María Fernández Le Capellain (De Tinoco)

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MARÍA FERNÁNDEZ LE CAPELLAIN (De Tinoco)

(1877-1961)

 

 

Doña María Fernández de Tinoco nació en San José el 22 de enero en el año de 1877 y murió en la misma ciudad en San José el 23 de noviembre el año de 1961. Residía en ese momento en el Edifico de Apartamentos esquinero que está en el costado Este de la Casa Amarilla. Se casó en San José el 5 de junio del año 1898 con Federico Alberto de Jesús Tinoco Granados (1868-1931), hijo de Federico Tinoco Iglesias y Guadalupe Granados Bonilla, y Presidente de la República (1917-1919).

 

Fue hija  del patricio costarricense don Mauro Fernández Acuña, gran educador de este país  y de doña Ada Le Capellain Agnew de origen inglés, de las Channel Island, entre
Inglaterra y Francia.

 

"Doña María de las Mercedes Elodia Fernández, llamada familiarmente Mimita, se creó en un hogar en el que hombres y mujeres compartían por igual el interés por las letras y las artes.  Se educó en San José con preceptores privados y posteriormente efectuó algunos estudios en la Gran Bretaña. A su regreso conoció en un baile a Don Federico Tinoco, a quien todos llamaban Pelico, y pronto establecieron relaciones de noviazgo".1

 

  " Se distinguió mucho en el campo de la beneficencia. Fue una de las fundadoras de La Gota de Leche y del Abrigo de los Niños. Como Primera Dama fundó el Comedor Infantil de San José y dio gran impulso a las actividades de la Cruz Roja Costarricense. En 1949 el Comité Internacional de la Cruz Roja la concedió la medalla Florence Nightingale" (Ídem)

 

Fueron hermanos de Mimita: Ada, Joaquín, Gonzalo, Mauro Fernández Le Capellain.

 

Ada Fernández Le Capellain se estableció con su familia en Brasil, casada con el diplomático brasileño Sr. José Antonio Amaral Murtinho.

 

Hija mayor del Dr. Mauro Fernández Le Capellain fue Elliete Fernández Venegas (n. 1907).  Luego él casó con Lolita Luján Fernández y nacieron Yontá, Zulay, Lygia, Thelma,  y Mauro, todos Fernández Luján.

 

Zulay Fernández Luján casó con Eduardo A. Saxe Gutiérrez y nacieron Victoria, John y Eduardo, ambos catedráticos universitarios y escritores con muchas publicaciones,  y Helen. Todos excelentes profesionales.

Desde muy pequeña fue enviada a Europa, donde recibió su educación formal. Inglaterra  fue el país donde pasó casi toda su juventud. Estudió  arqueología  y llevó cursos sobre Música y Arte.

 

Al regreso al país, integró el grupo  teosófico de Costa Rica e inauguró la  logia Virya que contó con la colaboración  de importantes intelectuales costarricenses, tales como don Roberto Brenes Mesén, Lilia González, Mercedes Montalvo, José Monturiol, Julio Acosta, Omar Dengo Maison, Ana Rosa Chacón y otros.

 

 

Casó con Federico Tinoco, Jefe de Estado Costarricense, por elección popular, después del Golpe de Estado a don Alfredo González Flores, en 1917.

 

La misma oligarquía que le había colocado en el poder lo depuso y obligó a abandonar el país. Se trasladaron a Francia en donde vivieron hasta la muerte de su esposo. Éste dilapidó toda su fortuna en Francia y dejó a doña María en pésimo estado económico. Doña María regresó a Costa Rica y sus amigos le ayudaron. Así continuó sus estudios de arqueología.

 

Ejerció la docencia como maestra en escuelas privadas del país.

 

Usó en sus escritos el seudónimo de Apaikán.



1 Estos datos y otros me los envió don Jaime Quirós Luque, a quien le agradezco tanta generosidad, de un ensayo titulado: Una intelectual en el Castillo azul. Doña María Fernández Le Cappellain de Tinoco Granados, Primera Dama de Costa Rica: 1917-1919. htt:/www.tiquicia.org/pd/33-xxxiii.htm

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ  MARÍA FERNÁNDEZ DE TINOCO

 

NOVELA

 

1. Yontá: 1902

2. Zulai: 1907

 

 

ENSAYO

 

1. El manantial de Rodas: 1915

2. Chira, cuña olvidada de aguerridas tribus precolombinas: 1935

3. Una ocarina Hüetar: 1937

4. El vals triste: 1943

5. Apreciación sobre un motivo indígena en lítica de Costa Rica: 1945

6. El jaguar, el indio: 1945

 

 

POESÍA

 

1. El encanto de un libro: 1916

 

María Fernández de Tinoco escribió muy variados ensayos sobre diferentes temas relacionados con su profesión y su interés en la Sociedad Teosófica. Aquí no los  señalamos.

 

Su novela Zulai inicia en Costa Rica  las primeras obras indianistas que idealizan al indígena, al igual que Anastasio Alfaro González, lo hiciera con su novelita pedagógica El Delfín del Corubicí, años después en 1923.

 

La primera novela la llamó Yontá y la publicó en 19021.

 

Yontá es el nombre de la india que encarna el personaje principal. Es una novela lineal, romántica, idealista. Se da la clásica idealización de la raza indígena pero se vislumbra la aparición de una nueva raza, mezcla de nuestros antepasados con la cultura hindúe que está simbolizada en el hijo de Yontá y Lispo, llamado Ivdo.

 

La situación inicial es una amplia descripción de la naturaleza, el encanto de la armonía en todos sus extremos, la tranquilidad, la paz espiritual. Es como un lugar ameno. Es una península en el mar Pacífico que la autora le da el nombre de Quitambó. Sus habitantes son campesinos laboriosos, unos pescadores, pacíficos, de color bronceado. Es un pueblo viril e industrioso, inteligente y los nativos obedecen a un jefe con poder supremo, tienen agoreros y creen en los dioses naturales y por sobre todas las cosas, protegen a las mujeres. Es en este palenque donde habita un anciano y su hija Gautla, de belleza sin par.

 

La historia se inicia cuando esta niña se convierte en mujer y es pretendida por un joven pescador. A pesar de que a su padre no le agrada mucho el joven por el peligro de su trabajo, acepta que formen un hogar. La vida transcurre tranquilamente hasta que los dos hombres, esposo y padre, salen de pesca una mañana y la tempestad en el mar los desaparece. Gautla, con su hija apenas recién nacida, debe abandonar el hogar y buscar abrigo en un pueblo distante, amigo. Emprende su viaje y poco antes de llegar al caserío cae muerta, exhausta, por los rigores del viaje. Una anciana Jarib, la encuentra y cuida de la niña como si fuera su propia hija. La llamó Yontá y creció libremente, en contacto con la naturaleza, tan salvaje, rebelde y pura como las mismas aguas cristalinas. Vivía solitaria y hacía todo lo que era, según costumbres, propio de hombres. Su única compañía era la de un tío llamado Tauma, especie de sukia quien le daba consejos y le descubría los secretos de la montaña y la naturaleza, en general. Contrario a todas las jóvenes del pueblo, no le interesaba el amor. La caza de unas palomitas, la muerte de una de ellas que no tenía su acompañante, le abrió los sentimientos de convivencia, de vida en pareja y así anheló encontrar a su amado.

 

Como es frecuente en este tipo de novelas, un día apareció una embarcación en el horizonte que se acercaba a las costas del poblado. Los habitantes, a pesar de ser pacíficos, se prepararon para enfrentar al supuesto enemigo. La misma Yontá se convirtió en guerrera e hirió a un joven que levantaba una manta blanca indicando que eran personas pacíficas. Se establecieron en el pueblo y así comenzó la pasión de Yontá por el joven Lispo, un hindúe que apareció de repente en esos lares. Se dan toda clase de encuentros y desencuentros, idilios anhelados y soñados pero el joven lo que busca no es una mujer para convivir con ella, tener hijos y morir sino a "la elegida", la seleccionada para empezar una nueva raza. Así la inicia en la corriente espiritualista, la somete a la purificación material y la eleva, gracias a la meditación trascendente y el ayuno, a un estado superior1. Las enseñanzas prosiguen y Yontá descubre, lugares sagrados donde Tauma realiza sus meditaciones y busca purificar su cuerpo. Ahí se inicia el viaje de su reencuentro, la búsqueda de la Divina Esencia en el Santuario de su alma, donde todo vive ordenado y sujeto a leyes eternas. Se entrega al conocimiento de la naturaleza, el hombre y el espíritu y comprende que Lispo es una especie de profeta y ella su elegida, su Mesías, e inicia el Sendero, su purificación. Hace del ayuno, el recogimiento y la oración, su pasatiempo.

 

Tiempo después Lispo desaparece de Yuk-Bugur, el pueblo, y Yontá sufre su huida. Visita la playa y espera el regreso de él, sano y salvo. Entonces eleva su plegaria al sol y ofrece su primera plegaria, su desesperante ruego por Lispo y ofrenda su vista por su amado, cuando asiste a la tempestad de las aguas del océano y su Lispo no llega y teme perderlo. Eleva su vista al Sol y le mira de frente, a la vez que le suplica traerlo de regreso sano y salvo. Lispo es tirado a la playa, herido pero vivo y Yontá pierde la vista corporal porque en ese momento su mirada está más allá de lo material.

 

"Levantó la vista hacia el sol, y arrebatada en éxtasis se quedó contemplándole."2

 

Cuando, tiempo después, se entera de que Lispo está vivo, irrumpe en palabras emotivas:

 

"Lispo, Lispo mío, déjame tomar aliento antes de contestar a tus preguntas: deja que mis manos, estrechando las tuyas, me aseguren, a falta de mis ojos, que no sueño, que está cerca de mí. Oye. Nadie impedirá que yo sea dichosa a tu lado: dichosa y valiente. Cuando te oigo me siento completa y confiada, y me imagino que conmigo se alegra todo cuanto nos rodea."3

 

 

Entonces se da la culminación de la novela. Yontá ve, pero no a través de sus ojos marchitos sino de su alma y Lispo la recibe gustosamente:

 

 

¡Ven, pobre avecilla, que yo daré a tu alma la luz que ansía! ¡Mis conocimientos seguirán despertando tu mente a la Eterna Verdad, y vivirás vidente entre los ciegos, sin que el mal contamine tu alma!1

 

Es un final tierno, emotivo, espiritual. Es la culminación de la tesis de la novela: Lispo se unirá a Yontá, engendrará el hijo del futuro, Ivdo, la síntesis de las dos razas, huirá, desaparecerá, el destino cumplirá con sus designios, Yontá también morirá, las profecías se cumplirán y La Luz Verdadera reinará en el universo.

 

Es una novela típica del género, amena, sentimental, de tesis, idealista, espiritualista, muy propia de la época y las corrientes mentalistas y religiosas de ese momento.

 

La segunda novela que escribe María Fernández de Tinoco la llamó Zulia y la publicó en 1907.

 

Zulai es el nombre de una joven indígena de gran belleza  que es pretendida por el cacique de la tribu, Kaurki, hombre violento y sanguinario, que gracias a su poder y sus deseos insanos por Zulai hizo prisionera a la madre de ésta, mamita Guare y la amenazó  de muerte, si  su hija no lo aceptaba como su marido.  Zulai al  saber la noticia decide acudir ante el cacique para obtener la libertad de su madre, pero en el camino se encuentra con el joven guerrero Ivdo que le confiesa su amor y se ofrece a liberar a su madre. Zulai llega ante Kaurki y ve a su madre a punto de ser sacrificada y a condición de volverla a la libertad, acepta casarse con el cacique Kaurki y convertirse en su cuarta esposa.

 

El día de la boda entre Zulai y Kaurki, éste se dirige al bosque, en busca de  unos tigres y otros animales. Es atacado por una serpiente que lo muerde mortalmente. Fue la promesa que le hiciera su joven amante Ivdo el día que se juraron amor eterno. Ambos deciden huir del lugar ayudados por un anciano llamado Yurán pero son apresados por el sucesor  de la tribu de Kaurki, el guerrero Irzuma que además de ser muy sanguinario también estaba enamorado de la joven Zulai. En el encuentro mata a Ivdo y conduce a la joven Zulai a la pira en donde se encuentra el cadáver de su antecesor y que será el escenario del sacrificio de sus cuatro esposas: Quetzalia, Guaraina, Huatla y Yami y por supuesto de Zulai, su última esposa. Irzuma trata de salvar del sacrificio a Zulai y hacerla su esposa pero ésta prefiere ofrendar su vida a ser la mujer del sanguinario guerrero:

 

"Rehúso la  vida que me concedes, falso y cruel cacique, y te desprecio".2

 

Y perturbada cae en la pira del sacrificio preparada para  ofrendar al cacique Kaurki sus cinco esposas.

 

Este idilio tierno, de amor sentimental, es la trama de los conflictos que enfrentan los personajes y sirve a la autora para mostrar su erudición antropológica y conocimientos de los  indígenas nacionales. Ella misma ofrece un epílogo donde explica los simbolismos de ellos y las intenciones al escribir esta novela. Su afán es pedagógico y proteccionista. Nos informa desde la misma novela que las cinco princesas, esposas del cacique Kaurki representan los cinco países centroamericanos y por supuesto Zulai a Costa Rica que sería algo así como la última víctima del poder del cacique invasor del Norte (¿Estados Unidos?). Y la anciana Guare es la representante de la cultura Maya.

 

Esta novela de clásico triángulo amoroso termina en tragedia, sin embargo los malos tampoco salen victoriosos. Obedece a una intención moralista de la escritora y a una visión sentimental de la cultura indígena  que no alcanza a vislumbrar los verdaderos problemas de los indígenas, tal y como lo hiciera el movimiento indigenista que con novelas como Huasipungo: 1934 de Jorge Icaza Coronel (1906-1978), Aves sin nido de Clorinda  Matto  de Turner (1854-1909), Los ríos profundos: 1958 de José María Arguedas (1911-1969) o Raza de bronce: 1919 de Alcides Arguedas (1879-1946), entre muchas otras, dejaron al descubierto la problemática social indígena vigente hasta nuestros días.



1 Fernández de Tinoco, María. Zulia y Yontá. Imprenta Nacional, San José, 1946. 1ª. Edición Alsina, 1909

 

1 Karma (en sánscrito, acciones), en la filosofía india conjunto de acciones personales, buenas o malas, que van ligadas al alma mientras ésta transmigra. Cada cuerpo nuevo queda determinado (así como cada acontecimiento que el cuerpo experimenta) por el karma anterior. La creencia en el karma, que se puede remontar a los Upanisad, es aceptada por todos los hindúes, aunque difieran en muchos puntos: algunos aspiran a acumular buen karma y buen renacimiento, pero otros, considerando que todo karma es malo, procuran liberarlo del proceso de renacimiento (samsara); unos creen que el karma determina todo lo que le ocurre a uno, mientras otros atribuyen un papel más importante al destino, la intervención divina, o el esfuerzo humano. Una forma de karma (prarabdha) está determinada en el nacimiento y resuelta en la vida presente; otra forma (sanchita) permanece latente durante esta vida; y una tercera (sanchiyamana), elaborada en esta vida, madura en una vida futura. Enciclopedia Encarta, 99.

2 Fernández Tinoco, María. Ob. Cit. P. 151.

3 Ídem, p. 155.

1 Ídem, p. 157.

2 Fernández de Tinoco, María. Ob. Cit., p. 88.

 

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1 Comment

Excelente idea el rescatar a doña Mimita, dado su aporte literario y social, y más allá de "ser hija de..." o "esposa de..."

Ella y su obra se merecen esto y más.
Benedicto Víquez Guzmán

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