Virgilio Mora Rodríguez 1

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VIRGILIO MORA RODRÍGUEZ

(1935)

 

 

Virgilio Antonio de Jesús Mora Rodríguez nació el 09 de octubre de 1935 en Desamparados, Goicochea, cantón de San José. En la escuela de ese lugar realizó sus primeros estudios, mientras que la secundaria la llevó a cabo en el Liceo de Costa Rica. Es divorciado. Antes de iniciar la carrera de Médico, en la Universidad Autónoma de México, trabajó en el extinto Banco Anglo Costarricense. Se graduó como médico en dicha universidad en el año 1956.

 

Después de haberse graduado, regresó a Costa Rica y trabajó en el Hospital Psiquiátrico Chapuí, como residente y luego en la Caja Costarricense del Seguro Social. Años después se marchó a Los Estados Unidos de Norte América, donde reside permanentemente. En ese país se especializó en la rama de Neurología, en La Washington Universy, en 1965.

 

Actualmente trabaja en un hospital de New York, como psiquiatra, y asiste a talleres literarios con el fin de aprender mejor el arte de escribir. Dice de sí mismo:

 

"La vida mía es como la de cualquiera, con muchos ratos de alegría, muchas tristezas, muchas frustraciones, muchos muertos, muchos nacimientos, muchas cervezas, muchas noches agradables, muchas noches desagradables, y mucha soledad."1

 

Virgilio ha escrito obras en diferentes géneros, cuento, poesía, teatro pero sobre todo novelas. Aunque en Costa Rica, por lo menos oficialmente, se le ha mantenido inexplicablemente en el anonimato, pues es un novelista que ha sobrepasado las fronteras formales y tradicionales del paradigma monofónico de la novela y se ha inscrito en la cúspide de la innovación técnica del género, en nuestro medio y fuera de él, tal y como lo veremos en la obra objeto de este estudio. Es la novela Cachaza, la que le da a conocer como novelista.

 

 

LO QUE HA ESCRITO VIRGILIO A. MORA RODRÍGUEZ

 

NOVELA

 

1. The Grandfather: 19742

2. Cachaza: 1977

3. De su historia hace mucho...: 1985

4. La Película: 1991

5. Los problemas del gato: 1996

6. A Flote: 1996

7. La loca Prado: 1998

8. Mano a mano: 1998

9. Memorias de un psiquiatra: 2005

10. Enfermedad Mortal: 2009

 

CUENTO

 

1. Nora y otros cuentos: 1985

2. La distancia del último adiós: 1994

 

4. Kpukta Kvikda: 2002

5. Hiroshima: 2003

 

TEATRO

 

1. Nora

2. No thing call

 

La primera novela que aparece con el nombre en inglés The Garandfhather y que publicó en 1974 no la conocemos y no la hemos encontrado ni en inglés ni en español. No sabemos siquiera si es una novela.

 

Cachaza, publicada en  19771 es la segunda novela de Virgilio Mora Rodríguez.

 

Es la narración de las miserias de un personaje: Cachaza, contada por él mismo. Narra su vida en el Asilo Chapuí, La Penitenciaría y los alrededores del Mercado Central.

 

Cachaza, desde muy  pequeño presenció la muerte de su padre en manos de los revolucionarios del levantamiento de 1948. Estos irrumpieron  en su pobre casa y obligaron a su padre a cavar un hueco para que le sirviera de tumba, después de que lo mataran. Su delito consistía en haber forrado su casa con las fotos del candidato contrario, para cubrir las rendijas y evitar que su hijo Cachaza, se enfermara. Muerto su padre, el hijo huye de Los Prados, su pueblo natal y pasa a formar parte de los vagos  y pordioseros del Mercado Central. Ahí aprende el oficio de vagabundo y pasa luego a la Penitenciaría, por no poder pagar los diez céntimos que le cobraban  por el uso del servicio sanitario; tiene que defecar en presencia de un muchacho y lo acusan de vicioso y degenerado. En la Penitenciaría aprende a fumar marihuana y conoce toda clase de rufianes. A su salida, comienza nuevamente a robar lo necesario para comer, y vive la clásica vida del vagabundo de la ciudad. Toma licor y visita los parques, el mercado y se hace acompañar por rufianes. En una ocasión ve una mujer muy parecida a su madre que sale de una cantina con rumbo a un hotelucho; la sigue y muy furioso golpea a la mujer. Esta rueda  por las gradas y muere. Este es el hecho, quizás que lo hace ingresar al asilo. Ahí recuerda algunos acontecimientos de su vida, pero por sobre todas las cosas describe las barbaridades que ocurren en ese centro de salud. A pesar de que no habla y pasa por mudo, goza de gran lucidez y no pierde detalle de lo que ve, oye o presencia. Así muestra todos los hechos que rodean a los personajes habitantes del asilo. Se presenta como un paciente viejo de estar ahí pero sano de cuerpo y sin la menor intención de salir del lugar, por no tener a dónde ir. Por ello prefiere no hablar y disimular que comprende mejor que nadie lo que está ocurriendo en el hospital. Ayuda al doctor Montuno con la máquina de electrochoques, lava el carro a los médicos, hace mandados, borra la pizarra los días de presentaciones de casos, y goza de la simpatía de las enfermeras, auxiliares y médicos del plantel. Ellos lo utilizan para diversos trabajos como limpiar y ayudar a bañarse a los pacientes que no pueden hacerlo por sí mismos.

 

Este punto de vista privilegiado permite al autor penetrar en la historia y la vida cotidiana del hospital. Así se muestra el abandono en que viven los enfermos, la ignorancia de los médicos, las enfermeras jugando a doctores con los locos, la irresponsabilidad del personal, tanto médico como auxiliar. Ninguno trabaja  las  ocho horas, unos  tienen una cantina y pasan más ahí, que en el hospital, otros visitan más el bar México, que los enfermos; les interesa más un partido de fútbol que la vida de un paciente, toman licor en el asilo y duermen las borracheras ahí mismo, a vista y paciencia del Director que nunca está y menos atiende a ningún enfermo. Por otra parte, en forma descarnada, se describe la vida de los locos, sus verdaderas necesidades, tanto afectivas como de alimentación que poco a poco, tras ser llevados a los electrochoques y ser drogados inmisericordemente, van perdiendo su identidad y se convierten en vegetales,  en seres peores que animales, sin que nadie se preocupe por lo que en ese centro de salud está pasando. Viven como cerdos en charcos de excremento, comiendo lo mismo todos los días. Mientras que los médicos y residentes se dan la gran vida, comen bien, tienen a las secretarias como amantes, son bohemios y viciosos y sobre todo irresponsables y deshumanizados.

 

Un día Cachaza decide ocultarse debajo de la  cama de El Viejito y pasa ahí los días sin ser visto ni molestado por nadie. Después de muchos días, lo encuentran, gracias a un perro, hecho un puñito de huesos, desnutrido, peludo, con piojos y envuelto en sus propios excrementos. Poco a poco vamos conociendo los diversos  pabellones del hospital: aislamiento, Prestinari, Comedor, etc. y más calamidades, sufrimientos, abandono de los enfermos. Se hace un paralelismo entre el Chapuí y la Penitenciaría y no se encuentran  casi diferencias y cuando las hay, sale ventajosa la Penitenciaría. La historia termina cuando el 24 de Diciembre, Cachaza  que ha mudado al Viejito para que asista  a la fiesta de Noche Buena y se ha peinado y puesto una corbata vieja, aunque descalzo, ve partir al Viejito rumbo al  hospital San Juan de Dios, enfermo y casi muerto: un médico descubre, por primera vez y después de muchos meses de estar ahí, que, el Viejito, tenía  un tumor cerebral. Cachaza no resiste la separación y grita desesperadamente que no se lo lleven, hasta tanto no reciba sus visitas: sus padres. En su desesperación, habla, grita, y se enfurece. El resultado es predecible. Se lo llevan y, poco a poco, bajo los fuertes electrochoques y las pastillas diarias y la poca comida, la mala atención, van convirtiéndolo en un loquito más, en un vegetal, en un ser, sin identidad, en un deshecho humano, en una noche de paz.

 

La novela, no sólo evidencia un mundo lúgubre, descarnado, crudo, sino que pone al descubierto las causas sociales de la locura, el abandono a que son sometidos estos pacientes por sus familiares y por quienes paga El Estado, para que sean atendidos correctamente y no lo hacen. Es la representación gráfica de nuestra sociedad, nuestros valores degradados. Un hombre que se ha deshumanizado y que vive de las apariencias, de los vicios y de las futilidades; para quien la vida de un semejante deja de tener sentido por el simple hecho de carecer de apellido reconocido y aún aquellos que teniéndolo y con  dinero, son abandonados por sus familiares por vergüenza social. Las aspiraciones materiales han cobrado más valor que los mismos seres humanos. El hombre se ha embrutecido y es víctima de sus mezquindades, de sus pasiones. Por eso los médicos hacen gala  de su ignorancia, ni siquiera saben  escribir correctamente sus nombres, su cultura es la del guaro y el fútbol, las amantes y los excesos del sexo. A lo sumo ven a los pacientes como conejillos de indias para fantasear seudo científicamente con otros colegas. Tienen varios trabajos y lo único que les preocupa es el sueldo y sus "pachangas".

 

Novela contemporánea, de trazo simple, sin complicaciones en su estructura, pero profundamente desgarradora. El lenguaje sirve de elemento unificador y juega un papel importante en el efecto directo hacia el lector social. La vida  de los personajes  sin nombre, los triviales, cobra  magnitudes sobresalientes, a través del punto de vista que adopta  el narrador. No hay afán moralizante, opiniones sensibleras del narrador-autor, sino descripción y narración  de hechos que hablan por sí mismos. Es denuncia de una situación social, no pasada, acabada, y por lo tanto superada, sino presente,  profundamente presente, en nuestra sociedad deshumanizada, hoy como ayer o más que ayer. El Asilo Chapuí de la novela puede ser distinto, al real de hoy y éste puede haber cambiado las condiciones sanitarias y quizás sus métodos empleados a los pacientes, pero los males sociales de nuestro sistema político y económico que provoca el estado depresivo o esquizofrénico de los pacientes, aún sigue vigente. Los hechos que narran los internos de los hospitales nacionales, por  irresponsabilidad o mala praxis de los médicos, siguen alarmando a quienes la sufren. Pero sin duda alguna, los fenómenos más importantes que denuncia esta novela, aún tienen vigencia: la deshumanización de nuestra sociedad, la corrupción moral y política, la pérdida de valores (positivos) en el hombre de hoy como ser social e individual, la materialización  y masificación sociales, la alienación del individuo, todos estos factores, hacen que nuestra sociedad se presente como enferma. En pocas palabras, la violencia institucional, social y política del hombre contemporáneo son temas que no han dejado de tener vigencia.

 

La tercera novela de Virgilio Mora Rodríguez la llamó De su historia hace mucho... y la publicó en 1985.1

 

Es una novela relativamente corta. En ella plantea la problemática social de un pueblo, como tantos, de nuestro país. Se vale para ello de un narrador- autor testigo que da la palabra al doctor Monzones para que narre la historia de una epidemia de gonorrea que sufrieron los habitantes de ese pueblito josefino llamado Los Prados y que se ubicaba cerca de la Penitenciaría (La Peni). Este hecho permite al autor, a través de los personajes, sobre todo el doctor Monzones y  Juanita Jiménez, describir en algunas ocasiones, o simplemente ver lo que sucedía en ese pueblo. Establece acertadamente un contrapunto entre el fútbol, las elecciones presidenciales y la peste de gonorrea. El lector entonces asiste a un mosaico de escenas, donde se desnudan los vicios de los políticos de turno y sobre todo, lo más importante, los profesionales, en este caso  de la medicina, que sin respetar su juramento, se convierten en cómplices de los políticos de turno, para realizar toda clase de actos inmorales y disfrutar de su poder político en beneficio de sus intereses. Estas tres estructuras de consolación: el fútbol, la religión (desde el punto de vista supersticioso, dogmático y oportunista) y la política, vista como una fiesta superficial y orgiástica, donde no importa quién gane, pues los problemas sociales del pueblo, seguirán siendo los mismos y  las respuestas de los políticos de turno, no importa cuál sea el partido en el Gobierno, serán las mismas, se ponen al desnudo en esta novela.

 

A pesar de su poca  extensión esta novela abre una panorámica de la corrupción política de  la sociedad que desenmascara.

 

La mujer que sirve de contaminante de todos los borrachos del pueblo no tiene nombre y fue presa por el Jefe Político para que sirviera de prostituta en la cárcel de todos ellos, contra su voluntad, para ganarse un dinero y poder mantener sus vicios. Pero ello no es lo más descarnado de la novela sino los oídos sordos de las autoridades de salud y el propio Ministro que en su lucha por ganar unas segundas elecciones, intimida al doctor que trata de conseguir las medicinas mínimas para curar al pueblo infectado.

 

Podría pensarse que esta novela debería haberse escrito en el período naturalista, por su temática y crudeza, por la fuerza en la denuncia y por el determinismo de los males sociales y las víctimas: los pobres y desheredados. Lo cierto es que tanto la temática como  la desnudez de esos males siguen siendo vigentes en nuestro país. Buscar, para representar personajes a profesionales corruptos que se prestan a los más bajos intereses personales y aprovechan su poder político para realizarlos, hoy está más que vigente. No sólo entre los médicos sino en todas las profesiones. ¿Habrá un abogado que denuncie la inmoralidad en esta profesión? Desde luego, desde un punto de vista literario, para no sufrir sus consecuencias y, ¿Qué decir de los políticos en los Centros de Educación, los sindicatos, los ministerios, etc.?

 

Desconocemos cuánto conoce Virgilio  Mora Rodríguez de las técnicas narrativas y de los alcances del lenguaje literario. Lo cierto es que esta novela corta escapa al documento y el relato periodístico. Sin ser un dechado de virtudes literarias es digna de leerse y ocupar un puesto importante en las letras nacionales.

 

La cuarta novela de Virgilio Mora Rodríguez la llamó La Película y la publicó en 1991.1

 

Magnífica novela. Está narrada desde una perspectiva de primera persona pero se utiliza la técnica del cine para obtener simultaneidad escénica y evitar el continuo traslado del tiempo y la intervención del narrador, explicando al lector los cambios temporales. La cámara se encarga de captar a los personajes y sus actuaciones, no solo en diferentes tiempos sino en espacios también diversos. Lo mismo sucede con la radio y la audición periódica  del horóscopo, como otro elemento de consolación codificado. Los puntos de vista presentados por la cámara, no obstante mantienen un mismo ángulo de referencia, el del narrador-autor que se incluye, al final en el relato e interviene en el mundo narrado, con el nombre del Doctor Mora y trabaja en el mismo hospital que la esposa de Cedeño, ambos personajes protagónicos de la novela.

 

Otro aspecto digno de destacarse es que al final de la novela se descubre una especie de poética novelística muy importante. El autor Mora y la Doctora, protagonista de la novela discuten sobre los manuscritos del doctor y le hace algunas observaciones, tales como la muerte de ella en la ficción, asesinada por su esposo. Entonces Mora le contesta:

 

"Me había sentado a escribir mi ficción a la luz de los problemas que confrontaba la doctora con su marido, hacía más o menos un año. Sin embargo, súbitamente, una madrugada cuando escribía, los personajes se habían independizado, convertido en entes diferentes a las personas que debían representar."2

 

La novela se desarrolla New York, EUA. Es la vida de una pareja, dos doctores y sus relaciones entre ellos, los pacientes y algunas autoridades de los hospitales respectivos. Ella, con ancianos y él, con enfermos mentales y de otras especies, alcohólicos, prostitutas, drogadictos, etc. Los dos centros son cercanos. La relaciones entre la pareja, Tulio, un cubano de 75 años y ella, una doctora con cáncer terminal, calva y sin un seno. Tienen un hijo, Tulito, casado y que vive lejos de ellos, en distancia y comunicación. Las relaciones de esta pareja son traumáticas, de irrespeto, de maltrato, de intolerancia, de pleitos diarios: una especie o mezcla de sado-masoquismo. Su trabajo, en estos centros permite conocer una sociedad llena de vicios, enfermedades, necesidades, frustraciones, miserable, de seres que son víctimas de una sociedad corrupta, de consumo, materialista, impersonal, egoísta, abandonada por unos y otros, políticos y autoridades. Se describe crudamente y se presenta como un mundo maravilloso oscuro, subterráneo, increíble, tal y como si fuera una irrealidad truculenta que ni siquiera el tremendismo fue capaz de presentar pero que es terriblemente real y rodea nuestros hogares, no ya los suburbios de la metrópoli de Estados Unidos.

 

Es muy importante señalar que esta novela es un grito angustioso contra el maltrato de la mujer, no solo por su compañero sino por la sociedad, la religión y las instituciones, sociales y legales. Es una voz de denuncia que se une a tantas que claman por justicia, igualdad de oportunidades y tratamientos iguales ante la ley y las relaciones interpersonales que la ha esclavizado desde los orígenes de la humanidad, con, o sin su consentimiento.

 

La quinta novela la llamó Los problemas del gato y la publicó en 1996.1

 

Es una novela de ciudad, monofónica pero desde una perspectiva cercana al punto de vista de ambos esposos Amara y  don Bilo, padres de Manuelito que estudia medicina en México. En realidad el punto de vista se mantiene, casi en toda la novela, salvo en algunas ocasiones que se deja narrar a la señora Amara, desde la perspectiva de don Bilo. Se desarrolla en la ciudad de San José, en un barrio pobre y tiene como escenario la pulpería de los viejos, en tiempos de don Mario Echandi, cuando era presidente de la República, de 1958 a 1962.

 

La historia es simple. Los viejos se sacrifican, sufren pobreza, casi no pueden trabajar, no tienen dinero ni para pagar las cuentas indispensables que cubran sus necesidades primarias y, a pesar de ello, envían, mes a mes, el dinero a Manuelito para que pueda graduarse como médico. Al final de la novela Amara muere de soledad, de tristeza, de impotencia, de presentimientos, de ignorancia, de enfermedades mentales, de suposiciones, víctima de un ataque de nervios y de miedos y males achacados a una vecina, sin saber que su hijo nunca estudió y que el dinero que ellos le enviaban lo gastaba en licor.

 

El éxito de la novela radica en la forma de la narración, la tensión conflictiva de la rutina, la atmósfera asfixiante que logra crear alrededor de la pulpería y los viejos. A simple vista en la novela no pasa nada, la vida transcurre lentamente, sin señales de hechos extraordinarios. Esa es la clave: la rutina, la programación, el hacer siempre lo mismo, la repetición, la línea cíclica. La lluvia que no cesa, los vecinos que siempre hacen lo mismo, los clientes que escasean pero los que llegan compran lo mismo, la rutina de los quehaceres de su mujer, las horas de las comidas, los lugares donde se acostumbran sentar, la limpieza de la casa, los programas de la televisión, todo es igual, hasta las cartas que envían a su hijo y las respuestas cada vez más escuetas y sin contenido que reciben de él, y la postergación de su regreso, graduado como médico.

 

Ese viaje en el tiempo circular, casi lineal en el aspecto físico no se da de igual manera en la interioridad de los viejos que cada vez muestran más su tragedia, su impotencia, su debilidad, su desamparo, su frustración. Los apoyos van siendo cada vez menores, las puertas se cierran irremediablemente, ni hermanos, ni amigos, ni vecinos, ni la pulpería, ni las pastillas contra los nervios, ni Dios, ni la telenovela que tanto le ayudaba a encontrar una consolación a unos padres iguales a ellos, logra mantener esa degradación. No hay asidero al desamparo por más que se refugien en los males ajenos, en pláticas de vecinos enfermos, en soluciones mágicas, el desenlace se espera e irrevocablemente llega y, como el gato, toma posesión entre los vivos-muertos, como una maldición, una peste, un aguacero pertinaz, una rutina impenetrable. La pobreza ligada a la ignorancia, a la consolación, al desamparo es una peste que llegó para no despedirse de la mayoría que lucha, anhela, desea, aspira, exige, una vida más digna, justa y equitativa pero aquí y fuera de nuestra patria parece que nada ocurre.

 

El autor de esta novela incursiona en la peor enfermedad de esta sociedad injusta, la frustración, la impotencia. Todo está ahí, a la vuelta de la esquina, los almacenes están abiertos, las ventas de autos nuevitos, los restaurantes con apetitosos manjares pero... muchos deben hacer lo que hace la zorra de la fábula, ante las uvas maduras, que no puede alcanzar, "- de por sí están verdes". Y se empieza a buscar culpables, como la vecina que no tenía vela en ese entierro para justificar, ante sí, su derrota, los malos tiempos, el aguacero, los supermercados, la ropa que andan puesta, el gato, el muerto, el robo de La Virgen de los Ángeles, el día trece, la llegada de la suegra, la escalera, el paso de un negro, todo sirve para encontrar la causa a esa enfermedad pero nadie, o muy pocos, se dan cuenta que la razón está en la injusticia social, la distribución de la riqueza, la desigualdad, la avaricia, la insaciable sed de riqueza de las trasnacionales, la enorme avaricia de los poderosos (unos pocos) y la insoportable pobreza de las mayorías.

 

Y otro elemento que la novela expone con claridad es la esperanza que los padres depositan en los hijos. Muchas veces los proyectos que nunca realizaron esperan que éstos los lleven a cabo. ¡Ah, si mi hijo fuera doctor, ingeniero, presidente de la república, diputado, jugador bueno del equipo de fútbol Saprisa o de la Liga, ¡cuánta alegría me daría!, dejaría de trabajar, compraríamos casa, viajaríamos! Y sigue la lista soñada interminable de las proezas de sus hijos. En un sistema como el nuestro, la verdad es que el hijo también estará bajo las mismas frustraciones de sus padres, aumentadas por los regaños y castigos de ellos, cuando estudian y no obtienen las notas necesarias (en un sistema educativo también alienante) para ganar el curso, no son diestros para jugar al fútbol, o no encuentran trabajo o simplemente no desean ser como sus padres. La frustración y enajenación aumentan. Y los hospitales y centros de atención médica psicológica y física se ven abarrotados. El consejo para los padres, sino desean pasar por la experiencia de los personajes de la novela, es no esperar nada de sus hijos, que no sea su felicidad, su realización, hasta donde lo permitan sus capacidades y posibilidades. Brindarles todo el apoyo posible, en sus propias decisiones pero no imponerles nuestras frustraciones. Vivir dentro de lo posible sus propias y limitadas existencias, disfrutar hasta de las necesidades, asombrarse hasta de la soledad en compañía, inventar proyectos fáciles de realizar, ser conscientes de nuestra naturaleza humana, la existencia de un sistema político injusto, alienante, y no dejarse absorber por la inanición, la frustración, la tensión (surmenage, o chiripiolca, según sea su clase social). No es conformismo y menos consolación, es realismo puro, debemos vivir, sobrevivir asidos a lo posible, sin dejar de soñar y cultivando siempre la imaginación, conscientes de ello y arrastrar nuestra impotencia ante la desigualdad social injusta. 

 

La sexta novela que escribió recibió el nombre A Flote y la publicó en 1996.1

 

Esta novela de Virgilio inicia el uso de técnicas narrativas novedosas. Se trata de incorporar un narrador con el nombre del autor o un seudónimo, Polo Mora, y permitir que los personajes intervengan en la novela que se hace así misma, mientras se publica y luego es leída por algunos personajes aludidos en la novela. Así la novela se va desarrollando a la vez que los personajes, los miembros del Taller de literatura de Cary. Da la impresión de que la novela se ha editado y los "expertos" en arte, al leer la novela se percatan de que ellos son los personajes de ella y que el autor los ridiculiza, los desnuda, los evidencia como lo que son, homosexuales, escribidores, fracasados, corruptos, superficiales, impotentes, oportunistas, farsantes, ridículos, incultos, cultivadores de su ego, sobalevas, narcisistas, manipuladores, estériles en la literatura, serruchadores de piso y lo que es peor, ni siquiera se dan cuenta de que son unos completos ignorantes.

 

La novela se inicia con una fiesta en donde el autor visitante es homenajeado, exaltado y recibe la promesa de que el editorial de una universidad a la distancia le publicará su obra. Aquí se inician una serie de relaciones entre él y los miembros del taller, sobre todo con Leda y La Duquesa. Esto permite desnudar un mundo enajenado, superficial, de relaciones eróticas, sexuales y homosexuales. Además expone la manera como se publican las obras en ese medio, los premios que se dan entre ellos mismos, los pontífices de las tribus, la vida disipada que llevan en privado y las apariencias sobre las que se esconden. Los hogares destruidos, por los vicios de la mujer, el hombre o de ambos. El poder político y económico de algunas familias, donde el marido se desvive por hacer dinero y la mujer se dedica al arte de traicionarlo con otros y otras. No muestra la novela pudor para mostrar el doble discurso, la falsa conducta, la superficialidad de esos grupos, los alcances del dinero y de las relaciones políticas, no es necesario auscultar mucho en nuestra memoria para ubicar los referentes de los personajes en el contexto real, ni formar parte de ese contexto, basta tener la mínima inteligencia, como por ejemplo para saber a quién se alude con el personaje "psiquiatra-escritor", llamado Caín de la Estrella. Todo se mantiene a flote, está a la vista, es un espejo de los "directores" de la cultura.

 

Esta novela muestra solo una faceta del oficialismo en la cultura costarricense. La queja es vieja, viene desde Yolanda Oreamuno Únger, Max Jiménez Huete, Eunice Odio y otros tantos escritores que salían de la aldea por no aguantar la mediocridad del medio. Caciques de esas tribus, los tienen todas las generaciones, unas veces fueron los izquierdistas dogmáticos, los Analfabetos Camas, los Chausis, otras, los Juan Carlos Rosas, los Marco Antonios, la izquierda erótica, etc. Entre ellos se han repartido todos los premios habidos y por haber y, si no ostentan más es porque no los han inventado. Hacen honor a la frase latina Hodie mihi cras tibi.

 

Si el epílogo forma parte de la novela, no me agradó como final. Hubiese preferido que terminara sin él. Ahora bien si se trata de un comentario posterior a la obra, fuera de ella, entonces sí tiene sentido y me agrada. Termino esta reseña con una cita esclarecedora:

 

"la literatura nuestra es con muy contadas excepciones, una literatura de escritores mediocres que escriben libros mediocres que premian con premios mediocres, establecidos por ellos, los mediocres."1

 

 

La sétima novela la tituló La loca prado y la publicó en 1998.2

 

Si bien es cierto el autor continúa con la temática de la locura, sobre todo la institucionalizada, lo verdadero es que esta novela recurre a una problemática social real y a partir de ella crea su obra literaria, su otra realidad, la que se mantiene eficazmente soslayada, oculta, hipócritamente disimulada. Estos son algunos de los aspectos que se sacan del limbo, donde lo mantienen, para llevarlos a la categoría del arte literario: la estructura religiosa, de consolación, legitimadora de un sistema social injusto, desigual, amparada en el miedo, el temor, el castigo y el premio más allá del mundo que se vive. Nos referimos a los valores propiciados, tales como obediencia, sufrimiento en esta vida en espera del verdadero paraíso, la familia como única célula social legítima y cristiana y la indisolubilidad so pena de ser castigado, no importa cuanto se sufra o que vejámenes deban pasar sus componentes, sobre todo las mujeres, sin ocultar los sufrimientos de los hijos por parte de los padres. La legitimidad de un sistema social que permite y justifica la desigualdad entre los miembros por causa de la pobreza que lleva a los que la padecen a sufrir toda clase de ofensas, maltratos, injusticias y vilezas. Esto es fácil observarlo en el tratamiento de los patrones y las empleadas domésticas, los ricos y los pobres y por último, y no por ser poco tratado, está la educación, que a pesar de afirmarse que es pública, gratuita y obligatoria no pasa de ser una enunciación de principios muy loables pero que no se cumplen en su totalidad. Un pobre, a pesar de ser inteligente y capaz, apto para sobresalir en una profesión, no se gradúa ni obtiene éxito porque debe trabajar para ayudar a su madre o a sus padres con el mantenimiento de las necesidades básicas, además de que la educación es muy cara. Se debe hacer frente a uniformes, útiles escolares, pasajes, libros, etc., que los pobres no pueden subvencionar. Este es el caso del personaje Luisita que debe conformarse con haber obtenido, con mucho éxito, el sexto grado de escuela. El colegio es una posibilidad, un sueño pero inalcanzable.

 

Muchos son los prejuicios y estereotipos que esta novela resalta con crudeza, sin tapujos, con vigor y -repito- con un lenguaje literario polisemántico y unas técnicas narrativas que le presentan como una obra que rebasa los estrechos límites de nuestra aldea. Nunca antes de ella, en la novelística costarricense se había tratado la temática religiosa violando la censura establecida y obedecida consciente o inconscientemente por los escritores. La familia sustentada en la ética cristiana difícilmente se había puesto en duda. El matrimonio es una institución que obliga, religiosamente a sus miembros a permanecer en él por toda la vida. Nada, ni nadie debe disolverlo, por eso el divorcio es inaceptable, por principio, sin importar razón alguna. La que, por lo general lleva la peor parte es la mujer, por ser nuestra sociedad abiertamente machista y estar establecida marcadamente, desde cualquier ángulo que se le mire discriminatoria, con respecto a la mujer, y los otros miembros que se convierten en víctimas son los hijos, por eso se da una especie de círculo vicioso. Padres machistas que maltratan a la mujer y a sus hijos y los convierten en piltrafas humanas que a su vez harán lo mismo con sus esposas e hijos. La cadena no parece tener fin, ni límite y todo ello visto como algo natural. Hasta hoy se levantan algunas voces que claman contra la violencia doméstica, la evidente, la que produce sangre, porque la otra, la que envilece, la que viola a hijos, maltrata sicológicamente desde todos los ángulos a los niños, no se ve, no se denuncia, se mantiene en el anonimato. Esta novela tiene, entre muchos, el mérito de evidenciarlos, sacarlos a flote, mostrarlos, exhibirlos. A muchos no les va a gustar, sobre todo aquellos que siguen pensando que Costa Rica es un país con más maestros que soldados, que no hay lucha de clases, que todos somos hermanitos, que no hay racismo ni machismo y menos pobreza, que todos somos iguales ante la ley (en el papel) y que es la Suiza centroamericana y que en nada nos parecemos a los otros países del área. Puros estereotipos y mentiras.

 

Otro aspecto que se debe reseñar es que la novela no trae una temática vieja propia del naturalismo, como algunos podrían creerlo para desvalorarla. Todo lo contrario, ya no se trata de campesinos y citadinos o de campesinos que fueron a la ciudad y se convirtieron en harapos, piltrafas, víctimas del fatalismo, de su propia ignorancia y errores. No, aquí se trata de la formación de pueblos cercanos a la ciudad que otrora formaban parte de campesinos y hoy son constituyentes de la gran ciudad que se ha extendido formando ese anillo de miseria propio de las capitales y grandes ciudades. Lo nuevo se apropia de esos lugares y les corrompe, los lleva a los vicios, el alcohol y la prostitución pero no, a la legal sino la de las familias. Es el padre que tiene relaciones sexuales enfermizas y violentas con sus propios hijos, sean estos hombres o mujeres, el incesto es parte del almuerzo y la cena cotidiana. Carmelo, el esposo de María (la loca de los prados o Prado) Cruz fue violado  y envilecido por su propio padre que también tenía relaciones sexuales con Juvencio, el policía que al final mata a María. Lo mismo hacía Rosenda con su hijo. La promiscuidad entre los miembros de la familia es notable y casi natural. La sufrió María cuando murió su madre y su padre intentó violarla a los 13 años y la convirtió en su esclava. Se salvó porque huyó de su casa y se convirtió en mandadera de los más ricos y luego en lavandera, cocinera y empleada doméstica de por vida. A pesar de su tragedia tuvo tiempo para soñar, solo amó a un hombre, un jugador de fútbol y con él engendró a Luisa, su hija adorada, por quien estaba dispuesta, y lo hizo, a entregar su vida y el segundo hombre Carmelo, el borracho, victima-victimario, vago, enfermo sexual y que termina muriendo en el Manicomio y que María nunca pudo abandonarlo porque era su cruz, como su apellido, para toda la vida. El dinero que tenía para el estudio de Luisita, lo usó para el entierro de su esposo que tanto daño le propinó desde el momento en que se casó con él.

 

La contraparte a esta violencia, la más cruelmente poética, tierna, dulce, amorosa, pura la presenta Luisita, la hija de María. A pesar de sus experiencias sufridas, ver u oír, llorar a su madre todos los días, a su padre borracho buscando el dinero de su madre que tanto le costaba reunir para medio comer, verlo tirado en la calle como una piltrafa humana, sufrir el coro de sus compañeritas de escuela decirle, que su papá era un borracho, que estaba en la cárcel (ella nunca supo que no era su padre), salió adelante. A pesar de que debía lavar ropa en el río, aplanchar junto a su madre y realizar mandados, fue la mejor alumna de la clase y por ello y ser bonita, se le envidió, se le maltrató, se le humilló, pero siempre se levantó y siguió adelante, hasta donde le fue posible. Así como su madre soñaba con caballeros que la visitaban y la redimían, Luisita también soñó día a día y lo escribió en su diario enternecedor, inocente, puro, descarnado, con tinta empañada en lágrimas. Hasta que su  madre asiste a su boda y su mundo se presentaba tan dulce que creía que todos sus sueños se convertían en realidad. Hacía dos o tres meses que había llegado un muchacho al pueblo y desde que lo vio se enamoró de él y fue recíproco ese amor abrasador. La boda llegó y su madre María sufría y se alegraba, sufría porque sabía que el muchacho era hijo de su padre y por lo tanto, tío de Luisita y no se atrevió a decírselo para no matar las ilusiones legítimas de ella. No podía impedir que fuera feliz, pero el día de la boda su cabeza no resistió la culpa, en contraste con su felicidad, cuando su amiga Chica le dijo, llena de alegría: "Véalos María son tan felices que parecen hermanos". María no soportó más, salió de la iglesia y se refugió en su rancho cerca del río y ahí la encontraron llena de sangre, loca, con un cuchillo en su mano, con el que había dado muerte a Juvencio, el policía, su rival, el pervertido. Por eso los recuerdos forman parte de su tragedia. Desde la cárcel da el testimonio, descarnado, sin tapujos pero angustiosamente humano y real, dentro del contexto literario de la obra. La verdad de la obra literaria se impone como una objetividad denunciante, de otra realidad, es cierto, pero no menos injusta.

 

El último aspecto que deseamos señalar es el uso del distanciamiento. El autor costarricense, en este caso, Mora Rodríguez, ya comprendió que no debe intervenir en lo narrado sino dejar que los personajes, sus invenciones, cuenten su vida, sus alegrías y penurias, sin ambages, sus propias realidades, libres, independientes, sin prejuicios. Las escenas están determinadas únicamente por los puntos de vista, como un caleidoscopio, con simultaneidad, sin explicaciones, como en el cine, aparecen, suceden, se dan. Al final se abre un enorme cuadro, lleno de escenas que cobran vida, sentido en su totalidad, en su verosímil propio, sin causalidad, sin lineamiento, como un carnaval, un arcoiris. Así la novela cobra vida propia, se convierte en la verdad del arte, de la literatura, de la novela, en sí, sin ayuda, distanciada de la realidad que le dio vida, sin ser ella sino otra: es la maravillosa presencia de la creación artística.  

 

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 12 de Septiembre 2009 11:17 PM.

Primera generación: 1972. Segundo Período: 1980-2024. Historicismo was the previous entry in this blog.

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