Benedicto Víquez Guzmán: La obra escrita de Omar Dengo Maison. Discursos: Contratos...

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CONTRATOS...1

 

¿DÓNDE ESTÁ EL JUAN RAFAEL MORA QUE LEVANTE LA CABEZA?

Su desencanto de la Política y de los Políticos

 

 

El orador dio las gracias por la deferencia hecha con él al ser entrevistado para dictar la conferencia.

 

Debo hacer antes de entrar en materia la advertencia -continuó después el orador- de que voy a referirme al asunto de los contratos de la United Fruit Co. Propuestos recientemente a la consideración del Congreso, no desde el punto de vista del cual han sido tratados hasta el momento. Todos los hombres pensantes de Costa Rica han entrado ya a discutir el asunto numéricamente. Se hacen números y se analizan ventajas. Es decir, se ha contemplado el punto material de la cuestión, olvidando completamente la cuestión espiritual que es acaso la más importante en esta clase de operaciones. 

 

Acabo de leer un libro: La Conquista de los Trópicos, en que se dice, para la ilustración del pueblo norteamericano, que compañías como la United Fruit Co. Son las que deben tener el favor del Gobierno de los Estados Unidos y del pueblo americano, porque ellas son la fuerza de conquista. Es decir, un medio del imperialismo norteamericano. Eso está escrito para ellos. Nosotros debemos, en cambio, analizar aquí la cuestión moral del asunto tomando en cuenta estos ideales. Es el momento de hacerlo. Precisamente estamos contemplando en este momento una muestra de lo que son los Estados Unidos para estos países. Ha sido reconocido el presidente Adolfo Díaz de Nicaragua. Este reconocimiento es también una farsa desnuda. El reconocimiento de Emiliano Chamorro disfrazado de Adolfo Díaz. Y no debemos perder de vista estos sucesos para formarnos juicio de lo que son los Estados Unidos.

 

Yo pregunto: ¿Hay espíritu de conquista? ¿Lo hubo desde la guerra con España? Sí. ¿Lo hubo con la ocupación militar de Haití y Santo Domingo? Sí. ¿Lo hubo con el reconocimiento de Adolfo Díaz? Sí. Se ha dicho recientemente que el ejercicio de la habilidad diplomática es el que puede defender a estos países de aquella penetración.

 

Me atrevería a discutir con el estadista más eminente del país, aunque me pusiera en ridículo, que este camino de la diplomacia no es el que debe seguirse. No aconsejemos la diplomacia. Nuestra defensa está en la cultura, en realizar efectivamente una función de cultura. Hacer pensar al país. Apoyar a la prensa en su tendencia actual de abrir curso a las opiniones de los que deben expresarlas.

 

Los reportajes en que hoy habla don Elías Jiménez Rojas, y mañana Luis Felipe González y después Fidel Tristán contribuyen evidentemente al desarrollo de la cultura. Servirse de la tribuna y de la prensa. Permítaseme aquí una confidencia. En la pasada campaña política yo busqué los grupos que a mi juicio representaban una tendencia cultural en el país. Yo, maestro de escuela, fui a las tribunas públicas, sin recibir dinero para la propaganda y cuando hice gastos devolví lo que me sobraba; sin obedecer consignas de los consejos directivos y sin preguntar a nadie los temas que debía tratar. Confieso que aquello fue una ilusión de muchacho, que me equivoqué y que de ello nadie sino yo tiene la culpa, si bien los directivos del movimiento político no han debido permitir que ciertos hombres habláramos en nombre del partido. Han debido decirnos que nos ocupásemos de las juntas electorales, de los defectos del candidato contrario y de las bondades del propio; pero debieron decirnos lealmente: no tenemos capacidad para abordara los problemas de las ideas. Aquello pasó y ahora yo estoy alejado de los políticos. Por grande que sea el desdén que los políticos sientan por mí, siempre será mayor el que yo siento por ellos. Por eso he venido a la Universidad Popular a buscar el contacto de obreros y estudiantes. Hay que impulsar estos movimientos. Hay que abordar los problemas con altura. Se habla de carreteras. Y no se piensa sino en contratar un empréstito cada cierto tiempo. ¿Cuándo vendrá el estadista de certera visión que aparte los ojos del problema fiscal y los ponga en el problema económico general del país? Lo mismo nos ocurre con todos los problemas.

 

En el educacional es un error creer que la enseñanza de las matemáticas y del castellano representa una orientación de la cultura. Lo que importa no es que se enseñe matemáticas y castellano especialmente, que eso se verá después, sino que se dé a la enseñanza el sentido de la responsabilidad, que se adapte a las necesidades y aspiraciones del pueblo costarricense.

 

Hay que poner fin a la leyenda de que somos un pueblo esencialmente culto, de que vivimos en la Suiza centroamericana, de que ésta es la mejor de las democracias, de que San José es un París chiquito. Hay que torcerle el cuello, que no sé si es de cisne o de serpiente, a esas leyendas engañosas. Eso está bueno para una conversación galante con señoritas, pero debemos confesar que tenemos una población inmensamente analfabeta. No aspiremos a llevar la Universidad a cada una de las ciudades del país; pero sí podremos aspirar a llevar el silabario a los más apartados rincones. Cuando seamos grandes por nuestra cultura, ¡que vengan los Estados Unidos!, que entonces solo recibiremos de ellos lo que sea grande también. Los yanquis vendrán. Nuestra posición entre Nicaragua y Panamá nos hace objeto de codicia. Ya no son las antenas que trasmiten la civilización sino los tentáculos del pulpo en la forma de la política y del capitalismo.

 

¡Qué nos encuentren grandes! Don Ricardo Fernández Guardia escribió recientemente preguntando: "¿Dónde estará el Juan Santamaría que le dé fuego al cuchitril en donde se forjan las cadenas de la esclavitud de Costa Rica?". Y yo pregunto, no dónde está el Juan Santamaría que alce la tea, sino dónde está el Presidente Mora que levante la cabeza para dar a su pueblo un alto sentido de su responsabilidad histórica.



1 Reconstrucción de una conferencia, noviembre, 1926. Fue publicado en La tribuna con el título. Anoche don Omar Dengo. ¿Dónde está el Juan Rafael Mora que levante la cabeza? Su desencanto de la política y de los políticos. Es parecida a un discurso.

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