CONCIENCIA DE LUZ
La conciencia de la luz, da la luz. Lo que me creó, crea en mí.
El adquirir conciencia de aquello que me creó, me hace creador.
Yo voy hacia el jardín o hacia el erial, según quiera guiar los pasos. Y miro el cielo de tarde o por la noche, según me plazca. De ahí que si me habitúo a contemplar el jardín, tan intensamente como si lo incorporase a mi vida, para embellecerla y algo de su colorido de su fragancia se comunica a mi pensamiento, cuando adversas circunstancias me inducen a llegar al erial, éste, - ennobleciéndose súbitamente - se transforma en jardín. Mi pensamiento redime el erial. Mi pensamiento es redentor si yo le doy en mí la libertad. Y yo se la doy rompiendo las ondas que le impiden reconocer su propia maravillosa naturaleza. Tras ellas, la aurora es un bien permanente. Son densas sombras que han cristalizado en mármol y hay que romperlas a golpes tremendos de mazo. Pero cuando se desgajan las primeras moles y empieza a irrumpir la luz primaveral, entonces los mármoles se funden y flota sobre las sombras dispersas la gloria del poder creador. Es la aurora ¡es la luz!
¡Sentir que tu vida es la obra de tu pensamiento, sentir el ímpetu del amor que pones en labrarla, sentir la férvida voluptuosidad de contemplar la concepción dentro de la cual la ajustas, y sentir el encanto de pulirla, y admirara la severa dirección de las aristas, y palpar el estremecimiento de las fuerzas en rebelión, y acariciar las crines rubias de la bestia y cegarla cuando encabrita echándose en los ojos puñados de esmeraldas...!
¡Mirar el ángel que asciende, mirarlo tornar la aurora en breve imperial!
La conciencia de la luz, da la luz.
DEL JARDÍN
1. ¿Qué pasará?
Para Carmen Lyra.
El viento, a veces por las noches, sobre todo en las altas horas, aletea tan inquietamente entre las plantas del jardín, que parece haber sido encargado de transmitirles, con cautela y prontitud, quién sabe qué mensajes extraños.
Unas plantas cuando pasa, se estremecen como asustadas; otras, se inclinan repentinamente hacia atrás con un gesto de sorpresa; algunas manifiestan su asentimiento con una breve inclinación; otras, como que se alegran y ríen con bullicio infantil; y no deja de haber algunas que permanezcan imperturbables, ni muchas que se quejen o lloren, ni unas cuantas que al oírlo llegar, no más, casi se tiendan sobre el suelo, medrosas tal vez, o serviles...
Y parece también que luego que ha pasado, todas comentan sus palabras. Unas, con evidente regocijo que le da suaves tonos al entrechocar desigual de sus hojas; otras con voces airadas que resuenan por todo el jardín; otras..., como si dudaran, se balancean casi con indiferencia; y hay unas que callan profundamente, quizás porque meditan, o porque sufren...
Cuando el viento ya va lejos, todas se ponen tan silenciosas, que solo se escucha entonces el rumor musical de algún idilio de los rosales, o el diálogo sereno y melodioso de los altos árboles...Las actitudes empiezan a ser otras: hay plantas que se muestran tranquilizadas; otras que revelan estar temerosas de una nueva noticia fatal; y las hay, que fingiendo desearla, se levantan por sobre las demás para ver venir otra vez al viento que trae...Y cuando vuelve a pasar, se renuevan en el jardín todos los movimientos, ora con violencias, con perezosa lentitud, con forzada rapidez o con ritmos de corazón...Unas se amparan a las otras, rozándose como mujeres que se codean, se trasmiten otras con malicioso deleite el mensaje, o se ocultan tímidamente...
Y a veces, de entre la sonora agitación sale a escape un pájaro asustado, como una idea de entre un conjunto de dudas...Otras veces, cuando el viento llega, cesa de croar un sapo que ha estado repitiendo una imprecación. O, cuando se va, rompe a cantar un grillo, para lamentarse largamente o para decir por muchas horas el regocijo del jardín...
Y quién sabe qué tragedias surgirán durante esas noches allí, porque en la mañana hay muchos pétalos y muchas hojas en el suelo, y desde la primera hora comienzan a llegar, como azoradas, las mariposas.
2. LA LLOVIZNA
Para Lilia González
La llovizna tímida que en ciertas noches deshila sobre el jardín sus madejas de plata, mientras lo colora de azul la tenue luz lunar, despierta todas las plantas y las emociona de tal modo, que se oyen entonces palpitar sus corazones. En las de hojas largas y anchas es más intensa la pulsación y claramente se oye el levísimo tac, tac..., tan delicado, tan extraño, que simula ser el adiós con que los perfumes vagabundos se despiden de las pródigas corolas...
El viento acompaña con su laúd la música de los corazones, que se distiende blandamente por sobre el regocijo de las plantas, como una gran esperanza sobre un ensueño.
En las vibraciones de esa música se trasfunde el alma del jardín: tristezas de araucaria, pesadumbres de violeta, sonrisas de rosal...
Y en el jardín, los aromas iluminan, la luna canta, la música perfuma, la lluvia siente, el viento lo tiñe todo de nostalgia y de frío, mientras la noche conmovida recita melancólicamente su poema de estrellas pálidas y de sombras.
3. LAS NEBLINAS
Para Ester Madrigal A.
Como una gasa lentamente caída del cielo, cubre la neblina esta noche el jardín.
De las plantas, a la distancia, apenas si se ven los contornos, bajo el velo vaporoso. Salvo cerca de los focos, cuyos ojos empañados iluminan, al mirarlas, las eras, y se dilatan contemplando en plenitud de encanto, a través de la humareda de agua, toda la opulencia irisada de las flores y del joyelero verde que las sustenta.
Los focos semejan grandes clavos de cabeza luminosa que aquí y allá prenden, para que no lo alcen los vientos, el sutil manto de seda.
Conforme se avanza por las callejas húmedas, que suspiran vapores de argento, van surgiendo, cual evocaciones de dicha, claras y risueñas, las enramadas fragantes, los leves acentos que se creyera ausentes, y vibran los ritmos suaves que se creyeran muertos.
Las sendas solo por trechos se adivinan, pero el ruido de los pasos que avanza, ahuyentan las mariposas de nieve que las cubren, y así, a cada paso, aparece limpia una nueva extensión. Mas si se torna la mirada al camino recorrido, ya no se le encuentra, oculto como está de nuevo por los infinitos aleteos blancos. Es tan rápida la transformación, como si dependiera del movimiento de los párpados.
Se puede pensar que las neblinas avanzan ante nosotros y siguen también nuestra marcha, tal que si unas fueran los recuerdos y otras las esperanzas.
¿Qué encantamiento destruye y crea, a su capricho, sucesivamente, el jardín, como ensayando una representación vesperal de las nubes, que han de dar al día siguiente, el viento y el sol?
Y a las neblinas, ¿qué manos ocultas se empeñan en contonearlas, que no cesan de moverse con pesada lentitud, procurando ajustarse, cada vez mejor, al diseño de las plantas? ¿Acaso rizan las estrellas un crespón para
La marcha silenciosa, pausada y tímida a lo largo del jardín, tiene la incertidumbre de la imaginación cuando va y viene entre una alegría y un dolor.
Y el jardín, esta noche, es como su misma proyección sobre un lago de aguas turbias.
Se ponen a ratos violados los focos, por misterios de su alma, sin duda, y dan la impresión de que la lluvia finísima que cae, tiñe suavemente la gasa de niebla.
El quiosco, las balaustradas, los bancos de piedra, ¿qué se hizo todo ello?
Tal vez la estatua, ahora que nadie la ve, peregrina calladamente entre las arboledas, ocultándose como una lujuria que fulgura en los ojos, mientras los labios, con dulce solemnidad, dicen castas palabras de amor,
Los pasos lejanos de las gentes suenan como repetidas rasgaduras del manto inmenso, roto por los extremos de los pinos.
Son las neblinas sobre el jardín, como una gran nostalgia que comienza a cubrir todas las dichas del espíritu..., o como un profundo sollozo inesperado que paraliza la vibración de un beso.