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Benedicto Víquez Guzmán. Cuento: El discurso

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El Discurso

 

Cada noche sentía lo mismo; apenas reposaba mi cabeza en la almohada, y ya comenzaba a soñar. Este es uno de los tantos sueños que nunca he comprendido pero ocurrió.

A pesar de que desde niño deseaba llegar a ser Presidente, con el paso del tiempo y las experiencias vividas, esa idea la había olvidado. Pero ahora, de repente, y en esta noche lluviosa de julio, me despierto sobresaltado, porque los sueños no respetan nada. Se dan y punto.

Soy transportado en helicóptero y desde el aire, diviso, asombrado, una multitud jamás vista por ser humano alguno. Es un monte bastante alto y en su cima hay una enorme tarima de más de una manzanas. En ella, se han colocado toda clase de aparatos electrónicos, altoparlantes, equipos de sonido, micrófonos, cámaras, que enfocarán, a más de cinco grupos artísticos, televisoras de todo el país y el extranjero, radioemisoras; según me cuentan, hasta la radio María abrió la frecuencia, para trasmitir, en vivo, mi discurso, y el propio curita sería el comentarista principal. Con decirles que hasta en cable será trasmitido, nada menos que por La BBC, Televisa, azteca y La ABC. Aquello parecía un enjambre, aparatos por todas partes, cables, fotógrafos, periodistas de todo el mundo y un valle entero de impredecible tamaño lleno de gente. Desde las alturas, podía divisar, cómo, al pie de ese monte, se agrupaban las multitudes, más de quinientos mil nicaragüenses, cien mil indígenas y cerca de dos millones de costarricenses, venidos de todos los rincones del país. Se iban colocando alrededor del monte que tenía más de mil metros de altura y que parecía, desde donde yo viajaba, el monte Sinaí, o mejor descrito, el mismo Olimpo de Zeus. A su alrededor, se apiñaban negros y blancos, señores y jóvenes, ancianas y niñas y todo estaba diseñado, de tal manera, que quienes llegaban en burro, caballo, carreta, bicicleta, autobús, tren, avión o a pie encontraran lugar para colocar su medio de transporte e ingresar al área, donde escucharía el inmemorable discurso, mi discurso. Las televisoras locales se habían preparado, de tal manera que no perdieran la audiencia local y extranjera, a sabiendas, de que el evento sería trasmitido por casi todos los medios de comunicación mundiales, ya fueran estos, por cable o por Internet. A mí me llevaba el helicóptero de Cablisa e iba al lado de los experimentados locutores, conocidos, en nuestro medio, como Los Pimpinela. Ahí mismo, en la cabina del aparato, leían todos los comunicados que enviaban los ciudadanos del país, así como los que recibían de colegas de otros países y de presidentes famosos del extranjero. Iban eufóricos y se sentían felices de llevar a cabo su magna empresa, de ofrecer al mundo el discurso del futuro presidente de Costa Rica.

La llegada a aquel monte tarima fue de locos, apoteósica. A mí me bajaron en algo así como una silla de mecates, y conforme iba llegando, oía los estridentes gritos de los animadores, los cinco grupos musicales, tocando sus ritmos a la vez y la muchedumbre gritando, a más no poder, ¡Viva nuestro futuro presidente! Confieso que hasta yo mismo, me sentí conmovido y halagado. No más toqué el piso de la tarima, y los presentadores comenzaron a levantar el ya altísimo ánimo de los seguidores. Con decirles que, según las encuestas, si la votación fuera este día, obtendría el cien por cien de los votantes y algunos aseguraban que los menores de dieciocho años, harían una huelga porque ellos también querían votar por mí. Y qué decir de los contrincantes que unánimemente habían renunciado a su candidatura y solicitaron a sus simpatizantes el apoyo a mi persona y estaban ahí, en esa tarde memorable, que la historia recordará por todos los siglos de los siglos. Después de algunos gestos rebuscados, un pañuelillo que enjugaba mi rostro, más con miedo que con sudor, empecé mi discurso con estas palabras:

  -Muchas Gracias, que cada día sea mejor.

 Para qué las pronuncié, aquello fue una locura. Todos gritaban, saltaban, se tiraban al suelo. Fueron como las palabras mágicas; de los valles salían gallinas, que a vista de todos ponían huevos de dos yemas, perros con dos cabezas que ladraban despavoridos, bueyes, vacas, pajaritos, lagartijas y hasta serpientes. Todos querían oír mi discurso y al conjuro de aquellas palabras mágicas el mundo resucitó, el hombre y la mujer, la niña y el niño, ellos y ellas, cobraron vida, esperanza porque ya el futuro, no sólo sería mejor, sino que el país sería el paraíso terrenal que tanto tiempo llevaban esperando. Después de varias interrupciones de los animadores pagados y músicas improvisadas, continué mi discurso:

-Señores, señoras, hombres, mujeres, jóvenes, jóvenas, ancianos, ancianas, niños, niñas, el, la y lo - pensé, porque también necesitaba los votos de los homosexuales-, todos y todas en general...

Y más gritos de la muchedumbre, al oír aquellas sabias palabras, que sin ninguna duda los tomaban en cuenta.

Las gallinas seguían poniendo huevos de dos yemas, las y los nicaragüenses vendían vigorón, los ticos chicha, tamales, gallo pinto, sopa de mondongo, picadillo de papa y arracachi y las marimbas seguían tocando el Punto Guanacasteco. Era una locura, los y las jóvenes se echaban encima, los vasos llenitos de cerveza y en la tarima, más de diez bellas jovencitas contorneaban sus curvas, al compás de los cinco grupos musicales, casi sin ropa y a todo dar. Los viejos y viejas hacían el amor, sin necesidad de viagra, pues habían recobrado la energía que hacía muchos, pero muchos años, habían perdido, y las gallinas seguían poniendo huevos de dos yemas, que no más caían al suelo, eran recogidos para revolverlos con arroz y frijoles y venderlos en el famoso gallo pinto. Pero la muchedumbre quería más y mis asesores, futuros diputados y ministros, me rogaban que bailara, que eso sería un golpe psicológico y con mi debilidad acepté. Simulé, con una despampanante chica argentina, contratada para tal propósito, unos pasos de tango. Para qué lo hice. Las jóvenes se montaron encima de sus novios y amigos y en un derroche de locura se despojaron de sus blusas, gritaban como locas, ¡Viva el presidente!, y enseñaban sus tetas y tetitas sudadas, más por la pasión que por el entusiasmo. Y qué decir de las chicas de la tarima. Eso fue otra locura, se quitaron lo poco que tenían y sin reparo alguno comenzaron a enseñar, que no sólo sabían bailar, si no exhibirse. Todo fue terrible, dejé a la argentina y después de unos minutos que se me hicieron años, intenté recobrar el hilo del discurso:

-Gracias, muchas gracias, que tengan un feliz día.

Más gritos, más locura, aquello era un carnaval pero mi voz se reponía y seguía:

-Yo prometo, mis amigos y amigas, mis queridos y queridas compañeras, hombres y mujeres, todos y todas ustedes que...

Y seguía la música y cada cual bailaba al ritmo que le apetecía, ya fuera cumbia, rap, rock fuerte, balada, merengue, o escuchaba a los rancheros y aquí fue el acabóse, no sé a cuál asesor extranjero, se le ocurrió que cantara El Rey, y no me quedó mas chance que entonar aquella estrofa que dice... "Y sigo siendo El Rey". Ahí pensé que se terminaría el mundo, no puedo describirlo, la gente se revolcaba en el suelo, los animales aullaban, mis asesores y aliados me abrazaban, los periodistas no se cansaban de repetir:

-Esto sí es democracia.

Y yo, en mis adentros, cavilaba, ¿cómo termino mi discurso de cierre de campaña? Pero todo tiene su final. Ya el sol declinaba en el horizonte, cuando de pronto comenzó a caer maná del cielo. Aquello se transformó en un silencio absoluto, la gente se hincó y oró por varios minutos. Parecía un milagro. Entonces aproveché el instante y alzando mi voz, en ese silencio místico, le dije a mi pueblo, esa frase, llena de significados indescifrables y de contenidos insondables, que pasará a la historia y será gloria y honra de este país:

-Que estén mejor cada día, muchas gracias.

La muchedumbre se tomó de las manos y en un grito que se escuchó en todo el mundo dijo a la vez:

-¡Viva nuestro Presidente!

Morfología y sintaxis del Español

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Este trabajo está dirigido a estudiantes de secundaria.y es esencialmente práctico.

 

INTRODUCCIÓN

 

 

Este texto pretende enseñar las estructuras morfológicas y sintácticas fundamentales de la lengua española.

 

La persona que lo estudie, analice y siga los procedimientos analíticos, estará en capacidad de comprender el idioma, escribirlo aceptablemente y distinguir su funcionamiento gramatical. Lo más importante es que podrá lograrlo sin necesidad de utilizar un profesor especialista de esta lengua como guía.

 

En el texto, la persona no encontrará referencias a campos específicos como la fonética, la fonología, la antropología, el origen del lenguaje, la semántica o la semiología. Tampoco análisis lingüísticos modernos, tales como los que realizan Hjelmslev o Noam Chomsky, sobre la gramática generativa y sus transformaciones, sino la referencia exclusiva a la morfología de las partes de la oración, sus funciones y significados, así como la sintaxis de las oraciones, los tipos de ellas y sus posibles combinaciones. El nivel exigido de conocimiento es elemental pero a la vez necesario para introducirse en estudios más profundos de la lengua, sobre todo a nivel sintáctico, morfológico y semántico.

 

El texto está configurado para personas que deseen conocer los fundamentos elementales, morfológicos y sintácticos, de la lengua española. No va más allá del nivel secundario de nuestra enseñanza. Es apropiado para los estudiantes que deseen ganar Español en Bachillerato.

 

Tampoco significa que la ayuda y guía de un profesor sea indispensable. Si el lector necesita profundizar algún aspecto morfológico o sintáctico, es natural, que si cuenta con un profesor, obtendrá mayor provecho. Nunca sobrará el aporte del guía profesional pero el texto ofrece los necesarios ejemplos para comprender y manejar los aspectos morfológicos y sintácticos de la lengua española, sin necesidad de él.

 

                                                                                   Benedicto Víquez Guzmán

 

LAS PALABRAS

 

 

 

Las palabras son las unidades de sentido más pequeñas que aparecen separadas, pues los morfemas tienen sentido, solo que forman parte de las llamadas palabras y son de enorme importancia. Están compuestas por SÍLABAS, semantemas y morfemas, y éstas por letras que frecuentemente  representan sonidos. Son de diferente tamaño. La mayoría de ellas posee un valor semántico. Es decir tienen significado. Se componen de una parte formal, sonora, el significante y la otra parte está determinada por el concepto, el significado. Forman una unidad inseparable y no se dan en forma separada. No obstante existen palabras que no tienen significado propio, concepto. Son vacías de él y su función es totalmente gramatical. No obstante son muy útiles para indicar accidentes, circunstancias y hasta personas, género y número.

 

Las palabras, desde el punto de vista formal, morfológico, que configuran la oración son nueve:

 

SUSTANTIVO, VERBO, ADJETIVO, ARTÍCULO, PRONOMBRE, ADVERBIO, PREPOSICIÓN, CONJUNCIÓN e INTERJECCIÓN.

 

Hay unas más importantes que otras. Pero todas cumplen una función en la oración. Unas son independientes y otras parecen satélites, siempre aparecen junto a otras y ocupan lugares determinados. También se trasladan, algunas, a diferentes lugares de la oración. A varias de ellas les da lo mismo estar al inicio de ella, en el centro o al final. Pero su colocación logra efectos expresivos importantes.

 

FORMACIÓN DE LAS PALABRAS

 

Las palabras reciben diferentes nombres según  su estructura formal. Así, las hay:

 

1. Primitivas

 

Son las palabras originales, las primeras, las que no provienen de ninguna otra, por lo menos de la misma lengua, sino más bien, ellas son capaces de originar otras palabras a partir de sí. Ejemplos

 

Rosa, casa, perro, árbol, suelo, reloj, vaca, etc.

 

 

2. Onomatopéyicas

 

 Son palabras que representan los sonidos escuchados y se escriben tal y cual se escuchan.

 

Ejemplos:

 

Tintineo, aúlla, silba, tic-tac, crujir, croar

3. Derivadas

 

Son palabras que se forman a partir de las originales. Se construyen de ellas gracias a que se les agregan sufijos. Estos son morfemas  que tienen significado y al agregárseles a palabras simples forman otras

Ejemplos:

 

De las palabras primitivas dadas como ejemplos anteriores podemos formar otras derivadas de ella, así:

 

De casa: cas-ita, cas-illa, cas-ota, cas-adora, cas-ona, etc.

De rosa: ros-ita, ros-illa, ros-áceo, etc.

De perro: perr-illo, perr-uno, perr-itos, etc.

 

4.      Compuestas:

 

a. Dos palabras, sean éstas sustantivos o un adjetivo y un sustantivo, a veces, verbos, etc. suelen unirse en una sola palabra y expresar una idea diferente a las palabras que dieron su origen.

 

Ejemplos:

 

Guarda-meta, para-caídas, sube-y-baja, para-bien, sal-si puedes, para-choques. Todas ellas forman las palabras: guardameta, paracaídas, subibaja, parabién, salsipuedes, parachoques, etc.

 

b. Un prefijo se une a una palabra que por si sola ya existe y forma otra diferente.

 

Ejemplo:

 

Re-hacer,  in-quieto, inter-poner, bis-cocho, vice-presidente, ex-alcalde, inter-planetario, in-deseable.

 

Obsérvese que las dos últimas palabras, inter.-planetario e indeseable, anteponen a ellas los prefijos inter-  e in- a palabras derivadas, planetario  y deseable. Así se mezclan los procedimientos de formación de palabras.

 

5. Parasíntesis: Las palabras se forman por medio de sufijos y prefijos. Se le agregan prefijos ante la palabra y además sufijos. Pero se diferencian de las anteriores porque si eliminamos el prefijo la palabra que resulta no existe.

 

Ejemplos:   Des-perdiciando, des-criptible, re-demible, etc.  

 

Todas ellas ya unidas forman las palabras parasintéticas, desperdiciado, descriptible, infalible, redimible. Perdiciando, criptible, demible, no existen por sí solas.

 

En todo caso el hablante del español encontrará palabras derivadas compuestas, parasintéticas derivadas, etc. La flexibilidad de la lengua permite todos esos cambios. Hoy más que examinar las palabras debemos fijar nuestra atención en la función que cumplen ellas o los grupos de ellas en la oración. Interesa más la función sintáctica que su formación morfológica. El origen, la etimología de las palabras es apasionante e impredecible. El lenguaje es vivo y día con día cambia aunque no lo percibamos fácilmente. Hoy más que nunca el idioma se apropia palabras, giros, expresiones, etc. de otros idiomas y lo mismo hacen ellos. La pureza del idioma solo está en la cabeza de los académicos. Lo que conserva al idioma son las estructuras y  la facilidad para realizar transformaciones. A manera de ejemplo les narro el origen de una palabra que aún hoy no está en el diccionario de la academia. Se trata de la palabra canfín a pesar de que los diccionarios de la s computadoras la dan por buena. Es una palabra sonora, aguda, bella, primitiva. Ha derivado otras palabras como cantinera. En tiempos de apagones se hizo indispensable para iluminar nuestras casas y para cocinar nuestros alimentos. Los más cultos dicen que en vez de esta palabra debe decirse querosene o querosín, o queroseno o Keroseno, unas palabrejas feas, extrañas, poco familiares, que suenan a lenguaje de niño aprendiendo a hablar. En todo caso el significado es el mismo, ambas expresan ese tipo de derivado del petróleo tan útil. La primera, canfín, intrusa, cenicienta, vulgar, rebelde, violatoria; las otras aristocráticas, legales, permitidas, de alta alcurnia. Nunca me he interesado por el origen de ellas, pero sí por la primera.

 

Ese derivado del petróleo llegaba a Costa Rica desde los Estados Unidos enanos recipientes elegantes de lata, como los de aceite, líquido de frenos, etc. Todavía no era tan usado el plástico. Pero el idioma que lo identificaba era el inglés. Así con sobresalientes palabras en ese idioma se indicaba el recipiente como un preservante importante para conservar el líquido que contenía. Decía el envase así: CAN FINE que traducido literalmente significa LATA FINA, dos palabras que se referían al recipiente y la materia de que estaba constituido. Al costarricense le llamó -seguramente - la atención esas dos palabras y cuando llegaba a comprar el tal queroseno que le sonaba feo y difícil de pronunciar, lo siguió llamando por las palabras sonoras que veía en la envoltura metálica. Le resultó fácil y creativo decir CANFÍN.

 

-¡Véndame dos latas de canfín!

 

 Se creó una palabra primitiva con dos palabras del inglés que nada tenían que ver con el contenido o el significado de lo que se compraba.

 

Otro aspecto que es digno de mención es el escribir separadas palabras que ya el uso ha unido, tales como arco iris, vía crucis, cielo raso. Nuestro criterio es que deben unirse y de hecho el hablante lo hace, sin importar lo que diga la Real Academia que ni pule y menos da esplendor al idioma.

 

La formación de las palabras obedece a las más variadas formas creativas del hablante, el pueblo. Palabras como niguas, chuchingas, alpargatas, mandingas, pichas, tetas, bolas, maricas, locas, niñas, féminas, babiecas, mamitas, y otras de la misma especie tienen un mismo  procedimiento y tendencia semántica. Unas son aceptadas por la Academia y otras no. Casi todas ellas son despectivas, procedentes del sexo femenino y se usan para ofender a personas del sexo masculino. Es una manifestación machista de una sociedad  también machista. En algunas palabras el morfema  -s del plural no expresa ese accidente.

 

Ejemplos:

 

1. Este muchacho no es más que un babiecas, un naguas.

2. El jugador se hizo bolas.

3. Ese jugador es un tetas.

Casi todas ella son derivadas.

 

A pesar de que todas las palabras son importantes para la estructuración de una lengua como el español, creemos que sobresalen dos, por su papel preponderante en nuestro idioma y la diversidad de funciones que desempeñan. Estas palabras son EL VERBO y EL SUSTANTIVO

 

 

Las generaciones de los novelistas costarricenses

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LAS GENERACIONES DE LOS NOVELISTAS COSTARRICENSES

 

POR

 

BENEDICTO VÍQUEZ GUZMÁN

 

INTRODUCCIÓN

                                                        

Este trabajo pretende ser una obra de consulta sobre la novelística costarricense. Es de carácter didáctico y clasificatorio. Busca agrupar a los escritores por generaciones con el fin de sistematizar su estudio, sobre todo, el de sus novelas. Tiene la característica de ser inconcluso, pues siempre habrá autores con sus nuevas novelas.

 

Es una obra abierta, de índole motivadora y no cerrada, dogmática. Busca ubicar los escritores dentro de un sistema histórico llamado de generaciones pero no se cierra a las diferencias, las particularidades; más bien las resalta, las señala y les da espacio preponderante. A pesar de sistematizar a los escritores por su pertenencia, a una u otra generación, metodología que aceptamos y afirmamos como arbitraria y generalizadora, no estimulamos, de ninguna manera, la homogeneidad, a costa de la particularidad. De ninguna manera pretende suplir la lectura de las obras literarias, como suele suceder con los textos de lectura oficiales que impiden el pensar, discernir, criticar, obtener, contradecir, etc. Todo lo contrario, propiciamos la lectura crítica de ellas y damos algunos elementos metodológicos y críticos para obtener mayores beneficios de éstas.

 

Utilizamos el método histórico de las generaciones expuesto por Julián Marías (1914), filósofo español y discípulo de José Ortega y Gasset (1883-1955) que fuera quien teorizó dicho método, a partir del pensador inglés, Julius Peterson.

 

El lector encontrará una síntesis explicativa del método y una contextualización metodológica teórica de nuestra posición y aportes a la metodología que incorpora la movilidad histórica, los cambios y la interacción de los sujetos de la historia y sus acontecimientos. Esto quizás es la parte novedosa del método y creemos que se ajusta más a las exigencias de nuestros tiempos.

 

Partimos de la premisa real de que tanto los historiadores en general y los de literatura en particular, utilizan los términos, época, período y generación para ubicar y sistematizar, tanto a autores, como sus obras, dentro de lapsos importantes y arbitrarios de tiempo. Lo mejor que podríamos hacer era justificar y ordenar, así como conceptuar dicha práctica y así lo realizamos.

 

Partimos de  un estudio llevado a cabo por el chileno Cedomil Goic, titulado Historia de la novela Hispanoamericana, y publicado en 1972, que utiliza, para ubicar a los autores hispanoamericanos, el mismo método. Esto nos permitió, por una parte, insertar a los novelistas costarricenses dentro del marco general de los autores hispanoamericanos y utilizar los mismos parámetros ya establecidos por el autor chileno, así como manejar nuestras propias modificaciones.

 

La literatura hispanoamericana en general, y la costarricense en particular, como parte de ella, se dividió en dos épocas, la moderna y la contemporánea y cada una de éstas en tres períodos diferentes y estos en tres generaciones.

 

Para justificar nuestra investigación como necesaria, realizamos una apretada síntesis de las diferentes clasificaciones hechas en Costa Rica, tanto de los escritores como de sus obras. El fin fue encontrar las diferencias, arbitrariedades, contradicciones y absurdos en que caen los críticos a la hora de clasificar a los autores nacionales. Las dividimos en tres momentos históricos: antes de don Abelardo Bonilla Baldares, la de don Abelardo y después de él, hasta el presente.

 

Luego de ubicar a nuestros escritores por  épocas, períodos y generaciones, nos dimos a la tarea de seguir el siguiente orden para el estudio de ellos y sus obras. Primero se realizó una sistematización de la época, luego del período y por último de la generación. Se partió de lo general hasta llegar a lo particular. Esto nos permitió conocer los paradigmas literarios generales de la época, de los períodos  y de las generaciones en particular, así como las relaciones entre escritores de diferentes países y sus obras.

 

Por último realizamos una breve reseña biográfica de cada novelista costarricense perteneciente a la generación a que pertenece, con aquellos datos más sobresalientes que permitieran conocer algo de su quehacer literario, político y social. El fin fue dar a conocer el contexto biográfico en sus rasgos más sobresalientes. Después exponemos las obras escritas con sus respectivas fechas de publicación y reseñamos crítica y someramente cada una de sus novelas. Algunas por su naturaleza e importancia, recibieron mayor atención de nuestra parte, en cambio otras de menor importancia, referencias más sucintas. Obvio es resaltar que, de algunos escritores, sobre todo los nacidos antes de 1900, nos fue difícil encontrar, los según dos apellidos y la fecha de nacimiento o muerte, si es que había fallecido, así como las novelas para leerlas y estudiarlas. Algunas de ellas no se encontraron en ninguna biblioteca. De los autores nuevos, por diversas razones, nos fue difícil obtener también los segundos apellidos y por ello su fecha de nacimiento, que para nuestro estudio es fundamental. Esperamos que, con el transcurso del tiempo, esta limitación, se supere. Rabien fue difícil encontrar las biografías de muchos de ellos. 

 

No escapará a nuestro interés establecer, con la mayor precisión posible, si las obras son literarias o no, de acuerdo a las especificaciones hechas sobre la calidad literaria de las novelas y el uso del lenguaje literario. Esto no fue nada fácil. Otro aspecto que enfrentamos y no quisimos eludir fue, si la obra estudiaba pertenecía o no al género narrativo llamado novela. Aquí surgieron muchos problemas por largo tiempo disimulados o simplemente sin el interés de resolverlos. No se crea que fue fácil de precisar. Topamos con los más variados criterios de legos en la materia, que opinaron como autoridades y especialistas y que por diferentes razones prefirieron evadir los problemas de fondo. Así se plantean como novelas, crónicas, biografías, autobiografías, relatos, historias de las más variadas, evocaciones de la infancia, ensayos, artículos variados, investigaciones, descripciones de fiestas, anecdotarios, etc. Y en muchos casos afirman, los mismos autores, que lo escrito es una novela porque así lo  afirman ellos y como tal hay que aceptarlo.

 

Es nuestro interés continuar en el futuro, llenando vacíos de información, con la ayuda de los implicados en esta investigación y completando aquellos aspectos que fueron imposibles de obtener para esta primera publicación.

 

Al final, el lector encontrará algunos apéndices de autores, y obras, lo mismo que las conclusiones a que llegamos, así como una bibliografía incompleta pero necesaria, de índole general que le permitirá llenar los posibles vacíos que dejará, sin duda, esta investigación, que ya lleva más de veinte años.[1]

 

LAS GENERACIONES DE LOS NOVELISTAS COSTARRICENSES

 

EL MÉTODO HISTÓRICO DE LAS GENERACIONES

 


"Como las hojas de los

árboles, nacen y mueren,

así pasan del hombre las

edades: que unas hojas

derriban por el suelo los

vientos del otoño y otras

cría la selva al florecer, y

ufanas crecen al aliento

vital de primavera; y las

generaciones de los hombres,

una nace, otra perece".1

 

 

Los críticos literarios, los historiadores, los  sociólogos y otros estudiosos tanto de la cultura como de las sociedades, se han interesado por sistematizar el producto creativo del hombre: Sus obras. Siempre fue preocupación  de ellos organizar inteligentemente, para  mejor explicar y comprender, los trabajos intelectuales de los humanos. Las  preguntas que exigieron y exigen hoy una respuesta convincente son: ¿Será posible clasificar las obras subjetivas, personales, de los hombres? ¿Podremos  agrupar, utilizando rasgos pertinentes, esenciales,  fácilmente reconocibles, obras de creación, tales como pinturas, esculturas, piezas musicales, novelas, poesías, dramas, etc.? La respuesta no es unánime, ni para el arte, ni para los productos culturales más corrientes de las sociedades y menos para  las ideologías, las religiones, los gustos, las modas, etc. Algunos contestan  que ello  es imposible y  todo lo hecho en ese sentido carece de cientificidad. Es el gran reto  de las ciencias sociales. ¿Cómo crear  una ciencia de hechos  que son producto de  un sujeto que a la vez es objeto del mismo estudio? ¿Cómo evitar la subjetividad del científico a la hora de valorar los hechos humanos,  si él es parte de los mismos? ¿Cómo evitar los juicios de valor, arbitrarios, infundados, producto, no del examen riguroso del sujeto-objeto de investigación, sino  de su propia ideología, sus gustos, sus deformaciones ideológicas? Este problema, que no existe en las Ciencias Naturales, sigue siendo un enorme obstáculo, hasta hoy insuperable, para las ciencias sociales. No obstante, los estudiosos, no se han desanimado y continúan, día con día, realizando investigaciones tendientes  a superar, hasta  donde sea posible, esa barrera. Casi  siglo y medio de trabajo, ha producido  teorías, que si bien, no son completas y dejan dudas, lo cierto es que han permitido crear aproximaciones metodológicas  importantes para dilucidar, aclarar, explicar, sistematizar, interpretar y hasta valorar, los productos de la cultura. Uno de ellos  es el  estudio histórico de las generaciones. Es un método más2, que posee sus debilidades pero que, en nuestro criterio, permite esclarecer, delimitar, precisar, una serie de conceptos ambiguos, usados a través de los tiempos sin ninguna rigurosidad por casi todos los críticos, que de una u otra manera hacen referencia a él. Y, como lo veremos más adelante, gracias a este método, podremos entender, explicar, comprender y valorar algunos hechos culturales, en determinados momentos de la humanidad.

 

El Método Histórico de las Generaciones es arbitrario y se sustenta en postulados también arbitrarios, aunque justificables, dentro del  sistema. No es un invento de hoy, sino que data  de muchos años.

 

Las generaciones nacen, se forman, tienen vigencia y mueren. Son abstracciones que se fundamentan en la historia, aunque utilizan las edades de los hombres.

 

 "El sujeto de la Historia no soy yo, ningún hombre individual, ni se trata tampoco de un sujeto plural de muchos individuos como tales; El sujeto de la Historia es la sociedad, la cual es un sistema de usos".[1]

 

Y debe señalarse que muchos  han confundido las generaciones con las edades de los hombres, por el simple hecho de que se clasifican a partir de ellas. Esto no debe hacerse:

 

 "Una cosa es el tiempo que pasa, y otra la edad que se tiene".[2]

 

 Porque:

 

"El tiempo de la vida no es pura cantidad, sino que está cualitativamente diferenciado; no es que dispongamos de tanto tiempo; es que ese quantum (cantidad) temporal es siempre un quale (cualidad); la estructura de las edades diversifica el  tiempo y hace que cada porción  de él no sea única en el sentido de irrecuperable, sino que no es intercambiable con ninguna otra".[3]

 

Lo  cierto es que las generaciones se pueden sistematizar y de ello partimos. Los estudiosos, aún aquellos que no creen en éstas, hablan de ellas. Las generaciones existen en virtud de la estructura general de la vida humana individual y de la sociedad o vida colectiva. La marcha efectiva de la historia procede, según esta teoría, por generaciones y esa distensión de varias generaciones entrelazándose unas con otras, coexistentes, constituyen la estructura misma de la sociedad,  intrínsecamente histórica. Las generaciones coexisten en un mismo momento histórico; es decir,  las generaciones no se suceden   unas a otras linealmente, sino que se solapan, se mezclan, se empatan, se interrelacionan, inciden entre ellas y, a veces, se oponen. Una nace y se gesta, cuando la otra adolece, muere y desaparece. Una, lucha  por destronar  a la que tiene el poder, la vigente, la que predomina, mientras otra  se forma, aprende, estudia, se permeabiliza en los productos viejos y nuevos  de otras generaciones. La generación que tiene el poder, que es vigente, es producto de esa lucha con otras generaciones, no importa que recién aparezca en el marco de la historia. Debe tenerse en cuenta que  todas las generaciones  que se dan en un momento determinado de la historia son actuales, en el sentido de que existen, pero sólo  dos de ellas tienen actuación decisiva, importancia, determinación, son rigurosamente actuales. Las otras, o todavía  no lo son y como tales, apenas empiezan, no se han hecho, o han dejado de ser, nadie  cree en lo que hacen o no prestan atención a ello o lo que hacen no influye, no determina, no impresiona, no asombra. Éstas están en el ocaso, tienden a desaparecer, están muriendo como generación aunque duren como sujetos de la misma. La generación que está en el poder, la que determina, la que marca la pauta, la que predomina e influye es la que genera el cambio histórico.

 

Se podría afirmar que el hombre, en los primeros quince años es dependiente, no se vale por sí mismo, inicia  sus procesos biológicos y psíquicos más importantes para su futuro. Desde los quince años y hasta los treinta, comienza su preparación intelectual, se forma, empiezan sus anhelos y luchas, es la antítesis de su vida; de los treinta años y hasta los cuarenta y cinco, desarrolla su poder, su vigencia, su acción, es la tesis de su vida. De los cuarenta y cinco años y hasta los sesenta es cuando aparece la madurez,  su consolidación, su gran capacidad para gobernar, produce lo mejor de su obra, es síntesis. De los sesenta años en adelante comienza a declinar, es momento de niñez-vejez y empieza a ocupar las guarderías para ancianos. Es el ocaso, el fin. Así son las generaciones históricas: una nace, otra, se hace, es la antítesis que lucha por el poder, otra se afianza en la vigencia, es la tesis que ordena y manda, la otra se consolida, produce, conduce, da sabios consejos y la última desaparece o permanece en el olvido.

 

Las generaciones tienen un tiempo de duración, de vigencia, de gestación y de extinción. Esto también es arbitrario aunque reconocible en el paso del tiempo (cualidad). Por razones metodológicas se fija en quince años. Está basado  en las condiciones históricas de la duración de los hombres y  su misma naturaleza, así como las expectativas de vida. Se parte del hecho de que el movimiento de la historia es complejo  y no continuo, como la sucesión de los nacimientos, por ello las generaciones pertenecen a cierto tipo de  afinidades existentes  y a sus propias contradicciones entre los  grupos de individuos que pertenecen a ellas. En condiciones óptimas de vida, los períodos podrían ampliarse.

 

No escapan a las generaciones el tiempo y el espacio como es lógico. Son producto  de ellos mismos y no de una fecha de nacimiento sino de un lugar y un determinado tiempo contextuales. Por ello es importante fijar con claridad los contextos sociales de una generación. Los hechos históricos, sociales, culturales y biográficos son de enorme importancia para entender una generación. Un producto cultural de una generación  nunca será  igual  o similar a otro de una generación  de momentos históricos y contextos diferentes. Los contextos culturales, históricos, ideológicos, biográficos de las generaciones  y sus componentes  son de enorme importancia para comprender, explicar, dilucidar,  y valorar  sus productos culturales. Aunque estos son autónomos, únicos, capaces de significar por sí mismos, son indicios significativos por sí y en sí. No  significa  nada  por otros factores. La importancia que poseen los contextos es que  ayudan a comprender, ubicar, justificar y explicar los orígenes de los productos culturales. Y esto para una historia de la literatura  es muy importante. No basta  examinar solamente  el objeto  sino comprenderlo  en toda su complejidad. Así como el químico no necesita examinar el oxígeno y el hidrógeno para estudiar el agua y sus características, pero lo hace, así también el origen de las generaciones, su materia prima será de gran importancia para el estudio de los productos culturales.

 

Otro aspecto  que debe tenerse en cuenta es que todas  las personas  de una generación, a pesar  de poseer  diferencias, sean estas  biológicas  como de sexo, raza  o ideológicas, no dejan de pertenecer a ella. Aún más,  sus mismas contradicciones políticas, ideológicas,  las definen. Por ello, tanto hombres como mujeres, blancos, amarillos y negros, que nacen  en los años  prefijados y bajo los mismos contextos o con  la formación de contextos diversos, pertenecen  a la misma generación. En Costa Rica existen dos novelistas con varias coincidencias. Se trata de dos mujeres, Luisa y Edelmira, ambas González. Nacieron el mismo año (1904), su profesión fue la misma, maestras, las dos escribieron novelas pero su ideología fue totalmente opuesta.

 

A pesar de fijarse, por razones metodológicas, la duración de vigencia de una generación, en quince años, esto no debe tomarse como algo inflexible. Es un tiempo  aproximado. Puede ser mayor o menor, lo importante es que debe ser muy próximo a esa  cantidad. A esa edad se sale de la niñez, en términos generales. No escapan  a estas arbitrariedades  los hechos históricos, productos de situaciones económicas, necesidades ideológicas, étnicas, religiosas, etc., procesos que  configuran  las causas complejas del comportamiento  ideológico de una generación  y las reacciones  de grupos o individuos de esa misma  generación  contra la naturaleza de la tendencia general. Quizás los teóricos más destacados  de la cultura hablen de programaciones permanentes y periódicas, pasajeras, estructuras latentes, etc. pero lo importante de esta teoría de las generaciones es que contempla esa complejidad social, que implica todo producto cultural como lo es la literatura. El crítico debe tener en cuenta todos estos aspectos para lograr una explicación aceptable, racional, del arte.

 

Otro aspecto que abre muchas inquietudes y no pocas dudas es el lapso de tiempo llamado vigencia de una generación. Este se especifica con una duración de quince años que se cuentan a partir de la finalización del llamado tiempo de gestación. De esta manera el  lapso de tiempo vigente de la generación de 1942 se establecería así: 1949 es el año en que termina la gestación de esta generación, por lo tanto el tiempo de vigencia comienza en el año 1950 y se extiende hasta 1964. Durante ese tiempo se escriben las mejores obras de los novelistas, aunque no necesariamente se publiquen durante él. Esto no impide, de ninguna manera que novelas publicadas en años anteriores sean de gran relieve literario y de gran interés publicitario. Este detalle permite explicar las razones que asisten al método para no guiarse por la fecha de publicación de las obras a la hora de catalogar o clasificar los escritores en una determinada generación, sino la fecha de nacimiento.

 

En la generación que tomamos de ejemplo, la de 1942, por ser muy conocida en Costa Rica, los novelistas de ella, tales como Adolfo Herrera García (1914-1975), Carlos Luis Fallas Sibaja (1914-1966), Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000), Yolanda Oreamuno Unger (1916-1956), entre otros, cobró vigencia en los años cincuentas y sesentas y en Fabián Dobles Rodríguez (1918-1997) y Joaquín Gutiérrez Mangel las mejores obras se publicaron en ese tiempo de vigencia, El sitio de las abras en 1950, Los leños vivientes: 1962,  Puerto Limón en 1950 y las otras giraron en años posteriores, más por problemas de publicación que por tiempo de escritura de las mismas. Y si tomamos escritores sobresalientes de Hispanoamérica, observamos que sus obras importantes, de esta misma generación, caen en los años señalados, Los Premios: 1960 y Rayuela: 1963 de Julio Cortázar (1914-1984), La vida breve: 1950 de Juan Carlos Onetti (1909-1995), Eloy: 1959 de Carlos Droguett (1912-1966), Pedro Páramo: 1955 de Juan Rulfo (1918-1986), Los ríos profundos:1956 de José María Arguedas e Hijo de hombre: 1960 de Augusto Roa Bastos (1917). En todo caso las generaciones no deben ser camisas de fuerza para estrujar autores y obras de los escritores sino lugares donde ubicarlos con cierta aproximación para mejor comprenderlos a ellos y sus creaciones.

 

Hacia los  treinta años, se inicia la actuación histórica. Ésta dura unos treinta años. No tratemos de buscar ejemplos individuales que nieguen esta afirmación porque encontraremos muchos. La duración individual no cuenta, si no la generación donde los individuos pierden su carácter estrictamente independiente. Desde los sesenta años en adelante es muy sensible la disminución del número de supervivientes,  a pesar de los avances de la ciencia en las perspectivas de vida  y éstos inician su retirada o dejan de ser determinantes en la generación, a pesar de seguir activos en la creación y ofrecen en muchos casos obras muy significativas. No mueren biológicamente sino que pierden su vigencia determinante, se tornan incapaces de mover  a cambio, una programación  momentánea y menos una duradera. No debemos confundir  las programaciones permanentes como son las religiones, las lenguas, que se mantienen por  mucho tiempo sin  sufrir casi cambios, con  aquellas más superficiales que cambian  rápidamente.

 

 Por lo menos cinco generaciones coexisten:

 

1.   Los supervivientes de  la generación anterior, fuera de la plena acción histórica, que permanecen como testigos geológicos y señalan inequívocamente de donde proviene la situación de que se trata.

 

2.   Los que han dejado  la acción, la lucha y ofrecen madurez, conocimientos plenos, creación, virtud para el mando. (La síntesis)

 

3.   Los que están en el poder, aquellos cuya pretensión coincide en sus líneas generales  con el mundo vigente. (La tesis).

 

4.   La oposición, es la generación  con eficacia histórica plena, pero que no se ha impuesto  todavía, sino que lucha  contra la anterior  y trata de sustituirla  en el poder y realizar  las innovaciones a que se siente llamada y en las que cree (La antítesis)

 

 

5.   Por último, la generación de la juventud que inicia  una nueva vocación  y anticipa la salida de la situación actual. Si los viejos son el final, los  muy jóvenes  representan el inicio.

 

De esta manera, las generaciones, así entendidas, según esta teoría, determinan la articulación  del cambio  histórico y lo  que es más  importante, reconstruyen su estructura  y permite revisarla; por tanto, de  entenderla. Son el sujeto elemental del acontecer histórico  y por lo mismo cultural.

 

¿Cómo proceder para determinar las generaciones? El método es muy sencillo. Sólo es necesario aceptarlo, como se hace con un sistema formal codificado. Veámoslo.

 

1.   Se toma un ámbito histórico importante. En nuestro caso escogimos los últimos diez años finales del siglo diecinueve y los primeros veinte años  del siglo XX, que habían seleccionado casi todos los estudiosos de la literatura costarricense, para dividirla.

 

 Se escoge un epónimo. Esto es, una figura sobresaliente de ese ámbito. Nos inclinamos por Joaquín García Monge, pero utilizamos  a Rubén Darío, para uniformar nuestro estudio, con otros realizados para la literatura hispanoamericana. Los resultados son prácticamente los mismos pero el afán de ubicar nuestros novelistas en un ámbito mayor nos obligó a seguir otros trabajos similares al nuestro que escogieron a la figura de Rubén Darío que es de mayor reconocimiento universal.

 

2.   Se anota la  fecha en que ese personaje cumplió los treinta años. Esta es la fecha de  partida  para fijar las otras clasificaciones. Joaquín García Monge nació  en 1881 y cumplió los 30 años en 1911. Esta sería la fecha de esta generación y a  partir de ella se fijarían el resto de las generaciones. Pero para unificarla con los estudios hechos  en Latinoamérica, que fijaron como fecha 1912 por haber escogido a Rubén Darío como epónimo, decidimos mantener 1912 como la fecha de esa generación. Un año de diferencia es intrascendente.

 

3.   Ahora podemos fijar las generaciones anteriores y posteriores. Sólo  hay que restar o  sumar grupos de quince años.

 

4.   Pertenecen a una misma generación  todos aquellos escritores que hayan cumplido treinta años, siete  antes o siete después de la fecha de  la generación escogida. En nuestro caso la generación de Joaquín García Monge (1881-1958) es la generación de 1912, para asimilarla a la de Rubén Darío (1867-1916), la llamada generación modernista de 1897, cuyos novelistas nacieron entre 1860 a 1974 y tuvo su vigencia entre 1905 a 1919.

 

Pertenecen  a la generación de 1912 los nacidos entre 1875 a 1889. Es la tercera generación naturalista. Tuvo su gestación de 1905 a 1919 y su vigencia abarcó de 1920 a 1934. Fue una generación que los críticos de la literatura y los historiadores, llamaron Mundonovismo, sobre todo en la creación novelística. Luego nos referiremos a ella.

 

5.   Tres generaciones forman un período y tres períodos, una época.



1 Homero. La Ilíada. Canto VI. Traducción de Hermosilla.

2 Este trabajo se fundamenta en esa teoría, expuesta por Julián Marías, en su libro El método histórico de las generaciones,  publicado en la Revista de Occidente, Madrid, 1967. Las ideas principales fueron recogidas y sistematizadas por Julián Marías de su maestro Ortega y Gasset. Antes de ellos, Julius Peterson intentó clasificar los autores de la cultura por generaciones. Es su antecesor. Desde la antigüedad se viene hablando de épocas, edades, períodos y generaciones. El principio fundamental de que parte esta teoría es el postulado de que las generaciones existen y es posible sistematizarlas. Claudio Gutiérrez es el único pensador que ha escrito un ensayo, publicado en Internet titulado Ensayo sobre las generaciones costarricenses 1823-1953, el 19 de agosto del año 2009.

 

[1] Julián Marías, Ob. Cit. p. 25.

[2] Íd. p. 22.

[3] Íd. p. 23. (Los paréntesis son nuestros)

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