Jenaro Cardona Valverde

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Jenaro Cardona Valverde (1863-1930

JENARO  CARDONA VALVERDE 

(1863-1930)

 

 

Jenaro Cardona Valverde nació en San José, en 1863 y murió el 5 de julio de 1930. Fue hijo del hogar formado por don Alejandro Cardona Llorens, emigrado de las islas Baleares de España. Este señor participó en la guerra de 1856. Su madre fue doña Gregoria Valverde, oriunda de San Ramón.

 

De este hogar también nació Ismael que como Jenaro cultivó, las letras y la música y Jorge, padre de Alfredo.

 

Jenaro realizó  sus primeros estudios en las escuelas de la capital y los estudios superiores en La Escuela Normal Superior de Heredia, dirigida en ese entonces por don Manuel María Romero. Deseaba estudiar humanidades y jurisprudencia, pero por razones económicas debió trasladarse, con su familia, a San Ramón. Sus deseos de estudiar, lo llevaron  a frecuentar  la  biblioteca que dirigía Julián Volio y allí despertó el interés  por la literatura y comenzó  a escribir los primeros versos y trabajos en prosa.

 

Don Jenaro también participó en la política de nuestro país. Ocupó los  siguientes cargos:

 

Cónsul de México en Costa Rica, Encargado  de Negocios de Nicaragua, Gobernador de San José, Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Internacionales de Costa Rica, Diputado al Congreso y Cónsul en Los Estados Unidos de Norteamérica.

 

Desempeñó  la profesión de periodista y fue miembro de la Academia Costarricense de la lengua.

 

Obtuvo varios premios por sus obras escritas. Su primer premio lo recibió por su poema La caída del árbol, y el otro, por  su soneto, La Lavandera.

 

Su novela La esfinge del sendero (1917), obtuvo un segundo lugar  en el concurso auspiciado por el Ateneo de Buenos Aires, Argentina.

 

Se casó, don Jenaro con doña Helena Jiménez, hija del jurista, Salvador Jiménez. De este matrimonio nacieron tres hijos: Jorge, Gonzalo y Rafael.

 

Murió en San José el día 5 de  julio de 1930,  a los 67 años de edad.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ JENARO CARDONA VALVERDE

 

 NOVELA

 

1. El Primo: 1905

2. La esfinge del sendero: 1917

3. Retablo Político (inédita)

 

CUENTO

 

1. Del calor hogareño: 1929

 

POESÍA

 

1. Los  dos rivales (conchería,  firmada con el seudónimo  de Luis Quiroga): 1928

2. La caída del árbol: 1906

3. Canto  Épico: 1915

4. Dialoguillos: 1890

5. Poesía: 1890

6. La pena de muerte: 1887

7. Luz y sombras: 1891

8. Ojos de santo: 1911

9. Rimas: 1957

10. La Lavandera (soneto): 1905

11. La Quema: 1906

12. El Pozo: 1906

13. Ojos de  santo: 1907

14. Celajes de ocaso: 1920

 

Don Jenaro Cardona Valverde es un fiel representante de esta generación. Al igual que Carlos Gagini Chavarría escribió dos novelas importantes: El Primo: 1905 y La Esfinge del Sendero: 1917. La primera plantea el clásico triángulo amoroso entre personajes citadinos  y la segunda, el tema del celibato.

 

El Primo es su primera novela y la publicó en 1905.1


La novela se desarrolla en la ciudad y el campo. Don Clemente Ayala y Aguirre, viudo y con dos hijos: Julián y Matilde, forman una familia que ha venido a menos económicamente. Julián trabaja para mantener la familia, mientras que Matilde, joven muy bella, vive del parecer y aspirando a ser una dama de la alta burguesía capitalina. Tiene un novio estudioso, que piensa casarse con ella cuando sea abogado, y pueda mantenerla decorosamente.

 

La familia de Clemente se ve sacudida por la inesperada visita de Beltrán Urdaneta, primo de Matilde y Julián, joven muy rico y comerciante que ha vivido por largo tiempo en París y México, poseedor, no sólo de fortuna, sino de la cultura que dan los viajes y el roce con los grandes centros  europeos. Se hacen los preparativos para recibirlo y a su llegada le impresiona la belleza de su prima. Tras diversas veladas en casa de Clemente y  la próxima Navidad, Beltrán comienza a intensificar las relaciones con Matilde y a ganarse sus favores amorosos. Entra de lleno en la vida social de San José, conoce otros jóvenes calaveras, como Gálvez y Mario, y se rosa con las damas de la alta sociedad costarricense. Asiste a las fiestas  cívicas de fin de año, al baile en el Teatro Nacional y frecuenta la casa de campo de don Agapito, esposo de Valentina, mujer ésta, que se casó por interés de la fortuna de su viejo marido y que sirve de celestina a Matilde. Es así como Beltrán logra poseer a Matilde y dejarla embarazada. Este hecho lo descubre Diego, el novio de Matilde que jura vengarse. Beltrán, obtenido lo que buscaba, decide salir del país y solicita a su amigo Mario que asuma la responsabilidad de lo que él hizo. Éste, cuya irresponsabilidad como estudiante y degradado por la vida que llevaba fue descubierto por sus padres, acepta el engaño de no estudiar, sino llevar una vida disipada en San José y el encargo de casarse, por una fuerte suma de dinero, pagadero una vez, después de su matrimonio con Matilde. No se llega  a concretar esa boda porque Julián descubre, a través del doctor, que su hermana ha sido deshonrada  y acusa a Diego del desaguisado. Tratando de aclarar lo sucedido Diego es muerto por Julián y Matilde aclara los hechos ante su hermano.

 

El personaje conflictivo, en el triángulo amoroso, es Beltrán que representa lo extranjero, lo fútil, lo vanidoso, lo superficial, lo que viene a terminar con el equilibrio nacional de la familia costarricense. Es la ambición, el deslumbramiento, lo que la lleva a la degradación. La violación de las reglas morales, la conduce al fracaso y al fatalismo e induce a su hermano a matar a un inocente. Es el castigo por infringir el código. El nacionalismo de Jenaro Cardona Valverde no pesa para defender o enfrentar el campo con la ciudad, sino a la ciudad con lo extranjero, sus costumbres libertinas y la brillantez del lujo superficial y carente de valores, simbolizado por don Beltrán, al igual que Mr. Ward, el yankee, en El árbol enfermo de Gagini y Mr. Cassey en El Problema de Máximo Soto Hall.

 

La trama de la novela se desarrolla en San José centro, a principios del siglo XX, en el parque Morazán y sus alrededores, sitio donde vivía la familia Ayales y en San Pablo  de Güitite, lugar donde vivía Trillito, personaje que sirve de paralelo a los acontecimientos que sufriría Matilde: el Teatro Nacional, centro de actividades  sociales de la oligarquía, el Gran Hotel, donde se hospedaba Beltrán, la finca Monte Azul y otros lugares rurales donde veraneaban los citadinos, Agapito y Valentina, que eran una especie de Celestina; y la Corte Suprema de Justicia, donde Diego desarrolla un caso judicial.

 

Jenaro Cardona Valverde plantea un aspecto social que hacía entrada a presentarse a principios del siglo XX, la venida a menos de algunas familias oligarcas y la pérdida de valores y desde luego una crítica a la vida superficial de los josefinos, sumergidos en el deslumbre de lo extranjero, del lujo, del derroche y del mal uso del dinero. También refleja la estafa moral y económica a padres campesinos de hijos que enviados a estudiar a la ciudad eran atraídos por la vida facilota. Este es el caso de Mario. Lo extraño, lo foráneo, el progreso, lo extranjero era peligroso. Y en el enfoque de la mujer, reproduce el encomillado milenario invariable:

 

"Comprendía que la mujer en Costa Rica no puede alimentar otra aspiración que la del matrimonio, siempre que en este paso halle probabilidades de que el elegido para marido reúna ciertas condiciones que le aseguren un éxito sino brillante, por lo menos aceptable".1

 

Es una novela que ha sido poco estudiada pero que según nuestro criterio simboliza una sociedad costarricense, sobre todo josefina, en decadencia moral, embriagada de consumismo burgués superficial, y víctimas de su propia insuficiencia cultural. Es la aldea que quiere vivir el esplendor de las grandes ciudades, cuando apenas inicia los primeros pasos.

 

El campo, en esta novela sólo sirve de marco y descanso de los josefinos. Quizás por ello no ha sido tan apreciada esta novela por la crítica, pues los vicios y la degradación no provienen de los "conchos" sino de los ricos "venidos a menos" y puestos en evidencia como lo que eran, incultos, pretenciosos e ignorantes y que vivían más del parecer que de su propio ser. Julián representa el modelo de costarricense que deseaba el autor: estudioso, serio, auténtico y noble.

 

La segunda novela la tituló La esfinge  del sendero1 y la publicó en 1917. Obtuvo el segundo lugar en el Concurso de Novelas Americanas, auspiciado por el  Ateneo Nacional de la República de Argentina, en 1917. En opinión del señor Estanislao S. Zeballos, merecía el primer lugar, pero razones de índole religiosa hicieron que otros jueces se inclinaran  por otra novela de menor calidad literaria. Su misma designación, en el segundo lugar y su publicación, causaron una gran polémica en el ambiente literario de Buenos Aires y una fuerte discusión entre Zeballos y  otro miembro del jurado.

 

En ese entonces los críticos literarios, como ahora, por desgracia muchos, confundían la literatura con la realidad y no le conferían el derecho de la autonomía. La obra literaria es creación, invento, embuste si se quiere, y no es otra cosa, por más que los lectores traten de encontrarle parecidos.

 

La esfinge del sendero, es, a nuestro juicio, la novela mejor lograda de este Período Naturalista (1890-1934) y no sólo de la generación modernista de 1897. Es una novela que, por primera vez, cumple con el rasgo sobresaliente de la conceptualización del género novelístico: su totalidad. No se narra un episodio, un acontecimiento sino un mundo complejo, abierto, acabado. Por ello resulta ser una novela de un tamaño considerable, propio de este género. Los acontecimientos narrados necesitaron un tiempo cronológico de más de treinta años de historia, un espacio ubicable y calificado, varios personajes con sus propias historias pero ligados en un mismo espacio e inmersos en los mismos acontecimientos, aunque con funciones diferentes. Y como veremos, los personajes, a pesar de ser tipificados desde la óptica del narrador-autor, propio de la novela monofónica, tienen su personalidad definida y se codifican bajo una programación muy cercana a los humanos: sufren, viven, enferman, trabajan, disfrutan, tienen sus propias convicciones. No se presentan como malos y buenos sino que ofrecen la dualidad propia del hombre: la lucha entre el bien y el mal, con errores y aciertos, propios de la naturaleza humana.

 

Es una novela de tesis que no se oculta sino que se exterioriza. La tesis es evidente, patente: el celibato es una aberración de la religión católica.

 

"...le había amado a pesar de su carácter sacerdotal, saltando sobre toda esa conveniencia social, sobre los dogmas de la iglesia que excluye a los clérigos de la dulce comunión del amor, empeñada en hacer de ellos, seres sin sexo, eunucos mutilados por la cuchilla de un credo absurdo."2

 

El padre Félix sufre en carne propia la ley del celibato. Y el narrador  dice de él:

 

"...Y divagaba, divagaba; pensaba en la enorme equivocación, en la ley inmoral y cruel que le ponía fuera de la comunión del amor, como si fuera una criatura sin sexo, sin nervios, sin corazón y sin alma."4

 

Y  en boca del padre Juan está la clave de la novela, su tesis que estará en toda ella:

 

"_ Escucha, hijo; si tu fe vacila, y tu corazón flaquea en la jornada que has emprendido, llevando la pesada cruz que haz alzado, antes que la hipocresía manche tu traje de apóstol, despójate de él primero, y sigue los impulsos de tu alma. ¡Pero no la manches! La hipocresía en el sacerdote es grave pecado...Sé fiel a tus promesas."1

 

Este será el consejo que el padre Rafael María seguirá al final de la novela. Se despojará del hábito sacerdotal y tomará a Engracia por mujer, siguiendo los dictados del corazón y de su alma. Así termina la obra.            

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
Estructura su novela con base en esta tesis. Así el padre Juan es el ejemplo de un sacerdote, tal y como la iglesia lo quiere, sin pecado, un santo que vive el apostolado sin mancha  y que cumple todos y cada uno de los mandatos de la iglesia, al pie de la letra. Opuestos a él, están los sacerdotes Félix  y Martín pero sobre todo el Padre Félix que no sólo viola las leyes de la iglesia, sino de la misma naturaleza, al poseer y tener hijos con su propia hija. Sus vicios lo llevan a la total degradación y  termina en el asilo Chapuí, víctima del alcoholismo y loco. Es el contraejemplo del padre Juan, la antítesis. Y la novela propone al padre Rafael María como la síntesis, lo deseado, a pesar de que no se logre plenamente, que sería la unión de Engracia y Rafael María, sin tener que dejar  de ser sacerdote. Rafael María simboliza al sacerdote bueno, ejemplar, respetuoso que lucha contra sí mismo para cumplir con el mandato de la iglesia, que prohíbe tener mujer a un sacerdote, pero que al final renuncia a aquélla, para realizarse como hombre y completar su naturaleza. En él sintetiza, el autor, su tesis de que el celibato es una ley inmoral e injusta, producto del hombre y no de orden divina y que va contra la condición natural. Su aspiración se centra en un sacerdote que pueda formar un hogar honrado y que lleve las dos misiones a la vez: esposo digno y apóstol de Dios, ejemplar. El título de la novela es el mejor símbolo para simbolizar el amor de Rafael María por Engracia y su atracción más allá de su propia conciencia, La esfinge del sendero. 

 

El tema de esta novela es polémico y  difícilmente habrá consenso. Quizás lo delicado del mismo y la crudeza de algunos comentarios del narrador o los personajes, han hecho que sea poco conocida y leída. Nunca se ha puesto, como lectura obligada de alumnos de secundaria  y en escasas ocasiones, se lee en las universidades; mientras que otras novelas de menor valor literario, sí se mantienen en las listas oficiales del Ministerio de Educación. Si esta novela se lee con detenimiento, encontraremos que es  moralista, conservadora, ejemplarizante y que lejos de atacar a la iglesia, la defiende, hasta contra los masones y liberales que -según el narrador- habían expulsado las órdenes de las religiosas y los  jesuitas.

 

La novela presenta un marcado determinismo y la fatalidad juega un rol importante. Los acontecimientos suceden para cambiar el curso de las acciones de los personajes. Engracia y Rafael María son huérfanos y tienen un origen trágico. El padre de Rafael María murió en San Lucas, por haber matado al hombre que deshonró su hogar, y su madre huye a Nicaragua con su amante. Por accidente viene a morir a un lugar cerca del curato que asiste Rafael María y le toca  a éste darle los santos óleos, asistir a su muerte y perdonarle sus  pecados. El padre Félix no desea nunca ser sacerdote, pero su madre lo obliga a seguir esa carrera y se convierte en víctima de su destino. El esposo de Engracia  llega a ser  un alcohólico y termina en la cárcel. Pablo, hijo del padre Félix y su amigo Alonso, novio de su hermana, Eulalia, cuando descubren que está embarazada del padre Félix, huyen aterrados y buscan el fin de sus días en la guerra. Todos estos personajes parecen estar signados por la fatalidad y un destino inclemente y despiadado.

 

A pesar de presentarse los clásicos triángulos amorosos: Alonso-Eulalia- Padre Félix (separador), Rafael María- Engracia- Ley Religiosa (separadora), Mauricio  es un separador ficticio, y otros de menor importancia. Sólo los amores de Rafael María y Engracia  terminan en mundo feliz, pues confirman la tesis de la novela.

 

No deseamos terminar estas reflexiones sin afirmar que el espacio físico, San Roque y El Piñal,  sus costumbres y la vida cotidiana de sus habitantes, así como sus aspiraciones, sus creencias, su forma de vivir, reflejan con bastante verosimilitud la problemática desarrollada en la novela y la hacen representativa de la vida social  rural de  Costa Rica a principios del siglo veinte.



1 Cardona  Valverde, Jenaro. La esfinge del sendero. Antonio Lehmann, San José, 1970.

1 Cardona, Valverde, Jenaro. El Primo, Ed. Costa Rica, San José, 1980. pp. 66-67.

1 Cardona Valverde, Jenaro. La esfinge del sendero. Ed. Costa Rica, San José, 1970.

2 Cardona Valverde, Jenaro. Ob. Cit., p. 5.

3 Íd. p. 93.

4 Ib.

 1 Íd. pp. 160-161.

 

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