Carlos Gagini Chavarría...cont. 2

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La novela, El árbol enfermo, publicada en 19181 es la segunda que escribe don Carlos Gagini Chavarría.

 

Se publicó, por primera vez en 1918. Consta de quince capítulos, todos con su respectivo título, que señala, ya sea el lugar donde se realiza la acción  o  el tema que piensa desarrollar.

 

El narrador, desde fuera de la historia  pero emotivamente ligado a ella, comienza  la novela con la llegada de un jinete. Se describe el caballo y el caballero que lo monta, así como la curiosidad del vecindario por el recién llegado. Se describe también la carretera, el paisaje y se presenta detenidamente  al joven. Es el clásico retrato:

 

"De regular estatura, esbelto y fuerte, revelaba en su traje y movimientos esa distinción que sólo se adquieren  en los salones; y por sus manos  bien cuidadas y sus musculosos brazos  podía conjeturarse que era  uno de los hombres que, sin desatender la cultura del cuerpo, consagra más tiempo a la del espíritu."2

 

Este retrato fija un modelo ideológico: el tipo de hombre que Gagini exalta. Una  especie de armonía entre cuerpo y espíritu, inteligencia y pragmatismo, espiritualidad y materialidad. A pesar de que el narrador-autor no desea imponer todos sus valores de una sola vez, y se presenta con poco conocimiento del personaje, la verdad es que fija el bueno de la novela y con él terminará el relato, bajo su, previamente establecida, escala de valores. El narrador parece suponer, casi es testigo, no lo conoce suficientemente bien, se presenta casi como lector social o muy cerca de él. Pero por la descripción podemos concluir que es un personaje culto, de familia acaudalada, de clase alta, gallardo,  y se describe positivamente, igual que toda la situación inicial. Se hace referencia al paisaje, los caminos y luego  la casa  de la hacienda:

 "Un elegante y espacioso edificio de ladrillo, de un solo piso, delante del cual se extendía un jardín de más de media hectárea, en cuyo centro se alzaba  un higuerón gigantesco."1

 

Es una quinta lujosa, con peones y criados, escalinata de mármol y  galería.

 

Poco a poco van apareciendo los personajes más importantes de la novela; don Rafael Montalvo, su hija Margarita y Virginia, hermana de Rafael, así como Mr. Ward, el gringo, amigo de la familia. Se da el nombre del joven: Fernando Rodríguez y se dice que es poeta.

 

El narrador se define como hispanoamericano o de habla española:

 

 "Se expresaba (el gringo)  en correcto  castellano, con ligero acento inglés; pero pronunciaba nuestro idioma (sub. mío) como si hubiese  residido largo tiempo  en los   países hispanoamericanos."2

 

Se da una identificación entre  el narrador  y el lector y los personajes buenos y los posibles malos.

 

La situación inicial en la novela presenta un tiempo concreto, cronológico, una mañana de un sábado y unos personajes debidamente clasificados. Luego irá desarrollando la intriga  que apenas se deja entrever: posibles amores entre Fernando y la bellísima Margarita, compra de una finca a don Rafael, por parte de Mr. Ward y un posible y clásico triángulo amoroso.

 

Se observa claramente que es una novela lineal, causal, simple, dirigida por un narrador omnisciente y omnipresente, aunque a veces más como testigo o protagonista, pero sin ceder la visión al personaje y desde luego, parcialmente comprometido e identificado con ciertos personajes y valores desarrollados. La intriga se  presentará  entre personajes de la clase alta (ricos) y los lugares donde se desarrollará  son referencias de  Costa Rica, la Meseta Central, San Isidro, San José, y la hacienda El Higuerón.

 

Este árbol se convierte en un símbolo, propio de la generación modernista y concluirá con la novela. El narrador no escatima esfuerzo alguno para presentar a la familia de don Rafael, como un paradigma digno de toda imitación: Rico agricultor, casado y viudo con una hija y una hermana, de una cultura importante y admirador de los clásicos españoles. Es el modelo del antiguo caballero costarricense:

 

 "poco instruido pero sagaz y prudente; religioso, pero no fanático; espléndido pero no manirroto; honrado a carta cabal, intransigente con el ocio, la mentira, el vicio y la deshonestidad; fiel a su palabra, puntual en sus compromisos, patriota sin declamaciones,  valiente sin jactancia, cortés sin adulaciones y respetuoso sin servilismo."1

 

Este es el paradigma ideal del hombre perfecto. A él enfrentará el gringo.  El otro personaje positivo y de gran importancia es Fernando, hijo de una viuda riquísima, abogado (estudió en Bélgica) y poeta: inteligente, juicioso y buen observador, no consideraba la literatura como mero pasatiempo, sino como profesión seria y digna  de los  espíritus más elevados, para cuyo ejercicio  se necesitaba una sólida preparación  técnica y científica.

 

Fernando y Margarita son novios y viven un romance de corte romántico y sentimental. Desde la hacienda ven la ciudad con binóculos, costumbre, hasta hoy, de los citadinos que no van al campo a disfrutar de él sino a añorar la ciudad de la que huyen, con nostalgia.

 

Aparecen las primeras muestras de celos por parte de Margarita con las cómicas  que trabajan en el teatro con Fernando. Se critica, por parte del narrador,  los vicios de la Costa Rica de ese entonces, y se añora la inexistencia de capitalistas como don  Rafael. Precisamente don Fernando escribe una obra que critica el lujo que titula Al borde del precipicio. Como paradoja, toda la novela El árbol enfermo se desarrolla  entre personajes lujosos, fiestas rimbombantes y dispendiosas.

 

La novela presenta su tesis: salvar al higuerón así como a Costa Rica, pues ambos están enfermos.

 

Los acontecimientos se van desarrollando a través de don Fernando y Margarita, utilizados como pretexto para presentar las costumbres  burguesas del momento. Una de ellas es el estreno  de la  obra que escribiera don Fernando en el teatro Nacional: Al borde del precipicio. Es un texto dentro de otro y esto es muy importante. Por primera vez se presenta una especie de intertextualidad en la literatura costarricense. La obra ofrece un conflicto de amor y traición de un  hombre por parte de su esposa, deslumbrada por las riquezas de su amante, pero al borde del precipicio se detiene y regresa al lado de su esposo  dispuesta a vivir con privaciones,  pero con amor. La violación del código moral y social, del orden establecido, puesto en duda sólo por un instante, al final  no se lleva a cabo. La moral queda restablecida, se consolida y como era de esperar, el público burgués la disfruta y la aplaude.

El narrador ve los acontecimientos al lado de los personajes o dentro de ellos.

 

 "¡Qué corto les pareció  el trayecto, no obstante el rodeo  que hubieron  de hacer para dejar en su casa a las señoritas Valdés!2

 

Y  declara:

 

"¡Lástima que en el mundo no haya nada perfecto y que estos dos jóvenes no formaran más que uno!"3

 

Se presenta a don Fernando como una especie de don Quijote  que desea transformar el país. Para don Rafael es un volver al pasado y recuperar las antiguas virtudes:

"Antes había  más respeto  a la propiedad ajena, se confiaban a los arrieros sumas considerables que llegaban a su destino sin faltar un centavo, y a los vagos eran mirados como criminales; en cambio ahora es un problema encontrar un peón honrado, los robos y asesinatos se multiplican de manera alarmante, los desocupados pululan por las calles  mientras los campos permanecen incultos, la miseria es general, el número de ebrios y mujeres perdidas  es espantoso."1

 

¿No es acaso lo narrado igual a lo que hoy, en el 2008, casi cien años después, repiten, sobre todo los ricos del país? Los tiempos pasados no son peores ni mejores que los presentes, sólo son diferentes y muchas veces, como en este caso, presentan los mismos males productos de la división social y la muy  injusta distribución de la riqueza. Y lo que es más importante para Rafael, El progreso es el culpable, lo  extranjero, lo foráneo:

 

"Los que tenemos nos han venido  de afuera con lo que llaman el progreso, que maldita la falta que nos hacía para vivir felices, como vivíamos hace medio siglo; y a pesar de todo, sostengo que nuestro país puede contarse todavía entre los  morales y laboriosos del mundo."2

 

Este paraíso perdido, lugar ameno, vivido en el pasado, por los ricos cafetaleros que no  por los pobres, será un motivo reiterativo por parte de muchos escritores de los llamados nacionalistas porque, los hijos de los cafetaleros que estudiaron en Europa ni siquiera se lo plantearon.

 

Y paradójicamente, como algo natural, el narrador, acto seguido, afirma:

 

"En aquel momento vino un criado a avisar a don Rafael que un desconocido deseaba hablarle."3

 

El criado no formaba parte del mundo feliz.

 

Se criticaba duramente al pueblo por beber alcohol, pero en las fiestas de la burguesía  era lo primero que se servía y en abundancia, así como las más variadas y exóticas comidas, sólo que no se exponían en público. Es la hipocresía de los ricos.

 

Para el yanqui el pueblo, los pueblos, no adelantan, no progresan  sino fuera por el impulso que les viene de  arriba, de la clase directora, de las personas ilustradas. Debió decir de las empresas transnacionales. Él veía, según el narrador, en estas  semicolonias, el futuro de la inversión extranjera, como asiento de vastas empresas industriales. Y esto si que era cierto y profético. ¿No es lo mismo que ofrecen hoy con el Tratado de Libre Comercio?

 

 El encuentro entre Mr. Ward y don Fernando, además del conflicto amoroso,  presenta otro de mucha importancia: el desarrollo económico de estos pueblos y la dependencia  política y económica  con respecto a Estados Unidos. La tesis del autor es: dejar  a cada pueblo que libremente vaya determinando los derroteros de su historia. Un bello ideal pero difícil de que nos lo permitan lograr.

 

Constantemente el narrador, a través de preguntas retóricas propias de la literatura tradicional y cursi, va introduciendo la intriga que de suyo es muy elemental y lineal.

 

 "¿Será acaso el perjuicio de la raza?"1

 

Es una técnica muy usada por la novelística costarricense, aún en estos años primeros del siglo veintiuno y se convierte en una forma de interesar y llamar la atención del lector a la vez que lo guiaba paternalmente en las escenas futuras.

 

Los personajes asisten a diferentes aventuras, tal el caso, de un día de caza. Se utiliza para  presentar los comentarios  sobre la presentación de la obra teatral o el cotorreo sentimental de Margarita, entre contenta y celosa, así como a la consentida que se le rodea de toda clase de atenciones por parte de su tierno enamorado. Es lo que hoy llamaríamos un camping para disfrutar de  un buen almuerzo, a la orilla de un río, con el suave murmullo del viento y el dulce cantar de las aves. Aún la escena de la Danta, se presenta más como folklore que como acción de la caza. La aventura se convierte en un pretexto  para dar los primeros indicios de la verdadera intriga de la novela: el triángulo amoroso. Por ello resalta la valentía de Mr. Ward, su destreza con las armas y su sangre fría. La intención del autor es llevar paralelamente este triángulo amoroso y la tesis de un país enfermo por culpa del progreso, de lo nuevo, de lo extranjero,  de lo extraño y el abandono de lo viejo, lo bueno, las costumbres del antes, de nuestros antepasados.

 

En un capítulo que el autor titula: En la sabana, aprovecha la celebración de un aniversario más de la derrota de los filibusteros (¿No eran gringos?) en Rivas, para realizar un encuentro de fútbol entre un equipo de Estados Unidos y otro criollo de Limón. En él se trata de parodiar la derrota histórica de los gringos con la victoria que obtienen en el partido de fútbol, donde el capitán  y principal jugador de los extranjeros es Mr. Ward. Este nuevo éxito introduce  al personaje,  no sólo como un rival  de Fernando, sino que le hace merecedor  a los más acalorados elogios por parte de los josefinos. Por otro lado se busca establecer una comparación entre los dos personajes: el  tico y el gringo. Uno triunfa en las artes (el teatro), el otro en el fútbol. La conclusión obvia es  rendir culto al arte, al espíritu, al deporte pero nunca al pragmatismo. Fernando acepta que los costarricenses  no estamos preparados para luchar y  triunfar  ante los gringos. Mr. Ward lo describe como un problema de raza:

 

"Consiente de su misión, mi pueblo se ha educado siempre para la vida activa, para luchar con la naturaleza, vencerla, y arrancarle los tesoros que ha de aprovechar después la humanidad entera."2

 

Este estereotipo es parte del legado ideológico del costarricense y Gagini lo explota una y otra vez, para combatirlo con furia. La novela es una muestra de este mentís. El éxito de Ward, su aparente superioridad, como representante de esa raza, al final sucumbe  ante los mejores sentimientos, caballerosidad e hidalguía de Fernando. Por ello los primeros capítulos de la novela enfrentan sutilmente dos dignos representantes de cada raza (según el autor), los lleva a la cumbre del éxito para  que, al final salga derrotado el gringo.

 

En este momento la novela ha planteado el enfrentamiento entre los personajes del triángulo amoroso. Fernando es un opositor al gobierno y progresista, mientras que Mr. Ward, amistoso y amigo de la familia Montalvo.

 

Fernando  aspira a una curul legislativa y el gobierno suspende las garantías individuales, arresta  a sus opositores  y los destierra. Entre éstos está Fernando. Los envía a Estados  Unidos. No  aparecen en la novela escenas que permitan contrastar estos dos ambientes, no se presenta ninguna crítica, nada que permita encontrar en ello una oportunidad para contrastar esos dos países. Se convierte más bien en un lugar de descanso de Fernando y para desarrollar las relaciones amorosas  entre Margarita y Mr. Ward, es una  razón para sacarlo de la escena.

 

Poco después, Margarita envía una carta a Fernando, sensiblera, donde le confiesa sus apasionados amores y le reitera sus ardorosas promesas de amor. Se resalta también la atención de Mr. Ward con respecto a Fernando para que sus amigos le presten toda la ayuda necesaria en su estadía obligada en los Estados Unidos y acto seguido, gradualmente las cartas de Margarita, fueron siendo menos frecuentes y largas. Por último el 15 de septiembre  el gobierno permite que  regresen los desterrados.

 

Mientras esto sucede Mr. Ward  ha logrado convertirse en el centro de la sociedad alta de San José. La prensa no deja día que no lo exalte, las invitaciones a fiestas y actividades sociales se cruzaban en todas las esquinas de la capital. El narrador se detiene, se extasía describiendo el lujo y la suntuosidad de la gran fiesta y elogia a los asistentes y desde luego la pareja que acapara la atención de los invitados: Mr. Ward y Margarita. Ésta envuelta en tanto lujo (como la obra teatral), sucumbe a los  hechizos  de la gloria pomposa e inicia, a la vez, el calvario de su deshonra.

 

El gringo frío, flemático se vuelve romántico, tierno y jura irse, si Margarita no se lo impide.

 

"Pero ese amor mío es tan imposible, tan sin esperanza, que estoy resuelto a irme lejos, muy lejos, a algún lugar mortífero en donde termine más pronto me desventura. ¿Verdad que debo irme? ... ¿Verdad?"1

 

Este triunfo de Mr. Ward, ante Fernando se subraya, se magnifica con el fin de ir preparando la caída última, en la situación final de la novela. Por ello las aventuras, al pie del árbol y  bajo su sombra, forman parte de la misma trama.

 

Las acciones siguen dándose entre Margarita, Mr. Ward y don Rafael. Realizan algunos negocios y charlan sobre política exterior con los Estados Unidos. Se censura las intervenciones en Nicaragua (1914-1917). Se plantea la tesis de que la educación sería el medio eficaz para lograr  que los pueblos hispanoamericanos sean capaces de progresar sin la ayuda de los países desarrollados (EE.UU.) y se critican nuevamente los vicios de los ticos:

 

"No somos nosotros quienes queremos hacerlos yankees;  son ustedes los que se empeñan en dejar de ser costarricenses."2

 

Esta es la conclusión  a que llega Mr. Ward  y - agregamos nosotros- con mucha razón. La tesis del autor  es hacernos ver eso: la superficialidad con que nos deslumbra el brillo fugaz de la vida que lleva el norteamericano. Pero el análisis se queda ahí, en los efectos. No se penetra en las causas verdaderas como la dependencia económica y cultural y, desde luego, la imposibilidad de un pueblo a comprender y emprender acciones efectivas para su liberación, sin las condiciones necesarias para llevarlas a cabo. El mito de que con educación se saldrá del subdesarrollo ya comienza a entenderse. Un pueblo necesita de la educación  pero si ésta no se lleva a la par de la libertad económica, su independencia real y unida a la equidad, en la distribución de la riqueza, el ideal no deja de ser engañoso y alienante. Y mientras el poder económico y político esté en manos  de un grupo con toda la riqueza,  esto no dejará de ser un bello ideal.

 

Margarita, poco a poco, inicia un gran cambio, no lee, se vuelve huraña y ensimismada, casi no sale y conversa poco, viaja mucho a San José y regresa de noche. Es precisamente en una noche de esas, que se entrega a Mr. Ward. Luisa Valdés es la amiga celestina que inclina a Margarita  a consumar "su destrucción", en el barrio Otoya, en casa de Mr. Ward y es ahí donde, después de quedar embarazada planean, las dos parejas, la huida hacia los Estados Unidos, para evitar habladurías y la deshonra social. Pero su tía la descubre y ella confiesa su  pecado "de amor". Esto sucedió mientras Fernando vivía en Estados Unidos. El código moral  fue violado y vendría el castigo. Esto es propio del naturalismo.

 

Fernando, cuando hacía los preparativos para regresar a su país, recibió una carta de doña Virginia, donde le comunicaba  que había sucedido una desgracia y que cuando regresara  a Limón le avisara para recibirlo y contarle lo sucedido. A su  regreso, Fernando hizo lo que se le pidió. Se encontró con Virginia y ésta le contó las dificultades  por la que atravesaba la familia  Montalvo. Nostálgico, desilusionado se dirigió a la hacienda  y es Fermín, el mandador, que, con lenguaje popular (por primera vez) le informa  de los últimos acontecimientos de la casa (aquellos que conocía un peón). Se propone, como un hidalgo español, salvar el honor de esa familia:

 

_ "Don Rafael, todavía es tiempo de evitar que trascienda al público lo sucedido y salvar el honor de todos. Yo me encargo de eso y lo conseguiré, se lo juro."1

 

Pidió a Virginia que le dijera a Margarita que él le había perdonado y que salvaría su honor. Su propósito era casarse con ella  e irse a vivir a Europa Se entera de la escapatoria de  Luisa Valdés y del viaje de Mr. Ward a los Estados Unidos. Ahora se comprende que el ideal de  Fernando era  el mismo que el de don Rafael: el honor que tenía sentido en relación  con la sociedad, con el parecer, con el qué dirán, y su misma acción lo induce en  las acciones siguientes, cuando Fernando viaja, en tiempo récord a desagraviar aquel entuerto, como caballero andante.

 

"Dígale que le perdono todo el daño que me ha hecho y que, lejos de guardarle rencor por haber arruinado mi vida, haré que muy pronto pueda levantar la frente sin avergonzarse y vivir feliz al lado del hombre a que ama."2

 

Entonces hizo los preparativos para viajar a Nueva York para buscar a Mr. Ward con el fin de que éste cumpliera con su deber casándose con Margarita pero sus esfuerzos fueron vanos. Este le contó  lo sucedido y le confió que él no había obligado a hacer nada a Margarita sino que lo había hecho por su propia voluntad. Fernando regresó a su pueblo que consideraba enfermo, como el higuerón, dispuesto a salvar el honor de  Margarita y su familia.

 

Visita a Margarita y le ofrece casarse con ella. A pesar de sentir pena, acepta el plan de Fernando. Éste lo comunica también al señor Montalbo quien alaba su hidalguía. Se celebra el matrimonio civil en el higuerón. Margarita permanece en su casa y Fernando se traslada  a Europa.

En Europa Fernando, sufre la pena de verse lejos de su pueblo y de sentirse traicionado por Margarita. Recibe cartas de ella. En la primera, le comunica que el hijo que iba a tener murió por lo que le indica que  ya "el testigo de su falta no existe." Quince días después  recibe otra carta. Esta vez Margarita, con gran sentimiento le abre su corazón y le da libertad para actuar según  sus intereses. Fernando prepara  lo necesario para trasladar a Margarita a Europa. Escribe una carta a ella, en tal sentido, y su sorpresa fue grande  cuando encuentra en su hotel una carta donde se le comunica la muerte de don Rafael, viejo y enfermo fue mortalmente herido por la caída del árbol (el higuerón). Regresa a Costa Rica y  hace frente a la situación  con éxito.

 

Carlos Gagini Chavarría presenta  en esta novela  la tesis de que la sociedad costarricense al igual que el higuerón ha enfermado. Es víctima de la superficialidad, de intereses mezquinos, ajenos a nuestra identidad, del brillo del lujo, lo postizo, lo cursi y lo foráneo. Recuerda con nostalgia el tiempo pasado de sus abuelos y censura el presente, víctima de esos vicios.

Es el primer escritor en plantear abiertamente la oposición a la intervención yankee en nuestros países. Combate el pragmatismo y utilitarismo de los gringos. Así Mr. Ward se convierte en el antiejemplo del  paradigma que defiende el autor: Fernando, el perfecto caballero castellano, fiel, honrado, caballeroso, hidalgo, patriota, espiritualista, firme, hombre de palabra, respetuoso, valiente  y de honor.

 

 La tercera novela de Carlos Gagini Chavarría, La caída del águila y la publicó en 1920.1

 

Sigue la misma técnica de la anterior. Se compone de ocho capítulos con sus respectivos títulos  que señalan el lugar donde se realizan los acontecimientos o el nombre del acontecimiento más importante. La trama es muy sencilla: cinco hombres  centroamericanos se proponen destruir la mayor potencia colonialista del planeta, Estados Unidos. Ayudados por técnicos japoneses logran vencerla, es la caída del águila. En medio de las aventuras político-guerreristas se da el clásico triángulo amoroso entre Roberto, el jefe de la armada  patriótica, Fanny, hija de Mr. Albert Adamns,  Ministro de Marina de los Estados Unidos y su novio Jack Cornfield. Al final sucede lo esperado, Fanny se casa con Roberto y todo termina feliz.

 

La novela se desarrolla en Sandpoint, antiguo puerto de Puntarenas, San José, la isla del Coco y el Canal de Panamá. Su desarrollo es lineal y su narrador es el clásico narrador-autor omnisciente. Utiliza las descripciones del medio ambiente, los clásicos retratos de los personajes y las consabidas valoraciones y comentarios influyentes en el acondicionamiento del lector.

 

Después de una situación inicial, donde se ubica la acción en el puerto de Sandpoint, se describe el paisaje de la región y se presentan los personajes, los gringos, padre, hija y yerno, se informa de la dominación colonialista que padece tanto este país, como los restantes centroamericanos por parte del imperialismo, se resalta el progreso físico de las colonias y se presenta el conflicto principal como un enfrentamiento entre dos razas: la norteamericana y la hispanoamericana:

 

"Muchos reacios  prefirieron viajar a pie; pero cuando les impedí entrar descalzos en sus templos, no tuvieron  más remedio que comprarse calzado. Esta medida los obligó a trabajar más y a beber menos. ¡Son tan ignorantes y fanáticos!".2

La mayor parte de la novela se desarrolla en la isla del Coco, donde tienen el cuartel general los cinco  "Caballeros de la Libertad" comandados por el costarricense Roberto Mora. En esta isla han montado una base militar con la tecnología más avanzada y han hundido  cinco barcos de guerra de la marina estadounidense  y se preparan para vencer finalmente a la potencia, lo que sucede en el último capitulo bajo el nombre La caída del águila. Es en esta isla donde toman de rehenes a Fanny, su padre y su prometido, se les trata bien, se les juzga y se les hace partícipes, sobre todo al Ministro de la Marina estadounidense y su hija de la victoria final de los hispanoamericanos.

 

En el triángulo amoroso Roberto resulta ser un antiguo novio de Fanny que ella rechazó por ser hispano y que, poco a poco, va ganando nuevamente el corazón de ella hasta llegar a casarse, al final de la novela y unir lo mejor de las dos razas.

 

La mayor parte de la novela se dedica a describir las condiciones de la isla, la alta tecnología, las diferencias entre las dos razas, los ideales de los levantados en armas:

 

 "¿No es preferible  una federación  de repúblicas sujetas a un gobierno central que vele  paternalmente por su bienestar y adelanto?"1

 

 Y los intereses de las grandes naciones desarrolladas:

 

"En resumen, usted Mr. Adams, acaba de confesar  que las grandes naciones  no se preocupan de la libertad ni de los intereses  de las débiles y que todo su afán se cifra en convertirlas en consumidoras de sus productos. Siendo esto así, ¿qué más  nos da a los hispanoamericanos ser colonias inglesas, germánicas, norteamericanas o japonesas?"2

 

El vaticinio resultó ser cierto, casi ochenta años después. La tesis del autor fue:

 

 "...acabar con todo eso: que no haya opresores ni oprimidos, ni explotadores ni explotados, y que un modesto bienestar reine en todos los hogares de la tierra y haga sentir a sus habitantes la alegría de vivir."3

 

La novela se publicó en 1920, sin embargo la caída del águila se da en 1925. Termina como los cuentos de hadas con un final feliz y casi al estilo de  la vuelta al buen salvaje, donde todos vivirían en un paraíso. Roberto lo externa con su deseo de vivir en la isla del Coco con Fanny lejos del mundanal ruido.

 

A pesar de este final idealista, utópico, La caída del Águila marca un hito en la novelística costarricense y debe citarse como la primera en plantear el conflicto de los países hispanoamericanos contra el poder económico y político del imperialismo norteamericano. Muchas cosas que en esta novela se plantearon siguen siendo de gran actualidad hoy, más de ochenta años después y los conflictos fundamentales que en ella se desarrollaron siguen estando sin solución y quizás  pasarán muchos años para que se les dé una solución satisfactoria.



1 Gagini Chavaría, Carlos. El árbol enfermo. Ed. Costa Rica, San José, 1973.

2  Ídem, p. 16.

1  Ib.

2  Ib.

 

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1 Comment

Nice color choice on the blog. It is really easy on my eyes and I have bad eyes too so that's a really big compliment lol

Gracias por el comentario
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 7 de Septiembre 2009 7:40 PM.

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