Anastasio Alfaro González 1

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ANASTASIO ALFARO GONZÁLEZ

(1865-1951)

 


 

Anastasio de Jesús nació el 16 de febrero de 1865, en la ciudad de Alajuela. Es el quinto de nueve hijos del hogar formado por Pedro Alfaro Muñoz y doña María Timotea González  Quesada.

 

Siendo muy niño, a la edad de cinco años perdió a su madre. Esto hizo que sus tíos maternos: margarita y Anastasio y el niño estrecharan más sus lazos familiares, lo mismo que con su abuelo.

 

Los padres y abuelos de Anastasio poseyeron fincas agrícolas  en la ciudad de Alajuela. Así desde niño, se vio inclinado al estudio y admiración de la naturaleza.

 

Recibió, de parte de su familia, una fuerte formación religiosa. La influencia de su tío  sacerdote le inclinó hacia el sacerdocio, pero no logró cambiar su deseo de estudiar la naturaleza y la historia patria.

 

En 1866 su padre compra la finca El Arroyo, en Alajuela y se traslada ahí con su familia. Esto ejercerá una gran influencia en el niño Anastasio que desde  sus primeros años sintió, en su propia finca, el contacto con la naturaleza.

 

En 1873 su padre se casa, por segunda vez, con Dolores Montenegro y aumenta su familia en cinco hijos más.

 

Los primeros estudios  formales los realizó en escuelas de Alajuela, dirigido, en ese tiempo, por León Fernández.

 

En 1879, después de terminar los estudios secundarios, se trasladó  a San José, contra la voluntad de su padre, para ingresar al Instituto Nacional, dirigido por el profesor español, Valeriano Fernández Ferraz. Aquí se inclinó por el estudio de la historia natural.

 

Poco después  ingresa a la universidad de Santo Tomás para obtener  el grado de bachiller en artes. Fue así como, en el año de 1883,  recibió su título.

Una vez graduado, comenzó a buscar trabajo en San José, a la edad de 18 años. Así, con otros compañeros, ofrecieron al  gobierno un proyecto  para recopilar los datos  y redactar una geografía  de Costa Rica. El gobierno les dio una respuesta negativa.

 

En 1885 se le nombró capitán de las milicias  de la república y se le envía hacia la frontera con Nicaragua, a fin de impedir  el ingreso a Costa Rica de El General Barrios. La muerte de este general evitó  el posible enfrentamiento. Anastasio volvió a San José, sin haber peleado.

Pocos años después fue elevado su rango militar a Comandante Mayor de Artillería  de las Milicias de la República, en 1894, siendo presidente don Rafael Iglesias (1894-1898).

 

En 1885, Enrique Villavicencio le ofreció un puesto, en la oficina de Estadística y se convirtió en un ayudante  en la confección del Anuario Estadístico. Ahí reunió Anastasio las primeras colecciones de materiales científicos y dio nacimiento lo que sería posteriormente El Museo Nacional.

 

Aquí comienza, para Anastasio, una experiencia importante con respecto a las exposiciones, tanto nacionales como internacionales: exposición nacional científica, exposición en Nueva Orleans, Nueva Exposición Nacional (1886). Por ella  recibió Mención  Honorífica. Y es en esta exposición  donde las autoridades  del  gobierno se percatan  de la necesidad  de un museo para Costa Rica. Precisamente el presidente  Bernardo Soto, inicia este proyecto. Envía al joven Anastasio  a  estudiar e investigar los museos  naturales en Washington. Salió para los Estados Unidos  en 1886 y permaneció ahí  hasta marzo de 1887. A su regreso,  el 4 de mayo de 1887, se creó el Museo Nacional, como  dependencia  de la secretaría  de Fomento, que ejercía, en ese entonces,  el Lic. Cleto González Víquez. Anastasio ocupó el cargo de secretario de la Junta Administrativa.

 

Comienza así una larga y productiva carrera científica para Anastasio: recortes de artículos  científicos publicados en revistas y periódicos, listas y nominaciones  de plantas de Costa Rica, clasificaciones de animales y estudios de la flora y fauna costarricense.

 

En 1889 se prepara una gran exposición  universal en París. A pesar de ser obstaculizado en su trabajo, siguió su empeño con gran satisfacción. Fue nombrado miembro correspondiente de la  Unión Ornitóloga  Americana y se fundó el Instituto Geográfico Nacional por don Mauro Fernández.

 

Durante los años de 1889 y  1890, salió Anastasio, rumbo a la frontera de Nicaragua, para servir a la comisión encargada de marcar los límites. Ahí aprovechó para estudiar la naturaleza de la zona

.

En 1889  conoce una joven  estudiante, Gordiana Flores Camacho, comienza su noviazgo que concluye  en matrimonio, el 8 de enero de 1891.

 

Este mismo año fue electo Director Suplente por Alajuela a Diputado, puesto que no desempeñó. Más bien solicitó permiso para realizar una serie de excavaciones en la región de Turrialba, con el fin de recoger y clasificar objetos arqueológicos para el Museo Nacional  y las próximas  exposiciones en Madrid y Chicago.

 

En 1892 nace su primera hija. Sigue trabajando en El Guayabo de Turrialba  y es nombrado  vocal y comisionado para la exposición  Histórica  Americana  que se realizaría en Madrid. Posteriormente lo fue en Chicago en 1893.

 

En Madrid se le nombró, por los éxitos  de la exposición  y los premios  obtenidos, socio de mérito de la Unión Iberoamericana en 1892, juez, entre otros, para representar a Dinamarca y Costa Rica, medalla de oro de la Exposición Histórica Americana, en 1893 y le condecoran  con la Real Orden de Isabel la Católica.

 

Luego de visitar  Chicago, con su familia, regresa a Costa Rica  en 1894 y se pone al frente del Museo Nacional.

 

En 1896 se prepara  para el traslado del Museo Nacional  a los jardines  del Laberinto de la Universidad  de Santo Tomás, cerca de la iglesia  La Dolorosa que se inaugura el 15 de septiembre de 1896.

 

El 6 de diciembre de 1896 se le nombra Socio Correspondiente  de la Academia  Científica-literaria  La Juventud Salvadoreña.

 

El 2 de marzo de 1897 es nombrado vocal en la  Exposición Centroamericana  que se realizó en Guatemala. Ahí recibió un diploma de honor  por ser vocal  y otro por ser  jurado de flora  y fauna. También recibió una medalla de Plata compartida con don  Manuel  María  Peralta  por su Etnología  de Centroamérica y un premio en efectivo de 500 soles  por su libro Antigüedades de Costa Rica. Compartió con Francisco  Castro Meléndez los 500 soles que se le dio. El premio fue por la colección de nidos, pájaros y huevos clasificados ya que  a juicio del  señor  Francisco, Anastasio, había realizado en gran parte,  esta colección.

 

Al regresar a  Costa Rica, en 1897,  se encuentra con disturbios  en la frontera con Nicaragua y nuevamente  se alista como militar. Después de varios sacrificios en su gira, se resuelven los conflictos y Anastasio regresa  a San José, a desempeñar su puesto en el Museo como Secretario Administrador. Se encontró con nuevos problemas. Fue acusado por Fernández  Ferraz de faltar  en el Museo, más de 1000 piezas clasificadas. Su inocencia  quedó demostrada luego de que una comisión investigó el asunto.

 

Realizó una expedición a la  isla del Coco con el fin de estudiar  la posibilidad  de crear ahí un presidio. Él  aprovechó  la oportunidad  para estudiar  la naturaleza de la isla.

 

A su regreso de la gira ocupó los cargos de archivero Judicial y Director General de los Archivos Nacionales. Ahí se ejercitó en criminología y bebió de fuentes primarias la historia  patria. En ambas actividades cosechó y dio frutos luego con sendos libros. Gracias a él se conoció del  documento histórico donde se verificaba  la identidad del soldado Juan, a través de la solicitud  de su  madre de una pensión de guerra.

 

El 12 de octubre de 1900 fue elegido Académico Corresponsal de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas, y Naturales de la Habana.

 

El contacto con las leyes, le decidió a matricularse en la Universidad para estudiar Derecho. En 1906 publica  el libro: Arqueología  Criminal Americana.

 

En 1904 se incorpora al Museo Nacional, el Instituto físico-geográfico y con ello Anastasio vuelve a su museo y abre las perspectivas de investigación al sector agrario, herbario y  otros  propios del Instituto.

 

En ese mismo año fue electo Presidente del Cuarto Congreso de Estudiantes Centroamericanos en Derecho.

 

De1904 hasta 1930, casi sin interrupción, ocupa el cargo de Director del Museo Nacional.

 

En 1911 fue incorporado como Miembro de la Sociedad  Americanista de París. En 1912, el ateneo de Costa Rica, le entregó sendos diplomas por las instantáneas de fotografías: El bongo en marcha y las normalistas.

 

El 16 de junio presentó las pruebas  ante la Junta  Directiva  del Colegio de Abogados y obtuvo el título de Notario el 25 de junio de ese año, a los 50 años.

 

Tres años después obtiene  el título de profesor de Estado en Ciencias  Naturales.

En la exposición  de 1917, obtiene la medalla de Oro por sus trabajos y por ser el promotor, en Costa Rica, de la industria artística  de Las Terracotas.

 

En 1924 La Sociedad Geográfica de Nuremberg, le nombra miembro  correspondiente  y el 8 de marzo  de 1932, la Academia  de Ciencias Naturales  de Filadelfia elige a Anastasio como miembro Vitalicio.

 

El año 1934 fue importante porque tomó parte en la polémica para escoger la  flor nacional. Anastasio defiende  la guaria morada para simbolizar nuestra flor nacional.

 

En 1937, con motivo del cincuentenario del Museo nacional,  recibe la medalla de oro por su dedicación y entrega a la institución. También a la edad de 72 años se le nombra presidente del comité organizador  de la exposición  que se realizó  en 1937.

 

Anastasio trabajó además como profesor en el colegio Superior de Señoritas desde 1908 hasta 1935. En este año se pensionó  con un monto de  260  colones hasta su muerte en 1951.

 

También trabajó  como profesor en la Escuela normal  de Heredia. Lo hizo  en 1917, siendo director de ella, Joaquín García Monge.

 

Otro colegio donde impartió lecciones fue el Instituto de Alajuela. Ahí le correspondió  impartir lecciones de Anatomía y Biología. También  presidió la cátedra de Entomología de 1930 a 1933,  en la Antigua Escuela de Agricultura, así como lecciones de botánica  en la Escuela de Ciencias que funcionó por la noche, en el Liceo de Costa Rica.

 

Durante el corto tiempo que gobernó Federico Tinoco a Costa Rica (1917-1919), ocupó  el puesto  de Secretario de Estado en el Despacho de Educación Pública. Como ministro no dejó de impartir  lecciones  en el colegio Superior de Señoritas y tampoco  permitió que le pusieran  teléfono en su oficina.

 

En 1941 fue escogido por la Universidad  de Costa Rica, como el alumno graduado  por dicha institución para que entregara  el estandarte  a otro que recién ingresaba. Le correspondió  entregárselo  a Gonzalo Facio Segreda. Ese mismo año se le  dio un pergamino como socio  fundador  de la Sociedad  de Geografía e Historia  de Costa Rica. El 2 de julio de ese año la Sociedad Mexicana de Historia Natural lo nombró Socio Corresponsal.

 

El 22 de noviembre de 1945, día del maestro, el club Rotario de San José, le otorgó  la medalla del Buen Servidor. Y el 12 de enero de 1946, fue nombrado Socio Honorario de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.

 

En 1949 quedó inválido por la arteriosclerosis. Sin embargo no pierde su lucidez.

 

El 24 de diciembre de 1950 muere su esposa y tres semanas después, el 19 de enero de 1951, muere Anastasio Alfaro González, a los 86 años, de una increíble vida productiva.

 

 

LO QUE ESCRIBIÓ ANASTASIO ALFARO GONZÁLEZ

 

 

NOVELA

 

1. El delfín del Corubicí: 1923

 

CIENCIA

 

1. Antigüedades de Costa Rica: 1896

2. Arqueología Criminal Americana: 1906

3. Petaquilla: 1917 (Poesía y narrativa)

4. Investigaciones Científicas: 1935

 

 

Anastasio Alfaro González es otro miembro de la generación de 1897, llamada generación Modernista. Él no es  propiamente un novelista. Como lo explicitamos en su biografía, fue un científico muy importante para Costa Rica y a él se le debe  muchísimo en esa área de la educación. Su novela El Delfín del Corubicí la publicó en 1923.1

 

Su creación obedece más, a razones pedagógicas que literarias, pues siendo profesor en el Colegio de Señoritas de la capital, para explicar mejor el tema de los indígenas costarricenses a sus alumnas, decide escribir este relato, con el fin de obtener, de parte de ellas, mayor interés.

 

El motivo  que abre la narración es un viaje de un grupo de indígenas al mando del Delfín, hijo del cacique de Corubicí. El narrador omnisciente, tradicional, presenta  a un indio viejo: El Cangrejo, que  sirve a los indios corubicíes. Concede la voz a este personaje  para que entretenga a los otros marinos contándoles cuentos, producto de su imaginación o de viejas experiencias llevadas a cabo por él. Así presenta un relato de un temporal que duró de luna a luna y cómo de un tronco fabricaron una embarcación. Este relato le permite  explicar las funciones de las crecidas de los ríos y su utilidad en la fertilidad de la tierra. Es un adelanto de la  participación reflexiva del narrador-autor. Esta es la función fundamental del narrador: describir, presentar, informar, comentar, valorar, aclarar, explicar hasta el detalle, costumbres, paisajes, utensilios, etc., de los indígenas y los lugares donde vivían: El golfo de Nicoya. De ahí que cuando  cede la palabra  a los personajes, la función fuere la misma, descrita anteriormente y la hará en pocas ocasiones y en las que el mismo autor explica, que ese fue el motivo con que nació el libro: explicar a unas jovencitas la cultura indígena costarricense, antes de la conquista.

 

Cualquier pretexto en este largo viaje, permite al narrador hacer largas explicaciones y descripciones de lo que aparece en el camino. Así, su primer encuentro con un bote  pequeño, donde van tres  mujeres, la madre y dos hijas, le permite detallar, desde al rubor de las jóvenes, hasta la red que protege una calabaza con chicheme. Poco  a poco van pasando por cada una de las islas del golfo y en todas ellas, el narrador aprovecha para presentar, los jefes, sus costumbres, sus artes y atributos, tanto del grupo del Delfín como aquellos otros pueblos que va visitando. Se establecen diversas competencias, juegos, bailes, intercambios, etc. Este viaje es muy parecido a un tour  con guía de lujo.

 

El objetivo del viaje, por parte del Delfín, es buscar, en estas islas, tintas especiales, de animales marinos, para teñir sus telas de vestir. Como se ve  es un pretexto del autor para mostrar aquellos pueblos, esparcidos por las costas del  Golfo de Nicoya y sus islas.

 

En el capítulo III, ocurre el primer acontecimiento de importancia. Carao y El Cangrejo, descubren al Chiricano, conversando con un grupo de apaches, indios piratas que habían  azotado las costas de la región robando, matando y raptando, no sólo sus productos y riquezas, sino los hijos más nobles de aquellas tribus.

Este acontecimiento permite al narrador-autor:

 

Mostrar la valentía del Delfín.

 

Encontrar a Copey, hijo del cacique  de Tarrazú.

 

Encontrar los tesoros  robados por los piratas.

 

Traer la paz y tranquilidad a todos los pueblos.

Hilvanar la intriga novelesca que  ofrecerá la trama de la novela.

 
Copey, hijo del cacique de Tarrazú, fue raptado por los piratas, conjuntamente con su hermana pequeña y su madre. La niña fue abandonada en las costas de Nozara y su madre murió de dolor. Lo mismo que su padre, que muy anciano, no soportó el sufrimiento y murió. Una vez rescatado por El Delfín, Copey les acompañó en sus visitas restantes y demuestra su nobleza y valentía. Poco a poco, se esclarecen los detalles de su origen noble y de regreso a Nozara, descubre que la que pasaba  por hija del cacique, no era otra que su hermana, en ese entonces de  dieciocho años, de nombre Nina. Copey conoce después a Pipilacha, hija del cacique de Chira y se enamora  perdidamente de ella. Después de aclaraciones, pruebas y reconocimientos, la novela termina con las bodas del Delfín, con Nina, hermana de Copey y éste es coronado como cacique, se casa con Pipilacha, hija del cacique de Chira.

 

Estos matrimonios, se realizan en provecho de los jóvenes y por conveniencia social, ya que  establecían nexos entre pueblos diversos y distantes que permitirían la paz y la unión entre ellos.

 

A pesar de que la intriga amorosa sirve de hilo  conductor a la novela, no ocupa la atención fundamental de  ella. Es más bien  un pretexto al narrador para los fines  descritos al inicio de este comentario. Tanto el viaje, como el regreso y la fiesta-exposición final, así como las bodas, permiten al narrador-autor, en voz propia, o usando los personajes, narrar, informar, describir, explicar todos y cada uno de los detalles, tanto naturales como culturales de esos pueblos.

 

El narrador, con una fuerte y sensible apelación al lector social, lo evoca, introduce,  contagia, en las vivencias de los indios.

 

A pesar del conocimiento histórico y natural de la época y  de esas culturas, hasta el detalle, no obstante, la visión del  narrador es propia de ese momento histórico. Es cristiana y occidental. Los valores destacados son aquellos que para nuestra cultura tienen significación: amor, respeto, honradez, familia, valentía, fidelidad, etc. No se quiere decir con ello que la cultura indígena precolombina desconociera y no practicara estos valores en sus sociedades, todo lo contrario, estos valores, de carácter universal, han sido  y serán parte fundamental, y esenciales en el hombre, sin importar el tiempo que viva. De lo que se trata es de la forma  y manera de conceptualizarlos e interpretarlos.

 

La mirada del narrador evidencia y connota vergüenza, pudor en las indias púberes, propio de nuestra cultura occidental y nunca de la educación de los indígenas, que usaban algunas ropas, más por conveniencia ambiental, que por taparse "las vergüenzas".

 

Dice el narrador:

 

"De trecho en trecho encontraron grupos de mujeres y niños bañándose, con esa desnudez e ingenuidad que sólo la vida libre de la naturaleza sabe contemplar sin malicia: las indias púberes ocultaban el rostro,  pero los niños se presentaban  al paso de la comitiva, con dulzura de ángeles pintados por los genios."1

 

Y más adelante un personaje de la novela dice:

 

"_ Así lo espero, falta poco tiempo y nuestras relaciones pueden entonces estrecharse, ya que su visita se parece  ahora a la de un médico."2

 

"_ Con todo, replicó Cangrejo, esta libertad de la mujer va en detrimento del hogar: ellas tienen demasiado gobierno de sí mismas para  que se sometan  al trabajo  que requiere la madre de familia y, a mi juicio, la función más importante de la mujer es la maternidad."1

 

Y podríamos transcribir, innumerables citas más, como el juramento de Copey, hecho en nombre de Dios (cristiano) y de la patria, tal como aparece en nuestra Constitución, así como la exhibición de mercaderías, el papel de la mujer y el hombre. Las relaciones sociales entre los indios, sus clasificaciones de animales, plantas, sus dioses y representaciones, su lenguaje, las explicaciones de los fenómenos, los parentescos y  sus leyes, los sistemas matriarcales y patriarcales, etc. Todo ello nos permite afirmar que la visión del narrador-autor, así como  de los  personajes, es idealizada, y propios de la cultura moderna  occidental, de hombres costarricenses de inicios  del  siglo XX.

 

La visión narrativa es un tanto romántica e idealista,  aunque los temas exóticos fueran utilizados por los escritores de esta generación modernista. Éste no es el caso. Hay un afán evidente de magnificar a pueblos de quienes sólo se tienen noticias por los cronistas, (Oviedo), historiadores y antropólogos, estudiosos de estas culturas y con bastante desinformación real de ellas. Anastasio Alfaro González presenta con exactitud  muchísimos datos históricos y geográficos, constatados en las referencias de cronistas que dejaron testimonio de ellos en sus escritos, no obstante aún estos hechos,  no dejan de ser valoraciones  de testigos que estuvieron con los indios y observaron sus costumbres desde una perspectiva  diferente y conceptualmente  opuesta a la de ellos. Dejaron constancia de lo que ellos  creyeron que era importante y eso no es garantía de que fuera fundamental para esas culturas que se presentaban exóticas a la visión española moderna. Esto lo hacemos extensivo a otros ejemplos de novelas que después trataron, en la misma forma idealista, el tema indigenista. Tendremos ocasión de hacer referencia a ellas en su debida oportunidad.



1 Alfaro González, Anastasio. El delfín del Corubicí. Ed. Costa Rica, 1962.

1 Alfaro González, Anastasio. Ob. Cit.  pp. 37-38. 

2 Íd. p. 78.

1 Id., p. 78.

 

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3 Comments

Exelente... me sirvio demaciado para mi trabajo! =)
Gracias Naty por tu comentario. Me alegra mucho que fuera de utilidad,
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán

Gracias esta muy completo aonque yo lo resumiria un poco mas.:)

Muy generosa
Gracias por tu comentario
Saludos
Benedicto Víquez GUzmán

Buenas noches Don Benedicto, muy interesante todo su articulo, nunca habia tenido un relato tan completo del abuelo de papa. Persona que hasta el dia de hoy le admira y estima muy profundamente, razon por la cual, mi papa colaboro un tiempo para el Museo Nacional, ano en cual se construye la Plaza de la Democracia a su lado. Hoy de vacaciones converso y discuto su articulo con mi suegra Rosalila Herrera, historiadora, y antigua alumna suya en la Universidad Nacional, cerca del ano 1974. Muchas gracias y bendiciones,
Luis Diego Escorriola.

Gracias Luis Diego, claro que os recuerdo y con mucho aprecio. Salúdame a Rosalila.
Un abrazo a la distancia,
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán

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