Enero 2011 Archives

Recordando grandes maestros costarricenses. Benjamín Núñez Vargas

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Benjamín

BENJAMÍN NÚÑEZ VARGAS

 

Nació el 24 de Enero de 1915 en Pacayas de Cartago. Sus padres fueron Juan Núñez y Mariana Vargas.

El 9 de enero de 1938 se lleva a cabo su ordenación sacerdotal. Estudió sociología en EUA y en 1942 obtiene un Doctorado de la Universidad Católica.

Fue el fundador de la Confederación Costarricense del Trabajo Rerum Novarum. En agosto de 1943 inició un movimiento con alrededor de 75 sindicatos, desarrollando una tendencia ideológica cristiana, organizando fundamentalmente trabajadores de las plantaciones bananeras.

Durante la Guerra Civil de 1948 se desempeñó como Capellán del Ejército de Liberación Nacional y tuvo un destacado papel como negociador plenipotenciario para la firma de la capitulación del Gobierno.

En 1948 ejerció el cargo de Ministro de Trabajo de la Junta Fundadora de la Segunda República.

El Padre Benjamín Núñez fue sacerdote, doctor universitario, ministro de Trabajo, embajador, profesor universitario, rector. Pero también fue, en una gran dimensión humana y espiritual, un patriota, un hombre que amó y defendió siempre su patria, pero a la patria de hombres trabajadores, que sufren y necesitan reivindicación permanente.

Fue el creador y fundador de la Universidad Nacional en Heredia, Costa Rica en el año 1973 y en ese mismo año fue el Rector de dicha universidad (UNA).

Murió en San José, el 19 de Setiembre de 1994.

El cura Núñez, como solíamos llamarlo, no solo impartía lecciones de Sociología en la Universidad de Costa Rica, en los famosos repertorios, sino que participaba activamente en el quehacer político del país.

A mi me correspondió iniciarme en la sociología con este maestro. Era ferviente y sus lecciones se convertían en manifestaciones fervientes, no solo de conocimientos sino de historias que ejemplificaban sus teorías. Las reglas del método sociológica de Derhein, se convertían, de esa manera en ejemplos vivos de aquella que decía:"A mayor interacción, mayor sentimiento". No podemos olvidar esa enseñanza ejemplificada con sus propias acciones.

Nos infundió amor por la Patria y fervor cívica del bueno. Un ejemplo vívido lo ubicamos cuando el gobierno de Joaquín Trejos, tutelado por la clase poderosa del país así como el poder de la transnacional ALCOA.

El 24 de abril del año 1970, este curita llamado del pueblo, hizo una convocatoria a todos los estudiantes del país y el pueblo en general para protestar, frente a la Asamblea Legislativa, por la aprobación del contrato-ley que entregaba tierras en Pérez Zeledón para la explotación de la bauxita.

San José se vistió de uniformes escolares y colegiales. Frente a las barras de la Asamblea, desde las tres de la tarde, al lado izquierdo, estábamos apostados con nuestro profesor, el cura Núñez y arengábamos la votación NO al contrato, pero las noticias que recibíamos a través del sacerdote era que la mayoría apoyaba dicho contrato. Únicamente 12 diputados se oponían, entre ellos, Villanueva, Rodrigo Carazo, Enrique Azofeifa, Matilde Chinchilla, Fernando Volio y no recuerdo el resto de esos 12 defensores de la Patria.

Exacerbados los ánimos cuando los diputados votaron sí al proyecto, cerca de las seis de la tarde, comenzamos a manifestarnos indignados. Un policía empujo con dureza a una jovencita del María y ése fue el detonante para que comenzara la batalla campal. Piedras van con un destino común: quebrar los vidrios de la barra en la Asamblea Legislativa. Y como yo mostrara mucha puntería, Benjamín pedía a los compañeros que me las alcanzaran y así iban derechito a las enormes vidrieras. La reacción no se hizo esperar y, de pronto la ciudad parecía un remolino de pasiones y aparecían los incendios, las apedreadas a las emisoras que aplaudían la ley como Radio Reloj y Monumental así como el diario La Nación. Los carros estacionados en las calles ardían y todos corríamos escapando a las brigadas de choque, los bomberos y los gases lacrimógenos.

Fue frente al Club Unión donde vimos salir al Presidente de la República fuertemente protegido y montarse en un carro, seguramente blindado de color negro. Ya había firmado la Ley y todo estaba consumado.

El pánico y la violencia se apoderaron de todos. Unos como protagonistas y otros como espectadores.

Al final el grupo que iniciamos con el cura Núñez y un tanto mermado por la refriega, hicimos entrada en una iglesia protestante, allá por la Corte y repuestos y sosegada la noche, cada uno tomó el camino de regreso a su pueblo.

Luego de algún tiempo, en 1973, me reunía con el Cura, en Heredia, en casa de Uladislao Gámez Solano, con otros fines. Escuchábamos el proyecto de don Benjamin de la Universidad Necesaria, de la cual él fue su rector, yo, ha solicitud de mi profesor, dejé la UCR y me convertí en profesor fundador de dicho centro hasta el final de mi carrera, cuando me jubilé en el año 1992, dos años antes de que muriera mi amigo, maestro y admirado don Benjamín Núñez.

La voz que nunca se escucha. El Mensaje

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 Embarazada
EL MENSAJE

 

Mamí espero que ni me busques porque decidí hacer mi vida. Y el motivo de esto es que estoy embarazada i son tres semanas i mi papá jamás me va aceptar con un niño. Además no soy la niña que papí piensa me duele dejarlos pero estoy con el padre del niño y jamás lo voy abandonar ni voy a avortar porque el niño es un regalo de Dios y espero que me comprendas ya que no fue mi culpa.

Espero que le pidas mucho a Dios por la vida i que me espera pero realmente voy a estar muy bien.

 

Attre. Valeria

Los quiero mucho

La voz que nunca se escucha. La niña del tronco

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Niña 
LA JOVEN DEL TRONCO

Cierto día, cuando regresaba de impartir lecciones en un colegio privado en Belén, sucedió un encuentro extraño con una joven de escasos diez y seis años.

Solía salir por la parte trasera del Seminario, cruzar por un trillo lleno de maleza, el lote circundante, saltar el portón de hierro que lo dividía con la calle de tierra que me conduciría a la carretera principal donde pasaba el bus de la Ribera.

El primer percance me sucedió antes de llegar al portón, cuando en el trillo apareció una serpiente frente a mí que me miraba asustada y con disgusto pues interrumpía su siesta al sol de mediodía. Me repuse de la impresión y caminé de largo, por la parte de la cola y cuando me sentí más seguro corrí desesperadamente hasta el portón y de un salto caí en la calle enzacatada.

Me sacudí la maleza y el poco barro que mi pantalón recibió en mi caída, respiré profundo y continúe mi camino lentamente.

Siempre debía pasar por una casa campesina, muy humilde y llena de soledad. En el frente de ella, todos los días, aparecía una joven, sentada en un tronco de guachipelín que servía de asiento posiblemente al campesino que cortaba la leña para cocinar. Nunca, hasta ese día se atrevió a dirigirme la palabra y yo solía decirle el adiós rutinario, como única forma de saludarla a mi paso.

Pero ese día, a su paso frente a ella, me miró con sus ojos grandes, negros y profundos y con una sonrisa inocente, me dijo:

_¿Ud. Es maestro en el Seminario?

 _ Sí, le respondí.

_ A mí me hubiera gustado estudiar.

Y como descubriera que la joven tenía ganas de conversar, me senté en otro tronco de madero que estaba a su lado. Entonces siguió con más ánimo:

_Yo llegué hasta el sexto grado de la escuela...Lo gané en la escuela que queda terminando la cuesta, después del cementerio.

Pasó sus manos de dedos largos sobre su cabello liso y sedoso, se acomodó un poco en su asiento de madera y continuó

_No pude entrar al colegio...

Y profundizó un triste silencio lleno de dudas.

_Yo soy la penúltima de seis hermanas. Mi hermana menor tiene apenas once años y está en la escuela. Ahorita debe llegar. Es que somos muy pobres y mi papá trabaja en ese cafetal que está detrás de nuestra casa. Gana apenas para comer y compramos la ropa cuando llegan las cogidas de café.

Presentía que detenía su historia por miedo a contar algo que ronroneaba en su cabecita y no se atrevía a expresarlo.

Se soltó la trenza que enroscaba su cabellera, sacudió su cabeza y respiró profundo.

_ Esos dos güilas que juegan en el patio son de mi papá.

Y de sus ojos enormes y negros, salieron dos gotas oscuras que cayeron a sus pies.

_ Papá dice que las hijas le pertenecemos a él.

Y se tapó la cara con sus manos.

_ Nos ha violado a todas.

Y su voz se quebró y se mantuvo unos minutos con la cabeza entre su regazo.

_Una vez se lo conté al policía pero no hizo nada, seguro le tiene miedo a mi papá, igual que mi mamá que todas las noches llora en silencio.

_ No quiero que Ana también sufra como nosotras. Ella está muy pequeña y es tan buena.

Dos pajarillos jugaban en un güitite junto a la cerca.

_Se llaman gallitos y son muy peleones

Los pajarillos volaron a otros árboles y se alejaron alegremente.

_ ¿Qué me aconseja Ud.?

Estaba esperando esa pregunta y eso me angustiaba. La miré cariñosamente, y le respondí:

_ Nunca me han hecho una pregunta tan difícil como esa. La respuesta está en Ud. Y eres la única que puedes encontrarla. Lucha por ella, sé tenaz, no desmayes... y con alegría cuando menos lo imaginas vas encontrar la respuesta que mereces y serás feliz.

Nos pusimos a la vez de pie y ella corrió a topar a su hermanita y yo seguí mi camino pues ya casi pasaba el bus.

Recordando grandes maestros costarricenses. Jézer González Picado

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Jézer 

JÉZER GONZÁLEZ PICADO

(1930- 2005)

 

Jézer González Picado nació el día 14 de julio del año 1930 en Grecia, Alajuela, en un pueblito llamado Puente Piedra. Es de origen humilde. En su juventud debió trabajar como lechero "de a caballo". Tiempo después fue becado y estudió en la Universidad de Costa Rica, donde obtuvo la licenciatura en Filología. Gracias a su esfuerzo y talento fue enviado con una beca a Francia y ahí se doctoró en la misma especialidad. De regreso al país, se dedicó a la enseñanza en la Universidad de Costa Rica. También obtuvo una maestría sobre literatura en Chicago, EE.UU. Fue un profesor muy querido por los estudiantes y dedicó su vida a impartir sus conocimientos literarios y lingüísticos que eran muy vastos. Se ocupó, de preferencia de los cursos iniciales de gramática, y de la literatura hispanoamericana. Murió ciego y pobre el día 23 de agosto del año 1930 l, en San Vicente de Moravia, San José, víctima de una diabetes fulminante. Dejó un gran legado en quienes fuimos sus amigos, alumnos y compañeros que le estimamos sobremanera.

Una vez planeamos un viaje a Nicaragua y Jézer fue el más entusiasta. Nos fuimos, compañeros y profesores de la Escuela, en bus, rumbo a León y ahí nos extasiamos en la casa de Rubén Darío. Fue una de esas lecciones que un estudiante no olvidará nunca.

Jézer era muy amigable y conversador, solía invitarme, después de clases de literatura a tomarnos unas cervezas en un bar, en San Pedro que se ubicaba después de la línea del tren a mano izquierda. Allí nos encontrábamos con den Carlos Monge Alfaro, Rector en ese entonces de la UCR y departíamos sobre literatura y los más variados temas culturales del momento. Un día me invitó a un bar en San José, cerca de Chelles y ahí, en una mesa lo esperaban unas prostitutas. De momento me asusté pero al llegar y sentarse a su mesa lo primero que les dijo fue: Ya leyeron las novelas que les presté. Les había dejado una tarea a las jóvenes y éstas cumplieron con su deber. Les preguntó por un largo espacio sobre las novelas que aún recuerdo: Santa de Gamboa, Juana Lucero de Gálvez, La Charca de Zeno Gandía  y otras de ese mismo género. Casi a media noche les dio otros libros, esta vez de poesía, les entregó algún dinero y nos despedimos.

Era frecuente que Jézer, tal el interés que mostraba y la concentración en los temas que exponía, hiciera cosas que nos hacían reír. Él no fumaba pero sí le gustaba chupar y saborear el tabaco y cuando lo tenía muy gastado o necesitaba deshacerse de él, se lo echaba en la bolsa delantera de la camisa. Ustedes podrán imaginar los resultados pero él no se daba cuenta.

Una vez en su oficina tal fue el entusiasmo que ponía hablando de los cuentos El llano en llamas de Rulfo, que no se percató que poco a poco se estaba comiendo el giro del mes. Cuando terminó sus comentarios, me preguntó: Benedicto, vos no sabes que hice con mi giro. Te lo comiste Jézer. A la puta, me respondió y llamó a Tesorería para que le confeccionaran otro.

Ese fue Jézer González Picado, gran amigo y maestro, querido y recordado por todos. Se entregó en vida a la enseñanza de la literatura y murió sin poder leer lo que tanto le gustaba

Recordando grandes maestros costarricenses. Constantino Láscaris Comnemo

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Láscarais 
1923-1979

Nació en la ciudad de Zaragoza, España, el 11 de setiembre de 1923.

A los dieciocho años ingresa a la Facultad de Derecho en la Universidad de Madrid, sin embargo, su profunda afinidad con la filosofía lo induce a trasladarse a la Facultad de Filosofía y Letras, donde obtiene la licenciatura al cumplir los veintidós años. 

Dos años más tarde logra el grado de Doctor en Filosofía.

En 1957 llega a Costa Rica, por invitación de don Rodrigo Facio, entonces Rector de la Universidad de Costa Rica, para hacerse cargo de la Cátedra de Fundamentos de Filosofía de Estudios Generales.

 Al poco tiempo de su llegada señala los desaciertos de la pedagogía de la época y se introduce en el vasto campo de nuestra realidad nacional para emprender una de sus obras más importantes, La Historia de las Ideas Filosóficas en Costa Rica.  Lo cautivó nuestra libertad, estudió a profundidad el alma costarricense, se introdujo en sus raíces por medio de investigaciones sobre determinadas épocas, personas y acontecimientos nacionales, y se prendió de ella, de tal modo, que se nacionalizó por su voluntad.  Dada su actividad intelectual escribe numerosos libros y trabajos del acontecer académico y nacional.

Algunas de las actividades y fundaciones en las cuales trabajó: Revistas de Filosofía de Costa Rica, Asociación Costarricense de Filosofía, Cátedra Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, Propulsor del Centro Universitario del Atlántico en Turrialba, cofundador del Instituto de Estudios de la Técnica de la Universidad Nacional y fundador de los Estudios Generales libres.
Su paso por la Universidad de Costa Rica dejó una obra de gran trascendencia académica a la cual estuvo entregado hasta el último día de su vida.  La filosofía en Costa Rica tiene, en el Doctor Láscaris Comneno, a su fundador indiscutible en el quehacer universitario y sistemático.  Don Constantino, no solo encarna el papel de educador insigne y filósofo comprometido, sino al hombre de pensamiento liberal, amante de esta Patria, con un gran sentido costarricense de la libertad y de oposición a toda dictadura y a toda planificación rigurosa.  Disfrutaba tanto dialogar con grandes pensadores y políticos costarricenses como con campesinos y gente humilde, quienes lo querían y apreciaban.  Fue formador de hombres de gran pensamiento como: Roberto Murillo, Francisco Antonio Pacheco, forjadores del desarrollo intelectual de muchos costarricenses.
Apasionado defensor de la libertad, criticó severamente las prácticas que atentaban contra el sistema democrático del país.

Falleció el 8 de julio de 1979 Beneméritos de la Patria Acuerdo No. 4014 de 26 de marzo de 1998 Gaceta No. 86 de 6 de mayo de 1998 (Tomado de Beneméritos de la Patria. Asamblea Legislativa, página de internet)

  ¿Quién no conoció a don Constantino Láscaris. Fue uno de esos profesores universitarios que no pasaban desapercibidos. El típico profesor de filosofía ameno, amigable, irónico, lleno siempre de humor del fino, indagador, inquieto, con la duda siempre en su cerebro y la pregunta más inesperada.

A mí me correspondió de jurado cuando terminaba las humanidades y por supuesto el nerviosismo de un examen oral con don Constantino, todos deseábamos evitar. Primero me examinó en Español don Viriato y creo que salí airoso del interrogatorio, luego Eduardo Fourier me preguntó sobre el Imperio Romano y creo que no lo defraudé. Pero seguía la incertidumbre, porque todos sabíamos que las preguntas de Láscaris escapaban a lo esperado. Hizo como que abría un libro que tenía en sus manos, miró sin querer la página abierta, movió la cabeza que mantenía como inclinada y se me quedó mirando. ¡Vaya tembladera que me entró! Se pasó la mano por su barbilla y me dejó ir la pregunta sin más preámbulo.

_Dígame, Benedicto, ése es el nombre que aparece en esta hoja,  -atiné a menear la cabeza afirmativamente- ¿En qué te pareces vos a un chayote?

_ Puta, pensé en mis adentros, hasta aquí me la prestó Satanás. Dudé por unos segundos y me dije: o toda o repito las humanidades:

_ En lo mismo que usted se parece a un chimpancé.

Se hizo un silencio agónico. Viriato miraba a Eduardo y Constantino con una risilla diabólica, me interpeló

-Justifique la respuesta.

 Comencé por explicar los reinos, mineral, vegetal, y animal y cuando establecía las semejanzas entre los dos últimos me detuvo con un gesto de la mano y me despidieron del examen amablemente.

Cuando dieron las calificaciones de los interrogados, obtuve un 9 de calificación en el promedio. Respiré profundo y desde ese día quedó impregnada en mí la imagen de ese gran maestro.

 Algunos años después lo encontraría en la Universidad Nacional, cuando recién fundábamos con el Cura Núñez ese centro, impartía lecciones de Filosofía en el Centro de Investigación de las Ciencias Educativas. Solía, los días jueves por la tarde llegar a la sodita a tomar café y coincidíamos en ese tiempo de hora y media libres. La misma mesa y las dos sillas adjuntas nos esperaban y el tiempo transcurría entre cafés y cigarrillos. En esos días también fumaba como escosido hasta que un día sucedió alggo de lo que me arrepentí y mellenó de vergüenza. En eas conversaciones animaas con amigos, terminaba de fumar un cigarrillo y ya casi me quemaba los dedos. Inahalé el último chupete con pasión y al quemarme los dedos lancé lejos la colilla con tan certera puntería que atiné a insertarla en medio de un escope pronunciado que una hermosa jovencita llevaba al paso por la acera. llevó sus manos al sagrado recinto y tras luchar con las chispas que haacían furor, logró sacar aquel intruso indeseable y entre risas y cólera dirigió tal mirada a la mesa en que estáabamos los amigos que fue suficiente para dejar de por vida de fumar.

Fue en esas conversaaciones donde terminé de admirarlo. Siempre tenía un tema de actualidad que comentar.

 Un día me contó que estaba terminando su libro Las ideas en Centroamérica. Ya habia publicado su homólogo para las ideas costarricenses. Me comentó que él conservaba una preocupación con respecto a la literatura costarricense en comparación con la centroamericana. Le preocupaba la poca proyección de nuestra literatura en el ámbito internacional. Mientras que en Centroamérica sobresalían escritores de la talla de Rubén Darío, Miguel Ángel Asturias, etc. en Costa Rica, salvo escasas excepciones, y no tan calificadas, nos manteníamos en una especie- decía él- de limbo.

 Después de ése preámbulo me interrogó sobre mi evaluación sobre ese aspecto.

 Le afirmé que compartía su preocupación y sin más preámbulo, como suelo ser siempre le dije:

 Habrás notado, Constantino, en tus análisis y experiencias como docente, que los costarricenses tienen un horizonte chato. Y agregué categóricamente, no miramos más allá de nuestra nariz. No tememos horizonte, nos conformamos con resúmenes, síntesis, esquemas, sinopsis. Somos conformistas y vivimos del hoy, sin otear el mañana y menos si éste es un poco distante. El pasado es una evocación folclórica, por eso el presente se convierte en un comer de lo que hay y nuestros esfuerzos no se salen de esa pequeñez.

 Se quedó pensativo y me respondió. Verificas lo que siempre me ha rondado en mi cabeza y encontré en este agradable país desde que toqué tierra en él.

 Muchas anécdotas tendría que agregar a esas tardes de los jueves con el maestro Constantino.

En Estudios Generales, después de su muerte, don Herberth Sasso, en ese tiempo su Decano, fundó la Biblioteca que lleva su nombre y su hija Tatiana, permitió que sus libros estuvieran en ese lugar. Magnífica iniciativa, solo que los libros no salían de la sala del Decano y eran pocos los que podían leerlos. Fue así que al asumir yo la decanatura, entre mis primeras iniciativas que emprendía estuvo el nombramiento de la profesora Eugenia García, historiadora para que realizara gestiones tendientes a fundar una biblioteca especializada en humanidades funcional, que realmente sirviera a los estudiantes. Llamé a mi amiga Tatiana, conversamos y le expuse mi proyecto y estuvo de acuerdo en retirar esos valiosos libros de la sala y en su lugar fuimos comprando y solicitando por diversos medios libros sobre humanidades. La biblioteca pasó a formar parte de la red de bibliotecas de la UNA y ocupó, años después una sala más espaciosa que hoy disfrutan todos los profesores y estudiantes de ese Centro Educativo. Y desde luego lleva el nombre de nuestro amigo don Constantino Láscaris Conmeno, con todo merecimiento.

Recordando grandes maestros costarricenses. Francisco Amiguetti Ruiz

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 Amiguetti
FRANCISCO AMIGUETTI RUIZ

1907-1998

Conocí a Francisco Amighetti muy joven, cuando recién ingresaba a la universidad de Costa Rica, una tarde, después de haberme matriculado, por casualidad, en el curso de Historia del arte que daba como repertorio en los Estudios Generales. Fue hasta la tercera semana de clases, pues no podía ubicar el aula número 16 en la cual impartía las lecciones. Un jueves, frente a esa aula, cerca de la soda, que yo creía oficina, escuché la conversación entre dos jovencitas que comentaban su llegada tardía a recibir historia del arte con Francisco y entraron en ella. Las seguí y vi que en el aula, solo un campo había desocupado, en la primera fila y en medio de dos muchachas, frente al profesor. No tuve más remedio que sentarme en ese asiento. Don Francisco seguro comprendió mi congoja y mi fachada de campesino porque me miró compasivamente y me preguntó el nombre y de dónde venía. Lo complací con entrecortada y parca respuesta y me devolvió una amable sonrisa.

Cuando terminó la lección me detuvo y me invitó a tomar un café. Ya le iba a contestar que no podía, pues mi beca era de 200 colones al mes y a pesar de ser la máxima que concedía la universidad,  no podía desperdiciar ni un cinco, pero Francisco me dijo rápidamente, yo lo invito. Así fue como inicié una amistad pequeña con él. Me habló de Heredia, del Fortín y de Fabrique, de la iglesia del Carmen y de los campesinos. Le escuchaba sus imágenes flotar y llenarme de recuerdos de infancia y de vivencias de todos los días. Me atreví a decirle que yo vivía en medio de eso que él describía.

En punto de las 2 de la tarde, todos los jueves me sentaba en medio de las jóvenes que ya me guardaban el campo y escuchaba a Francisco la historia del arte llena de vivencias, filminas y charlas amenas. No creo que nadie que escuchara al maestro podría en el futuro ser indiferente al arte. Un día me solicitó que leyera el libro Anhelo de vivir de Washington Irving. Dijo que lo conseguiría en la biblioteca pero yo todavía no me había atrevido a entrar en ella. Temía que me dejara el bus y no saber qué hacer después. Un tiempo después, mis amigas de clase me llevaron con ellas y sorprendido pude contemplar esa maravilla de edificio llena de tantos libros. Antes preferí ahorrar un poco y un día tomé el bus para San Pedro más temprano y entré a la librería Universal y compré el tal Anhelo de vivir. Una semana basto para leerlo todo y nunca he podido olvidar la imagen de Vincent Willem Van Gogh, cortándose la oreja para dársela a una prostituta que la quería.

A la semana siguiente me pregunto el maestro si había leído el libro. Le respondí que sí. Entonces me subió arriba y me guió con preguntas para que expusiera a mis compañeros la vida del pintor y el con filminas iba ilustrando lo que yo casi recitaba de memoria.

Después tuve otras ocasiones de encontrarme con Francisco. Recuerdo una en la antigua casa de Alfredo González Flores, cuando se inauguró esa casa como museo. Poco antes de morir.

Pienso que nadie que haya conocido a don Francisco Amighetti, podrá olvidarlo fácilmente. La enciclopedia Wikipedia lo presenta así:

Francisco Amighetti Ruiz 1907 a 1998 , San José de Costa Rica), es un pintor costarrisense. Su trayectoria se remonta entre 1926 a 1935, donde inició sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Costa Rica durante un año. Después hace la publicación por primera vez de su obra artística titulada "Álbum de Dibujos". Aplicada con las xilografías empiezan a aparecer en el Repertorio Americano, y que también se publica con una amplia divulgación en Latinoamérica. También fue un poeta de gran sensibilidad, el poema Lillian Edwards es un insigne ejemplo.

Entre 1987 a 1997, el museo de Arte de Costa Rica publica su obra titulada "Amighetti", después de 60 años de su trabajo artístico de Carlos Guillermo Montero. Hasta la fecha sus obras ha seguido siendo expuestas a nivel nacional e internacional, ya que también han tenido un gran reconocimiento y apoyo por la Universidad de Costa Rica (UCR), donde también fue homenajeado por su talento y trayectoria.

EN HEREDIA

 En Heredia compartí horas serenas en compañía del poeta Fernando Luján. Recorríamos a pie las calles de la provincia que parecían alumbradas por lunas cautivas que colgaban de los postes eléctricos. Aquella pobreza de luz nos impedía dispersarnos, y desde nuestra concentración interior, nos empujaba a conversar de Rafael Alberti, de Salinas, de don Fabrique Gutiérrez y de Manolo Cuadra que había vuelto de Charleville de visitar la tumba de Rimbaud.

 Fui a pie con Luján por los caminos que conducen a Barba en mañanas transparentes como acuarelas, donde en las cercas las espadas oscuras de los itabos acuchillaban el aire. Pasamos frente a las casas de los campesinos que trenzaban en el corredor sus canastas y que en los pilones agrietados hechos de troncos de los árboles, hacían llover los granos de café para que el viento los limpiara.

 Entramos en los bosques donde habita la niebla que borra los caminos. Conversamos de la pintura japonesa, de aquellos grabados en donde Fujiyama se refleja en una taza de té, o donde el agua duerme su sueño de plata reflejando frágiles arquitecturas, o donde mujeres extraordinarias pescan perlas y abulones. O en pinturas chinas donde las cascadas suenan por todas partes, y hay rocas afiladas para herir nuestro tacto, y nieblas esfumando los contornos y pájaros marinos volando en la infinitud de la página.

 En San José de la Montaña los árboles eran grises fantasmas, y en los abismos sonaban ríos invisibles. No era extraño por eso que el poeta descubriera en las voces del viento espíritus de las aguas y los bosques "a orillas de las fuentes entre los juncos y las adelfas".

 El alba nacía con las campanas y la llegada de la noche se anunciaba con el ángelus. La provincia rodeada por los sembrados y la montaña, cercada por la plata de los ríos seguía siendo campesina; entraban la brisa y las cosechas, y las carretas sonaban sobre el pavimento.

 Las carretas que hoy compran los turistas, no eran entonces un souvenir; formaban parte de la vida rural y completaban el paisaje costarricense. Los niños jugaban con pequeñas carretas que se vendían en los mercados para cambiarlas por otras al crecer. Nací oyéndolas y viajé en ellas, y cuando las pinté formaban parte de mi propio mundo. Las veía al lado de las tapias, frente a las pulperías y alrededor de los mercados, en Barba, en Santo Domingo, en San Joaquín y en San José. Las pinté en los ríos cuando los campesinos con las piernas metidas en el agua las cargaban de arena; en penumbra donde el sol bombardeaba la piel de los bueyes y el agua negra, llena de sombra, se manchaba de oro. En mi infancia fui a los pueblos por caminos pedregosos en donde el único vehículo colectivo era la carreta y en ella asistí a los turnos olorosos a alcohol y llenos de gritos.

Pilón

Juana Fernández Ferraz

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JUANA FERNÁNDEZ FERRAZ

(1834-1918)

 

Juana Fernández Ferraz nació en Santa Cruz del La Palma, Islas Canarias, el día    4 de junio del año 1834 y murió en Alajuela, Costa Rica  el 30 de noviembre del año 1918. Hermana de Valeriano y Víctor. A este país llegó en el año 1872. Fue la esposa de Benito Salazar León, abogado y perteneciente a la logia masónica. Engendraron cinco hijos entre ellos la escritora Caridad Salazar Fernández que nació en Santa Cruz la Palma el 16 de agosto del año 1869, Encarnación, otra escritora y Juan Carpintero y maestro ensamblador de retablos.

Poco a poco se fue dando a conocer como una gran escritora sobre todo en la poesía. Aquí se  inició con la publicación de la novela El Espíritu del río. Novela que ella misma catalogó como socialista al igual que el crítico costarricense Abelardo Bonilla.

 La obra está ambientada en gran parte en su isla natal y otra parte en Brasil.1

 LO QUE ESCRIBIÓ JUANA FERNANDEZ FERRAZ

NOVELA

 1. El espíritu del río: 1912

 El espíritu del río se publicó en el año 1912.2 

Esta novela de Juana Fernández Ferraz, publicada en San José, Costa Rica en el año 1912 y se terminó de escribir en el año 1909, en la ciudad de Alajuela. Reúne todas las características del paradigma decimonónico de la novela que hemos llamado monofónica. Es tradicional, logocéntrica, realista con tendencias a costumbrista y afincada en los ideales románticos de aventuras y amores imposibles, realizables a la luz de la fatalidad. Novela culterana al mejor estilo de las novelas grecolatinas de aventuras y amor, solo que en ella sobresale la motivación educativa y un modelo social que la autora llama socialista, basado en la moral cristiana del nuevo testamento.

La situación inicial se desarrolla en Santa Cruz de La Palma, Islas Canarias, pueblo natal de la autora. Se describe una tradición en ese puerto como es la bajada de la Virgen de las Nieves y la fiesta en su honor que dura más o menos 28 días, sin faltar los juegos artificiales. Se privilegia la descripción hasta el detalle y las costumbres de los católicos, devotos de la virgen.

El narrador apela constantemente al lector para irlo incorporando a lo narrado amablemente y prepararlo para los misterios de la trama novelesca. Ya en el capítulo II se incorpora un personaje importante que tendrá que ver con los acontecimientos propiciados en esa situación inicial degradada. Se trata de María, la viuda de un militar muerto en batalla por la defensa de la patria. Le corresponderá cuidar al joven César desde niño y hasta que se casa con Argelina, para luego desaparecer en la escena del encuentro de César, al regreso de un viaje y el rapto de su hijo, Albertico por él, cuando cree que su amada esposa lo traiciona. En la recuperación de Angelina suceden una serie de hechos fortuitos, donde la fatalidad van enlutando la vida de ella y su padre que se da por muerto en un naufragio y la misma Angelina muere en un incendio provocada por ella misma cuando sabe de esa muerte y desiste de el viaje que pensaba realizar con su padre en busca de su hijo. Su padre era el hombre que César creyó su amante y por quien trató de matarla y la desposó de su hijo.

No escatima la novela en la presentación y comentarios de la narradora sobre las costumbres, las pasiones como los celos, el destino, lo divino y sus decisiones, la fatalidad, mitología griega, etc. Con ello va preparando al lector para emprender el viaje de aventuras a Brasil, donde se desarrollará la segunda parte de la novela, no sin antes describir la participación de otros personajes importantes como doña Carmen, vecina de Argelina, y sus dos hijas Corina y Adela, el doctor que cuida el restablecimiento de Angelina y el esclarecimiento del rapto del hijo de Angelina por César, Juancho y Juanelo, así como Bonifacia. Aparecen las primeras ideas en Juanelo y seguidas por Juancho de la necesidad de socializar la agricultura y privilegiar la educación del pueblo como móvil del cambio.

17 años después de esos sucesos aparece en el pueblo un rico hacendado, ya cuando Pancho había estudiado y se convirtió en el sabio del pueblo, un famoso médico. Se casó con una rapaza muy  bella y fueron formando los ideales de su educación, crearon un Hospicio para los ancianos y ayudaron a los pobres a salir adelante con sus necesidades e ideales.

Aparecen otros personajes, entre ellos el paisano, y se abre al final la boda entre el finquero brasileño, de casi setenta años con la joven de veinte, llamada Arminda. Es una especie de búsqueda de la felicidad en el campo.

¡Dichosos de vosotros, pequeños propietarios! Sois más felices en vuestros rústicos albergues, que en sus palacios muchos potentados..." (pág. 118)

Después de varias escenas de fortunas dejadas en herencia, muerte de tía y testamentos reales y fingidos, aparece don Guillermo Soldevilla, ese brasileño, de Belén de Pará que se desposa con la señorita Armida, virtuosa joven de  apenas 20 años, con un solo propósito que lo vea en su vejez y él le dejará toda su fortuna. Después de ella se dirigen a Brasil.

En América comienza el proceso de Arminda, al lado de Guillermo y la aparición de Alberto, de forma casual cuando ella viajaba en su mula a dejar regalos a los indígenas. Desde su encuentro se enamoran, pero Alberto sufre al saber que su amada tiene marido.

Siguen las aventuras, interrumpidas y a veces estimuladas por los accidentes naturales ocasionales. Así Arminda desaparece después de un tornado y es salvada por el hombre de la gruta, llamado el Espíritu del Río que más adelante se sabrá que es Alberto Soren, padre de Angelina y suegro de César, padre del hombre del bosque y que al final de la novela en una boda trilógica, se casa con Arminda.

Los encuentros casuales, accidentales, padre, hija, nieto y yerno, suelen darse en condiciones emocionales que sacarán más de una lágrima al lector incauto y sentimental.

Una vez reunidas todas las fortunas, hasta la obtenida por el premio mayor de lotería y las personas importantes protagónicas, se dedican a fundar el pueblo nuevo en tierra brasileña. Es entonces Alberto Sorel el futuro gobernador quien emprende ese proyecto, ayudado por otros socios acaudalados.

Fundan el pueblo El Espíritu, civilizan a los salvajes y crean esa utopía bucólica fundamentada en dos pilares: la educación y la moral cristiana. Reviste importancia el sistema de gobierno: un solo gobernador y unos inspectores, escogidos por el gobernador que es el mismo Sorel. Construyen las casas por hectáreas y los habitantes viven por familias tal y como se conocen hoy. Tienen un templo donde realizan las actividades importantes del pueblo, las bodas que realiza el mismo gobernador y otras celebraciones. Tienen escuela y un científico, un cura que no puede celebrar misa, pues los médicos le prohibieron injerir licor. Además no se celebra la misa por temor a comer carne humana (la hostia y el vino) que podría despertar la antigua costumbre de los salvajes de comer carne de humanos.

La tierra pasa a manos del que la trabaja, así como la industria, y las demás actividades. Entre todos realizan los servicios comunales y mantienen el pueblo en paz y orden. Priva la persuasión sobre la fuerza y el raciocinio sobre la imposición.

La novela termina con la visita de u Delegado y una comitiva del Emperador de Brasil, su recibimiento y estadía y la complacencia de ellos ante el éxito de ese nuevo pueblo, ejemplo de sociedad moderna.


1 Consúltese el importantísimo libro de Teresa González Pérez. Ediciones Idea, España, 2006. Mujeres y emigración. Su tataranieto Alberto Berríos Pérez gentilmente me ofreció los datos de nacimiento y muerte de esta prestigiosa escritora. Mi más sentido agradecimiento.

2 Fernández Ferraz, Juana. El espíritu del río. Ed. Imprenta Moderna,  San José, 1912.

 

Tierra Virgen. Poemario de Flory Chaves Quesada

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Tierra Vrgen

TIERRA VIRGEN

 

Poemario

 

Flory Chaves Quesada

 

Flory Chaves Quesada nació en El Carmen, San José Centro, el día 12 de marzo del año 1932 y vivió en uno de los barrios históricos de San José, Aranjuez. Es hija de don Joaquín Chaves y la señora Sofía Quesada. Los estudios primarios los realizó en instituciones importantes de la capital. Es doctora en Filosofía y profesora de esa disciplina en Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica desde 1978. Catedrática de esa institución educativa. Estudió además, Educación y Economía y Pintura con el profesor José Ureña Monge, de escultura en la Casa del Artista y de ballet con Roberto Snowball y Teresita de Marsdem. Habla varios idiomas. Ha escrito y publicado varios poemarios y uno sobre crítica literaria: Juana de Ibarbourou, una visión filosófica (2000). Tiene además publicados abundantes artículos y ensayos en diferentes revistas costarricenses y la revista Studi Sciacchiani de Génova, Italia.

 Ha realizado varias exposiciones artísticas. La primera (1958-1959) en Quezaltenango y durante los años, 1987, 1988, 1989, 1990, 1991, en varias instituciones del país, como el Banco Nacional de Costa Rica, la Galería de Arte de ese banco y la Universidad de Costa Rica.

 

PISCIS

 

Amo los peces,

porque ven sin mirar,

viven sin saber,

del tiempo la caducidad.

 

Vuelta y más vuelta

en el agua.

Vuelta y más vuelta

en el tiempo.

 

movimiento,

cambio de colores,

rutas en el agua.

 

¡Silencio!

Hay quietud en el agua.

¡El instante

que se vive!

Y de nuevo

movimiento,

peces,

colores en fuga.

 

 

HERMANO

 

Hermano

detén tu paso,

hablemos.

 

¿Por qué

has perdido la risa?

¿Por qué tanto dolor

en tu mirada leo?

¿Te pesan mucho tus penas?

 

Ven,

también yo tengo penas,

pintemos

nuestras penas de colores,

amarillas, y blancas,

como las margaritas.

 

Toma mi mano,

toma mi fuerza,

tu fardo y el mío,

uno solo,

para compartirlo

para sufrirlo,

para llorarlo.

 

Ven,

Subamos juntos

la encarpada cima.

En la cima

la dicha encontraremos.

 

La dicha

de ser menos barro,

de ser más claridad.

 

 

AMOR SIN RETORNO

 

Mi amor por ti

ha nacido en mi huerto

como la mala hierba,

sin razón,

salvaje,

quitándome el espacio

y la fuerza vital

 

Nacido y crecido

a la sombra de mis sueños,

era un ideal,

era solamente mío.

 

Mas, el amor

es relación

y tú nunca quisiste

compartirlo.

 

Aunque me duela,

aunque mis manos

queden destrozadas

me arrancaré este amor,

que no tiene compañero.

 

Prefiero morir un día,

a deshacerme

poco a poco

crucificada

con tus espinas

 

 

Poesía nítida, sencilla, llana como el agua cristalina de un manantial. Flory Chaves Quesada, escoge las imágenes de sus recuerdos, de sus vivencias y con suma ternura va deshojando ese ramillete lleno de vida, de dolor, de angustia, y de amor.

 

En el poemario, el lector encontrará ese yo poético profundo y cristalino que despertará en su interior ese desasosiego existencial que, estoy seguro, le hará sentir el dolor, el amor, el paso del tiempo y por qué no la esperanza renovada en la palabra.

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