SAMUEL ROVINSKI GRUZKO
(1932)
Samuel nació el 28 de noviembre de 1923, en San José. Es hijo de padres judíos, Román Rovinski y doña Dina Gruzko.
Su educación primaria la realizó en la escuela Buenaventura Corrales. La inició en 1940 y la concluyó en 1945. Tuvo algunos problemas raciales por su origen. La maestra de los primeros cinco años lo fue doña Hortensia Vargas y en el sexto grado,
La secundaria la hizo en el Liceo de Costa Rica de
Los estudios superiores los llevó a cabo en el extranjero. Viajó a México y en
En 1955 se casó con Sarita Gilberstein, quien nació en Costa Rica en 1934, licenciada en Filosofía por
El padre de Samuel, don Román, poseía un estudio fotográfico en San José, una zapatería y unas agencias de representaciones. En ellos Samuel lo ayudó de niño y aún de joven.
Don Samuel comienza a escribir en 1960, una vez terminados sus estudios superiores, tres años después de regresar a su patria.
Ha viajado por varios países y continentes, México, donde conoció y estrechó amistad con Miguel Ángel Asturias, Francia, donde residió por tres años con su familia y estudió cine, Venezuela, Colombia, Moscú, Montevideo, Estados Unidos, Cuba, Berlín, etc.
Ha ganado varios premios por sus obras literarias, cuento, teatro, ensayo y novela. Pero sus mayores éxitos los ha obtenido en el teatro, su género favorito.
Durante quince años trabajó como ingeniero civil y en esta carrera diseñó obras importantes.
Ha ocupado cargos variados sobre todo en universidades del país y otras instituciones culturales, tales como: Profesor de Apreciación Teatral e Historia del Teatro en
Se incorporó al Colegio de Ingenieros y Arquitectos de Costa Rica, en 1958.
Cursó un taller de cine en L'Ecole Louis Lumière, de París, de
Actualmente reside en Costa Rica, en San José y sigue una vida muy activa en el campo cultural, sobre todo en la actividad teatral.
LO QUE HA ESCRITO SAMUEL ROVINSKI GRUZKO
NOVELA
1. Ceremonia de casta, Premio Nacional Aquileo Echeverría de novela (1976).
2. Megalópolis Beta: 1973, publicada en el periódico Al Día, en entregas (1997). Es una novela de ficción política.
3. Herencia de sombras: 1993.
CUENTO
1. La hora de los vencidos, Premio Nacional Aquileo Echeverría (1963).
2.
3. Cuentos judíos de mi tierra: 1982.
4. El embudo de Pandora: 1991.
5. El dulce sabor de la venganza: 2000
6. Un sitio para morir
TEATRO
1.
2. Cuarto Creciente: 1964
3. Los Agitadores: 1965. Mención Honorífica en Guatemala, (inédita).
4. Gobierno de alcoba: 1967. Estrenada por el Grupo Israelita de Teatro de Costa Rica. Texto para la ópera cómica, del compositor Carlos Castro, estrenada en el Teatro Lawrence Oliver en 1992.
5. El Laberinto: 1969. Estrenada por el Teatro Nacional de Costa Rica.
6. Las fisgonas de Paso Ancho: 1971. Estrenada por el Teatro Universitario de Costa Rica.
7. Un modelo para Rosaura: 1974 Premio Editorial Costa Rica (1975). Estrenada por
8. Los Pregoneros; 1978. Finalista del Premio Tirso Molina, España, fue publicada por El Teatro Nacional de Costa Rica (1990).
9. Los intereses compuestos: 1981. Estrenada por el Teatro de
10. El martirio del pastor: 1982. Finalista del Concurso Casa de las Américas,
11. La víspera del sábado: 1984. Estrenada por el Teatro Nacional de Costa Rica.
12. Gulliver Dormido: 1985. Estrenada y publicada por el Teatro Nacional de Costa Rica.
13. El embudo de Pandora: 1991
14. Big Bang: 1993. Estrenada por El Teatro
15. Un trágico tico a pesar suyo: 1994. Es una adaptación de la obra de Anton Chejov y la estrenó
16. Mister Piggs: 1998. Será estrenada en agosto de 1999 por
17. Génesis: 2006.
18. El Almuerzo: Es una adaptación de un cuento de Somerset Maugham y está inédita.
19.
20.
21. La pulpera de la esquina
ENSAYO
1. Cuarto Creciente: 1964 autobiografía novelada Premio Nacional Aquiles Echeverría: 1964, ensayo.
2. Política Cultural de Costa Rica: 1976.
3. La dramatización de lo inmediato: 1999.
CINE
1. La guerra de los filibusteros: 1981. Documental para Istmofilm, de Costa Rica, 16 min. 2. Pork biano ia de bronce en Internationa orklm Festival: 1982, New York.
3. Eulalia: 1987. Guión para largometraje de ficción para
4. Las Fisgonas: 1989-1990. Guiones para la televisión Serie. Estrenada por Canal 7.
5. Five against the sea: 1991. Guión para cine, Paradise Productions.
Ceremonia de casta fue publicada en 1976 y es la primera novela escrita por Samuel Rovinski Gruzco.1
Es desde nuestro punto de vista, la novela más representativa de esta generación, tanto a nivel nacional, como hispanoamericana. Sería de mucha importancia para la literatura comparada, realizar un estudio de la novela del norteamericano William Faulkner (1897-1962), Mientras Agonizo: 1930 y novelas hispanoamericanas como La muerte de Artemio Cruz: 1962 de Carlos Fuentes (1929), Pedro Páramo: 1955, de Juan Rulfo (1918), perteneció a la generación anterior, la de 1942, Noche en vela: 1968 de Rima de Valbona (1931) y Ceremonia de casta: 1976 de Samuel Rovinski Grüzco (1932). Los parecidos técnicos y temáticos son de enorme importancia, sin que ello desvalorice literariamente cada una de estas obras.
Ceremonia de Casta es un título que no abarca ni podría hacerlo, la enormidad técnica y temática de esta novela. La ceremonia es el acto, a manera de rito, con que Juan Matías, reúne su descendencia alrededor de la mesa, durante todas las tardes, para tomar café y magnificar el rito que lo entroniza como el sumo sacerdote de su propio clan y recuerda su poder vertical sobre cada uno de ellos, no es más que la apariencia de una tragedia mayor: la conciencia, el conocimiento cierto de que todo ello no es más que eso, un ritual, un formalismo, un espejismo, una apariencia. Lo de casta, que evoca las famosas y poderosas castas de la india, no es si no, un cascarón, una ilusión, una costumbre, un espejismo que conforme se va desarrollando la novela, se va evidenciando como una realidad vencida, aparente, una especie de cadáver.
Quizás lo más importante de contrarrestar, para comprender la novela, es el mundo aparente, superficial, del ritualismo de Juan Matías, su esposa Beatriz, de apellidos poco ilustres, según su esposo, sus seis hijos, esposas e innumerables nietos, así como Rosa María, la campesina y su hijo, el bastardo y otros miembros como el tío Manuel y lo oculto, lo irreal o lo superreal, por lo tanto lo único real, la conciencia de lo aparente, representados en los sueños de Beatriz, la impotencia sexual de Juan Matías, el bastardo, la muerte de un grupo social, su decadencia, su reiteración ahistórica, su circularidad.
La novela, en el tiempo cronológico, quizás no va más allá de un día, es la agonía del gamonal, del cacique, del paterfamilias, del sostén económico de toda la familia y sus descendientes pero también, del reconocimiento de su impotencia, de su pobreza espiritual, su hipocresía, su fracaso personal y con él, de una u otra manera, de toda su familia, incluyendo al hijo de Rosa María, que lo odiaba y deseaba su muerte, no para superarlo en sus proyectos personales y de grupo, sino por el simple placer de verlo morir, por vengarse de él, por haber recibido incontables humillaciones, sus castigos (como el de la pecera), del ultraje a su madre, de su abandono, etc. Y aún más, el de su esposa Beatriz, que a pesar de mantener las apariencias de mujer sumisa, fiel, respetuosa, no lo quería y en sus sueños le engañaba con Manuel. Juan Matías así, se convierte en un pobre diablo, que daba compasión, tristeza, dolor y que nos recuerda a Pedro Páramo y Artemio Cruz, ya a punto de morir. Es la vivencia de la muerte, a través de la agonía del poderoso, porque tiene dinero y es dueño de vidas y haciendas, de los rituales acompañados con vinos finos, comidas europeas y ostentaciones. Todo ello no es más que carencia de vitalidad, de proyectos importantes para él y para la sociedad. Todo su poder se centraba en el dinero y su apego a la vida, su desesperación por la idea de morir y dejar su riqueza en descendientes que no se la merecían, perder todo y saber que aún sus hijos y su esposa esperaban, con ansia, su muerte.
Muchas son las formas cómo el patriarca o hacendado, se hacía poderoso y era respetado por todos. El apego a una especie de rectitud, la apariencia de una conducta irreprochable, la práctica de la religión oficial, en este caso la católica, con todas sus hipocresías que el pueblo valora como positivas, tales como ir a misa, comulgar, dar limosna, formar parte de las directivas comunales de bien social, etc. Asistir a los lugares públicos y saludar a los campesinos, aceptar ser dedicado de partidos de fútbol, asistir a los entierros de niños y algunos trabajadores pobres de importancia, ser padrino de los hijos de los trabajadores y en los turnos comerse un tamalito, junto a los ciudadanos o un plato de olla de carne, sin importarle si después debía acudir al médico para limpiar su estómago más acostumbrado a los vinos franceses.
La casa, su cárcel, donde guarda con siete candados, no sólo sus riquezas, sino la ceremoniosa vida de actos intrascendentes, que no representaban más que la guarida de su propia impotencia, tras rejas y barrotes de hierro, cerca de sus haciendas y beneficios de café o construidas en los barrios ricos de la capital, es un símbolo para este grupo cafetalero. Solían ser grandes, de enormes corredores y enormes jardines, fuera y dentro de ella, sus ventanales eran altos y sus puertas gruesas y siempre cerradas que daban la impresión de no ser habitadas y hasta temidas por los mismos ladrones, de grandes habitaciones y cuartos con enormes camas de maderas preciosas, sin que faltaran cómodas talladas, espejos espaciosos y arañas traídas de Europa, por sus hijos que viajaban junto al café a estudiar, sobre todo, Derecho, para defender, a su regreso, sus propiedades, sus haciendas y sus inversiones y por qué no sus robos. Aún hoy solemos encontrar, en San José casas de este tipo, sólo que convertidas en oficinas de abogados o de turismo, empresas comerciales o industriales; en Heredia se les ve de lejos, desde la calle, muy bien pintaditas, con grandes potreros y jardines, junto a la iglesia que algún día fue de su propiedad, hasta con bancas, sobre todo las primeras, con sus nombres reservando así el lugar para sentarse, cuando asistían a la misa dominical. Sí, la casa es un símbolo de la decadencia de un grupo, de la ostentación, de la riqueza producida por el grano de oro y la pobreza de los trabajadores y en San Joaquín las podemos observar convertidas en restaurantes con viejos patios (hoy parqueos) para secar el café, lavarlo y echar la fetidez de su caldo a los caños que llegaban (y llegan) a las acequias y éstas, a los riachuelos y ellos a los ríos y por fin al mar. ¡Qué importancia podría tener esto si el país se llenaba de riqueza y era hasta capaz de construir un Teatro Nacional para que asistieran las esposas e hijas de los gamonales a compartir su ignorancia y aparentar cultura que no tenían sino en apariencia o de guía turística, mientras los campesinos que por alguna necesidad visitaban la capital y pasaban al frente de él, se santiguaban pensando que era una iglesia y Beethoven y Calderón de
Y lo más importante, en la novela no se vislumbra, ni a nivel de los personajes, ni del sujeto de la enunciación primaria, una salida a la muerte de Juan Matías y con él el grupo cafetalero o su casta. El bastardo por más que descubre la apariencia de su padre y su propio fracaso, no es una alternativa para superar cualitativamente, el estado social que deja la muerte de Juan Matías, no tiene proyecto y no representa a nadie que no sea su propia e individual venganza. Sus hijos y nietos, por más que representan un abanico grande de posibilidades, están más llenos de dudas, incapacidades e individualismos que ideas y proyectos de reformas sociales importantes para el país. Están más atentos a su herencia que a otras inquietudes positivas, que de todas maneras no tienen. Y queda un personaje, que quizás sea el más indicado para simbolizar el cambio estructural de la sociedad, que se llama Pedro y representa los más nobles ideales del pueblo pero muere y con él toda esperanza. Además de que el pueblo, por su propia ignorancia, por tener poca conciencia y organización, se avenía al estado de cosas existente, se conformaba con comer y vivir más o menos bien. No tenía grandes aspiraciones, así fácilmente se convirtió en aliado de los ricos y defensor del modelo social y político que estos crearon para su propia comodidad.
El mito del paraíso, de la felicidad, del lugar ameno en el campo, de la falta de conflicto entre los hacendados y los trabajadores de la tierra, en esta novela, se descubre, se evidencia, se desencarna, sale a flote, se hace evidente. Si en las novelas anteriores a esta generación, los hijos de los gamonales deshonraban a las hijas de los trabajadores y las dejaban desvalidas, en ésta es el propio gamonal, tal conducta, antes, se veía como una aventura, un desliz, un pecadillo de un muchacho alocado. Aquí no, el bastardo, hijo de Rosa María, cobra importancia y es acontecimiento de primer orden en la novela y su significación a pesar de que no va más allá, de la suplantación a su padre, Juan Matías, cobra relevancia porque se convierte en una conciencia señaladora, deslegitimadora.
Lo expuesto someramente nos permite observar una novela cíclica, reiterativa, circular, casi se repite lo mismo. Es un laberinto sin salida, por cualquier camino que se escoja se llega al mismo lugar. Los poderosos, los ricos pueden cambiar de ropaje, sus fincas o haciendas se pueden convertir en urbanizaciones, pero los cambios cualitativos que exijan algún sacrificio de su riqueza, por más pequeño que sea, no lo van a permitir de ninguna manera. Por eso, la generación de 1957 que siente en su propia carne la muerte de sus ideales, sufre, se desgarra describiendo, narrando, desentrañando las falsas promesas de los políticos y la realidad social que se creó, después de la "revolución del
La segunda novela publicada por entregas en el periódico Al Día, Megalópolis Beta en 19711. No la conocemos.
La tercera novela recibió el nombre de Herencias de sombras y la publicó en 1993.2
Herencia de sombras es una excelente novela desde cualquier óptica que se le analice. Es una continuación de su primera novela Ceremonia de Casta. Pertenece a la novela polifónica. Su estructura es sencilla. Está compuesta de seis partes sin título alguno y cada una de ellas se configura por diferentes puntos de vista o voces que obedecen a la necesidad de introducir personajes o acontecimientos en forma simultanea y respetando cierta linealidad arbitraria pero consecuente con la estructuración del relato.
Lo más sorprendente de la novela y que ofrece gran calidad literaria, verosimilitud y objetividad al relato, independencia a los personajes, profundidad psicológica y mantienen interesado al lector, intrigado, despierto, anhelante, sumergido en las peripecias de los personajes y sus intrigas, es el tratamiento del narrador. Y es que este elemento es el causante directo de una novela, tanto la fútil, como una sobresaliente.
El narrador participa poco y prefiere dejar a los personajes que lo hagan y si prefiere hacerlo desde esa instancia, se aleja lo más posible y se convierte en una especie de intermedio, vehículo para dejar saber al lector, sus congojas, pensamientos, sufrimientos, desdenes, dudas. No participa de esas particularidades, no opina, no invita al lector, no da señales, no toma partido, no forma alianzas con el lector y no le mantiene informado más que lo que saben y dicen los personajes. Esa estrategia es su éxito. Por ejemplo, cuando Raúl regresa a su mansión, luego de una de sus infidelidades con Blanca, piensa cambiar, regenerarse, rescatar su hogar y él mismo de la ruina espiritual en que ha caído, sin percatarse de que su esposa ha recibido una carta anónima de su otra amante Susana, donde le entera de sus aventuras sexuales y desvaríos amorosos. El lector conoce más que los personajes, como es de esperarse pero el narrador no opina, se mantiene al margen y deja que Raúl se enfrente a su esposa en una escena posterior. Y a pesar de que la novela utiliza el suspenso propio de la novela policíaca, el narrador deja la historia transcurrir por sí sola, sin adelantar acontecimientos o informar al lector sobre posibles asesinos. El crimen se mantiene hasta el final sin dilucidarse, aún más, nunca conocemos el autor intelectual del crimen, aunque sí las razones y los implicados: políticos, narcotraficantes, traficantes de armas,
La novela mantiene una estructura policíaca, pero solo como pretexto para denunciar, ofrecer la degradación de dos estirpes, castas, Los Matías, y Los advenedizos, Los Alfaros, el bastardo, y con alusiones a los Rodríguez de Alajuela. Desde esta perspectiva la novela se comporta como histórica a pesar de no referirse abiertamente a hechos históricos. Conocemos claramente que se trata de un lapso de tiempo que podríamos verificar como parte del gobierno de los sandinistas en Nicaragua, después de la revolución y su triunfo electoral, el gobierno de Luis Alberto Monge en Costa Rica (1982-1986) y los inicios del gobierno de don Oscar Arias (1986-1990) y alusiones a los años sesentas de efervescencia universitaria política e ideológica así como a la colonia alemana, el fascismo y la identificación por ellos de parte de León Cortés. Hay otra novela escrita en la misma época por el joven novelista y periodista Carlos Cortés Zúñiga (1962), llamada Cruz de olvido: 1998 que novela algunos acontecimientos similares a los aquí comentados. La conspiración propia de la novela, en la cual participa indirectamente el padre de Manuel y Catalina, don Pedro Matías, el patriarca, y por la cual lo asesinaron es la trama que envuelve todo el relato, pero este marco sirve de fondo para desgranar, desnudar dos familias de abolengo, muy ricas a través del tiempo, desde la vida patriarcal, ceremonial, de respeto e idolatría al apellido, al honor, a la conservación del buen nombre, al apego a la familia y su código cristiano, vertical, de rectitud hasta llegar a un estado de terrible degradación de los descendientes, la búsqueda de poder, de la riqueza, de la ostentación, del maquiavélico precepto de que el fin justifica los medios. Por ello la gran tragedia que llevan algunos personajes los convierte en algo más que desdichados, el tenerse lástima ellos mismos de sus propias acciones. Don Fernando, en la familia Matías y Catalina en Los Alfaro, hijos de don Juan, el bastardo, son dos símbolos de esa tragedia. Luchan por mantener el ideal del buen nombre, del honor y hacen lo indecible por ser consecuentes con su código moral, pero los hechos, la realidad, los conducen a la triste aceptación del silencio, del deshonor. Don Fernando traiciona y engaña a sus hermanas con la venta de la finca El Poró, a instancias del hijo Raúl, acuñado en el nuevo código del todo para mí y nada para los otros, y Catalina, la luchadora por dilucidar la corrupción política y la participación oficial en los acontecimientos ocurridos en Nicaragua, bajo la tolerancia solapada de los políticos de turno y que se calla y deja la denuncia y la investigación cuando su hermano le entera de que su padre fue asesinado por saber mucho de esos negocios y por haber mantenido relaciones comerciales con Mr. Bull. La degradación no puede llegar más bajo para ella.
Todo lo demás, la desintegración familiar, la falsedad, la hipocresía, el guardar las apariencias, la ostentación, las riquezas de fantasía, las mansiones, las infidelidades, los negocios turbios, los engaños, las falsas promesas, los crímenes del bajo mundo, los matrimonios por conveniencia, los divorcios, los hijos desteñidos, la rutina enervante de los ricos y sus ceremonias de páginas sociales, forman el condimento apropiado para darnos esa visión de muerte, de desdibujamiento, de tragedia de una clase social que pierde su ropaje de domingo para embarrialarse en el charco de la corrupción de las nuevos tiempos, amparados en la impunidad. No sólo la ciudad, los edificios, las mansiones, sufre los embates del tiempo y la mezquindad del hombre y su desenfreno por el poder y el dinero, también los hombres, que son el sujeto de la historia, se transforman, se envilecen aún más, se destiñen y pierden todo ropaje de distinción. Ya no hay reliquias, el pasado importa un bledo. Hay que saludar a los magnates de la globalización, de la apertura, de la entrega de nuestra riqueza, del bienestar, de la riqueza, no importan los medios y lo que se tenga que entregar. El honor, la patria, la soberanía, el buen nombre, el futuro de nuestros hijos y nietos, a la larga ni en los museos tendrán cabida.
La nueva hornada de ricos los representa Raúl Matías:
"En el ambiente de lujoso esparcimiento del condominio, su país se le hizo pequeño y soñó con expandir sus negocios por las principales capitales del mundo.
En sus ensueños, se veía como un tiburón de las finanzas, desplazándose en aviones, helicópteros y yates hasta los confines más remotos, temido y respetado por sus iguales, con su foto en las revistas de los ricos y mafiosos,(perdón esto lo agregué yo) famosos, rodeado de estupendas beldades."1
Y resaltaba aún más su código financiero:
"Sin embargo para ser un tiburón de las finanzas tenía que probar fortuna en los grandes mercados internacionales del capital y olvidarse de su diminutivo y casi desconocido país.
Wall Street no toleraba las pequeñeces, las malas conciencias ni los melindres nostálgicos por
El párrafo anterior define con claridad las dotes, el modelo anhelado de los nuevos ricos. El lector puede fácilmente crear su propia lista. Tal vez la real no sea tan numerosa pero los aspirantes forman legión.
La novela termina con la muerte de Beatriz, la matriarca, el último bastión de la casta y de una época. Con su desaparición solo quedan las sombras, los recuerdos, el dulce encanto de una oligarquía olorosa a café, abolengo pero con apego a lo nuestro, al honor, al nombre, a la distinción y por qué no a la hidalguía. Como dice don Alberto Cañas Escalante, las graderías de sol ocupan hoy los puestos de mando en nuestro gobierno, sobre todo en
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Can I quote you in my report for school?
(¿Puedo citar le en mi informe para la escuela? )
Por supuesto.
Benedicto Víquez Guzmán. Las generaciones de los novelistas costarricenses, San José, 2005.