Fernando Contreras 2

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 La cuarta novela la llamó Cantos de sirena y la publicó en el año 2006.

 

La quinta novela la tituló Cantos de las guerras preventivas y la editó en el año 2006.1

 

Es una novela polifónica y más que ello sinfónica. Su estructura deja loa paradigmas tradicionales para adentrarse en una sinfonía armónica de cantos que bien podrían, de ser posible, ofrecer ese mural lírico lleno de imaginación en que se convierte el texto de esta novela. Su nombre da indicios de ello: "cantos" pero no solo a las guerras de exterminio masivo de seres inocentes y pueblos indefensos sino de la peor guerra que ser humano pueda imaginarse: la guerra ambiental, la guerra de la contaminación y la conversión de nuestra tierra en un basurero tóxico, donde se hace imposible la vida de ser animado cualquiera.

 

Ya Fernando nos había hecho un adelanto con su primera novela única mirando el mar y en ésta una vez desaparecidas las ciudades constituidas por las guerras preventivas, son los habitantes del mar, los pescadores que viven de la sal y el pescado, los únicos que vislumbran una posibilidad real de vida futura. Así lo testimonia el último canto del brujo en la voz de los niños:

 

"Del mundo, sus ruinas.

De las gentes, sus memorias como tumbas profanas.

Del amanecer, la incertidumbre.

Del cenit, la ilusión de una certeza.

Del ocaso, la lección.

 

De las ruinas, los cimientes.

De las gentes, su semilla.

Del amanecer, la ilusión de una certeza.

Del cenit, una mesa servida.

Del ocaso, el suelo bienhechor."

 

La novela canta a la desesperación, al Dios herido y agonizante, a la impotencia, a la orfandad, a la muerte absurda, al desencanto, a la voz anónima, al pueblo periférico, a los de la intemperie, a la desolación. Y estos cantos se conviertes en voces de auxilio que no son oídos por quienes detectan el poder, los jerarcas, los que caminan ciegos hacia la aniquilación de nuestro planeta.

 

Esta es una novela que rompe con el discurso tradicional, lineal, causal, logocéntrica y ahonda en el lenguaje polisémico, lírico y épico a la vez, pues los cantos como en la Ilíada, son heroicos y tristes, de vida y muerte, de síntesis de un pasado caduco, y aliento de un futuro que podría ser mejor. Y esto da a la novela ese rasgo de incertidumbre, de duda y por ello también de dolor muerte de muerte pues no se vislumbra que hallamos aprendido la lección de nuestra propia destrucción en esa carrera desbocada en máquinas de hierro retorcido que solo sirven para contaminar nuestros bosques y manantiales.

 

No es una novela, precisamente por sus innovaciones técnicas y estructurales fáciles para un lector poco preparado, pero si se lee bajo un paradigma decodificado, libre de prejuicios y valores estereotipados, con toda seguridad de su lectura se obtendrán resultados gratificantes.

La sexta novela fue titulada Cierto Azul y la publicó en el año 2009.1

 

Cierto Azul es una novela pequeña en extensión pero enorme en calidad. Es un canto a la libertad, al amor, a la vida.

 

Su estructura es sencilla. Está compuesta de seis partes, igual al sexteto de gatos que toca jazz  y no llega a las ochenta páginas. El inicio también cierra esa estructura. Es la llegada del gato Freddie Freeloader a las costas del caribe proveniente del sur de los Estados Unidos y la partida del niño ciego Arturo, así sin apellidos, el trompetista callejero, recogido por el sexteto de gatos también callejeros que significa: libres.

 

Sí la novela pertenece al género maravilloso pero no es un cuento de hadas y escapa a todo modelo estructural tradicional. El elemento mágico capaz de transformar la realidad de los personajes en luchas victorias o tareas cumplimientos deja su apariencia de anillo, amuleto, varita mágica y se convierte en instrumento, canto, poesía, vida, amor, libertad. Los viejos cánones de la moral cristiana enajenante dan campo a la improvisación, al instante,  y se despojan de esa camisa de fuerza de la "normalidad" para abarirse a lo disfuncional, lo creativo, lo instantáneo, lo no planeado, lo nuevo, la iniciación.

 

Las leyes naturales y sobrenaturales son una sola vivencia. Los gatos y el niño inician esa aventura única e irrepetible libremente, de noche, bajo el alero de los cielorrasos del Mercado Central o los más inesperados edificios abandonados, guiados por el asombro, la música de la lluvia o el latir de la oscuridad. El día pertenece a los humanos, los dominantes, los que duran, los muertos que se mueven sin saber siquiera a dónde se dirigen, los que comen para durar y engordar y nunca para vivir, los que se han convertido en robots de movimientos calculados y repetitivos cuyo único fin es hacer dinero, ése es su único afán.

 

Novela maravillosa no solo por la armonía y vivencia de leyes sino por la sorpresa del lector de entrar en ese mundo musical, imprevisto, asombroso, llenos de luces y sombras, transformador, vitalizador, embrujado, pletórico de amor, de solidaridad, de compañía, de vivencias.

 

"-¿Ello, dando por sentado que existe algo llamado "normalidad", y que eso, lo que quiera que sea, garantiza el éxito, aunque la vida esté rebosante de relaciones "normales" estancadas en el hastío, la infelicidad y el fracaso!"1

 

Es de ese mundo dominante que los gatos tratarán, por todos los medios de apartar al niño Arturo. De ese mundo que pertenece a los dominantes y que tanto pavor provoca a cada instante.

 

"Y el miedo a chocar con el mundo fue lo que finalmente se convirtió en el gran aliado de Arturo"2

 

Y el refugio en la música y el canto sería, como lo fue en los negros esclavos del Sur norteamericano, su salvación, su arma, su resistencia, su esperanza y su libertad.

 

"Cantaban porque no pudieron robarles sus voces y en sus voces traían sus músicas"3

 

Ese referente histórico permea todo el relato. Es como una evocación del abuelo gato que es testigo de la esclavitud negra y sus vivencias insufribles, hasta recobrar la libertad. Pero nunca para practicar las costumbres de los blancos, esclavos del poder y de la riqueza, inmersos en ciudades anodinas y con esa maldición a cuestas del trabajo para tener dinero, como si se tratara de un ciclo vicioso, o algo parecido al mito de Sísifo.

 

Los gatos huían y repudiaban esa condición del dominante blanco:

 

"La gente diurna se va quedando sola. Nosotros la vemos desde los cielorrasos, sola en sus casas, sola en sus trabajos, sola en la salud y en la enfermedad...sola y triste y sin embargo, defendiendo siempre la soledad, condenando la felicidad, condenando el amor; en las paredes de los lugares públicos abundan letreros con la advertencia de "Se prohíben las escenas amorosas"!!!4

 

Ese arcoiris de sonidos, de claroscuros, de voces cuando se dirigen los gatos al niño o comentan algún acontecimiento que pretende educar al niño para su vida independiente y libre, son la constante en esta novela. Es una sola voz llena de matices, de tonos, de sostenidos, armónica y pletórica de vivencias, de asombros. Es la sinfonía más corta pero intensa que imaginarse pudiera. Quizás esa condición es lo más maravilloso de esta novela. Porque:

 

"¡La música de nuestras vidas! Un mosaico, una cobija de retazos, cada melodía, un cuadrito, pegados todos con sangre, sudor y lágrimas. Cada timbre propio de cada instrumento, como cada instante, y por encima de todos los timbres, la voz hermosa de Valentina: "Buen día, gato callejero", "Buen día Gatita..." Amigos, amantes, cómplices, compañeros de viaje, residentes, sobrevivientes, compañeros de atril."1

 

Una última reflexión: ¿Es ésta una obra de literatura infantil?, ¿Será apta para niños? , ¿Se atreverán las autoridades del Ministerio de Educación a exigirla como lectura obligatoria en los colegios del país? O ¿echará por tierra los viejos moldes de la literatura consolatoria y justificadora del sistema alienante imperante en nuestra sociedad?

 

Esta novela se publicó en el año 2009, al igual que Traspié entre dos estrellas de Myriam Bustos Arratia y otras más. El jurado de premios de ese año y el Ministerio de Cultura dieron por desierto las modalidades de novela y cuento y ello despertó una serie de críticas justificadas y comentarios adversos a esa infortunada decisión. Lo que nunca supieron los lectores y detractores del Jurado fue que los miembros dudaron sin poder llegar a un veredicto si daban a Cierto Azul de Fernando Contreras el premio o a Traspié de dos estrellas de Myriam Bustos Arratia. Solo al puro final llegaron a la conclusión de declararlo desierto, ya que según ellos no podían premiar a las dos y menos a una de ellas, pues si lo hacían se armaría "un pleito de perros y gatos" que sería de nunca acabar.



1 Contreras Castro, Fernando. Cierto Azul. Ed. Legado, San José, 2009.

1 Contreras Castro, Fernando. Ob. Cit.  p. 17.

2 Ib.

3 Ídem, p. 23.

4 Ídem, p. 33

1 Ídem, p. 69.

 

 

 



1 Contreras Castro Fernando. Cantos de las guerras preventivas. Ediciones Farben, San José, 2006.

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