La descripción en la novela

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LA DESCRIPCIÓN

 

 

No es un tópico sino una técnica, una manera de resaltar lo más importante de un objeto, un lugar, un edificio, un río, una persona (el retrato) y darle al lector un cabal conocimiento físico de lo que se quiere resaltar. Forma parte esencial de la obra literaria. Resaltaremos su uso, su énfasis y lo resultados obtenidos en nuestra literatura.

 

La narrativa utilizó la descripción a veces en forma abusiva. Novelas como Peñas Arriba (1895) de José María Pereda, le levantó un altar.

 

Definimos la descripción así: Un sujeto de la enunciación presenta ante un Destinatario un uno o varios detalles del sujeto del enunciado (persona, objeto o fenómeno). En todo caso si el sujeto del enunciado se refiere a sí mismo se convierte en sujeto protagónico de una segunda enunciación y cumple el mismo papel que el anterior con respecto a la descripción, solo que ahora lo puede hacer de sí mismo. De esta manera tendremos descripciones de las más variadas de personas (seres representados), de objetos o de fenómenos, etc., todos sujetos del enunciado presentados por él mismo o por otro YO como sujeto de la enunciación (Se) primaria.

 

La descripción está ligada a la necesidad de ver a través del lenguaje, de las imágenes, y por ello mismo utiliza la categoría espacial, mientras que la narración se limita, por lo general ala categoría temporal.

 

Debe quedar claro que la descripción puede aparecer la principio de la novela, cuando se presentan los personajes, al centro y al final de ella. No hay lugar fijo. El otro aspecto que debemos considerar es que hay novelistas que mezclan la narración con la descripción, unas veces favorecen más la primera y otras, la segunda y lo hacen en toda la novela.

 

1.      Un objeto o sujeto + atributo+entorno, ligados por una o más funciones. Este esquema simple de la descripción permite evidenciar la ligazón que se establece entre lo que se describe y la función que desempeña en la historia contada. La descripción persigue que el lector (que no puede ver sino a través de lo que lee) se represente lo más exactamente posible la escena, el entorno, el cuadro, el objeto, el personaje, los gestos, los movimientos, etc., siempre que estos tengan algún detalle digno de destacarse. La descripción forma parte intrínseca de la narración, son dos elementos indispensables del relato. Son las dos partes constitutivas de la novela. No importa cuál sea la forma como se haga, ninguna de las dos puede estar ausente aunque se privilegie alguna de las dos. Lo que sí es posible y se hace con frecuencia es separarlas por momentos, en el desarrollo de la novela, pero actualmente se mezclan en perfecta armonía y el lector social lo ve con naturalidad.

 

La manera de realizar la descripción es tan variada como hay escritores y para todos los gustos, las hay en movimiento, estáticas, inflexibles, con cambios.

 

 

1. El retrato

 

La novela tradicional (monofónica) usó de él sistemáticamente. Los personajes cuando eran introducidos por el Se, eran descritos, presentados, moral y físicamente, de una vez por todas, pues durante el desarrollo de la novela no cambiaban. El autor tenía una idea clara del personaje fija y esto demuestra que no podían aparecer novelas, ni personajes haciéndose. Por lo general, si se trataba de personajes principales (el protagonista), se hacía al principio de la novela y, si eran personajes secundarios, cuando iban apareciendo. Eran novelas de atributos fijos y rasgos incambiables: buenos o malos. Por eso se habla de novelas en blanco y negro. De lo que se trataba era de enfrentar personajes buenos (héroes) con personajes malos, villanos y resaltar las virtudes de los primeros y aniquilar los malos. Típicamente novelas de educación sentimental o moral. Aún hoy se siguen escribiendo novelas de ese tipo.

 

La fórmula del retrato es simple:

 

Sujeto+atributo(s) físicos y morales.

 

"La empleada que nos servía era exactamente lo opuesto a la señora. Ésta, de figura esbelta, largos cabellos rubios, ojos verdes, labios muy finos. Aquélla gruesa -aunque no gorda- cabellos cortos negrísimos, labios anchos y piel oscura."1

 

Se trata de brindar al destinatario una descripción de las dos mujeres, en este caso por contraste; la intención del Se es poner de relieve dos modelos diferentes de belleza: la blanca y la negra, a la vez que resaltar la condición social de amabas: la ama y la esclava, por ello le bastan cuatro atributos: cabellos (rubios-negrísimos), ojos verdes (no señala para la sirviente), labios (finos-anchos) y piel oscura (eufemismo). El retrato de amabas queda suficientemente claro desde el inicio de la novela y la intención de señalar los rasgos pertinentes, los indicados para el logro de un fin: contraste entre dos personas de condición social diferente y de raza.

 

"Era un joven como de veintiocho años, de tez ligeramente morena, ojos y cabellos negrísimos y facciones enérgicas que habrían dado a su fisonomía cierta expresión de dureza, si no la suavizaran la boca sensitiva y la mirada acariciadora.

De regular estatura, fuerte, revelaba en su traje y movimientos esa distinción que solo se adquiere en los salones; y por sus manos bien cuidadas y sus musculosos brazos podía conjeturarse que era uno de los hombres que, sin desentender la cultura del cuerpo, consagran más tiempo a la del espíritu."2

 

Es el retrato de Fernando Rodríguez, protagonista destacado de la novela. Su retrato es completo, tanto en lo físico como en lo moral. Representa el ideal del hombre en boca del Se: la armonía entre lo material y lo espiritual. Este retrato da indicios para obtener información de la novela, ya sospechamos el conflicto principal, su adversario posee lo que podría faltarle a Fernando, completarlo.

 

"Aquel mozo rubio, de facciones napoleónicas, inteligente, instruido y de pocas palabras, con su clara visión de los negocios y sus exactas apreciaciones, se había captado la estimación y el cariño del jefe de la casa, el cual, si bien departía complacido con Fernando sobre temas de su literatura favorita, no dejaba de reconocer la superioridad del americano en punto de ciencias, de negocios, y de números, diciendo para sus adentros, "¡Lástima que en el mundo no haya nada perfecto y que estos dos jóvenes no formaran más que uno!"1

 

Insistir en la exclamación que el Se pone en boca del personaje, es redundante, lo cierto es que el retrato evidencia una escogencia, una intencionalidad que pone de relieve la ideología de este tipo de novelas, los códigos, los valores, los modelos, como en este caso donde al costarricense lo que le faltaba para ser perfecto eran las ciencias, los números y los negocios. Si fuésemos más exactos, lo que le faltaban eran los dólares, ser un empresario, pero bueno y culto, con espíritu noble, leal y es precisamente esto lo que le faltaba al gringo y por ello realiza villanías contra la hija de don Rafael.

 

El retrato permitía a los novelistas justificar las actuaciones posteriores de sus personajes y crear su propio verosímil, sus reglas poéticas. El lector sabía desde el inicio de la novela cuál era el personaje bueno y cuál el malo, de quién provendrían las acciones malas y de quién las buenas; se ligaba emocionalmente con los buenos y odiaba a los malos y a través de ellos amaba, sufría, lloraba, reía o "moría".

 

"Pero antes de seguir adelante, permítame describirles rápidamente cómo es, y qué hace don Marino García, que en adelante desnaturalizo y llamo Marino a secas, y hago constar que en adelante hablaré en presente.

Marino, es un hombre de unos treinta y cinco años, soltero, inteligente no hay  duda, bastante bien parecido, usa patillas a la moda, algo calvo, muy simpático, y de carácter alegre. Pero resulta que Marino, con todas sus virtudes, tiene un tremendo defecto, un vicio terrible. ¿Mariguana? No, definitivamente no, ¿Alcohol? No. Marino no es alcohólico. ¿Homosexual definitivamente nooo? Entonces, ¿qué le pasa a Marino? Bueno, Marino tiene el vicio del juego, es un jugador invertebrado, consuetudinario, de ésos que no juegan los calzoncillos porque nadie les ofrece un diez por ellos, pero que juegan hasta la camisa y el bigote se alguien se los acepta. Triste vicio el de Marino, que poco a poco lo llevó a la ruina y hoy al Hospital San Juan de Dios."2

 

Esta descripción tipo retrato, de Marino, es clásica en la literatura costarricense, sobre todo en la tradicional. Resalta algunas cosa interesantes. Es una novela escrita en 1976, por lo tanto, bastante nueva. Aquí el Se se confunde con el autor y lo mismo sucede con el Destinatario y el lector social. El autor, a través del Se establece un diálogo respetuoso, le da explicaciones y hasta le pide disculpas y permiso para continuar el relato-descripción. Así el retrato presenta un personaje virtuoso, pero con un solo vicio: el juego. Es interesante cómo descarta los vicios hasta llegar al juego, siguiendo la técnica del "afirmar negando", con lo cual se evidencia ante la descripción y deja de ser objetiva para mostrar un Se (parecido al autor) que se pone de manifiesto, se personaliza, se duele de la suerte de Marino, se compadece de lo mismo que narra o mejor expresado, describe. Es el autor costarricense y ésta una de las novelas donde el monologismo se da con mayor evidencia.

 

El retrato puede realizarse individualmente, dando atributos al sujeto, objeto de la descripción por contraste con seres ya presentados o conocidos de la misma novela, por referencia (parecidos) puede ofrecer de una vez por todas a través de todo el relato, actuando, participando, "viviendo". La novela contemporánea (polifónica) no utiliza el retrato único sino el personaje en acción, el que se va haciendo conforme actúa, con virtudes y defectos, ambiguo, polivalente, contradictorio y no precodificado. En otras palabras el personaje-humano.

 

2. La descripción de objetos

 

La descripción e interrelación entre el Se y el objeto del enunciado es muy explotada por la novela polifónica. Por supuesto en la novela costarricense aún se sigue empleando con gran regularidad. Escritores como Alfonso Chase Brenes, Carmen Naranjo Coto, entre otros ha dado los primeros pasos en este sentido moderno pero aún es incipiente la producción de novelas polifónicas en nuestro medio

 

Dice Renato Barllini en el congreso realizado en Palermo, Italia, en 1965, lo siguiente:

 

"Si ya no hay lugar para una alma bella, para una lúcida conciencia que refleje y contraponga en términos ideales la concepción abierta o indeterminista con la cerrada y naturalista y que no deba sostener violentos duelos verbales con los burgueses filisteos o tener dolorosos exámenes de conciencia, sucede que ahora toda esta problemática se materializa, penetra en las cosas, en los gestos, en los comportamientos concretos." (Sub. Nuestro)

 

Si esos son los intereses en Europa, sobre todo en Francia, en Hispanoamérica, surge por esos mismos años la gran historia, el realismo maravilloso, la hipérbole narrativa y la evidencia de los más increíbles acontecimientos, jamás contados y presenciados. No es aquí donde nos vamos a detener a precisar esa novelística, lo que nos interesa es dejarlo patente y tratar de encontrar cuál fue y es la importancia que el escritor de novelas da a los objetos y cuál su funcionamiento en nuestra novelística, con el fin de señalar algunos ejemplos y conocer la manera cómo fue utilizada.

 

Siendo el Sp, el centro de toda la atención de nuestros novelistas, la historia y los acontecimientos, sus ingredientes más destacados, la descripción de los objetos ocupó y ocupa, por lo menos en algunos novelistas de nuestro medio, un lugar importante y ha servido como descanso al relato temporal, como efecto secundario, como apoyo circunstancial pero no como la materia prima, De esta manera el sujeto de la enunciación Se describe la naturaleza, los árboles, los ríos, los cafetales, los potreros, los caminos, los platanales, los trenes, carretas, animales, casas, y las costumbres, todo lo que ve y sirve para destacar las gentes y sus costumbres, los bailes en el Teatro Nacional, las fiestas cívicas de fin de año, las corridas de toros. Pero las cosas, los objetos, sirven de marco, de animación, de colorido, de guía turística a los lectores y en ocasiones cobran más interés que la misma acción de los personajes. En muchas ocasiones sirven de relleno, descanso, como entusiasmo lírico, como frustración pictórica.

 

Los títulos de algunas novelas suelen ser elocuentes. Si quisiéramos buscar títulos donde el nombre fuera un objeto concreto, una cosa, posiblemente nos costaría encontrarlo. Algunos se aproximan: El árbol enfermo, Los leños vivientes, Historia de una banca, Una casa en el Barrio del Carmen, La estación que sigue al verano, A ras de suelo, Los cuatro espejos, Mansión (¿canción?) de mis amores, Las puertas de la noche, Los parques, Final de calle, Breve historia de todas las cosas, La Casona, En la Hacienda, Las huellas del puma, La espada de madera, La ruta de su evasión, El sitio de las abras, Ese que llaman pueblo, Muerte al amanecer, La espina perenne, La noche de los tiburones, Los problemas del gato, Asalto al Paraíso, Cenizas, La joya manchada,  La estirpe del volcán, Esa orilla sin nadie, Si trina la canaria, etc. En realidad los autores tratan de dar nombres "simbólicos"; utilizan los objetos pero en realidad representan a personas o aspectos sociales de los mismos. Esto afirma que los novelistas nuestros se interesan más por las acciones y descripciones de los personajes que la descripción de las cosas inanimadas o los fenómenos naturales.

 

"Veíase detrás de la casa otras construcciones más modestas, las cuadras, establos y demás dependencias de la quinta, y, más lejos, colinas, y planicies cubiertas de lozanos pastos."1

 

La descripción se torna enumerativa, casi paisajista, con el fin de informar al destinatario acerca del lugar y se entere cómo era, qué había y cómo estaba dispuesto, para ambientarlo.

 

"El cielo pega un bostezo y echa afuera la luna. Un lunón macilento, que se bambolea sobre los matorrales. A ras del polvo se ven los troncones quebrados y los cactos con las panzas abiertas. El chorrear del lunón sobre la selva pringa de claridad la armazón espesa. La noche, en el confín suda silencio."2

 

 

Fácilmente se destaca como si fuera un cuadro, como escenario, como expresividad poético-lírico. Es el ambiente que ve el sujeto de la enunciación emotivamente, por ello algunos críticos señalan que el ambiente se presenta según el estado de ánimo de los personajes. Habría que agregar, según el estado de ánimo del sujeto de la enunciación o de quien soporta su punto de vista (¿El autor?) El ambiente es lo que quiere que sea el narrador y es él quien le da la característica de triste o alegre. Es el hombre (personaje o narrador) quien da esa connotación, quien lo ve de una u otra manera.

 

La descripción se hace cada vez que el narrador lo desee  y encuentre necesario teñir el ambiente de elementos que impresione al Destinatario. Por esto señalamos que la descripción, en este tipo de novela, está ligada directamente a la enunciación con una fuerte carga apelativa, dirigida al Destinatario.

 

Alberto Cañas Escalante en la novela Una casa en el barrio del Carmen (1965) describe la casa así:

 

"La casa estuvo situada cerca de donde San José se vuelca hacia abajo en busca del río Torres. Era más vieja de lo que parecía. Construida -en adobes y bahareques- cerca de 1880, y reparada a poco costo varias veces sin alterarle su estructura, su fachada era del gusto predominante en el año 24, pues le había sido reconstruida a raíz de los temblores.

 

 

La casa era ancha y esquinera, llena de ventanas en hilera interminable, con un breve zaguán cortado en dos por un cancel de oscuras y fúnebres maderas, y un patio interior rodeado por la medianera y tres corredores, y sembrado de helechos casi gigantes y de pacayas que eran las reliquias de una época efímera, cuando tener pacayas en el patio era señal de elegancia y buen vivir."1

 

Y sigue describiendo la casa, aposento por aposento, los cuadros, sus silencios, los aparadores, etc. Lo importante es señalar que la descripción de la casa es hecha de la misma manera como si se tratara de un personaje: edad, atributos, virtudes, etc. Luego, en el desarrollo de la novela, lo que interesa es destacar una época que se fue y la realidad nostálgica del presente. La misma descripción se torna nostálgica, evocadora, en contraste con el presente, fue un pasado mejor. Entonces la casa se vuelve símbolo, testigo mudo de esos tiempos en que la clase burguesa (oligarquía) podía disfrutar de las comodidades de los distinguidos y, cómo poco a poco, la sociedad fue llegando a menos (así la casa) por el ingreso de la clase media al ¿poder económico? Con su gusto "mediocre", ¿canallesco? Y la llegada también de la "industrialización" y el "progreso". Pero si se continúa leyendo la novela veremos que todo el relato adolece de nuevas relaciones descriptivas con respecto a la casa. Todo se dijo al inicio de ella y luego ocurren acontecimientos con breves referencias circunstanciales a la casa, tales como el embargo, la venta, etc.

Más se preocuparon los escritores nuestros por la descripción del paisaje. Abelardo Bonilla en su novela El valle nublado ofrece el siguiente modelo que puede ser ejemplo de lo mucho que se explotó.

 

"En el fondo del valle, que comprendía casi toda la Meseta Central, reposaba la ciudad. Parecía que de sus propios suburbios se alzaban las montañas del Norte: el Iraza en un extremo y el Poás en otro. Fernando volvió a sentir el dominio del paisaje. A la derecha e izquierda, a largos trechos, observaba con cierta angustia las casuchas de los peones, a cuyas tranqueras se asomaban chiquillos sucios, panzudos y pálidos; caras miserables de mujeres campesinas, tristes y resignadas. No había color en todo aquello. No había matices. ¿Qué diferencia con el campo europeo! No apreciaba los contornos interiores de su personalidad ante el espectáculo desconsolador. Todo se fundía en una sola masa, real y subjetiva al mismo tiempo, que tomaba color de miseria. El color de aquel montón de brozas putrefactas de café, que vio con asco y asombro al lado del río. Más adelante, la carretera pavimentada y bordeada de cipreses le dio una impresión más pesimista. Lo mismo de siempre -pensó-. Lo improvisado. La mezcla de lo primitivo y de lo civilizado, de lo grandioso natural y lo pequeño humano. La ciudad en Europa tiene un carácter geométrico y reposado, técnica y cultura, y el campo la sigue dócil, conquistado también por el esfuerzo del hombre. La ciudad en América es un intento contra la naturaleza, que aún no ha llegado a cuajar. Fernando había sutilizado allá, en climas extraños, el reverso de la tierra y de la patria en la nostalgia de la montaña, de la poza en que se bañaba al robar con sus compañeros algunas horas calurosas a la escuela, de la primera novia, del cielo eternamente azul y de la grama eternamente verde, que iluminaban sus días grises. Pero esto que ahora miraba era muy distinto."1

 

No vamos a comentar la visión del campo costarricense y las comparaciones con Europa, las alusiones a lo que se entendía por civilización, los valores destacados, lo feo y lo bello, eso se deberá hacer en otra ocasión. El ejemplo es claro de lo que ha sido el tratamiento del paisaje aunque la visión cambie conforme cambia el autor. En la novela Los pantanos del infierno (1973) de León Pacheco, hay una descripción de este mismo viaje, así como en la novela de Gerardo C. Hurtado, Así en la paz como en la muerte (1975). Remitimos al lector para que observe el contraste entre los tres escritores antes citados, con respecto al punto de vista y su valoración de un mismo lugar.



1 Duncan Moodie, Quince. Los cuatro espejos, p. 21.

2 Gagini Chavarría, Carlos. El árbol enfermo, p. 40.

 

1 Ídem, p. 41.

2 Fernández, Mauro. Historia de una banca, pp. 23-24

 

1 Gagini, Carlos Op. Cit. p. 17.

2 Cañas Marín, José. Infierno Verde, p. 99

 

1 Cañas Escalante, Alberto. Una casa en el barrio del Carmen, pp. 9-10.

 

1 Bonilla B., Abelardo. El valle nublado, pp. 58-59.

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 23 de Septiembre 2009 6:59 PM.

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