Julieta Pinto González

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JULIETA PINTO GONZÁLEZ

(1921)

 

Julieta Pinto González nació en Panamá, ciudad de Panamá el 31 de Julio de 1921. Es hija de don Enrique Pinto Fernández y doña Graciela González. Realizó sus estudios primarios en la escuela República del Perú en 1928 y los secundarios en el colegio Superior de Señoritas en el año 1936.

 

Después de una larga pausa debido a su primear matrimonio, ingresó a la Universidad de Costa Rica y obtuvo el grado de  licenciada en Filología y Lingüística entre los años 1961 y 1967. Luego se trasladó a Francia donde realizó estudios de postgrado, en la especialidad de Sociología de la Literatura, en la universidad de La Sorbona, de 1971 a 1972.

 

Ha ocupado diversos cargos en instituciones públicas. Fue directora del IMAS (Instituto Mixto de Ayuda Social) de 1974 a 1978. De 1974 a 1979, ocupó el cardo de directora de la escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional. También un puesto en la directiva del Patronato Nacional de la Infancia, de 1978 a 1982 y fue presidenta del Comité de Reubicación de esa entidad, de 980 a 1983. Formó parte del Consejo de la Editorial de Costa Rica en 1982. Es miembro de la Real Academia Española de Costa Rica. Ha recibido variados premios literarios, en 1969 Premio Nacional Aquiles Echeverría en novela, en 1970 y 1993 Premio Nacional Aquiles Echeverría en cuento y en 1996 recibió el Premio Nacional de Cultura Magón. Perteneció, no sabemos si aún lo hace, al Partido Liberación Nacional. Vive retirada de casi toda actividad política, recogida en su hogar y la lechería.

 

 

LO QUE HA ESCRITO JULIETA PINTO GONZÁLEZ

 

 

NOVELA

 

1. La estación que sigue al verano: 1969

2. El sermón de lo cotidiano: 1977

3. El eco de los pasos: 1979

4. Entre el sol y la neblina: 1986

5. Tierra de espejismos: 1991

6. El despertar de Lázaro: 1994

7. El lenguaje de la lluvia: 2000

8. Tata Pinto: 2005

9. El laberinto de los recuerdos: 2011

 

CUENTO

 

1. Cuentos de la tierra: 1963

2. Los marginados: 1970

3. David (cuentos infantiles): 1973

4. A la vuelta de la esquina: 1975

5. Si se oyera el silencio: 1976

6. La lagartija de la panza color musgo: 1986

7. Historias de navidad: 1988

8. Detrás del espejo: 2000

9. El niño que vivía en dos casas: 2002

10. Pizco: 2009

 

POESÍA

 

1. David: 1977

2. Abrir los ojos: 1982

3. El lenguaje de la lluvia: 2001

 

La primera novela que escribió fue La estación que sigue al verano y la publicó en 1969.1 Recibió el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría.


Esta novela fue la que inauguró a Julieta Pinto González en la novelística. Se desarrolla en la ciudad y plantea, a través de dos triángulos amorosos, la problemática del paso del tiempo y las huellas psicológicas y sociales que afectan las relaciones familiares entre los esposos a la edad otoñal. El título de la novela es elocuente: La estación que sigue al verano, en otras palabras el otoño, la vejez. A pesar de que es un conflicto individual, logra ubicarlo en la clase social económicamente alta y relacionarlo con dos personajes de la clase media: Julieta y Esteban. La primera una campesina que logra obtener el título de secretaria y trabajar en la oficina del esposo de la señora, así sin nombres. Se convierte, Julieta en el elemento distanciador  del matrimonio burgués. Para ampliar el conflicto principal introduce otro personaje: Esteban, un dirigente sindical que aspira a ocupar el cargo de presidente del Partido. Esto le permite incursionar, aunque en forma superficial, en las luchas reivindicativas de los trabajadores. A través de la novela se va conociendo la vida alienada, enajenada, de la esposa del señor y sus amigas. Es un mosaico de superficialidades, de vida sin sentido, de sustitución del ser por el parecer, de durar y no vivir, en aras de qué dirán y, en el caso de la señora, sacrificándose por su marido, que vive un romance con su secretaria, Julieta, con quien piensa casarse y dejar a su esposa. La novela termina con la decisión de la señora de permanecer en su habitación y no salir a recibir a su esposo que regresa del trabajo.

 

El lector notará que la utilización del triángulo amoroso es tradicional en nuestra novelística. En otras novelas anteriores el personaje que violaba el código era el hijo del gamonal, el extranjero, el rico. En esta novela la campesina, casi sin proponérselo destruye formalmente el matrimonio burgués y deja al descubierto su falsedad, su falta de autenticidad. Se podría afirmar, sin temor a equivocarnos que en ella no hay héroes sino personajes desteñidos, sin proyectos o si los tienen son de poco alcance individual y socialmente. Casi no hay tragedia, o lo que es peor su misma tragedia es no tenerla. Se afincan a pequeñas cosas cotidianas que no van más allá del momento en que fracasan. Sus aspiraciones son tan superficiales que se convierten en lugares comunes y triviales, casi rindiendo culto a la nada, a la impotencia, al fracaso.

 

Por último, deseamos señalar que la autora escoge la técnica de presentar las relaciones entre los personajes, en forma simultánea, con breves  incursiones en recuerdos del pasado, que desde luego fue mejor al presente que se novela. No obstante lo que nos llamó la atención fue que,  a pesar de usar la tercera persona para narrar, esto no es más que una apariencia del verdadero narrador que es un yo típico de la narración del personaje protagonista. Si el lector escoge, al azar, cualquier párrafo de la novela y lo transforma a la primera persona, notará que no varía el sentido del texto. Veamos un ejemplo. La novela inicia con el siguiente texto:

 

"Sintió el peso del oro y las perlas. Desprendió los aretes. Por un instante se creyó más liviana y echó la cabeza hacia atrás, con arrogancia".1

 

Si transformamos el texto quedaría así:

 

"Sentí el peso del oro y las perlas. Desprendí los aretes. Por un instante me creí más liviana y eché la cabeza hacia atrás, con arrogancia".2

 

La diferencia es sólo formal y no afecta el sentido del texto pero tras esta pequeña transformación descubrimos una inclinación de varios autores costarricenses: el acercamiento del yo narrativo a la fuerza del autor por manejar lo narrado. Esta presencia autoral que impide el distanciamiento del autor de lo narrado hace que el texto pierda independencia, objetividad, propiedad, multiplicidad de puntos de vista, perspectivismo, polifonía. Elementos estos propios de la novela polifónica.

 

La segunda novela escrita por Julieta Pinto González la tituló El sermón de lo cotidiano que publicó en1977, ocho años después de escribir su primera novela.3

 

Retoma el tema del celibato sacerdotal y tras una trama sencilla incursiona en un joven sacerdote víctima de la imposición de su madre que le obliga a ser cura cuando él no tenía esa vocación. En toda la novela se refleja el conflicto personal de ser alguien que no desea y el compromiso moral con esa profesión y sus pasiones humanas con las mujeres, sobre todo a través de la confesión de una mujer que tampoco era feliz con su esposo y buscó un amante. La problemática aunque individual, no deja de tener importancia en cuanto representa un problema social de incalculables consecuencias tanto a nivel personal como social y religioso. La historia se torna tierna y acapara al lector por violar la censura religiosa sobre todo y contarnos lo privado, lo íntimo de estos personajes que sufren las programaciones sociales y en este caso religiosas, acatadas bajo fuerte disciplina por padres ignorantes y dogmáticos. Es la clásica lucha del ser por decidir sus propias acciones y proyectos en contra de la jerarquía patriarcal, que en este caso es matriarcal.

 

En esta novela que sigue siendo monofónica se vislumbra una intención por abrirse a los aspectos intimistas, psicológicos del ser humano y rebelarse contra los procesos de alineación o enajenación derivados de las programaciones sociales ideológicas de diversa naturaleza.

 

El eco de los pasos, novela publicada en 1984 es su tercera novela.1

 

Acude, esta vez, la autora, a la historia reciente, se trata de los acontecimientos de 1948, cuando don José Figueres Ferrer y un grupo de jóvenes decide destituir el gobierno de Picado, impuesto por el doctor Calderón Guardia, después de destituir a don Otilio Ulate, electo por elecciones populares. Según Calderón Guardia, éstas habían sido fraudulentas. Esto y otras razones fueron la causa para que José Figueres y un grupo de jóvenes se levantaran en armas, depusieran el gobierno de Picado y dejaran en el poder a don Otilio Ulate, que gobernó desde 1949 a 1953.

 

La novela parte de un presente histórico que se remonta a la prisión de Carlos Amador (líder revolucionario de Nicaragua que luchaba por derrocar al tirano Anastasio Somoza) en Costa Rica, en Alajuela. Es Ernesto, una especie de narrador testigo, quien dirige el relato y hace los comentarios de los diferentes hechos que los personajes van narrando. La novela se convierte así en una especie de reproche hacia los altos dirigentes del partido en el poder a causa de la prisión de Carlos y esto lleva al narrador a evocar los acontecimientos históricos del 48.

 

La novela presenta superficialmente estos hechos, casi como si fueran parte de su formación ideológica, no hay crítica, sino descripción fiel de los escogidos por la autora y deja algunos más polémicos, tal el caso de las muertes del Codo del Diablo. Esta primera parte de la novela es dirigida por el narrador, desde la perspectiva de José. A pesar de estar narrada en primera persona, se nota la fuerza omnipresente de un narrador fuera de la escena. Es un intento de justificar su posición (la de Ernesto) de lo que achaca al partido por no liberar a Carlos. Pretende ser una especie de paralelismo entre ambos líderes y sus ideales sociales y políticos para ambos países. La tesis de la novela pareciera obedecer a esta pregunta: ¿Por qué este gobierno que luchó por los mismos ideales del líder Carlos, lo mantiene preso, en nuestro país? Esta pregunta, hace que la autora coteje los hechos del 48 con el estado de prisionero de Carlos y al final deje la sensación de que su propio partido ha traicionado los ideales por los que derramó sangre.

 

La cuarta novela que escribió Julieta Pinto González, la llamó Entre el sol y la neblina: 1986.2

 

Es una novela de poca extensión y se podría afirmar que pertenece a la literatura infantil. La autora recrea parte de su infancia, cuando pasaba, igual que ahora en la lechería propiedad de su padre en Coronado. Según sus mismas declaraciones de niña solía pasar ahí sus vacaciones y disfrutaba del ambiente puro de las faldas del Iral y todo lo que sucedía alrededor de la lechería y sus peones que por lo general eran de una misma familia.

 

La historieta es bastante simple. Un viejo llamado Rafaelito le cuenta a un niño, Carlos Luis, sus aventuras, dichas y desdichas en la lechería. Lo inicia en el oficio y le enseña los secretos del trabajo, así como sus peligros. Poco a poco y utilizando la simultaneidad de la presentación de los hechos desde un presente, va recordando cada una de sus faenas con vacas y terneras y los otros peones de la finca y a través de ellas va formando el carácter de Carlos Luis, le va haciendo un hombre de bien, trabajador y honrado.

 

La autora utiliza la descripción ambiental casi desde una perspectiva lírica, contemplativa. Los hechos trágicos que ocurren se deben más a las circunstancias ambientales, a la fatalidad que a conflictos sociales o individuales. El espacio se nos ofrece como un lugar ameno, donde estos dos personajes, principalmente viven en armonía con la naturaleza. No se ofrece una descripción de las costumbres aunque se evocan circunstancialmente, algunas de ellas como el turno, y las leyendas El Cadejos y Los Duendes.

 

La novela además de presentar la formación del niño Carlos Luis, ofrece el sentimiento de la amistad, la lealtad, la gratitud y el amor de este niño ya joven hacia su tutor, Rafaelito en el momento de su último adiós. Termina con la llegada de Carlos Luis, después de un viaje desde el Pacífico hasta La Nubes de Coronado, donde agoniza su formador, amigo y padre, a quien encuentra muerto, cuando entra en su casa, después de haberse ido a trabajar en esa zona, con el fin de mejorar económicamente y cambiar de ambiente.

 

Es una novela de gran ternura que exalta los valores de los campesinos, el ambiente paradisíaco de la lechería y la vida sana de ellos, su poca ambición, siempre dispuestos al servicio y el sacrificio, propios de tiempos ya idos y sólo añorados. El narrador sigue siendo similar a las otras novelas comentadas: un yo fuerte que maneja los hilos del relato e impone un sólo punto de vista. Es una novelita monofónica.

 

La quinta novela la llamó Tierra de espejismos y la publicó en 1991.1

 

En ella la autora trata el tema agrario, los precaristas, el intermediario que es un elemento nuevo en este tipo de novelas y los políticos de turno.

 

Los acontecimientos se presentan en forma lineal y causal con breves incursiones en historias de personajes que justifican su actual comportamiento y diálogos cortos entre los mismos personajes. Es una novela monofónica y de corte tradicional. Se sigue manteniendo un fuerte lazo entre el narrador omnisciente y el autor y cuando deja que el personaje presente parte de sus pensamientos y deseos, lo hace bajo la tutela del narrador omnisciente. A pesar de esto ofrece, sobre todo la perspectiva del joven Ulises en primera persona y le da alguna independencia aunque para ello utiliza las comillas.

 

La novela se evidencia como de formación. Ulises viaja con su tío a la provincia de Guanacaste para cultivar la tierra y llegar algún día a tener su propia casa, una esposa, hijos y su parcela para cultivarla y alimentar a sus hijos. Su tío Ramiro será su maestro, su ejemplo, su tutor, su guía en la dura decisión de invadir una finca baldía aunque con dueño, conjuntamente con otros campesinos de la zona. De Ramiro aprende su hidalguía, su valentía, su fuerza de voluntad y coraje, pero la muerte de su tío lo toma por sorpresa y debe enfrentarse sin tener esos atributos a las autoridades, a don Héctor el dueño de la finca, a Eugenio el vividor que se aprovecha de los campesinos para enriquecerse a sus espaldas y de su pobreza. En cierta medida, Eugenio representa los citadinos corruptos y maleados, vagos, vividores, maleantes que ven en la invasión de tierras un negocio.

 

La historia se desarrolla en idas y venidas de campesinos a la ciudad, Liberia, en busca de ayuda y legalidad para ser dueños de la tierra, visitas de los políticos, asesinatos, peleas y amores prohibidos e idílicos como el de Ulises y Claudia, ilusiones por las cosechas esperadas, ventas de las tierras al mismo dueño a quien compraron la finca las autoridades, visitas de la prensa, inauguraciones, promesas y desengaños, rencillas entre mujeres y hombres para llegar a un final esperado de fracaso en casi todo lo buscado y la huida de Ulises hacia Nicaragua, después de haber matado a don Héctor. Es como la venganza de la muerte de su tío Ramiro.

 

La novela se mantiene en un nivel cotidiano, superficial, un tanto ingenuo, bajo el manto del realismo social. No hay penetración en los conflictos, ni en los personajes. El paradigma viejo de este tipo de novelas se mantiene, no ofrece ruptura, polifonía, ambivalencia, arcoiris, carnaval expresivo. La ironía, así como la violación de la censura ideológica, son predecibles y a nivel de visible y comprobable. Se queda en la técnica de la fotografía cuando hoy se utiliza el TAC.

 

La sexta novela la tituló El despertar de Lázaro y la publicó 1994.1

 

Toma como motivo un pasaje de la Biblia: la muerte y resurrección de Lázaro y de Jesús. Desde un presente narrativo, el personaje Lázaro, después de haber sido resucitado por Jesús, recuerda pasajes de su vida anterior y los contrapone a su presente. Poco a poco, inicia una reflexión sobre su segunda vida y la relación con Judas y Jesús. Al primero lo vea como un instrumento, no sólo para obtener la muerte de Jesús y así dilucidar su duda de que éste cumpla con la voluntad, tanto de su padre, como de él mismo de morir por amor a la humanidad y resucitar, tal y como estaba establecido por las escrituras.

 

Lázaro, no sólo increpa a su maestro por haberlo resucitado si no por crear en él dudas, incertidumbres, vacíos vitales, enajenación, inutilidad de su segunda vida, etc.

 

La autora utiliza el monólogo para dar a conocer el estado anímico del personaje, sus dudas, desdichas y fracasos y plantear la dicotomía entre vida y muerte. Es un monólogo racional, reflexivo que lo mantiene desde la entrega de Jesús y su encarcelación, su muerte y por fin a su resurrección. Espera los tres días escondido detrás de las rocas hasta que Jesús resucita y con ello le trae la paz, la comprensión y el amor a su maestro.

 

La novela no se aparta de la cercanía del narrador, en este caso en primera persona y protagonista que observamos en todas sus novelas y en el contenido a pesar del odio de Lázaro contra su maestro, por lo general, no se aparta de los escritos bíblicos. Está muy bien escrita, llena de hermosas descripciones, con un lenguaje exquisito que no escatima importantes figuras literarias.

 

La sétima novela que ha publicado Julieta Pinto González le dio el nombre El lenguaje de la lluvia y la publicó en el año 2000.2

 

Es una novela monofónica, intimista, biográfica, de añoranzas, de recuerdos alegres y tristes, de evocaciones. Se mantiene el predominio del yo narrativo predominante que no cede la palabra ni el punto de vista a nadie que no sea su misma perspectiva. La narración a pesar de ser lineal no lo es en sentido clásico sino en tres niveles diferentes creados a partir de un presente de adultez cercano a la actualidad. Son dos momentos importantes que se evocan, desde una especie de coro lírico enmarcado en la lluvia como motivadora, inspiradora, vitalizadora. La lluvia trae evocaciones, recuerdos y abre los dos procesos reiterados en la narración. El primer plano lo ocupa la niñez del yo narrativo. Son las evocaciones de un mundo feliz ubicado en los cuatro y cinco años y en el campo, en la finca de su padre. Es la niña libre que a pesar de mantener una estrecha relación con su padre no sucede lo mismo con su madre que apenas si la menciona. La relación padre e hija es importante y decisiva en la futura vida de la niña. Tanto es así que la muerte de éste es casi simultánea con la separación de ella con Felipe, su esposo. Ambos cierran la novela. Uno huye de la vida y otro de su hogar.

 

La niña establece unos nexos con la naturaleza que no se borrarán nunca. Es la paz del campo, los animales, los mimos de los peones, el trapiche, su caballo y su perro, los mangos, la brisa, el viento y la lluvia, la tormenta y el sol, pero sobre todo su libertad. La relación niña campo, al igual que niña padre corren paralelas y opuestas a la ciudad. Ésta se convierte en cárcel, escuela, maestra, ruido, prisión y se une a la relación de incomunicación, desamor, soledad en que se convierte su hogar. Felipe es el clásico ejecutivo que vive en reuniones, llegadas tardías, olvidos y traiciones. Así niñez-padre-campo se oponen juventud-Felipe- ciudad, de la misma manera que la libertad a la prisión, la felicidad a la tristeza, el amor a la traición, la vida a la muerte.

 

La novela soslaya otros aspectos del espacio campo ciudad que no interesan destacar. Por ejemplo la visión del campo se da desde la perspectiva del rico, del poseedor de la hacienda y  se enmarca en una especie de imagen positiva propia de la casa paterna, del edén, del paraíso, del lugar ameno donde pasar vacaciones y contemplar la naturaleza, su poesía, su vitalidad. La otra cara, la del campesino, la del pobre, la del trabajador apenas si se insinúa cuando echan del trabajo a la empleada siendo inocente, cuando la joven Julia camina por los callejones del cafetal y ve a una mujer juntando café y decide permanecer callada ante ese robo de lo que se iba a podrir. Salvo estas dos menciones, la novela es una visión individualista de un personaje ante las adversidades existenciales, su fracaso en el hogar  y la incomprensión de Felipe y su desamor. Es la lluvia, el canto quien le indica, lo mismo que hiciera su abuelo cuando era niña en aquel encuentro maravilloso, los que le señalan el camino que le hará feliz: el lenguaje, la obra literaria, la creación poética. Ser escritora.

 

Es una novela lírica, tierna, sincera que desnuda la interioridad de una mujer patéticamente humana que exterioriza sus dudas, amores, alegrías, pasiones, fracasos y tristezas, que quiso comprender y no fue comprendida, que amó sin ser correspondida y que dio más de lo que recibió y se arropó en el arrullo de la lluvia, las armonías del viento, las zalameras caricias del perro y la paz de la soledad en compañía con la reconfortante naturaleza. Es parte de la biografía de una mujer que ha sobresalido por una virtud poco común en nuestros tiempos: ser buena.

 

La octava novela la llamó Tata Pinto1 y fue publicada en el año 2005.

 

Es una novela tradicional, monofónica, lineal, en blanco y negro. Mantiene el mismo discurso narrativo de las novelas anteriores y su lenguaje está recargado de aspectos sentimentales y preguntas retóricas innecesarias, aún si quien dirige y cuenta sea un personaje de sexo diferente. Veamos un ejemplo.

 

"¿Estará Rosario esperándome?...

¿Lograré verla otra vez?...

¿Será ése mi destino?...

 

Las páginas 224 y 225, al final de la novela están llenas de ellas.

 

Ahora bien, este es el discurso de Antonio. El de su esposa Rosario está plagado de ellas.

 

Véase la página 59 para verificar nuestra afirmación.

 

También se dan algunas imprecisiones históricas unas y por errores formales otras:

 

"Pasan los años. Tuve ocho hijos, seis están vivos y tres murieron".1

 

Hay violaciones de lo verosímil del texto narrativo. La mamá de Rosario la cuida al extremo de no dejarla estar con Antonio a altas horas de la noche pero se narra que recorrió la distancia de San José a Puntarenas sola, en caballo, para encontrarse con él a su  llegada al puerto. De hecho esa travesía era difícil realizarla sola. Las familias solían realizarla en caravanas de carretas y duraban varios días.

 

La novela sed presenta como histórica. Se inicia en el momento que a don Antonio, ya esposo de Rosario, le corresponde dar la orden de fusilar a Francisco Morazán. Luego se devuelve el discurso y comienza una especie de relato en dos secciones, el diario que escribe Rosario, histórico también pero más amorosos y sentimental y el que va describiendo Antonio sobre su participación en los acontecimientos históricos del período que se inicia en 1810 y termina en 1860 con la muerte del "legendario capitán portugués" Tata Pinto. Se describen los acontecimientos de acuerdo con una visión oficial de la historia y se introduce la figura de Antonio como personaje protagonista de casi todos ellos. Es una reiteración de hechos históricos tal y como se encuentran en la Cartilla Histórica de Ricardo Fernández. No existe profundización en las causas que los gestaron y menos violación de la censura oficial.

 

La novela termina con la aparición y los estragos que hizo la peste del cólera y la muerte de Antonio, más por su dolor de no haber sido reconocidos sus méritos de Comandante General y Salvador de la Patria que por una simple enfermedad.

 



1 Pinto González, Julieta. La estación que sigue al verano. Imprenta Lehmann, San José, 1969

1 Pinto González, Julieta, Ob. Cit., p. 9.

2 La trasformación es nuestra.

3 Pinto González, Julieta. El sermón de lo cotidiano. Ed. Costa Rica, San José, 1977.

 

1 Pinto González, Julieta. El eco de los pasos. Ed. Costa Rica, San José, 1984.

2 Pinto González, Julieta. Entre el sol y la neblina. Ed. Costa Rica, San José, 1986.

 

1 Pinto González, Julieta. Tierra de espejismos. Ed. Costa Rica, San José, 1991.

 

1 Pinto González, Julieta, El despertar de Lázaro. Ed. Iberoamericana, San José, 1994.

2 Pinto González, Julieta. El lenguaje de la lluvia. Ed. Costa Rica, San José, 2000.

 

1 Pinto González, Julieta. Tata Pinto. EUNED, San José, 2005.

1  Pinto González, Julieta. Ob. Cit. pp. 19 y 21.

 

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