Manuel Segura Méndez

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MANUEL SEGURA MÉNDEZ

 (1895-1978)

 

Manuel Segura Méndez nació en San José, en 1895. Estudió en las escuelas de San José y realizó los estudios secundarios en el Liceo de Costa Rica. Se licenció en Filosofía y Letras. Se casó en Cartago con la señora Dolores Rodríguez y Rojas-Masís. De ese matrimonio nacieron Manuel Arnoldo y Carlos Hernán. Vivió durante cuatro años en México y a su regreso desempeño varios cargos en el gobierno como ser el Oficial Mayor del Ministerio de Educación pública y Jefe de la Sección Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores. También trabajó en el periodismo.

Escribió algunas biografías, tales como Melico, 1965 y La poesía en Costa Rica: 1965 (reimpresión) y Teatro escolar costarricense.

 

LO  QUE ESCRIBIÓ MANUEL SEGURA MÉNDEZ

 

NOVELA

 

1. El Fracaso: 1919

2. Doña Aldea: 1948

 

POESÍA

 

1. Elogio del desnudo: 1928

2. Los pájaros de la noche: 1936 (¿Novela?)

3. Antonio Zelaya:

 

 La primera novela que publicó don Manuel la llamó El Fracaso y la publicó en 1919. No la conocemos.

 

Doña Aldea es segunda novela que escribió don Manuel Segura Méndez en 1947 y fue publicada un año después1.

 

Es poco conocida y menos comentada. Puede catalogarse como una novela realista que de alguna manera enfrenta el campo a la ciudad de forma abierta y directa. Dos personajes encabezan dicha oposición y ambos, vecinos de la misma aldea. Se trata de Marcial e Irene, uno comerciante y la otra costurera, aunque no se le conoce trabajo alguno remunerado. Estos dos personajes forman un triángulo con un citadino que no recibe casi tratamiento sino hasta el final de la novela, llamado Carlos, el farmacéutico y que resultó ser hermano de Marcial, por parte de padre. El otro triángulo lo forman Mariana e Isauro y por supuesto otro citadino, también anónimo que pareciera ser un chofer citadino.

 

La situación inicial de la novela se inicia con la llegada al pueblo de un circo y  la situación final con la ida de él. Dura unas cuantas semanas en el tiempo cronológico. A lo sumo seis. Como es costumbre en este tipo de novelas se inicia con el retrato de los personajes, en ésta de la tía Gandoca que está al cuidado de la jovencita Mariana y viven solas, pues el esposo de Gandoca que en sus tiempos de juventud fue todo una dama de la sociedad, la abandonó por otra de la ciudad. El pueblo donde se desarrollan los acontecimientos casi en su totalidad se llama San Lázaro y se ubica cerca de Santa María de Dota y San Marcos. También se hacen referencias a otros pueblos como San Lorenzo. Consta de unas seis manzanas habitadas y unas pocas familias, casi todas de buen pasar, y sin miseria alguna. Son especies de familias cuyos padres llegaron de la ciudad y se afincaron en esas tierras y ahí nacieron sus hijos y sus pertenencias. Esto es notable en el abogado Isauro, viejo rico, solo, gordo y pretendiente de Mariana la sobrina de Gandoca, el cura del pueblo, don Antonio, el maestro, don Hilario y Marcial el tendero. Faltó el Jefe Político que en su caso lo sustituye don Isauro. La novela no presenta ningún caso legal, donde intervenga la justicia sino al final cuando la tía Gandoca da muerte a  Mariana cuando la castiga por haberse embarazado con el citadino. Es apresada.

 

El autor aprovecha las relaciones de los personajes para describir la aldea, sus costumbres, sus anhelos, sus contradicciones pero sobre todo para presentar  su tesis: la oposición entre el campo y la ciudad, representada básicamente por Marcial e Irene. Por ello en toda la novela se reflexiona sobre esta dicotomía, desde las pláticas en casa del cura hasta en los paseos o encuentros entre Marcial e Irene, Marcial y sus amigos o Marcial y la prima de Irene doña Laura. A tal extremo de intransigencia llega la defensa de Marcial de sus puntos de vista que pierde la posibilidad de unirse a Irene y ofenderla porque ella tiene otros puntos de vista. En su afán de ocupar sus fuerzas Marcial inicia una campaña fervorosa por construir la escuela, las aceras de la plaza, arreglar la iglesia y las principales calles de la aldea pero aún así, se empecina en codificar a la mujer desde la perspectiva machista: sumisa, hogareña, crear y educar sus hijos, abnegada, respetuosa y obediente, sin perder su religiosidad. Irene, en cambio tiene una visión más moderna, piensa que la mujer necesita estudiar, salir de los estrechos horizontes del hogar y mirar más lejos, sin necesidad de perder los principios y entregarse tontamente en los brazos de un citadino. Defiende a Mariana y justifica la rebeldía de ésta, el rechazo del viejo Isaura y por lo tanto, a pesar de que mantiene amistad con Marcial y cariño, no acepta su egoísmo, su conservadurismo y su visión estrecha del mundo y de la mujer.

 

El autor a través de un lenguaje erudito, que en ocasiones se torna insoportable, como cuando llama ágora, al lugar donde se reúnen los principales de la aldea a conversar y chismear, así como un sin fin de palabras rebuscadas que dan un tono de cultura lingüística innecesaria para el relato. Otro de los aspectos que deben señalarse es que interviene en casi todo el mundo narrado. Es un narrador omnisciente recargado, manipulador que casi no da oportunidad de expresarse por sí solos y cuando lo hacen es a través de él. Marcial o Irene pensaban, creían, soñaban... No les da el derecho de narrar sus acontecimientos ni reflexionar acerca de sus posiciones si no en escasos diálogos directos que son interrumpidos por él para dar explicaciones, hacer preguntas retóricas e inoportunas. Utiliza la técnica epistolar para luego explicar los  detalles de ellas y las respuestas de sus interlocutores.

 

La tesis del autor, que es la del narrador y la síntesis de la oposición entre Marcial e Irene es una posición intermedia. El campo sigue siendo un lugar ameno, singular, que trae la paz, agudiza la mente, armoniza el espíritu y permite a las personas el equilibrio psicológico. Doña Aldea se convierte así en el personaje principal de la novela. Puede  y debe ser un lugar paradisíaco, de trabajo honrado, de paz y un remanso de amor. Pero acepta que la civilización llegue a través de la educación, la iglesia, el conocimiento, el desarrollo del pueblo y las comodidades, siempre y cuando no destruyan lo anterior. Es decir una síntesis de lo bueno del campo con lo bueno de la ciudad. Una especie de comunión entre ambos. Una sociedad sin divisiones que no fueran las naturales. Convivencia pacífica entre pobres y ricos, limosnas a la iglesia para que ésta predique el amor entre todos y disfrute de la naturaleza y del trabajo por parte de ellos, sin protestar, sin rebelarse. Y los ricos, serán los dueños de las fincas, las lecherías, de las boticas, de las tiendas, etc. sin hacer daño, permitiendo que los primeros coman, trabajen en paz, tengan hijos con alguna educación, que sean sus empleados en las casas de ellos o en sus haciendas y nada más. Y que su conducta sea la apropiada. Por eso muere Mariana, porque se dejó embarazar, mientras que Irene se convierte quizás en su modelo, lo mismo que su prima Laura, esposa de don Francisco.

 

Esta novela debería de publicarse y ser analizada en detalle pues tiene todas las virtudes de la llamada oposición campo-ciudad y los vicios del narrador que aún hoy se dan en algunos novelistas costarricenses.



1 Segura Méndez, Manuel. Doña Aldea. Editorial El Cuervo, San José, 1948.

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