José León Sánchez Alvarado 1.

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JOSÉ LEÓN SÁNCHEZ ALVADADO

(1929)

 

José León nació el día 19 de abril en  Cucaracho de Vara Blanca,  provincia de Heredia, en 1929. Es el último hijo de Ester Sánchez Alvarado, de una familia de mujeres. A los diez días de nacido su madre (no tenía padre reconocido), lo regaló.

 

Lo internaron desde pequeño  en el Internado del Hospicio de Huérfanos hasta los siete años. Luego  fue recluido en el Reformatorio de Menores San Dimas, hasta la  edad de 14 años. Ahí aprende la educación de los desadaptados sociales. Huyendo de este lugar deambuló por las calles  josefinas y algunos países de América Central y aún en México.

Ingresó a Costa Rica a los  19 años de edad.

 

En compañía de unos delincuentes se le relacionó con un delito y se le sentenció a 45 años de cárcel. Sus compañeros fueron declarados inocentes y él recibió  el peso de la ley. Se trató de un robo en la Iglesia de la Virgen de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, donde hubo  un muerto. Después de muchos años, hoy José León, está presentando un recurso ante la Sala Cuarta para revisar su caso, a pesar de gozar de libertad desde hace muchos años.

 

Después de la sentencia fue internado en un calabozo de seguridad por nueve meses, en 1950 y luego fue trasladado al presidio de San Lucas, una isla  que sirvió durante muchos años de presidio en Costa Rica. De ella se fugó y fue vuelto a capturar. Por ello fue  encerrado  en una celda de máxima seguridad durante cuatro años en la Penitenciaría Central de San José, hoy Museo del Niño.

 

También se fugó del penal, después de 17 intentos, el día 28 de noviembre de 1954.

 

Se unió a un grupo revolucionario que se oponía al Presidente José Figueres Ferrer en  1955. Cayó herido en el campo de aterrizaje  de Aviación Civil de Sardinal, en febrero del mismo año.

 

Fue trasladado  poco después a la Penitenciaría. Ahí pasó mueve meses encerrado en un calabozo. Permanece en muletas por varios años.

 

En 1956 hace amistad con el capellán  de la Penitenciaría, el Presbítero Carlos Humberto Rodríguez Quirós, exarzobispo de Costa Rica. Esta relación fue parte fundamental de la renovación personal de José León.

 

En febrero de 1959, el hampa organizada de la Penitenciaría lo condena a muerte por considerarlo traidor a los intereses de los penados. No  gusta a ellos la amistad de José León  con personas como la de este sacerdote.

 

El Colegio  de Médicos y Cirujanos de la Habana, Cuba, le confiere en 1959 un Pergamino de Honor y Medalla de la Cruz Roja Cubana por organizar un club de Donadores de Sangre, un solo de los hospitales de La Habana. Además fue fundador del Primer club de Donadores de Sangre en Costa Rica.

 

El Papa Pío XII le concede una Bendición  Especial que le fue entregada por el Presbítero Carlos Humberto Rodríguez Quirós, por su labor como Secretario Interno de la Liga Espiritual Católica para la Asistencia del Preso.

 

A mediados  de 1959, de nuevo es llevado al Penal de San Lucas, donde escribe  su primer cuento: Una guitarra para José de Jesús.

 

En 1960 se convirtió en Director  y Fundador de la Primera Biblioteca y Escuela en la Isla de San Lucas. En este penal escribe la novela La isla de los hombres solos, en 1963, bestseller que lo dio a conocer ante todo el mundo, fue traducida a 18 idiomas y llevada al cine por una compañía mexicana

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En 1963 ganó el primer lugar en Los Juegos Florales auspiciado por el Ministerio de Educación  Pública y la Asociación de Escritores de Costa Rica con su cuento El poeta, el niño y el río. No pudo ir a recibir el premio al Teatro Nacional.

 

Por  sus estudios autodidactos  en Derecho Penal y como su propio defensor logró que le disminuyeran su pena en 15 años. Fue la primera vez que un reo ganaba una causa  en el Derecho Penal de Costa Rica.

 

En 1964 es trasladado a la cárcel de  Heredia, donde permaneció un año. En 1965 se le trasladó a la cárcel de Alajuela por otro año. En este mismo año ganó un Premio Internacional de Literatura con su obra Cuando canta el caracol en el Festival de las Artes y Letras de la República de Guatemala.

 

En 1966 la Municipalidad de Alajuela solicita  al  Consejo Superior de Defensa Social una libertad condicional para José León y le fue  concedida.

 

En 1967 recibió el merecido Premio Nacional de Cuento. También, la  Mención de Honor  en Los Juegos Florales Costarricenses y Centroamericanos de 1969 con su novela La colina del buey.

Trabajó como peón en las municipalidades de Desamparados y Santa Bárbara.

 

Es miembro del círculo de Poetas y Escritores de Costa Rica, y otras de esta misma especialidad. Estas organizaciones solicitaron al Gobierno de Costa Rica  su libertad definitiva. No lo  obtiene sino hasta  el 8 de junio de 1970, a las 11 de la mañana cuando se le concede un indulto que le da libertad a partir del día 27 de julio de 1969.

 

A partir de ese momento viajó a Estados Unidos a impartir conferencias, invitado por  el Departamento del Estado.

 

En 1970 fue nombrado Agregado Cultural  de la Embajada de Costa Rica  en Washington por el gobierno de don José María Figueres Ferrer.

 

También fue agregado Cultural en Europa donde estudió  mucho sobre la cultura de México.

 

La universidad Nacional Autónoma de México lo honró con el Doctorado Honoris Causa por su novela Tenochtitlan.

 

Es profesor universitario en la Universidad de Costa Rica y profesor conferencista en la Universidad Nacional de Costa Rica, en Heredia.

 

Vive en San José de la Montaña, Heredia, Costa Rica. Es casado y vive, esencialmente de lo que escribió y escribe.

 

LO QUE HA ESCRITO JOSÉ LEÓN SÁNCHEZ

 

NOVELA

 

1. La isla de los hombres solos: 1963

2. Picahueso: 1971 o La colina del buey: 19721

3. Los gavilanes vuelan hacia el sur: 1981

4. La luna de la hierba roja: 1984

5. Tenochtitlan: 1986

6. Campanas para llamar al viento: 1987

7. ¡Mujer...aún la noche es joven!: 2001

 

CUENTO

 

1. A la izquierda del sol: 1967

2. Cuando canta el caracol: 1967

3. La cattleya negra:

4. God was loking the other way: 1973.

 

La primera novela que le llevó a la fama y sin lugar a dudas la más leída, la llamó La isla de los hombres solos y la publicó en 1963.2

 

Está basada en un acontecimiento de la vida del Autor. A los 19 años de edad, salido de un hospicio, pues de muy niño quedó huérfano, se ve envuelto en el asalto,  y robo de la basílica de los Ángeles, en Cartago. Los autores fueron apresados y condenados a prisión en el penal ubicado en la isla de San Lucas, en el pacífico. Permanece en ese lugar 20 años. Ahí aprende a leer y escribir y comienza a escribir la novela La isla de los hombres solos que le daría fama internacional, convirtiéndose en el autor nacional más leído en el mundo. Su novela se tradujo a 18 idiomas y sirvió de base para que el cine mexicano realizara una película que tomó esa historia como guión.

 

La crítica ha girado en dos vertientes opuestas. Hay quienes aseguran que la novela es en parte, sobre todo por la temática, imitación del bestsellers Papillón y que carece de valor literario, como tal. Otros la defienden y la ven como un gran esfuerzo de un hombre autodidacta que a los 19 años no sabía leer ni escribir y termina formándose, no sólo como escritor sino como un gran conocedor de la historia patria y sobre todo de los orígenes y conquista de México, donde residió por mucho tiempo y ha estudiado su cultura precolombina e inicios de la colonia. Producto de ello, son, dos de  las novelas más voluminosas del escritor: Tenochitlan y Campanas para llamar al viento.

 

Lo cierto es que José León Sánchez Alvarado es un escritor importante de la literatura costarricense y como novelista ocupa un lugar destacado en nuestras letras.

 

Antes de comentar la novela La isla de los hombres solos brevemente, deseamos señalar algunas razones, que a nuestro juicio, han hecho que la crítica intelectual, no haya valorado tan positivamente sus novelas.

 

Ésta es la primera novela que le inició en las letras, quizás con poca formación, sobre todo de la técnica literaria para escribir novelas y le sirvió de modelo  escritor José Marín Cañas, con su librito de cuentos, Los bigardos del ron, no sólo a él sino a Alfredo Oreamuno (Sinatra), para dar sus primeros pasos en las letras nacionales. Es de esperar que sobre todo en la técnica se mantuviera en el paradigma de la narrativa decimonónica, lineal, lógica, causal, de narrador subjetivo y moralista, con apego a un socialismo sentimental e individual, donde prevalecieron los acontecimientos sobre el aspecto psicológico de los personajes y el decir constante, opinar, juzgar, describir, retratar, valorar, etc. del narrador omnisciente y metiche. Pero lo importante es que a pesar de su desconocimiento de las técnicas modernas del relato, José León tenía un caudal enorme de cosas que contar y esto aunado a su dedicación para investigar, auscultar, husmear viejos documentos de la cultura y antropología de nuestros antepasados compensaron en demasía las limitaciones técnicas que justificadamente desconocía o simplemente no aplicaba, con o sin intención.

 

Este enigma se ha mantenido hasta el momento y las preguntas que algunos se hacen, en privado, son varias. ¿Por qué las novelas de José León, sobre todo las últimas, no han sido recibidas por la crítica intelectual de Costa Rica con entusiasmo y se han escrito pocas, por no decir ninguna investigación seria, sobre ellas? ¿Por qué las novelas, según algunos lectores importantes se tornan un tanto aburridas, tediosas, monótonas y atraen poco al lector para leerlas con entusiasmo (no creemos que sea el tamaño)? Y por último, ¿por qué estas novelas no se escogen con lectura y estudio en la educación secundaria y universitaria, salvo contadas excepciones?

 

Ésta y otras preguntas, trataremos de contestar, después de haber leído detenidamente las novelas y realizar pormenorizados estudios de las mismas. Nuestro interés fue más allá porque sabíamos que esta problemática la experimentaban otras novelas de escritores nacionales y fuera de nuestra frontera. En Costa Rica podríamos señalar que casi todas las novelas monofónicas enfrentan este mismo problema. Como ejemplos recientes tenemos las novelas de Julio Suñol, en menor grado algunas de Julieta Pinto, las de Hernán Elizondo Arce, Mauro Fernández Luján y otros que serán citados en su debido momento.

 

Las relaciones entre el autor, el narrador, la voz de los personajes que se convierten en narradores, el mundo narrado y el lector social y el virtual, son, todos ellos, los elementos más importantes que determinan, no sólo la verosimilitud de la novela, sino la categoría estética de ella y en mucho la aceptación del lector, sobre todo si éste posee una cultura literaria importante. Otro elemento que debería tomarse en cuenta es el gusto literario, que está más ligado a la cultura en general y el grado de escolaridad del lector, así como la ideología imperante en determinados momentos históricos en un país. Si realizáramos una encuesta, posiblemente las novelas tipo folletín, que se pasan por los canales de TV, ganarían en puntos a las novelas propiamente literarias. Este segundo aspecto no interesa, por el momento, en este trabajo.

 

El sujeto de enunciación o narrador primario, en una novela y que algunos llaman narrador omnisciente, Dios, que todo lo sabe, no es el autor, de ninguna manera, como tampoco lo son los otros narradores, tales como el protagonista y el testigo, aunque utilicen la primera persona singular para contar o narrar su historia o la de otras. Estas categorías son propias del relato y cuando el autor interviene en ellas, no hace otra cosa que crear elementos que desvirtúan la narración y lejos de producir verosimilitud en la novela, la empañan, la convierten en panfleto, documento o crónica. El o los narradores, así como el mundo mostrado y el lector social, son partes indispensables del relato y forman la creación, el ser nuevo literario que el autor se propone. Tiene sentido o no en sí mismo y no por el autor. Así cuanto éste más se aleje del narrador, más independencia le dé, más se distancie, mejor será la creación. Las opiniones del autor, sus aclaraciones, interpelaciones al lector social, preguntas retóricas, juicios de valor, moralismos, inclinaciones, ideologías evidentes, formas ensayísticas para inclinar, manipular al lector, son detestables y convierten el texto en un panfleto.

 

La obra literaria tiene que tener completitud en ella misma. Debe bastarse por ella, para explicarse y valorarse. No necesita ningún tipo de referencia para cobrar sentido. El lector social puede acudir a los contextos biográficos, literarios, históricos, ideológicos, sociales para completar sus conocimientos, aclarar dudar, satisfacer curiosidades, ubicar la obra, etc. Pero nunca para entender, comprender, encontrar sentido al texto, porque éste se vale por sí mismo para significarse.

 

Lo expuesto brevemente, es suficiente para explicar el por qué de las preguntas que motivaron estos comentarios. José León Sánchez Alvarado y no pocos escritores costarricenses de novelas, incurren en esa problemática comentada, por tradición, por ajuste a los paradigmas anteriores de la novela tradicional, por el afán de buscar referentes reales que justifiquen sus obras y, según ellos, pienso, con el fin de lograr notoriedad histórico-social, de sus relatos. Pensamos que al final logran lo contrario de lo que persiguen.

 

El esfuerzo de todo novelista que se precie de ello debe centrase en crear personajes independientes de ellos, capaces de tener su propia identidad, su voz, ser uno entre otros, con su propia personalidad o sin ella, un héroe o un villano, no importa si es homosexual, asesino, terrorista o lo que sea, lo importante es que sea él y no un monigote, un títere del autor. Carmen Naranjo, en sus novelas ni los nombra, los deja hablar, actuar, opinar, desnudarse, interiorizarse y expresarse y el lector recibe crudamente, esa creación, no sólo como parece ser sino como es, no importa lo que opine el autor de él. Así entre voces, historias, acontecimientos, vivencias, etc., va creando un mundo insólito de seres enajenados, víctimas de una sociedad de consumo, burocrática, superficial que es posible, la autora deseaba, en última instancia, crear. No basta poner a hablar a las bancas, los perros, o los objetos si estos hablan como el autor, hay que darles autonomía, si no la obra pierde todo interés por lo mostrado. No importa que uno o más personajes defiendan una posición ideológica, determinada, lo importante es que no sean portavoces, referentes fáciles, monigotes manipulados del autor. El lector, en vez de admirar, sufrir, vivir una gama de voces, personajes y situaciones, lo que obtiene no es más que la voz unívoca del autor, con todas sus virtudes o defectos. En última instancia un personaje importante, sugestivo, se transforma en la visión exclusiva del novelista y no en un ser con vida propia, humano, lleno de virtudes y defectos, aunque estos pasen desapercibidos para quienes no lo conocen. Nuestro mundo no ha sido ni será un cosmos de buenos contra malos, esta lógica hace tiempo que desapareció (por lo menos para algunos como nosotros) y la relatividad, la pluralidad, la polifonía, el caleidoscopio, el carnaval, la polivalencia, la ambigüedad, hoy más que nunca cobran vigencia. En los comentarios de las novelas haremos más hincapié en estos aspectos, pues los creemos de la mayor importancia.

 

La primera novela que escribió José León Sánchez Alvarado, la llamó La isla de los hombres solos. La historia es narrada por el personaje Jacinto desde la llegada al penal hasta su traslado a una cárcel en San Carlos de Alajuela. Por él conocemos que fue condenado a más de veinte años de prisión en el penal de San Lucas, una isla del Pacífico, perteneciente a Costa Rica, provincia de Puntarenas. Se brindan todos los pormenores del personaje narrador, desde la comida que les dan, el maltrato, las violaciones, las torturas, los vejámenes, la corrupción de las autoridades, las condiciones sanitarias del penal, las relaciones sexuales entre hombres y con la burrita. Todo esto ofrece un tétrico marco donde "viven" los presos más odiados del país. La novela fue muy leída y hasta el cine mexicano la llevó a la pantalla pero no escapa a todos los elementos señalados anteriormente. El personaje Jacinto, fácilmente se puede identificar con el autor o por lo menos con la imagen que José León tenía de él, cuando escribió la novela. Es su propia versión y nunca la verdadera pues teóricamente cuando un yo habla o cuenta su propia verdad, ésta es su verdad, su opinión de su verdad y no la verdad última que tal vez nunca se podrá saber. Ahora, que la novela se basa en su propia vida, es cierto. El mundo físico, el espacio concreto del penal es histórico, así como el tiempo y los hechos que motivaron el castigo del personaje, que por disimulo le da el nombre de Jacinto. Lo que se narra en la novela obedece a la única visión del personaje, manipulado por el autor. Por ejemplo, todos los presos, tienen, de una u otra manera, relaciones con la mulita y con otros hombres, excepto Jacinto. Esto puede ser verdadero, pero deja la duda, de acuerdo con la verosimilitud que se establece en la vida del penal. Es decir, ésta se contradice. Se da la impresión de que Jacinto es un reo diferente a los presos del penal y que está al margen de la vida corrupta, cruel, vulgar, etc. del presidio. Su participación es casi como testigo y no como actor y esto vuelve a contradecir la verosimilitud de lo narrado.

 

Picahueso, publicada en 19711es la segunda novela del escritor José León Sánchez Alvarado. La reeditó en Costa Rica con el nombre La colina del buey, en 1972 en la EUNA, editorial de

La Universidad Nacional, en 1999.

 

Es una novela tradicional, lineal, causal, monofónica, sin argumento como afirma Constantino Lascares en su presentación.

 

"Hay algo que he ido trasluciendo en lo que de José León Sánchez he leído. Podría ser acaso un defecto como novelista. Sus escritos no tienen propiamente un argumento. Lo que caracteriza a Doetoyeuski o a Dickens, en este novelista falta. En cierto modo cada una de sus novelas o de sus narraciones más breves, tiene una "tesis", una idea, y la narración la va desplegando, no en forma argumental, sino temática. En ningún momento se apodera del lector el ansia de saber la continuación de desenvolver el nudo de una situación. José León Sánchez nunca podrá escribir una novela de misterio con intriga."

 

Esta observación de don Constantino es acertada y va más allá de una simple opinión. Esto mismo sucede en una gran cantidad de escritores costarricenses de todos los tiempos. Tiene que ver con el conocimiento y tratamiento de las técnicas narrativas y más concretamente con el uso del narrador y el distanciamiento del autor.

 

El género novelístico es, por excelencia, narrativo y no descriptivo, discursivo aunque en las novelas suelan existir descripciones, retratos, y opiniones, ya sean en la voz del narrador o los narradores o en la de los personajes, sobre todo. Cuando prevalecen los juicios, los análisis, las tesis, las defensas de ideas, estamos en presencia del género ensayístico y si son las descripciones, las que prevalecen nos acercamos a la crónica. La novela es narrar, contar, y los hechos son su materia prima, no importa si los vivimos, los presenciamos o los imaginamos o simplemente, los presentamos. Esto no quiere decir que la novela se sustenta del hacer y no del ser porque ambos son determinantes en ella. Es la manera, el modo de narrar, contar. Esto es esencial en la novela, no basta tener una buena historia, hay que saber contarla y el logro literario de ella radica en esa posibilidad del narrador. Esto la hará buscar modos narrativos, voces, perspectivas, distanciamientos, tiempos, espacios, lenguajes, técnicas, todos apropiados a la narración y los efectos que se deseen causar al lector.

 

En José León, como en tantos otros escritores costarricenses, el narrador se encierra en lo personal, en un apego al yo, lo mío, lo vivido, lo deseado. Es mi propiedad, mi punto de vista, mi tesis, mis ideas. Este narcisismo del narrador les impide abrirse a un mundo más complejo, multifacético, plurisémico, plurisemántico, carnavalístico, anticausal, relativista, antilogístico, antieuropeísta. Este limitante impide diferentes lecturas de la novela, exige una sola, no hay ambigüedad, duda, diversas posibilidades, el mundo se torna plano, sin contornos, sin aristas, en blanco y negro, no es arcoiris.

 

La novela Picahueso es el mejor ejemplo de lo dicho por Constantino y ampliado por nosotros. Es la descripción de una vida, la de Manuel Miranda Miranda, desde niño hasta su postración en un hospital a los setenta y dos años. Y como la vida de un personaje, contada por él mismo como testimonio, es su propio y personal punto de vista, sin aristas. Su visión, desde un presente de viejo, no deja oportunidad de interpretación. Así fue y punto, en línea directa, llana, sin bemoles, desde la primera causa, su niñez hasta la última, su vejez. Es una autobiografía, como según él mismo fue, como si dijera, éste es mi rollo de hilo, aquí te lo dejo, desenróllelo y como nadie puede vivir sin un espacio y un tiempo, te los describo al mismo tiempo que te describo mi vida.

 

Entonces la novela nos brinda un tiempo pasado bueno, paradisíaco, añorado, armónico, la paz social entre peones y gamonales, sin contradicciones, a pesar de que existían y en gran cantidad. Aquí no las vamos a repetir pero en muchas novelas el lector las encontrará. Es la niñez de Manuel de aventurillas, anécdotas, juegos, travesuras sin importancia a pesar de que a los diez años se emborrachaba, lo cotidiano de un pueblo en formación bajo los cánones de las programaciones sociales permanentes de la religión católica y la sociedad española. Después, el viaje a San José, el de antes, su descripción morosa de las costumbres, las calles, el tranvía, los serenos, los gobernantes, etc. Luego viene la adolescencia, la juventud y la formación del macho, del hombre valiente porque trabaja y se gana el pan o el guaro con el sudor de su frente. El hombre que disfruta del sexo de la mujer, pelea, juega, y se agacha ante la brega cotidiana. Sigue la descripción de las aventuras, las fiestas del pueblo, los turnos, las bombetas, los juegos de azar, las vivencias, los aparecidos, las leyendas, los paseos, los viajes en carreta, los cambios de trabajo, el cocinero, el carnicero, el minero aquí y allá, los poligalleros, los robos, las revoluciones, las pestes, las bodas, etc. El repaso de todo ello no es más que la vida social, superficial, cotidiana, de ricos y pobres desde la colonia, de Tomás Guardia, hasta los días de los años sesentas, sin contrapuntos, como si fuera una película realista, cuyo lente fue captando todo eso y lo expusiera en un gran mural.

 

Es una larga y morosa descripción costumbrista de la Costa Rica, así nada más, como cuando uno revisa un álbum de fotografías familiares y comienza a recordar y  describir lo vivido desde su propia verdad, mi punto único de vista, como Dios, sin que esto signifique nada más que "mi verdad" aunque existan otras tantas diferentes y no por ello menos reales.

 

Los gavilanes vuelan hacia el sur es la tercera novela y la publicó en el año 1981.1

 

Esta novela es tradicional, monofónica, causal. Es de formación, a pesar de que no tiene el guía típico de las novelas picarescas que le dieron origen, que les enseñaban con su ejemplo y consejos, que los educaban, les mostraban el camino, les moralizaban o los descarriaban (esto casi nunca sucedió o por lo menos no ha sido tomado en cuenta, todavía). Creemos que más bien sigue la estructura de los cuentos de hadas que de una situación inicial degradada, pobreza, necesidad, hambre, falto de novia, etc. salen a recorrer el mundo en busca de fortuna y ésta es la razón que motivó la salida de Renán de su hogar para deambular por el mundo en busca de un mañana mejor. Desde esta perspectiva la novela se confirma como de aventuras, y desde luego, gracias a ellas, al final el personaje termina con un conocimiento del mundo, una visión, mejores que le permite enfrentarse a las adversidades con experiencia y mayores oportunidades para obtener algún éxito, al final.

 

La novela se inicia con una enunciación presente del personaje narrador ya adulto. Es decir la perspectiva desde donde se cuentan los hechos está al final de la historia de la novela. Es un recuerdo y recuento de su vida y las relaciones con otros personajes desde que era niño hasta que se encuentra con ese presente de adulto. El saber del narrador es omnisciente aunque se inscriba en la primera persona, pues nunca narra desde la edad que vive, desde el presente narrativo del personaje por eso se utiliza el tiempo pretérito indefinido: "nací", "llegué" o el pretérito imperfecto que da una acción imperfectiva duradera: "llevaba", "caminaba" o el pluscuamperfecto "había visto", "había  muerto" y nuca el presente a no ser en el diálogo.

 

Es una novela tierna, sencilla, si se quiere un tanto ingenua, sentimental. Carlos el hijo menor de un matrimonio de clase media que vino a menos narra su vida desde antes de los doce años, hasta llegar a adulto. Inicia con un ambiente positivo. Viven en San José, pero el padre debe viajar hasta una finca donde trabaja como administrador y la madre debe permanecer en su casa para cuidar a la niña Cecilia, su hermanita menor que padecía de tuberculosis. Él es el menor de los tres hermanos Jaime y Renán. Fue precisamente la muerte de éste por un accidente que cambia la alegría de vivir en el campo del niño y sus deseos de regresar al lado de su madre. El aparente mundo armonioso sufre los primeros sufrimientos. A la muerte de su hermano, llega la muerte de la empleada y luego la necesidad de viajar a Tierra Blanca, al Sanatorio Durán para curar a su hermana. La madre inicia así, sola, un camino de sacrificio y abnegación. Ofrece sus servicios en esa institución y logra internar a su hija ahí por un tiempo. Luego se lleva a su hijo Carlos a vivir con ella pero luego decide ubicarlo en una casa, en Tierra Blanca. Ahí continúa Carlos sus estudios primarios, luego salen del Sanatorio y se trasladan a vivir a Cartago pero la madre debe realizar estudios en San José, entonces se dirigen a vivir en la capital, en Aranjuez. Carlos continúa los estudios de secundaria en el colegio Seminario. Su madre, que ya se había separado y tiempo después divorciado del padre de Carlos, conoce a otro hombre, Fernando y se casa con él. A los dieciocho, Carlos ya hombrecito, decide irse a estudiar a México, ayudado por su padrastro y durante un tiempo realiza estudios para completar la secundaria, pero cuando se preparaba para realizar sus sueños que eran estudiar medicina, recibe contestación a su carta, donde su madre le comunica que no podría pagar, por más tiempo, sus estudios. Regresa a Costa Rica y con su hermano Jaime solicitan tierra virgen para trabajarla. Les dan una parcela cerca de Turrialba pero la encuentran en manos de unos campesinos, queman los papeles y regresan a San José. Emprende otro viaje, esta vez para la zona sur, a trabajar en la bananera, vive una serie de aventuras, hasta conoce a un "revolucionario" llamado Abel Pacheco (¡qué ironía!)1 y realiza varios trabajos en la Compañía hasta que un día se pelea con los gringos y regresa a San José donde su madre y su novia Maruja. A las dos les compró un regalo. Días después emprende nuevas búsquedas de trabajo, se inclina por la computación y logra convencer a Maruja para que se casaran. Es el año 1948. Después de dar una serie de juicios de valor sobre la revolución, termina los estudios de secundaria por madurez y se dedica a estudiar literatura por su cuenta, ingresó a la Universidad de Costa Rica y luego estudió en algunas universidades de Estados Unidos. Fue precisamente en 1952 cuando viajó a ese país a continuar los estudios superiores. Regresa a Costa Rica a presentar sus proyectos pero obtiene tropiezos de índole politiqueros. Entonces con su hijo y su esposa, viajan nuevamente a los Estados Unidos a trabajar en ese país.

 

Esta novela es en parte biográfica, causal, de formación si por ello entendemos que el niño se va convirtiendo en hombre a través de la experiencia diaria, la lucha por obtener una posición económica mejor y salir de la pobreza. Es una novela plana, sin aristas, logocéntrica, donde el hombre se hace en la brega ayudado un tanto por la suerte y el destino. La madre sirve de modelo para ser imitado, de ella el hijo aprende la constancia, el amor al trabajo, la insistencia, la positividad y la lucha contra las adversidades. Mantiene las referencias de personajes "importantes", sobre todo políticos de quienes considera ¿ingenuamente? que fueron grandes figuras (tal vez figurones) y que él tuvo como amigos o compañeros a pesar de ser de clases opuestas, sin incluir los doctores en medicina que se aluden y estudiaban en México.

 

 La cuarta  novela la publicó en 1983 y recibió el nombre de La luna de la hierba roja.1

 

José León Sánchez suele escoger significativos nombres a sus novelas. Son casi poéticos. Esto no es lo corriente entre los novelistas costarricenses. El título es una ventana que abre la imaginación del lector y lo invita a ese banquete aunque algunas veces no pase de ser una comida chatarra. No es éste el caso.

 

Esta es una de las muchas novelas voluminosas que ha escrito don José León Sánchez Alvarado. Como en casi todas sus obras, con excepción de La isla de los hombres solos, la crítica la ha ignorado o poco se ha referido a ella. En el libro de publicación reciente 100 años de literatura costarricense, las autoras la ignoran o ¿la habrán leído? A veces pienso que muchas obras pasan desapercibidas porque no las leen, por voluminosas, porque no van acompañadas de propaganda "intelectual" (el autor no es del clan). Esta es la primera novela de José León que lo introduce en la literatura costarricense con méritos propios. Es realmente una de las primeras novelas históricas de valor en nuestra literatura. Es la historia oculta, la no dicha ni escrita de nuestro pueblo, narrada con rabia y con amor, con furia y ternura, con impotencia y esperanza, con dureza y dulzura. Es un grito desgarrador de la voz olvidada de los indios, los negros, los mandingas, pero sobre todo de los pobres, de los explotados, de los engañados, los desprotegidos, los hambrientos, los desheredados, los violados, los aniquilados, los sin voz, sin nada más que su propia rebeldía, su propia mansedumbre, su propia soledad cuya única aspiración más allá del más allá es su libertad aunque sea para escoger su muerte.

 

No es solo una novela  histórica (intrahistoria), del pasado remoto, es un contraste entre el origen de nuestros antepasados, los verdaderos, los indios, creados del maíz, su sustento, su alma, su Dios, y los tiempos cercanos del dominio de los blancos criollos, de españoles nacidos aquí de padres españoles. Contraste de culturas, de paradigmas pero nunca de opuestos absolutos de luchas entre el bien y el mal, no. Es una cultura, una raza, un pueblo que poco a poco o mucho a mucho, fue estrujada, deshuesada, carcomida, despersonalizada, violada, como la guerrillera Aire, una y mil veces, porque sí, por ser india. Por eso la novela no es lineal, sino caleidoscópica, arcoiris, carnaval, simultaneidad de espacios y tiempos aunque ocurrieran en cronologías dispares. Es un enfrentamiento escénico al estilo de los murales mexicanos, donde el lector ve todo y a la vez desmenuza el detalle en un ir y venir. De pronto asiste a la descripción de un encuentro guerrillero, como a la estrategia de un acto de  defensa (eso que ahora ase llama terrorismo), así como a un accidente automovilístico planeado para eliminar a un coronel corrupto.

 

José León da un mentís a don Constantino Láscaris, que decía que no era capaz de crear una novela de misterio, policíaca y a fe que ésta cumple con los elementos necesarios para ubicarla bajo esa categoría. Hay argumento pero no lineal. Se podría afirmar que la novela se alimenta en una línea argumental por la compra de un maíz altamente contaminado a una trasnacional norteamericana, promovida por La Organización, que no es más que la mafia del Norte. La compra del maíz se realiza en Estados Unidos y llega a Puntarenas. Aparecen aquí dos personajes honestos que pertenecen a la Oficina de Salud, el Dr. Carlos Calvo y la señorita Cecilia Córdoba que descubren el estado insalubre del maíz, altamente venenoso. Se inicia aquí una lucha desproporcionada entre los que desean desembarcar el maíz de Tailandia y ellos dos. Intervienen altos personeros del gobierno y de la compañía vendedora dirigida por el pillo Guillermo Tates y el Sr. Duval, el bufete de Fesio  Fesio & Fesio (el nombre es más que elocuente)1 hasta llegar a ministros y el señor presidente del país (los nombres de los personajes reciben cambios pero son fácilmente identificables. Además los hechos ocurren en la historia reciente, del 48 para acá, hasta 1980 aproximadamente), Figueres Ferrer (1970-1974), tercera administración y  la de Daniel Oduber (1974-1978).

 

Al final, a pesar de los esfuerzos de Carlos y Cecilia,  el maíz es desembarcado y parte importante de él, se distribuye entre los más necesitados. Como es de esperar mueren muchos niños, pobres de aguantafilo, y desaparece todo un pueblito en la frontera norte del país. Como es frecuente en nuestro medio la culpa se la echan a Cecilia, que aparece muerta en un accidente y a Carlos Calvo que debe huir hacia el norte para evitar la muerte en manos de los militares costarricenses. Al final muere en manos de la guerrillera Aire que lo cree culpable del envenenamiento de su pueblo. Doble tragedia para un inocente. La otra historia, la creación de la represa del Arenal, forma como una síntesis entre el origen de los pueblos indígenas, el exterminio por parte de los españoles y luego de los blancos, y el repliegue de los indios a tierras altas de las montañas, la destrucción de sus casas, cementerios, siembras y querencias y el despojo de sus tierras, como había sido costumbre desde la llegada de los españoles. Esta es la historia de la guerrillera indígena Aire y los actos de sabotaje hasta terminar con la destrucción de la laguna del Arenal. La rebeldía de un pueblo al norte, en Río Frío.

 

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