EDUARDO OCONITRILLO GARCÍA
(1934)
(Imagen propiedad del autor)
Eduardo Oconitrillo García nació el 5 de julio de1934, en San José. Es economista y contador público y escribe sobre historia, según algunos historiadores, con rigor de juicio y amenidad. Sobre todo se ha dedicado a escribir biografías como la de Alfredo González Flores, Rogelio Fernández Güell, Los Tinoco, el Doctor Moreno Cañas, curiosamente todos ligados a un mismo tiempo histórico (1900- 1948), y las famosas Memorias de un telegrafista...pero de la casa presidencial publicadas en 1986 y que algunos tipifican como novela, cuando en realidad es una crónica de acontecimientos importantes de principios de siglo XX. Es expuesta por Juan Mena Mora a un interlocutor (¿el autor?) que casi ni interviene. La razón, pensamos, para que algunos piensen que es novela se deriva de la forma amena con que narra el señor Mena Mora sus experiencias acaecidas durante los años que trabajó en la Casa Presidencial como telegrafista. Entra así en ese mundo privado, no solo de su persona, si no de la historia patria. Es lo que Azorín solía llamar la intrahistoria. Todo aquello que se quedó olvidado o que intencionalmente los historiadores oficiales, que son los más, no describieron, algunas veces por considerarlos intrascendentes y otras por ser comprometedores para los actores. Así se describen aventuras amorosas, duelos, actos de corrupción, negociaciones políticas, sobornos, montajes y todo aquello que se da debajo de la mesa y nunca se conoce. Recomendamos la lectura.
LO QUE HA ESCRITO EDUARDO OCONITRILLO GARCÍA
NOVELA
1. Un tango llamado nostalgia: 1990
2. Un dictador en el exilio: 2001
CUENTO
1. Con perfume de lejanos recuerdos: 2007
La primera novela escrita por Eduardo Oconitrillo García la llamó Un tango llamado nostalgia y la publicó en 1990.1
Es una novelita de recuerdos y anécdotas. Es lineal y monofónica y casi sin aspiraciones literarias. Se trata de relatar, describir, comentar, las vivencias personales de un grupo pequeño de sastres, bajo la tutela del Maestro, así llamado Julio César. Las cuenta un sobrino de él como testigo, a veces y otras, por haber escuchado las anécdotas de su tío y su socio Juan de Dios, el guanacasteco. Los personajes novelados se remontan a 1932 y sus aventurillas jocosas y a veces picantes, se extienden hasta 1960. El relato está teñido por algunos sucesos políticos de esos tiempos, como el Villavistazo, el levantamiento del 48 y otros sucesos de menor importancia. Lo fundamental es ocupado por las aventuras amorosas del Macho, otro sastre, las pequeñeces cotidianas del personaje central, sus amoríos y fracasos, sus pleitos con la esposa y sus anécdotas ocasionales con sus amigos y clientes de la sastrería El Arte, ubicada en el barro La Merced. No escapa a estos personajes la vida aldeana de ese entonces, la politiquería, los chismes, el primer vuelo en avión hecho en Costa Rica, las fiestas de fin de año, los entierros, las cantinas y toda una serie de hechos diarios, narrados sin otra intención que recordarlos con nostalgia, como el tango. No hay censura social y el distanciamiento narracional es insignificante. Es una novela con más pena que gloria.
La segunda novela es reciente y la llamó Un dictador en el exilio (Federico Tinoco), publicada en el año 2001.1
Es una novela histórica a pesar de que mantiene algunos aspectos que la limitan, sobre todo el escaso valor literario y la estructura genérica del texto. Se utilizan explicaciones por parte del editor, notas al pie de la página, apelaciones al lector social y confusión de los planos literarios y los reales históricos, entre otros. Ya en 1982, el autor había escrito un libro histórico sobre Los Tinoco que abarca casi todos los hechos narrados en la novela, con excepción de los años del exilio y el descubrimiento del autor del crimen de Joaquín.2 No vamos a repetir los rasgos del arte literario que el lector encontrará al inicio del primer libro. La novela aunque sea histórica o utilice el discurso histórico, es y seguirá siendo una creación, un nuevo discurso. Si el autor desea demostrar, verificar los acontecimientos novelados como historia, entonces debe escribir bajo los principios de esa disciplina y lo menos que debe hacer es mezclar los niveles o realidades porque son dos realidades diferentes totalmente, aunque una se fundamente en la otra. El autor de novelas históricas selecciona en el discurso histórico lo que desea manipular, recrear, insertar en un nuevo discurso llamado literario y que mantiene su propia verosimilitud. Deja la primera, su punto de partida y cobra una nueva realidad que se sustenta en sí misma, bajo los puntos de vista, las miradas de los narradores y sus personajes que se convierten en sujetos de nuevas enunciaciones que van estructurando el mundo novelesco. Así los años en que se dan los hechos, los lugares, los nombres de los personajes pueden ser los mismos de los hechos históricos comprobados pero no así las relaciones, sus apreciaciones, sus escogencias, sus aspiraciones, etc. Todo ello cobra sentido en la obra misma.
Un dictador en el exilio es una novela que utiliza el discurso histórico de un tiempo establecido de dos años.
La novela es monofónica, cronológica, lineal, de corte tradicional. Se aprovecha el autoexilio de Federico, su esposa María Fernández de Tinoco, Mimita, y el sobrino político Oldemar Murinho Fernández, hijo de una hermana de Mimita con un brasileño diplomático. Este aparece como el escritor de las memorias de Federico, sobre todo en el exilio y que las trajo su padre en 1974, en el gobierno de don Daniel Oduber Quirós. Luego desaparecieron del Archivo Nacional. El autor con algunos agregados, según él, transcribe esas memorias que crean la novela.
Los años de estadía en Francia permitieron a este sobrino ir conociendo, de viva voz, los entretelones de la vida política de Federico y su hermano Joaquín. Es un pequeño estudio en su casa de habitación, el que sirve de escenario a las conversaciones entre sobrino y tío que, poco a poco, dan a conocer los pormenores de la vida política de este militar rico de Costa Rica y que tanto ha dado de qué hablar, por diferentes razones. Así el discurso histórico da pie a otro literario que se va desarrollando desde una atmósfera privada que viola la censura oficial histórica y abre varias perspectivas interesantes de la vida de este personaje y los que le rodearon, antes y después, de su corto gobierno.
Esta nueva visión de los hechos históricos es amena, crítica, escudriñadora, y penetra en el ámbito privado lo que le da un acercamiento humano, expresivo, emotivo y acerca a los personajes a una dimensión plurisémica, capaz de enfrentar al personaje central con su propia intimidad y observarlo más cerca de su verdadera biografía. La novela abre virtualidades sígnicas que la simple historia nunca podría realizar y por ello atrapa más al lector social y le hace partícipe de una verosimilitud distinta, más humana, y por qué no, más creíble.
Conocemos a través de la trama una serie de hechos, no importa si fueron o no históricos que develan y esclarecen mucho los hechos ocurridos en esos tiempos. Los personajes son de clase social alta, cafetaleros o hijos de ellos, espiritualistas, a veces masones, teófilos, intelectuales, cultos y pertenecientes a un grupo político que gobernó el país siempre aunque cambiaran de familias y de color de bandera. Fue la cafetocracia la que de diferentes formas, gobernó el país hasta 1948 y después de este año hasta hoy, los hijos de los caudillos o los ricos comerciantes o industriales, liberales unos y conservadores otros, pero todos bajo un mismo patrón, con algunos cambios superficiales, que no estructurales, en los principales grupos de poder real, económico y político del país.
Lo anterior es confirmado por el desarrollo de la novela. El general Federico releva del gobierno, con golpe de estado incruento, a Alfredo González Flores, en 1917, el 27 de enero, y luego logra ser electo por un 98 de los votos válidos en ese mismo año, gracias al apoyo del mismo grupo que había puesto en el poder a Alfredo González Flores, a quien no perdonaba sus planes tributarios que pensaba implantar y por sus desaciertos, imposiciones, intolerancias, militarismo de Federico y su grupo. Es obligado a dejar el gobierno, precisamente por los mismos personajes que un día lo aplaudieron y lo vitorearon como su salvador. Creo que el peor error de Federico fue tocar el bolsillo de los maestros o docentes para mantener su ejército. Quitarle dinero al ejército de maestros para dárselo al ejército militar fue el detonante que incendió a los ciudadanos y unió a ricos y pobres para quitarlo. El símbolo de esa rebelión lo hicieron patente las mujeres, maestras y obreras, cuando quemaron el diario
Por lo anterior no es de extrañar que al final, la novela, permita la intromisión del editor y nos dé una explicación de quién fue el asesino de Joaquín Tinoco. Revisa y desecha una serie de hipótesis, la del vecino de El Jocote en Alajuela, Agustín Villalobos, la de la señora Bonilla, porque Joaquín había dado muerte, en un duelo a su esposo, Manuel Argüello de Vals y que había intentado matarle sin éxito en alguna ocasión, o del extranjero que alguien contrató para asesinarlo, hasta plantear la hipótesis que en la novela se convierte en la real. A Joaquín Tinoco lo mató Julio Estrada, su mejor amigo, por celos. Él pensaba que su esposa mantenía amoríos con Joaquín y por eso lo mató y poco después también dio muerte a su esposa Alicia Varga. Histórica o no, lo importante es que esta es la verdad de la novela y es la que vale para ella y su verosimilitud. Existe una novela de Gonzalo Chacón Trejos, El crimen de Alberto Lobo: 1928 que muchos años antes trata el tema de los Tinoco y el crimen de don Joaquín.3 La hipótesis es pasional y se atribuye a un personaje de nombre ficticio llamado Alberto Lobo, ebanista y pobre que descubre a Joaquín después de regresar de la casa de su amada. Lo embosca y le da muerte. Ambas posiciones coinciden en que Joaquín fue muerto por un problema pasional. La tesis de la novela que comentamos es más verosímil, pues solo alguien muy cercano a Joaquín podría llevar a cabo ese crimen por la confianza y complicidad con que se realizó.
Llama la atención que los personajes femeninos tienen poca importancia en la novela. La única que ocupa un lugar preponderante es Ofelia, la médium, quizás más por ser el personaje que podría resolver el enigma de la muerte de Joaquín y que nunca reveló, a pesar de que el sobrino lo intentó hasta lo indecible. Este personaje fue tratado por Daniel Gallegos en su novela El pasado es un extraño país.4 La nombra Ofelia Corrales, igual que en la novela comentada y afirma que es joven, guanacasteca y muy amiga de Mimita. Los otros personajes, tal como la esposa de Federico, casi no reciben atención por parte del autor, a pesar de ser personajes importantes en la vida privada del expresidente y la vida social del país. Hay que recordar que Mimita es hija de un educador importante del país y hasta escribió una novela Zulai y Yonta: 1902, y otros relatos como Chira: 1935 y Una ocarina Hüetar: 1937. Hasta se dice que Zulia fue dictada a través de Ofelia Corrales, la médium, por una india.
1 Oconitrillo García, Eduardo. Un dictador en el exilio (Federico Tinoco). Ed. Oconitrillo, San José, 2001.
2 Oconitrillo García, Eduardo. Los Tinoco (1917-1919). Ed. Costa Rica, San José, 1982.
1 En algún momento se debe estudiar el papel que ha jugado ese ejército de maestros, no solo en el desarrollo educativo sino en mantener un estado social injusto, desigual desde el punto de vista económico. Ejerce un poder solo comparable al de la iglesia católica. Posee una organización, solo a través de
3 Consúltese el interesantísimo libro sobre este tema de Hugo Murillo Jiménez. Tinoco y los Estados Unidos. Génesis y caída de un régimen. EUNED, San José, 1981.
4 Esta novela es comentada en el mismo libro.
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