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Zoraida Ugarte Núñez

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ZORAIDA UGARTE NÚÑEZ

(1932) Foto tomada de La Editorial Costa Rica

 

Zoraida Ugarte Núñez nació en Siquirres, Limón, el 27 de diciembre del año 1932. Es porteña por ambos mares, pues nació en Limón y vivió algún tiempo en Puntarenas. Ahora vive en San José Centro.

 

Los estudios superiores los inició en la Universidad de Costa rica. En esa institución se graduó como licenciada en Filología y Lingüística. Luego completó su especialidad en España, sobre todo en el área de Lingüística. A su regreso a Costa Rica, comenzó una vastísima experiencia como docente, tanto en colegios de secundaria como universitaria. Se incorporó al cuerpo de profesores de la antigua Normal Superior. Ahí ejerció las cátedras de gramática española.  Al fundarse la Universidad Nacional, no solo forma parte del profesorado sino que, poco a poco, va ocupando funciones importantes en la administración universitaria. Fue Directora de la Escuela de Literatura y Lingüística y Decana de la Facultad de Filosofía y Letras y participó como candidata a Rectora en dicha Universidad en 1983. Vive desde hace muchos años en el centro de San José, en un hotel acompañada por su queridísimo esposo, don Eladio. Ahí ha creado un lugar único, lleno de calor y aunque no se crea de matas y flores que posiblemente evoque el solar de su niñez.

 

 

LO QUE HA ESCRITO ZORAIDA UGARTE NÚÑEZ

 

 

NOVELA

 

1.  El solar de las siete hierbas: 2006

 

El solar de las siete hierbas1, publicada recientemente, en el año 2006.

 

Es una novela monofónica, de clara y fuerte presencia del narrador sobre la visión de mundo de los personajes.

 

El narrador se evidencia como culto, sin ser barroco y se luce en usar un lenguaje purista, refinado. Utiliza más el discurso descriptivo, un tanto lírico y espiritual, que el narrativo. Los personajes se tornan simples imágenes de ese narrador todopoderoso.

Es una visión positiva, en un inicio de Limón. Es un calidoscopio de retazos pintorescos de la ciudad. El narrador omnisciente maneja todos los detalles naturales: parque, ríos, árboles, personajes. Todo ello configura una imagen panorámica del ambiente físico y dan la sensación de que la niña Agua Río dará sus primeros pasos en esa morada.2

 

De igual manera la cara social está formada por pinceladas positivas de diferentes personajes que reunidas en un lienzo, configuran un ambiente social positivo, de gente rica y culta, blanca y mestiza, salvo las alusiones a negros buenos que trabajan al servicio de ellos, sin apenas mostrar contradicciones.

 

El otro espacio físico y social resaltado en la novela es el San José de la época. Una ciudad, si bien aldeana, digna de describir. Es la narradora omnipresente quien a través, sobre todo de Agua, la niña genio, la que va citando edificios, iglesias, avenidas, casonas, cines (teatros) y todo aquello que llega a su memoria reciente (presente), capaz de evocar una ciudad- aldea, llena de recuerdos aislados que configuran ese espacio físico positivo y armonioso.

 

De esta manera, la novela se configura como la visión positiva de dos espacios complementarios armoniosos, llenos de colorido, pintorescos y evocadores de la formación del personaje-imagen, llamado Agua Río. Es una novela evocativa, valorativa, espiritualista, positiva y preponderantemente descriptiva.



1 Ugarte Núñez, Zoraida. El solar de las siete hierbas. Ed. Costa Rica, San José, 2006.

2 Obsérvese el uso de algunos vocablos poco comunes: lelilí, serondo, apepena, jodienda y julepe, escarzo, acarado, asesadas, quisneta, jaranea, achuntó, zumbel, inveterada y muchas otros más.

 

 

Ana de Langton

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ANA DE LANGTON

(1955)

 

Ha escrito algunos ensayos sobre las correcciones de fondo en las editoriales que afectan la literatura como Nihil obstrat y No hay peligro de Heredia, publicadas en Suplemento Cultural.

El primero es sobre la crítica literaria y los contextos biográficos.

 

 

LO QUE HA ESCRITO ANA DELANGTON

 

NOVELA

 

1.   El Puente: 1995

 

El Puente es la única novela que conocemos de esta escritora, profesional en sociología. La publicó en 1995.1

 

Es una novela tradicional, lineal y causal. Tiene una fuerte carga discursiva en el lenguaje. La narradora, así se muestra en el texto, juega un papel preponderante. Es una sola voz la que se manifiesta en el discurso y en el diálogo, que es muy escaso, siempre está presente aunque como personaje no hable, lo hace como narradora. Su punto de vista es exclusivo y no da autonomía a los personajes sino desde su propia óptica. Narra desde un presente, el pasado suyo y de dos familias básicamente.

 

La novela cobra relevancia por la problemática tratada, la posición crítica asumida por la narradora-autora, la sinceridad y franqueza adoptadas y la valentía de enfrentarla.

 

Son dos familias las protagonistas de las reflexiones y un personaje femenino que se interpone como elemento distorsionador, entre ambos hogares, Julia. Esto hace que se configuren dos triángulos amorosos y se interrelacionen entre ambos. Pero no se crea que sean los clásicos triángulos amorosos de las novelas rosa. Todo lo contrario, es el marco del enfrentamiento complejo entre el individuo y la cultura, entre el ser social y el ser individual. Más concretamente entre el ser y el no ser, la vida y la búsqueda de su sentido en una sociedad enajenante, programada, llena de prejuicios, mitos y códigos, la libertad, la razón de ser, la felicidad.

 

La historieta puede ser muy simple pero las implicaciones, muy trascendentes. Alberto y la narradora (no da el nombre) son casados y tienen una hija, Clara. Diego y Maricruz forman el otro hogar y tienen varios hijos, hombres y mujeres. Diego tiene una relación de amante con Julia y la narradora es amiga íntima de ella, alguna vez llegaron hasta a relacionarse sexualmente. Ambas mujeres se sienten realizadas, una y la otra, se comprenden, se comunican y sufren la misma rebeldía contra los convencionalismos sociales. Lucía se relaciona con Diego pero descubre que él no llena sus aspiraciones y que jamás dejaría la seguridad, estabilidad social de su matrimonio, trata de suicidarse pero no lo consigue. Poco tiempo después muere y con ello abre nuevas reflexiones en la narradora, esposa de Alberto. Éste se relaciona más con su hija de escasos diecinueve años y viven una especie de incesto virtual. Ambos se complementan, se entienden, juegan. En otras palabras pareciera que la hija sustituye a la esposa que pasa a un segundo plano. Si para Diego, Lucía era la amante, el tercer elemento del triángulo, Clara juega ese papel con respecto a Alberto su padre, por lo menos públicamente, sin el ocultamiento que sí ocurría en el otro triángulo. Lo importante es que la sociedad censura al segundo pero no al primero, mientras no aparezca la concreción del incesto.

 

El anterior marco de relaciones abre una serie de conflictos que llevan a enfrentar a la mujer con varias convenciones unas como efectos y otras causales, pero ambas sociales, culturales o ideológicas. Yo agrego programaciones sociales permanentes. Ante esto se pregunta ¿cuál es el papel de la mujer en una sociedad programada, causal, logocéntrica o teológica? La sociedad lo tiene claramente establecido desde todos los ángulos y la narradora así lo testimonia. La función fundamental de la mujer es SER MADRE y la célula social debe ser LA FAMILIA, así lo dispone también la religión católica que es otra programación social permanente. No hay salida para la mujer. Cualquier otro camino es rebeldía, pecado, disfunción y el castigo es inmisericorde. Dogma sin preguntas, sin interrogantes. Así es y punto. Y no se crea que exista libertad, no. Se decide de por vida terrenal y celestial o infernal si no cumple con la ley divina. Por eso el mito de Adán y Eva, y la función de la virgen María refuerzan esa programación. Tanto los hombres como las mujeres, éstas a pesar de ser perjudicadas en su misma esencia de mujer, lo aceptan con resignación y a veces, en la mayoría, con orgullo y luchan por cumplir ese rol de la manera más ejemplar. No es de extrañar entonces que la mujer que se desvíe de ese modelo o ponga en tela de juicio esa programación, sea signada de por vida, apedreada, desahuciada, vejada, denigrada, abandonada, lapidada y agréguele cualquier cantidad de epítetos más y no alcanzará sino el castigo. El rol del hombre, en cambio es más encubierto, sobre todo en la sociedad machista occidental. Él puede romper el contrato y tener amantes, sobre todo que reencarnen una especie de mujer-madre,1 siempre que sea una aventurilla y no deje, en la apariencia el papel de buen padre, trabajador, cumplidor, protector, estabilizador, proveedor, engendrador. Hay una especie de doble moral, la real y la aparente. La sociedad hipócrita tolera todo eso pero jamás perdonará a la mujer. Porque ésta es madre y debe dar el ejemplo a sus hijos, sacrificarse, minimizarse, alienarse, cosificarse. Ese es su destino, su papel redentor, su sacrificio en la más pura hipocresía de la sociedad.

 

La novela es rica en este tipo de reflexiones y no viene al caso repetirlas. También abunda en análisis sobre la cultura, las relaciones de padres e hijos. Los dos triángulos amoroso-familiares se tornan significativos a partir del papel de Lucía. Ella en el símbolo de lo prohibido, tanto en la relación con la narradora, esposa de Alberto, como en el papel de amante de Diego. Es el elemento disociador, el que introduce la disfunción, la alteración del orden social y la  seguridad del núcleo familiar. Por ello la narradora le da tanta importancia. Es cierto que en la relación mujer-mujer se informa poco, no se narra la intimidad de esa relación. Sí se conoce que eran amigas y que fue en la graduación de la socióloga, cuando conoció a Diego, en casa de Alberto, pero la molestia de Diego y Clara, antes de saberse el papel de amante que mantenía con Diego, era más por considerarla extraña, rara, una compañía inconveniente pero no porque pudiera ser un obstáculo para la consolidación del matrimonio de Alberto. Así Lucía se convierte en una mujer que enfrenta dos conflictos, la amistad-relación íntima con la esposa de Alberto y el ser la amante de Diego. Al final siente que Alberto no cumple con sus promesas. Ella lo ama y él le vuelve la espalda cuando su relación se hace pública y se acoge en el hogar. Ahí con sus hijos y esposa, entierra la relación con Lucía. Ésta opta por suicidarse pues no ve salida a su situación, como ser, y se ve traicionada, aún de su amiga, la narradora que no le ayuda a liberarse de las amarras en la cama del hospital, posiblemente para matarse. Su vida carecía ya de sentido. Ahora bien, esta situación sufrida por la esposa de Alberto y que es casi generalizada en nuestra sociedad pues todos viven bajo las mismas programaciones, no la sufren las personas, mujeres u hombres que no tienen conciencia o que simplemente aceptan el condicionamiento como algo natural y lógico. Digo esto porque también la situación se les presenta a los varones conscientes que ven su vida frustrada por una relación enajenante con su esposa. Ahora bien, al unirse un hombre con una mujer, ¿están conscientes de esa situación? O la pasión, la ilusión, la vitalidad sexual, la alegría superficial y formal de su unión, duran un tiempo suficiente para mantener el entusiasmo del matrimonio y poco a poco, con el paso de los años se toma conciencia, de una parte o de las dos y ¿no se intenta superar la situación? No enajenándose ambos o una de sus partes sino buscando una nueva relación, cualitativamente superior. Ni Quijote, ni Sancho, es la síntesis cualitativa de la unión. Y si una de las partes no acepta ese proceso, entonces la única salida es la separación, por el bien de todos, padres he hijos. Sobre todo si una de las partes no está dispuesta y no tiene por qué estarlo, a sacrificar su realización vital.  

 

El final de la novela es esperado, la mujer narradora, abandona la casa donde vivía la soledad, el distanciamiento con Alberto. El encuentro de abandono es violento y ella sufre agresión física, pero aún así logra salir de la casa y abandonar el lugar donde vivía recluida. Clara, la hija de ambos encontró novio y sometió a su padre a una doble soledad. La escena final, después de algunas reflexiones sobre la vida, la mujer y las relaciones con los hombres, Clara visita a su madre y el diálogo es frío. La situación permanece igual. Ella, sola en una casa, a los cuarenta y ocho años y buscando a qué asirse en su precaria situación. No aparece una respuesta en el horizonte.

 

El final es realista pero podemos agregar que el individuo no puede violentar los convencionalismos, las programaciones sociales sin sufrir el desencanto, el castigo social. La huida, el retirarse de una situación como la vivida apenas ofrece el cambio de rol, la ilusión de una libertad que es también irrisoria, porque no se ha podido salir de las programaciones permanentes. Salir de una situación conflictiva alienante es importante y pareciera el único camino pero no soluciona la problemática que subyace a ese conflicto. Las programaciones sociales atentan contra el individuo, sobre todo si éste tiene conciencia de la problemática. La mayoría se ajusta a las programaciones, se adapta, las adopta, las incorpora, las protege, las defiende, las justifica, las legitima, es su territorio, tal como sucede con Diego y Maricruz, pero las personas como la narradora y Julia, se convierten en héroes degradados de una sociedad alienante, enajenante al servicio de las mayorías conformistas, también enajenadas pero inconscientes y por lo tanto sin problematizarse. La búsqueda de valores en esa sociedad degradada solo conduce a mitos, prejuicios, reafirmaciones de los "valores" permanentes aceptados por todos como tales: el papel de la madre como procreadora, esposa fiel de por vida, defensa del hogar, bajo esa concepción como la única célula social capaz de hacer feliz a los constituyentes de ellas, cuando en realidad es la legitimadora del poder social, político y económico lo que priva. El bien individual se subordina al "bien" social. Los incestos, los complejos de Edipo o de Electra, las violaciones de hijos o hermanos, los fratricidios (Caín), matricidios, parricidios, etc. son rechazados pero se explican como disfunciones que deben ser corregidos al igual que la violencia doméstica entre esposos o cualquiera de los miembros. Todo debe tolerarse, soportarse en aras del bien familiar. Esto fue lo que la narradora no soportó y denunció en la excelente novela que escribió.

 

A pesar de ser una novela típica de narrador enfático, preponderante, absorbente, acaparador, totalizador, propio de un discurso ensayístico, la novela se destaca por la incursión en ese personaje narrador, trágico, lúcido, brillante, crítico, sincero, liberador que estando en el puente no salta al abismo, tampoco regresa a su celda y prefiere crear su propia soledad pues al fin sería su pertenencia, su acto final de libertad condicionada pero único refugio a su encuentro.



1 De Langton, Ana (seudónimo). El Puente, EUNED, San José, 1995.

 

1 Cuando leía la novela y la narradora describía la escena, al caminar por la ciudad y se topaba con los hombres, llenos de cordones umbilicales, cerraba los ojos para retener esa fantástica imagen y no soportaba, la risa que me producía. Estaba disfrutando de esa escena, cuando en las noticias televisivas, la presentadora afirmaba que un hombre que había sufrido un accidente hacía más de diecinueve años, por el cual había perdido el habla, al fin la había recobrado y la primera palabra que pronunció fue MAMÁ. Parece que lo afirmado por la narradora se verificaba.

 

El hijo del cometa, primera novela de Antonio Yglesias Vargas

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(Imagen propiedad del autor)

 

EL HIJO DEL COMETA

 

El hijo del cometa es la primera novela que ha escrito Antonio Yglesias Vargas.1

Esta novela tiene una estructura corriente, se trata de construir el relato en secciones temáticas que se interrumpen entre sí, se distancian y se unen. La primera trata el tema histórico no oficial de las tres primeras décadas del siglo XX, hasta 1934, fecha de la Gran Huelga Bananera, la segunda sección se enfatiza en la Maestra Blanca y la tercera tiene por objeto a José Asunción Avilés, el mago. Las tres partes se unen en una estrecha relación bajo la figura del hijo del cometa, José Asunción Avilés.

La narración se inicia por el final y así el lector conoce la muerte de José Asunción por intermedio de Casandra y el final de ella solo enuncia el narrador su muerte después de bajar del Peñón de los tuberculosos y la futura reunión con los científicos de la adivinación que nunca sucede.

Así la novela es de corte tradicional, logocéntrica, monológica y causal. A pesar de ello el narrador logra mantener entretenido y espectante al lector que espera cada episodio con cierta ansia. Más por saber el cómo que el qué de la narración y los sucesos.

Poco a poco se configura una novela de género maravilloso donde lo fenómenos sobrenaturales se imponen a los reales, se mezclan y forman ese mundo dicotómico que el lector acepta como verosímil. Así desde el nacimiento del personaje principal éste se ve influido por el paso del cometa Halley en 1910 y su nacimiento en Cartago, con terremoto incluido. Esto no es tan original. A estos fenómenos naturales se les adhieren una serie de coincidencias tales como la muerte de un rey, los nacimientos de personajes especiales y cualquier cantidad de creencias y supersticiones ligadas a una religión del miedo y las profecías.

Este personaje es el eje central de la novela y desde su nacimiento muestra características sobrenaturales con atributos físicos como la penetrante mirada y sus grandes hojos y sobre todo el poder de adivinación o conocimiento de acontecimientos pasados, presentes o futuros hasta llegar al final de su carrera o antes de su muerte, a la sanación de las enfermedades de enfermos en sus espectáculos en los teatros costarricenses, centroamericanos o en méxicanos. Ël conforme pasan los años se va convirtiendo en el mago más impresionante de América.

Otra técnica narrativa que utiliza el autor es la intriga policíaca. Así el narrador va configurando dos personajes lúgubres que ostentan un gran poder en la oligarquía de la época. Se trata de "El Licenciado", una especie de consejero legal y político de los gerentes de la Compañía Bananera gringa. Se acompaña de otro personaje bruto pero fiel y asesino llamado Plutarco Sandí, un profesor de geografía que lo único que aspira en la vida es ser policía, tener poder para hacer la voluntad de "El Licenciado". Así se abren tres triángulos amorosos. El primero lo componen la maestra Blanca y su esposo, a la fuerza, Plutarco Sandí y el hondureño Luis Delgado Valle, revolucionario como ella. Al final de muchas vicisitudes se encuentran y se unen en un amor que huele a rosas. El otro triángulo amoroso lo forman "El Licenciado y Azucena, la esposa de Davis, el gerente gringo de la bananera y los dos esposos, Felicia, la esposa de "El Licenciado" y el mismo Davis que es asesinado por "El licenciado". Este triángulo se resulve cuando en el teatro Raventos José Asunción Avilés lo evidencia, con sus adivinaciones ya que da a conocer a los presentes, esposos y esposas, y otros personajes de la hipócrita alta sociedad, el asesinato con veneno de Mr. Davis por intermedio de "El Licenciado" (cualquiera lo intuye). Ëste, en su casa confieza a su esposa su acción cobarde y luego se envenena. El último triángulo amoroso es el que conforman José Avilés y Casandra, la ayudante del mago argentino Neblina y María, la madre Teresa de la novela, que vela por los ancianos y los tuberculosos y muere asesinada por un guardia de la policía oficial mejicana y deja a José Asunción como su sustituto.

A pesar de tantas líneas narrativas, la novela se desarrolla adecuadamente con un lenguaje bien utilizado, polisémico y lleno de bellas imágenes sonoras y visuales que resaltan una historia bien contada. Además, la sección histórica es interesante y deja de lado, como debe hacerse y hacen los buenos escritores, lo consabido, lo público y se adentra en ese mundo sugerente de lo privado, lo nuevo, lo desconocido, lo acallado. Lo que Azorín llamó "La Infrahistoria".

Pero, ¿dónde encontramos algunas inconsistencias? No solo en los estereotipados triágulos amorosos resueltos con muertes repentinas sino y sobre todo en el verosímil de la misma novela. Esto se da sobre todo a la hora de acabarla. Ahí se acude a una tesis religiosa que los mismos personajes nunca, siquiera sugieren sino a través de algún nombre como Asunción que al final se convierte casi en un segundo Jesús, un visionario, un mágico divino, representante del Creador. Esto nos hace recordar algunas figuras propias y extrañas: Padre Enrique, Minor, o los predicadores de esas poderosas y gigantescas empresas familiares de adivinadores y saneadores que curan a cambio de la entrega de pertenencias. Esto no ocurre en la novela pero sí los más ignorantes de los pueblos (las mujeres de largas trenzas) hacen filas y se desviven por tocar las ropas de José Avilés en espera de un milagro. Y estos al final de la novela suceden. Tal el caso del paralítico que deja las muletas y camina y otros tantos más. Si ello es así, el lector podría preguntarse, ¿por qué Aviles (el mago) no cura a los tuberculosos y se acabó la tragedia. Si conoce todo y es capaz de vaticinar la muerte, ¿por qué no impide la de María y la suya propia? Éstos y otras inconsistencias de lo verosímil se dan en la novela y sobre todo al final. Y no se crea que ello sea realismo maravilloso pues esta técnica no necesita justificación. Los sucesos maravillosos o de leyes sobrenaturales suceden y punto. El lector los acepta con agrado y no se hace preguntas.

Novela interesante que muestra un escritor que sabe su oficio y posee gran capacidad creativa. Tal vez necesita más trabajo y cuidado técnico pero es esperable mejores y muy buenas novelas.



1 Yglesias Vrgas, Antonio. El hijo del cometa. Editorial Norma, Heredia C. R. , 2009

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