José Marín Cañas

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JOSÉ MARÍN CAÑAS

(1904-1980)

 

 

José Marín Cañas  nació en San José, el día 28 de agosto del año 1904 en el seno de una familia de origen español  y falleció en agosto de 1980 a los 76 años, víctima de una afección bronquial, en el Hospital San Juan de Dios.

 

 Sus padres fueron, ambos españoles: José Marín Rico y doña Emilia Cañas Jaramillo. Este hogar tuvo  tres miembros más: Francisco, Carmen y Emilia.

 

José Marín Cañas casó con doña Eida Praynter con la que tuvo tres hijos: Jorge, Berta y Eida.

 

Realizó sus  primeros estudios en el Liceo de Costa Rica, en el Colegio Seminario y en el Conservatorio de Música Santa Cecilia. Viajó a España donde continuó sus estudios superiores en matemática e ingeniería.

 

Desde muy niño sintió atracción por el periodismo y por las letras, ya a los siete años le pidió a su padre una máquina de escribir, como  regalo del niño.

 

A los 13 años editó, junto con Manuel Velázquez, El Colegial, diario semanal y  a los 14 años  publicó su primera carta en La República de ese tiempo.

 

A los 15 años viajó a España  por poco tiempo ya que la situación económica de su padre le hace regresar a Costa Rica, donde tiene que dedicarse al comercio. Realizó diferentes oficios como tocar violín en sesiones de cine mudo, bailes y serenatas. Le tocó que cargar y descargar mercaderías en el almacén La Giralda. Tocaba en el teatro Adela por tres pesos la noche. Luego pasó  a formar parte de una orquesta.

 

A los 23  años de edad escribió Los bigardos del ron: 1928, entre otros escritos y un prólogo donde le promete a una mujer escribir la novela Tú, la imposible, que publicará años después en 1931, una serie de cuentos de los bajos fondos de la ciudad. Fue participando  en las labores periodísticas hasta ocupar el cargo de Director del periódico La Hora, que ayudó a salir de una pésima situación y convirtió en un prestigioso diario del momento.

 

En este diario escribía continuamente sobre diferentes temas pero sobre todo de arte. La página tres era dedicada a ellos. En ella escribía tanto él como Francisco, su hermano, así como  el académico Abelardo Bonilla Baldares. Trabajó al lado  de periodistas como Adolfo Herrera García y Rubén Hernández y fue el precursor de lo que pasaría a llamarse La página 15 del periódico La Nación y diversas secciones literarias de otros medios.

 

Luego de escribir algunas obras  como Infierno Verde: 1935 y Pedro Arnáez: 1942,  dejó de seguir escribiendo un tanto resentido por la crítica negativa que hicieron sobre estas novelas. Casi duró treinta años en silencio, tiempo que dedicó a su empresa de películas. Después volvió a escribir con el mismo ímpetu que solía hacerlo.

Obtuvo el título de contabilista en la Escuela  Manuel  Aragón.

 

En 1980 recibió el premio de Periodismo Pío Víquez y el Premio Magón de cultura y el Joaquín García Monge. Fue presidente por muchos años del Instituto Costarricense de Cultura Hispánica, miembro del ateneo de Buenos Aires y tuvo la Gran Cruz de Alfonso X, El Sabio.

 

José Marín Cañas falleció el 14 de  diciembre de 1980 a la edad de 76 años en la  unidad de cuidados intensivos del hospital San Juan de Dios, luego de una pronunciada y prolongada  afección bronquial.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ JOSÉ MARÍN CAÑAS

 

 

NOVELA

 

1. Lágrimas de Acero: 1929

2. Tú, la imposible: 1931

3. Coto: 1934

4. Infierno Verde: 1935

5. Pedro Arnáez: 1942

 

CUENTO

 

1. Rota la ternura: 1928

2. La vejez de la espada: 1928

3. Los  bigardos del ron: 1928

 

RELATOS

 

1. Tierra de conejos: 1950

 

COMEDIAS

 

1. Como Tú: 1931

2. En busca del candidato: 1930

3. El tesoro de la isla del Coco: 1930

4. Tragedia de ocho cilindros: 1930

 

José Marín Cañas escribió muchos artículos y ensayos sobre los más variados temas. Aquí no interesa señalarlos.

 

La primera novela que escribió fue llamada Lágrimas de acero y la publicó en 19291.

 

El título es elocuente, se trata de una novela folletinesca de tipo sentimental y sensiblera con todos los ingredientes que suelen presentar estas novelas. Se desarrolla totalmente en España, el lenguaje utilizado es arcaico, barroco, rebuscado y con todos los giros usados en España, así como la visión de mundo, desde cualquier faceta que se le mire. No escapa la erudición empleada en toda la novela. Los personajes, así como el narrador de turno que suelen estar muy cerca del autor, utilizan toda clase de citas eruditas de escritores, pintores, músicos y personajes, sin importar si son importantes o simplemente escritores de poca monta. Está llena también de discursos, compartidos entre los personajes o simplemente presentados por el narrador al destinatario social que por lo general es una incauta jovencita. La novela ocupa gran cantidad de páginas dedicadas a reflexiones sobre el amor de tipo moral, psicológico, filosófico y hasta teológico. En la página 198 el autor invoca al lector a  examinar los tres corazones de las mujeres protagonistas de la novela: Rosario, Maruja y Blanca. Dedica doce páginas en esas reflexiones.

 

La novela es típica sentimental pero no presenta el amor de una pareja con los clásicos personajes obstáculos, el tercero de la discordia. En ella se dan tres parejas y el autor alterna sus historias. Los hombres forman un grupo organizado detrás del nombre, el Ágora. Lo forman, Juan Antonio que se relaciona con Rosario, Luis con Maruja y Javier con Blanca. Las mujeres se conocen y relacionan  poco entre sí. El Ágora está compuesto por estos tres jóvenes que son estudiantes: uno de pintura, otro de música y el tercero de medicina. Son pobres pero pretenciosos y viven una vida precaria de estudiantes llenos de sueños pero con pocas posibilidades de lograrlos. Los tres se enamoran pasionalmente de las mujeres citadas y cada uno de ellos y algunas veces en conjunto viven una serie de aventuras amorosas y privaciones inverosímiles. Llega un momento en que la trama es tan enmarañada, llena de imprevistos, de casualidades, de acontecimientos rebuscados productos, según el autor, del destino, y se dan hechos no esperados que impiden la concreción de los amores juveniles. Maruja muere de un parto y deja a Luis un hijo que no sabe que lo hará, Luis huye a Cuba y muere luchando por mantener en manos de España lo ajeno, Javier, el pintor, viaja por todo el mundo y se convierte en un artista de gran prestigio, regresa a España y después de contemplar a Blanca, su amada y recordar su amor decide suicidarse. Así comenzó la novela, por el final de la historia, cuando Juan Antonio Espinel se convierte en narrador, ya viejo recibe una carta donde se le comunica la muerte de Javier. Antes se habían encontrado en un casino donde recuerdan toas sus aventuras pasadas.

 

Sería de no acabar si nos pusiéramos a citar pasajes donde se evidencia la ideología del autor, a través del narrador y   algunos personajes. Machismo, racismo, resentimiento, aburguesamiento, moralista, intelectual de moda, pedantería, frustración por no tener dinero y poder vivir la vida burguesa de los ricos españoles, et. Un ejemplo puede ser elocuente, veamos como define a la mujer:

 

"Obra única, primera y última-harto conocida es la rebelión de Luzbel-, que juntos, en contraste de grandeza, hicieron Dios y el Diablo. De esta guisa resulta atracción y desengaño, deseo y hastío, reclamo y repulsa. Es la mujer, a mi forma caduca de pensar, como una taza de humeante café con leche. Esos tazones limpios, robustos, espesos, que de la lumbre separan en el campesino hogar para que los chicos y los viejos vigoricen el cuerpo, devolviendo las gastadas fuerzas.

Dios, todo bondad, puso el blanco de la leche. El amor puro, el deseo casto, el sentimiento delicado y flexible. Luzbel, todo rebeldía, echó el café excitante, coloreador, dañino. Hay mujeres en que triunfa Dios. Pero en los cafés, donde el parroquiano busca el rato de charla y el amigo íntimo, consúmese más el café solo, fuerte, espeso, que la amalgama creada. Tal vez en este detalle esté la salvación de la humanidad"1.

 

La cita no necesita comentarios.

 

Por último deseamos señalar que las obras de José Marín Cañas, incluyendo algunas crónicas como Tierra de conejos que publicó en La Nación en forma de tiradas y Valses Sentimentales, no tienen nada que ver con Costa Rica, de desde el espacio usado, ni la ideología, los temas, los personajes, todo, pero todo, es español. A pesar de que José Marín Cañas nació, vivió y murió en Costa Rica y desarrolló su profesión de periodista, músico, escritor, etc. en nuestro país, no logró compenetrarse con lo nuestro y sí con España, la patria de sus padres y  la añoranza de él.

 

El mismo José Marín Cañas, en una conversación con José Fabio Garnir le afirmó, refiriéndose a esta novela. Escriba:

 

"Novela pésima. Más mala no puede ser y dará usted en el blanco exacto"

 

La segunda novela también fue de tipo folletinesco sentimental y le dio el nombre de Tú, la imposible. La publicó en 1931.1 También podría escribirse lo dicho anteriormente.

 

Tanto esta novela, como la anterior, Lágrimas de acero, las escribió  José Marín Cañas, antes de los veintisiete años. Son novelas de juventud y en ellas hizo sus primeras armas literarias, y de ellas se conoce muy poco. Fueron olvidadas por la crítica y consideradas, como lo que son, dos novelas sentimentales de tema amoroso y cursis, como el mismo autor lo reconoce. La EUNED las ha reeditado hace poco, la que comentamos en 1999 y don Alberto Cañas Escalante hace la presentación de Tú, la imposible en forma de prólogo. Le da el título de La novela imposible de José Marín Cañas. Este artículo lo escribió, don Alberto en 1968 y lo presentó en el homenaje que se le hacía a José Marín Cañas en el Instituto de Cultura Hispánica por haber obtenido el Premio Nacional de Literatura, Magón, del año 1967. Don Alberto señala algunas deficiencias de la novela, pero, en general, trata de justificarla, darle un

lugar en las letras nacionales que nunca tuvo y sacarla del olvido en que ha estado hasta ahora y -agregamos nosotros- tendrá que ocurrir un milagro para que ello suceda. Primero resucitaría Persiles y Sigismunda: 1617, novela de aventuras de Cervantes, que estas novelas sentimentales de José Marín Cañas. Sin embargo, las novelas existen, son obras que deben conocerse, sobre todo por el estudioso de nuestra literatura y eso es lo que hacemos aquí.

 

Argumentar que  todo novelista tiene el derecho de escribir alguna vez una novela de amor (don José escribió dos) y más que el derecho, la obligación y citar algunos novelistas universales que lo hicieron, no convence a nadie. Existen novelistas famosos que escribieron obras de amor pero no folletinescas, sensibleras y cursis. No vamos a realizar una lista de novelas de amor que se han escrito en la literatura universal y en todos los idiomas, por ser innecesario. Baste citar las muchas novelas pastoriles, sentimentales y románticas, que se escribieron con la temática del amor, para solo referirnos a subgéneros de ellas. Lo malo no es usar el amor como temática en una novela o el amor imposible, los suicidios, los encuentros y separaciones, sino el tratamiento del tema, la forma como se estructura, la profundidad con que se penetra en la psicología de los personajes. Tampoco se debe justificar, con el encasillamiento fácil, de que la novela es de juventud y es romántica porque el romanticismo es más que un tratamiento sentimental del amor.

 

El romanticismo fue un período de rompimiento que enfrentó al racionalismo del clasicismo. Fue un grito de protesta contra lo establecido, de ruptura. Creó su propio paradigma ideológico, sustentado en la historia, el nacionalismo, lo primitivo, lo espontáneo, la libertad, lo exótico, lo sobrenatural, lo primigenio, el rompimiento con lo establecido, lo programado, las formas manidas y desde luego, y al dejarlo de último no deseamos desmerecerlo, la afirmación del sentimiento sobre la razón y el amor fue un tópico que acaparó la atención de muchos escritores románticos, sin desvalorizar los otros rasgos.

 

Concluir que José Marín Cañas es,

 

 "quien da el golpe de gracia a la literatura patriarcal, representada por todos, absolutamente todos los novelistas anteriores a él".

 

 No es cierto. Solo citemos algunos novelistas que escaparon a esa clasificación y que fueron anteriores a José Marín Cañas. Estos son novelistas tomados al azar: de Rafael Ángel Troyo (1875-1950), Corazón Joven: 1904, de José Fabio Garnier Ugalde (1884-1956), La primera sonrisa: 1904 y La Esclava: 1905, de Caridad  de Salazar (1869-1948), Un robinson tico: 1927, de Roberto Brenes Mesén (1874-1947), Lázaro de Betania: 1932 y Estrella Doble: 1901, de Anastasio Alfaro González (1865-1951), El Delfín del Corubicí: 1923 y de su misma generación existen muchos otros, tales como, de  Arturo Castro Esquivel (1904), El tesoro de Rajah: 1927 y otras, de Gonzalo Chacón Trejos (1890-1969), El crimen de Alberto Lobo: 1928. Pero el que sí rompió con el paradigma patriarcal, al igual que don José Marín Cañas y ambos iniciaron un nuevo paradigma literario y artístico, es el escritor Max Jiménez Huete (1900-1947). Novelas como las dos primeras escritas por don José Marín Cañas, se escribieron muchas en Costa Rica, antes y después de él. Moisés Vincenzi Pacheco (1895-1964), escribió, varias que se publicaron antes de 1928 y otras, pocos años después, tales como Atlante: 1924, La Rosalía: 1931 y Elvira: 1940. Francisco Soler (1893-1920) escribió una novela de amor, sin llegar a la cursilería, que llamó El resplandor del ocaso: 1928. Tampoco estamos seguros de que las novelas de Genaro Cardona Valverde (1863-1930), El Primo: 1905 y La esfinge del sendero: 1914, pertenezcan a las novelas patriarcales. La primera es muy  parecida a estas novelas de José Marín Cañas, y la segunda trata el tema del incesto y del comportamiento privado y público de los curas, aspecto éste que nunca han tratado los novelistas costarricenses.

 

Si miramos a nuestro alrededor, en países vecinos, encontraremos, en esta misma generación de 1927, llamada superrealismo, escritores de la talla de Alejo Carpentier (1904-1980), cuya primera novela El reino de este mundo la escribió en 1949 y Miguel Ángel Asturias (1899-1974) que publicó Leyendas de Guatemala en 1930 y El señor Presidente en 1946 y Eduardo Mallea (1903-1982) que inició su creación en 1940 con la novela La bahía del silencio y Las Águilas en 1943. Estos escritores, don Alberto, sí rompieron con el paradigma anterior y crearon otro nuevo, llamado por la crítica superrealismo, que se extendió de 1935 a 1979, básicamente. Las novelas del escritor José Marín Cañas, Infierno Verde: 1935 y Pedro Arnáez: 1942, sí son novelas importantes en las letras nacionales y tienen el mérito de ubicarse en este período, tan sobresaliente en la literatura hispanoamericana y ellas no han pasado desapercibidas.

 

En Crónicas de Costa Rica: 1857-1860, publicado por la Imprenta Nacional en los números 8-9, año I del 29 de abril y el 2 de mayo de 1857, aparece una novela amorosa, llamada Luisa y se publicó por entregas. Ésta podría ser la primera novela escrita en Costa Rica y  a pesar de ser imitación de las novelas rosa francesas, de la época, reúne las características de este subgénero, y quizás menos cursi que Tú, la imposible. Y aunque no sirva de consuelo pero sí de preocupación, en Costa Rica se han escrito gran cantidad de novelas de este tipo, antes y después de José Marín Cañas, algunas mal escritas, insoportables, que no es este el caso, y  otras, como la que escribió don Alberto Cañas Escalante Orlando el enamorado que sin ser un dechado de virtudes es una novela bien escrita y se deja leer sin protestar. El lector encontrará un comentario de cada novela, sin importar si es o no novela sentimental cursi, pedante y sensiblera. Tampoco debe olvidarse que de este tipo de novelas derivan las novelas folletinescas escritas por entregas en los periódicos y luego los culebrones de televisión, tan vistas y disfrutadas en estos tiempos, por mujeres y hombres.

 

Tú, la imposible aparece como una novela prometida por Juan Aracena a su amada Chidy, el mismo día que conversa con ella cerca de una verja y que bajo la estrategia del escritor que deja los manuscritos perdidos y los encuentra otro escritor que los edita, los reordena y les agrega algunos capítulos más, Marín Cañas crea esa novela en el año 1931 cuando ya había escrito la otra novela amorosa Lágrimas de acero, en 1928. Pero hay algunos datos acerca de esta novela y el misterio que ella encierra y que el mismo don Alberto no logra esclarecer. Juan Aracena conoce a Chidy cuando tenía 26 años y ella 20, en un baile. 1931 es la fecha en que Marín Cañas cumple 26 años y en un momento y por una sola vez se da el nombre verdadero de Chidy, se llama Berta1, nombre poco romántico y un tanto vulgar. El otro dato que deseamos agregar es que don José Marín escribió un librito de cuentos que llamó Los bigardos del ron, y publicó en 1928, antes de las dos novelas citadas. En este librito escribe una dedicatoria a  una mujer que titula ¿Será esto un prólogo? Y más abajo la palabra Mujer. El tal prólogo se convierte en una especie de carta a una mujer que no es más que la misma Chidy o Berta de la novela Tú, la imposible, ahí le hace llegar la promesa, que aún no ha cumplido de escribir esa novela para cumplir con la promesa que le hiciera.

 

"Yo te lo prometí aquella tarde. No lo olvido."2

 

"Estábamos junto a aquella reja que no tenía flores. ¡Pobre verja, retorcida y carcelaria, que oyó tus risas y tus besos, tu parlera alegría y mis penas que también fueron tuyas!"3

 

Sigue recordando la promesa y sus encuentros con ella e insiste, que él no la ha escrito aún, pero que lo hará pronto. Este prólogo escrito por el autor, sin crear la obra hace pensar que José Marín Cañas tuvo un romance con una española que vino a Costa Rica a fin de año y primeros días de enero a pasar, posiblemente unas vacaciones y que volvió a España a seguir su vida de joven rica, no sin antes detenerse algún tiempo en Estados Unidos, por voluntad de su padre que aprovechó la oportunidad para que realizará estudios.

 

La novela se ubica en San José, cerca de los barrios ricos, Amón, carretera a Aranjuez y Guadalupe, el parque Bolívar y el parque de las Monjas. Es un ambiente alejado del pueblo, idealizado, un bello río, jardines, el tren que le quitará a su amor, la estación y las calles. Los personajes no intervienen en nada social que no pertenezca al grupo de clase alta, las fiestas, los paseos en carros modernos, el hotel y la casa de Chidy. El tiempo no va más allá de algunos días de diciembre y tres de enero. En ese pequeño lapso se da el más exaltado amor entre Juan Aracena, un joven pobre pero culto, escritor sin fortuna, triste, casi sin esperanzas y una jovencita culta, aristocrática, bellísima, tierna, sensible que vive entre mimos y encajes pero sin conocer el verdadero amor. En un baile se miran y así, a primera vista, literalmente empieza ese amor imposible de los dos jóvenes. No los separa sino la fortuna, la riqueza de ella y su padre que llega a Costa Rica y se la lleva, no sin antes dejar un cheque a Juan Aracena para que se aleje de ella por no poder darle más de lo que tiene, se sobreentiende que riqueza material. Chidy cuenta a Leonor sus primeros atisbos de amor a través de cartas que le envía contándole también sobre su viaje a América y luego hace confidente y celestina a Rosa, su ama personal y Juan a Querido Conde como su confidente y amigo fiel.

 

La novela está llena de largos diálogos, que son especie de discursos sobre el tema del amor, o el desamor, según quien lo trate y todo lo que ello implica. De la conveniencia de amar o no y llegan a convertirse en manifestaciones eruditas de citas de autores de primer o segundo orden, como autoridades que avalan sus opiniones. Son piezas barrocas, tanto en el estilo como en el rebuscar de los vocablos y la justificación de sus puntos de vista que se convierten en uno solo: el del autor. El lector encontrará, desde la más cursi de las escenas, propias de niños, hasta la más cruel referencia al racismo, el desprecio por los trabajadores o sus costumbres. Griterío de indias les llama a las mujeres que se acercan a los parques. El mundo de los personajes no se contamina con nada que tenga que ver con el pueblo y sus costumbres, viven lejos de él y ni siquiera se refieren a ellos sino es para llenarlo de epítetos soeces.

 

 "Adelante iban dos chicas esmirriadas y feas. Atrás, una pareja. Ella tenía, la pobre hambre de amor, que en su cara se hacía grotesca. Él usaba ese gesto idiota de los empleados que se comen de raquitismo y de ignorancia".

 

Es la clásica actitud del burgués ante el pueblo y el trabajador a quien ven como inculto, soez, poco delicado y de costumbres reprochables. Es el mirar por sobre el hombro a quienes no pertenecen a su "exquisita" élite cultural.

 

La novela termina con una serie de cartas que informan del viaje de Chidy hacia su patria y la estadía en los Estados Unidos. De este lugar llegan gran cantidad de cartas que informan a Juan sobre los estudios, las competencias en natación, la estadía en un lugar montañoso y el descubrimiento de su padre de que ella recibía cantas de  él. La prohibición de recibir las respuestas y la incomunicación total hasta que desaparecen las cartas. Luego se sabe de la enfermedad de Querido Conde y su muerte y con él la noticia del casamiento de Berta y la última carta de Juan a ella donde le cuenta su encuentro con su padre y el dinero que le dejó. Le comenta sobare su éxito y le envía dinero para que compre muchas flores para el día de su boda que se realizará precisamente en la ciudad donde él vive. Es la última carta de Juan a Chidy  que más parece un reproche.

 

"Siento de pronto una viva compasión por los negritos. Los negritos son, y esto no me lo discutirás, una muy alevosa injusticia divina; porque, mira Leonor: si tantos colores bonitos hay, ¿por qué hacerlos negritos?"

 

A pesar de que son las palabras de la joven Chidy y no las del narrador omnisciente que podría estar más cerca del autor, los puntos de vista de los personajes en aspectos ideológicos poseen un común denominador, propio de la visión de mundo del autor que se detecta en todas las novelas. Es la visión burgués, elitista de la realidad, el individualismo, la aspiración de la riqueza material, la posición clasista del espíritu y la cultura de una élite que se cree superior.

 

La tercera novela, Coto es la narración de un episodio nacional de la guerra del año 1921 con Panamá, por los límites  y que luego le sirviera para crear su novela Infierno Verde en 1935 sobre la guerra del Chaco.

 

El narrador utiliza la primera persona para presentar este episodio. Surgió a raíz de un conflicto por dilucidar  con precisión una parte de los límites entre Panamá y Costa Rica.

 

 Los costarricenses y los panameños pelearon cerca de la frontera, en los márgenes del  río Coto. Estaba, a la sazón en la presidencia de nuestro país,  don Julio Acosta que había llegado al poder tras la "dinastía" de los hermanos Tinoco, en 1920. La novela establece  dos momentos: primero la salida de un batallón pequeño hacia el sur, al río Coto y el otro la salida de un segundo batallón, al mando de  Héctor Zúñiga y Daniel González. Parten con un  grupo pequeño  de soldados de San José rumbo a Puntarenas, en tren. Ahí  se embarcan  en "La Esperanza" que los conduce al Golfo Dulce. Después de descansar  y ser atendidos por un mexicano: Daniel Herrera Irigoyen, embarcan de nuevo y se internan  por las aguas del río Coto. Antes de llegar al poblado son  atacados por las fuerzas del enemigo. Se describe la batalla pormenorizadamente  y la muerte de los 16 soldados ticos. Los sobrevivientes son tomados como rehenes, los heridos curados y por último embarcados en La Esperanza como prisioneros de las tropas panameñas.

 

Esta novela que bien podría  catalogarse como  episodio nacional, muestra las destrezas del autor para describir el tema bélico. Después lo desarrollaría con mayor amplitud en sus novelas Infierno Verde y Pedro Arnáez. Utiliza cambios en el punto de vista narrativo: pasa de un narrador omnisciente a un testigo, en primera persona y presenta simultaneidad en los niveles externo e interno del personaje, producto de la fiebre. Se usan adelantos de acontecimientos del futuro y regresiones al pasado.

  

"Nadie podía  sospechar que faltaban pocos minutos para que se manchara de sangre toda "La Esperanza."1

 

Otro  aspecto que sigue produciéndose es la apelación al lector. Esto se realiza en todas sus novelas:

 

"No pregunte, lector, quién es este testigo".

"porque encargo  tenemos de no decir  al curioso lector  cuál eran (sic) sus parámetros."2

 

La cuarta novela que escribió este autor la llamó Infierno Verde y la publicó en 1935.3

 

Esta novela trata el tema de la guerra. Desde este punto de vista es una novela histórica. También había escrito otra novela sobre un conflicto fronterizo, entre Costa Rica y Panamá que llamó Coto. Marín Cañas utiliza las noticias que día con día llegan a la redacción del periódico donde trabajaba y crear su propia versión de la historia de la llamada guerra del Chaco, conflicto bélico (1932-1935) librado entre Bolivia y Paraguay por la posesión del Gran Chaco, región escasamente poblada, cuya titularidad reclamaban ambos países por la presunta existencia de petróleo, lo que también motivó el interés de ciertas compañías petroleras de otros países como la Standard Oil Company, con concesiones en el sur de Bolivia y provocó la estimulación del conflicto.

 

Es una de las novelas mejor escritas hasta 1935 en nuestras letras nacionales. Si bien participa del paradigma de la novela monofónica, da señales claras del nuevo modelo polifónico. Es la primera novela que utiliza el monólogo interior y con gran acierto.

 

"patria idiotas  no saben que la guerra es un crimen que en la batalla no hay heroísmo ni hay gloria ni hay otra cosa que hedor y muerte mírenlos ahora cómo se ha parado en la picada el caciquillo y mi abuelo suben al tronco de samohú el mismo que yo oigo están asegurando que la patria está en peligro y que todos deben dar su vida que es la vida de ellos ah la vida de ellos es el caminar por las picadas con el charque al hombro es vender su trabajo por la mísera soldada que no les da para combatir la sífilis y ... es necesario que hable contra toda esa farsa del patriotismo que destruya toda esa idiotez de las fronteras que pulverice los argumentos falsos de la tierra propia y la ajena todo es de todos no hay límites no hay mío ni tuyo hay que vivir para amar para sembrar la guerra es una cosecha de horrores y el horror no hace patria ni pone lozanía en el cerco donde vivimos canallas mentirosos falsos hipócritas..."1

 

Y su agonía se extiende y delira, penetra en su inconsciente y se desnuda en este doloroso monólogo donde ve llegar cantidad de ciudadanos en busca del esposo muerto o el hijo herido, un rostro familiar que les dé paz. Es un desfile pavoroso de la angustia, la muerte, el dolor, la incertidumbre.

 

"piensa nada más que en la plata que le van a rendir este año las vacadas y los yerbales si rodríguez se muriera yo podría beber agua pero rodríguez no se muere ahora sí lo puedo decir a voz en cuello lo pensamos rodríguez y yo deseamos que curriche cayera para siempre por eso no lo sentimos así tendría uno de los dos la cantimplora grande el viento se lleva las  palabras de mi abuelo me voy de aquí camino nitsuga viene tengo ganas de llorar nitsuga viene me siento a llorar no le puedo decir lloro de verte guaraní porque has sido mi padre en el miedo estuviste junto a mí en el dolor estuviste junto a mí ..."2

 

La novela no sólo es la narración de parte de la guerra del Chaco, el viaje del abogado, narrador protagonista, con su amigo Nitsuga (Agustín)  al Chaco a defender su patria Paraguay, sino su propio viaje interior, el encuentro con su respuesta a la guerra. En la trinchera descubre la verdad que apenas sospechaba al inicio y en la muerte de un indio boliviano, su trágica respuesta. La mirada de ese hombre lo desnuda, le hace comprender la estulticia de la guerra, la idiotez, la brutalidad, el miedo, su propia miseria y en él muestra al mundo las razones de la guerra, los intereses materiales, la muerte de los más débiles, los engañados, los sacrificados en aras de ideales imaginados impuestos por los poderosos.

 

Esta novela ofrece a la humanidad la tragedia de dos guerras libradas simultáneamente, la física, la lucha entre dos naciones por intereses particulares, el petróleo en este caso, y la otra guerra, la humana, la privada, la espiritual, donde el hombre ofrenda su vida y mata sin ningún sentido. La guerra le descubre su miseria, su pequeñez, el egoísmo del hombre, sus ambiciones pero también su dolor, paradójicamente, su amor a la vida como condición humana y razón última del ser.

 

La obra se convierte en un grito antibélico, desesperado, lírico, angustioso, quizás impotente pero profundamente humano. Cobra vigencia cada vez que los locos gobernantes invocan la guerra como única medida para "vivir en paz" cuando todos sabemos que los mueven intereses económicos egoístas. Deja el sabor amargo de que, después de la guerra lo que queda son despojos humanos; vencidos y nunca vencedores. Es a nuestro juicio la mejor novela escrita en Costa Rica contra la guerra.

 

Pedro Arnáez es la quinta novela del autor y la publicó en 1942.1 Es la historia de este personaje contada por un doctor que accidentalmente tuvo tres encuentros con él y logró conocer  su vida de labios de él.

 

Pedro Arnáez, apenas un jovencito de escasos quince años perdió a su padre después de que se disponía a regresar a su casa, víctima de los tiburones. El muchacho huye de la zona costera, hacia las montañas. En un po

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