Fabián Dobles Rodríguez

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FABIÁN DOBLES RODRÍGUEZ

(1918-1997)

 

 

Don Fabián Timoteo de Jesús Dobles Rodríguez nació en San Antonio de Belén, cantón de la provincia de Heredia, el 17 de enero de 1918 y murió recientemente el 22 de marzo de 1997. Fue  uno de los siete hermanos que constituyeron el hogar formado por  el Dr. Miguel Dobles Sáenz y doña Carmen Rodríguez Solera. También su hermano  Álvaro  es escritor y novelista como él.

 

Desde muy pequeño, a los tres meses le corresponde viajar por  el país. Esto por la profesión de su padre. Este deambular  lo  comenzó en el cantón de Atenas a los  tres meses. Después le corresponde vivir, por tiempo indefinido en Santo Domingo, Barba, San Pedro de Poás, San Antonio de Belén, Atenas y Villa Quesada. Ello le permitió, desde muy pequeño estar siempre  vinculado  a las zonas rurales del país.

 

Los estudios primarios los realizó en la escuela de Atenas, cantón  de la provincia de Alajuela. Desde sus primeros años escolares Fabián muestra habilidades especiales para escribir. Era el primero de la clase en composiciones y ayudaba a su padre a pasar en limpio algunos escritos que realizaba para el periódico El Correo Nacional. Su padre ganó un segundo lugar en cuento en un certamen convocado por la Botica Francesa, en 1915. Esta influencia  y el cuido del idioma por parte de su madre fueron moldeando al futuro escritor.

Los estudios secundarios los realizó en el Colegio Seminario y los concluyó en el Liceo Costa Rica. Se graduó de Bachiller en 1935.

 

Realizó estudios superiores en la Universidad de Costa Rica. Se inclinó por la carrera de Derecho. Obtuvo la pasantía pero muy poco  ejerció esa profesión. En un principio trabajó en la Sección Legal del Patronato Nacional de la Infancia y en la Caja del Seguro Social de Costa Rica, desde su fundación hasta 1948. Impartió lecciones en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales y la Escuela de Servicio Social, ambas de la Universidad de Costa Rica.

 

A partir de 1948 trabajó como repartidor de leche a domicilio y fabricante, en pequeña industria, de mantequilla. Poco después montó una empresita de telares manuales, donde  él mismo es obrero, tintorero y tejedor.

 

De 1951 a 1958 se dedica a la empresa maderera. Se convierte en administrador de un taller de puertas y ventanas y laqueador de muebles. Manejó la sierra, la canteadora y otras máquinas de ebanistería.

 

Por algún tiempo fue profesor de inglés en el Liceo de Costa Rica, desde 1958 hasta 1960.  De ahí fue despedido por sus ideas y militancia política en el  Partido Comunista.

 

Además de estas variadas ocupaciones que intercaló con  la lectura y escritura, se desempeñó como periodista y  redactor y corrector de pruebas de la revista Aurora y los semanarios Adelante y Libertad. Ha sido Presidente  del Instituto  Cultural Costarricense -Soviético.

Sus últimos años los pasó en su finquita El sitio de las abras, una propiedad de tres manzanas. Se dedicó al cultivo del aguacate y los cítricos. Está ubicada en San Isidro de Heredia.

 

Vivió  ahí en compañía de su familia, su esposa doña Cecilia Trejos y algunos de sus hijos menores y con la visita cariñosa de sus nietos. Tuvo cinco hijos: Natalia, Catalina, Aurelia, Paula y Cecilia. Su matrimonio lo inició en 1942.

 

En 1948, durante la guerra civil, fue encarcelado, por razones políticas y por ser miembro del Partido Vanguardia Popular, de ideología comunista.

 

Murió el 12 de abril de 1997.

 

LO  QUE ESCRIBIÓ FABIÁN DOBLES RODRÍGUEZ

 

NOVELA

 

1. Ese que llaman pueblo: 1942

2. Aguas Turbias: 1943

3. Una burbuja en el limbo: 1946

4. El sitio de las abras: 1950

5. Los leños vivientes: 1962

6. En el San Juan hay tiburón: 1967

7. Los años, pequeños días: 1993

 

CUENTO

 

1. La Rescoldera: 1947

2. Antes que nada: 1952

3. El Jaspe: 1955

4. Historias de Tata Mundo: 1955

5. La Conejera: 1957

6. El maijú y otras historias de Tata Mundo: 1957

7. El Targuá: 1960

8. El violín y la chatarra: 1966

9. La pesadilla y otros cuentos: 1984

10. El abuelo cuentacuentos: 1987

 

POESÍA

 

1. Tú, voz de sombra: 1944

2. Verdad del agua y del viento: 1949

3. Yerbamar: 1965

4. Antes que nada tata: 1952

 

TEATRO

 

1. La Barrilete: 1965

 

 

La primera novela que escribió Fabián Dobles Rodríguez fue Ese que llaman pueblo y la publicó en 1942.1

 

Y de verdad que el autor se preocupó por dar a conocer, al pueblo, a sus habitantes, sobre todo los campesinos y sus congojas, amores y traiciones. Es la clásica novela de denuncia. Es la crítica al sistema social injusto, donde priva el poder del rico sobre los intereses de subsistencia de los más desposeídos, el poder del más fuerte. Se descarna la sociedad víctima del vicio, de la explotación, de la familia degradada, de la violencia doméstica y las relaciones patriarcales, donde la mujer lleva la peor parte y apenas si se dibuja un atisbo de esperanza, al final cuando una de ellas ingresa a estudiar.

 

El triángulo amoroso está presente pero es el pretexto para mostrar las penalidades de los personajes y no lo sentimental, únicamente, de ellos. Juan Manuel Anchía, novio de Rosalía Campos, se traslada a Parrita en busca de mejores opciones de trabajo, pues su pequeña finca no le da sino para los gastos. En ese lugar enferma de paludismo y sufre grandes calamidades económicas. Un año y medio después regresa a su pueblo con la esperanza de casarse con Rosalía. Él cree que ella tenía otro hombre, por lo que decide irse para San José. Ahí conoce a Reyes Otárola y se hacen amigos. El narrador aprovecha para contar, a través de este personaje, su vida. Es una historia insertada, rica en aventuras, venganzas, muertes, huidas, maltratos de las mujeres por esposos machistas, matrimonios que duran poco tiempo y nuevas huidas en busca de mejores oportunidades.

 

Todas estas historias son aprovechadas por el autor, que a través de los personajes da a conocer las costumbres del pueblo, sus vicios, sus necesidades, la falta de educación y las escasas oportunidades de un futuro mejor. El lector viaja con los personajes por los centros de prostitución de San José, sus fiestas. Es la típica degradación de los campesinos que viajan a la ciudad en busca de mejor suerte. Al final Lico conoce por medio de su hermano que Rosalía no lo había traicionado y decide iniciar de nuevo su vida de campesino asalariado y casarse con ella. Es un final de esperanza, positivo pero que no cambia en nada la problemática social imperante, más bien en un poco de resignación e impotencia.

 

La segunda novela es Aguas Turbias y la publicó en 1943.1

 

Su fábula es la siguiente. Un campesino se enamora de la hija del gamonal del pueblo. El padre de ella, desde luego se opone a la relación y Chepe González, hermano de Chela, se vate en duelo con Moncho. De la pelea resulta muerto Chepe. Moncho huye y se dedica a fabricar licor de contrabando pero dura poco en esta actividad porque lo apresan en su fábrica. Fue encarcelado por dos años. De regreso a su pueblo, se enamora de Ninfa, una campesina, madre soltera que fue recogida por la madre de Moncho y se casa con ella y se dedica a la caza de pájaros  y sigue fabricando licor. De su matrimonio nace una hija.

 

Poco después se realizan unas elecciones en su pueblito natal el barrio de La Concepción y  el candidato de Juan Ramón (Moncho), perdió. Decide entonces trabajar la tierra y para ello realiza muchos préstamos  al gamonal del pueblo, don Bermúdez. Así Moncho comienza su endeudamiento y su degradación paulatina que lo lleva a enfermar y morir poco después. La familia se ve despojada de su casa, su hijo enferma y su madre busca ayuda para comprar las medicinas; entonces aparece el socorro interesado de ñor Bermúdez. A pesar de los esfuerzos Monchito muere.

 

Esta novela de Fabián es poco citada y menos comentada por la crítica. En el argumento o fábula tiene mucho parecido con Juan Varela de Adolfo Herrera García y es como la antesala de la novela El sitio de las abras de Fabián, que si tuvo éxito en la novelística costarricense.

 

La novela se mantiene dentro de la misma corriente de la generación de 1942. Es de corte social y se da el enfrentamiento entre campesinos explotados y gamonales ricos que se apropian de las pocas tierras de los campesinos y los convierten en trabajadores de sus haciendas, mal pagados y a veces maltratados. Es el campesino del campo enfrentado a un destino casi seguro de pobreza y muerte. Buscar antecedentes a este tipo de novelas con triángulos amorosos de por medio es fácil. Podríamos afirmar que hasta la generación de 1957, se dieron constantemente. Así podríamos citar sólo algunas, El pobre Manco, El hijo de un gamonal, El Moto (relato), Juan Varela, etc. Son sólo algunas de las más conocidas.

  

La tercera novela que escribió, fue titulada como Una burbuja en el Limbo y la publicó en 1946.2

 

La historieta es lineal, cronológica y sencilla. Ignacio Ríos vuelve a su hogar después de haber estado algún tiempo en Puntarenas. Es una especie de hijo pródigo que regresa. Su padre y sus otros dos hijos deciden poner en juicio al hijo descarriado que ya desde la escuela mostraba su rebeldía con el sistema educativo y social, en general. Lo pone a trabajar de guarda en su finca pero Ignacio poco le importa lo que hagan los peones y más se preocupa por la naturaleza. Más bien se dedica a crear esculturas, sus ángeles, como les llama, juega con papalotes y vagabundea (según los cánones del pueblo). Por eso le llaman el loco Ríos o simplemente el vago Ríos. Se enrola en una campaña militar en Guatemala pero cuando llega a Nicaragua la misma ya ha terminado. Participa en nuevas aventuras políticas, esta vez en las elecciones entre conservadores y liberales. Asiste a enfrentamientos físicos y le corresponde trasladar a su casa a su padre gravemente herido. Huye de la casa y años después venga la afrenta sufrida por su padre. Da muerte al comandante que lo había golpeado y permanece casi en el olvido.

 

Es una novela de tipo aventurero pero sin tomar las aventuras en sí mismas si no para presentar un personaje degradado socialmente, un rebelde contra las convenciones sociales, las injusticias, los tradicionalismos familiares, la educación, sobre todo la secundaria, alejada de la realidad y descontextualizada, sin importancia para el individuo y sí para mantener el sistema injusto como tal.

 

La cuarta novela es quizás la más conocida y comentada por los críticos e historiadores de la literatura. La llamó El sitio de las abras y la publicó en 1950.1

 

Podríamos decir que Juan Varela: 1939, de su amigo Adolfo Herrera García, ya había tratado el  asunto de la tenencia de la tierra que es el tema central de esta novela. Comienza con la llegada a la montaña de ñor Espíritu Santo Vega y sus dos hijos mayores y empiezan a votar montaña con el fin de cultivar la tierra. A esto se le llama "abras", limpieza de la tierra. Junto con otros campesinos que hacen lo mismo, forman una comunidad amorosa, solidaria y a su manera próspera. Todo marcha bien hasta que ñor Vargas, ya entrado en años decide vender su finca a Ambrosio Castro, hombre de la ciudad, ambicioso y de mucho dinero. No más llegado a la comunidad, se da la lucha entre los campesinos, por defender sus tierras y éste por despojarlos de ellas, gracias a su dinero, la astucia y el apoyo de las autoridades corruptas. Es aquí donde aparece en escena un personaje providencial, una especie de salvador, llamado Martín Villalta, hombre justo, astuto, sagaz y justiciero. Se dedica a cazar tiburones y, al percatarse de la situación injusta que se da contra los campesinos inicia la lucha junto a ellos. Logra sus propósitos por un tiempo, pero un día, muere su esposa y Martín Villalta se aleja de las abras y la lucha por la tierra regresa de nuevo y esta vez vencen Los Castro.

 

Después de algún tiempo llega a las abras, cuando ya eran un latifundio de los Castro, Martín Vega, bisnieto de ñor Espíritu Santo Vega y nieto de Martín Villalta. Los campesinos se habían convertido en peones explotados por el gamonal y se habían empobrecido, trabajando en tierras ajenas. Inicia una lucha, legal sin cuartel por recobrar las tierras a los campesinos sin obtener éxito. Al final de la novela, Martín Vega se encuentra con su padre Marcelino Vega, lo invita a tomarse unos tragos en el Comisariato y empiezan una relación familiar que nunca habían tenido. Marcelino le perdona el olvido y el alejamiento en que lo mantuvo, cuando mató a Laureano Castro por abusar de su esposa, su estadía en la cárcel y su poco interés por los bienes familiares. En su conversación dejan la sensación de que la lucha continuará y vislumbran un futuro mejor para los campesinos.

 

Esta novela es la culminación de las llamadas novelas del agro, de la tierra. Con ella se rompe, si no totalmente, al menos en gran parte, con el mundo armonioso entre campesinos y terratenientes, ese mundo donde los peones y sus esposas vivían idílicamente como en un paraíso, donde el gamonal y su esposa eran los padrinos de los hijos del campesino, hacían fiestas el día del santo patrón, invitaban a su casa y compartían la comida en franca armonía, donde el gamonal convertía parte de su finca en potrero para crear equipo de fútbol, regalaba el terreno para construir la iglesita o la escuelita y el campesino tenía asegurada la subsistencia de su familia. Esto desaparece en esta novela porque ya el personaje rico es de la capital y no vive en la hacienda, sus relaciones sociales no existen sino las comerciales. Se da la clásica relación de todo para mí y nada para usted. Esto se da en esta novela. Aquella visión paradisíaca de las novelas, relatos y cuentos de las generaciones anteriores desaparece, por lo menos para los autores de esta generación más críticos, tal el caso de Fabián Dobles Rodríguez, Adolfo Herrera García, Joaquín Gutiérrez Mangel y Yolanda Oreamuno Unger, estos dos últimos abren la temática social desde otras perspectivas, como la introspección de los personajes.

 

La quinta novela Los leños vivientes fue publicada en 1962.1

 

La escribió doce años después y la dedicó  a Carmen Lyra. Presenta una historia sencilla y lineal. Cuatro camaradas se encuentran presos por supuestos delitos políticos: Pedro Canalías, un viejo Asturiano y padre de Carlos, Federico Picado, Ustos Robinson, un negro sastre, el de las manos delgadas, joven escritor (¿Carmen Lyra?). Se  entretienen comentando los  acontecimientos y jugando tablero o ajedrez, así como improvisando simuladas corridas de toros. Se aprovecha  la  cita de Bautista Valerio para  introducir su historia.

 

Una familia de Barrio Jesús de Atenas de Alajuela compuesta por María Rodríguez y sus seis hijos ya  que Anselmo, su esposo, ha muerto, llega a la ciudad en busca de  un futuro mejor y se insinúa para solicitar  ayuda a los camaradas de Anselmo. En  San José,  después de algunas impresiones  llegan al Parque Morazán, donde les toma la noche sin poder encontrar a una amiga que supuestamente  les buscaría alojamiento. Se encuentran  con una mujer que después de  averiguar su vida les conduce hasta el María  Aguilar, donde les ubica en su rancho.

 

Ahí pasan los días hasta que María da a luz. Tres días después  es llevada presa acusada de haber matado a su hijo. En el juzgado se aclara la intriga "salomónicamente" al descubrir que el  hijo Anselmito no  había muerto, sino que había sido  entregado a Teresa, novia y compañera de Bautista Valerio con el fin, no sólo de engañar  a éste que anhelaba tener un hijo, sino poder venderlo a una familia adinerada. La que preparó toda esta intriga fue Filomena Galindo, la mujer que ayudó a la familia a encontrar casa y que era partera, además de otros oficios. Enterado Bautista Valerio de su desgracia y burla, decide regalar todos los haberes que había comprado para su hijo, a Anselmito y así  lo hace. Solicita ser el padrino del niño y se lleva a vivir a María a casa con su madre, emplea a José en su carnicería y le lleva a la concentración del primero de mayo. Ahí ven pasar a los trabajadores organizados y los camaradas.

 

De nuevo en la cárcel, se comenta sobre la supuesta muerte de Bautista Valerio y los actos vandálicos de los alzados. Se introduce el nombre de Belisario Albajes, vendedor de santos y da comienzo su historia.

 

Aparece el personaje en compañía  de Elías Largaespada, un nica revolucionario, medio aventurero que andaba en busca de armas para derrocar a Somoza. Después de un  encuentro donde se toman unas copas y charlan un poco, Belisario parte con Felipa, su compañera, mujer fortísima que  le salva de los peligros cuando está pasado de licor. Deambulan por las calles en busca de compañía que les inviten a unas copas y así llegan donde los muelleros y un campesino que cumple  con el orden judicial. Esto les permite contar algunas historias, mientras toman tragos y aplacan el frío. Algunas historias son picarescas como la de Belisario sobre las abuelitas y la del trapichero y sus hambres desmedidas. Belisario además da a conocer, a través de sus monólogos, la historia de su abuelo, sus perros, la montaña y su muerte.

 

Nuevamente se presenta otro encuentro de Belisario con Largaespada y la presentación de Eufemio Barga. A través de él se da a conocer sus andanzas y la historia de su padre e hija María  Esperanza que fue novia de Belisario, y cómo llegaron a tener fortuna en negocios ilícitos. Después de otra borrachera, aparece Felipa y se lleva a Belisario para la casa. De camino encuentran a Carlos, hijo de Pedro Canalías que lo están linchando por mariachi, los  liberacionistas y Felipa lo salva. Esto permite un encuentro entre Belisario, poco después en casa de Pedro Canalías, donde se recupera  Carlos. Ahí se conoce la historia del asturiano y después de unos monólogos de Belisario, donde se ponen de manifiesto sus fracasos, Pedro lee a Carlos unos escritos de Belisario biográficos. Por ello se conoce  parte de la vida de éste, sus viajes a la zona sur, el encuentro con Mauricio Forrester y su esposa Luisa Forrester, visita Puerto Cortés, Golfito y playa Madrigal, se describen las penalidades de los trabajadores y deja la historia, inconclusa.

 

Continúa la narración con el llamado que hace la burguesía para una concentración, en San José, el 12 de octubre de 1947. Se contrapuntean los preparativos de la burguesía en casa de Eufemio Barga y el viaje de los trabajadores del sur a la capital. Por  otro lado la comodidad de los ricos y por otro las penalidades y sufrimientos de los trabajadores en su travesía y la orden de no dejarlos pasar del Guarco.

 

Nuevamente, en la cárcel, se habla de la muerte de Mauricio Forrester, que venía con los trabajadores del Sur, y de Bautista Valerio, así como Belisario. Los gritos de los presos llama la atención de, el de las manos delgadas que descubre la llegada de Bautista Valerio como prisionero nuevo. Con esta entrada termina la novela.

 

La novela está bien estructurada. Desde un presente y un lugar físico: la cárcel, se desarrollan historias de algunos personajes (camaradas) que tuvieron  alguna participación en los hechos sangrientos del 48. El punto de vista es planteado desde los personajes principales, el narrador permite a ellos contar sus historias, dialogar e ir desarrollando los hechos. El narrador interviene poco con sus comentarios, pero sí deja una clara posición ideológica: la marxista.

 

A veces los hechos no responden a una búsqueda de los personajes sino al azar: conflictos de María en San José y encuentro casual con  Filomena Galindo, trama del niño Anselmito y aparición del benefactor Bautista Valerio, encuentro de Forrester y Belisario, en la playa, etc. Todos ellos muy casuales o manipulados.

 

"De momento, como por arte de magia le  tiene techo a María Rodríguez. Filomena Galindo lo sabe todo. El comprador para la casa más lujosa, pero también de con una mujer encinta que vaga en apuros y conoce un cuchitril que  la ciudad le ha reservado."1

 

En ella se usan las referencias geográficas reales y el nivel simbólico es superficial. Los hechos son narrados bajo la óptica causal o mejor dicho casual y los personajes se presentan como buenos y malos y con casi ninguna evolución. Sigue siendo válida la dicotomía campo-ciudad y ésta es contaminante para los campesinos.

 

Es, en fin, una novela sin mayor trascendencia.

 

En el San Juan hay tiburón la publicó en  1967.2 Es la sexta novela de Fabián Dobles Rodríguez.

 

Se le dio el premio nacional Aquileo J. Echeverría de novela. La escribió cinco años después.

La historia está llena de aventuras como todas las novelas de Fabián Dobles Rodríguez. Se inicia la obra con una escena entre Gugú, un sordomudo del pueblo, unos vecinos y el pulpero y la relación, según ellos, de la maestra de escuela Graciela y don Jovel, dueño del aserradero. Es un escenario para iniciar una serie de relaciones entre personajes, que de una u otra forma tratan de ayudar al movimiento sandinista contra la dinastía de los Somoza. Se dan los primeros contactos entre los costarricenses Fermín y Archibaldo Pastora y Sebastián Molinos, este nicaragüense y la relación amorosa con la maestra Graciela. Esperan la llegada de un camión. Se suceden unas cuantas escenas de relleno que abren futuros procesos amorosos entre la pareja, Gugú el sordomudo, don Jovel y la espera del camión. Después de tres semanas llega el camión y don Jovel, Sebastián, Fermín y Archibaldo se embarcan en el San Juan para ir a esperar a Matagalpa, Luciano Argucia y otra persona no identificada. En la travesía se cuentan historias y promesas, reacuerdos de niños y jóvenes aventureros. Al llegar al punto indicado se percatan de que Matagalpa es un traidor, lo amarran y dejan a Archibaldo en su custodia. Mientras tanto se narran acontecimientos de rellano de índole amorosa, tales como la visión del Gugú de Graciela bañándose en el río. Asistimos a informaciones por parte de personajes como las de Sebastián y Luciano que cuentan a don Jovel sobre las cárceles de Nicaragua, sus experiencias, que van indisponiendo al lector contra la dinastía somocista y sus crueldades. Siguen las aventuras, esta vez el encuentro de los buenos contra la guardia somocista y la muerte de don Jovel, víctima de las quemaduras, no sin antes asistir a escenas jocoso-trágicas de Gugú y la muerte de Matagalpa por parte de Archibaldo, la llegada de Cayetana con la noticia de que Matagalpa era traidor, la discusión entre Fermín y Luciano y las explicaciones  y la posible, casi virtual unión entre Graciela y Sebastián. Así termina esta novela de aventuras revolucionarias que desde nuestro punto de vista es la más forzada de don Fabián Dobles Rodríguez.

 

La séptima y última novela de Fabián Dobles Rodríguez la llamó Los años, pequeños días y la publicó en el año 1989.3

 

Esta es la novela de aventuras de la infancia y juventud de un personaje adulto que recuerda con nostalgia los tiempos idos. Es un viaje con camión incluido hacia su pueblo natal y sus aventuras de niño, costumbres de la época, remembranzas, pequeñas cosas valoradas desde la perspectiva de la vejez. Van desde las enfermedades de sus padres, los primeros acercamientos a las niñas vecinas, las pestes (su padre era doctor y Fabián lo acompañaba por todo el país), el intento de violación por un sacerdote, las primeras socas, hasta llegar al reposo de su hogar a los setenta años.

 

Esta novela se convierte en la biografía incompleta del autor, lo que faltaba por contar. Es el recuerdo de su niñez e infancia. Por eso tiene un marcado tono de nostalgia, de tristeza por lo ido y de reposo por lo vivido. Es el otoño que llega con sus muchos recuerdos del pasado. Así como Carlos Luis fallas Sibaja escribió su Marcos Ramírez: 1952 y Mi Madrina: 1950, Joaquín Gutiérrez Mangel, su Crónica de otro mundo: 1999, Fabián Dobles Rodríguez dejó Los años, esos pequeños días: 1989, como su última novela de recuerdos de la infancia.

 



1 Dobles Rodríguez, Fabián. Ese que llaman pueblo. 2ª. Edición Editorial Trejos Hermanos, San José, 1968.

1 Dobles Rodríguez, Fabián. Aguas Turbias. Ed. Costa Rica, San José, 1983.

2 Dobles Rodríguez, Fabián. Una burbuja en el Limbo. 2 da. Ed. Trejos Hermanos, San José, 1971.

 

1 Dobles Rodríguez, Fabián. El sitio de las abras. Ed. Costa Rica, San José, 1975.

1 Dobles Rodríguez, Fabián. Los leños vivientes. Ed. Costa Rica, San José, 1962.

 

1  Ob. Cit. p. 48.

2 Dobles Rodríguez, Fabián. En el San Juan hay tiburón. Ed. Costa Rica, San José, 1978.

3 Dobles Rodríguez, Fabián. Los años, pequeños días. Ed. Norma, San José, 1993.

 

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