Myriam Bustos Arratia (origen Chileno)

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MYRIAM BUSTOS ARRATIA

(1933)

 

Myriam es de origen chileno y después del golpe de Estado al presidente Allende, en 1974, se vino a vivir con nosotros y aquí permanece. Es una intelectual de gran valía que ha desarrollado en nuestro medio una gran labor pedagógica. A través sobre todo de las obras escritas y su actividad docente en La Universidad Estatal a Distancia. Es una  escritora muy amable  y siempre está dispuesta a atender a los estudiantes. Precisamente una de ellas  recogió  de Myriam esta autobiografía que transcribimos  textualmente.

 

"Nací en Santiago de Chile, el día 3 de Agosto de 1933. Fui la primera hija de los dos que tuvieron mis padres. Mi padre René Bustos Quesada era médico Psiquiatra; mi madre Olga  Arratia Guevara no tenía profesión: era la época en que a las mujeres, sólo se les educaba  para el matrimonio. Tanto mi padre como mi madre eran grandes lectores, cada uno escribía también.

Mi único hermano Iván Bustos Arratia nació un año después  que yo. Cuando  tenía cinco años  y mi padre treinta y tres; murió en un dramático accidente en 1938. Quedamos muy pobres y desprotegidos; mi madre no podía reponerse y hasta pensó en eliminarse y eliminarnos.

Un par de años después volvió a casarse: como buscaba un padre para nosotros y no un amor para ella, se casó con un hombre llamado Aníbal Brías Aumado, que tenía treinta años  más que ella. Él nos quiso  a mi hermano y a mí; fue tal vez mejor que un padre. Pero la diferencia de edad que tenía con mi madre lo enfermaba de celos. Las dificultades entre ellos dos eran un gran sufrimiento  para mi hermano y  para mí. Creo que a mí esos hechos me marcaron para toda la vida: soy una persona deprimida y angustiada, que hace lo que puede por disimularlo.

A los siete años entré al colegio, era tal mi interés por aprender a leer y escribir, que lo conseguí en apenas quince días, esforzándome por mi cuenta en casa. En vista de mi avance en lectoescritura, en el colegio cometieron el error de pasarme dos cursos más arriba, lo que me produjo dificultades en Matemática, que nunca logré superar. Jamás repetí curso, pero en varias ocasiones me quedé para marzo en Matemática y Física.

Desde que ingresé al Liceo Manuel de Salas, un colegio mixto experimental,  a los diez años, adoré ir al colegio, allí  además de escaparme  del ambiente de mi hogar, tuve todas las oportunidades posibles de convivencia grata con compañeros  y profesores (muy especiales éstos), de adquirir  responsabilidades en los distintos Comités de trabajo del Gobierno Estudiantil, de poner a prueba  -exitosamente- mis capacidades creativas.

Comencé a escribir  desde más o menos los doce años, y a dibujar. Enviaba mis colaboraciones a una revista infantil que se llamaba El Cabrito (es decir, El Niñito), desde siempre me las publican y me estimulan. Más adelante, participé  con éxito en los concursos  literarios que se efectuaban anualmente en el Liceo.

Cuando tenía dieciséis años y cursaba el último año de secundaria, se produjeron dos hechos vitales para mí: se descubrió, tras largos  y angustiosos meses de malestares físicos y de exámenes médicos, que padecía  Tuberculosis Peritoneal, y mi madre logró separarse, por fin, -e mi padrastro. El primer hecho -mi enfermedad- representó una dura prueba: debí permanecer seis meses  en cama, en plena adolescencia, y suspender mis estudios. Me aplazó, por lo tanto, mi soñada entrada a la Universidad.

Al cabo de los seis meses, se vio que el mal se había ido del peritoneo, pero había contaminado las Trompas de Falopio, no había más remedio que extirparlas, y así se hizo. (Esa es la razón por la que no pude tener hijos).

El segundo hecho (la separación de mi madre y  mi padrastro) significó grandes penurias económicas, pues mi padrastro, creyendo obligar así a mi madre para que volviera  con él, nos quitó todos los enseres  de la casa y nos mandó a la calle, sin un centavo para ella  ni para nosotros. Mi madre no tenía profesión  ni había trabajado nunca. Sólo sabía escribir a máquina  (naturalmente, con dos dedos  y mirando el teclado). Encontró un modestísimo trabajo, con ese escaso dinero tuvimos que sobrevivir los tres y hasta costear  los enormes gastos  de mi enfermedad y de un accidente espantoso que tuvo mi hermano Iván al mismo tiempo.

Un año después en 1951, logré ingresar a la Universidad, para ser, como anhelaba profesora de castellano (Español). Allí, el primer día de clases y a los dieciocho años, conocí a Raúl Torres Martínez, que cinco años después sería mi marido, con quien acabo de cumplir  treinta años de matrimonio.

Durante los cinco años de estudio en la Universidad, dejé de escribir: imposible hacerlo, con las tremendas exigencias que nos planteaba la Universidad. Después, cuando nos casamos y hube de pasarme la vida  dedicada a preparar, dar clases y corregir trabajos  y exámenes  de mis alumnos, tampoco pude hacer nada. Además, mi marido, que conoció mis escritos de adolescente, no les concedió valor y eso me quitó el ánimo.

Varios años después, cuando ya había pasado los treinta años, me sentí necesitada de escribir nuevamente. Empecé un relato novelesco que le leí  a él cuando estaba muy avanzado; tanto lo entusiasmó, que decidí seguirlo y lo hice. Pero cuando me hallaba en la mitad, se me ocurrió otro tema, y dejé de lado el escrito, para iniciar el otro, que también gustó a mi marido y le produjo igual entusiasmo. Esa historia quedó también, a medio  terminar, pero reavivó en mí el deseo de escribir, además de que me devolvió la seguridad.

En Chile, los inviernos siempre fueron dura prueba para mí: al inicio, ya avanzada la estación y al final de ella, me sobrevenían gripes espantosas que me obligaban a  por lo menos una semana de cama. Entonces, aprovechaba el tiempo  de inactividad  obligada, comencé, en cada gripe, a escribir  uno o dos cuentos, los primeros me resultaron tan fuertes, que no me atreví a leérselos a mi marido sino hasta mucho tiempo después, cuando lo hice, tenía escritos tantos, que ya  podía construir  con ellos un libro.

Leí  en el periódico las bases del Concurso  anual Gabriela Mistral para obra inédita. Mi marido me entusiasmó para que me presentara  y lo hice. Logré ese premio con mi primer libro de cuentos Las otras personas, en 1971.

Tres años antes, en 1968, ambos habíamos viajado a España por seis meses, con una beca del Instituto de Cultura Hispánica. El viaje lo repetimos en 1970, cuando nos invitaron a un Congreso de exbecarios.

Entre 1970 y 1973 publicamos una obra  de ambos, cuatro libros relacionados con nuestra profesión: Nuevo concepto de composición en la enseñanza del Castellano y tres textos más para la enseñanza básica (6º, 7º, y 8º años, ambos son un ejemplar distinto para el profesor y para el alumno. Yo escribí y publiqué  por mi cuenta, otro titulado La puntuación al alcance de todos, que se reeditó y continúa reimprimiéndose en Costa Rica.

Nuestra vida familiar se desarrolló en Chile con dos personas más en la casa: mi madre y una sobrina que quedó sin padres muy chiquita; se fue a vivir con nosotros y la educamos. Fue la única de sus hermanos  que llegó a tener una carrera universitaria: es Psicóloga.

Debo agregar, sobre mi vida en Chile, que siempre fui muy enfermiza, la anemia no me ha abandonado nunca, he tenido bastantes enfermedades crónicas.

Mi trabajo allá cono profesora se desarrolló en colegios particulares en secundaria; luego en colegios  oficiales de enseñanza profesional (para  contadores y secretarias) y finalmente en la Universidad, donde alcancé  a trabajar varios años  antes de que llegara  el fatídico 1973, año del golpe que puso fin al gobierno de Salvador Allende (de quien mi marido y yo éramos partidarios) y a una legendaria tradición democrática.

En ese mismo año  1973 gané por segunda vez  el Premio  Gabriela Mistral por obra inédita  con Tribilín Prohibido, libro de cuentos también.

Al producirse el golpe, mi marido no quiso vivir más en Chile y salió al exilio. Partió al Perú, donde estuvo cuatro meses, sin que las leyes del país  le permitieran quedarse trabajando como residente. Yo decidí quedarme, pues no había perdido mi trabajo en la Universidad (donde tenía un tiempo completo como profesora de Técnica de la Expresión) y porque mi inseguridad me hacía creer que esa dictadura sería pasajera. Mi marido partió desde el Perú a buscar destino a Costa Rica,  en marzo de 1974. Yo continué en Chile, pobre, sola y desesperada, no me resignaba a partir: allá se hallaba toda  mi vida: mi trabajo, mis libros, mis amigos, mi madre, la sobrina que crié, pero mi depresión era muy grande, tomé la decisión, pero no tuve valor para liquidar mi casa, ni vender nada. Dejé todo tal cual y salí el día 3 de setiembre de 1974 rumbo a Costa Rica, para reunirme con Raúl, mi marido, él me esperaba con tres horas de clases que tenía  en la Universidad  de Costa Rica (de Historia de la Cultura), con una cama  y una refrigeradora, adquiridas después de cinco meses  de vivir acá. Así empezamos.

 Don Alberto Baeza  Flores me tenía un modesto trabajillo como correctora de estilo en el Centro  de Estudios Democráticos  de América Latina (CEDAL), que funcionaba en  La Catalina, en Santa Bárbara de Heredia. El sueldo era bajísimo. Allí permanecí tres años, durante los cuales, en las noches di clases  en el Instituto de Cultura Hispánica  en la UACA y en la Escuela  Superior  de Ciencias Contables, siempre en la noche.

Casi desde mi llegada, además de proseguir mi tarea de cuentista, empecé a escribir en los periódicos. Suman centenares mis artículos en los diarios La República, Excélsior, La Nación y otros, y en revistas.

En 1978 gané el Premio Único  de cuentos en los Juegos Finales Centroamericanos de Huetzoltenango (Guatemala), viajé a recibirlo, éste ha sido el único viaje fuera del país desde que llegué  a Costa Rica. La obra premiada  Que Dios proteja a los malos, se publicó en Costa Rica en 1979, año en que  el gobierno de Chile emitió un decreto para prohibirme el ingreso al país. Inicié mis trámites para nacionalizarme costarricense. Lo conseguí en 1981.

En 1980 obtuve el Premio Único de cuento en el certamen Una Palabra de la Universidad Nacional de Heredia, con  Del Mapocho, del Virilla, publicado un año después.

En 1979 ingresé como Productora Académica a la Universidad Estatal a Distancia, donde continúo  trabajando hasta ahora. Para esta Universidad he escrito varios libros didácticos, todos sobre la enseñanza del idioma.

En 1984 publiqué mi  último libro de cuentos Rechazo de la Rosa. Un año antes, en 1983, se publican mis Tres novelas breves, una de las cuales obtuvo en 1975, el segundo premio en el Concurso Continental de Novela Corta convocado en Venezuela, por el Instituto de Cultua Hispánica.

Hace seis años traje a mi madre Olga a vivir aquí; su mala salud y su soledad me exigen ocuparme de ella y acompañarla. Como no tengo tiempo para leer ni escribir, menos aún  para hacer vida social, ni participar  en nada, no he vuelto a publicar. Pero intento robarle tiempo a la vida para escribir algún cuento".1

 

Myriam Bustos Arratia publicó muchas obras didácticas, tales como: Descubriendo Chile y otras tierras: 1970, Nuevo concepto de composición en la enseñanza del Castellano: 1971, coautora con su marido Raúl Torres),  Hombre y sociedad: 1971, coautora con su marido Raúl Torres, El hombre en el mundo: 1972, coautora con su marido Raúl Torres, ¿Cómo autorregular la distorsión en la comunicación lingüística: 1980, La puntuación al alcance de todos 1981, Aprendamos a redactar notas verbales o recados escritos: 1985, Aprendamos a redactar presentaciones y recomendaciones: 1985, Aprendamos a formular peticiones escritas: 1985, Aprendamos a redactar resúmenes: 1985 y Aprendamos a elaborar esquemas: 1985, El estudio, activo trabajo intelectual: 1998, entre otras. Su actividad de escritora la ha llevado a escribir prólogos a novelas, artículos periodísticos en diferentes medios del país y fuera de él y gran número de ensayos. Precisamente la EUNED, en el año 1995, el ensayo Reinterándome o la "Elevación" frente a la negación, excelente trabajo analítico de uno de sus cuentos. Ahora veamos  sus obras literarias.

 

 

LO QUE HA ESCRITO MYRIAM BUSTOS ARRATIA

 

 

 

NOVELA 

 

1. Tres novelas breves: 1983

 a. Las otras personas

 b. La tierra del Edén

 c. Tábula Rasa

2. Traspié entre dos estrellas: 2009

 

CUENTO

 

1. Tribilín prohibido y otras vedas: 1978

2. Las otras personas y algunos más: 1973 y1978

3. Que Dios proteja a los malos...: 1979

4. Del Mapocho y del Virilla: 1981

5. Rechazo de la rosa: 1984 y 2008

6. Reiterándome: 1988

7. El regreso de O. R.: 1993

8. Cuentas, cuentos y descuentos: 1995

9. Cuentos para almas diáfanas: 1995

10. Recuentos: 1996. Más cuentas, cuentos y descuentos.

11. De pluma y de plomo: 1997

12. Aprendiz de investigador: 1998 y 2005

13. Una ponencia y otras soledades: 1999

14. Objetos Interiores: 200

15. Temas recurrentes: 2002

16. Microficciones: 2002

17. Inefable Animal: 2003

18. Almas Diáfanas: 2003

19. Los ruidos y Julia: 2004

20. Microvangacias: 2005.

21. Eso no tiene nombre: 2007

22. Las cosas no son tan simples: 2010

 

Las tres novelas cortas

 

Las otras personas es la primera y es el título que Miryam Bustos Arratia1 le dio a este relato que publicó en Costa Rica en 1983 pero escribió en Chile entre 1970 y 1971.

 

Lo inicia con una cita de Marguerite Yourcenar, cuyo nombre de bautizo fue Marguerite de Crayencour (1903-1987), tomada de su novela más conocida Memorias de Adriano: 1951, epistolar  y biográfica, sobre la vida de este emperador romano, muchas veces novelado.

 

El motivo que sirve para iniciar la enunciación es un viaje, ese eterno elemento tan preciado por los escritores que ofrece múltiples y variadas perspectivas, desde cualquier punto, que se le mire. El viaje es separación, fin, dejar un pasado e iniciar un presente provisorio, por lo menos eso es lo deseado. Es dejar parte de la vida para comenzar otra, cifrada en las esperanzas, los sueños, los anhelos. Pero no solo es separación sino camino hacia nuevas metas, ilusiones, con la esperanza de obtener lo que no se pudo lograr antes. Por eso el viaje no solo es espacial, de negocios, de búsqueda sino de autodefinición, de intromisión, de reencuentro o de fracaso si lo deseado no se obtiene.

 

Este relato abre la virtualidad, a través del viaje, del reencuentro de los amantes Alfonso y Mónica, él hacia Buenos Aires y ella a España, dos años después de haberse separado. El viaje es el proceso de sus relaciones, entre lo real y lo aparente, entre jefe y secretaria, entre esposo y esposa, de otros. Ella es casada con Jorge y él también tenía esposa y otra, la segunda y posiblemente otras ocasionales. Pero es el final del relato porque la historia termina con la separación de ellos. Ella sigue hacia Madrid y él a Buenos Aires y se evidencia que durante sus relaciones amorosas ella fingía el placer que nunca llegó a tener, pues sus actos sexuales no llegaron nunca al orgasmo y él se lo confiesa, mientras que con Jorge, su esposo sí lo lograba. El desenlace llega, cuando él le pide que le confiese el método que emplea su marido para lograr el éxito sexual y ella se niega a descubrir el lenguaje sádico que usaba su marido para estimularla, mientras la acariciaba.

 

Este presente permite al lector conocer la intimidad de las relaciones entre ellos, sus puntos de vista. La cultura sexual del hombre, su concepto de la infidelidad y la de ella. El engaño visto por la mujer y el hombre y el placer ocasional frente al aprecio, la aceptación social, el parecer, la impotencia, el refugio, la ansiedad, la pertenencia, y el amor bajo diferentes matices. También se manifiestan las diferencias de la infidelidad para el hombre y la mujer según el rol de cada uno. Pero, a pesar de que por momentos se plantea la igualdad entre los dos sexos, desde la perspectiva de la infidelidad, lo cierto es que el código social, la estabilidad familiar, la institución del matrimonio priva sobre lo ilegítimo aunque liberador, lo social ante lo individual, lo aparente ante lo real, la conveniencia, ante el placer. Lo privado desnuda la impotencia del ser, no solo física, sino espiritualmente y los obstáculos de diferente naturaleza que impiden el viaje hacia la felicidad deseada.

 

Nos agradó la estructura del relato y la forma novedosa del diálogo en ambas formas, la tradicional con guiones y la nueva con énfasis en las letras y sin guiones o intervenciones inoportunas del narrador que permite que sean los mismos personajes los que desarrollen el relato según sus puntos de vista. Es como una película intertextualizada en una obra teatral. El viaje y la charla del avión y la cámara captando el arribo de Alfonso al aeropuerto y la despedida de sus familiares y ella imaginando, suponiendo, recordando y abriendo entonces el retroceso en el tiempo, reviviendo sus relaciones a través de una narración diálogo que se da entre ella, en letra corriente, y él en negrita (¿por qué no fue al revés?, resabios machistas o concesiones).

 

La segunda novela que viene en el libro le da el nombre de La tierra del Edén y la escribe entre Chile (1973) y Costa Rica (1976).

 

El motivo o pretexto es también un viaje: de Chile a Puerto Rico. También se maneja el complejo mundo de las relaciones entre personas, mujeres y hombres y el amor está de por medio y la familia, como núcleo, es el espacio emocional, social y económico de la novela. Lo que cambia aquí es que aparece en un contexto diferente: las diferencias económicas y culturales (ideológicas) y económicas de algunos personajes y los sucesos políticos de los años finales de los sesentas y primeros de los setentas.

 

El viaje a Puerto Rico ofrece una dicotomía clara: para Marta y el mismo Jaime era prometedor, mientras que para Esteban, el esposo de Marta y Marisol, la amante de Jaime era separación, fracaso, degradación, huida. El viaje nunca se realiza pero permite a los personajes desgranar sus anhelos, sus sueños, sus impotencias, sus sufrimientos. Tanto Esteban como Marisol, frustran el tan ansiado viaje, sobre todo para Marta que se refleja como la típica mujer superficial, consumista, soñando con el ideal gringo, del disfrute de la riqueza, del placer, de la frivolidad. Para Marisol significaba perder todo lo que soñaba y que nunca tuvo; por eso al igual que Esteban, intentan suicidarse y con ello frustran el viaje. Es la amante de Jaime que sueña con tener todo lo que otros, como Jaime tenían, hasta para ayudar a su padre enfermo y alivianar la extrema pobreza en que vivían.

 

Otro aspecto que envuelve el texto y es de enorme importancia, sucede cuando llega al poder Salvador Allende y con él el socialismo en Chile. Este aspecto lo representa Esteban y su familia que con gran esfuerzo y privaciones poseyeron una imprenta importante en Chile, y de la noche a la mañana, son desposeídos de todo y  quedan sin su patrimonio. Este es el motivo de su viaje al que se resiste Esteban, porque era como desairragarlo y cortarle sus raíces, secarlo, despersonalizarlo. Es el símbolo de la clase media chilena que el nuevo gobierno nunca supo mantener, ni comprender y que fue una de las causas internas del fracaso revolucionario, junto con el nivel educativo de quienes llegaron al poder sin preparación para el pretexto del movimiento. El descontento de esta clase y el boicot  de las compañías extranjeras y la ayuda de la Cía y otros aspectos propiciaron el golpe de estado llevado a cabo por Augusto Pinochet en 1973.

 

Excelente relato y técnicamente bien logrado. Es importante señalar que, al igual que en el anterior, el narrador casi no aparece o se mantiene oculto, tras los puntos de vista de los personajes y sus apreciaciones. Esto le da al texto un alto grado de verosimilitud y le permite brindar una visión de conjunto polifónica, multifacético, caleidoscopio, propia de la narrativa contemporánea.

 

La tercera narración le llamó Tábula Rasa y ésta la escribió en Costa Rica en el año 1975.

 

La dedicó a los "educadores". No es una novela. Utilizando la técnica usada por Myriam de la innovación, podríamos afirmar que el texto es una crónica ensayística biográfica pero no una novela. El mismo título es más explicativo que poético y lo que predomina en el texto es el discurso analítico, el predominio de las ideas, de la exposición, de la confrontación de tesis opuestas y un alto énfasis en la ironía.

 

El motivo inicial es también el viaje pero aquí sí se da. La enunciación que inicia la crónica utiliza una tercera persona que describe los primeros pasos de estudio de un joven chileno Inocencio Alberto Pizarro Hernández, inteligente, brillante y de gran éxito en los estudios, sin importar cuáles emprendiera. Para complacer a su padre inicia, en la universidad, estudios de derecho, pero pronto descubre que su vocación lo inclinaba hacia la literatura y llega a ser, años después, un excelente profesor de literatura española, con el grado de catedrático y puestos directivos importantes, en la administración académica. Es un hombre de éxito académico, admirado por unos y otros. Y le llega el amor, a través de una brillante estudiante, Elisa, y se casa con ella, sin pensarlo dos veces, no sin antes embelesarla con sus lecciones expositivas.

 

Poco tiempo después de casado, Chile comienza a sufrir una fuerte crisis económica, cuando arribó al poder Salvador Allende y eso obligó a los centros educativos a tomar medidas de reajuste presupuestario y cambios en los programas y currículos. Muchos profesores se sintieron coaccionados, en la libertad de cátedra y obligados a realizar cambios que no compartían. Esta situación motivó, a no pocos profesores, a trasladarse a otros países que no impusieran tales estrategias pedagógicas. Inocencio es uno de ellos. Tiene buenas informaciones de Costa Rica, estudia un poco sobre ese país centroamericano y se viene solo, en busca de nuevos horizontes. Si tenía éxito, traería a su familia, cuanto antes, a vivir en Costa Rica. Y digo que es biográfica porque este profesor se me parece a Raúl Torres y la joven Elisa a Myriam Bustos que precisamente llega después de él a Costa Rica (es solo una suposición).  

 

El regreso a este país, inicia el enfrentamiento de Inocencio con una "innovadora" estrategia pedagógica que iniciaba su aplicación en las dos principales universidades del país, sobre todo en la recién creada Universidad Nacional. Se trataba de la puesta en práctica de la pedagogía participativa o de la liberación que algunos, sobre todo teólogos de la nueva iglesia, trataban de cambiar los viejos y herrumbrados, según ellos, instrumentos de la enajenación, alienación, sometimiento, etc. que habían sido utilizados desde muchos años atrás. En síntesis la lucha por superar una pedagogía del oprimido, del sometido, del receptor pasivo, por otra pedagogía donde, repito, según ellos, el estudiante fuera sujeto del proceso, participativo, iniciador, engendrador. Para ello aplicaban el llamado núcleo generador, algo así como la máquina fantástica para iniciar el proceso educativo. Muchos son los defectos de esta posición superficial de la educación, el abandono, casi absoluto del pasado, la falta de preparación de quienes guiaban el proceso, la superficialidad de los planteamientos. Todo ello permitía al profesor asumir el papel pasivo que antes tenía el estudiante y al alumno el papel del profesor. El resultado era esperado. Lo que se daba era un intercambio de ignorancia entre unos y otros. La tábula rasa, de que sin proponérselo partían, estas posiciones pedagógicas no resistían el menor análisis aunque no fuera muy riguroso, y hacia esa tesis se dirige la crónica ensayística y biográfica de Myriam. El aquí y ahora se volvió insuficiente.

Este texto tiene una contextualización histórica cierta y a nosotros nos correspondió vivirla de cerca. La Universidad Nacional se fundó en 1973, precisamente, cuando en Chile era depuesto, por golpe de estado, Salvador Allende, el 11 de setiembre. Costa Rica recibe dos grupos de chilenos intelectuales, un tanto diferentes, desde el punto de vista ideológico. Los que salieron de su país, cuando Allende inicia su presidencia socialista y los que comienzan a llegar después del golpe, dado por Pinochet. Ambos fueron bien recibidos en nuestros centros educativos y de ellos, salvo muy insignificantes casos, solo cosas buenas recibimos, sobre todo, en el campo intelectual.

 

Si en otros tiempos, Chile había cobijado a muy variados e importantes costarricenses en su patria, tales como García Monge, Carmen Lyra, Joaquín Gutiérrez  Mangel que se casó con una brillante chilena, Elena Nascimento que me honró siendo alumna en un curso que impartí en La Universidad Nacional sobre Literatura Hispanoamericana, Isaac Felipe Azofeifa y muchos otros cuya lista se haría interminable enumerar, ahora éramos nosotros los que no tuvimos la oportunidad de beber en esas aguas del conocimiento anterior, los que los recibíamos y aprendíamos de ellos. La lista de ambos grupos es categórica, algunos nombres resaltan lo que afirmamos, Hugo Montes, Eladio García, Gastón Gainza, Juan Durán Luzzio, Carlos Santander, Myriam Bustos, Eduardo Montesinos (quien editó la obra que comentamos), Raúl Torres, solo para citar algunos de nuestra profesión. Unos se quedaron en Costa Rica y aún nos hacen compañía, otros regresaron a su país y los menos han muerto pero lo que sí estoy totalmente seguro es que ellos nos dieron, y nos siguen dando, lo mejor de sí y este país debe recordarlo siempre, como muestra de gratitud.

 

Por último debo agregar que la crónica que comentamos desde nuestro punto de vista no despertó en mí, como sí lo hicieron las anteriores, sinfrosine, afrosine, ni simpatía y menos empatía como novela, pero me ofreció el recuerdo de un tiempo lleno de ideales que algunos iniciábamos con entusiasmo y sinceridad. La discusión planteada en el texto se dio constantemente en quienes siempre creíamos y creemos que,

 

Un excelente programa, en manos de un mal profesor, será un fiasco. Pero un buen profesor, con un mal programa hará una excelente lección.

 

Y que, por más que se quiera minimizar el papel del profesor, a él se le paga para enseñar y, a pesar de que se aprende mucho del estudiante, los roles no pueden ni deben sustituirse. La enseñanza, al igual que la literatura, no nace de la nada. Es un producto, en el primer caso y una creación, en el segundo, que tienen sus referentes históricos, culturales (ideológicos) y biográficos. Todo cambia, se transforma, pero a partir siempre de un precedente. Al decir de Heráclito:

 

"Una persona no puede bañarse dos veces en el mismo río."

Debemos agregar. Eso es cierto, pero:

 

"Nadie que sea el mismo se puede bañar dos veces en el mismo río"

 

La cuarta novela publicada por Myriam Bustos Arratia, la llamó Traspié entre dos estrellas y se editó en el año 2009.1 En realidad es la primera novela, en importancia que publica esta escritora chilena ya costarricense.

 

Esta novela es una obra de madurez de esta escritora que ya pasa los setenta y cinco años de edad y con una amplísima producción intelectual.

La estructura formal de la novela es simple. La divide en setenta, así con palabras, partes y sigue un orden casi causal.

 

Está escrita con un lenguaje impecable y una sencillez intencional. Da la impresión de que se dirige a un lector ficticio especial, solitario, incomunicado, necesitado de comprensión y quizás como esencia de la literatura viviendo de quimeras existenciales. Desde este punto de vista es una novela sugestiva y positiva (y para no pocos será de autoayuda).

 

La obra bien puede catalogarse como biográfica. Se trata de la vida de un hombre ya cuarentón, agente de viajes en una empresa de esa naturaleza, llamado Enrique, que cuenta sus vivencias personales y las de otros, pocos personajes con quienes se relacionó en determinados momentos de su vida. Como toda obra de ficción es un embuste, una construcción, una visión de mundo, una nueva realidad, única e irrepetible pero como he señalado en muchas ocasiones, capaz de mostrar la más escondida y única realidad que existe.

 

La novela se inicia y termina de igual manera, como un círculo. Es el paralelo entre la "poesis", la creación, el embuste, "mi verdad" literaria y Julia, el ideal, lo creado y por lo tanto el engaño, la mentira, el embuste. Así Enrique abre estas dos virtualidades paralelas y las enfrenta a su vida real, referencial, de lector asiduo, inteligente, amante no solo de poetas reconocidos como César Vallejo (El título de la novela es elocuente), García Lorca, etc. sino de otros pensadores contemporáneos en áreas científicas de gran relevancia, tal el caso de psicólogo Daniel Goleman. Lo que la filóloga Kristeva llamaba intertextualidad. Es una persona culta en medio quizás de una numerosa cantidad de personas incultas, incoloras e insípidas. Sabe muy bien que para ser ignorante, torpe, "bruto" basta parecerse a la mayoría y mezclarse como uno más de ellos.

 

Éste es el conflicto central de la novela: ser o parecer y Enrique decide "ser" y ello lo obliga a separarse de las convenciones sociales enajenantes que desde niño aprendió en el catecismo y las mínimas prácticas sociales establecidas como correctas: casarse, tener una familia, vivir con otros, y todas las ya consabidas. Él se presenta como disfuncional en esa sociedad y escoge vivir pensando en Julia su ideal que apenas si oyó alguna vez pero que cree existió. Ésta es la motivación de su precaria vida pero llena de libertad y otras realidades que para él son de enorme trascendencia.

 

Empieza por separarse de Sussana, su  esposa, vivir solo en una casita pequeña y no cultivar más amistad que las visitas o conversaciones con su amigo Hernán que giraban alrededor de comentarios de familia y de libros de autogestión y en ocasiones sobre una Julia que Enrique creía que era "su Julia".

 

Luego de breves conversaciones su amigo se presentó a su casa con un regalo, un perro, que desde luego Enrique rechazó pero permitió bajo juramento pasar una semana con él y si no le agradaba, lo devolvería. Así se hizo pero el desenlace fue una estrecha amistad entre animal y hombre, a tal grado que se convirtió en la relación esencial en ambas vidas. El can de nombre Candorio. Se me ocurre pensar (y esto es gratuito y sin conocimiento que doña Myriam debe tener muchos perros y disfrutar su desinteresada y noble compañía)

 

La novela discurre entonces en encuentros ocasionales de Enrique con algunos vecinos que salen por las mañanas a pasear con sus cachorros, las pocas conversaciones con unos vecinos jóvenes, bulliciosos pero amigos, sobre todo Esteban de Julia, la historia de ella y Felipe, su esposo y la madre que la abandona con su marido, la historia de la otra Julia y su marido de nombre Enrique y su madre y la hija de éste con una empleada nicaragüense, ante de casarse con Julia, la muerte (el asesinato) de Candorio por un perro pastor vecino, etc., hasta llegar al final en una escena donde Enrique descubre el origen de "su" Julia.

 

En cada una de estas historias se da la misma situación: degradación, fracaso. Pareciera ser que la verdad radica en la misma esencia del ser humano: "ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto". El precio por crear un proyecto humano con otro es muchas veces el peor de los sacrificios y si éste es un sometimiento total a las condiciones de un sistema impositivo, se convierte en un suicidio. Y la respuesta, la verdad, pareciera que aún tendremos que esperar mucho tiempo por ella.

 

La novela tiene como referente literario un cuento de la misma autora llamado Los ruidos de Julia, ya publicado tiempo antes. La problemática es la misma. Un sistema social enajenante sobre todo para las mujeres que las obliga casi a la esclavitud y a vivir una vida (¿'vida?) peor que la de un animal y lo peor del caso con la complacencia de muchas de las mismas mujeres y por supuesto, la de la mayoría de hombres que esa situación les favorece. Solo escapan aquellos que como Enrique tienen conciencia de esa injusticia y víctimas de lo mismo tratan de aislarse, incomunicarse como una solución que a todas luces tampoco es la mejor.  

 

Me agradó la novela. Sin grandes aspiraciones y autobombo, logra interrogar, reflexionar, inquirir sobre la condición humana, desde las más pequeñas cosas que hacemos y buscar sentido a ese anhelo por lo menos de quienes alguna vez se han puesto a pensar en su propia existencia.



1  Bustos Arratia, Myriam. Tres novelas breves de Myriam Bustos. Nueva Década, San José, 1983.

 

1 Bustos Arratia, Myriam. Traspié entre dos estrellas. Ed. Tecnociencia, San José, 2009.

 

 

 

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