Arturo Castro Esquivel

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 Don Pepe

ARTURO CASTRO ESQUIVEL

(El primero de izquierda a derecha)

(1904-1981)   

 

Nació en San José en el año de 1904. Fue hijo del tratadista en Derecho Luis Castro Saborío.

Fue de profesión abogado. Murió en San José en el año 1981.

Publicó la biografía de don José Figueres: José Figueres Ferrer, el hombre y su  obra: ensayo de una biografía: 1955, El amor a la lectura: un don inapreciable: 1958, en Brecha, El pequeño don Quijote: 1923, en La escuela costarricense, Fiestas tradicionales. La bendición de los bueyes: 1923, en Revista de Costa Rica, Honradez: 1923, en La escuela costarricense. Y otros artículos en periódicos del país.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ ARTURO CASTRO ESQUIVEL

 

NOVELA

 

1. El tesoro de Rajah: 1927

2. Trapiche: 1927

3. Minucias: 1927

4. Junto al surco: 1931

5. El médico del pueblo: 1934

 

La novela El tesoro de Rajah lo publicó en 19221, es poco conocida en Costa Rica y menos, en otros países.

 

Los críticos costarricenses no la  han considerado, salvo  la estudiosa Chao Chinh-Pei y un pequeño comentario de Abelardo Bonilla que dice que El tesoro de Rajah es un relato de aventuras inspirado en Salgari. Para Chao Chinh-Pei  la novela no es una propuesta de consumo sino una obra ingenua sin fines comerciales  pero carentes de técnicas  literarias lo que hace que la acerque a la  subliteratura. Por supuesto no es una novela fantástica.

 

La historia de esta novela es la siguiente:

 

En el principio de Nandú, pequeña posesión inglesa de la India, fue nombrado Sir John Stevenson como residente del gobierno Británico. En este lugar y en compañía de su esposa y su hijo, el capitán George Stevenson inicia una relación amistosa con el Rajah de Nandú, Kammayavan Shandows.

 

Nandú es atacado sorpresivamente por unos asaltantes primitivos y bárbaros quienes hieren  de muerte a Rajah. Éste antes de morir, entrega a Sir John el documento que revela el escondite del tesoro real, con el fin de que lo rescate y comparta con su hijo, el Príncipe Soleik, su heredero.

 

Sir John Stevenson y su hijo, huyen de los asaltantes y se internan en la selva, donde Sir John enferma de muerte y en su agonía pide a su hijo dos cosas: cumplir la última voluntad del Rajah y dar una sepultura común a él y su esposa, quien había muerto en el ataque de los asaltantes.

 

 En compañía de sus marineros, Charles y Singú, el capitán, inicia una serie de aventuras motivado por el deseo de satisfacer las órdenes de su padre y también el deseo de llegar a ver a la princesa Shaida, hija del Rajah de quien está enamorado, desde que la conoció.

 

El príncipe Soleik tenía cuatro años cuando los bandidos atacaron Nandú y mataron al Rajah. Mured, su criado, lo recogió, cuidó y le hizo saber su estirpe real. Luego le comunicó que su padre había sido asesinado por Sir Stevenson y le infundió gran odio hacia el Capitán inglés.

 

Esto hace que Soleik luche tenazmente para impedir que el Capitán triunfe en sus aventuras. Sin embargo, no ocurren  las cosas a la medida de los  deseos de aquél, que muere en plena acción. Finalmente se descubre que Mureb era el padre de Soleik y que el legítimo heredero del trono de Nandú es el príncipe Osir Kalen, hijo adoptivo de un Mahrajan, aliado del capitán  inglés.

 

El relato termina cuando el Capitán logra todo lo que se había propuesto.

 

Esta obra es típica de las novelas de aventuras, tanto en las acciones bélicas así como en las amorosas. Se utiliza el clásico triángulo amoroso: Shaida-Capitán - Rajah Keryn que se resuelve cuando el Capitán recupera a su amada de las garras de Rajah.

 

La novela utiliza todas las técnicas  tradicionales, linealidad, retrato, narrador omnisciente cercano al autor y con participación sígnica dentro del relato, con preguntas retóricas, referencias geográficas reales, etc. Y por supuesto los personajes son fijos, no evolucionan, o buenos o malos, no hay matices. Son planos.

 

Está bien escrita y mantiene al lector atento a las hazañas que se describen. A pesar de ello el valor literario es escaso.

 

No fue una constante este tipo de novelas en Costa Rica pero sí se produjeron, tendremos oportunidad de irlas comentando.

 

Minucias fue la segunda novela que publicó Arturo Castro en 19271.

 

Esta novela que Arturo Castro Esquivel firma con el seudónimo Arcases, tiene una llamada de atención hacia el lector. En ella se afirma que no pertenece al género novelístico porque no reúne sus características, sin decir cuáles son y la define como una serie de cuadros de costumbres. Otra crítica que ofrece es con respecto al lenguaje que no es el nuestro. No sabemos si el campesino, el popular o el culto. En verdad las críticas carecen de fundamento. La obra es una novela y posee los rasgos fundamentales de ella. Es narrativa, ofrece una totalidad y un mundo privado de los personajes, entre otros. El lenguaje es el adecuado al tipo de personajes que novela. Se trata de un grupo representativo de la burguesía costarricense culta o que aspiraba a ello. Vivía en barrio Amón, eran ricos y gozaban de ventajas importantes, como estudiar en colegios privados, el Sión, y disfrutar de la música clásica, la pintura, el cine, el teatro y tener una buena biblioteca. A pesar de describir algunas costumbres de la época, como las fiestas en las casas o mansiones de los ricos, las reuniones familiares, los bailes, sin embargo no aparecen las costumbres populares en ninguna parte. El pueblo está totalmente ausente. Esto nos obliga a salir del encasillamiento en que se ha mantenido a esta novela como costumbrista, pues no lo es.

 

Es una novela familiar, realista, con alguna penetración psicológica en la intimidad de los personajes, sus relaciones con sus padres y los proyectos vitales de los hijos. A pesar de que el enfrentamiento nunca es violento, en esta novela se plantea desde una óptica temporal clásica. Los viejos y aquí se incluyen a los padres, siempre han creído que los tiempos pasados son mejores que los actuales. Esto es válido para todo momento. Por ello la madre de Gustavo, doña María, se asombra y se disgusta con las modas y gustos de los jóvenes del momento. El sacerdote Guevara se encarga de sermonear a los jóvenes y censura sus inclinaciones que después de todo, no son nada extraordinarias, pues mantienen siempre el respeto a los padres, su obediencia, y hacen lo que ellos le ordenan. El otro aspecto que se ofrece en la novela es el matrimonio. Toda la obra gira alrededor de este tema y termina con la boda de las tres parejas de personajes más importantes: Gustavo se casa con Angelita, Dolores con el poeta Pepe Frías y Lytton, el amigo inseparable de Gustavo, con la encantadora Conchita. Triunfan los deseos de los hijos sobre la voluntad de los padres. Es la clásica situación final feliz, positiva.

 

La novela se inicia con la esperada llegada de Gustavo de Inglaterra, después de haber sido enviado a estudiar medicina por voluntad del padre contra los deseos de su esposa doña María y los de su hijo que temía a ese viaje a un lugar lejano y sin estar preparado. Los conflictos familiares los resuelve el padre. Son las relaciones de poder, verticales y patriarcales de la época, las que privan. Los padres mandan y los hijos obedecen. La iglesia las bendice. Gustavo viaja a Inglaterra y obtiene su doctorado. La familia y sus amistades lo esperan con almuerzo preparado. En Inglaterra pasó muchas penalidades pero fue ayudado por el amigo Lytton, y sus padres, quien viaja con él rumbo a la Argentina y de paso visita a la familia de su amigo. Allá se enamora de Isabel, una bella italiana, se casa con ella y cuando da a luz a su hijo muere.

 

Por eso la novela se desarrolla en las mansiones, en fiestas familiares y entre amigos de la misma clase social. Solo Pepe Frías, el poeta y novio de Dolores es pobre pero honrado y trabajador, buen muchacho. Más que acontecimientos que por lo general se describen sintéticamente, la novela permite al narrador sobre todo, y los personajes reflexionar. Es típicamente monofónica. Las conversaciones son la nota reiterada de la obra. Por ellas el lector se va enterando de los sucesos, de los amores, de los chismes, de las frustraciones como en el caso de Las Toronjas, dos de las cuarto hermanas, solteronas que cuentan sus fracasos amorosos por culpa de los padres que no supieron buscarles hombres adecuados para casarlas. Ambas fueron víctimas de extranjeros: un Catalán con novia y con hijo que huyó en el caso de Tecla y un mexicano ladrón y presidiario, en el caso de su hermana Jacinta. Su mala experiencia las hacen generalizar  y creer que todos los hombres son malos, sobre todo los abogados pues uno tenía esa profesión, así como los extranjeros.

 

Dolores, la hermana de Gustavo se alía con él para obtener el permiso de sus padres para casarse con el poeta Pepe Frías y le promete presentarle en la fiesta de cumpleaños de Conchita a una joven que le tiene como novia. En la fiesta se da el encuentro de él con esa bella muchacha que es hermana menor de las dos hermanas solteronas, Angelita. Gustavo recibe antes la noticia de parte de su amigo Lytton de que ha visto a su hermana con la joven que en el paseo por la capital habían visto y se parecía extraordinariamente a Isabel su esposa muerta. Por supuesto que Gustavo casi sufre un desmayo cuando su hermana lo presentó. Bailaron, oyeron recitales de poesía, canciones y disfrutaron de ese encuentro casual y la reencarnación de su amada en Angelita.

 

A pesar de que la novela termina con la boda de los personajes protagonistas y éstos triunfan cobre las decisiones de los padres, los códigos sociales, así como del matrimonio, las mujeres y los hombres permanecen inalterables. El modelo de mujer sigue siendo, la esposa fiel, dedicada al hogar, amorosa, cristiana, engendradora de hijos, esposa abnegada, sumisa, obediente del marido, económica, caritativa, educadora de los hijos, educada, discreta, fina, de buenos modales y cultura refinada, preferiblemente que escuche música clásica, toque al piano, pinte, y lea los clásicos. Lo contrario se censuraba.

 

"El marido trabajaba como un burro durante el día y tal vez durante la noche, mientras su esposa, la madre de sus hijos y la responsable de ellos ante él y ante Dios, andaba todo el día de paseo, en tées y reuniones como la soltera más descuidada ¡Cosa antinatural y vilipendiable!...¿Y quién tenía la culpa de esto? El desorden y la antirreligión. Si tanto el marido como la mujer pensasen por un momento que hay un Dios en el Cielo que les pedirá cuanta de su vida y la de sus hijos, la cosa andaría de otra manera. Si el hombre se amarrara los pantalones en su casa y dijese a su mujer: "No más lujos, no más paseos, no más tées. No más reuniones, no más teatro. Quédate en tu casa cuidando de tus hijos. Vigílalos. No tienen más madre que tú. Si no estás en tu casa vivirán como huérfanos y tal vez esto sería lo mejor, porque tú les das pésimo ejemplo", él respondería del orden en las familias."1    

 

La cita es extensa pero ejemplar. Quien dice esto es el cura, pero es el código generalizado, no sólo en esa época, sino hasta, en no pocos casos, en estos tiempos.

 

El título de la novela Minucias es elocuente. Pero no por ello deja de ser importante el tratamiento de esa temática: las relaciones entre padres e hijos, el matrimonio preconcebido, fulanito de tal vale porque es hijo de... o la joven es hija de..., con intereses económicos y por linaje y no como un fin en sí mismo, sino como un medio para desarrollar un proyecto superior que incluya a dos seres, preferiblemente de sexos contrarios y esto es un prejuicio. La decisión de los padres por definir e imponer las profesiones de sus hijos, los gustos. Exigir de ellos que realicen los proyectos que no pudieron realizar, y a través de sus hijos resolver sus frustraciones e impertinencias.

 

La tercera novela que publicó, en 1931, Arturo Castro Esquivel la llamó Junto al surco.1

 

Esta novela de Arturo Castro Esquivel ha pasado desapercibida en la literatura costarricense. Abelardo bonilla apenas si la nombra. Es de suponer que no se leyó pues a nuestro juicio es una obra importante. Nunca se le ha dado el sitio que le corresponde. Encontrarla en las bibliotecas ya es un trabajo difícil.

 

Es una novela representativa de la generación a que pertenece, la primera de la época contemporánea, llamada superrealismo que tiene su vigencia entre los años 1935 a 1949 y antecede a la generación de 1942, llamada del neorrealismo, a la cual perteneció Carlos Luis Fallas, entre otros. A esta generación perteneció José Marín Cañas que fue el escritor más destacado de ella.

 

Si nos atenemos al marco ambiental, donde se inscribe la novela, podríamos afirmar que es una obra realista, costumbrista, paisajista, representativa de las llamadas novelas del agro o del campo en oposición a la ciudad, pero esto no es más que parte exterior del conflicto fundamental de la novela. Lo importante radica en el enfrentamiento de los personajes con el código social familiar vigente.

 

El personaje Manuel Anchía, hijo de un hacendado importante, hereda junto con su hermano Rafael, heredan las fincas dedicadas al cultivo del café que su padre, ya fallecido, había obtenido con grandes esfuerzos. El conflicto se manifiesta por las diferencias entre ambos hermanos, Manuel, fiel reflejo del código familiar cristiano, trabajador, obediente, buen hijo, emprendedor, conservador, católico, caritativo, honesto, servicial, sin vicios, casero, entregado por entero a su trabajo y el cuidado de su madre. Rafael, joven de escasos 22 años, mujeriego, aventurero, un tanto parrandero, no le gustaba el campo y deseaba vender su parte heredada para salir a correr mundo, disfrutar de la vida sin preocuparse por trabajar ni hacer otra cosa que divertirse. Este conflicto será el motor de la novela. Todo lo demás, el ambiente, la naturaleza, las costumbres descritas con detalle y conocimiento, las cogidas de café, los turnos, las fiestas, los bailes, los payasos, serán el marco propicio para desarrollar ese conflicto. Una familia campesina rica, hacendada, hecha a la usanza del momento: cristiana, trabajadora y conservadora pierde al eje de la casa, el padre y deja a la madre con dos hijos y un hermano viejo, también aventurero en su juventud. Fácil es presagiar el comportamiento dispar de los dos hermanos. Rafael se convertirá en la reencarnación de su padre y lo sustituirá a la perfección pero Rafael hará todo lo contrario. Es el joven rebelde que pone en tela de juicio, a prueba, el código social familiar, de momento, como luego veremos. Desde un inicio se opone a lo natural, normal de la familia, desea vender la finca y tomar su parte para salir a rodar mundo. No se lo permiten y el acepta permanecer en el hogar pero deja su trabajo, sus responsabilidades para acudir al pueblo, conquistar mujeres y es así como se ve envuelto en una riña con Calixto que le depara una herida considerable en un brazo, pero a la vez el conocimiento de una joven bellísima que ha regresado de la ciudad a cuidar a su madre, ya vieja y enferma. Es Rosario, la hija de Engracia, hija de padre, también aventurero y que las abandonó a su suerte. Muchacha virtuosa que vivía en la ciudad ganándose la vida con la costura para mantener a su madre que vivía en una bodega, propiedad de los Anchía y que se la habían prestado, vieja y a la orilla de un peñasco. Su madre sufría gran pobreza y casi vivía de la caridad de Manuel. Rafael, el día del pleito, fue atendido por Rosario y desde que la vio se enamoró de ella, lo mismo le ocurrió al ensimismado e introvertido de Manuel cuando pasó a darle las gracias por el favor dado a su hermano.

 

Desde que la conoció empezó a sentir el amor pasional por ella. Así el conflicto se amplía a lo sentimental entre hermanos, la misma mujer es amada por los dos, pero es Rafael el que con mayor experiencia, además de que Rosario, desde que lo vio, también se enamoró de él, quien culmina esos amores. No solo la ilusiona con la promesa de casarse con ella sino que la disfruta sexualmente y la deja embarazada. Por más que Manuel y su madre le suplican que salve el honor de la familia y el de la joven humilde pero virtuosa, Rafael se enoja y huye de su casa con la complicidad de su tío Concho. Como es de esperar, Manuel asumirá el rol del joven rebelde y malvado, de su hermano, asiste a Rosario en todo momento, le brinda apoyo y le llena de atenciones, tanto a ella como a su madre y hasta se convierte en el padrino del niño a quien trata como si fuera su padre. En verdad juega ese rol en ausencia de Rafael hasta que un día solicita a Rosario que sea su esposa con la complacencia de Engracia que ansiaba ese momento y de su madre Juana que se aviene a perder a su otro hijo para dárselo a Rosario. Ésta, que vivía esperando a Rafael de quien permanecía obstinadamente enamorada, acepta a Manuel como pretendiente y le promete fidelidad cuando sea su esposa. Lo hace más por agradecimiento que por amor.

 

Es en este momento cuando en casa paterna, el tío Concho recibe una carta de Rafael, donde le cuenta de sus aventuras y desdichas y el deseo, no de que le perdonen sus malas acciones y le reciban en su casa de nuevo, sino de dar testimonio de su arrepentimiento y lo desdichado que estaba, no deseando otra cosa que irse bien lejos donde pudiera morir sin ser reconocido y pagar con su dolor tanta bajeza. Concho lee la carta a su hermana Juana, madre de los dos hermanos y ambos lloran. Es así como los encuentra Manuel que descubre a Concho cuando a solicitud de su hermana trata de esconder el papel y le exige que se lo entregue. Lo lee y con gran nobleza solicita a su tío que vaya por un muchacho para mandar a traer a su hermano al hotel capitalino para recibirlo con amor y evitar que se volviera a ir. Le escribe una nota con gran sinceridad donde le solicita su regreso, la alegría que les embarga por su feliz retorno, el amor que Rosario le profesa y el deseo de que esté pronto con ellos y se case con la joven.

 

Final feliz, de impacto, sobrecogedor, de nobleza, de hidalguía pero sobre todo de reparador del código puesto en duda, de restauración, de consolidación. La familia cristiana, bondadosa, honorable, caritativa, buena, rica pero con valores infranqueables volvía a reinara. El hijo pródigo volvía a su hogar y era recibido con fiesta y no con reproche.

 

No cabe duda que, la codificación social y familiar de la vida paradisíaca del campo permanece inalterable. Es la visión realista de una generación que disfrutó esa vida campesina armónica, con escasos conflictos sociales, de paz y de armonía con la naturaleza. No es la visión crítica, o la irónica y burlesca de otros escritores pero siempre se realiza desde fuera. El campesino sin tierra, el peón de la hacienda, las criadas de las casonas donde vivían los campesinos ricos, dueños de la tierra, los cogedores de café, los niños, las mujeres escogedoras en el beneficio, no tienen voz en esta novela como no la tendrán en la literatura en general. Los escritores pertenecen, por regla general a clases adineradas y cultas y es muy difícil encontrar un novelista que tenga origen campesino. Siendo esto cierto, comprendemos que su visión sea parcial con respecto a ellos. Los campesinos ofrecen su imagen, su realidad, su pobreza, su condición humana pero siempre será la verdad de ese escritor. Ahora bien, algunos novelistas, pocos en realidad, se ubican en el bando de los campesinos, no el rico hacendado sino el Juan sin tierra y le dan voz, penetran en su interioridad, lo comprenden, descubren sus rasgos esenciales y lo elevan al rango de personajes. Esto no ocurre en esta novela.  No podemos negar que el autor conoció la vida campesina y sobre todo las faenas en el surco y el cultivo del café.

 

La obra refleja ese conocimiento pero desde fuera, como testigo y no como protagonista. Es el citadino que observa el campo y la vida de los campesinos pero no es lo mismo verlo desde un mirador que vivirlo. Esa armonía, esa mirada alegre y contagiosa del hombre con la naturaleza, poética, ajustada a los sentimientos de los personajes, de ríos cantarinos, verdes prados, cuando se tienen tan cerca por muchos años y se convive y vive de ellos no es tan idílica. Las labores en la siembra del café son diversas y complicadas. Exigen una atención casi de todo el año, desde la siembra de la copita, el almacigo, arrancarlo, envolverlo y sembrarlo, la deshija, la deslana, la poda, la desrama, las paleas, redondeas, el zanjear, las cogidas, las juntas, sin contar el beneficio del fruto, forman un sin número de tareas ardorosas, difíciles, a veces inhumanas, que nada tienen de fiesta. Esto no se detalla, apenas se hace referencia a las cogidas del fruto, pero aún estas son descritas en lo que tienen de folclor. El que ha cogido café sabe de mordeduras de serpiente, picaduras de avispa, las noches terribles rascándose el cuerpo por las famosas inquilinas llamadas coloradillas, la purrujas, los mosquitos y zancudos, los gusanos verdes y de ratón, las manos amarillas, negras y rotas, los vandalazos en los ojos, la carga de un canasto con dos cajuelas, la sacada de un saco con cuatro cajuelas al hombro de una ladera, los dolores de espalda, después de juntar una calle llena de café caído por la lluvia, los robos en los copetes de lacayuela, cuando se mide el café.

 

La poca alimentación con almuerzos a las nueve compuestos por arroz y frijoles, un huevo duro y un plátano maduro y una botella de agua con sirope y esperar, a veces hasta las seis de la tarde para llegar a la casa y tirarse a dormir rendido porque hay que levantarse a las cuarto de la mañana al día siguiente. Y saber, sí, con alegría que el  sábado cambiará, en la tarde los boletos por dinero, para dárselo a la mamá para comprar los alimentos, una ropillas y  satisfacer otras necesidades perentorias de salud y nada más y volver otra semana a lo mismo, sí con alegría, qué remedio le queda al campesino en espera de un mejor mañana que no llega, sin esperanzas de estudiar, de tener casa propia, de comer otras cosas, de viajar, de disfrutar de otros dones que sí tienen a su disposición los que tienen la dicha de nacer ricos por herencia o por disposiciones legales pero mentiras que ganado con el sudor de su frente. En casi veinte años de vivir en el campo, en los cafetales y las haciendas de Los Sánchez Cortés, de Los Esquivel, de Los Tournón, etc. nunca vi a los dueños de las fincas cafetaleras trabajar la tierra. Solo se asomaban, algunas veces a tirar los boletos al canasto. Por lo menos en los años cincuentas y sesentas, cuando ya los pequeños cafetaleros comenzaban a vender sus propiedades y los dueños de los beneficios comercializaban el fruto y se enriquecían cada vez más. Eran los mandadores, los trabajadores los que producían el grano de oro. Óscar Sánchez, un mandador en una de las fincas cafetaleras más famosas en San Joaquín de Flores se encargaba hasta de cambiar los boletos por dinero y no lo confundan con un expresidente de Costa Rica, Premio Novel, que heredó la riqueza de los cafetales pero que solo conoció su sabor cuando lo degustaba en la mesa al desayuno. Fincas que hoy han desaparecido para dar cabida a enormes asentamientos de casas y familias porque han comprendido que ya el café empieza a ser poco rentable.

 

Esta novela,  a pesar de mostrar una visión desde afuera, está muy bien escrita, es objetiva, muestra un conocimiento de la vida campesina real aunque parcial y sobre todo logra unos personajes bien construidos desde un punto de vista humano y psicológico. Manuel representa ese campesino bueno, bondadoso y noble que fácilmente se encontraba y encuentra en nuestro campo. El narrador permanece distanciado de lo narrado y permite que los personajes se delineen en su comportamiento y sus conversaciones. La crítica ha sido injusta con esta novela. Debe por mérito propio dársele el lugar que corresponde. es necesario rescatarla del olvido y ofrecerla a la juventud para que conozcan mejor el campesino del ayer, su vida social, sus congojas y vivencias.

 

La cuarta y quinta novelas que escribió fueron Trapiche en 1927.

 

La quinta novela la llamó El médico del pueblo y la publicó en 1934. 1  

 

Es una novela tradicional, monofónica. El narrador es explicativo, cortés, atento y con frecuencia interpela, llama la atención del narrador sobre aspectos que presenta el autor  disfrazado de narrador omnisapiente.

 

Su estructura es de claro triángulo amoroso, tanto en la situación inicial como en el desarrollo de la novela en el pueblito cercano al volcán Irazú en la provincia de Cartago.

 

También se recogen algunas estampas y costumbres criollas pero, por lo general se evocan tiempos idos, un tanto cercanos cuando llegaron los colonos españoles e italianos a establecerse en estos países. Solían traer un rimbombante apellido: Mario Azpeita, Paco Albornozetc. Venían sin dinero y se hacían ricos en nuestra patria. Asé se convertían en grandes señores, dueños de vidas y haciendas. No importaba si no tenían educación formal. Lo importante era su calidad de europeo y su origen de abolengo.

 

Los hijos de estos señorones estudiaban en el extranjero, obtenían títulos liberales y regresaban con grandes ínfulas dispuestos, por lo general a conquistar más riqueza y el corazón de las incautas jovencitas, tanto de la ciudad, pero sobre todo del campo. Les encantaba la inocencia, la obediencia, la sumisión y la prontitud en acatar sus mandatos de estas bellas campesinas.

 

De tal manera en esta novela el médico Mario, hastiado de la ciudad y enojado por las frivolidades de Estrella Harris (gringuita tica), termina su noviazgo con ella, la deja en posesión de su rival Paco y se dirige a ejercer su recién obtenida en España carrera de médico. El pueblo de Villapelada lo espera alegremente y con él el amor de Luz María, la joven, inteligente y bella campesina.

 

La novela transcurre con la incorporación del médico a la vida social en el pueblo y las visitas a casa del Jefe Político , sus juegos y tertulias pero sobre todo a coquetear con Luz María, su hija. Es así como se van estrechando los lazos amorosos, no sin antes iniciarse una serie de cartas entre Mario y Pepe, su amigo que le comunica que Estrellita, la citadina, ha mejorado su comportamiento y le confesó el amor por Mario. Ya cuando éste decide volver a la ciudad y dejar la vida pueblerina, se entera por el periódico que su Estrellita, no ha cambiado. Le envía una carta rompiendo definitivamente con ella y se queda en el pueblo e intensifica el amor por María Luz. Le confiesa su pasión por ella, pide la mano a su padre y deciden casarse. Antes de ello, Estrellita envía al padre de Maruja un mensaje anónimo donde pone a Mario como un paria. Viene de inmediato el sufrimiento de los enamorados y se avecina una pronta salida al conflicto con la llegada de los amigos de Mario al pueblo acompañados por Estrellita.

 

Ella tras una celada confiesa ser la responsable del mensaje y tanto el padre de Maruja como Mario salen del apuro. La boda se realiza en el pueblo mientras que Estrellita se casa en la ciudad con Paco pero se augura un pronto divorcio.

 

Novela de final feliz. La hija del pueblo se casa con el noble citadino y todos son felices. Es el clásico cierre de la novela folletinesca.



1 Castro Esquivel, Arturo. El tesoro de Rajah. Rojas y Castro, Editores, San José, 1922

1 Castro Esquivel, Arturo. Minucias. Imprenta Lines, San José, 1927.

1 Castro Esquivel, Arturo. Ob. cit., p. 38.

1 Castro Esquivel, Arturo. Junto al surco. Imprenta Borrasé Hnos. San José, 1931

 

1 Castro Esquivel, Arturo. El médico del pueblo. S. ed., San José, 1934.

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