EL MÉTODO HISTÓRICO DE LAS GENERACIONES
"Como las hojas de los
árboles, nacen y mueren,
así pasan del hombre las
edades: que unas hojas
derriban por el suelo los
vientos del otoño y otras
cría la selva al florecer, y
ufanas crecen al aliento
vital de primavera; y las
generaciones de los hombres,
una nace, otra perece".
Los críticos literarios, los historiadores, los sociólogos y otros estudiosos tanto de la cultura como de las sociedades, se han interesado por sistematizar el producto creativo del hombre: Sus obras. Siempre fue preocupación de ellos organizar inteligentemente, para mejor explicar y comprender, los trabajos intelectuales de los humanos. Las preguntas que exigieron y exigen hoy una respuesta convincente son: ¿Será posible clasificar las obras subjetivas, personales, de los hombres? ¿Podremos agrupar, utilizando rasgos pertinentes, esenciales, fácilmente reconocibles, obras de creación, tales como pinturas, esculturas, piezas musicales, novelas, poesías, dramas, etc.? La respuesta no es unánime, ni para el arte, ni para los productos culturales más corrientes de las sociedades y menos para las ideologías, las religiones, los gustos, las modas, etc. Algunos contestan que ello es imposible y todo lo hecho en ese sentido carece de cientificidad. Es el gran reto de las ciencias sociales. ¿Cómo crear una ciencia de hechos que son producto de un sujeto que a la vez es objeto del mismo estudio? ¿Cómo evitar la subjetividad del científico a la hora de valorar los hechos humanos, si él es parte de los mismos? ¿Cómo evitar los juicios de valor, arbitrarios, infundados, producto, no del examen riguroso del sujeto-objeto de investigación, sino de su propia ideología, sus gustos, sus deformaciones ideológicas? Este problema, que no existe en las Ciencias Naturales, sigue siendo un enorme obstáculo, hasta hoy insuperable, para las ciencias sociales. No obstante, los estudiosos, no se han desanimado y continúan, día con día, realizando investigaciones tendientes a superar, hasta donde sea posible, esa barrera. Casi siglo y medio de trabajo, ha producido teorías, que si bien, no son completas y dejan dudas, lo cierto es que han permitido crear aproximaciones metodológicas importantes para dilucidar, aclarar, explicar, sistematizar, interpretar y hasta valorar, los productos de la cultura. Uno de ellos es el estudio histórico de las generaciones. Es un método más, que posee sus debilidades pero que, en nuestro criterio, permite esclarecer, delimitar, precisar, una serie de conceptos ambiguos, usados a través de los tiempos sin ninguna rigurosidad por casi todos los críticos, que de una u otra manera hacen referencia a él. Y, como lo veremos más adelante, gracias a este método, podremos entender, explicar, comprender y valorar algunos hechos culturales, en determinados momentos de la humanidad.
El Método Histórico de las Generaciones es arbitrario y se sustenta en postulados también arbitrarios, aunque justificables, dentro del sistema. No es un invento de hoy, sino que data de muchos años.
Las generaciones nacen, se forman, tienen vigencia y mueren. Son abstracciones que se fundamentan en la historia, aunque utilizan las edades de los hombres.
"El sujeto de la Historia no soy yo, ningún hombre individual, ni se trata tampoco de un sujeto plural de muchos individuos como tales; El sujeto de la Historia es la sociedad, la cual es un sistema de usos".
Y debe señalarse que muchos han confundido las generaciones con las edades de los hombres, por el simple hecho de que se clasifican a partir de ellas. Esto no debe hacerse:
"Una cosa es el tiempo que pasa, y otra la edad que se tiene".
Porque:
"El tiempo de la vida no es pura cantidad, sino que está cualitativamente diferenciado; no es que dispongamos de tanto tiempo; es que ese quantum (cantidad) temporal es siempre un quale (cualidad); la estructura de las edades diversifica el tiempo y hace que cada porción de él no sea única en el sentido de irrecuperable, sino que no es intercambiable con ninguna otra".
Lo cierto es que las generaciones se pueden sistematizar y de ello partimos. Los estudiosos, aún aquellos que no creen en éstas, hablan de ellas. Las generaciones existen en virtud de la estructura general de la vida humana individual y de la sociedad o vida colectiva. La marcha efectiva de la historia procede, según esta teoría, por generaciones y esa distensión de varias generaciones entrelazándose unas con otras, coexistentes, constituyen la estructura misma de la sociedad, intrínsecamente histórica. Las generaciones coexisten en un mismo momento histórico; es decir, las generaciones no se suceden unas a otras linealmente, sino que se solapan, se mezclan, se empatan, se interrelacionan, inciden entre ellas y, a veces, se oponen. Una nace y se gesta, cuando la otra adolece, muere y desaparece. Una, lucha por destronar a la que tiene el poder, la vigente, la que predomina, mientras otra se forma, aprende, estudia, se permeabiliza en los productos viejos y nuevos de otras generaciones. La generación que tiene el poder, que es vigente, es producto de esa lucha con otras generaciones, no importa que recién aparezca en el marco de la historia. Debe tenerse en cuenta que todas las generaciones que se dan en un momento determinado de la historia son actuales, en el sentido de que existen, pero sólo dos de ellas tienen actuación decisiva, importancia, determinación, son rigurosamente actuales. Las otras, o todavía no lo son y como tales, apenas empiezan, no se han hecho, o han dejado de ser, nadie cree en lo que hacen o no prestan atención a ello o lo que hacen no influye, no determina, no impresiona, no asombra. Éstas están en el ocaso, tienden a desaparecer, están muriendo como generación aunque duren como sujetos de la misma. La generación que está en el poder, la que determina, la que marca la pauta, la que predomina e influye es la que genera el cambio histórico.
Se podría afirmar que el hombre, en los primeros quince años es dependiente, no se vale por sí mismo, inicia sus procesos biológicos y psíquicos más importantes para su futuro. Desde los quince años y hasta los treinta, comienza su preparación intelectual, se forma, empiezan sus anhelos y luchas, es la antítesis de su vida; de los treinta años y hasta los cuarenta y cinco, desarrolla su poder, su vigencia, su acción, es la tesis de su vida. De los cuarenta y cinco años y hasta los sesenta es cuando aparece la madurez, su consolidación, su gran capacidad para gobernar, produce lo mejor de su obra, es síntesis. De los sesenta años en adelante comienza a declinar, es momento de niñez-vejez y empieza a ocupar las guarderías para ancianos. Es el ocaso, el fin. Así son las generaciones históricas: una nace, otra, se hace, es la antítesis que lucha por el poder, otra se afianza en la vigencia, es la tesis que ordena y manda, la otra se consolida, produce, conduce, da sabios consejos y la última desaparece o permanece en el olvido.
Las generaciones tienen un tiempo de duración, de vigencia, de gestación y de extinción. Esto también es arbitrario aunque reconocible en el paso del tiempo (cualidad). Por razones metodológicas se fija en quince años. Está basado en las condiciones históricas de la duración de los hombres y su misma naturaleza, así como las expectativas de vida. Se parte del hecho de que el movimiento de la historia es complejo y no continuo, como la sucesión de los nacimientos, por ello las generaciones pertenecen a cierto tipo de afinidades existentes y a sus propias contradicciones entre los grupos de individuos que pertenecen a ellas. En condiciones óptimas de vida, los períodos podrían ampliarse.
No escapan a las generaciones el tiempo y el espacio como es lógico. Son producto de ellos mismos y no de una fecha de nacimiento sino de un lugar y un determinado tiempo contextuales. Por ello es importante fijar con claridad los contextos sociales de una generación. Los hechos históricos, sociales, culturales y biográficos son de enorme importancia para entender una generación. Un producto cultural de una generación nunca será igual o similar a otro de una generación de momentos históricos y contextos diferentes. Los contextos culturales, históricos, ideológicos, biográficos de las generaciones y sus componentes son de enorme importancia para comprender, explicar, dilucidar, y valorar sus productos culturales. Aunque estos son autónomos, únicos, capaces de significar por sí mismos, son indicios significativos por sí y en sí. No significa nada por otros factores. La importancia que poseen los contextos es que ayudan a comprender, ubicar, justificar y explicar los orígenes de los productos culturales. Y esto para una historia de la literatura es muy importante. No basta examinar solamente el objeto sino comprenderlo en toda su complejidad. Así como el químico no necesita examinar el oxígeno y el hidrógeno para estudiar el agua y sus características, pero lo hace, así también el origen de las generaciones, su materia prima será de gran importancia para el estudio de los productos culturales.
Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es que todas las personas de una generación, a pesar de poseer diferencias, sean estas biológicas como de sexo, raza o ideológicas, no dejan de pertenecer a ella. Aún más, sus mismas contradicciones políticas, ideológicas, las definen. Por ello, tanto hombres como mujeres, blancos, amarillos y negros, que nacen en los años prefijados y bajo los mismos contextos o con la formación de contextos diversos, pertenecen a la misma generación. En Costa Rica existen dos novelistas con varias coincidencias. Se trata de dos mujeres, Luisa y Edelmira, ambas González. Nacieron el mismo año (1904), su profesión fue la misma, maestras, las dos escribieron novelas pero su ideología fue totalmente opuesta.
A pesar de fijarse, por razones metodológicas, la duración de vigencia de una generación, en quince años, esto no debe tomarse como algo inflexible. Es un tiempo aproximado. Puede ser mayor o menor, lo importante es que debe ser muy próximo a esa cantidad. A esa edad se sale de la niñez, en términos generales. No escapan a estas arbitrariedades los hechos históricos, productos de situaciones económicas, necesidades ideológicas, étnicas, religiosas, etc., procesos que configuran las causas complejas del comportamiento ideológico de una generación y las reacciones de grupos o individuos de esa misma generación contra la naturaleza de la tendencia general. Quizás los teóricos más destacados de la cultura hablen de programaciones permanentes y periódicas, pasajeras, estructuras latentes, etc. pero lo importante de esta teoría de las generaciones es que contempla esa complejidad social, que implica todo producto cultural como lo es la literatura. El crítico debe tener en cuenta todos estos aspectos para lograr una explicación aceptable, racional, del arte.
Otro aspecto que abre muchas inquietudes y no pocas dudas es el lapso de tiempo llamado vigencia de una generación. Este se especifica con una duración de quince años que se cuentan a partir de la finalización del llamado tiempo de gestación. De esta manera el lapso de tiempo vigente de la generación de 1942 se establecería así: 1949 es el año en que termina la gestación de esta generación, por lo tanto el tiempo de vigencia comienza en el año 1950 y se extiende hasta 1964. Durante ese tiempo se escriben las mejores obras de los novelistas, aunque no necesariamente se publiquen durante él. Esto no impide, de ninguna manera que novelas publicadas en años anteriores sean de gran relieve literario y de gran interés publicitario. Este detalle permite explicar las razones que asisten al método para no guiarse por la fecha de publicación de las obras a la hora de catalogar o clasificar los escritores en una determinada generación, sino la fecha de nacimiento.
En la generación que tomamos de ejemplo, la de 1942, por ser muy conocida en Costa Rica, los novelistas de ella, tales como Adolfo Herrera García (1914-1975), Carlos Luis Fallas Sibaja (1914-1966), Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000), Yolanda Oreamuno Unger (1916-1956), entre otros, cobró vigencia en los años cincuentas y sesentas y en Fabián Dobles Rodríguez (1918-1997) y Joaquín Gutiérrez Mangel las mejores obras se publicaron en ese tiempo de vigencia, El sitio de las abras en 1950, Los leños vivientes: 1962, Puerto Limón en 1950 y las otras giraron en años posteriores, más por problemas de publicación que por tiempo de escritura de las mismas. Y si tomamos escritores sobresalientes de Hispanoamérica, observamos que sus obras importantes, de esta misma generación, caen en los años señalados, Los Premios: 1960 y Rayuela: 1963 de Julio Cortázar (1914-1984), La vida breve: 1950 de Juan Carlos Onetti (1909-1995), Eloy: 1959 de Carlos Droguett (1912-1966), Pedro Páramo: 1955 de Juan Rulfo (1918-1986), Los ríos profundos:1956 de José María Arguedas e Hijo de hombre: 1960 de Augusto Roa Bastos (1917). En todo caso las generaciones no deben ser camisas de fuerza para estrujar autores y obras de los escritores sino lugares donde ubicarlos con cierta aproximación para mejor comprenderlos a ellos y sus creaciones.
Hacia los treinta años, se inicia la actuación histórica. Ésta dura unos treinta años. No tratemos de buscar ejemplos individuales que nieguen esta afirmación porque encontraremos muchos. La duración individual no cuenta, si no la generación donde los individuos pierden su carácter estrictamente independiente. Desde los sesenta años en adelante es muy sensible la disminución del número de supervivientes, a pesar de los avances de la ciencia en las perspectivas de vida y éstos inician su retirada o dejan de ser determinantes en la generación, a pesar de seguir activos en la creación y ofrecen en muchos casos obras muy significativas. No mueren biológicamente sino que pierden su vigencia determinante, se tornan incapaces de mover a cambio, una programación momentánea y menos una duradera. No debemos confundir las programaciones permanentes como son las religiones, las lenguas, que se mantienen por mucho tiempo sin sufrir casi cambios, con aquellas más superficiales que cambian rápidamente.
Por lo menos cinco generaciones coexisten:
1. Los supervivientes de la generación anterior, fuera de la plena acción histórica, que permanecen como testigos geológicos y señalan inequívocamente de donde proviene la situación de que se trata.
2. Los que han dejado la acción, la lucha y ofrecen madurez, conocimientos plenos, creación, virtud para el mando. (La síntesis)
3. Los que están en el poder, aquellos cuya pretensión coincide en sus líneas generales con el mundo vigente. (La tesis).
4. La oposición, es la generación con eficacia histórica plena, pero que no se ha impuesto todavía, sino que lucha contra la anterior y trata de sustituirla en el poder y realizar las innovaciones a que se siente llamada y en las que cree (La antítesis)
5. Por último, la generación de la juventud que inicia una nueva vocación y anticipa la salida de la situación actual. Si los viejos son el final, los muy jóvenes representan el inicio.
De esta manera, las generaciones, así entendidas, según esta teoría, determinan la articulación del cambio histórico y lo que es más importante, reconstruyen su estructura y permite revisarla; por tanto, de entenderla. Son el sujeto elemental del acontecer histórico y por lo mismo cultural.
¿Cómo proceder para determinar las generaciones? El método es muy sencillo. Sólo es necesario aceptarlo, como se hace con un sistema formal codificado. Veámoslo.
1. Se toma un ámbito histórico importante. En nuestro caso escogimos los últimos diez años finales del siglo diecinueve y los primeros veinte años del siglo XX, que habían seleccionado casi todos los estudiosos de la literatura costarricense, para dividirla.
Se escoge un epónimo. Esto es, una figura sobresaliente de ese ámbito. Nos inclinamos por Joaquín García Monge, pero utilizamos a Rubén Darío, para uniformar nuestro estudio, con otros realizados para la literatura hispanoamericana. Los resultados son prácticamente los mismos pero el afán de ubicar nuestros novelistas en un ámbito mayor nos obligó a seguir otros trabajos similares al nuestro que escogieron a la figura de Rubén Darío que es de mayor reconocimiento universal.
2. Se anota la fecha en que ese personaje cumplió los treinta años. Esta es la fecha de partida para fijar las otras clasificaciones. Joaquín García Monge nació en 1881 y cumplió los 30 años en 1911. Esta sería la fecha de esta generación y a partir de ella se fijarían el resto de las generaciones. Pero para unificarla con los estudios hechos en Latinoamérica, que fijaron como fecha 1912 por haber escogido a Rubén Darío como epónimo, decidimos mantener 1912 como la fecha de esa generación. Un año de diferencia es intrascendente.
3. Ahora podemos fijar las generaciones anteriores y posteriores. Sólo hay que restar o sumar grupos de quince años.
4. Pertenecen a una misma generación todos aquellos escritores que hayan cumplido treinta años, siete antes o siete después de la fecha de la generación escogida. En nuestro caso la generación de Joaquín García Monge (1881-1958) es la generación de 1912, para asimilarla a la de Rubén Darío (1867-1916), la llamada generación modernista de 1897, cuyos novelistas nacieron entre 1860 a 1974 y tuvo su vigencia entre 1905 a 1919.
Pertenecen a la generación de 1912 los nacidos entre 1875 a 1889. Es la tercera generación naturalista. Tuvo su gestación de 1905 a 1919 y su vigencia abarcó de 1920 a 1934. Fue una generación que los críticos de la literatura y los historiadores, llamaron Mundonovismo, sobre todo en la creación novelística. Luego nos referiremos a ella.
5. Tres generaciones forman un período y tres períodos, una época.