Harry Wohlstein Rubinstein

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HARRY WOHLSTEIN RUBINSTEIN

(1945)

(Imagen propiedad del autor)

 

Nació en San José, cerca de la escuela Mauro Fernández, donde inicia precisamente sus estudios primarios que concluye en la escuela Juan Rafael Mora. Es hijo de emigrantes suizos.  Los estudios secundarios los realizó en el Liceo Costa Rica. Es hijo de emigrantes europeos, su padre austriaco y su madre, polaca. Llegaron a Costa Rica huyendo de los horrores de la Segunda Guerra mundial. De joven se inclinó por la organización estudiantil y como parte de ese movimiento participa en diferentes actividades políticas, tales como ocupar la cartera de Ministro de Gobernación en la administración de Rodrigo Carazo Odio. Es precisamente en la escuela de Derecho, donde se destaca con mayor énfasis. Ahí se gradúa como abogado en 1969. Luego se traslada a Nueva Cork para continuar estudios de postgrado. A su regreso, se integra a la universidad de Costa Rica, como docente en la facultad de Derecho y a la práctica privada. Ha desempeñado diferentes cargos en la administración estatal y forma parte de FUNDECOR, fundación para el desarrollo de la cordillera volcánica central. Esto lo ha mantenido ligado a la conservación, reforestación y manejo forestal en programas de educación ambiental. También se dedica a la literatura como actividad importante pero complementaria.

 

 

LO QUE HA ESCRITO HARRY WOHLSTEIN RUBINSTEIN

 

NOVELA

 

 

1. De Sarapiquí a Bruselas: 2003

 

La obra que ha escrito Harry Wohlnstein Rubinstein y que algunos han ubicado como novela, la llamó De Sarapiquí a Bruselas (Vía Zapote) y la publicó en el año 2003.1

 

No es una novela pues no reúne las características esenciales de ese género literario. Es un informe sobre un proyecto ambiental, realizado en Sarapiquí por DUNDECOR y que mereció un premio internacional. Esta organización privada tiene como objetivos proteger y promover el desarrollo sostenible del patrimonio natural del Área de Conservación Cordillera Volcánica Central, una de las once áreas de conservación de Costa Rica. Esta organización promueve la autosuficiencia económica de los parques nacionales e impulsa actividades privadas y sostenibles en las áreas de amortiguamiento.

 

Esta obra recoge una experiencia particular realizada en Sarapiquí y utiliza una profesora de ciencias naturales, en el colegio de Puerto Viejo, Coralia Carranza. Después de sufrir una especie de culpabilidad por no realizar actividades sociales verdaderas que fueran de impacto en el pueblo, decide iniciar un proceso positivo en ese sentido, a través de sus estudiantes. Los lleva a una excursión-laboratorio para que admiren y aprecien el bosque y todo  el entorno natural que implica. Gracias a ello recibe, en un informe, la confesión de una joven, de la historia familiar, sus esfuerzos, desvelos, alegrías y fracasos. Movida por esa ejemplar historia le ruega a la muchacha que invite a su padre para que visite el aula y cuente a sus estudiantes, con lujo de detalles, esa biografía. Así lo hace Shirley y, a través de su madre, Rosita Salas, convencen a su padre Gilberto Quintero para que realice el proyecto.

 

Esta historia familiar la empieza a narrar Gilberto, pero poco después de iniciada, la continúa el narrador-autor. Tiene varias violaciones de lo verosímil. Lo primero que observamos es una contradicción entre la preparación académica de los esposos, Gilberto y Rosita, son de extracción campesina aunque se conocen en una fábrica de maquila en Belén de Heredia. Habían salido de sus pueblos, él de Salamanca, y ella de un pueblo, no identificado. La condición para casarse fue interpuesta por Rosita: volver al campo. Él lo acepta y se dirigen a Puerto Viejo de Sarapiquí, donde unos  familiares. Ahí viven dos años, hasta que deciden, con un hijo de dos años y otro en el vientre de la mujer, entrar a la montaña, como precaristas y abrir una parcela, con otros campesinos del lugar. Trabajan durante varios años, cultivan la tierra, talan los bosques, venden maderas, introducen las motosierras, los tractores y  poco a poco construyen su pueblo, sus casas, y sus productos agrícolas. Llegan los madereros y compran las tucas y les dejan unos cuantos colones por su trabajo. Todo ello en tierras sin titulaciones, ilegales, y con un futuro de subsistencia. Es precisamente, cuando los hijos mayores se dedican a esas actividades, cuando Rosita visita a los miembros de FUNDECOR y recibe asesoramiento para un proyecto sostenido ambiental. El éxito de ese proceso motivó que la casa presidencial, en Zapote, invitara a esa familia para homenajearlos y el Rey de Bélgica, Alberto II, les otorgara un premio. Gilberto fue a Bruselas a visitar a su tocayo y el informe termina con su regreso a Costa Rica y los chocolates que trajo de ese viaje.

 

Decíamos que el relato es llano, causal, lineal, ameno, un tanto ingenuo, sin intención literaria. Más bien se puede observar un interés publicitario de un logro institucional privado muy merecido. Los personajes, campesinos, realizan funciones que van más allá de sus posibilidades académicas. Son precaristas pero ese aspecto se disimula. Entran a la montaña con niños muy pequeños y ella con un parto por venir. Posiblemente, no aparece en el texto, se fueron a la ciudad por no encontrar posibilidades económicas en el pueblo, ninguno de los dos. No tienen ninguna preparación académica. Su conciencia acerca de la importancia del cuido y trato del medio ambiente, no tiene una motivación aparente en el texto. Su crisis emocional, casi al final de la historia, por haber destruido la naturaleza, es sorprendente, casual y  después de muchos años.

 

No obstante estas limitaciones, pensamos que la obra es importante para la educación de los ciudadanos, sin importar la edad y su condición y las autoridades políticas deberían tomar esos ejemplos para llevarlos a la práctica, no en casos aislados sino en políticas generales. La tierra debe entregárseles a campesinos que se comprometan con esas medidas, y no a trasnacionales que destruyen el medio ambiente y contaminan el agua, envenenan los ríos, destruyen la naturaleza y la vida animal, vegetal y humana. Ejemplos de ello los tenemos, desde hace muchos años. Desde niño vivía cerca de un río, hoy estercolero, llamado Quebrada Seca, en San Joaquín de Flores, Heredia y era refugio de peces, flores, árboles y aves, hasta que se construyó un beneficio de café, en San Rafael de Heredia y echaron los desechos al río. Esto lo convirtió, hasta hoy, en una cloaca. Nadie ha podido parar la contaminación, los intereses económicos y políticos son superiores a la vida humana. La historia de este río es la misma de todos los que aún existen en la Meseta Central o Valle Intermontano. La minería al cielo abierto es otro ejemplo, así como la falta de tratamiento de los desechos de los cítricos y así podríamos llenar páginas y páginas que afligen nuestro espíritu, contaminan el ambiente, venden nuestra patria y destruyen la vida del planeta


1 Wohlstein Rubinstein, Henry. De Sarapiquí a Bruselas (Vía Zapote). Ed. Corporación Litografía Internacional, San José, 2003.

 

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