José León Sánchez Alvarado...cont.

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Tres historias que se cruzan, se entretejen, entrelazan, se estructuran en una sola: el poder político y económico de un grupo y el exterminio del pueblo, no importa si este pueblo es indígena, blanco, negro, mandinga (nombre genérico que se emplea para denominar al grupo lingüístico principal de África occidental o a los pueblos que hablan esas lenguas. Este grupo, que se desarrolló con los imperios de Ghana y de Malí, está presente en África occidental, desde Mauritania a Nigeria, en Guinea y en Liberia. Corresponde al área de extensión del comercio ejercido por los dyula, los comerciantes del imperio de Malí.) Y los, mestizos.

"Para Nicoya quedaba un negro: grande, alto, casi no hablaba el castellano, pero le sobraban las energías, y en la hacienda del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo sirvió como padrote. Y hasta su cuarto le llevaban todos los días tres o cinco indias. En tres meses cubrió a todas las indias de Nicoya, tanto a las chorotegas como a las aztecas; después le volvieron a llevar a las mujeres que no quedaron preñadas hasta que lo logró. Y cuando todas las mujeres de Nicoya fueron habilitadas por ese negro mandinga, entonces se lo llevaron para Rivas, porque el negro destinado a Rivas murió de un hartazgo de carne de caballo y atol".1

 

A este hecho se explica el color de los nicoyanos y sus rasgos físicos de hombres y mujeres, según el autor.

La novela no solo desmitifica la historia oficial con respecto a los indígenas, los negros, los blancos pobres, nacidos de españoles criollos o de éstos con indias porque casi nunca las españolas tuvieron hijos con indios o negros. También desmitifica el machismo, el ultraje a la mujer en general y la indígena y negra en particular, la religión y la corrupción de los políticos en el gobierno. No sabemos si las referencias tan directas a personajes de la política y farándula nacionales, los abogados, comentaristas de televisión, directoras de escuelas universitarias, sean oportunas para dar relieve a lo narrado. Lo verosímil del relato no necesita de citas a pie de página y ese recurso, aunque muy valiente y directo, bien podría empobrecer la calidad literaria. Quizás sea necesario para lectores poco informados pero en todo caso la obra no debe ser complaciente con los lectores sociales sin preparación. Este hecho tan generalizado en nuestro medio hace que los lectores confundan la realidad del texto literario, su verosímil, con la verdad histórica, real de los contextos que sirvieron al autor para crear su propia verdad o realidad. Muchos escritores han incurrido en esta confusión y testigo de ello es la famosa "Cocoricada" surgida en nuestro medio literario, donde injustamente se trata de aplicarle el ostracismo (Santa Inquisición) a ese hermoso cuento de don Joaquín Gutiérrez Mangel, poniendo al descubierto un craso desconocimiento de la naturaleza de la obra literaria, hasta en escritores como Anacristina Rossi, Fernando Durán y Quince Duncan. Si se aplicara esto a esta novela, también recibiría el mismo trato.

Dice el narrador:

"Y en una mañana del ayer lejano, Cecilia, la niña Cecilia, se despertó cuando la hermana Caridad hizo repicar las castañuelas de su petaca.

Y en esa mañana del ayer lejano en el Hospicio de Huérfanos, localizado en una orilla de la ciudad capital, Cecilia siempre recordará el seudo-miedo que le cogió de repente.

Evocaba como hoy, como ahora, como ya, cuál fue su proceder. Se tiró prácticamente de su camón de tablas - orinadas de anoche como siempre- y corrió llena de asombro hasta donde estaba sor Caridad:

- Hermana, hermana, está quemada, una niña se ha quemado...

Y halando el delantal oscurote la hermana Caridad, que corrió tras ella, llegaron al camón donde una muchachita medio despierta que tampoco salía de su asombro.

- Vea hermana, se quemó, se quemó...

- Sí, sí, está quemada - repetían a coro las otras niñas huérfanas del Pabellón Azul.

- No, no está quemada, es que es así...

- ¿Pero cómo hermana, cómo una niña va a ser así?

Y después del susto, Cecilia, la huérfana, cayó en la cuenta de que la niña que amaneció junto a su camón de tablas, no era la (sic) que se había quemado. Era negra y nativa de Limón."1

 

 La tesis de la novela se intuye, ¿Será posible la interrelación, la convivencia entre grupos étnicos distintos con el respeto a sus propias diferencias, a sus pluralidades, especificidades? Y con ello, si la respuesta es afirmativa, al cambio fecundo, enriquecedor, creador, realizador. Transformación dentro de la libertad, la igualdad y nunca la imposición, el aniquilamiento, la muerte.

La novela va más allá de la simple descripción, narración, exposición, vivencia, de un pueblo; es la denuncia, con rabia, con dolor, de un grupo poderoso, aquí y fuera de aquí, corrupto, demoledor, inescrupuloso, deshumanizado e inhumano, sediento de poder, dueño de vidas y haciendas, terrorista, maquiavélico, hitleriano, genocida pero amparado a la ley, su ley, el dinero. Es la tragedia latinoamericana, la guerra no declarada, el terror entronizado, el miedo, el silencio, la agonía de estos pueblos sin voz acallados por la religión de los blancos, porque a pesar de que en algún momento el narrador afirma que la religión2 no tiene poder político eso no es cierto, lo tiene y se le paga para consolar a los pobres y mantenerlos bajo esa estructura de consolación que afirma que ésta no es la verdadera vida sino la venidera, después de la muerte, los medios masivos de incomunicación y desinformación o información interesada, la educación formal que se empeña en desconocer la verdadera historia de los pueblos y se empeña en mostrar y obligar a las estudiantes a repetir la historia oficial de la pantomima, del carrusel, de la trágica comedia, del maquillaje, de las promesas, de las mentiras o los énfasis de obras que ocultan los muertos en su construcción, la explotación, el precio en regalías, servilismos, las compensaciones. ¿No es esto acaso lo que hoy denuncia algún diputado sobre el financiamiento de la campaña del presidente en ejercicio? ¿No son los mismos de antes con nombres diferentes?

 

Nos complace que José León inicie el camino de la literatura  polifónica con esta novela, con esas líricas descripciones de la naturaleza, con ese doble misterio de la creación y realización del hombre más allá de sus penalidades cotidianas, con esa firmeza y fuerte voz de llanto, de dolor, de rebeldía pero perfumada con el aroma del indio, del pueblo, de la rosa, de la flor, del fruto, del contraste, del arcoiris. No importa que por ahí se asome una "picadura de serpiente" o un personaje idealizado más allá de lo verosímil, de la referencia. Nos imaginamos las carcajadas, si leyó la novela, de Julieta Pinto. Además el tratamiento del asesinato del presidente, a pesar de realizarse con tanto esmero y tecnicismo, fracasa (esto también es risible) porque la esposa del coronel, cambia de camposanto para depositar sus restos. Es una salida jocosa y nada verosímil. Esas inconsistencias se pueden obviar si al final la obra brilla con luz propia.

 

Por último es necesario agregar un comentario acerca del estilo, del uso del lenguaje de este escritor, sobre todo cuando describe y  narra acontecimientos relacionados con los indios. Es una técnica que emplea en todas sus obras que tratan esta temática.

 

El lenguaje se torna cortado, ritual, evocador, de estructura preferentemente bimembre, con predominio de imágenes y símbolos. Es el tipo de lenguaje de los libros sagrados y lo encontramos en casi todos ellos. La razón es sencilla. Es producto del recuerdo, de la memoria, individual y colectiva. Los mitos, las leyendas, todo el conocimiento y con él la historia, se transmitió en forma oral. Los padres heredaron ese conocimiento mítico a sus hijos y estos a sus hijos y así sucesivamente hasta que fue convertido en escritura. José león lo sabe muy bien, por eso evoca la imagen del patriarca, sentado en una piedra, evocando a sus antepasados, transmitiéndoles ese conocimiento, con palabras, imágenes, gestos, ritos y así trata de impregnarlo en la escritura. Este estilo se perfila más en su novela Tenochtitlan.

 

"Yaxal Chac, Lluvia-verde, es la cara del katun que dominará en el cielo. Bajarán abanicos del cielo, bajarán enramadas de hojas del cielo, bajarán ramilletes perfumados del cielo. Sonará el tabal, sonará la sonaja. Ah Bolon Yocteil, el -neve-de-la-pata--de-palo, Ah Buluc Ahau ti Tocte Tock, el-once-señor--pata-de-palo-pedernal-,..." 1

 

"Años vendrán de langostas, años fieros de lluvias fingidas, de lluvias de hilos delgados, escasa. Guerras y apedramientos. Suspendidas estarán las vasijas de barro durante la carga de soporte la generación de Maax, Mono, cuando haya llegado el juez del cielo a cargar el katun y haga doler durante siete años las hojas del silil y haga arder con fuego de llamaradas los cuernos de Yuc, Venadito, en Ichcaansihó, Faz-de-nacimiento-del-cielo."   

 

"El asceta Valmiki interrogó a Narada, versado en el ascetismo y en la ciencia de los Vedas, príncipe de los oradores y toro de los munis: ¿Cuál es actualmente, en este mundo, el hombre virtuoso, el hombre fuerte, justo, agradecido, verídico, firme en sus decisiones? ¿Cuál aquél cuya conducta es noble? ¿El que sabe hacerse útil a todos los seres? ¿El sabio, el hábil a quien acercarse es siempre agradable ¿Quién es el que, dueño de sí mismo, doma su cólera; el lleno de gloria, el extraño a la envidia, y de quien los Dioses mismos temen el enojo en el campo de batalla? Quiero saberlo, pues me interesa más que toda otra cosa. Y tú, ¡oh gran asceta!, puedes hacerme conocer a tal hombre.

Narada, para quien los tres mundos no tienen secretos, oyendo estas palabras de Valmiki, le dijo consintiendo gustoso en instruirle: "Las numerosas cualidades, difíciles de adquirir, que acabas de enumerar, ¿oh Muni!, te diré, pues lo sé, qué hombre las posee; escucha: Un vástago de la rama de Ikshvaku, llamado Rama, ilustre entre los hombres."1

 

"El Tiempo había nacido, porque el Tiempo nació al hacerlo la primera criatura, y Luonnotar no era la primera criatura. Luonnotar era una virgen, una hermosa virgen hija de Ilma. Su vida se deslizaba hacía mucho tiempo casta y pura. ¿Cuánto? Esto no se sabe porque no lo dijo el runoia que la creó. Porque los dioses, sus hijos y cuanto pertenece a ese maravilloso más allá, que está por encima de lo puramente terrenal, dominio es del incomparable arte de los poetas, y éstos, a veces dejan creaciones incompletas para que los demás hombres discurran sobre ella. Pero lo que sí nos dijo el que hizo a Luonnotar casta, pura e hija de Ilma fue que vivía en medio de las vastas regiones del aire, recorriendo, por hacer algo, los espacios inmensos de la bóveda etérea."1

 

"Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la carne. Pero vieron que nos estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener.

Y dijeron el Creador y el Formador. Bien se ve que no puede andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron.

Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida dijeron:- ¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien nuestros adoradores, nuestros invocadores?

Así dijeron cuando de nuevo consultaron entre sí: -Digámosles a Ixmpiyacoc, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú: ¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! Así dijeron entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Izpiyacoc e Ixmucané."

 

Y después de fracasar con los seres creados de madera, el Hacedor y el Formador decidieron confeccionarlos de granos de maíz.

 

No es necesario hacer comentarios. Los textos reflejan un narrador, un aeda, un transmisor del mensaje y un lenguaje ritual, alegórico, casi nominal, evocador, mítico, portador de la verdad, intermediario, sacerdote, sabio, mesiánico. Brindamos algunos datos obtenidos de la enciclopedia Encarta 95, con el fin de que el lector tenga información de cada uno de los libros sagrados citados.

 

La quinta novela que escribió fue Tenochtitlan y la publicó en1986.2

 

Es una novela histórica, pero de la intrahistoria, de la historia no oficial, recibió el premio Nacional de novela y Áncora, 1987. Narra los acontecimientos bélicos de la llegada de Hernán Cortés a México y la toma violenta de la ciudad de Tenochtitlan. José León investigó durante varios años la historia de esa brutal matanza, sobre todo en la llamada Noche Triste, las crónicas de la época, desde principios del siglo XVI, allá por el año 1518. Casi sigue un orden cronológico, con  pocas desviaciones al pasado inmediato y ninguna hacia el futuro. Es una narración causal y dirigida totalmente por un narrador protagonista y testigo, es parte de la historia que narra, en el primer capítulo y luego toma la palabra un narrador omnisciente que valora y con sus propios puntos de vista, va presentando y describiendo los hechos, los personajes, sus pensamientos, ideas, cultura, deseos, como una sola voz. Desde una misma perspectiva. En el capítulo X, vuelve a narrar desde una perspectiva protagónica, casi como testigo, como un guerrero. Pero el que narra sabe más que un protagonista o un testigo:

 

"Hernán Cortés se había presentado frente al gran muro de piedra que rodeaba a la nación de Tlaxcala y que tenía una hechura extraña, en forma de laberinto. Ya desde lejos Cortés había oteado árboles y ramas cruzadas en el camino que indicaban que ingresaba en tierras enemigas de los aztecas".1

 

Quien dice esto es, a todas luces un narrador omnisciente, no puede ser ni testigo y menos protagonista. Esta mezcla utilizada obedece a una sola voz, aunque se utilicen tres diferentes, es sólo formal. Y lo que señalamos en la presentación del autor cobra sentido. Hay una fuerte carga narrativa depositada en el narrador omnisciente muy cercana al autor.

 

El inicio del capítulo XXV es otra muestra de lo expuesto.

 

La novela la inicia con la celebración en la ciudad de Tenochtitlan, no sin antes recrearse el narrador en el lago Texcoco, la calzada y otros sitios que contrastarán con el final de la novela, cuando se vestirán de rojo y se llenarán de cadáveres, de los actos solemnes en honor del supremo dios Quetzalcoalthl, la serpiente emplumada. En ese momento se recibe noticia de que por el Atlántico, llegan enormes montañas flotantes. Aquí comienzan los innumerables acontecimientos y descripciones, que van desde el asombro de los nativos por los caballos, perros y blancura de su cabello, hasta las raras armas que portaban. Al principio Hernán Cortés es recibido como el dios esperado, pero poco tiempo después los indígenas, dirigidos por Montezuma, se percatan de las verdaderas intenciones de los visitantes y comienzan los acontecimientos bélicos. La novela es rica en pormenores de cada uno de los acontecimientos, describe los espacios y los personajes de ambos bandos más importantes, hasta la toma de Tenochtitlán, por Cortés en la Noche triste y la descripción de la muerte del jefe guerrero más importante y la matanza de los guerreros indígenas. No escapa al narrador la censura a los curas españoles que facilitaron y justificaron el genocidio en nombre de dios, como algo necesario para convertir a esos "bárbaros" a la fe católica.

 

Cabe señalar que el autor trata por todos los medios de presentar la caída de Tenochtitlan, desde la voz de los nativos, los derrotados y esto es importante, pero a nuestro juicio, no logra dar vida, objetivar, independizar la voz de cada personaje. La fuerza del narrador-autor es tan fuerte que impide su misma propuesta. Es un canto, un poema épico al indígena azteca. La voz de los olvidados, el canto al origen, la rebeldía, la resistencia, la fuerza, la naturaleza contra el usurpador, la violencia, la violación, el engaño, la usurpación, la ignorancia. El poder de la fuerza, las armas, la cruz y la espada contra el aire, el agua, el fruto, la convivencia, el amor. Y por último, canto a la mujer indígena, por su valor, firmeza, entrega, fuerza, permanencia. Énfasis que se realiza reiteradamente en las obras de este autor.

 

Campanas para llamar al viento fue su sexta novela y la publicó en 1986.2


Es otra novela histórica que tiene como personaje principal un monje español, Fray Junípero Serra (1713-1784), en México. Este monje español sirve de centro para desarrollar toda una atmósfera religiosa propia de la época renacentista y la Edad Media. Se describen la vida de santos, mártires, personajes relacionados con la Biblia, como el caso narrado en el libro Los Jueces, sobre la matanza de todo un pueblo y la guerra entre hermanos por la violación y muerte de una concubina y la venganza solicitada por su marido al pueblo de Jerusalén contra Benjamín, la vida de San Francisco de Asís, la niña del cuervo que fue quemada por considerarla bruja y muchas otras historias que dejan al descubierto dos aspectos fundamentales en la novela: por una parte la humildad, el amor, la entrega, la solidaridad de algunos mártires de la fe católica y por otra la crueldad, la violencia, el crimen, el genocidio, la insensatez, el fanatismo y dogmatismo, la imposición, la esclavitud, la violación, etc. de la estructura formal, oficial de la religión y algunos, no pocos representantes de ella, sobre todo en la "pacificación" de los pueblos de América. No se concreta el narrador a describir la vida de fray Junípero y  su función en la Alta y Baja California, sino que describe la vida cotidiana, las funciones y relaciones de los monjes en Europa, Japón y América, para citar solo los más importantes. Esta amplitud de mundo abarcado y la complejidad de la problemática utilizada, ofrece una obra densa, morosa, erudita, meticulosa, especializada que desalienta al lector desinformado o desinteresado de esa temática.

 

La novela tiene un hilo constructivo importante en el símbolo de la campana y su relación con el libro sagrado de los quichés, el Popol Vuh. Es como la clave para su lectura. La campana tiene un proceso igual que la creación del hombre americano. Primero se construye de barro, luego de madera y después de bronce, al igual que los indios entendían la creación del hombre hecha por El Hacedor y El formador (los abuelos) primero de barro, luego de madera y por último de granos de maíz. Así la novela toma al fraile Junípero y a través de él da cuenta de estos tres momentos del símbolo llamado la campana, mientras que la génesis de los pueblos, su desarrollo y formación se dan en íntima relación con él, su concepción religiosa del mundo, con respecto a los indígenas que habitaban esas regiones. A pesar de que desde el principio fray Junípero pretende evangelizar a los nativos pacíficamente y a fe que lo logra en gran medida, por lo menos desde su propia concepción de la religión y su papel en este mundo pero es testigo, partícipe, cómplice de grandes actos de violencia, de tortura y brutalidad. Los fines cristianos no son justificantes de los actos brutales con que los militares, la Inquisición, hacían aceptar sus códigos morales, espirituales, a los indígenas. Es tan genocidio destruir la vida de un pueblo por imponer la fuerza y el poder militares, pero es peor, ese genocidio, si es por imponer una cultura diferente a las nuestra. No hay razón alguna para eliminar de golpe, por la fuerza, la imposición, la destrucción, la privación de la libertad, a un pueblo que piensa diferente a otro. Esto lo entendió muy bien el discípulo amado de fray Junípero, Nopoloo y Marisú y por qué no, la decisión de sor Águeda de vivir con el Monge  Miguel José y ¿qué de la vida de Beleida? Nopoloo y Marisú se convierten en los rebeldes por excelencia. Se enfrentan no solo a las prédicas de los frailes sino a la fuerza del militar Rivera y les hacen sufrir en carne propia las torturas que ellos hacían en nombre de Dios, cuando caían bajo sus dominios.

 

Los asesinatos, las torturas, los juicios por apostasía, las incineraciones, la rapiña, el robo de las tierras, la esclavitud, la venta de indios, no son y nunca podrán ser medios para imponer una cultura, una religión, una ideología, a un pueblo. Es preferible morir a sufrir tales vejámenes. El ejemplo de fray Junípero, su sacrificio infinito, su apego al dolor, casi colindante con el masoquismo, su amor a una empresa religiosa, su muerte angustiosa, su entrega al ideal cristiano y su orden, todo ello aunque noble y asombroso, caen por tierra al ser cómplice, tolerar, ser juez de la Inquisición, infringir torturas contando los azotes del acusado aunque él no los diera. Fue artífice, cómplice, partícipe de la destrucción de los pueblos indígenas, por omisión y acción y sus buenos deseos no bastan para justificar uno solo de esos inhumanos actos.

 

Las religiones del mundo, todas las conocidas y atestiguadas en los libros sagrados, de una manera u otra ofrecen una cosmovisión de los pueblos, de sus culturas, sus creencias, sus organizaciones, sus programaciones permanentes y en todas se ofrecen los tres elementos básicos de ellas: la génesis, su desarrollo o formación y su establecimiento y consolidación. Ahora bien las religiones todas han estado cerca del poder, político y económico, por lo menos en sus estructuras formales organizativas. Algunas de ellas se mantuvieron muy ligadas al hombre y la naturaleza que les rodea, otras, como la religión cristiana, trascendió lo terrenal para crear otra instancia más allá de la humana. Así ésta no sería más que un tránsito para llegar a la verdadera vida que está en el más allá. La cosmovisión de los indios americanos pertenece a las primeras, las que explicaban los hechos, los fenómenos naturales cercanos, los conocidos. Así la lluvia, el sol, la tierra, los granos, los animales y el hombre y sus relaciones cobraron importancia entre ellos. Los dioses están aquí, en las profundidades de la tierra o en las misteriosas aguas del mar, en los aires, pero se relacionan con ellos y les dan poderes para su bien, los guían, les den los secretos de las hierbas para curar las enfermedades, para conocer los tiempos, las estaciones, los caprichos de la naturaleza, por ello su principal objetivo era respetarla y vivir en paz y armonía con ella. Esto está en el Popol Vuh y por ello lucharon sus héroes y esta cultura, así simplificada, fue la que destruyeron los españoles para crear otra completamente diferente, opuesta.

 

La novela de José León Sánchez, a veces tediosa, demasiado morosa, descriptiva, erudita, infinitamente informativa, cumple con esta máxima: desnudar la imposición, con amor y sacrificio, es cierto, de una cultura extraña, sobre otra natural, propia, auténtica, y a fe que lo logró, a pesar de las consecuencias tan funestas. Campanas para llamar el viento, llamar el dolor, el silencio, la nada, el odio, la crueldad, la destrucción.

 

La séptima  novela que ha publicado José león Sánchez la llamó ¡Mujer...aún la noche es joven! y la publicó en el año 2001.1

 

Es una novela que utiliza el personaje histórico y artístico del cholo mexicano Agustín Lara como punto de partida. Es lineal y logocéntrica. Tiene un original inicio. Consiste en un diálogo entre el autor y el difunto Agustín Lara. Después de un rico diálogo entre ellos se abre el segundo capítulo con la narración de la autobiografía del Maestro, con muy breves interrupciones del oyente o entrevistador, que no es otro que una especie de simulacro del autor, incorporado en el relato. Es obvio que tanto el narrador protagónico como lo narrado, su verdad biográfica como el lector interior, son ficticios, pero como estrategia técnica de la narración no solo es válida sino importante. Le da un mayor grado de verosimilitud. Es una lástima que el narrador, Agustín Lara no privilegie, en conjunto con el interlocutor-autor, la narración sobre la descripción. La novela tiene pasajes bien logrados al respecto como cuando el narrador expone la compra de una india a una vieja taimada o cuando le da la palabra al personaje Concha y ésta narra su adolescencia en los colegios de monjas y el tipo de educación que recibían, para ser útiles a los hombres y a los patronos.1 La descripción en general se privilegia demasiado y al igual que en las otras novelas se torna, a veces pesada, densa, meticulosa y pierde en atracción, captura del lector social, acaparamiento e impide que la novela, en ciertas partes, atrape al lector. El balance de la novela, no obstante no es tan desigual y permite, gracias a las historias intercaladas de las mujeres relacionadas con Agustín y los tipos de narrador, obtener una novela histórico-social importante, tanto por los logros  literarios como la importancia y el trato de los temas históricos y sociales de los años que van desde 1900, fecha del nacimiento de Agustín, hasta 1970 cuando murió.

 

La novela inicia desde un presente enunciativo actual y da la palabra al sujeto del enunciado para que comience su biografía. Así se remonta hasta su niñez, sus precarios años de infancia, su iniciación en la vida y la música al lado de del patrón vendedor en un trabajo de ayudante del pícaro embustero, tocando el tambor o como cantante nocturno del salón, Las nalgas de Eulalia, todo intercambiado con aventuras callejeras y desavenencias con su padre militar, venido a menos en las milicias y los tiempos de Benito Juárez y las largas descripciones del México de esos tiempos, intercambiadas también con los primeros amores y la relación con la Concha Michel.

 

La novela es un largo viaje del personaje Agustín Lara del Pino por la historia de México, de los años veintes hasta los cuarentas, con interrupciones hacia el pasado, reiteraciones, descripciones, retratos, encuentros y desencuentros y la vida personal del hombre y sus relaciones con mujeres, amigos de farándula, contratistas, compositores, pintores, vivencias, amores, frustraciones, juegos, pasiones, canciones y la historia de la farándula: la radio, el disco, el cine, el teatro, y muy cercano en el tiempo la televisión. También se asiste a viajes físicos, Cuba, Estados Unidos, España, Francia. Es un recorrido multifacético en varias direcciones, en el tiempo, en el espacio, en la intimidad, en la música popular mexicana, el disco, el cine y la radio. El centro es la figura de Agustín Lara pero alrededor de él gira ese macrocosmos englobante que lo determinaron y del cual él dejó su huella, como compositor, organista, cantor o intérprete (malo). Se abre el velo de la explotación del artista popular, la pobreza de ellos antes del éxito, los oportunistas del poder económico que explotan al artista, la vida de miserias, los engaños y traiciones, la falta de reconocimiento a los derechos de autor que hoy casi permanece igual y la exaltación hasta la locura del intérprete sobre cualquier otro miembro del espectáculo, también igual que hoy.

 

Los matrimonios y mujeres de Agustín Lara, verdaderos o fingidos forman una larga lista, cinco de ellos incluyendo a la María Félix e incontable desfile de mujeres ocasionales, su código de don Juan, las rosas, las palabras arrullantes al oído, hacer  y decir lo que ellas esperan, con palabras o canciones, gestos o rituales, confesiones y juramento, etc. Nada desconocido pero sí al servicio de una misma causa conquistar mujeres y disfrutarlas sin más ni más, sin importar el tiempo ni los resultados, en un vivir el presente sin exigir casi nada, solo su amor y si éste desaparecía, ya vendría otro. ¿Impotencia?, ¿Soledad? o... No se dice que tuviera hijos a pesar de que duró en relación amorosa por largos períodos con algunas de ellas.

 

El autor se apasionó mucho con la figura de Agustín Lara, ya desde novelas anteriores era frecuente encontrar citas de este afecto, y la novela que le dedicó es su mejor testimonio. Pero nos queda, al final, la duda  de sí Agustín Lara, aparte de ser un excelente compositor y creador de canciones populares de gran éxito, a pesar de que ninguna de ellas esté en los diez primeros lugares del repertorio mexicano de la canción, fuera una figura universal sobresaliente. Pareciera que no y las enciclopedias apenas dan un cuarto de página para reseñarlo. Le dan más importancia a María Félix. De lo que sí estamos seguros es que de la vida privada, de su vida íntima, se puede crear más de una historia importante, por vital, persuasiva, contradictoria, carnavalesca que sobresale de las figuras corrientes de la farándula, sin llegar a nada extraordinario.

 

Al final nos queda la duda de si la novela despeja el velo de la ¿intimidad? de ese personaje o más bien es un pretexto para mostrar la vida social e histórica del México de los años veintes o si fuéramos más complacientes, de ambas. Tal vez valió la pena el esfuerzo, pues la novela experimenta grandes avances e importantes logros en el tratamiento estructural y el lenguaje, a pesar de mantener la abundante descripción, la morosidad y la reiteración temática, tal vez innecesaria.

 

Por último debemos aclarar que la vida individual no puede estar por encima de lo colectivo, histórico y social. España no podrá olvidar los genocidios hechos en América y menos los americanos. El hecho de que los españoles de ahora no tuvieran nada que ver con la conquista, no los libera del daño histórico que realizaron sus antepasados. ¿No es que se busca en el pasado la identidad del presente? No todos los españoles podían venir a nuestra tierra a imponer su cultura con los rezos y dogmas, espadas y caballos, pero lo permitieron y fueron sus trasnochados e incultos reyes, antes y ahora, los que condujeron esos crímenes de lesa humanidad o es que también ¿deben salirse de la culpa los norteamericanos de lo que realizan los gobernantes del reino de la globalización y la guerra? No es, por nuestra parte un grito de venganza ni de odio, ni siquiera resignación o perdón, se trata de fijar los mandatos de la historia y la verdad (aunque humana) de los hechos realizados por los gobernantes y tolerados y a veces aplaudidos por sus pueblos.



1 Sánchez Alvarado, José León. Ob. Cit. pp. 310-311.

 

1 Sánchez Alvarado, José León. Ob. Cit., p. 87.

2 El costarricense es fanático, supersticioso, escasamente religioso. Es el rito, las promesas, las ofertas, los premios, el bienestar fácil,  quienes mueven su conducta. Esto hace que las estructuras o programaciones permanentes de consolación motiven su conducta y hasta la justifiquen. La religión es una de ellas, los juegos de azar otra, la política (quería), y todos los mitos que se crean a su alrededor. Es el lado irracional de la ignorancia el que ocupa mucho espacio en el decir y algunas veces en el hacer del costarricense. Un ejemplo lo encontramos en el mismo José León, los "católicos" no le perdonan el robo de la "negrita" que alguna vez fue blanquita, antes de lavarla con  perfumes, y hasta se dejan decir (lo hemos escuchado) que el equipo de fútbol, el cartaginés, no gana un campeonato porque José León aún no ha muerto.

1 El libro de los libros de Chilam Balam, Fondo de Cultura Económica, México, 1969, p. 49.

1 Valmiki. El Ramayana. Clásicos Bergua, Madrid, 1963, p. 95.

1 El Kalevala Clásicos Bergua, Madrid, 1967, p. 25.

2 Sánchez Alvarado, José León. Tenochtitlan. Ed. Grijalbo, México, 1986.

 

1 Sánchez Alvarado, José León. Ob. Cit., p. 109.

2 Sánchez Alvarado, José León. Campanas para llamar al viento. Ed. Grijalbo, México, 1987.

 

1 Sánchez Alvarado, José León. ¡Mujer... aún la noche es joven! Ed. La Buganville, España, 2001.

 

 

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