Segunda época. Época contemporánea: 1935-2068

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ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

(1935-2068)

 

 

La época contemporánea se extiende desde el año de 1935 hasta el año de 2068.

 

Comprende tres períodos  y nueve generaciones. Al primer período (1935-1979) se le ha llamado superrealismo, al segundo período (1980-2024), algunos lo titulan como  poeticismo y al tercero (2025- 2064), que aún no ha ocurrido, bien podría llamársele cibernético, intimista o simplemente virtual, aunque el nombre sea poco poético.

 

Esta época se opone a la moderna por una marcada resistencia al realismo. Los  escritores, desde diferentes puntos de vista abandonan el realismo fotográfico y la representación "exacta" de la realidad para refugiarse en diversas formas del  irrealismo.

 

Esto no quiere decir, de ninguna manera, que su obra literaria no contemple la realidad y no se fundamente en ella. De lo que se trata es de expresar la realidad individual y social desde diferentes puntos de vista, cada vez más autónomos y más distanciados del tradicional  narrador-autor, tan caro a la época anterior. Por eso, en esta época, aparecerán los más variados realismos: realismo mágico, realismo maravilloso, realismo mítico, ciencia-ficción, realismo cibernético, superrealismo, etc. Y  se desarrolla el género de lo extraño así como  lo fantástico. Este último con gran éxito.

 

Si en la última generación  de la época moderna, la de 1912, llamada mundonovista, Latinoamérica  comienza a darse a conocer en el ámbito literario, sobre todo europeo, con la primera generación de la época contemporánea, la superrealista de 1927 y las siguientes, América Latina se abre al mundo, a través de su novelística y deslumbra a unos y otros. Encuentra su propio paradigma literario, por lo menos en peculiar manera de mostrar su naturaleza social, cultural, política e ideológica. Y, a través de sus novelas no oculta nada, se desgarra, se desnuda, se evidencia, se limpia todos los maquillajes adquiridos de la cultura europea que la conquistó y se presenta ante el mundo tal cual es, virgen y mancillada, salvaje e indomable pero vilipendiada, terriblemente cruda, pero poéticamente representada. Los temas más escabrosos y delicados son abordados por los novelistas latinoamericanos. Los tiranos con su enorme poder político y económico, dueños de vidas y haciendas, son desnudados por esta novelística, así como los políticos corruptos de turno y sus cómplices, no importa si estos son los periodistas o los curas, los intelectuales o los abogados. Todos desfilan  bajo la óptica narrativa de ellos. Pero no sólo la temática política es desenmascarada, los  temas sociales se abren desde perspectivas nunca antes leídos, la ciudad con todos sus vicios, ya no presentados desde puntos de vista individuales, sino colectivos, como víctimas de intereses económicos de grupos poderosos que tanto daño causaron a este continente y lo siguen haciendo y que, a través de ejércitos y endiablados militares lo han llenado de las más absurdas guerras y la matanza de los mejores ciudadanos de él. No es casual que la mayoría de los novelistas y artistas en general de los inicios de esta época, se hayan visto obligados a vivir en Europa, sobre todo en París. Ésta se convirtió en la meca de los escritores latinoamericanos que se dieron el lujo de desnudar la realidad de Latinoamérica, que permanecía oculta a la mirada tímida de los  escritores conservadores, convencionalistas, oficiales, anteriores. Fueron denunciadas las barbaries que realizaban las compañías multinacionales que recién anclaban su poder en nuestro continente. Producto de esta denuncia se pueden citar muchas novelas de este período inicial: El papá verde: 1954 de Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Mamita Yunai: 1941 de Carlos Luis Fallas Sibaja (1909-1966), Los pantanos del infierno: 1973 de León Pacheco Solano (1902-1980), Hombres de maíz: 1949 de Miguel Ángel Asturias, Cien años de soledad: 1967 de Gabriel García Márquez (1928), para sólo citar algunas.

 

El expansionismo, sobre todo del poder económico de las transnacionales norteamericanas, en nuestro continente, fue denunciado en la novelística, los contratos favorables a sus intereses, la protección de esas compañías a través de los  ejércitos manipulados por gobernantes inescrupulosos que más velaban por sus granjerías que por la soberanía de sus patrias, fueron  dados a conocer por estos escritores, en todo el mundo.

 

Esto hizo pensar a muchos políticos de las izquierdas emergentes, contrarios a esta expansión imperialista, que la literatura y sobre todo la novelística, podría usarse para transformar las condiciones políticas y sociales de este continente e instaron a los escritores a  denunciar las injusticias sociales, producto de una clase dominante inhumana y llamaron a esta literatura comprometida, de protesta, de denuncia o literatura socialista. A la luz de esta tendencia de los movimientos izquierdistas, ¡cuánto daño causaron a la literatura y a los poetas! Lo que se presentaba como un compromiso con la creación, con la literatura, se mancilló, se contaminó, pero  gracias a escritores comprometidos con el arte, éste superó ese traspié y se sacudió de estos políticos que con, posiblemente, las mejores intenciones, frustraron, no pocas obras literarias. La literatura denuncia las injusticias, los desmanes, los vicios, la corrupción, las bajas pasiones, las taras, los genocidios, etc., pero nunca está al servicio de ellos ni de los intereses particulares de los políticos, por más bien intencionados que estos sean.

 

Esta época se inició con  dos guerras mundiales y ha vivido y vive, bajo la tensión de las guerras. Es la estulticia del hombre que cree que su realización es imponer por la fuerza su propia ignorancia, sea ésta religiosa, económica, étnica o ideológica y  recién inicia su fin con la caída del Muro de Berlín y la finalización de la guerra fría y las guerras  nacionales separatistas, sobre todo en Europa. Rusia sucumbe a su propia impotencia y Estados Unidos se convierte en el gerdamen del mundo. Asistimos a una guerra cibernética entre Estados Unidos  y  Hussein en el Golfo Pérsico y el triunfo de  la imagen computarizada. Esto después de un fracaso del imperialismo norteamericano en Viet Nam, una sucesión de guerrillas en Angola, en América Central, golpes de estado en diferentes países de nuestro continente y lo más reciente, la guerra aún sin concluir, contra Irak, un bloqueo económico inhumano a un país hermano como lo es Cuba. Y lo que es peor la aparición del terrorismo como una vía de desquite, de intolerancia, de imposición, de razones no oídas a gobiernos que tampoco abren el diálogo a quienes no comparten sus posiciones. Esta es nuestra realidad más sentida: Hoy estamos al borde de una tercera guerra mundial y así lo anuncian todos los guerreristas. Estados Unidos, no sólo ha sido herido en su honor, por los terroristas, sino que abre su corazón a la venganza, al ojo por ojo y diente por diente y quizás más. Le han tocado su orgullo y de ello se aprovechará para realizar cualquier acto bélico que le coloque nuevamente en el lugar que siempre ha sustentado: ser la primera potencia del mundo, marcar sus condiciones, dirigir el ajedrez político de la tierra y subyugar a todos los países, bajo su bota. La democracia debe ser aquélla que su gobierno decida y desde luego siempre será bajo sus reglas, sus ambiciones desmedidas y el sometimiento de los pueblos que osen, tan sólo, insinuar alguna posibilidad de salir de su miseria, si ésta no es dirigida y orientada por la potencia. Es la clásica política de todo para mí y si sobra algo, entonces lo repartimos, como limosna, entre los pobre, para que sean nuestros aliados incondicionales.

 

Otro tanto habría que decirse del poder de los narcos que penetra los más diversos  estratos sociales en todos los países. Aunque Estados Unidos realicen acciones para combatirlos, lo cierto es que el mayor mercado lo ofrecen los norteamericanos y la industria y mercadeo de las drogas prohibidas les resulta ser de enorme beneficio económico a ese país y a una inmensa cantidad de personas. ¿Podrá eliminar ese fuerte ingrediente de su economía? ¿Estará dispuesto a realizarlo? Nuestra respuesta es negativa.

 

No hay duda que esta época ha estado signada, desde el inicio por una preponderancia racionalista causal, logocéntrica, teológica que poco a poco va cediendo, como contrapunto, a una realidad  pluridimensional, multifetichista, carnavalesca que de alguna manera ha ido causando incertidumbre, duda, incredibilidad, para llegar a nuestros días imponiendo una irrealidad que escapa a cualquier deseo de explicarla sin penetrar en su misma esencia. Hoy la humanidad asiste a una avasalladora fuerza tecnológica que los científicos han llamado cibernética que se ha impuesto a los paradigmas tradicionales  y se enfrenta a los desafíos racionalistas de este siglo, causando la conmoción más espectacular de nuestros tiempos. El mundo de las imágenes, de la televisión a través del satélite, la programación computarizada, la comunicación al instante, a través de la Internet, nos ofrece un panorama inconmensurable e impredecible que nos sumerge en un mundo de irrealidad del que nadie puede salirse. Este mundo de la irrealidad se convierte, cada día más, en la realidad de nuestra vida. La guerra del Golfo Pérsico la  "disfrutamos" y "vivimos" cómodamente sentados en nuestra casa, como si se tratara de un juego pirotécnico electrónico y, ¿qué decir de este moderno y maravilloso cuento de hadas escenificado por la princesa Diana y el príncipe Carlos con final trágico, contrario a los cuentos de hadas? En esta irrealidad en que vivimos, ¿cuál es la tabla de la realidad en la que podamos asirnos? Los novelistas del presente y del futuro posiblemente tendrán que lanzarse en este océano de irrealidad para bucear, como los paparazzi, trozos de la realidad, esencias de esa irrealidad que les permita ofrecer sus contradicciones, sus intimidades, sus debilidades, su vida oculta. Ya los escritores no deben buscar la realidad oculta en lo evidente real, tal y como lo hicieron sus antecesores, sino  descubrir la realidad de esa irrealidad- real que vivimos. Y no se trata de desistir de tal empresa y refugiarnos en nuestro pasado para recrear nuestra propia realidad, en busca de una identidad nacional que nunca existió1 porque desde el inicio apareció como una diversidad que día con día se ha venido acentuando. Esa famosa identidad nacional tan cara, sobre todo a los escritores nacionalistas costarricenses y los críticos apologistas, no es más que un espejismo para ocultar nuestra propia realidad, más compleja: nuestra diversidad, nuestro mestizaje cultural, nuestro ser  producto de muchos y variados factores, culturales, ideológicos, políticos, etc.  Hoy, más que nunca, las fronteras tienden a desaparecer, a pesar de que muchos se opongan. El mapa mundial se ve transformado por la aparición de los bloques económicos y comerciales. Alemania, Japón y Estados Unidos se reparten el planeta, desde una perspectiva comercial y abren fronteras a sus productos industriales altamente tecnificados y se reparten los mercados emergentes en aras de colocar sus productos y obtener más riqueza. Por ello, se crean las estrategias  y las alianzas comerciales que no son más que la expansión comercial de estos tres grupos económicamente poderosos. Los resultados todos los conocemos: El país que se aísle a estas alianzas de libre comercio, corre el peligro de sucumbir a su propia impotencia, a su propio aislamiento pero si se une a ellos participa de unas reglas del juego inmensamente injustas y desfavorables. Ésta es su propia tragedia.

 

En esta irrealidad-realidad terrible y despiadadamente real, aparecen, lo que muchas veces, hace algunos años, comentaba con el sociólogo Franz Hinkelammert, los hechos no deseados, no intencionales, inesperados pero claros, contundentes surgen como algo natural, donde nadie los espera, pero están ahí, como testimonio de las acciones incorrectas que  el hombre hace. Son el germen de la posible destrucción del sistema. No deben confundirse con las disfunciones descritas por  los sociólogos funcionalistas norteamericanos, Merton y Parson, pues no son elementos  disfuncionales de un sistema que puedan corregirse con relativa facilidad  y salvar la estructura fundamental de dicho sistema. Los hechos no deseados van más allá y forman parte de la misma esencia del fenómeno ¿Deseará algún político, industrial, capitalista mexicano, que  el distrito federal de México, aparezca cada día más contaminado? ¿Querrán los industriales transnacionales que producen las sofisticadas armas que los pueblos se sacrifiquen, desaparezcan de la faz de la tierra y hasta ellos mismos, gracias a su propia riqueza material? Los industriales ¿desearán la desaparición de la naturaleza, del aire, del agua, de la vida? ¿Esperarán, quienes gobiernan la tierra, la desaparición de la capa de ozono y con ella las enfermedades que no distinguen color, ni raza, ni posición social, tales como los cánceres de la piel? ¿Y qué decir del SIDA? ¿A quién culpamos de los cambios atmosféricos, que se presentan como algo natural, tal el caso del fenómeno llamado El Niño, los huracanes y sus consecuencias, el efecto llamado de invernadero por el calentamiento de la tierra, gracias a la alta industria, sobre todo de los Estados Unidos? Estos hechos "no intencionales" y menos "deseados", delatan  una necesidad de cambiar el rumbo de quienes ostentan el poder en la tierra sino queremos llegar al Apocalipsis. Ellos son el producto intrínseco del desarrollo industrial y el enriquecimiento de los  grupos poderosos, pues  representan la irresponsabilidad de sus proyectos que hacen avanzar la riqueza de sus empresas y sus países, a costa de la destrucción de la naturaleza, de las condiciones adecuadas para subdesarrollo o su transformación dañina para la humanidad. Los hechos "no intencionales" o mejor nominados "no deseados" nadie los quiere pero quienes los provocan, los motivan, los crean con sus desmedida sed de poder y riqueza, no les importa el daño que causan con tal de satisfacer su voracidad desenfrenada de poder, gloria efímera y riqueza material.

 

La trampa de nuestros propios actos se evidencia como un obstáculo que nadie desea pero que está ahí. A pesar del éxito de las democracias liberales en el ámbito político experimentado hasta nuestros días, no importa cuán irreales sean, aparecen los hechos no intencionales ni deseados en su propia naturaleza. Un ejemplo puede sernos útil. Lo  esencial de estas democracias se sustenta en el sacrosanto poder de la ley. El derecho es su columna vertebral desde que Roma conquistara a Grecia. Pero hoy día se ha convertido en su misma negación y amenaza con su destrucción. Nuestros países se han llenado de leyes y de abogados y contrariamente a la tragedia existencialista kaffkeana donde el individuo luchaba por defender su inocencia contra un sistema que lo culpaba  de algo que él, no sólo no había cometido, sino que ignoraba, hoy es al revés, el sistema trata de defenderse contra un abogado que no piensa demostrar que su defendido es inocente sino que el sistema no puede  probar su culpabilidad. Increíble, a los abogados no les interesa demostrar que su cliente es inocente sino buscar cualquier formalismo o tecnicismo para logras que su defendido salga libre. Basta citar un sólo caso, Pinochet. Este simple ejemplo vale para amplificarlo al ámbito de la República. Los políticos no sólo engañan al pueblo y se burlan de él sino que defienden legalmente su propia corrupción generalizada (este es el caso de Perú con Alberto Fujimori y Montesinos). Las democracias en su misma naturaleza están creando el germen de su destrucción natural aunque esto dure muchos años.

 

Por ahora, sólo debemos esperar, para saber qué pasará con esta nueva aventura guerrerista de Estados Unidos e Inglaterra contra el terrorismo ajeno, que no el propio. Sabemos cómo se inició, cuáles son las causas y el 11 de septiembre marca su detonante, pero no el final. No esperamos nada bueno para la humanidad, cuando la guerra no desea eliminar las odiosas diferencias económicas y la política de todo para mí y nada para usted o lo que es lo mismo: la paz y la tranquilidad de la humanidad se deben sustentar en mis condiciones y nada más. Pensar que la guerra de Bush es contra el terrorismo es una ingenuidad. Su guerra y la de las trasnacionales es la posesión del petróleo de Irak, del poder mundial y de la riqueza en general. Pero todo llega a su final. Bush pasará a la historia como un presidente de EEUU asesino y genocida. Hoy (2009) se vislumbra un presidente en EUA más civilizado y con mejores intenciones  a pesar de las dudas que me asisten: Obama.

 

En este panorama, político y literario, tal como lo hemos señalado, aparecen voces inteligentes que claman por la paz, la abolición de los ejércitos, el destierro de la guerra que sólo calamidades trae a la humanidad, la apertura al diálogo, al convenio, a la unión,  la tolerancia,  la justicia social, el respeto.

 

Esta época, que va de 1935 a 2068 y comprende tres períodos, el primero de 1935 a 1979, el segundo de 1980 al año 2024 y el tercero, que aún no empieza de 2025 a 2068. Cada uno de estos tres períodos cuenta con tres generaciones.

 

Si nos atendemos a las tendencias históricas de las generaciones, el primer período de la época es de ruptura, de arranque, de cambio, de iniciación. Con él la historia se abre a nuevas perspectivas, nuevos paradigmas, es como el motor de ella. Inicia con fuerza, es rebelde y se opone a las estructuras anteriores e inicia vientos de cambio, de lucha, de optimismo, es  algo así como de germen, de nacimiento. De él esperamos una visión fresca de la cultura, revolucionaria.

 

Lo mismo podemos afirmar de la primera de las tres generaciones que abre este período. Es de ruptura, de apertura, de iniciación, de cambio, de arranque. Posee la fuerza suficiente para, poco a poco imponerse a los paradigmas anteriores. Esta primera generación es como el motor del primer período y lo será siempre de todo período.

 

En el caso que nos ocupa la primera generación es la de 1927 y la literatura en general y la novelística, en particular dan muestras e esa radical y revolucionaria manera de escribir novelas y concebir la realidad. Sólo citamos unos ejemplos para señalar su vital importancia en la trayectoria de la novelística de Latinoamérica. A este primer período y su primera generación, pertenecen novelistas de la talla de Miguel ángel Asturias, Alejo Carpentier, Borges, Agustín Yánez, entre otros y en Costa Rica, Max Jiménez Huete y José Marín Cañas, para citar los más reconocidos.

 

La segunda generación, en este caso, la llamada de 1942, de cada período se presenta como la que culmina el camino emprendido por la primera. Es una generación de permanencia, de consolidación, de culminación. Se alimenta de la primera y conserva lo bueno de la anterior pero aporta nuevos elementos que desarrollan el paradigma y lo estabilizan y lo llevan a la cima. Es una generación de esplendor, de lujo, de realización. Recordemos algunos novelistas de ella. Julio Cortázar, Onetti, Roas Bastos, Arguedas, Juan Rulfo y en Costa Rica, Adolfo Herrera, Carlos Luis Fallas, Fabián Dobles Rodríguez, Joaquín Gutiérrez Mangel y Yolanda Oreamuno Unger, entre los más reconocidos.

 

Cierra este período de la época contemporánea, la tercera generación, llamada de 1957. Es una generación de cierre, de fin de un período, si se quiere inicia el ocaso de un paradigma y vislumbra el agotamiento del mismo. Su aporte es importantísimo en cuanto lleva al máximo el paradigma del período, pero lo agota, lo gasta y deja la sensación de que crear más novelas con él, se torna imposible o repetitivo. Los grandes novelistas de esta generación en Latinoamérica, son de la talla de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Donoso, Cabrera Infante y Puig. En Costa Rica, tenemos a Carmen Naranjo Coto, Rima Gretel Rothe de Valbona, Samuel Rovinski Grüzco, Alberto Cañas Escalante, Daniel Gallegos, Julieta Pinto González, José León Sánchez Alvarado, para sólo citar algunos de ellos.

 

El segundo período de la época contemporánea se inicia en 1980 y llega hasta el año 2024. Como podrá notarse aún no ha terminado y sólo podemos hablar de dos generaciones la de 1972 y la de 1987. La tercera está por llegar y será la de 2002.

 

Este segundo período es de permanencia, de culminación, de mantenimiento de los principales postulados del período anterior. Es la cima del anterior y como es de esperar está llegando a la cima de sus pretensiones creativas. Sólo podemos comentar sobre dos generaciones, la primera de 1972 y la segunda de 1987 que está en plena vigencia.

 

La primera generación, como hemos venido señalando, es de iniciación, de ruptura y de creación de nuevos horizontes literarios. Arranca con cautela, respecto a la generación anterior y poco a poco va imponiendo sus nuevos postulados y abre paso a un nuevo paradigma poético. Es la generación de Mario Vargas llosa, Isabel Allende, en Latinoamérica y en Costa Rica de Alfonso Chase Brenes, Gerardo César Hurtado, Quince Duncan Moodie, Tatiana Lobo, Virgilio Mora Rodríguez y otros.

 

De la segunda generación, la de 1987, recién comenzamos a disfrutar sus obras. Se afincan y superan  algunos postulados de la generación anterior, y se abren paso a través, como veremos, cuando analicemos algunas de sus obras, en  el mundo íntimo de los personajes, en la relectura de la historia y la problemática ecológica del mundo y de nuestro entorno particular. En Costa Rica comienzan a destacar las mujeres y empezamos a leer novelas importantes de Anacristina Rossi, Linda Berrón, Dorelia Barahona, Oscar Núñez Olivas, entre otros1.

 

Los novelistas de esta época han participado como ciudadanos, unos más, otros menos, en este contexto político, social, ideológico y cultural de diferentes formas. Lo que a nosotros nos interesa es su papel como novelistas, en general los de América Latina y sobre todo los costarricenses. Ya, en esta época no se puede invocar la ignorancia de lo que pasa en el mundo. Los medios de comunicación y los avances tecnológicos han logrado mantener informados casi al instante lo que pasa en él. Sólo basta señalar, en estos momentos el poder y alcance de la Internet. Lo más importante de los novelistas más sobresalientes de nuestro continente es que la realidad vivida, la estudiada o la imaginada, son  recreadas  según sus propias programaciones literarias, como veremos más adelante.

 

Los novelistas europeos y norteamericanos, en tiempos diferentes, fueron fuente de inspiración, como lo habían sido en la época moderna, para nuestros novelistas. Aldous Huxley (1894-1963), Thomas Mann (1875-1955), Marcel Proust (1871-1922), Samuel Beckett (1906-1989), Ernest Hemingway (1899-1961), William Faulkner (1897-1962), Virginia Woolf (1882-1941), Franz Kaffka (1883-1924), Jean Paul Sartre (1805-1980), Albert Camus (1913-1960)  para sólo citar algunos, fueron escritores muy leídos por los  latinoamericanos y en forma muy especial por algunos novelistas costarricenses. Pero no sólo ellos sino otros científicos, tanto de las ciencias sociales como de  las ciencias físicas, influyeron en su cosmovisión y las técnicas usadas en sus obras literarias.   No podemos dejar de olvidar el papel decisivo de las teorías de Albert Einstein (1879-1955), sobre la relatividad, ni los descubrimientos psicológicos de Sigmound Freud (1856-1939) y Jacques Lacan (1901-1981), o los avances importantes en la antropología hechos por  Claude Levi-Straus (1908), así como los filósofos Jean Paul Sartre (1905-1980), Albert Camus (1913-1960), Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), Friedrich Engels (1820-1895), Karl Marx (1818-1883), Robert King Merton (1910), Talcott Parson (1902-1979), Kart Popper (1902-1994), Jacques Derrida (1930) y los diferentes movimientos ideológicos que tanto influyeron en la sociedad europea y de otras latitudes del mundo.

 

La diferencia entre los escritores de la época moderna y la contemporánea es que los últimos recibieron  la influencia técnica de los novelistas europeos y no la aplicaron, tal como ellos la hacían, sino que la innovaron, la recrearon, la modificaron según las propias necesidades de su arte. No fueron unos copistas de técnicas formales hechas por los escritores europeos o norteamericanos (sobre todo de la Generación Perdida), sino que las asimilaron y las transformaron según las propias necesidades artísticas de sus obras. Hubo una superación y por lo tanto una creación artística. Esto sucedió con el fluir de conciencia o monólogo interior que abrió tantas perspectivas en la novelística latinoamericana y que superó con creces a su creador James Joyce  (1882-1941) en su obra El Ulises: 1922, o las técnicas del arte cubista y puntillista, desarrolladas por  Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) y Henri Matisse (1869-1954), respectivamente y que fueron empleadas en la novelística latinoamericana, por ejemplo en la novela de Juan Rulfo (1918-1986), Pedro Páramo: 1955. O, ¿qué decir de la influencia de la  música en algunos autores como Alejo Carpentier (1904-1980) o Julio Cortázar (1914-1984)? ¿Y los aportes del cine?

 

En nuestra novelística costarricense  tenemos un ejemplo muy importante, por ser el primero y por la manera original como lo incorporó. Se trata del monólogo interior y el perspectivismo, empleados por Yolanda Oreamuno Unger (1916-1956)  en su obra La ruta de su evasión: 1948.

 

Los escritores más sobresalientes de esta época rompen con el paradigma literario de la época moderna y dan a luz una nueva novela. Es la superación del realismo en su versión final del naturalismo que se auto afirma como antirrealismo y se define como irrealismo. Es un nuevo modo de ver la realidad y de representarla. Se descubren nuevas experiencias para la interpretación de ella que se abren paso en diversos campos del arte como el cubismo, el puntillismo en la pintura y la poesía, el monólogo interior y el fluir de conciencia  en la novela, las diferentes perspectivas del narrador y su alejamiento del mundo narrado. Ya no interviene con sus necios (muchas veces) comentarios y su código único para juzgar, valorar y decidir la conducta de los personajes que muchas veces eran simples monigotes manejados por el narrador-autor. En este nuevo paradigma el autor, no sólo es más preparado desde el punto de vista artístico sino que conoce y maneja las técnicas más importantes para desaparecer él y dejar que los personajes participen con más independencia.

 

La sociedad y los problemas que enfrentan los personajes pueden variar muy poco o mucho pero los novelistas contemporáneos se enfrentaron a ellos desde perspectivas diferentes que cambiaron radicalmente el producto literario obtenido. Desecharon la lógica causal logocéntrica y abrieron el abanico a la ambigüedad, la diversidad, la representación asistemática, errática, arbitraria, carnavalesca, como si fuera un arcoiris, multifacética. El asombro, la magia, lo mítico, lo maravilloso, lo inverosímil, lo inesperado, por insólitos cobraron fuerza y se impusieron a lo esperado, lo racional, lo codificado. Es que la linealidad de la novelística moderna se volvía  tediosa, terriblemente esperada. Ya desde el inicio de la historia el lector conocía y podía arriesgarse a predecir el futuro de los personajes y el final de la novela. Las historias eran repetitivas, por lo menos en nuestro medio; unos personajes campesinos, pobres, eran felices pero llegaban los habitantes de la ciudad y, como eran malos, los pervertían y el final era fatal, a no ser que apareciera el personaje héroe, bueno, tipo superhéroe que resolviera la tragedia. De este modo asistimos a muchos contrarios como campesinos-citadinos, nacionales-extranjeros u otras oposiciones lógicas, evidentes, predecibles demasiado manidas. Los buenos eran buenos desde el inicio hasta el final y lo mismo ocurría con los malos. La nueva novelística abre un panorama más complejo pero, a pesar de lo que pueda decirse, más cerca de lo esencial de la realidad. Por eso, a pesar de refugiarse  en la irrealidad, ello no fue más que una estrategia pues lograron representar mucho mejor la esencia de la realidad. Su lectura de la sociedad fue más profunda, más cercana a lo esencial. Comprendieron que la fotografía y aún la radiografía de la sociedad no eran medios suficientes para desentrañar sus complejos misterios y decidieron  cambiar la estrategia: comprendieron que la realidad era más esquiva de lo que pensaron los escritores anteriores, que era compleja, arbitraria, contradictoria, impredecible y nunca repetible, carnavalesca, y que el hombre no responde de la misma manera a un hecho en circunstancias parecidas.  El escritor de esta época recibe en su casa a la duda, la incertidumbre, la inseguridad, el asombro, lo inesperado, la impotencia, su antiheroicidad y quizás más que nadie, el conocimiento de la condición humana limitada.

 

Esta posición ideológica, responsable frente al arte se ve robustecida por un conocimiento técnico literario que ha venido siendo cada vez mayor. Los escritores se hicieron profesionales. Aprendieron los códigos literarios y las diferentes técnicas que les permitieron logros conceptuales diversos según los aplicaron. Por primera vez los novelistas pudieron, en muchos casos, vivir de su profesión de escritor: Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Alejo Carpentier (1904-1980), Gabriel García Márquez (1928), Carlos Fuentes (1928), Mario Vargas Llosa (1936), Julio Cortázar (1914-1984), Ernesto Sábato (1911), Juan Rulfo (1918-1986), Isabel Allende (1942) y muchos otros, atestiguan lo afirmado.

 

Pero no se crea que todos los escritores que intentaron escribir una novela, se aferraron a este nuevo paradigma. Ni en Latinoamérica y mucho menos en Costa Rica sucedió ese anhelo. Fueron muy pocos los que llevaron tal tarea y en Costa Rica aún menos y los que lo hicieron tuvieron que sufrir la indiferencia y la incomprensión de un medio bastante cerrado e ignorante como el nuestro, y lo que es más crudo: hoy se siguen escribiendo y publicando (con algún éxito) novelas con el mismo paradigma de la época moderna. Esos escritores aún no se han dado cuenta de que ha pasado casi un siglo y que la ciencia,  así como el arte,  han ido cambiando. Muchos son los pasajeros pero pocos los aviadores.



1  Consúltese la publicación de Fuentes, Carlos. Entrevista. Áncora, La Nación, 4 de Julio de 1999. En ella se confirma nuestra tesis de que la tan buscada identidad nacional en nuestros países por los historiadores y los críticos literarios no fue más que una quimera. Como dice Carlos Fuentes "La identidad se construye a partir de la diversidad".

 

1 Carlos Fuentes, en un artículo que publica La Nación, titulado El relevo del Boon, San José, 22 de Agosto del año 2000, habla de dos generaciones, los novelistas que tienen 35 o 50 años y que denomina, la generación del Boomerang y que según él esta dominada por mujeres como Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Laura Esquivel, Marcela Serrano, Luisa Valenzuela y Nélida Pinón. No da fechas de nacimiento ni de publicación de sus obras; tampoco el país de procedencia. El segundo grupo o generación para él es el llamado novelistas del Crack y cita a Jorge Volpi, mexicano, y Gonzalo Garcés, Argentino. Tampoco da fechas de nacimiento. Sin comentarios.

 

 

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2 Comments

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