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Santiago Porras, Jiménez. Avancari, novela.

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SANTIAGO PORRAS JIMÉNEZ

(1951)

Santiago Porras Jiménez nació el día 25 de julio del año 1951 en Abangares, Guanacaste. Sus estudios primarios los realizó en la escuela Monseñor Luis Leipod y los concluyó en el año 1964, mientras que los secundarios los realizó en el Instituto Agropecuario de Abangares y   los terminó con su bachillerato en el año 1969. Agrónomo de profesión y escritor costarricense por convicción. Estudió Agronomía en la Escuela Agrícola Panamericana, Honduras, 1972; Se graduó como Ingeniero Agrónomo en Producción del Instituto Tecnológico de Monterrey, México, 1982; Maestro en Valuación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México - UNED, Costa Rica, 2002.

Un guanacasteco de origen campesino que lleva en su sangre, la mirada sincera y el abrazo del llanero amigo. Solo salió de su tierra para trabajar en la banca nacionalizada, pero su querencia permaneció ligada a su pueblo natal: Abangares.

LO QUE HA ESCRITO SANTIAGO PORRAS JIMÉNEZ

 

NOVELA

1. Avancari: 2012

CUENTO

1. Cuentos de ayer, de hoy y de nunca: 1993 por La Cedal y 2003, por la EUNED

2. Cuentos guanacasticos: 1997 Ediciones Zúñiga y aval y Editorial Uruk, 2012

3. El regreso es parte del viaje: 2002 Ediciones Guayacán Centroamericana y 2008, EUNED

ENSAYO

1. Allá en el Zamorado: 2006, Guatemala Ediciones Amar.

 

Avancari es la primera novela de este escritor guanacasteco1. Fácilmente se evidencia como una novela realista histórica que tuvo tanto éxito en las postrimerías de la generación anterior e 1987 que llamamos Ecologista.

Es una novela, por lo tanto, que privilegia la historia del pueblo de Abangares, así como su mismo pueblo, sin dejar de lado las costumbres, su flora y fauna pero no se crea que se cae en un discurso simplemente costumbrista. Todo lo contrario, se evidencia un gran esfuerzo del autor por crear un relato acorde con la naturaleza del destinatario, por lo que se torna variado y fragmentado, propio de la crónica y más cercano a las fuentes históricas.

La primera sorpresa la recibe el lector no más en el inicio. La novela da inicio bajo el mando de una voz inusual, el oro, que cobra autoridad de narrador protagónico y desde su propio conocimiento y con un dejo irónico a la vez que cercano al juez, por no decir, Dios, no solo describe las pasiones y gustos, amores y muertes, usos y despropósitos que bajo su reino, el hombre testimonió.

Otro destinatario especial y explícito lo evidencia Mary, destino de las cartas de doña Betty, una mujer que vive y conoce de cerca el pueblo de Abangares. A través de la voz de Betty, no solo doña Mery conocerá las costumbres, los habitantes, su pobreza, sus congojas, sobre todo de las mujeres, así como las particularidades geográficas, la flora y fauna de la región, la bondad de sus habitantes y también su escasa educación formal.

La otra voz importante está configurada por un minero viejo que conoce en carne propia las vivencias, luchas y congojas de los mineros, los tratos que sufrieron por parte de los capataces, así como las dificultades que enfrentaban por los peligros propios de la explotación de la mina de oro. El miedo a entrar a los túneles, el pavor de quedar atrapados, las requisas vergonzosas de los hombres en público, y de la misma manera, los pleitos en la cantina El Caballo Blanco, ya fuera por el amor de una mujer o simplemente porque el rival le miró de lado. Toda esa vida enajenada del minero que era explotado por la avaricia del extranjero dueño de la mina. Y además el proceso transformativo del mismo pueblo que de la noche a la mañana se convierte en centro de prostitutas, garitos, cantinas, coligalleros chupapiedras, italianos, rusos y todo un gallopinto de personajes que acechaban el oro y su poder.

Otra voz que aparece en la novela con bastante singularidad la forman los diálogos reflexivos (tal vez muy eruditos) entre  dos mineros que suelen reunirse en la cantina o en la fonda y acostumbran discutir sobre política. Así ante sus miradas desfilan personajes como Tomás Guardia, John G. Meiggs que es sutilmente desnudado en sus desmanes, así como los gringos que se aventuraron en la construcción del ferrocarril, desde los primeros hasta los hermanos y el propio Minor Keith. A través de Argüello y Cambronero y sus diálogos se despejan las dudas y los tratos, así como los negocios sucios de los protagonistas históricos de esa época de 1911 y años siguientes.

Por último y no menos importante se desliza sutilmente la voz de un narrador omnisciente que encausa la historia, ata los acontecimientos y nos recuerda el cronista. No solo describe en el inicio todo el contexto histórico sino el escenario donde se desarrollará la parte sustancial de la novela. Esta voz refleja la necesidad de dar a conocer a destinatarios-lectores las vicisitudes de un trecho de la historia de su pueblo que desea conozcan en detalle quienes lean su discurso literario.

Quizás faltó una voz que no se escuchó, la voz de los negros. A través de las voces de los mineros conocemos de su llegada a la mina y la trágica muerte de casi todos en manos de los sublevados. Es el final de la historia con explicación judicial de los autores. Sin duda la parte más narrativa e intencionalmente más humana de la novela pero no se escuchó la voz de los negros que también eran tan víctimas como los otros de la explotación en las minas. Solo que el puesto de capataces ganó su odio y recibieron así la ira de los sublevados.



1 Porras Jiménez, Santiago. Avancari. Ed. EUNED, San José, 2012.

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