Claudio González Ruvavado

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CLAUDIO GONZÁLEZ RUCAVADO

(1878-1928)

 

 

Claudio  González Rucavado nació el 13 de septiembre de 1878 en San José  y  murió el 14 de septiembre de 1928 a la edad de 50 años. Fue hijo del Ing. Alejandro González Ramírez y de doña Catalina Rucavado Bonilla. Se casó con Guadalupe Luján Mata y tuvieron 6 hijos, Alejandro, Msanuel de la Cruz, Froilán Carmela, Lupita y Flor de María.

 

Sus primeros estudios los recibió de su padre. A los ocho años se matriculó en las escuelas oficiales del país.

 

A la edad de 11 años  quedó huérfano de padre, al igual que sus  cinco hermanos menores. Pasó su niñez en gran pobreza.

 

Estudió la secundaria en el Liceo de Costa Rica. Ahí se graduó de Bachiller. Ingresó al Magisterio Nacional y se convirtió en profesor de lógica, castellano y literatura, materias que impartió en el Liceo de Costa Rica.

 

Luego estudió Derecho  Mercantil en la Escuela de Comercio y Derecho Civil, en la  Escuela de Derecho, donde se graduó, en marzo de 1904.

 

Fue Diputado al Congreso en tres legislaturas 1910-1914, 1914-1918 y 1920-1924; también Ministro de Gobernación en la administración de don Alfredo González Flores, en 1916 y Primer Ministro en la de don Julio Acosta, en 1922. Desempeñó la Presidencia Municipal de San José y fue miembro de la Junta de Educación de la ciudad capital. Fue Secretario de la Escuela de Derecho, entre otros cargos que ocupó.

 

Abogó por independizar la educación del Poder Central y convertir a la docencia en un Cuarto Poder del Estado.

 

En 1914 se le ofreció la Presidencia de la República por acuerdo de los partidos  políticos del momento y no aceptó. Dijo:

 

 "No quiero presidencia que no provenga del voto popular."

 

Fue abogado y profesor.

 

Colaboró con los diarios del  momento: El Derecho y El Republicano, órganos del Partido Republicano, al cual perteneció.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ  CLAUDIO GONZÁLEZ RUCAVADO

 

NOVELA

 

1. El hijo de un gamonal: 1901

2. Escenas Costarricenses: 1906             

3. ¿Egoísmo...?: 1914

 

CUENTO

 

1. En el despacho de un médico: 1904

2. De ayer: 1907 (cuentos  y cuadros sobre niños)

3. Las Garzas: 1907

4. Crianza de los niños costarricenses: 1908  (Cuadros)

5. La pluma  que escribe: 1923

6. El Cinco: 1929

7. Ni con pobre ni con rico: 1929

 

Don Claudio publicó gran número de ensayos sobre diversos temas. Aquí no interesa constatarlos.

 

Publicó en  1901 la novela El hijo de un gamonal.1

 

 

Manuel Velar, hijo del gamonal ñor Pantaleón y ña Ramona, vecinos de Bejuco, termina los estudios de bachillerato, en San José. Decide invitar a tres compañeros de estudios a su casa  paterna  para que pasen unas vacaciones con él.

 

 

Sus amigos Luis Aldón, Julio Ruiz y Carlos Gómez llegan al pueblo y son recibidos  por la familia de Manuel con grandes atenciones. Julio Ruiz, desde que vio a la hermana de Manuel, Mercedes, se enamora de ella  y es correspondido. Luego de varias aventuras, turnos, cacerías, bailes, descripciones de costumbres, etc., los jóvenes deciden  regresar a San José. Manuel convence  a su padre para que también  ellos se trasladen a la ciudad.

 

Una vez en San José, Julio logra poseer a Mercedes  y huye a Nueva York. Manuel lo busca desesperadamente pero sin éxito. Les cuenta a sus padres lo sucedido y éstos regresan a su pueblo natal Bejuco.

 

El narrador  cuenta los hechos desde la tercera persona y se codifica como omnisciente.

 

 

Utiliza los  referentes geográficos Bejuco, San José, etc. y las clásicas preguntas retóricas:

 

"¿Qué hacer; qué  pasos dar; qué caminos emprender? ¿Se marcharía a su pueblo para dedicarse  allá a la labranza y a su tranquila  vida patriarcal que desborda salud y alarga la existencia? ¿Seguiría a su padre, el ignorante y buen viejo que se había desvivido por hacerle sabio, rico y poderoso?"1

 

Divide el espacio  geográfico en dos: campo y ciudad, el primero bueno, sano, ingenuo, apacible; una especie de lugar ameno y la segunda mala, pervertidora, corruptora de los campesinos. Son los citadinos los que abusan de los humildes, aunque, a veces como en este caso, ricos pero llenos de ingenuidad y de candor. Por eso Julio deshonra a la familia que le dio su hogar como casa por una temporada y mancilló el amor de  Mercedes. Este acontecimiento lo veremos en casi todas las novelas de esta generación y en otras posteriores. El enfrentamiento Campo- ciudad será la tónica de la novelística costarricense durante toda la época  moderna y parte de la contemporánea.

 

Las apelaciones del narrador- autor al lector social son frecuentes:

 

"Y para nos, lectora simpática, cuentan pillines, muy pillos, que profesan y viven de la baja política..."2

 

"Aprendió modales, a vestir como las gentes de buena sociedad: gastó chaqué y no sé si más tarde  hasta guantes, frac y chistera."3

 

En  la novela se sale del mundo narrado para informar al lector, que en este caso tiene el género femenino, hasta de los gustos de los personajes y de paso, algunos chismes. Es lo típico en muchas novelas folletinescas de algunos escritores costarricenses, y propio de la novela monofónica de la época moderna.

 

Las técnicas narrativas son las consabidas: linealidad en el tiempo y los acontecimientos, causalidad lógica, uso del retrato, división de los personajes en buenos y malos, sin evolución. Es una novela en blanco y negro y desde luego no se utilizan los matices.

 

El narrador lleva de la mano a la lectora y trata de moralizarla para evitarle sufrir los percances de los personajes campesinos, sobre todo femeninos. Hay una clara intención por convencer a las campesinas para que no emigren a la ciudad so pena de sufrir el deshonor.

 

"Conociendo los caracteres de sus próximos huéspedes pensó en su hermana, y se preocupó."4

 

Como dato curioso el autor  inserta un relato en la novela: La extranjera de bronce que narra un accidente donde muere una niña aplastada por una campana vieja.

 

La segunda novela que publicó Claudio González Rucavado, la llamó Escenas Costarricenses y la publicó en 1906.5

Es una novela tradicional, monofónica, bien escrita. Tiene como referente el San José de inicios del siglo veinte y la clase social aristocrática, oligárquica, cafetalera. Sigue las mismas técnicas narrativas de la novela anterior: narrador omnisciente, complaciente, guía, moralista, pedagogo, oligarca, josefino, intelectual, sabelotodo y la historia es causal, cronológica, lineal, en blanco y negro, bien y mal.

 

Sigue la clásica historia amorosa de triángulo, de amor imposible, de rompimiento momentáneo del código moral pero restituido al final de la novela.

 

Luis y Felicia, dos jóvenes citadinos y oligarcas, de familias ricas, experimentan una relación amorosa positiva, en la ciudad. Inician el proceso sentimental sin contratiempos y poco a poco van delineando su relación armoniosamente. Pertenecen al mismo nivel social y comparten el mismo código moral, su misma visión de mundo, que a todas luces, es la del narrador-autor.

 

La primera parte transcurre en la capital. Se describen las costumbres: La avenida de las Damas, las fiestas de fin de año, los toros, las mascaradas, los juegos de pólvora, el baile en el teatro nacional, el programa de piezas, las conversaciones superficiales de los jóvenes. Todo bajo un ambiente armonioso, salvo por algunas alusiones a los campesinos que llegan a la ciudad y se emborrachan o las mujeres de la vida licenciosa que se hace referencia pasajera, de mirada reprobatoria y carácter censurable. Es una simple mirada al mundo opuesto a la burguesía. No obstante refleja con claridad la visión machista, clasista y racista del autor.

 

"Luis pensaba cuán cierto es que una de las cosas que halagan al hombre es que se crea en su superioridad, y se le tome como amparo."1

 

Y su racismo llega a límites insoportables pero ciertos, cuando describe la mascarada que sale a las calles josefinas con el fin de alegrar a chicos y grandes:

 

"Venía luego la chirimía, música desabrida y monótona, y después un sexteto infame de negros disfrazados, pero sin otra  máscara que la que les da el pigmento de su tez."2

 

Después de describir ese San José de principios del siglo veinte, se traslada al campo, el otro polo de la narración.

 

El autor titula esta parte de la novela como El Veraneo y en realidad lo es así. Los ricos hacendados se trasladan al campo a pasar las vacaciones de inicio de año. Tienen su propia hacienda de caña, café y de leche, su casa de campo, su potrero, su río, sus peones o sus sirvientes amorosos y fieles, su pueblo, su cura y su maestro.

 

En esa casa paterna, de campo, Felicia y sus primas pasan una temporada de descanso y diversión sana: pasear por la hacienda, montar a caballo, asistir a la iglesia, visitar al cuentacuentos  español Lemán, coquetear,  salir al jardín, bañarse en el río, comer y dormir. Algunas veces es visitada por su novio Luis y se desarrolla el romance entre ellos sin contratiempos, armoniosamente.

 

La trasgresión aparece cuando el hijo del mandador, ya muerto, Quirco, joven atlético, campesino, bueno, servicial, un poco afeminado, según el narrador, se enamora de Felicia y abandona su novia campesina, María. Es aquí donde la novela cobra visos de tragedia. Hay una osadía, un campesino, un sirviente, un hijo del mandador hecho para servir, para obedecer, para trabajar, para complacer, se le ocurre enamorarse, nada menos que de la señorita rica de la ciudad. Éste es su pecado y su osadía tiene precio.

 

A pesar de que este amor imposible se dio y se sigue dando es curioso que, por primera vez, y, casi nos atreveríamos a decir, única vez, es el hombre quien se enamora de una rica citadina. Siempre había sido la campesina, la niña ingenua del campo la que fuera conquistada por el extranjero, ya fuera de la ciudad o de otro país. Aquí es Quirco, el hijo del mandador del patrón. Desde luego que este joven no es correspondido por Felicia. Ella lo ve como un sirviente, un objeto más a su servicio y precisamente por considerarlo así, despierta en él la pasión amorosa que lo lleva al precipicio, a la degradación final y el castigo restaurador del orden social. Ni los hechizos de la bruja en las prendas de Felicia lograron la concreción de este amor imposible. En realidad este conflicto amoroso sirve al narrador-autor para establecer los límites entre las dos clases sociales y consolidar la visión oligárquica del mundo. De paso el lector saborea las descripciones de las costumbres de la época, un precioso cuento maravilloso de brujas y encantamientos, ligado a los deseos imposibles de Quirco, la vida familiar oligárquica y las relaciones con sus sirvientes.

 

Al final la novela cierra con la despedida de Quirco de la hacienda por parte del gamonal, padre de Felicia, el apenas sospechado intento de lanzarse al río de Quirco y la huida de éste al pueblo vecino sin otro proyecto humano que subsistir.

 

La tercera novela escrita por este autor recibió el nombre ¿Egoísmo...? y la publicó en 1924.1

 

Es una novela típicamente monofónica, logocéntrica, causal y lineal. Es la primera novela psicológica sentimental, amorosa que se escribió en Costa Rica. Se desarrolla totalmente en la ciudad, las cercanías del Parque nacional con breves referencias al campo y esto para realizar paseos o, en el caso de Alfredo, para refugiarse en su hacienda. No escapa la visión romántica del autor sobre las relaciones amorosas de los personajes y los largos discursos ideológicos, valorativos, apreciativos y explicativos de las conductas de los actores de los dos triángulos amorosos representados por ellos. No cabe ninguna duda de que los personajes, a pesar del análisis psicológico, por parte del narrador, se muestran conducidos, destinados, preconcebidos, estereotipados y simples portadores de ideas predispuestas.

 

Los personajes se disponen en dos y opuestos: los buenos y los malos. En el último caso se trata solo de uno Alfredo que entra y sale de la escena, cuando el narrador lo necesita y carece de un papel sobresaliente en la novela. Todo lo contrario sucede con los restantes cuatro personajes: Luis y su amada Felicia, Carlos y Marta. Luis y Marta son hermanos y Carlos es  el mejor amigo de Luis. El personaje disonante es Alfredo que aparece como novio de Marta pero casi no tiene relevancia sino porque Marta está ciegamente enamorada de él. Luis ama a Felicia y casi sin razón alguna la deja y se comporta con ella con frialdad e indiferencia, después de unos rumores nacidos en un beso en la mano y un abrazo que Luis dio a Felicia en un paseo que hicieron a una hacienda.

 

La tesis más importante y la que sustenta toda la novela la representa Luis y su relación  amorosa con Felicia. El amor es egoísta.

"He pensado esta tarde sobre esto; y cavilando resolví el problema así: Que no la amo, que soy yo quien se quiere muchísimo y busca para sí lo mejor. Y usted es lo mejor..."1

 

A esto es lo que él llama egoísmo. Habría entonces dos tipos de él. Uno malo que se asemeja al narcisismo y que lo representan los don juanes que buscan en la mujer el conquistarlas y poseerlas como única meta pues son incapaces de amar, representados en la novela por un amigo de Luis que cuenta la historia de la mujer del abanico que después de bofetearlo por robarle un beso, lo busca en el jardín y se entrega en sus brazos. Es algo así como una máxima machista de que "no hay mujer honrada sino mal trabajada". Por eso Luis prefiere hacer sufrir a Felicia y decide evitar su relación. También existe un egoísmo "bueno" que el autor llama armónico.

 

"Ya entiendo: el amor es el egoísmo armónico, y éste es la filantropía. Por eso deseo bienes para todo mundo, por eso no quiero ser rama seca que alimenta y embellece cuantas hojas y frutos le caben."2

 

Este sentimiento se parece más a la solidaridad. En realidad la novela demuestra que Luis, tal vez empujado por los celos que despierta la relación de Felicia con Alfredo y el sufrimiento que le inflige a su hermana, decide casarse con ella y así se lo propone y logra, aunque la boda no se describe. En todo caso, si el amor, según él, es egoísta lo debe ser en ambos sentidos, es dialéctico. Yo amo a ella y me amo, en ese amar y sucede lo mismo inversamente, ella me ama y se ama en esa manifestación. Es una especie de egoísmo mutuo que se instala en un estamento superior y exige sacrificio por parte de los dos, es una especie de dar para recibir en ambas direcciones y así lo comprende Luis y emprende el camino de la relación amorosa con Felicia.

 

La segunda tesis que se plantea en la novela está configurada desde la perspectiva de la mujer: ella, a primera vista, se enamora de un joven, impresionada por lo físico, lo aparente, su porte, su parecer y poco a poco crea su modelo ideal del hombre y se deposita en él. Cuando se enamora de ese hombre lo hace del real y el ficticio, propio de su imaginación. Sucede en no pocas ocasiones que cuando la mujer descubre el verdadero hombre del que está enamorada, es totalmente lo opuesto de lo que ella creía. Esta tesis se da en el caso de Marta que se enamora de Alfredo y crea su propio ideal que no coincide con el real. Tiempo después, gracias a la conducta de él, sus bajezas y malos comportamientos, le hacen ver su error y entonces acepta a Carlos que representa el modelo positivo de hombre que toda joven desea para su marido. El es bueno, cariñoso, respetuoso, bien parecido, honrado, trabajador, buena posición social, honorable, sin vicios y únicamente ama a ella. Todo lo contrario sucede con Alfredo que es superficial, alevoso, traicionero, mentiroso, aunque tiene riqueza no es noble ni honorable. Además la traicionó con su amiga Felicia, cuando Luis la abandonó.

 

Luis es el tipo de hombre modelo, es amoroso, buen hijo y mejor hermano, sin vicios, inteligente, honrado y a pesar de que durante un inicio puso en duda el código social, cuando dejó sufrir a Felicia de amor, muy rápido supo volver a reafirmar el código programado. Al final se compromete con Felicia y la novela es de final feliz y más cuando se entera de que su hermana también se casa con Carlos, antes que él.

 

La novela no ofrece un profundo mundo psicológico de los personajes que padecen los conflictos. Más bien su comportamiento, a veces es pueril, condicionado, predecible, precodificado y bastión de la fuerte programación social y moral de la época. La mujer no ofrece ninguna rebeldía a los cánones de una sociedad pequeña burguesa, afincada en el concepto tradicional de hogar y cuya única salida es el matrimonio. Es su proyecto vital y toda su conducta se encamina hacia esa meta. El código cristiano está por encima de cualquier deseo particular o necesidad. Nació para ser casada, formar un hogar, buena esposa, sumisa, obediente, caritativa, cristiana, fervorosa, tener y educar a sus hijos y de vez en cuando ir con su esposo a compras, paseos, viajes, visitas, rituales religiosos y nada más y si es de familia rica saber tocar el piano y leer algunos clásicos.

 

Las dos familias que se describen en la novela, la de Luis, su madre y hermana y la de Felicia, su madre y padre son iguales, a pesar de que la segunda es de mayor riqueza. Esto no ofrece ninguna contradicción porque la familia de Luis con ser pobres mantiene una educación similar a la de Felicia y en nada se distancian. Como parte jocoso y señal de manipulación, Luis tiene algún dinero porque fue favorecido por la lotería. No se hace mención de dónde reciben dinero para subsistir y su casa no es pobre, tiene jardín, biblioteca, y otras comodidades propias de los ricos de la época.

 

En fin, una novela más de clásico triángulo amoroso, en este caso doble, con aspiraciones y algunos logros de análisis psicológico, sentimental, evocadora de un romanticismo pasado y afirmadora de las programaciones sociales cristianas, propias de la época y la ideología dominante.



1 González Rucavado, Claudio. El hijo de un gamonal. Ed. Costa Rica, San José, 1979.  La 1ª. Ed. La hizo Padrón y Pujol, 1901.

1 Íd. p. 20.

2 Íd. p. 25.

3  Íd. p. 27.

4  Ídem, p. 45.

5 González Rucavado, Claudio. Escenas Costarricenses. Segunda Edición. San José, 1913. La 1ª. ed. La hizo Alsina en 1906.

 

1 Ídem, p. 27.

2 Ib.

 

1 González Rucavado, Claudio. ¿Egoísmo...? Imprenta Alsina, San José, 1914.

1 González Rucavado, Claudio. Ob. cit., p. 24.

2 Ib.

 

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