Ana Cristina Rossi Lara

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ANA CRISTINA ROSSI LARA

(1952)

 

Ana Cristina Rossi Lara (así aparece en el Registro Civil) nació en San José, el día 25 de diciembre del año 1952. Sus padres son Álvaro Rossi Chavarría y doña Ana Isabel Lara Tomas. Es la mayor de seis hermanos. Parte de su infancia la vivió en el atlántico, en una finca de sus abuelos, situada entre Turrialba y Limón, desde los dos años, hasta los cinco. Al cumplir los seis, sus padres se trasladan a vivir a San José y ella inicia los estudios primarios en la escuela Anglo-sajona. En 1965 ingresó a la secundaria en el colegio Sant Claire y se graduó en 1970. Ingresó a los estudios superiores en la Universidad de Costa Rica en 1971 pero en 1973 viajó a Europa y se estableció, por espacio de trece años, primero en Inglaterra, donde estudia teatro y danza en el London y luego idiomas en la Universidad de Sussax. Después se traslada a Francia donde estudia Epistemología, teorías económicas, Lingüística, psicoanálisis en la Universidad de París y la Sorbona. Luego ingresa a la escuela de Intérpretes y Traductores en Francia y obtiene una maestría en Ciencias de la Traducción.

 

Desde pequeña le gustaba leer y se dedicaba a crear historias con personajes imaginarios. Ya en Europa se interesa por las obras de Henry Miller.

 

Escribió su primera novela María la noche entre los años 1976 y 1979. Fue en 1980 que trabajó más en la novela y le dio la forma definitiva.

 

Cuando no radica en Europa, vive en Escazú, es casada y tiene una hija, hoy (2003), posiblemente de 21 años.

 

Ha publicado gran cantidad de artículos y ensayos de diferentes temas. Entre ellos se destaca El lado oscuro: ensayos sobre violencia: 2007.

 

 

LO QUE HA ESCRITO ANACRISTINA ROSSI LARA

 

 

NOVELA

 

1. María la noche: 1985

2. La loca de Gandoca: 1991

3. Limón Blues: 2002

4. Limón Reggae: 2007

 

CUENTO

 

1. Situaciones Conyugales: 1993

 

 

La primera novela que escribió Anacristina Rossi Lara la llamó María La Noche, y la publicó en 1985.1

 

Es la primera novela de Anacristina y recibió muchos elogios de la crítica literaria. Entró por la puerta grande. Es una novela intimista, de interioridad, de viaje hacia lo más profundo del ser, de realización, de libertad, de vida. Es una invitación al disfrute pleno de nuestras posibilidades, de sinceridad, de despojo de prejuicios y falsos valores, de entrega, de unión con la naturaleza y disfrute vital, pleno de nuestras infinitas posibilidades de realización, en unión con la naturaleza.

 

Novela  de amor entre Antonio y  Mariestela, de formación por parte de la narradora protagonista, de encuentro consigo misma, de liberación, de viaje hacia su libertad y despojo de los prejuicios familiares, llenos de estereotipos, de convencionalismos, de castración. Ambos sufren una especie de metamorfosis, el profesor descubre su propia naturaleza y comienza a disfrutar de una vida auténtica, tanto como individuo, como profesional y ella se inicia en el viaje hacia su propia libertad, es un viaje de catarsis, de purificación, de introspección. Es injusto pensar que la novela se reduzca a un erotismo único, a pesar de que se da, pero solo como fuente de purificación. La huida de Mariestela del hogar y el encuentro con Antonio, es una doble vía de posibilidades de ser. Ser en la unión, en la interioridad, en la comunión con la naturaleza, en la purificación, en el despojo de tanta impureza social. Entonces el diálogo se vuelve monólogo y la comunicación se convierte en poesía, evocación y vivencia, despojo y ritual, iniciación y llegada, aventura interior y puerto de identidad, pureza y encuentro en doble vía, consigo misma y con el otro, sin despojarlo del ser e introduciéndolo en la fuente de su propia vitalidad y encontrando su libertad en la unión con el otro.

 

Es una novela que rompe esquemas literarios y abre caminos por donde seguirán produciéndose obras bajo nuevos horizontes. Hay despojo de miedos, de hipocresías, de falsos pudores, de sexo escondido pero enfermo, de lucha contra las formas fosilizadas de la obra literaria, de apertura a la polifonía, de voces que armonizan el coro poético de la creación, de carnaval, de calidoscopio, de identidad en la pluralidad, de ruptura con lo viejo estereotipado del lenguaje prosaico, uniforme, referencial, discursivo. Por ello lo racional en Antonio, no se contradice con lo emocional, vital, espiritual de Marisela, ni la belleza de Olimpia, ni la búsqueda en la fuente mítica del Caribe de Puerto Limón, que es marco prístino del hallazgo existencial del pasado y el futuro, en un presente sin límites, abierto, libre y redentor.

 

Ni solo palabras o imágenes, ni solo erotismo y sensualismo. Una novela esperanzadora, un camino que invita a vivir, a soñar, a disfrutar del arte, sin huir de la realidad, sin escapes pero sí rompiendo esquemas y prejuicios, en esa búsqueda eterna de toparse de pronto con la felicidad, la realización y el descubrimiento de su propio ser.

 

La segunda novela que escribió Anacristina Rossi Lara la tituló La loca de Gandoca y la publicó en 1991.1

 

En esta novela se abre una nueva visión sobre lo nuestro, más allá de lo circunstancial. Se trata de la vida misma, de la muerte de la naturaleza, toda y no una parte como algunos pretenden justificar, y de todos, la vida misma del ser, de la razón del ser, en nuestra especie, en nuestra esencia porque destruir la naturaleza es aniquilar la vida, asesinarla, es el peor de los crímenes solo comparable con las guerras, porque con ella desaparecen los gérmenes de la vida, las posibilidades de la reproducción de las especies, su extinción. El hombre con signo de dólares, no lo entiende, su horizonte no va más allá de la cuenta bancaria, ni siquiera vive el instante, no tiene tiempo de disfrutar la venta de la patria, del exterminio, de la matanza oficial, porque al político corrupto, solo le interesa esa meta. Lo material, el consumo le embrutece y hasta se vende barato a los intereses de compañías extranjeras que llegan, arrasan la naturaleza, dejan unos residuos, unos fósiles como testimonio de su rapiña y se van satisfechos, con la bolsa de la codicia llena de monedas a crear, en otros lugares, más destrucción, más miseria, mas muerte.

 

El espacio donde se ubica la novela es un Refugio Nacional, Gandoca, Un Santuario pero la lucha por protegerlo se desarrolla en las oficinas gubernamentales, en San José. La novela plantea dos procesos diferentes que sufre el mismo personaje principal Daniela, el primero es a nivel personal, su compañero y esposo es alcohólico y  a pesar de las buenas relaciones, entre ellos y el amor que llena de vitalidad el hogar de ella y sus hijos, poco a poco los avances de la enfermedad lo llevan a la degradación, a pesar de los muchos intentos de abandonar el consumo de licor, no logra superarlo y Carlos Manuel muere en un accidente. Daniela se sumerge en una especie de Limbo y no es sino, tiempo después que la lucha por defender el refugio, la que la vuelve a la realidad. Este es el segundo proceso y llega hasta el final, de igual manera que el primero, termina en degradación, es la aceptación de la maldición de estas tierras, primero el despojo de los indios por la rapiña de los españoles, después, la explotación de los negros por las transnacionales del banano y ahora todo el pueblo costarricense, por los europeos y la compañías extranjeras urbanizadoras y destructoras de nuestra naturaleza. Es una novela de denuncia, rebelde, sincera, desmitificadora, que desnuda la pobreza de nuestros políticos, en su misma rapiña, entreguistas, desraizados, sin valores, materialistas, deshumanizados, pero al mismo tiempo es novela interior, evocadora de imágenes y sueños, de vida en la muerte, de armonía en el caos, de identidad en la disolución, de comunión con la naturaleza, de amor en el odio, de paz en la guerra y por lo tanto de intromisión espiritual, intimista.

 

La tercera novela escrita por Anacristina la llamó Limón Blues y la publicó en el año 2002.2
 

Esta novela vuelve al mismo espacio de las dos anteriores. En ella el viaje principal es sobre el origen del negro, su cultura, su identidad, su estirpe, su pasado, pero también desde él, el camino hacia el presente, lleno de angustia, destrucción y despojo. Añoranza y rebeldía, riqueza y pobreza, orgullo y  despojo, vida y muerte. Encuentro de dos tiempos en un ahora, que lucha por sobrevivir y la búsqueda de su esencia en el desarraigo, el envilecimiento, la violación y su negación. De estos dos planos surge la esperanza, el renacer, el regreso al pasado para encontrar la razón de la supervivencia y la rebeldía, para sobreponerse en las cenizas y violentar la usurpación con ojos rejuvenecidos y miradas de libertad.

 

No hay duda de que es una novela histórica, nunca una crónica, como algunos lo sugieren. El tiempo cronológico se extiende de 1904 hasta 1934 o un poco más. También se narran episodios de tiempos más lejanos, pero lo esencial se desarrolla en esos casi cuarenta años. A pesar de que la secuencia de los acontecimientos es lineal, con interpolaciones, paralelismos y regresiones, lo cierto es que la novela es polifónica y se estructura sobre una programación permanente, la familia y dos triángulos amorosos fundamentales de la misma, uno a través del hombre, y el otro, de la mujer. Luego analizaremos esas relaciones entre los personajes y los contextos históricos que las determinan.

 

Es el narrador de esta novela, el elemento más importante, por las siguientes razones. Se plantea un sujeto de la enunciación omnisciente, desde un presente escritural, alejado, distanciado del mundo narrado, del enunciado, que le permite, a su vez, ir creando voces, personificando los diferentes sujetos del enunciado, con nombres concretos: Orlandus, Leonor, Irene, etc. Estos, a su vez, ceden la palabra a otros sujetos de otros enunciados, que a su vez, narran acontecimientos, vivencias particulares que van conformando el mundo novelesco. Esta técnica puede llevarse hasta el infinito, pero posiblemente la novela se torne un tanto hermética. Esto no sucede con la obra que comentamos. El éxito, entre muchos otros factores que después señalaremos, de esta novela, radica, en ese manejo del narrador y la creación de un mundo verosímil persuasivo, convincente, envolvente, atractivo, acaparador. Salvo algunas expresiones del lenguaje que pertenecen al presente escritural, como por ejemplo, el uso de "el y ella", "para nada",  y una "picadura de serpiente" que es muy frecuente leer en los novelistas costarricenses, cuando se sabe que las serpientes muerden, el lenguaje se ajusta al tiempo novelado y la cultura y educación formal de los personajes y narradores, o voces. El narrador omnisciente aparece poco y eso es bueno. Lo hace en los momentos importantes. No es metiche, a pesar de que la novela está planteada desde la perspectiva de la cultura negra y se aprecia la inclinación por ella. Es natural y esperable que así sea, puesto que es una obra contestataria, crítica, que viola la censura oficial y enfrenta la intrahistoria a la historia oficial. Por ello los documentos que la autora señala, al final, como un apéndice que nada tiene que ver con la novela ya terminada y que sirve como aclaración e información de las fuentes históricas, son periódicos de la época en general, dirigidos y escritos por intelectuales negros. Es la voz oculta, silenciada, acallada, que cobra vida en la novela.

 

 

"El tren arranca. Kate se duerme. Irene la coloca a mi lado en el moisés. Hace mucho calor y huele a alquitrán. Irene me toma la mano.

Cómo se alegra Orlandus de tener a Irene. Han superado esa época estéril en que no podían hablarse, o más bien en que Orlandus no le podía hablar."1

 

El primer párrafo está en primera persona. Es la voz de Orlandus la que narra. Obsérvese el estilo compuesto por oraciones cortas, directas, bimembres, como hilando un collar de imágenes. Siempre será así, cuando la voz de los personajes, describe una escena. El segundo párrafo pertenece a una enunciación superior, desde un sujeto omnisciente pero cercano a los personajes. Es como la voz de un director de teatro, como el coro griego de una tragedia, recalca, explica, ubica, testimonia y orienta pero no da juicios de valor, no interviene con preguntas retóricas, modera, atempera, perfila. Es el papel de este narrador omnisciente, pasar casi desapercibido o ser una voz más de la narración. Solo encontramos una intervención exagerada, innecesaria, valorativa, explicativa, fácilmente prescindible. Aparece en las páginas 122 y 123, cuando da una lista de periódicos, como pretendiendo reforzar la verosimilitud del relato, con referentes históricos. Es una violación al texto literario, máxime si al final agrega una coda (que palabra más fea) que no forma parte del relato e informa al lector, sobre las fuentes históricas utilizadas.

 

El matrimonio de Orlandus con Irene y la formación de ese hogar no es corriente, ella es una mulata, oriunda de Cuba y él un negro jamaiquino. Ambos tienen un origen parecido, desde el punto de vista social y cultural, y sufren, de alguna manera, los mismos problemas del desarraigo, y ella más, por ser mujer. Lo que no pareciera ser tan corriente es que Orlandus, a los veinte años, sea poseído, a primera vista, por una mujer blanca, rica y con poder económico y político, Leonor Fernández Jiménez, quien pertenece a la rancia cafetocracia del país. Por otra parte Irene tiene su otro hombre, Ariel, un doctor Judío, sin tierra, sin patria, como los negros, también blanco. Ambos tienen encuentros amorosos llenos de pasión, entrega desbordante y aunque, por períodos entrecortados, muy vitales y desde luego, finamente narrados y descritos. De esos encuentros eróticos, sexuales, vivenciales, enloquecedores, nacen sendos hijos. Kate de Leonor e Ignacio (que no conoció) de Orlandus y desde luego de Irene y Orlandus nacieron dos hijos más: Denmark y Amence. Ambos sabían de la existencia de sus respectivos amantes y aún así, se amaban. El amor de ellos estaba cimentado en lo espiritual, la cultura, la identidad, sus costumbres, música, ideales, y desde luego, en el sexo. Posiblemente lo más evidente que los separaba era el mutismo de Orlandus, su ensimismamiento, su apego al ideal redentor de su raza y el proyecto de Marcus Garvey, jamaiquino (1887-1940), nacido en Bahía de Santa Ana: la unión de todos los negros en una misma patria, África, UNIA, ubicándola en Liberia, paradójicamente hoy en una fratricida guerra étnica, entre hermanos, sedientos de poder y víctimas de los países colonialistas de blancos que los han explotado por tantos años. Esta lucha por buscar sus raíces, su identidad de raza, su origen, más allá de lo histórico y las diferencias de religión, mitos, creencias, se da en dos sentidos. Orlandus viaja al vientre de su madre, su constancia, su firmeza, sus costumbres ancestrales, mientras que Irene lo hace hacia su padre. (Edipo y Electra juntos).

 

Ahora bien estos constantes viajes, unos concretos, de Limón a Jamaica, Estados Unidos, Liberia o viceversa, otros psicológicos, a su madre o padre, están determinados por el viaje mayor, el fundamental, la historia de los negros y el proyecto de reunificación. Todos los procesos individuales de los personajes, están subordinados a ese flujo histórico de ida y regreso, de origen y futuro, de búsqueda, en ambos sentidos: hacia el origen y hacia el mañana. Ese doble viaje se vuelve trágico, angustioso. El descubrimiento de un pasado brillante, de una cultura única, propia, cimentada en valores autóctonos y respaldados por una firme educación europea, al mejor estilo inglés, con obras arquitectónicas sobresalientes, artísticas, bajo una vida cotidiana llena de esplendor artístico, teatro, oratoria, canto, música, literatura, lenguaje, sin dejar de lado las costumbres ancestrales, tales como las danzas, los cantos, las poesías, las hierbas y los espíritus terrestres, poco a poco, va cediendo al poder económico de la frutera norteamericana, la pérdida de las tierras, la imposibilidad para publicar sus periódicos, reunirse, transitar libremente por el mismo Limón, el considerarlos desnaturalizados, como poco menos que animales, ignorarlos, obligarlos a trabajar, bajo condiciones inhumanas, imponerles patrones culturales estúpidos de los pañas, a ellos que tenían una cultura superior, los fueron arrinconando, ultrajando, envileciendo, hasta dejarlos sin aire, sin poder respirar. Esta es la tragedia, el genocidio de un pueblo, de una brillante cultura, por otro que no la tenía y si ostentaba lo contrario, era a todas luces inferior, pues era un remedo de la cultura española, llena de vicios, dogmas y engaños. Lo que los blancos hacían con los negros, era lo mismo que hicieron los españoles con los indios. La historia se repetía. Y lo más trágico de todo era que, a pesar de que el proyecto de Marcus Garvey, fue apoyado masivamente y despertó el entusiasmo en los negros sin patria, que era el de todos los que vivían fuera del continente Africano, no pasó, al final de ser una quimera, un sueño más, una desesperanza, un esfuerzo infructuoso que hasta los mismos negros jóvenes olvidaron. Fue encarcelado, según la historia oficial gringa, por malversación de fondos de Black Star Line y tiempo después murió en Inglaterra.  La fuerza del presente, de mil novecientos treinta y cuatro en adelante es patética y lo simbolizan los mismos hijos de Irene y Orlandus. Intereses mezquinos, personajes corruptos, sabotajes, la misma impotencia, la frustración, la memoria perdida, las divisiones entre los mismos negros, la triste realidad social, política y económica dieron al traste con ese proyecto ideal de Marcus Garvey y sus legiones de seguidores.1

 

La parte histórica acerca de los políticos nacionales y el papel que jugaron en esa época se reduce a citar la indiferencia de ellos y por su parte desmitificar la imagen superlativa de don Ricardo Jiménez, por lo menos con respecto al papel que jugó en los hechos relacionados con los gringos de la bananera y los negros. En general desde Tomás Guardia hasta Rafael Ángel Calderón Guardia, fue de subordinación, aceptación, complacencia con respecto a la bananera, y todas las empresas de don Minor Keith.

 

El otro aspecto que merece comentarse es más de fondo y la novela lo trata como problemática fundamental. Se trata de los grupos minoritarios, en países ajenos, tales como los casos de los judíos, los negros, los mismos indígenas, los chinos, etc. que por razones sociales, económicas, políticas, o todas juntas, debieron establecerse en países con otras culturas.

 

Los negros formaron mayoría en Limón, por lo menos en los tiempos de la construcción del ferrocarril y los inicios de la siembra y tratamiento del banano, pero Limón era y es una provincia de costa, con una cultura, un idioma, una religión, un sistema político y social, diferentes, a los mismos emigrantes de Jamaica y de África. La cultura de los negros era muy diferente, tal y como lo plantea la novela. Vivieron aislados del resto del país por muchos años, en todo sentido, no sólo porque privaba el racismo, de raíces españolas e implementadas por una cultura europeísta, selectiva, de blancos, sino porque a los negros los tenía sin cuidado, vivir fuera de Limón y sus alrededores. No fue hasta, pasados los tiempos de gloria negra, cuando comenzaron a emigrar, en pocas cantidades, al interior del país y a sufrir las mismas discriminaciones de su ciudad. Son los nietos de los primeros trabajadores negros, los que, al traslado de la bananera al Pacífico, cuando la necesidad obligó a estos jóvenes a abrirse campo en las ciudades del interior, sobre todo en San José y Heredia. Hoy la convivencia y la tolerancia, si no es la mejor, por lo menos, en teoría, permiten al negro desarrollarse con derechos y deberes iguales a cualquier ciudadano, costarricense, sin que esto quiera decir que el racismo haya desaparecido. Existen resabios en ambas direcciones pero no se plantea como algo grave e insuperable y tiende a disminuir.

 

La novela fundamenta las relaciones amorosas en dos direcciones de género. Un negro enamorado de una blanca y es correspondido y una mulata enamorada de un blanco y correspondida. Las estadísticas, a simple observación, parecieran indicar que con más facilidad encontramos negros unidos en matrimonio o con relaciones amorosas, sentimentales con blancas, que negras con blancos. Podemos sospechar algunas causas para que esto se dé, pero escapan a este estudio. Lo mismo puede afirmarse de la relación entre negros e indios. Pareciera que la cultura negra se resiste al cambio, a la mezcla, al mestizaje. Se resiste a ceder en ese campo. Comprendemos su propia decisión y la respetamos pero ¿podrá soportar los cambios diacrónicos a pesar de sus programaciones ancestrales, profundas, permanentes? Se me hace difícil creer que lo logren. Esa teórica pureza de la raza, podrá conservar sus rasgos esenciales, pero pienso que se asemeja al lenguaje que llamándose castellano, romance, latín vulgar, indoeuropeo, de pronto observamos grandes transformaciones, sufridas a través de la historia, por guerras, emigraciones, migraciones, calcos, extranjerismos, tecnicismos, etc. ¿A quién se le ocurriría pensar que la palabra canfín, tan usada por nuestros abuelos (queroseno) sea formada por el nombre de una lata en donde se introducía ese líquido, (kan fine)? Así como las lenguas se transforman irremediablemente con el paso del tiempo, de igual manera las sociedades, sufren cambios aunque sean apenas percibidos unos y profundos otros. El estudio de los orígenes de los lenguajes es muy importante y permite conocer sus transformaciones, sincrónicas y diacrónicas, es la memoria de una lengua, pero de igual manera debemos trascender esa incursión para describir la lengua en momentos históricos concretos, descifrar sus transformaciones, sus relaciones, sus niveles, gramaticales, semánticos, fonológicos, etc. para conocerla en su esencia temporal y sincrónica y poder atisbar el futuro. Esto mismo es válido para los pueblos en general. Su identidad posiblemente se encuentre más en la diversidad que es su propia particularidad que representa su misma cualidad. Los tiempos pasados no fueron mejores o peores que el presente, solo diferentes, lo que no significa que éste sea mejor o peor que el otro... 

 

Dejamos de último el aspecto erótico, así llamado por algunos, de la novela. No es nuevo en esta escritora que la crítica haya exaltado este rasgo en sus críticas y comentarios a novelas anteriores, lo que no ha hecho es buscar su verdadera significación. Esto es lo que trataremos de hacer en este análisis. Nuestra posición es que este es un aspecto fundamental de la autenticidad feminista.

 

A pesar de que en la novela, en algunas ocasiones, pocas por dicha, el narrador hace llamadas de atención al lector para que observe acciones feministas de algunos personajes del sexo femenino, lo cierto es que con ello, convence menos que dejando a los personajes vivir, realizar, actuar, disfrutar el ser mujer plenamente. El aspecto amoroso se convierte en un abierto elemento antimachista, una importante rebeldía contra los códigos sociales y morales más oprobiosos hacia la mujer. En las obras de esta autora la mujer rompe esas cadenas hipócritas, propias de una cultura occidental machista donde la mujer es tratada, vista y obligada a convertirse en un objeto, "útil para", "al servicio de", sin derecho, ni siquiera al goce de su propio sexo, ¡vaya enajenación! Esta mujer llamada Irene (mulata) o Leonor (blanca) se liberan de todas las ataduras posibles y disfrutan de su vida sexual, sin  hipocresía, libremente, sin cálculos, fuera o dentro de las convenciones sociales. El acto sexual se torna plurisignificativo, es rito, entrega, placer, vivencia, descubrimiento, goce, libertad, salvaje pero espiritual, violento pero tierno, musical, armonioso y tormentoso, es vida. No es un asunto de uno, sino de dos, sin importar color de la piel y edades. Leonor es casi veinte años mayor que Orlandus y eso no es barrera. Este es inexperto y tampoco es limitante. Lo mismo ocurre con Ariel e Irene. Las convenciones sociales se votan, desaparecen y renacen, la entrega y la unión incondicionales, espontáneas, vitales, sin cálculos, sin esperas que no sean la repetición o superación del acto anterior.

 

La descripción amorosa, el encuentro sexual están representados, no solo por el narrador omnisciente, sino por las voces de los protagonistas. El lenguaje se vuelve imagen, canto, arrullo, lamento, torrente, pasión, disfrute, entrega, ternura, amor, comunión. Las escenas se tornan vívidas, francas, sin tapujos, sinceras, sin disimulos, sin ocultamientos. Es una abierta superación de los paradigmas anteriores, de las descripciones del pelo, la cara, los ojos, los dientes, su porte, su temperamento, su discreción, su caminar, su elegancia, pero con vacíos, abismos que nunca podía llenar la imaginación. De mujer objeto, espectáculo, desfile de modas, decoración, genealogía, se pasó a Mujer, con mayúscula, ser humano, sexual, vital, libre, persona y por ello más real y humana.

 

Este es un paso auténtico a la liberación de la mujer, de tanto prejuicio, al rompimiento de las cadenas machistas que la han envilecido y enajenado, en la búsqueda del verdadero lugar que le corresponde, como mujer y no pareciéndose a los hombres, en sus defectos sino siendo cada vez más mujer y por ello más libre, más humana, más necesaria e imprescindible en la convivencia social.

 

El aspecto llamado erótico es un buen ejemplo para el futuro social de los pueblos: la transformación y no el anquilosamiento. La búsqueda del pasado para entender el presente y configurar el futuro.

 

La cuarta novela, Limón Reggae, la publicó en el año 20071.

 

Es la última de esta triada de novelas escritas por Anacristina. La temática de su Limón querido y admirado sigue ocupando un lugar privilegiado en su discurso literario. No utiliza un discurso imbricado sino transparente, directo, sincero; eso sí crítico, violador de la censura oficial, denunciante, sin prejuicios, liberador, y rico en plasticidad, evocador y lleno de colorido y muy vital.

 

La estructura de la novela está bien delineada, bien pensada y representa un período histórico bastante cercano: desde 1975 hasta nuestros días y no siguen una linealidad cronológica sino histórica y que corresponde a las necesidades vitales del personaje central llamado, entre otros nombres Aisha, una mujer llena de vitalidad, belleza, fuerza interior y símbolo, no solo de la mujer liberada, única sino representante de la fuerza avasalladora de lo natural que vive en simbiosis con la naturaleza limonense, su música y la vitalidad de una raza vilipendiada, destruida, enajenada, víctima de los políticos corruptos y la rapiña de los dueños de vidas y haciendas.

 

Es una novela que utiliza un narrador omnisciente pero impersonal. Casi no interviene y deja que sean los personajes los que narren y describan los acontecimientos. Se oculta, se distancia y permanece casi como un espectador neutral. Se encarga de conducir los hilos narrativos pero sin intervenir en lo narrado. Ello hace que la novela pertenezca al paradigma polifónico.

La novela inicia con la niñez de Aisha en Limón y sus escasos viajes a San José para estudiar. Su familia vino a menos debido a negocios de su padre con ricos timadores y sin escrúpulos que le roban sus exiguos ahorros.

 

Es así como la niña comienza a descubrir la pobreza de los niños en los tugurios y el odio que reflejan con respecto a los que más tienen, los ricos. Al inicio no comprende su hostilidad, su maldad pero conforme va creciendo y comienza a interesarse por los grupos revolucionarios y sobre todo al final de la novela, cuando vuelve a descubrir ese placer al matar, esa brutalidad que solo los seres humanos degradados son capaces de sentir y por qué no, disfrutar. Lo encuentra con las maras centroamericanas, sobre todo los salvadoreños con los cuales pasa unos días.

 

La novela encierra una gran tragedia humana y social: la justicia para todos, la igualdad entre los humanos, la paz pero no la de los cementerios sino la de los hombres completos, humanos, realizados, capaces de realizar sus proyectos vitales en sociedades libres y justas. Ello encierra la gran pregunta subyacente en toda la novela y casi todos los personajes desposeídos y que aspiran a cambiar esa realidad dolorosa e injusta. ¿Es posible realizar una revolución con éxito? Aisha y sus compañeros viajan y viven, casi todas las posibilidades conocidas y llegan al final, ya en la casi vejez, sin vislumbrar la victoria final. La gran esperanza no es más que eso. Todos sus ideales se convierten en una bella utopía.

 

Los hechos bélicos, las matanzas de niños, los pueblos exterminados, las mujeres destruidas y las esperanzas rotas de los guerrilleros por el gran poderío del ejército y la ayuda norteamericana, van unidas, se convierten en un paralelo de la experiencia que Aisha le corresponde vivir, sobre todo en el fracaso de los proyectos amorosos. Por una u otra razón, a pesar de momentos felices y apasionados, el amor verdadero nunca llega. Unos porque no es afrocaribeña, otros por ser paña y los más porque los vaivenes de sus mismas vidas entregadas a la guerrilla, solo les permite momentos, días y quizás semanas pero no permanentes. Es la doble degradación de la gran Aisha: su lucha social y su lucha vital individual. De todo ello solo puede rescatar la entrega avasalladora, su unión inseparable, redentora, vitalizadora, con la naturaleza caribeña, limonense. Ahí encuentra su razón de vivir, sentir, disfrutar. Ése es el encuentro verdadero con el único sentido de su vida y el porqué de su existencia, pero al final cuando regresa por última vez a su Limón querido lo encuentra violento, destruido, violado, degradado. Así su único asidero también lo destruyen y queda huérfana, desarraigada, sin fuerzas, triste y desprotegida hasta de su adorada naturaleza.

Excelente  novela. Es una síntesis dialéctica de las dos anteriores.

 



1 Rossi Lara, Anacristina. María La Noche. Ed. Lumen S. A., Barcelona, 1985.

1 Rossi Lara, Anacristina. La loca de Gandoca. 7ª. Ed. EDUCA, San José, 1995.

2 Rossi Lara, Anacristina. Limón Blues. Ed. Alfaguara, San José, 2002.

 

1 Rossi Lara, Anacristina. Ob. Cit., pp. 211-212.

 

1 Luciano Capella, un italiano que vive entre nosotros desde 1987, realizó un documental importantísimo llamado El barco desaparecido, sobre Marcus Garvey y el sueño de reunir a todos los negros en un lugar de África, en 2001. Es poco conocido y divulgado en nuestro medio.

1 Rossi Lara, Anacristina. Limón Reggae. 2ª. Ed., Ed. Legado, San José, 2007.

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