RIMA DE VALLBONA: "Para mí, la literatura no es ningún embuste..."
Virginia Woolf [1882-1941] | Yolanda Oreamuno Únger [1916-1956] | Rima de Vallbona[1931]
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Además, podría asegurar que otro elemento que une esos tres ángulos es el predominio de la prosa lírica. Yolanda no escribió poesía, pero todo cuanto ella nos dejó tiene ritmo musical. En lo que toca a mis narraciones, un profesor norteamericano que intentaba traducir uno de mis relatos, me confesó que la traducción se le hacia difícil debido al lirismo del texto.
Si pasamos al ángulo de Yolanda Oreamuno, observamos que su obra toda es una ruptura, un desafío, un desvío definitivo de la literatura de su generación, tal como usted lo explica en su segunda pregunta. Con su narrativa subjetiva y experimental, que ella declara estar inspirada en Marcel Proust, Yolanda abrió amplios caminos a las generaciones que la siguieron; es a ella a quien todos los escritores costarricenses le debemos nuestra apertura a la literatura universal; por su atrevimiento riesgoso y su ingenio, hoy en día los narradores pudimos entrar en las filas de la llamada Nueva Narrativa Hispanoamericana.
Respecto a las lecturas de Yolanda Oreamuno tuve la oportunidad de revisar en la biblioteca de Lilia Ramos los libros que ella leía y comentaba, y es obvio que, Galdós, Thomas Mann, Eduardo Mallea y William Faulkner, fueron lecturas repetidas y digeridas; Las palmeras salvajes de Faulkner, en especial, fue el libro que más impresionó a la autora. Habría que analizar en su obra hasta dónde llegó la influencia del norteamericano sobre nuestra escritora. Dejo esta tarea para algún inquisitivo y competente lector familiarizado con la obra de Yolanda y la de Faulkner para comprobar esa influencia. Y puesto que usted comenzó esta entrevista mencionando a Virginia Woolf, debo aclarar que Yolanda apenas hace referencia a ella; ésta es otra tarea de investigación.
Puesto que Yolanda menciona a Marcel Proust como una de sus fuentes, quiero aclarar que se intentó afirmar que La ruta de su evasión tiene una marcada influencia de La amortajada, novela de María Luisa Bombal. La costarricense entonces afirmó que no la había leído ni conocía nada de la autora chilena. Quizás por eso Yolanda cambió el primer título, La poseída, que le había puesto a su novela y lo dejó con el que todos conocemos.
Aquí tengo una anécdota que contar: en un simposio internacional que se celebró en Buenos Aires, una reconocida crítica chilena dio una conferencia sobre la literatura escrita por mujeres en Hispanoamérica; en toda su presentación no mencionó siquiera de nombre a Yolanda Oreamuno; yo sabía que la conferenciante conocía algo de ella o había leído su obra, por lo que al final de la conferencia le reclamé esa imperdonable ausencia, pero su respuesta fue evasiva y es que el llamado Cono Sur compuesto por esos países del sur de nuestro continente, se desvive por no dar crédito a nuestros valores centroamericanos. En el caso de Yolanda, es obvio que se quiera proteger todo el prestigio y fama que se le ha dado a María Luisa Bombal, pues de esa manera se evita que sea sobrepasada por la costarricense, ya que si consideramos el conjunto total de ambas obras (novelas, cuentos, ensayos) es obvio que Yolanda supera a la chilena. En relación con la novela de ambas, La amortajada y La ruta de su evasión, no en vano el critico norteamericano Seymour Menton declaró que el gran mérito de Yolanda Oreamuno es quizás el de haber utilizado la técnica del fluir de conciencia y el monólogo interior en una novela extensa. Yo sé que con lo que afirmo me estoy metiendo en líos, pero si no hay polémica en las revistas, éstas se mueren. Me encantaría que volvieran aquellos debates entre Andrés Bello y Sarmiento y todo aquel embrollo de "la cuestión palpitante" relacionada con el naturalismo. Así, sigo con mi opinión centroamericana: si revisamos el resto de la narrativa de ambas escritoras, yo no veo en la chilena relatos de la alta calidad de "Don Juvencio", "Valle Alto", "La llave", "Un regalo" y muchos otros que nos dejó Yolanda.
--Yolanda Oreamuno perteneció a la llamada Generación de 1940 que preferimos precisar como de 1942. Se le llamó Generación neorrealista y a sus más sobresalientes novelistas (Carlos Luis Fallas Sibaja, Fabián Dobles Rodríguez, Adolfo Herrera García y Joaquín Gutiérrez Mangel) los unió un mismo paradigma literario con una clara visión de mundo crítica con respecto a la sociedad de su tiempo, definido por algunos críticos como realismo social. Sin embargo, Yolanda Oreamuno se aparta de ese paradigma y penetra en un mundo íntimo de los personajes y devela esa interioridad profunda del ser a través de sus personajes y el lenguaje polisémico. Lo mismo podríamos afirmar de la poeta Eunice Odio. A pesar de que solo conocemos una: «La ruta de su evasión», podemos afirmar que marcó un derrotero distinto en esa generación y las tendencias realistas de las futuras generaciones. 1. «Casta Sombría», 1944 (desconocida) 2. «Dos tormentas y una aurora», 1945 (debió publicarse en México) 3. «De ahora en adelante», 1947 (Guatemala) 4. «La ruta de su evasión», 1948 (Es la única que se conserva) 5. «José de la Cruz: recoge su muerte», 1949 (desconocida).
--Disculpe que lo interrumpa, pero quiero aclarar que de Dos tormentas y una aurora yo descubrí en Letras de México, unos pasajes de esa novela que se publicaron con el título de "Juan Ferrero - Fragmentos de una novela"; en estos fragmentos Yolanda se lanza a tratar el tema del lesbianismo. La novela no se dio a la luz pública porque a última hora su amigo, don Alfonso Reyes, decidió no escribirle la carta-prólogo que le había prometido y sin ese prólogo la Editorial Leyenda decidió no publicar la novela. En cuanto a la novela De ahora en adelante, me consta que en una revista, creo que guatemalteca, aparecieron unos comentarios muy positivos de un crítico que la había leído. Explico esto, porque no se crea que esas novelas fueron sólo títulos sin contenido creativo alguno. Lilia Ramos y otros conocedores de la obra de Yolanda Oreamuno comentaron que había rumores de que algunos de esos libros habían sido plagiados en Guatemala. ¿Por quien? Ahí queda una interesante tarea para algún investigador inquisitivo. Lo que me extraña es que no se les haya dado a los cuentos de Yolanda, como "Don Juvencio", "Valle alto" y otros, el lugar prominente que se merecen en la literatura hispanoamericana. Disculpe que me haya entretenido en esto, pero usted me indujo a hacerlo al mencionar los textos desconocidos de esta extraordinaria narradora.
--Usted, Rima, forma parte de la generación siguiente, la llamada Generación Irrealista, de 1957. En ella se encuentran varias mujeres que comparten ese paradigma llamado irrealista, contrario al paradigma anterior. Carmen Naranjo Coto, Julieta Pinto González, Virginia Grütter Jiménez y dos hombres Samuel Rovinski Grüzco y Daniel Gallegos Troyo, José León Sánchez Alvarado para citar los más sobresalientes. Con excepción de José León Sánchez Alvarado, todos los citados comparten de alguna manera el paradigma iniciado por Yolanda Oreamuno. ¿Qué elementos literarios y de visión de mundo los une?
--A decir verdad, yo no sé por qué se me mete en ese buzón "irrealista", ya que he repetido una y mil veces que todo lo que escribo tiene un fondo de realidad, hasta relatos como el de "Penélope en sus bodas de plata", "La tejedora de palabras", "Josefina y yo". Por lo mismo preferiría --y creo que los narradores que usted menciona también lo preferirían como yo--, que me pusieran, como ya algunos críticos lo han hecho, en la línea de la llamada Nueva Narrativa hispanoamericana, en la que están incluidos esos grandes maestros de nuestras letras, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y otros. Con ellos, creo yo, lo que tenemos en común los escritores costarricenses es el hecho de ahondar en nuestros personajes hasta transformar sus experiencias en absurdas, ilógicas y extrañas prácticas, las cuales dan ese sentido de irrealidad que usted menciona. Y fue Yolanda Oreamuno quien inició atrevidamente en nuestro país esa dirección.
--En su caso, ¿qué novela en particular recoge con más acierto esa inclinación creativa? ¿Podría explicar con detalle esa tendencia intimista profunda en sus personajes?
--Creo que Mundo, demonio y mujer es la novela mía que mejor capta esa tendencia intimista en mis personajes: en Renata traté de captar la difícil y complicada situación de la mujer de estos tiempos ultramodernos: casada, profesional, madre, colega, amiga y emigrada. Ella representa para mí la ruptura total de las funciones que cumplieron su madre y las madres de sus compañeras de colegio. Ellas amontonaron sus sueños y anhelos de superación espiritual e intelectual en el rincón inservible de los deseos incumplidos, para convertirse en amas de casa y fieles esposas de machos que las llenaban de hijos y dejaban bastardos por doquier. Esas mujeres me hacen pensar en la poeta norteamericana puritana, Ann Bradstreet, quien al verse reconocida como "décima musa" de la poesía norteamericana, igual que nuestra Sor Juana Inés de la Cruz, comentó que en lugar de una corona de laurel, ella se merecía una de tomillo.
--Si partiéramos de esta definición de literatura: "La literatura es embuste, bella mentira y paradójicamente la más grande verdad humana, gracias al paciente y creativo trabajo del autor con el lenguaje." ¿Cómo explicaría su obra literaria en los contextos sociales y biográficos que posibilitan esas creaciones?
--Yo he repetido en varias ocasiones que toda mi narrativa nace de la realidad; esta realidad puede ser mi propio entorno, un recorte de periódico, una noticia, etcétera. Esto de alguna manera es parte esencial de los contextos sociales y biográficos. Para mí la novela y los cuentos cumplen una función catártica, pues con ellos de cierta manera, con mil peripecias estilísticas y metafóricas, me arranco la rabia y el dolor por la traición del amigo o la amiga, la maldad que predomina en el mundo, la pobreza, la miseria, los abusos de poder de aquellos que deberían impartir justicia, comprensión y respeto. Cuando era adolescente, recuerdo cuánto me afectaban las noticias horrendas de los efectos producidos por guerras, terremotos, incendios, huracanes; todo eso me quitaba el sueño y el apetito, hasta que descubrí que escribir sobre eso era una forma de combatirlo y sentir alivio a mi angustia. Para mí, pues, la literatura no es ningún embuste y más bien es la expresión de gratas y repugnantes verdades humanas y universales.
--¿Qué papel juega el observador-autor en esa visión intimista, casi desgarradora, de algunos personajes de sus novelas? ¿Cuál es su función esencial? ¿Hay catarsis en él? ¿Cómo ve ese observador la familia y sus integrantes y cuáles son sus proyectos vitales, si los hay o cómo logra la autora desnudarlos?
--En esa visión intimista de mis novelas, el que usted llama "observador-autor", la novelista, la autora, la narradora; o sea yo misma en mi papel de narradora vuelco en los personajes mucho de mí misma, lo cual ha llevado a algunos críticos a considerar los elementos autobiográficos como parte esencial de mi narrativa. En Noche en vela, por ejemplo, traté de proyectar la imagen de una familia disfuncional, que fue la mía, como la de muchas personas. En Las sombras que perseguimos, quise recoger la penosa actitud de Costa Rica contra alemanes e italianos durante la Segunda Guerra Mundial, el cual muchos no han olvidado, pero se mantiene escondidillo como la basura que se oculta debajo de la alfombra para que no la vean los demás, aunque sigue ahí. Mucho de eso lo viví en carne viva por mi ascendencia germana de parte de padre y madres. También quise expresar el dolor de la mujer casada que descubre la infidelidad de su marido y la traición de su mejor amiga.
--«Mundo, Demonio y Mujer»,1986. ¿Cómo explicaría el personaje femenino Renata en esta novela? ¿Podría detallar ese mundo privado del personaje?
--Como mujer casada, Renata experimenta el dolor de sufrir los humillantes amoríos y la indiferencia de su esposo, Antonio, quien la acusa de mujer frígida, y se niega a aceptar que su eyaculación prematura ocasionó la indiferencia sexual de su mujer. La maternidad de Renata y sus otras ocupaciones, son en la novela sólo situaciones para completar el cuadro de lo que es hoy en día la llamada mujer total. Esas situaciones colaboran en la revelación de otros aspectos sicológicos de Renata, pues ésta no es sólo la mujer frustrada en el amor y en la cama, ni es la madre con mil obligaciones en ausencia del indiferente padre de sus hijos; ni es la mujer que escapa de sus problemas personales por medio del alcohol, las drogas u otros medios errados; ella se refugia en su vocación docente; ésa no es una compensación plácida, pues la llamada política universitaria, no es más que un nudo de chismes y juegos maquiavélicos frustrantes. Y su refugio en la amistad representa otro conflicto más que la apremia al sentirse afectivamente cerca de Fabiana, su amiga confidente, pero definitivamente separada de ella por su pasión lesbiana hacia Renata, la cual ella no puede corresponder de ninguna manera. Renata es un personaje complicado, como complicadas somos las mujeres de la actualidad después de que abandonamos las cacerolas y las escobas. Aquí traigo a colación las palabras de Enrique Anderson Imbert, escritor y crítico argentino, las cuales resumen mejor mi novela y mi personaje: "Auguro que esta novela se convertirá en clásica. Su Renata me conmueve, me convence. También me perturba. Es un gran personaje novelesco. Aún los lectores varones, en un rapto de simpatía (más: de empatía; más: de endopatía) nos identificamos con ella). Con ella como persona, como individuo, no como tipo que habla como género. La prosa confesional de Renata es tan auténtica que hasta los personajes de 'ideología feminista' no suenan como abstracciones sino como la concreta expresión de una vida única. Expresión, no comunicación. O sea, poesía, no discurso".
Antes de pasar a otra cosa, tengo que reconocer que Yolanda Oreamuno nos dejó otro legado: el de tratar temas espinosos en una sociedad tan pacata como es la costarricense. Yo no me habría atrevido a mencionar en mi obra la eyaculación prematura ni otras cosas por el estilo si ella no hubiese dado ese peligroso paso en sus narraciones. Así como ella, he tratado el tema del lesbianismo en mi cuento "Caña hueca", el incesto en "La niña sin amor", la masturbación femenina en "Lo inconfesable", etcétera.
--¿Se convierten sus novelas en un coro de voces? ¿Personajes que viajan en su interior y se encuentran en laberintos llenos de contradicciones: Los binomios pecado-culpa, Dios-Demonio, bien-mal, obediencia (sumisión)- trasgresión, libertad-prisión, matrimonio-divorcio, vida-muerte, individuo-sociedad, deseo- abstinencia, placer-sufrimiento, hombre-mujer, codifican ese mundo de Renata? ¿Podría explicarnos en detalle esas constantes?
--Esas constantes para mí son parte esencial y transcendental de la vida misma y por eso no deben faltar en escritores serios. Ya ve usted que la Biblia se apoya en esos binomios desde el comienzo al final. En cuanto al pecado-culpa en mi obra, críticos como María Amoretti y Jorge Chen Sham, lo han analizado ampliamente. Se arraigó en mí cuando de niña, en las pocas ocasiones que fui a la iglesia, escuchaba al cura de Guadalupe despotricarse contra los pecadores, sus pecados y sus culpas. Por eso ironicé esa obsesión de la iglesia Católica en mi cuento "Cosecha de pecadores". Respecto al sintagma binario de hombre-mujer, que predomina a lo largo de mi obra, por supuesto, no podía faltar en Mundo, demonio y mujer, pues lo que quise presentar en esas páginas fue la trágica realidad de las profesionales, especialmente en los Estados Unidos, que gozan ahora de los privilegios que les otorgó la revolución feminista, pero para que ésta las favoreciera, se habría necesitado una revolución "masculinista" (permítaseme el neologismo) que nunca ocurrió a nivel de la sociedad. Lo que quiero decir, es que en los tiempos en los que transcurre la vida de Renata, los hombres continuaban (y muchos continúan) gozando de todos sus privilegios a costa de la mujer. Y para mostrar que poco había ganado la mujer con esos derechos, vale aquí contarle mi desagradable sorpresa al llegar a este país, y comprobar que las mujeres, profesionales o no, pero que deben aportar un salario al presupuesto de su familia, tienen también que cumplir con las otras tareas tradicionales. En nuestro país, y en otros hispanoamericanos, la mujer de la clase media, aunque no cuente con la ayuda o apoyo de su marido, tiene varios servidores que le alivian lo oneroso de cumplir como profesional, esposa, madre, amiga, nuera. Recuerdo que mi hermana cuando regresó a Costa Rica de su luna de miel, pese a que no planeaba trabajar ni ejercer otro oficio que el de cuidar de la casa, desde el primer día la esperaban en su apartamento una sirvienta y una cocinera. Yo regresé de mi luna de miel para enfrentarme con el comal, la sartén, el cucharón, la escoba, el estropajo y por años me vi obligada a abandonar mis lecturas, mis placeres artísticos e intelectuales (aquí, en Houston, Texas, no había nada de vida artística ni intelectual en 1956, ni siquiera las buenas películas que llegaban a Costa Rica); Fueron días de desesperación que me llevaron a escribir, en desquite, mi Noche en vela, la cual gesté sin pretensión alguna, mientras hacían la siesta los dos primeros hijos míos de los cuatro que tengo. Usted puede comprobar que no pretendía nada con ese libro, si le cuento que una vez la puse en limpio (todos mis libros, incluyendo mi ultima novela, los escribí a mano primero y ahora reniego de la computadora que me ha jugado muy sucio en algunas ocasiones... debido a que me llevo muy mal con la electrónica), dominada por los prejuicios de aquellos tiempos contra las mujeres con veleidades artísticas e intelectuales, la escondí por temor a que mi marido me recriminara que yo utilizaba mi tiempo en eso que él llamaba "estupideces". Felizmente para mí, al cabo de los años, cuando él encontró mi manuscrito, lo leyó y para mi sorpresa me recomendó que lo enviara a participar en el concurso del "Premio Nadal 1964" de España. Este empujoncito de mi esposo fue el que me impulsó a seguir escribiendo. Lo que él me proponía era para mí algo impensado por el respeto que siempre he tenido por los escritores y los libros, pero mi esposo me convenció al recordarme que nadie me conocía en España, y menos aun si participaba con mi nombre de soltera, Rima Gretel Rothe, ya que el apellido Vallbona es muy conocido en la tierra de mi cónyuge. Prometeo fue el primer titulo que recibió mi Noche en vela, con excelente votación en el concurso Nadal y buena crítica en La Vanguardia. Como ve, esta novela, comienzo de mi carrera literaria, recargó más mis deberes, pues además de los domésticos y docentes en la University of St. Thomas, mis estudios de maestría, me eché encima la grata obligación de seguir escribiendo; felizmente pude lograrlo porque mi marido no sólo no me lo impedía como otros hacen, sino más bien me alentaba para seguir adelante en mis muchas actividades. No obstante, cuando en 1968 se discutían los candidatos al premio nacional Aquileo J. Echeverría, José León Sánchez, sin conocer en absoluto nada de mi vida, comentó que esa novela era el producto de una señora desocupada que la escribió porque no tenía nada bueno que hacer. La suerte de que mi esposo me apoyara en ese crítico momento, no la tuvo Yolanda, pues se sabe que cuando escribía Por tierra firme, su marido le quemaba las páginas que llevaba escritas y le negaba el derecho a realizar su innegable vocación.
--Una vez, hace bastantes años, don Constantino Láscaris me hizo la siguiente pregunta, Benedicto, casi termino el libro Las ideas en Costa Rica y quisiera saber ¿cuáles son las razones por las cuales la literatura costarricense casi no ha pasado las fronteras nacionales? Y me dio algunos ejemplos de autores sobresalientes de otros países centroamericanos: Miguel Ángel Asturias, Rubén Darío, etc. Yo le di una respuesta que le agradó. ¿Podría Ud. Rima, en calidad de especialista de la literatura hispanoamericana y como escritora, contestarnos en detalle esta pregunta del filósofo Constantino, ya fallecido? ¿Cuál es el futuro cercano que Ud. considera nos deparará la literatura nuestra?
--Bueno, don Benedicto, usted cada vez me la pone más difícil, pero yo voy a intentar contestarle lo mejor que pueda. Esa circunstancia me parece que ocurrió por los años 60 cuando todavía vivía don Constantino Láscaris. Siendo así, ya se habían destacado en Costa Rica y fuera de ella Yolanda Oreamuno y Eunice Odio. Sin embargo, en los cursos de la Universidad de Costa Rica ni siquiera figuraban los nombres de ambas. Yo conocí la obra de ambas dos aquí, en los EE.UU. Le explico: una amiga me envió A lo largo del corto camino, la antología que incluía textos y cartas de nuestra narradora y que fue preparada por varios compiladores. Después, mi amistad con Lilia Ramos, la primera tica que apoyó y difundió la obra de Yolanda, no sólo entre nosotros, sino también en otros países por donde viajaba o donde radicaban sus amigos, por correspondencia. Después Lilia me legó el deber de difundir su obra, de modo que en una visita que hice a Costa Rica, me llevó a la Editorial del Ministerio de Cultura y Deportes, donde por influencia de ella se me asignó la hermosa tarea de confeccionar el ejemplar sobre Yolanda para la colección "¿Quién fue y qué hizo?" Con el fin de preparar el manuscrito hice una minuciosa investigación en Costa Rica, Guatemala y México, donde localicé textos que en esos tiempos se habían dado por perdidos, como el capítulo de la novela arriba mencionado, con el título de "Juan Ferrero", los cuentos "La llave", "De su obscura familia" y "Tres historias de animales" publicados en la Revista Mexicana de Cultura en 1944, 1948, 1951 y 1952 respectivamente; entre otros más, "Un regalo", publicado en Revista de México en 1948, el cual dos meses después apareció en Repertorio Americano. Además, se le había otorgado ya en 1948, en Guatemala, el galardón de novela del "15 de Septiembre" por La ruta de su evasión. Si México, que ha sido tan elitista en la selección de sus escritores ya había reconocido el talento de Yolanda, ¿por qué se la ignoraba en Costa Rica? ¿Por qué a los estudiantes nos atiborraron de costumbrismo y literatura de protesta social y dejaron afuera a Yolanda y a Eunice que representaban una ruptura total de esa tradición tanto en narrativa como en poesía?
Y ahora, aunque esto se hace largo, déjeme hablarle de Eunice Odio. Yo preparaba mi doctorado en Middlebury, Vermont, durante mi cincuentena, cuando uno de los profesores gringo me habló de ella y de su formidable poesía; yo, como buena tica, me sentí avergonzada y por tanto me prometí tratar de conocer su obra, pues aquélla fue la primera vez que escuché su nombre. A mi regreso a Houston recibí una coincidente llamada telefónica de Victoria Urbano, quien vivía en una ciudad de Texas; me explicó que preparaba una antología de escritoras costarricenses en inglés, titulada Five Women Writers of Costa Rica, en la que planeaba incluir textos en prosa de Yolanda Oreamuno, Eunice Odio, Carmen Naranjo, Victoria Urbano y míos; me pidió que hiciera un comentario crítico a "Había una vez un hombre...", cuento de Eunice que Victoria me facilitó. Nadie podía haberme encargado una tarea más apropiada y agradable, de modo que de inmediato puse manos a la obra, me fui a meter mis narices en el mundo libresco de Austin y para mi desánimo, sólo localicé los poemarios de Eunice y otro cuento de ella, "El trazo de la mariposa" pero nada de reseñas ni crítica literaria de su obra. Fue así que en ese proceso de búsqueda recogí de diversas revistas de Hispanoamérica todo el material que incluí en La obra en prosa de Eunice Odio, la cual, ahora agotada, publicó la Editorial Costa Rica. Tan pronto se dio a la luz pública ese libro, me preguntaron cómo había hecho para lograr que se publicara ese libro, ya que el nombre de Eunice era en Costa Rica un anatema, lo cual yo ignoraba; tiempo después supe que en una ocasión ella había llamado a los ticos "costarrisibles", pero no a todos, solamente a los ignorantes que no entendían e ignoraban su obra. Esto es un ejemplo de cómo sacadas de contexto, se distorsionan las cosas y parece que en mi tierra abunda mucho eso. Tal actitud contra Eunice por eso la cultivaba Lilia Ramos y porque la acusaba de manera falsa de haberse apoderado de los manuscritos de Yolanda, y hasta llegó a disgustarse conmigo porque me ocupaba de su obra; cambió de actitud cuando apareció en librerías el interesante libro del venezolano Juan Lizcano, Eunice Odio. Antología: rescate de un gran poeta (observar cómo se refiere a Eunice con términos masculinos). Más adelante la licenciada Estrella Cartiin de Guier, quien dirigía Estudios Generales en la UCR me invitó a dar una serie de conferencias a estudiantes y profesores en ese plantel y a raíz de eso logró que la Editorial Costa Rica hiciera una segunda edición sencilla de Los elementos terrestres (1984) que yo prologué; En 1989 Ediciones Torremozas de España hizo la tercera edición también con prólogo mío. Hoy en día existen tres volúmenes de La obra completa de Eunice Odio, que publicó la Editorial de la Universidad de Costa Rica. Hay que agregar que cuando el Dr. Jorge Chen tuvo la feliz idea de que recogiéramos una serie de ensayos sobre los textos de Eunice, bajo el título de La palabra innumerable: Eunice Odio ante la crítica, me llevé la gratísima sorpresa de que serios críticos de Estados Unidos, Puerto Rico, España, Argentina, Costa Rica, El Salvador, República Dominicana y Cuba colaboraron en ese volumen, con excelentes ensayos dignos de Eunice.
Y para tratar de dar respuesta a la inquietud del filósofo Láscaris, pregunto: ¿Según lo expuesto arriba, qué les prueba a él, a usted y a los lectores de lo que ha ocurrido en Costa Rica para que no haya figuras notables reconocidas universalmente? En primer lugar, falta de un sistema de distribución de nuestras obras literarias a nivel internacional. En segundo lugar, en aquellos tiempos los intelectuales y profesores universitarios, quizás por falta de una herramienta crítica adecuada como se da hoy, carecían además, del admirable e irrepetible espíritu de don Joaquín García Monge. Aparte de eso, creo que el carácter nuestro reservado e introvertido, un poco egoísta y otro tanto envidioso de los logros del otro, ha refrenado mucho la divulgación de nuestras obras. Felizmente, como usted vio por lo que conté de la obra de Eunice, las cosas están cambiando, pero... los altos precios de envíos al extranjero serán otra razón para que nuestras obras se queden estancadas en el país. Para muestras, un botón: en un colegio de Nicaragua en el curso de literatura centroamericana la Dra. Nydia Palacios quiso incluir en la lista de lecturas mi Noche en vela, pero no logró que enviaran los ejemplares desde Costa Rica, por lo que los tuve que comprar yo misma y enviárselos a la profesora. ¿Se da cuenta de lo mal que andan las cosas para la divulgación de nuestras obras? Bueno, ya me extendí mucho y la culpa la tiene usted por hacerme esas preguntas enjundiosas.
--Y para terminar ¿qué sorpresa nos tiene en esa fecunda carrera creativa? ¿Nos puede adelantar algún comentario?
--Claro que sí, con mucho gusto. En primer lugar, la Editorial Costa Rica está preparando para 2011 mi libro titulado De señales y augurios - Relatos del pasado azteca. Como sugiere el título, se trata de una interesante serie de relatos muy curiosos y algunos increíbles que fui recogiendo durante la preparación de mi libro de investigación del que le hablaré más adelante. Esos sucesos los recogí y los desarrollé imaginativamente utilizando todos los conocimientos que ya tengo de la vida de esa fascinante cultura. Le confieso que acabé enamorada del rey chichimeca Nezahualcóyotl. No se ría, pero tome en cuenta de que muchos de nosotros nos enamoramos de nuestros personajes y por eso cuando cerramos un relato, o una novela, nos deprimimos como si hubiésemos enterrado a alguien muy querido. Por lo menos eso me sucede a mí, por lo que detesto rematar mis narraciones. Bueno, sin quererlo, me he metido en confesiones inevitables.
Sigo contándole acerca de mis libros: del de investigación que menciono arriba, ya tengo listo el primer volumen, con más de 400 páginas, el cual titulo Las mujeres prehispánicas según los códices indígenas y las crónicas coloniales - Tomo I - La mujer azteca, con un prólogo del Dr. Jorge Chen Sham, quien además me ha orientado y dado magníficos consejos para desarrollar ese libro que me ha llevado muchísimos años de indagación. Le confieso que desde que me ocupé de investigar sobre Yolanda Oreamuno, Eunice Odio y Catalina de Erauso, La Monja Alférez, descubrí que además de maestra y escritora, mi otra vocación debió haber sido la de detective. Ha sido para mí una verdadera revelación conocer ese lejano mundo azteca y comprobar que abunda el material sobre la mujer olvidada por los españoles, y vista por ellos como objeto de placer y concupiscencia; pero ésta hasta dejó escritos (en sus pictogramas, por supuesto) hermosos poemas que se conservan en los códices indígenas. Aprendí que en los comienzos de esa cultura predominó lo que actualmente se ha dado en llamar "paralelismo genérico interdependiente"; este sistema equiparaba a toda mujer con el hombre en los diversos órdenes de la vida excepto en el mandato de la nación; sin embargo, en el gobierno, ella era representada por el Cihuacoatl, cuyo nombre, según fray Diego Durán, puede traducirse por "mujer serpiente" o mejor "comparte femenino", y era "el que sustituía al rey, como la mujer al marido en casa"; después del rey era la máxima autoridad en el imperio; lo interesante es que en algunas funciones hasta vestía de mujer. ¡Qué lejos estaba todo eso del machismo exacerbado hispánico que tanto daño ha hecho a la sociedad y sobre todo a la mujer!
Volvamos a lo que estoy haciendo: he desempolvado mi cuarta novela La espina perenne, que estoy rehaciendo en mi cabeza, porque nunca me satisfizo.
Y por último, busco editor para mi libro infantil bilingüe que preparé con mi hijo Carlos Fernando Vallbona, Tormy, la gata prodigiosa - Líos en el paraíso. Felizmente ya tengo editor interesado por este texto en inglés.
Como ve, estoy muy ocupada, pese a que ando delicada de salud, pero mi intensa actividad literaria me la alivia como el mejor analgésico vital.
RIMA DE VALLBONA BÁSICA
Se me ha concedido el alto honor de presentar a nuestra escritora Rima Gretchen Rothe de Vallbona. Costa Rica como nación debe sentirse orgullosa de contar, en vida y cargada de esntusiasmo y optimismo, con esta escritora que, como otras en el pasado, ha honrado las letras patrias, dentro y fuera de nuestras fronteras: Eunice Odio, Yolanda Oreamuno, Max Jiménez, son cimas literarias sobresalientes y sin apelación alguna. Pero en el presente Rima, Carmen Naranjo, Ana Cristina Rossi, para sólo citar tres, al lado de Samuel Rovinski, Daniel Gallegos y Virgilio Mora, con otros muchos que dejo sin nombrar, forman un coro de voces notablemente brillante en el conjunto de las letras nacionales.
En esta entrevista corresponde a Rima ser la protagonista, el personaje principal de esa polifonía. Y qué mejor que sea ella quien nos entregue sus luces de sabiduría a partir de sus creaciones, logros literarios, anhelos y concreciones de proyectos, unos ya acabados y otros apenas iniciados.
Rima nació en Guadalupe, San José, el 15 de marzo Sus padres, el hijo de don Fernando Rothe Cornejo y Doña Emilia Strasbrirges y Mathir. Realizó los estudios primarios en la escuela Pilar Jiménez y la secundaria en el Colegio Superior de Señoritas donde fue Bachiller de Honor en 1948.
Obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Costa Rica, en 1962. Posee un doctorado en Lenguas Modernas en el Meddlebury de Estados Unidos, en 1981, y otro más en filosofía en la Universidad de Salamanca. Antes había obtenido Diploma en Filología Superior, en 1954, y la Alianza Francesa le ofreció una beca para que estudiara en La Universidad de París, Faculté de Lettres, en 1953.
Se hizo acreedora al Premio Nacional Aquileo Echeverría en 1963 con su novela Noche en Vela. Fue galardonada en 1983 con el Premio Agripina Montes del Valle, Colombia, con su novela Las sombras que perseguimos. Desde muy joven se trasladó a los Estados Unidos de Norteamérica, donde reside actualmente. Trabajó como Profesora de Literatura Española y Directora de Literatura Hispánica en la Universidad de Santo Tomás en Houston.
Es casada con El Dr. Carlos Valbona Calbó, Barcelonés, profesor y Director de Pediatría, Rehabilitación y Fisiología en la Facultad de Medicina y de Investigación de Texas, Instituto de Rehabilitación e Investigación, en Houston, Texas. Tienen cuatro hijos: Nury, Carlos Fernando, María Teresa y María Luisa.
Ha publicado, entre otras las siguientes obras:
Novela: Noche en Vela (1963), Las sombras que perseguimos (1983), Mundo, demonio y mujer (1991). Cuento: La niña sin amor (1971), Polvo del camino (1971), Caña hueca (1971), Cuentos para niños (1971), La Broma (1971), El árbol del Chumico (1976), La salamandra rosada (1979), Cosecha de pecadores (1980), Risas, canela y miel (1980), Baraja de soledad (1983), Mujeres y agonías (1986), El arcángel del perdón (1989), Los infiernos de la mujer y algo más (1992), Tormy, la prodigiosa Gata de Donaldito (1997), Mi alteránimas (1998), Un la deriva del tiempo y de la Historia (2008). Ensayo: Yolanda Oreamuno (1971) y La obra en prosa de Eunice Odio (1981). (Adriano Corrales Arias) | BENEDICTO VÍQUEZ GUZMÁN, escritor costarricense, autor de Cómo leer novevelas