Joaquín García Monge

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JOAQUÍN GARCIA MONGE

(1881-1958)

 

José Joaquín de Jesús García Monge es el menor de de cuatro hermanos. Nació en Desamparados, cantón de San José, el día 20 de enero de 1881 y murió, también en San José el 31 de octubre de 1958. El gobierno de don Mario Echandi declaró el primero de noviembre duelo nacional. Se casó civil en el día 15 de mayo del año 1909 con la señorita María Celiade la Trinidad Carrillo Castro, en San José.

 

Fueron sus padres José Joaquín García Calderón (20-08-1843)  y muerto (15-10-1887) y doña Luisa de Jesús Monge Guerrero (21-06-1855) y muerta en el año 1934, ambos costarricenses, desamparadeños. De este hogar nacieron  siete hijos: José Joaquín Guillermo de Jesús, Luisa Josefa Ángela Rosa y Josefa Francisca Ceferina de Jesús y José Joaquín de Jesús. A los siete años muere  su padre, por lo que su madre se convierte  en el eje  del hogar. Otros hermanos son: Marcial, Gonzálo Óscar de Jesús y José Porfirio del Carmen, todos García Monge.

Solo tuvo un hijo: Eugenio García Carrillo.

 

A los nueve años de edad su madre lo matricula en el internado del Liceo de Costa Rica. Ahí cursó la escuela primaria  y secundaria. Obtuvo el título de Bachiller  en Humanidades en 1899, a los 18 años.

 

Inicia, al año siguiente, su  trabajo en el magisterio. En 1900 trabaja en  la Escuela de Graduados, en el Edificio Metálico de San José. Un año después Justo Facio, le concede una beca para estudiar en Chile. Permanece en ese país  por tres años, de 1901 a 1904. Recibe  influencia de profesores importantes y se ve imbuido  por las ideas  propias de ese tiempo. Obtiene el diploma de profesor de castellano.

 

De regreso a Costa Rica, lo nombran de profesor  de castellano  en el Liceo de Costa Rica, dirigido por don Zacarías Salinas, un chileno. Este director tuvo un conflicto con el gobierno  y Joaquín, se solidarizó con él. Por ello fue despedido. Regresa a su pueblo natal y se dedica a la agricultura pero muy pronto  el presidente Cleto González Víquez  lo llama  para que trabaje como profesor en el colegio Superior de Señoritas. Ahí se desempeña por once años.

 

En 1909 contrae matrimonio  con la señorita Celia Carrillo Castro. De este matrimonio nació un hijo, aún vivo: Eugenio García Carrillo.

 

Cuando Alfredo González Flores, crea la Escuela Normal de Costa Rica en la ciudad de Hereda, don Joaquín fue escogido  entre sus profesores. Ahí trabajó bajo las direcciones de Arturo Torres y don Roberto Brenes Mesén. En 1917, es él quien dirige  la Institución. Este cargo le duró poco tiempo, pues en 1918, el gobierno de los Tinoco lo destituyó, por razones políticas, ya que Joaquín  se opuso a ellos abiertamente.

 

En 1919, destronados los Tinoco, en el gobierno provisional de don Francisco Aguilar Barquero, ocupa el cargo de Secretario de Estado, en el despacho de Instrucción Pública.

En 1920 es nombrado Director de la Biblioteca Nacional. En este cargo se desempeña por espacio de 16 años.

 

En 1935 viajó a Europa, invitado por la Sociedad de las Naciones Unidas reunidas en Ginebra. Estuvo en París, Ginebra y España.

 

En 1936, el estado lo pensiona y entonces se dedica  por entero a su labor  editorial  que ya venía realizando.

 

En  1958, la Asamblea Legislativa lo declara Benemérito  de la Patria, el 25 de octubre, pocos años antes de su muerte.

 

En su pueblo natal bautizaron la escuela con su nombre, en 1958.

 

Se creó el Premio Nacional de periodismo con el nombre de García Monge, en 1962.

En 1974, la Universidad Nacional de Heredia publica el primer número del Nuevo Repertorio Americano, inspirado en los ideales del maestro, de poca duración. También en 1978, la misma universidad bautiza su biblioteca con su nombre.

 

Recibió de instituciones nacionales y extranjeras un sinnúmero de distinciones, nombramientos honoríficos y certificaciones.

 

Su labor como editor y divulgador de la cultura, lo llevaron a crear y dirigir gran cantidad de revistas. Citemos algunas:

 

1. Vida y Verdad: 1904

2. La Siembra: 1905

3. Compilador del suplemento literario de La  prensa libre: 1905

4. Colección Ariel: 1906 a 1916

5. Proyectos de Instrucción Pública; 1908

6. Boletín de Educación Pública: 1912

7. Ediciones Sarmiento: 1914 a 1921

8. Convivio: 1916 a 1928

9. La Obra: 1917 a 1918

10. El Universo: 1917

11. Autores Costarricenses: 1917 a 1920

12. Repertorio Americano: 1919 a 1958

13. Memoria de Instrucción Pública: 1920

14. Boletín de la Biblioteca Nacional: 1920 a 1923

15. El convivio de los niños: 1921 a 1923

16. Biblioteca del Repertorio Americano: 1921 a 1923

17. La edad de  oro: 1925 a 1930

 

Usó algunos seudónimos en sus publicaciones: Pipo, Falk, en Páginas Ilustradas, Ariel y Hilmar Neils en La Aurora, Juan Caldera en La Obra, Juan Labrador en Repertorio Americano y El Lugareño en La prensa libre.

 

LO QUE ESCRIBIÓ JOAQUÍN GARCÍA MONGE

 

NOVELA

 

1. El Moto: 1900 (relato)

2. Hijas del campo: 1900

3. Abnegación: 1902

 

CUENTO

 

1. La mala sombra y otros sucesos: 1917

 

El Moto1 que los historiadores de literatura y los críticos han dicho que es una novela, es un relato.

 

No reúne los rasgos  pertinentes para pertenecer al género novelístico y cumple con las condiciones que exige el relato. La extensión no va más allá de 42 cuartillas y ello representa formalmente la imposibilidad de desarrollar  la trama de una novela. Sólo alcanza para un proceso y un desenlace rápido. Por eso tiene pocos personajes y no desarrolla una problemática compleja de ninguno de ellos sino algunas circunstancias o accidentes que configuran un proceso de degradación del   personaje José Blas (El Moto). Este no es el momento de extendernos en la teoría de los géneros que hemos descrito en otro libro (Cómo leer novelas). Baste señalar que este relato está lejos de ser una novela  y que esto no desmerece su valor literario y menos histórico de su aparición y éxito obtenidos.

 

La historia  de este relato es muy simple En un pueblecito rural llamado Dos Cercas (hoy Desamparados),  José Blas, un joven de 22 años está enamorado de Cundila de 20 años, hija del gamonal don Soledad. Vive con su  padrino don Sebastián Solano, un rico  hacendado del lugar que enviudó hace muchos años y no tiene descendencia. José Blas (El Moto, por ser huérfano), tardíamente decide, a través del padre del lugar, Yanuario, pedir la mano de Cundila, pero su padrino, antes que él ya había decidido casarse con Cundila y logrado de parte de don Soledad y su esposa la anuencia para casarse con ella el 20 de enero. José Blas sufre un accidente cuando trata de amarrar un potro y traerlo para que su padrino lo lleve el día de su boda y es atendido con esmero en casa de un amigo. Esta ausencia dura el tiempo suficiente para que su padrino se case con Cundila. El desenlace se da cuando José Blas escapa  de la casa de su amigo y se encara con el padre Yanuario para saber la suerte de su encargo. Este le comunica la noticia de la boda de Cundila con su padrino don Sebastián Solano y José Blas huye  lejos del lugar con rumbo de las salinas.

 

Este triángulo amoroso es intrascendente. Representa un amor imposible. La triste realidad de que un pobre se case con una muchacha rica, a pesar de amarse. La importancia del relato consiste en las presentaciones de las costumbres de la época, los retratos de los personajes  importantes de los pueblos: el cura, el maestro, el gamonal,  la autoridad, las beatas ricas y los  labriegos y la manera  de presentarlos: su ironía, su distanciamiento, su caracterización, su imagen ridícula  cuando es necesario, sus vicios y pasiones, su falsedad.

 

Este relato descarna un pequeño pueblo en sus pobrezas, sus costumbres, sus anhelos, sus ilusiones y sus frustraciones. El narrador toma partido  en contra de los dueños del poder, por ello  el gamonal lo describe como un avaro, un hombre ambicioso, codicioso, apegado a lo material y  despreciable, lo mismo ocurre con su hermana doña Benita, la solterona beata que vive en el parecer  y  carece de inteligencia, al cura  que vive para comer y no come para vivir, al maestro que cree que la letra con sangre entra y es un ignorantón fracasado. Esto es lo que hace de este relato una obra importante en la literatura patria porque  crea su propia imagen de esa realidad patriarcal de fines de siglo XIX y que fue origen  de nuestra  sociedad estemos o no de acuerdo con ella.

 

Este relato que ha sido considerado como la primer novela de importancia en la literatura costarricense, fue escrito por don Joaquín García Monge cuando apenas contaba 19 años y pasaba por  los años de gestación y en un momento en donde la  primera generación  del período naturalista estaba vigente (1890-1904). Esto no contradice en nada la pertenencia  de don Joaquín García Monge  a la generación  de 1912, llamada mundonovista y que hemos analizado.

 

Este hecho y la ignorancia universitaria de algunos críticos han hecho que se den juicios absurdos acerca de ella. En 1960, para citar sólo uno, el Dr. Salvador Aguado Andreut, en una conferencia que dio en la Universidad de Costa Rica y avalado por algunos profesores de ésta, dice:

 

"¿Es realista esta obra? - se pregunta y contesta- No. No reproduce la realidad. Salvo que se entienda  por realismo la absorción de la realidad.

Veamos, por ejemplo, si hay realismo en uno de los momentos más vulgares de la obra:

"Esparrancado en un cuero, con el espinazo en arco como el de un gato sentado, las antiparras - de vidrio azules montadas en armadura de madera negra- encajadas sobre el lomo de las narices, se hallaba don Soledad, contando las ganancias del año y con los ojuelos  verdes y hundidos refijos en los montoncitos de reales, escudos y medios."1

 

Esta  apreciación del Dr. Aguado es desafortunada. La obra literaria nunca puede reproducir la realidad. Es una imagen de ella y se convierte en la realidad del autor. Ni siquiera la propia historia reproduce la realidad. Este es el mayor error que puede cometer un crítico de arte y muestra un desconocimiento absoluto de la naturaleza de la obra literaria  y del arte en general. Su autonomía le confiere el rasgo de ser única y no ser más que eso. Pero el realismo y  su manifestación llamada naturalista no se aprecia por reproducir la realidad sino por el grado de verosimilitud que la obra exprese y qué más creíble, ¿qué más "realista" que las imágenes que el narrador nos da de don Soledad a quien lo presenta como un avaro enfermizo? ¡Qué fácil, gracias a esas imágenes visuales tan notables, imaginar la avaricia de don Soledad contando su dinero y haciendo puñitos  con él!

 

Este es un relato, sin lugar a dudas realista y de gran acierto literario.

 

Hijas del campo: 1900 es la primera novela que escribe don Joaquín García Monge, apenas a  los 19 años de edad.2

 

Abre una generación que aún no tenía vigencia y que no había pasado el tiempo de gestación pero que sería trascendente en la narrativa costarricense. La novela se inicia con el encuentro  entre ñor Pascual y Melico: mandador e hijo del patrón, en la hacienda de café, en casa del mandador. Es diciembre, un domingo y el motivo, el viaje de Melico a la finca para que preparasen  la llegada de toda su familia, el sábado siguiente, a pasar unos días de veraneo y conocer las cogidas de café. Se presentan los personajes, tanto campesinos, como citadinos. Los primeros son ñor Pascual, el mandador, Nieves, un peón  de Melico, Piedad, la hija de ñor Pascual y su mujer, Cano el maestro y por parte de Melico, su madre Carlota y Ofelia y Catalina sus hijas y Angélica, hija de Carlota y sus dos hijas pequeñas.

 

El narrador después de informar el motivo del viaje, caracterizar brevemente a los personajes, describir el ambiente rústico campesino y presentar el recibimiento a las visitas, no sin antes establecer algunas diferencias entre los campesinos y los citadinos (josefinos),  pasa a narrar diversas escenas donde participan, tanto Nieves  como Melico, Tijo (sobrino de Carlota) y el resto de personajes, tales como la caza de las palomas, un sábado de juerga, donde aprovecha para presentar un contraste entre la  fiesta brutal del pueblo y la civilizada de San José.

 

Después presenta la violación de Filomena por un guarda excampesino que abre los procesos siguientes, que de una  u otra manera, confirman el cuadro inicial de la prostitución. De esta familia proviene Casilda, perla en el estiércol. Es a ella que Melico comienza a desear.

 

El narrador describe,  poco a poco, el ambiente que determina que los personajes inicien el camino de la prostitución (Naturalismo) y el capítulo IX es una especie de símbolo donde el higuito (árbol), poco a poco, vence al poró (árbol) y lo destruye. Así como las campesinas poco a poco son inducidas al arroyo por los citadinos y las convierten en prostitutas.

 

La estancia en la hacienda permite al narrador presentar otras costumbres como la pesca de barbudos, las cogidas de café. Luego abre la vida en San José, de las dos muchachas: Piedad y Casilda. Para la primera, el descenso a la prostitución fue más rápido, mientras que Casilda, más resistente al medio, fue víctima del propio Melico. Así termina la novela.

 

Esta obra se mueve en una constante oposición  entre campo y ciudad, entre campesinos y citadinos y sus respectivas costumbres. La vida campesina folclórica y pintoresca para los de la ciudad y dura  y difícil para los campesinos, endeudados y trabajando la tierra ajena, se presenta con crudeza. Se añora el tiempo patriarcal (es un hijo de  gamonal) de épocas  pasadas, de mejores tiempos y  gamonales con mejores valores y costumbres sanas y se presenta al campesino, salvo ñor Pascual, víctima  de vicios y deseosos de emigrar a la ciudad, en busca de mejores fortunas.

 

 "Habría, en fin, una fiesta culta, civilizada y no éstas bárbaras escenas que estamos viendo y con las cuales  un pueblo católico, conmemora el nacimiento del Cristo."1

 

Y prosigue:

 

 "Así las cosas, la situación de tal familia era digna de lástima y un trasunto de la generalidad."2

 

No existe narración alguna de las causas por las que el pueblo llegó a ese tipo de costumbres.

En la ciudad, las campesinas, lo mismo que los hombres, tal es el caso de Nieves, se transforman en prostitutas. Las costumbres  de otras empleadas campesinas, las constantes tentaciones y un ambiente propicio, son tierra fértil para que crezca  la prostitución. Es un reflejo óptimo del naturalismo.

 

La tesis  del autor, evidente, de corte naturalista, en esta novela, ofrece personajes  con aspiraciones  y engaños, víctimas de su propia ingenuidad y de un ambiente hostil.

 

No obstante ello, la novela ofrece un contraste importante entre los campesinos y los citadinos, sus costumbres y aspiraciones. Los conflictos, lejos de ser individuales se presentan como parte de una problemática social más profunda e histórica: la división social de  grupos  y el dominio  de uno de ellos sobre  el otro, sobre todo económicamente. Es el inicio de la degradación  moral del grupo patriarcal que lejos de proteger  y mantener las costumbres del pueblo, virginales, poco a poco, fue deteriorándolas y empezó su corrupción. Es la influencia de la ciudad en el pueblo con sus vicios y espejismos, sus tentaciones y cánceres.

 

El campesino va perdiendo su candorosidad, su disposición para el trabajo duro y ajeno, se hace huraño y violento y trata de conseguir lo que nunca  ha podido obtener trabajando, el poder y la riqueza; pero la ciudad le  aprisiona, como el poró al higuito y le destruye. Esta paradoja que enfrenta el campesino, entre ser bueno y servir, de por vida, a un rico o ser malo y matar al mismo, en búsqueda de la riqueza que le tienta,  fue ayer y es hoy motivo de  una problemática social que está lejos de solucionarse en estos países latinoamericanos.

 

En la novela, de una situación inicial feliz, paradisíaca si se quiere, en apariencia,  un pueblo en crisis, con pérdida de valores  en el ser, se  llega a una situación final degradada irreparablemente: la prostitución, el desarraigo del campesino. Habría que preguntarse si lo que el autor propone como tesis, es que los campesinos permanezcan en su estado natural, explotados, protegidos por el gamonal pero sin más aspiración que seguir sirviéndole a él, pobres pero agradecidos, con costumbres sanas, como los turnos pero sin beber licor, ni matar, ni robar o que aspiraran a cambiar su situación por ser discriminada, ofensiva  e injusta. Pienso que el autor no llega a tanto y que lo deja en el primer estadio. Los campesinos deben permanecer en el campo y no emigrar a la ciudad por que ésta les corrompe y es mala para ellos, ¿y para los ricos?

 

La doble degradación de los personajes y la sociedad, en sus costumbres,  permite al narrador-autor emitir variados juicios  y reflexiones que guían al lector, llamándole la atención, como tratando de evitar lo inevitable. Desde esta perspectiva, el narrador se coloca  sólo formalmente desde fuera  de la historia, de ahí que las voces de los personajes sean pretextos para desarrollar sus puntos de vista:

 

"Los caballitos  fueron en mejores días, una diversión sosa y ridícula, muy gustada de las bellas y aristócratas pollas josefinas y de los no menos alegres pollos. Ahora han pasado  al dominio de la vulgaridad y  a ellos concurren las sirvientas, los granujas y las mozas del partido."1

 

 Y agrega:

 

  "La campesina, medio mes llevaba de no andar con él; había descendido a tanto su perversión, que Nieves ya le era demasiado honesto; se le antojaba todavía muy cándido, muy metido en sus preocupaciones y no le satisfacía."1

 

Y, al final de la novela, Melico se arrepiente de su acto brutal que condujo a Casilda a la prostitución y por la voz del narrador-autor reflexiona contra esa manera de convertir en prostitutas a las campesinas y evoca una Costa Rica  mejor, si eso no ocurriera. Primero se queja de que las sirvientas asistan a los caballitos y las coloca al mismo nivel de las prostitutas y luego aspira a que no haya prostitución pero no reflexiona sobre  el uso de sirvientas para las familias ricas.

 

A pesar de las constantes intervenciones del narrador-autor, propias de la novela monofónica, las constantes lecciones  de moral, el destino fatal que rodea  a los personajes campesinos, la novela muestra  un mundo que inicia su descomposición y antepone los peligros sociales de la corrupción de los campesinos y los estragos  de la influencia negativa de la ciudad sobre el campo, así como las primeras manifestaciones  del enfrentamiento de los campesinos con un medio injusto social: trabajar la tierra ajena y ser pobres  cada día más. Aquel tiempo patriarcal de hermandad y felicidad, más imaginado que real, comenzaba a dar paso a luchas mayores, frutos podridos, degradaciones irreparables y aspectos no deseados por la oligarquía pero que ellos mismos propiciaron. La emigración de los campesinos a la ciudad no es producto espontáneo de ellos, es el fruto de la pobreza, la explotación y la injusticia. Hoy lo vemos en los cafetaleros de nuestro país que se quejan de que los costarricenses ya no quieren coger café y dan gracias al señor de que existan los nicaragüenses que víctimas de su pobreza, han emigrado a nuestro país y ofrecen sus brazos a cualquier precio, con tal de poder obtener con qué alimentar a sus hijos. Cuando estos se prostituyen o realizan algún crimen, entonces se quejan y dirigen los ojos al cielo, pero ignoran que ellos son las causas de esos efectos. La educación de los costarricenses les ha llevado a un estatus económico menos degradante que a los nicaragüenses y ya no necesitan  realizar ciertos trabajos para vivir decorosamente. Poco a poco van saliendo de la explotación del hacendado que con su trabajo se ha enriquecido y mantenido un estado de injusticia social aceptado por el poder, político y económico que es lo mismo.

 



1 García Monge, Joaquín. El Moto, en Obras Escogidas. EDUCA, San José, 1981.

1 Aguado Andreut, Salvador. Conferencia. U. C. R. San José, 1960. Conferencia

2 García Monje, Joaquín. Hijas del campo. Obras Completas. San José, Educa, 2.a. Ed. 1974.

 

1 García Monge, Joaquín. Ob.Cit., p. 470.

2 Íd. p. 471.

 

1 Íd. p. 471.

1  Íd., p. 524.

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