912.

 

A ella pertenecen los siguientes novelistas costarricenses. No formaron una generación de novelistas pero pertenecieron a ella. Algunos escribieron una novela sin éxito y otros cultivaron la novela rosa o de folletín, de índole amoroso. De esta generación lo más destacable es la obra de Claudio González Rucavado, El hijo de un gamonal: 1901 y las novelas de Joaquín García Monge, El Moto: 1900 que para nosotros es un relato, Las hijas del campo: 1900 y Abnegación: 1902. Las novelas de los otros escritores que pertenecieron a esta generación, carecen de interés literario.

 

En síntesis esta generación no produjo casi nada de valor literario, con respecto a la novela. Salvo Joaquín García Monje (1881-1958), con su relato El Moto y sus dos novelas sentimentales de triángulo amoroso, Hijas del Campo y Abnegación y Claudio González Rucavado (1878-1945) con su novela, El hijo de un gamonal: 1901, lo demás fueron novelas folletinescas de  casi ningún valor literario. Por ello debemos afirmar que no ha existido, hasta ese momento, ninguna generación de novelistas costarricenses importante, como tal, y que hayan dejado un legado artístico novelesco como sucedió en otros países del continente.

 

 

Rafael Ángel Troyo Pacheco (1875-1910)

Alejandro Alvarado Quirós (1876-1945)

María Fernández de Tinoco (1877-1961)

Claudio González Rucavado (1878-1949)

Cipriano Güell Durán (1880-1967)

Joaquín García Monge (1881-1958)

Rogelio Fernández Güell (1883-1918)

Diego Povedano Amores (1883-1949)

José Fabio Garnier Ugalde (1884-1956)

Luis Barrantes Molina (1885-1952)

Joaquín Barrionuevo (1885-1941)

María Isabel  Carvajal (Carmen Lyra) (1888-1928)

Jorge Cardona Núñez (188-)

Luis Dobles Segreda (1889-1956)                                         

Euclides Chacón Méndez (1889- 1957)

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1 Comment

Hola,buen artículo,muy completo. Solo tengo una duda:cuál es tu fuente?...estoy haciendo un trabajo y m gustaria citar esta info, pero sin animo absoluto d ofender...no puedo citar sitios d internet q no esten respaldados por universidades o revistas especializadas.
Gracias..saludos!

Muchas gracias Andrea. Este artículo es parte de un libro que escribí y publiqué en el año 2005. Son cuatro tomos y se llama Las generaciones de los novelistas costarricenses, Está en la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica. He seguido completándolo y pienso publicarlo para el público en general en el año 2011. Mi nombre es Benedicto Víquez Guzmán, catedrático por la Universidad Nacional y profesor jubilado desde el año 2002. Fui profesor en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional. He publicado algunos libros, tales como Los cuentos de mi tía Panchita, modelo, género e interpretación, Cómo leer novelas y otros. Tuve a mi cargo las cátedras de Literatura costarricense y Literatura Hispanoamericana, entre otras.
Te agradezco el comentario.
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 9 de Septiembre 2009 7:34 PM.

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