Rafael Cuevas Molina

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RAFAEL CUEVAS MOLINA (guatemalteco)

(1954)

 

 

Rafael Cuevas Molina nació en Guatemala el día 01 de enero, en el año 1954, Es de profesión filósofo. Llegó a a Costa Rica en el año 1983, proveniente de Venezuela y Rumanía, donde vivió varios años y estudió filosofía e Historia. Ahí obtuvo el  grado de Magister. Antes, en los años 1974 y 1976, había vivido en Costa Rica. Es el período más violento en Guatemala, después del huracán y el terremoto. En nuestro país encontró trabajo en la Universidad Nacional, tanto en el Departamento de Filosofía, como en el Centro de Estudios Generales y en el IDELA que es donde labora actualmente. Es casado y tiene cuatro hijas. También se dedica a la pintura y al dibujo. Es directivo del editorial EUNED.

 

Ha publicado en revistas variados ensayos sobre diferentes temas, sobre todo políticos.

 

 

LO QUE HA ESCRITO RAFAEL CUEVAS MOLINA

 

NOVELA

 

1. Vibrante corazón arrebolado: 1998

2. Al otro lado de la lluvia: 1998     Fue finalista en un certamen de EDUCA en 1976

3. Los rastros de mi deseo: relato de amor intenso: 2000

4. Pequeño libro de viajes: 2003

5. Recuerdos del Mar: 2004

6. Una familia honorable: 2008

 

POESÍA

 

1. Crónicas del centro que resplandece: 2004

 

La primera novela que escribió Rafael Cuevas Molina la llamó Vibrante corazón arrebolado y la publicó en el año 19981

 

Es una novela de evocaciones, de recuerdos, de imágenes. Novela circular, diseñada por tres imágenes relacionadas con el tiempo y el espacio social, desde una perspectiva emotiva, psicológica, individual. La imagen más importante es la que inicia y cierra la novela y se evoca en el tiempo mítico. Se trata de un niño en el corredor, en cursiva, a los pies del padre y frente a su madre, de pocos meses de edad, aún no camina, en el mismo inicio de la vida. La imagen se extiende, poco a poco, a una puerta-cárcel de madera con vidrios esmerilados, la intuida segunda planta, y vista desde fuera de la casa verde, esquinera, con un corredor, cerca del mar. Esta imagen, también mítica es gris, borrosa, sin contornos definidos, pero recurrente, reiterante, imborrable. Es como una ventana que evoca, no solo el tiempo del conocimiento mítico a través de las imágenes, sino el espacio primigenio de la naturaleza viva, arrolladora,, virgen, inviolable. El verbo de esta situación inicial a través de esta imagen es SER, desde la posición de un adulto, evocado desde ese presente biográfico, el inicio de su vida, a través de las imágenes. El espacio social es simple, natural, pacífico, una familia corriente en armonía con la naturaleza.

 

La segunda imagen evocada llega a través del sueño. Dos mujeres (abuela e hija) donde la segunda,  cuenta los sueños a la primera. Mata a su esposo, a sus hijas y se mata ella también en medio de la locura. El espacio es el cuarto, con ventanas cerradas, sin aseo, olvidado y la cama llena de muñecas y otros juguetes. Un reloj de péndulo en la sala. Ya el niño tiene cerca de cuatro años. Es una imagen profética. Seguidamente se abre la tercera imagen, el abuelo, jugando solitario sobre la cama, oyendo rancheras y el bus de las dos, violando el silencio de la imagen. Es la llegada del progreso, de la comunicación y da el nombre del lugar: Barrio de la Recolección de Guatemala.

 

Luego comienzan a presentarse algunas imágenes que codifican la historia como un mural: la casa, el niño, su padre, el pueblo, la playa y el mar, dentro de una escena campesina y su vida cotidiana. Este es el primer mural de la novela. Se abre el proceso de nuevas imágenes biográficas, el niño que camina por el pueblo y juega con el aro de una bicicleta, descubre la naturaleza, los volcanes y sus erupciones. Es una especie de lugar ameno, positivo, mítico, sin miedos ni temores, prístino.

 

Pero llega el momento de visitar el afuera, el exterior, el llanto, la tormenta, el miedo, el hambre, de la destrucción de la naturaleza. Empieza el proceso de formación, de posesionarse del más allá de su individualidad, del salir, del acto de la iniciación, de la posesión de la realidad social, del llegar a la ciudad, al campamento del dolor, del odio, del miedo, de la corrupción, de la hediondez, de la cárcel, de la violencia, del estiércol, del basurero como lugar de vida y alimento de los desposeídos. Su padre lo lleva a contemplar ese tétrico espectáculo. Entonces se abre la imagen de los indios y la conquista. Son pocas pero ofrecen suficientes elementos pictóricos  para saber cuál fue el resultado de la conquista. Es la imagen tremenda del basurero y ellos buscando en él el alimento para no morirse de hambre, huérfanos, pobres, sin nada, poseedores únicamente de su misma miseria. Algunos, trabajando de peones de gamonales o cuidando quintas, en las orillas de la playa, como sirvientes, callados, doblegados, amansados, destruidos, enajenados, como residuos testimonios del despojo humano, en aras de un dios con minúscula. Hasta aquí llega el tiempo mítico. Es la imagen central del niño en el corredor, en el primer nivel, luego el pueblo y la naturaleza, en el segundo plano y como tercera imagen, la ciudad y el desposo del origen de Guatemala.

 

La segunda imagen se abre en el tiempo cronológico, racional, y pertenece a un pasado más cercano al narrador adulto. Es el viaje a Rumanía, en septiembre y el encuentro con Leonidia. Es la imagen del amor, la entrega, la unión, en el verano, sentados a la orilla del lago. Desde ahí se abren todas las imágenes secundarias. La llegada de Leonidia, joven argentina de diez y siete años, su soledad, , su asombro, sus fríos, su adaptación al medio ambiente. Son imágenes relacionadas con las cuatro estaciones y los colores de la naturaleza, llenas de olores, sabores y sensaciones. Se miran, se llenan de amor, se complementan, se entregan sin límites y brota el fruto del vientre de ella. Hasta se toman una foto para el álbum de recuerdos. Es la imagen arrebolada.

 

Luego llegan las noticias de sus patrias, casi siempre positivas, hasta que aparecen los Heraldos Negros (Vallejo), la muerte de su padre y los hechos sangrientos que destruyen a su patria. Nacen los ideales alrededor de la hija que se espera, Gabriela y aparecen las utopías, los estudios y siguen llegando las noticias buenas y al fin se planea el regreso de los tres, juntos, esta vez.

 

Nuevamente se inicia el viaje de regreso (1978) bajo el gobierno de Lucas García, pero no a sus patrias respectivamente sino a un lugar distinto, fuera del alcance de la destrucción, de la guerra, de la muerte, del poder militar, posiblemente en Venezuela (o ¿Costa Rica?), con terribles aguaceros e inundaciones, de campesinos huraños y desconfiados y desde ahí reciben la noticia d la desaparición de su hermano (de él), del terror, de la tortura, de la muerte:

 

"Las anchas heridas del corazón arrebolado fueron surcadas por el viento, y en ellas se incrustaron las pequeñas partículas que generalmente arrastran"1

 

Es el tiempo histórico de la guerra y sus atrocidades, del odio y de la muerte, del dolor y el desaliento.

Pero con el paso del tiempo se abre la tercera imagen que cierra la novela y la une con el inicio. Son los tiempos de paz, de esperanza, de vuelta a las raíces, de la identidad, del regreso a sus orígenes, de la ofrenda, de la reconciliación, del reencuentro. Es la imagen de cierre con la madre, sentada en el borde de la cama que muere a los noventa y cinco años, en la misma casa y el mismo barrio, cuando el reloj marcaba las nueve de la noche. Ya la imagen de la casa es otra, el cambio, a través del paso destiempo, y los acontecimientos han dejado la huella. Al volver, cierra la novela, ya no están en el Barrio de la Recolección de Guatemala.

 

Repetimos: es una novela en tres actos escénicos: niño-imagen, joven-amor y adulto-regreso, esperanza, tres retablos de un mismo mural. Es la formación de un hombre (el narrador adulto) a través de las imágenes-vivencias, de tiempos, mítico, ligado a la naturaleza, virgen, histórico, ligado a la guerra y cronológico, así como psicológico, del amor y la esperanza. Novela poética, pictórica, llena de recursos literarios manifestados con imágenes sensoriales, del ver, sentir, evocar, contemplar, amara.

La tercera novela de este autor la llamó Los rastros de mi deseo: relato de amor intenso y la publicó en el año 2002.1

 

Es una novela de amor, pero no de triángulo amoroso sino de búsqueda, de posesión, interioridad, de impotencia por no poder penetrar en la esencia de su amada, de conocer su ser más allá de lo visible, de lo sensorial. Sin sospechar, el hombre-personaje anhela poseer el ser de ella, y con ello aniquilarla, robarle su libertad, su ser. La unión perfecta que configura una supralibertad y un supraser, no existe. El amor de dos conlleva la pérdida parcial de libertad en ambos lados pero nunca la libertad absoluta, porque ello traería consigo la muerte del ser, su propia destrucción y éste es el camino de la relación establecida entre ambos. Él lucha por poseerla totalmente, más allá del ser aparente, en su esencia, en sus secretos e interioridades de tal manera que ni ella tiene conciencia que existan y por ello se ríe y entrega todo lo que posee, su cuerpo, su placer, sus mimos, su felicidad, su conciencia. No esconde su interioridad intencionalmente, racionalmente, ni siquiera para protegerse del aniquilamiento sino por una fuerza interior que va más allá de su propia racionalidad.

 

La novela, al igual que la anterior, se desarrolla, desde una perspectiva superior, de adulto. Desde ahí se abre un solo proceso y una sola voz, la del marido de Clara. Viaja desde diferentes ángulos del tiempo, hasta los encuentros, las visiones, las posesiones, las entregas, las vivencias y sobre todo la relación con su esposa, que es el eje principal del relato. Esta perspectiva es yoísta, egocéntrica. Anula toda posibilidad de es cuchar otras voces, a no ser a través de ella. Si bien es cierto, es más expresiva, lo que en este aspecto gana, lo pierde en objetividad, en pluralidad, en concierto de voces. Se vuelve muy mediatizada y relativa. Por ello, en la novela, se conoce lo que esta voz omnisciente, desde atrás y arriba, expresa, cuenta, ve, sin poder conocer otras voces que pasan anónimas o mediatizadas por ese yo absoluto. No sabemos casi nada de la esposa dicho por ella, con independencia, sino lo que el marido intuye, cree, piensa, escoge. De todas maneras es su libertad el escoger lo que desea dar a conocer. Por ejemplo, nunca hace una sola referencia a la madre y la vida de la esposa, ambas carecen casi de historia, salvo referencias escuetas a viajes al Río de La Plata. Solo, al fina, brinda la imagen de los padres de ella, ya muy ancianos, que justifica el proyecto de su esposa, el único que se conoce fuera de los límites establecidos por el marido, de asistir a los desvalidos para encontrar un espaacio propio de vida.

 

Toda la relación amorosa, erótica, de los esposos, gira alrededor de la posesión de él sobre ella, su entrega incondicional, sin reservas. Él es como un secante que trata de absolver toda la sabia de su esposa. La acapara, la mima,, la llena de regalos,, la atiende, penetra en ella hasta llegar al útero para conocer sus secretos, su origen, su inconsciente. Para algunos teóricos, esto es edípico y la aniquilación propia en la otra, conlleva a una doble enajenación que llaman, y no necesariamente las feministas, machismo. Es la pérdida de la libertad casi absoluta. Al final de la novela, los viajes nocturnos de la esposa hacen enloquecer al marido y lo llenan de dudas, de celos, de impotencia, hasta que descubre que no es un amante o varios los que tiene su esposa sino que visita a los desvalidos.

 

"Siempre peleé por estar dentro, por ser el primero en llegar en donde recibís y almacenás esperma. Desde ese sitio ignoto ubicado en las entrañas de tu cuerpo venzo al olvido, a la cambiante dialéctica en que me inscribo, que me acarrea de un lado a otro y me termina, ineludiblemente, en un lugar en donde transitaré sin vos y sin tu cuerpo"1

 

La relación cada vez se vuelve más acaparadora, asfixiante, por parte de él. Ella no tiene voz y parece conforme con la vida sexual y la posesión corporal del hombre y esconde siempre sus enigmas que se mantienen fuera de la posesión de su marido pero nunca se sabe la verdad porque es él quien habla por ella. Lee sus gustos, y la complace en todo, hasta en las mínimas cosas, la llena de aretes, objetos de barro, viajan como huyendo de algo y viven en los trenes y aviones, recorren el mundo como queriendo devorarlo pero existe cierto grado de frustración, de desarraigo, de impotencia. Se desgranan las imágenes de su pasado, se hacen alusiones biográficas, recuerdos, evocaciones, lugares, construyen una casa en el campo y viven como en un remanso de paz, tal vez divorciados de la realidad circundante que, sobre todo él, le aturde, le fastidia, pero siempre existe un algo inalcanzable en él. No logra poseerla totalmente.

 

La novela cierra como una síntesis con el descubrimiento, por parte del marido, que la mujer no lo engaña sino que ha abierto su propio espacio, su proyecto, ha hecho uso d su libertad, sin comunicárselo a él, asistiendo a los desvalidos, los pobres, los niños. Es el complemento a la función de ser madre y mujer.

 

Es una novela que invita a reflexionar y sobre todo a comprender las relaciones entre dos individuos, sean éstos, hombre y mujer o entre pares de igual sexo. Nadie puede se feliz enajenando al otro, negándolo, poseyéndolo, aunque renuncie a su ser mismo en esa posesión. El yo no puede ser en el otro sino creando con él y para ambos, su libertad. La unión debe ser para establecer una libertad superior que comprometa a ambos pero sin perder absolutamente la libertad individual y menos eliminando al otro, privándolo de espacio, de realización. El disfrute debe ser compartido, la posesión mutua, los proyectos, a veces suelen ser idénticos para los dos pero cada quien tiene y debe tener, el derecho a sus propios proyectos con entera libertad, siempre y cuando no vayan en detrimento de la voluntad superior establecida por ambos. Siempre se ha dicho que hay amores que matan y esa podría ser una buena síntesis de una relación enfermiza, egoísta, impotente, enajenante, y suicida. Se es feliz en la felicidad mutua y en la libertad plena del disfrute de nuestras posibilidades, con o sin el permiso del otro. La esfera de mi ser, no puedo ofrecerla al otro porque sería hipocresía decir que no se espera nada de él. En primer lugar porque violenta al ser que recibe la ofrenda, su libertad de escoger y aceptar y por otra parte, porque siempre se espera algo del otro, por lo menos, el amor incondicional de ese ser amado. No existe entrega sin precio.

 

Pienso que la novela ganaría posibilidades mayores si el autor concediera voz propia a los personajes, independencia, libertad, si ellos estuvieran fuera de su alcance determinante.



1 Cuevas Molina, Rafael. Los rastros de mi deseo: relato de amor intenso. Ed. UNED, San José, 2002.

1 Cuevas Molina, Rafael. Ob. Cit., p. 56.



1 Cuevas Molina, Rafael. Vibrante corazón arrebolado. EUNED, San José, 1998.

1 Cuevas Molina, Rafael. Ob. Cit., pág. 94.

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2 Comments

Estimado Benedicto:
Gracias por tu atinado comentario de mi novela.
Muchos abrazos.

Hola Rafa,

Me alegra haber compartido contigo un trabajo de investigación sobre la Integración Centroamericana, parte de ese utopía de tantos que como Boff esperamos construir un mundo posible donde quepamos todos y todas...

Las relaciones de pareja y la sexualidad como la expresas en tus novelas, son temas complejos pero tambien simples, parte de la vida cotidiana donde todos aprendemos sin saber, no se ocupan estudios ni conocimientos biocientìficos del cuerpo humano..simplemente sentir, amar y sincronizar nuestra mente, cuerpo y espìritu para lograr alcanzar nuestra felicidad junto con quien amamos y es parte de nuestra naturaleza..

Gracias por compartir, un abrazo,

Carmen Camacho
Gracias por su comentario Carmen

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 14 de Agosto 2010 11:28 PM.

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