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EL LUTO DE LA LIBÉLULA. Novela del escritor Alfonso Chacón Rodríguez

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El luto de la libélula se editó en el año 20111.

 

Es una novela polifónica. El narrador es de primera persona y penetra en la privacidad de su mundo desde una perspectiva casi onírica. Bajo este paradigma narrativo se abren una gama de planos, voces y perspectivas  que diseñan un mural biográfico que desde una enunciación del presente evoca, revive, adelanta y vislumbra los más variados tiempos, tanto los psicológicos como los históricos cercanos y distantes que abre un poliedro de caras y ápices que se entrecruzan llenos de rupturas espaciales y temporales que desfloran una sinfonía de matices, colores, sonidos, figuras entrecruzados por acontecimientos discontinuos como si se tratara de un rompecabezas que el lector deberá ordenar, tanto en su lectura como en la síntesis final.

 

Y es que no se escatiman los recursos idiomáticos y estructurales del relato para diseñar la tormentosa e imprevista de unos personajes que luchan por encontrar sentido a sus vidas, llenas de imprevistos, goces, pasiones, luchas, derepentes, disfraces que irremediablemente los sumerge en la lucha por ser en el parecer.

 

El personaje protagónico, el ingeniero de la compañía Xirtex, se codifica como el eje central, el motor que echa a caminar  las libélulas en su lucha por encontrar la felicidad, sin perder la libertad.

 

Parte de un presente de la enunciación: despido de la compañía, divorcio de Silvia, su esposa y viaje al chalet en una costa litoral. Está solo en su cama y en el techo visualiza una mosca. Así comienza su novela. Esta es la situación inicial. Y desde ella comenzarán los recuerdos, las evocaciones, los sueños, y una nueva vida de divorciado y desempleado. Ese tiempo no será muy extenso, tal vez una o dos semanas y se concentran en una rutina sencilla pero se traslada al poblado vecino y ahí hace vida social con un gringo, exsoldado que perdió los miembros inferiores y tiene un yate como empresa turística de buceo, llamado Jack. Conoce varios personajes, entre ellos los trabajadores de Jack y dos mujeres que siguen el rol de este género degradado: la madre que tiene que vender a su  hijo y una joven que ejerce la prostitución entre gringos y clientes del bar, mientras que los fines de semana se ve salir de la misa con sus dos hijas pequeñas.

 

"Hay un hombre en una cama y una mosca quieta en el cielorraso"

 

Se abre así esta novela de rupturas y desencantos. Diseño de una existencia humana por cuanto se enfrenta a los imperativos de todo humano: ser y permitir que otros sean, sin cosificarlos, enajenarlos, e envilecerlos. Hombre y mujer en la encrucijada del amor, de su realización, de su libertad, de su felicidad en una sociedad que privilegia los patrones tradicionales machistas y estimula el vasallaje de la mujer en detrimento de su realización plena como mujer y como ser humano.

 

Es una imagen enunciada por una tercera persona pero no tarda mucho en presentarse:

 

"El hombre que soy yo se divorció. Fue a un abogado. Luego fue a un terapeuta. Ambos/dos, conjuntamente, abogado/terapeuta, pareja de mosqueteros, los dos hombres más importantes en la lucha contra los monstruos en un armario"1.

 

Esa es la situación inicia. Negativa, fracaso en ambos sentidos, tanto en el trabajo como en su matrimonio. Luego vendrá el rompecabezas, el ir encajando piezas casi al azar, sin orden lógico ni linealidad, espontáneas, como vivencias. Ese mundo privado poco a poco en imágenes y sucesos o sucesos-imágenes se abre al lector y lo va atrapando en esa madeja, en ese tapete, en ese mural de espacios, tiempos, encuentros, desencuentros, vivencias, alegrías y sufrimientos, fracasos.

 

Poco a poco comienza a dibujarse una sociedad patriarcal. Su madre sola, y su esposo representado solo por una foto en su cajita donde guarda los hilos para tejer. No la deja sola, vive con ella. Solo los recuerdos, las evocaciones, sus propias frustraciones, una vida dedicada a él y su casa. Su hermana Andrea, traicionada por una exalumna que ella misma envió a recibir lecciones de su esposo. Ahora con unas niñas y separada. Y él divorciado de Silvia que lo cambió por el amigo de juventud, Lautaro y estudios, chileno que convivió como hermano con él y su novia-esposa y al final lo sustituye en sus ausencias temporales y reiteradas con Abril, la joven que trabaja en el proyecto Libélula a su lado, 14 años menor que él, Victoria, la socióloga que compartía el chalet y su departamento en sus arrebataos pasionales. Y su hija Sofía que dibuja como víctima de un bellaco como él cuando desarrolle.

 

Esa madeja de hilos entrecruzados en un fracaso absoluto de todos, él y ellas muestran al lector un mundo privado doloroso pero angustiosamente real. La narración está llena de atisbos, sugerencias, indicios, imágenes, sueños, evocaciones, vivencias que si bien es cierto nacen de un protagonista masculino, lo es más de una conciencia social lúcida que desnuda su fracaso y las consecuencias en los participantes, sus propias tragedias. No hay quien salga victorioso, tampoco soluciones sensibleras o pasiones desbocadas, pero sí dolor ante la impotencia, cólera ante la injusticia, angustia ante la realidad y se abre la pregunta al lector amenazante, ¿cómo cambiar ese estado de cosas, esos patrones heredados y permanentes y legitimados por una sociedad hasta en las leyes. No hay tragedias violentas, muertes, insultos ni agresiones pero sí enajenación, dolor, frustración e impotencia de los partícipes.

 

 

"Es un mundo de laberintos y dioses perdidos. De pronto, quisiera escuchar la voz rota de la vieja cantante de corridos, (pienso que se trata de Chavela Vargas) diciendo que se va, muy lejos de esta tierra. Se va porque no entiende qué quiere este mundo aldeano: una esclava, sometimiento, entregaUna esclava, sometimiento, entrega. Vivir con convenciones y sin disputa.,"1una esclava, sometimiento, entrega

 

Y en la sección siguiente la inicia así:Aquí dentro. ¿Soy, realmente, un degenerado? Un manipulador, que ve objetos en las mujeres, que de pronto, mirando a su hija hecha un puñito de osamentas y carnes magras, desearía que se asfixiaran en ella los impulsos celulares que la harán mutar en otra víctima más, otro objeto de deseo de hombres como yo."

 

"Hay algo descompuesto. Aquí, adentro. ¡Soy, realmente, un degenerado? Un manipulador, que ve objetos en las mujeres, que de pronto, mirando a mi hija hecha un puñito de osamentas y carnes magras, desearía que se asfixiaran en ella los impulsos celulares que la harán mutar en otra víctima más, otro objeto de deseo de los hombres como yo. En realidad, es todo muy extraño. ¿De dónde todo este revoloteo? Por sesenta y tantos días, las libélulas han faltado a la cita."2

 

La situación final pareciera ser esperada. El hombre recibe una citatoria judicial. Hay una acusación contra él por parte de la compañía. Busca a su abogado y deja en sus manos el caso y aprovecha la llegada a la ciudad para resolver la venta del hijo de la señora que atendía sus necesidades en su estancia con Jack.

 

Su degradación es casi total, hace una primera llamada a la casa de su hija y ésta le responde que ya puede regresar a su casa pues el tío Lautaro ya se fue. En una segunda llamada su madre también reinsinúa que ahora que está en la ciudad, bien haría en volver con Silvia

 

Se ve envuelto en una redada, lo agreden en un despacho de abogado y amanece preso en una prisión. Después de dos llamadas telefónicas Victoria, la socióloga lo saca de la prisión y lo conduce al bufete de Bellorio, su abogado. De ahí se trasladan a la compañía y le presentan una opción importante para reintegrarse con todos los derechos a la misma. Tiene la oportunidad de reiniciar su vida en su antiguo proyecto. El Padrecito lo seduce  con un puesto en la Directiva y todo pareciera volver a la "normalidad". Hasta se podría esperar un regreso a su familia y una renovación familiar con Silvia pero la novela rehúye el cierre folletinesco y enfrenta la realidad desde otras perspectiva.

 

Interesante novela que plantea una temática muy vigente pero históricamente arrastrada desde la colonia y la imposición española de los patrones familiares religiosos abiertamente patriarcales y machistas. La originalidad y su particularidad radican en la forma de plantearse y narrarse. El paradigma literario abre una serie de estructuras y visiones que a pesar de utilizar un personaje masculino, una sola voz, la narración se desdobla en múltiples planos temporales, espaciales, y sobre todo en un discurso que llega a la concienciación del personaje y lo transforma en una conciencia lúcida de su propia tragedia y el daño en las mujeres que le acompañan ocasionalmente. Es la clásica víctima-victimario en la sociedad patriarcal.

 

La novela sin llegar a la tragedia y la violencia si expone la enajenación, la impotencia, la frustración, la desesperanza de la mujer y el fracaso del hombre a pesar de los beneficios carnales ocasionales que le bestializan. Y deja no solo la incertidumbre en las relaciones humanas sino abiertas una serie de interrogantes sin respuesta verosímil y aumenta así la degradación humana. ¿Podrá el hombre lograr relaciones sanas, proyectos de convivencia sociales e individuales sin enajenación y con libertad para conducirlos a su felicidad?



1 Chacón Rodríguez, Alfonso. El luto de la libélula. Editorial Costa Rica, San José, 2011.

1 Chacón Rodríguez, Alfonso. El luto de la libélula. Ed. Costa Rica, San José, 2011, p. 3.

1 Ídem. Ob. Cit. p. 133.

2 Ib.

 

El día de la tercera revelación es una novela maravillosa moderna. Pertenece a este género bajo la estructura de un paradigma polifónico que rompe con la tradicional novela monofónica. Desaparece la linealidad, la lógica causal, la dicotomía de los personajes entre buenos y malos y se abre la verosimilitud de un mundo de vivencias, sueños, denso, lleno de dudas, rompimientos, mitos, leyendas e incertidumbres.

 

Se estructura en diez capítulos y presenta un mural caleidoscopio de espacios y tiempo que semeja un laberinto de imágenes, sueños y sincronías. Todas narradas desde las polifonías de un solo personaje: Antonio, desde perspectivas distintas en la iniciación del ritual vida- muerte que permite penetrar en el mundo privado de su concienciación, proceso que evoca ya adulto en el momento de la muerte de su abuela.

 

El momento en que Antonio llega al cuarto de su abuela y la ve levitando es cuando abre una diversidad de encuentros y desencuentros, vivencias, evocaciones, progresiones, sincronías, dudas, y sobre todo se abre ante sus ojos como en un espejo laberíntico su mundo interior. Es el proceso que da inicio a ese ritual de formación en doble dirección: hacia su mundo interior y hacia el espacio y tiempo exteriores.

 

Así comienza este proceso caleidoscópico:

 

"Cuando entré a mi vieja alcoba y vi  la cama al centro, creí que sobre ella alguien levitaba, por lo que, aunque no me detuve,  la emoción del principio se transformó en recato y este a su vez en solaz. Me parece que duerme, oí la voz de mi madre, casi un susurro. Rigurosamente extendida, las piernas cruzadas lo mismo que las manos sosteniendo el rosario con todas las fuerzas que le restaban, segura de que  aquel era el último esfuerzo de su voluntad, la abuela Claudia no pudo reconocerme cuando me le acerqué."

 

Es el momento justo cuando muere y a la vez crea la vida. La muerte como fin y principio, alfa y omega del proceso vital. Y este es  el final de la novela:

 

 

"Me detuve por un instante a contemplarla. Parecía dormir después de una larga noche de vigilia. Su cabellera era ya completamente blanca, sin mácula. Entonces, igual que lo había hecho por la mañana, levanté su cuerpo cuidadosamente, casi retornando de repente a mi niñez, cuando conmigo en su regazo viajábamos imaginariamente hasta la capital. No pude sentir su peso, infinitamente más liviano al de pocas horas atrás, como si lo que tuviera ahora entre mis brazos fuera solo su recuerdo."

 

El tiempo cronológico, en la novela, no abarca más de un día, quizás una mañana. Pero abre el tiempo histórico que comprende sino una época sí un período de tiempo muy extenso en la formación de un pueblo a orillas de un río: Cañas, en la provincia de Guanacaste. Sin dejar de lado el tiempo mítico, tanto de nuestros antepasados como de la cultura china y sin dejar de lado el tiempo psicológico propio del personaje en su viaje privado a su interioridad. Y todo ello escrito en poco más de doscientas páginas.

 

Es en ese mismo día que suceden las tres revelaciones, pero no se crea que es  fácil encontrarlas, que se disponen una tras otra y el lector las reconoce con facilidad. Ellas están esparcidas en ese laberinto de imágenes, sueños y recuerdos, vivencias que como en un  remolino, en cámara lenta, nos envuelve, nos sumerge en el ojo, motor del movimiento y nos invita a "ver". Así la novela se convierte en un ver y junto al personaje asistimos a ese proceso de formación envueltos en esa trama compleja, llena de cenizas, niebla, luces sobrenaturales, animales míticos, encuentros culturales, frustraciones, pasiones, amores, viajes increíbles, todo bajo ese proceso, esa búsqueda de su proyecto vital en medio del remolino vida- muerte.

 

Y Antonio asiste y ve, en sueños su propia existencia en lucha contra los patrones recibidos e impuestos por la sociedad patriarcal, el modelo ideológico religioso, las costumbres, leyendas y mitos de una cultura que aniquila el ser, da muerte e impide Ser con mayúscula, Vivir su propio proyecto.

 

La abuela es la viva encarnación de esa familia, el roble que alimenta los cimientos de los nuevos miembros que giran en derredor de la matrona. Ejemplo de entereza, decisión, nobleza, fuerza, pasión pero también producto de la violación, el desamor, del desarraigo. Es la fuente que alimentó a Antonio, es el ejemplo que penetró ese retoño desde niño y codificó bajo sus estrictos pero nobles valores. Sola, casi huérfana, de niña sufrió, esta mujer indomable, la violación de parte de un gamonal machista, a escasos diez años y luego sufrir los vejámenes de amantes fugaces que pasaron por su vida solo por lapsos de tiempo determinados. Y sola con sus hijas y nietos se abrió camino entre ese mar de incertidumbres, congojas, ultrajes y vejaciones.

 

Antonio no es un personaje corriente, no narra su vida solamente, cronológicamente, es una y muchas voces a la vez. En él se encuentra la polifonía pues es la voz del niño indagador, que duda, que juega, que descubre su mundo y que tiene más preguntas que respuestas, también el adolescente que encuentra el amor como un ritual y se asombra en la vivencia, sobre todo con una niña de otra cultura, Mei Li, de quien se enamora y asimila los mitos del arcón de los amantes, encontrado en la tienda china. Mundo de fantasía, erotismo y rituales, a la vez que de asombros, secretos y misterios. Así el joven Antonio entre su formación musical que le ofrece su madre, los sueños y las sincronías de su abuela, las vivencias de su pueblo, se abre camino entre abrojos y recovecos, dejando de lado la troya que le diseñaron para su seguridad, prefirió llegar a la línea entre vida y muerte, solo, sin ayuda, en su propio camino.

 

Paralelamente a este viaje en su concienciación se abren los viajes físicos por las Antillas y luego por Europa, Francia, Rusia, Alemania, etc. que le permiten enfrentar no solo otras culturas sino su propio proyecto. Es como un viaje circular de encuentros, de vistas panorámicas, de uniones y separaciones, de posesiones y desarraigos, hasta llegar a la muerte, en este caso simbolizado por la abuela Claudia.

 

"Luego vi el jardín lleno de rostros y cada rostro, solo después de un instante, en su respectiva cabeza y cuerpo. Había una multitud rodeándome que apenas tenía el peso de una enorme sombra. Fue entonces que regresó a mi el recuerdo de aquel sueño de mi niñez, cuando aún estaba en la escuela primaria. Vi, como entonces, que avanzaba por entre un manto de niebla rodeado de rostros desconocidos. También veía como manos y brazos surgían de la niebla, pero no veía ni  los pies ni el tronco de cada cuerpo, como si en realidad no hubiera allí nada más que rostros, brazos y manos. Todo era ingrávido y silencioso, aunque los rostros gesticulaban vivamente, y podía ver cada detalle. Nos detuvimos al llegar a un precipicio, más bien como una gigantesca grieta que nos separaba de otra porción de aquella niebla. Sentí que manos y brazos me empujaban suavemente animándome a saltar al otro lado, en donde los rostros me aguardaban con júbilo. Fue entonces que oí por primera vez sus voces, confusas en un enorme coro de susurros. Pero tuve miedo y no quise cruzar." (p.167)

 

Es el límite entre la vida y la muerte.

 

El día de la tercera revelación es una novela que rompe con todos los esquemas tradicionales de nuestra literatura y se ubica en el paradigma polifónico de la narrativa contemporánea. Un esquisto ejemplo de creación literaria actual y que ubica a nuestras letras en el ámbito universal con todos los merecimientos del buen narrar. Me agradó sobremanera.

LA SOMBRA... Cuento de Diego López, joven ramonense, Costa Rica

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Desperté, el café del desayuno estaba frío. Mis cuentos seguían sin gustar, miré el horizonte por la ventana. Caí en la certeza que no soy un buen ciudadano, y que de nada sirve, ser un buen ser humano. Una sombra apareció detrás diciéndome:

- ¿Bello el panorama?

- Si - dije dándole un sorbo al café - Cuando no está nublado se puede ver el borde del Volcán Poás.

- ¡No ése, imbécil! Tu panorama.

- ¿A qué te refieres?

- Ya las diste, mírate, tus sueños se frustran, el despertador te saca de la cama, el café se te enfría, nadie te lee, ni a tu madre le importa lo que escribes. Eres el peor de los ciudadanos, no encajas en el sistema, has escogido la peor de las profesiones, y estás fracasando en todo.

- ¿Fracasando yo? Escribo todos los días, cosas de verdad, me leen unos cuantos, nadie tiene mi potencial.

- Unos cuantos... ése es tu problema, has llevado tu vida al borde del conformismo, y sorteas la suerte, haciendo equilibrio en ese abismo - la sombra se acercó y puso una mano en mi hombro - mira, está nublado y lo único que alcanzas a ver es un supermercado.

- Algún día seré grande.

- ¿Y si no? Seguirás este ritmo, de desolación, ganas y pereza.

- A todo esto - dije mirándola - ¿Quién diablos eres?

- Créame que eso, ahorita, no importa.

Dejé de mirarla, de verdad era aterrador. Encendí un cigarro, me dirigí al baño, vomité. Me miré en el espejo, estaba pálido. Tomé un baño, el agua estaba realmente helada. Me sentía cansado y asustado. Sentado bajo el chorro de agua, solo deseaba que el tiempo pasara, pero transcurría muy lento. Así que desistí de la idea de esconderme; desnudo volví a mi cuarto. Aún estaba ahí la sombra.

- Y para colmo eres un fracaso con el pene pequeño - dijo la sombra- mientras se burlaba.

La ignoré nuevamente y me vestí con la paciencia de siempre. Ella siguió, uno a uno, todos mis movimientos. Mi piel era un retrato del escalofrió. Recogí mis llaves, el celular, y la esperanza; las metí en el bolsillo. Me dispuse a salir de la casa cuando la sombra dijo:

- No me rehúyas cobarde, no quiero terminar de hacerte mierda. Solo vine a ofrecerte una proposición.

- ¿Sexual?

- No. Déjalo todo, deja de trabajar, despréndete de tus lujos. Para vivir solo se necesita respirar. Olvídate de las deudas, de los pagos mensuales, dormí en los parques, comé de los basureros; yo te proporcionare, lápiz y papel para que escribas. Eso es lo único que deseas. Pero si no puedes vivir, sin tus lujos, sin tu dinero, tu teléfono, deudas, pagos y recibos de servicios, te dejo sobre la mesa de noche, tu segunda opción.

Colocó en la mesita, un revólver tan negro como la misma sombra.

- Ésta es la salida de los derrotados - dijo mientras se me acercaba - Tienes al frente las dos soluciones, ya la decisión es tuya. También... tienes la opción de buscar otro recurso.

La sombra me traspasó, en ese momento sentí que el tiempo se detuvo unos segundos. Fue escalofriante. Desapareció por la ventana, en forma de brisa.

Salí de la habitación veloz. Mi corazón temblaba a ritmo de tambor, mis manos sudaban, sentía que mi cuerpo se desprendía. Crucé las calles corriendo, solo escuchaba los frenazos y las bocinas de los autos, mas no podía ver, no más que un manto blanco, en los ojos. Sentía como si un avión se fuera a estrellar justo en mi espalda. Tenía ganas de llorar, gritar, desaparecer, desmayarme. Corrí, corrí, corrí. Llegué a la casa de mi mejor amiga, toqué la puerta con violencia. Salió Alejandra.

- ¿Andrés que pasa?

Mi voz no salía. Me desvanecí. Ella me levantó con cierta dificultad, me sentó en el sofá, preguntóo:

- ¿Te sientes bien?

- La sombra, la sombra.

- ¿Qué sombra?

- La maldita sombra que dejó un revólver en mi mesita de noche.

- ¿De qué hablas Andrés?

La madre de Alejandra trajo una taza de café, me miraban extraño, pensaron que estaba drogado.

- Ya está pasando - dije reponiéndome de a poco.

- Andrés te vez mal.

- No, no. Debe ser una alucinación.

De pronto la imagen de Alejandra se empezó a difuminar. Rápido, pronto su piel se fue oscureciendo, al igual que las paredes de la casa, todo el entorno. Alejandra se convirtió, en una sombra. Me abrazó y me dijo:

- Tienes que dominar tu miedo. Si no, recuerda la solución de tu mesita de noche. Donde vayas ahí estaré, no te será fácil huir de mi, cobarde.

- ¡ALEJATE MALDITA! - grité.

La sombra carcajeaba. De nuevo el corazón se aceleró, corrí, pero esta vez todo era negro, en mi espalda, todo se destruía, apenas quitaba mis pasos. Corría con toda la fuerza, la sombra en forma de brisa, hacía maromas aéreas, reía, volaba. Yo corría.

De pronto me detuve. Mi corazón quería explotarme, la sombra se posó al frente, casi no la podía distinguir, porque todo estaba muy oscuro. Sacó de su manto un rollo de hojas, que eran mis cuentos. Las empezó a romper una a una. Mientras me miraba a los ojos. Me hinqué. Estaba agotado, miraba los pedazos de páginas caer al suelo, podía leer las palabras de algunos trozos. Al terminar de destrozar la ultima página, sonrió, me guiñó un ojo y volvió a desaparecer a manera de brisa.

La ciudad volvió a hacerse luz, era un día normal y cotidiano, un auto me pitaba con violencia. Yacía hincado, en medio de la carretera principal. Me levanté y me puse a caminar buscando mi hogar. Sentía muy cansados los pies; mi cuerpo estaba débil, mi cara demacrada. Observé a muchos ciudadanos, caminado y sonriendo, con el estrés del sistema totalmente disimulado. Vi a un ser humano tirado en la acera extendiendo la mano con algunas monedas. Desvalijé las bolsas de mi pantalón, se lo di todo. Llegué a mi casa, entré y cerré con llave, busqué mis escritos, y no estaban. Me acosté en la cama. Miré hacia mi mesita de noche, y ahí estaba ese revólver oscuro, pesado, cansado. Lo tomé, apenas tenía fuerza para sostenerlo. Lo coloqué en mi boca, recordé de nuevo las dos opciones y...

Me preparé, para apretar el gatillo.

Diego López

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