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Eduardo Hidalgo Castro

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Eduardo Hidalgo Castro

 

EDUARDO  HIDALGO CASTRO

(1988)

Eduardo Hidalgo Castro, nació en San Sebastián, San José Centro el día 03 de mayo del año 1988.  Es escritor y músico y esta es la primea obra literaria que publica.: Al final del camino.

LO QUE HA ESCRITO EDUARDO HIDALGO CASTRO

 

NOVELA

1. Al final del camino: 2013

 

La novela Al final del camino1, es catalogada por algunos como romántica y cuenta la historia de amor de Adam Cohen y Samanta Jefferson, dos jóvenes de distinta clase social que se conocen en la secundaria y se enamoran, sin saber que el destino les tenía preparada una mala pasada que los haría comprender que el verdadero amor trasciende mas allá de la muerte.

Katy Guillén comenta en Sicultura (Sistema de información cultural:

 

"Si se tiene la pasión nada es imposible" Tal vez para muchos una decepción amorosa es sinónimo de lágrimas y días enteros encerrados pensando una y otra vez en lo que fue o pudo haber sido la relación que recién terminó. Pero en el caso de Eduardo "Balo" Hidalgo el rompimiento de una relación amorosa lo llevo a iniciar el proyecto que hoy por hoy lo coloca en la vitrina de los noveles escritores costarricenses. Nacido en San José, Costa Rica en el año 1988, Eduardo Hidalgo Castro,  Balo, como le llaman su familia y amigos más cercanos inicia a la edad de 13 años a componer canciones, su primer canción llamada "Solo Amigos" e inspirada en una compañera de colegio fue lo que hizo darse cuenta de su pasión por la música, el baile y la escritura, como el mismo lo cuenta. A partir de este momento empezó a escribir canciones que reflejaran como se sentía en diferentes etapas de su vida como una forma de canalizar esos sentimientos. Pero ese amor por la escritura no se queda únicamente en la composición de canciones, y a la edad de 17 años empieza a escribir un libro basado en una historia real, la historia de tres prostitutas que luchan por sacar a sus familias adelante, según el mismo narra este fue uno de sus mayores retos ya que por años se había dedicado únicamente a escribir canciones."Era un reto enorme porque lo que yo hacía era escribir canciones y nunca me había visto escribiendo literatura, porque cuando yo pensaba en mi futuro me veía como compositor nunca como escritor" comenta Hidalgo. Además, incursiona en el modelaje, en donde trabaja en varios proyectos de pasarela y fotografía, entre ellos un fotógrafo que lo contacta para hacer una sesión de fotos para la promoción de su página de internet. Además de su trabajo como modelo empieza a tomar clases de canto y baile, y a pesar del poco apoyo que recibía de su familia su deseo por mejorar y aprender hace que trabaje en distintas cosas, entre ellas lavarle el carro a una vecina, para costear sus clases.  Su primer contacto con un escenario tras un tiempo en clases con quien fuera su primera profesora de canto, María José Álvarez, lo tuvo en una actividad cristiana, Hidalgo cuenta que "esta primera presentación me dejó un gran sinsabor, ya que los nervios y el miedo escénico me traicionaron e hicieron que mi interpretación no fuera tan buena como me hubiera gustado". Pero este tropiezo no fue excusa para abandonar su deseo de ser cantante y tomó sus clases aún con más seriedad y redobló esfuerzos para mejorar. El inicio de su mayor sueño  A la edad de 20 años y alejado del modelaje, retoma nuevamente la escritura e inicia la redacción de la novela romántica "Al Final Del Camino"; él relata que "este libro nace luego de una ruptura amorosa, y decido canalizar toda la tristeza en la escritura de esta novela, y verla publicada se convierte en el mayor de mis sueños". Pero el resultado de los tres primeros capítulos no le satisface, por lo que decide borrarlos e iniciar nuevamente con esta historia; que cuenta como Adam Cohen y Samantha Jefferson dos jóvenes de distintas clases sociales se enamoran y luchan a pesar de las muchas dificultades que se encuentran en el camino por su relación, sin saber que el felices para siempre no estaba escrito para ellos."Terminar este libro me llevo año y medio, de largos días, noches y madrugadas escribiendo y reescribiendo cada capítulo, organizando cada idea que podía llegar en el momento menos esperado, en un autobús, en medio de una clase de la universidad" cuenta Balo. Y con esta meta alcanzada inicia la segunda parte de su sueño, la búsqueda de una editorial que se interesara en publicar su novela, tras varios meses de trabajo la editorial Create Space de la transnacional Amazon le da el espaldarazo y publica su libro, primero en formato digital y posteriormente en formato impreso. Pero los sueños de este joven talento no se quedaron en solo conseguir que las personas pudieran comprar su libro por medio de internet por lo que inicio la búsqueda de una librería que distribuyera su libro a nivel nacional, tras tocar varias puertas esta meta se vio cumplida. Sin dejar de soñar Actualmente Balo se encuentra trabajando en varios proyectos entre los que destaca: terminar sus libros "Una vida como prostituta" y "Un día a la vez", la grabación de su primer trabajo musical "Strong and Brave" y la creación de su fundación "Deja tus sueños brillar" con la que buscará ayudar a niños y adolescentes en riesgo social y extrema pobreza. Balo no se cansa de soñar y por más tropiezos que se le han presentado en su vida él se apega a una de sus máximas "si se tiene la pasión nada es imposible, se puede tener el talento pero la pasión es lo que hace que uno no baje los brazos aún y cuando el mundo entero este en tu contra o diciéndote que es imposible alcanzar lo que deseas" Y es con su tenacidad y ganas de posicionarse en el mundo de la música y la literatura costarricense y mundial que continua en la búsqueda del apoyo necesario para alcanzar cada uno de sus sueño".



1 Hidalgo Castro,  Eduardo. Al final del camino. Ed. Personal, San José, 2014.

D. Juan de los manjares. Novela de Rafael Ángel Herra Rodríguez

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D. Juan de los manjares, novela de Rafael Ángel, la última y recién publicada por Alfaguara (2012),1 es sin temor a equivocarme la más renovadora y experimental que hasta hoy conozcamos.

 

" La palabra no siempre tolerable ni fidedigna de los Miserables, las noticias de la prensa, ciertas alusiones ocasionales de Juan sobre sus amores y algunas entrevistas, me ayudaron a mascullar una historia fragmentaria que al final acabé emborrando en un texto con algo de novela erótica, picaresca y cierta inclinación al género policiaco." (p. 273).

 

Dicho en otras palabras un mural, un carnaval de géneros, tipos, asuntos, voces, puntos de vista, temas, tonos, que bien encajan en nuestra denominación de novela polifónica sinfónica.

 

El juego formal se inicia entre los narradores y los destinatarios. Un esquema nos puede ser útil:

 

AUTOR ENUNCIACIÓN ⌡ LECTOR. La novela se inscribe en la enunciación. El autor y el lector no forman parte del texto literario. Ahora bien la Enunciación está compuesta por tres elementos básicos: SUJETO DE LA ENUNCIACIÓN, ENUNCIADO Y DESTINATARIO). El enunciado a su vez posee un Sujeto de Enunciado y un Oyente. De esta manera lo que la teoría tradicional llama Narrador omnisciente, suele ser el sujeto de la enunciación. Ahora bien en determinado momento le da la palabra a un personaje y éste cuenta, narra y por lo tanto se convierte en el sujeto del enunciado y crea su propia enunciación. Así cada personaje tiene las posibilidades de ser sujetos de sus propias historias e intercambiarlas con otros personajes. Lo mismo ocurre con el destinatario (que suele llamarse lector cuando el narrador sujeto de enunciación primaria así lo hace, tal y como con frecuencia aparece en esta novela. Ej. "Querido lector, " p. 271), cuando lo incorporan como personaje del enunciado. Esta complejidad dialógica, poco estudiada y casi ignorada por nuestros escritores sino es en las formas tradicionales, cobra relevancia en esta novela. Así el lector social, usted y yo, hombre o mujer, asistimos a un relato que  violenta todas las estructuras tradicionales y se inscribe en un experimento muy rico en posibilidades formales y semánticas. Es precisamente en este carnaval de voces y puntos de vista donde debemos ejercer un rol de investigador, más que de voyeur, mirón, o samueleador como suele llamarlo el autor.

 

Desde esta enriquecedora estructura paradigmática se insertan, por lo menos tres historias o temáticas un tanto diferentes pero totalmente ligadas que son básicas en la novela. La primera tiene que ver con Los Miserables, grupo de amigos con un perfil unificador que los convierte en voces, narradores, visores de una sociedad que transcurre en su misma cotidianidad. Son asiduos visitantes de bares capitalinos y tienen un día y una hora fijas para sus encuentros: los viernes al caer la noche. Las cantinas varían, según sus gustos y costumbres, pero por lo general no tienen predilección alguna.

 

Estos señores, casados o solteros, eso no interesa, tienen su propio perfil y sus mismos nombres los delatan: El Triste, Ovidio El poeta, Pedro Blablablá, Juan de los Manjares, etc. No hay mujeres entre ellos y solo de vez en cuando se incorpora Diana, la investigadora de los crímenes  en serie de mujeres que son noticia en los medios de comunicación.

 

Este grupo ve y describe, comenta y critica la vida social del momento: Son los chismosos y criticones de todo lo que se mueve a su alrededor. No escapan así de sus lenguas, la farándula, las modas, la poesía, la política, las mujeres, el fútbol. Nos extrañó que la religión no fuera motivo de sus cavilaciones.

 

La novela se convierte en un manjar en sí misma, se deja saborear y el lector a pesar de que busca posiblemente otros manjares se asoma a los expuestos a través de la cerradura. No ve posiblemente lo buscado y lo apenas atisbado lo deja confuso. No participa de la cena y se conforma con la apariencia. Muchos pasan así ante la vida, entre tinieblas porque la alcoba está oscura y el invitador no lo deja saborear sus manjares y es que quizás estos son también de mentirillas. La escena es más soñada que vivida, más anhelada que disfrutada.

 

Es así como las voces de ese discurso llamado novela ofrecen en dos niveles, por lo menos, el mundo del parecer y el otro, el oculto, el del ser. Y ese lector fisgón no desea sino ver el de las apariencias, no quiere penetrar y se resiste a ser detective en el mundo del ser, ese maravilloso mundo de la mujer más allá de la piel, que pondrá en evidencia, el dilema existencial en ella que tiene que ofrecerse como pastel para el disfrute de otros pero no de ella misma.

 

Es así como la novela ofrece ese abanico polifónico de las conversaciones superficiales en bares, restaurantes y pasarelas. Y si el lector es avisado lo problematiza, lo degrada pues es víctima y victimario de ese mundo también degradado que lo robotiza, lo enajena por no decir lo idiotiza. No solo la mujer es un objeto al servicio de esa sociedad devaluada sino el hombre. Ambos son protagonistas de esa comedia y pareciera que la disfrutan pero la voz trasgresora del autor posibilita a través de ese mundo verosímil cómico, trágico, degradado, su toma de conciencia, lo sacude de la modorra, de lo cotidiano y aceptado como normal y lo tira de cabeza por el hueco de la cerradura para que por lo menos se asome a contemplar su propia miseria.

 

Si bien es cierto en la narrativa costarricense aparecen casos aislados de la incorporación del lector como personaje en la novela, tal el caso de José Marín Cañas que en una poco conocida novela, Lágrimas de acero, en media novela, se deja decir: "Ahora incauta y encantadora señorita, detengámonos a examinar, estos tres corazones" y yo me llevé tamaño susto que terminó en una maliciosa sonrisa, la verdad es que el lector social pocos se han atrevido a incorporarlos aunque, sobre todo en las novelas policíacas juegan un papel importante ya que por encima del hombro del detective, se colocan las miradas de los lectores y viven casi como personajes esas vivencias. El autor sí suele incorporarse como personaje, tal y como sucede hasta en las obras de teatro como es el caso de Aristófanes en la comedia que se presenta en estos días dirigida por María Bonilla. Claro está que en ambos casos se convierten en personajes, entes ficticios de la obra literaria.

 

Al final solo quedan los abrojos:

 

"Flor Salvaje. Así me llamaron. Hoy solo queda lo salvaje. Desde hace mucho tiempo se marchitó la flor.

El rostro del espejo ya no se fascina mirándome" (p. 216).

 

El proyecto de Flor Salvaje había fracasado.

 

"Sin muchos rodeos, llegamos al punto: D. Juan, el ágora de los miserables, las pobres muchachas asesinadas, Flor Salvaje, el fumador de dientes amarillos y sus interminables cigarrillos, el clan, la trata de blancas. A decir verdad, aquella noche tocó a la puerta de mi casa la oportunidad de colmar vacíos que no podía disimular mi relato fragmentado y pobre en detalles.". (pp. 284-285).

 

 

Se cierra el círculo de la enunciación.

 

Hay una oportunidad para el lector social y es convertirse en ente de ficción, una especie de narratario que con o sin permiso del narrador entre en el texto literario creado y se rebele contra el narrador y no permanezca frente a la cerradura de la puerta y solo vea lo poco que le permite ver ese huequito. Yo crié mi propio visor y penetré en todos los aposentos y escenarios y logré mirar más de lo que me permitía el narrador. No solo vi el mundo aparente de los personajes sino sus manipulaciones, sus congojas y pasiones, tanto como sus placeres.

Visité a los mis miserables y hasta oí los versos del poeta que nadie atendía y las discusiones entre ellos sobre las mejengas del futbol tico y las corruptelas de los políticos de turno y hasta las envidias de los miserables por los inimaginables noches de lujuria de D. Juan.

 

Ya entrada la noche, lo visité para fisgonear esos manjares gustativos y llenos de erotismo, entré por la cerradura de su casa y me dirigí directo a su alcoba pues sospechaba que visitaría en vivo la mansión de todos los placeres, pero me llevé una sorpresa. En la espaciosa cama dormía como un bendito D. Juan y roncaba como temeroso de que lo despertaran y más al lado, semidesnuda y con un libro grueso y de portada negra, a la luz de una lámpara pequeña, leía Flor Salvaje muy concentrada y ensimismada, LasCincuenta sombras de Grey.

 

Al final llegué a la casa del narrador y sin molestar entré directo a la biblioteca pero no había ojeador unos cuantos libros que llamaron mi atención cuando, oí unos gritos en la alcoba y preocupado de que me encontrara con el asesino de mujeres, modelos de prendas de vestir, pues podía percibir lamentos evocativos a Dios, ¡Ay Dios, ya, ya, por favor. No esperé por más razones y penetré. Lo que vi no me asustó porque en la cama luchaban, el narrador y Diana, que de cazadora se había convertido en cazada y su cara no era de moribunda sino de agradecimiento. Salí de ahí con una sonrisa dibujada en mi rostro.

 

Sí trasgredí ese  mundo ofrecido en la obra y disfruté más de la creación que quienes por miedo no pasaron el hueco de la cerradura.



1 Herra Rodríguez, Rafael Ángel. D. Juan de los manjares, Alfaguara, San José, 1012.

Santiago Porras, Jiménez. Avancari, novela.

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SANTIAGO PORRAS JIMÉNEZ

(1951)

Santiago Porras Jiménez nació el día 25 de julio del año 1951 en Abangares, Guanacaste. Sus estudios primarios los realizó en la escuela Monseñor Luis Leipod y los concluyó en el año 1964, mientras que los secundarios los realizó en el Instituto Agropecuario de Abangares y   los terminó con su bachillerato en el año 1969. Agrónomo de profesión y escritor costarricense por convicción. Estudió Agronomía en la Escuela Agrícola Panamericana, Honduras, 1972; Se graduó como Ingeniero Agrónomo en Producción del Instituto Tecnológico de Monterrey, México, 1982; Maestro en Valuación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México - UNED, Costa Rica, 2002.

Un guanacasteco de origen campesino que lleva en su sangre, la mirada sincera y el abrazo del llanero amigo. Solo salió de su tierra para trabajar en la banca nacionalizada, pero su querencia permaneció ligada a su pueblo natal: Abangares.

LO QUE HA ESCRITO SANTIAGO PORRAS JIMÉNEZ

 

NOVELA

1. Avancari: 2012

CUENTO

1. Cuentos de ayer, de hoy y de nunca: 1993 por La Cedal y 2003, por la EUNED

2. Cuentos guanacasticos: 1997 Ediciones Zúñiga y aval y Editorial Uruk, 2012

3. El regreso es parte del viaje: 2002 Ediciones Guayacán Centroamericana y 2008, EUNED

ENSAYO

1. Allá en el Zamorado: 2006, Guatemala Ediciones Amar.

 

Avancari es la primera novela de este escritor guanacasteco1. Fácilmente se evidencia como una novela realista histórica que tuvo tanto éxito en las postrimerías de la generación anterior e 1987 que llamamos Ecologista.

Es una novela, por lo tanto, que privilegia la historia del pueblo de Abangares, así como su mismo pueblo, sin dejar de lado las costumbres, su flora y fauna pero no se crea que se cae en un discurso simplemente costumbrista. Todo lo contrario, se evidencia un gran esfuerzo del autor por crear un relato acorde con la naturaleza del destinatario, por lo que se torna variado y fragmentado, propio de la crónica y más cercano a las fuentes históricas.

La primera sorpresa la recibe el lector no más en el inicio. La novela da inicio bajo el mando de una voz inusual, el oro, que cobra autoridad de narrador protagónico y desde su propio conocimiento y con un dejo irónico a la vez que cercano al juez, por no decir, Dios, no solo describe las pasiones y gustos, amores y muertes, usos y despropósitos que bajo su reino, el hombre testimonió.

Otro destinatario especial y explícito lo evidencia Mary, destino de las cartas de doña Betty, una mujer que vive y conoce de cerca el pueblo de Abangares. A través de la voz de Betty, no solo doña Mery conocerá las costumbres, los habitantes, su pobreza, sus congojas, sobre todo de las mujeres, así como las particularidades geográficas, la flora y fauna de la región, la bondad de sus habitantes y también su escasa educación formal.

La otra voz importante está configurada por un minero viejo que conoce en carne propia las vivencias, luchas y congojas de los mineros, los tratos que sufrieron por parte de los capataces, así como las dificultades que enfrentaban por los peligros propios de la explotación de la mina de oro. El miedo a entrar a los túneles, el pavor de quedar atrapados, las requisas vergonzosas de los hombres en público, y de la misma manera, los pleitos en la cantina El Caballo Blanco, ya fuera por el amor de una mujer o simplemente porque el rival le miró de lado. Toda esa vida enajenada del minero que era explotado por la avaricia del extranjero dueño de la mina. Y además el proceso transformativo del mismo pueblo que de la noche a la mañana se convierte en centro de prostitutas, garitos, cantinas, coligalleros chupapiedras, italianos, rusos y todo un gallopinto de personajes que acechaban el oro y su poder.

Otra voz que aparece en la novela con bastante singularidad la forman los diálogos reflexivos (tal vez muy eruditos) entre  dos mineros que suelen reunirse en la cantina o en la fonda y acostumbran discutir sobre política. Así ante sus miradas desfilan personajes como Tomás Guardia, John G. Meiggs que es sutilmente desnudado en sus desmanes, así como los gringos que se aventuraron en la construcción del ferrocarril, desde los primeros hasta los hermanos y el propio Minor Keith. A través de Argüello y Cambronero y sus diálogos se despejan las dudas y los tratos, así como los negocios sucios de los protagonistas históricos de esa época de 1911 y años siguientes.

Por último y no menos importante se desliza sutilmente la voz de un narrador omnisciente que encausa la historia, ata los acontecimientos y nos recuerda el cronista. No solo describe en el inicio todo el contexto histórico sino el escenario donde se desarrollará la parte sustancial de la novela. Esta voz refleja la necesidad de dar a conocer a destinatarios-lectores las vicisitudes de un trecho de la historia de su pueblo que desea conozcan en detalle quienes lean su discurso literario.

Quizás faltó una voz que no se escuchó, la voz de los negros. A través de las voces de los mineros conocemos de su llegada a la mina y la trágica muerte de casi todos en manos de los sublevados. Es el final de la historia con explicación judicial de los autores. Sin duda la parte más narrativa e intencionalmente más humana de la novela pero no se escuchó la voz de los negros que también eran tan víctimas como los otros de la explotación en las minas. Solo que el puesto de capataces ganó su odio y recibieron así la ira de los sublevados.



1 Porras Jiménez, Santiago. Avancari. Ed. EUNED, San José, 2012.

Tercer Período. Polifonismo. Primera Generación: 2017. Polifonismo

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PRIMERA GENERACIÓN: 2017. POLIFONISMO

 

NACIDOS: 1980-1994

GESTACIÓN: 2010-2024

VIGENCIA: 2025-2039

 

Este período recién inicia cronológicamente pero aún no tiene novelistas importantes. Habrá que esperar que inicie la primera generación.

 

Su nombre obedece a escritores que comienzan a abrir las barreras literarias en otros países como Chile, Argentina, México y Europa.

 

Se le ha dado ese nombre porque sus novelas se olvidan de los tradicionales narradores y dejan que sean los mismos personajes los que cuentan y comentan los hechos vividos por ellos y otros personajes que los rodean. El autor pretende crear una novela casi como una sinfonía, donde las voces de sus personajes crean un coro armonioso que se refugia en los contrastes, compases, ritmos, tiempos, claroscuros, etc. Por supuesto desaparece el narrador y el autor. Los personajes ocupan esas funciones.

 

Carlos Alvarado Quesada: 1980 

Albán Mora Vargas (1984)                  

Irene Guzmán Ferreto: (1991)                         

Michael Enrique Elizondo Brado (1982)

 

Tercera Generación: 2002. Intimismo. Segundo Período: 1980-2024. Poeticismo

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TERCERA GENERACIÓN: 2002. INTIMISMO

 

 

NACIDOS: 1965 A 1979

GESTACIÓN: 1995 A 2009

VIGENCIA: 2010 A 2024

 

 

Esta generación del año 2002, recién comienza a dar los primeros pasos en la novelística costarricense. Es la generación de cierre del período. Es propiamente una generación llamada del desaliento, que también lo fue, la precedente, solo que aún atisbaba algunas esperanzas. Inició sus primeras muestras en la generación anterior y ahora se pronuncia. El novelista se refugia en su propia interioridad y trata de encontrarse, de entender el mundo interior para luego asomar tímidamente y con miedo y mirar el mundo exterior que le repugna, le da asco, lo encuentra superficial, absurdo, aparente, sin nada importante por qué asirse a él, por qué luchar. El mundo exterior le da pesadillas, le impide su realización, lo encuentra vacío, frustrante. Acuden con frecuencia a la novela negra o policíaca pero sin permanecer en el puro entretenimiento. Su lenguaje es crudo, directo, abierto, sin rodeos y el tratamiento de los temas tabúes, en su literatura cobra importancia y son tratados sin rodeos, así sean sexuales, gays, lesbianas, religiosos o políticos. Las taras sociales son enfrentadas sin ambages, sin ocultamientos, sin rodeos o falsas moralidades. Es una generación de cierre del período intimista, crítico, desencantado, desilusionado, degradado, y de incontables preguntas más que respuestas y que continúan las inclinaciones de las generaciones anteriores, pero sin el énfasis de ellas. Ya decae esa fuerza y se vislumbra un conformismo individualista y la carencia de un proyecto vital y social de búsqueda idealista. Es el cierre del período y por lo tanto de un proyecto que pareciera navegar en la derrota de una guerra que nunca inició.

 

Alí Víquez Jiménez (1966)

Luis Ricardo Rodríguez Vargas (1966)

Wagner Ortega González (1966)

Danilo J. Granera López (1966)

Marco Adrián Castro Calvo (1967)

Alfonso Chacón Rodríguez (1967)

Carlos Rubio Torres (1968)

Carlos Manuel Villalobos Villalobos (1968)

Francisco González Brenes (1968)

Luis Arguedas Rodríguez (1968)

Mauricio Chaves Mesén (1969)

Javier Olivares Ocampo (1969)

Jessica Clark Cohen (1969)

Mario León Rodríguez (1969)

Manuel Marín Oconitrillo (1970)

Alejandro Gómez Rafael (1970)

Catalina Murillo Valverde: (1970)

Laura Patricia Quijano Vincenzi (1971)

Henry Antonio Vargas Salas (1972 Barza seud.)

Carla Fonseca Flores (1972)

Javier Enrique Moya Sancho (1973) y Alicia Juncos Moyano

Daniel Moreno Rojas (1974)

Juan Gabriel Muñoz Gapper (1977)

Harol Oldemar Vindas Zamora (1979)

Floria Herrero Pinto (1979)

Alberto Jiménez Alfaro (1979)

 

Segunda Generación: 1987. Ecologismo. Segundo Período: 1980-2024. Poeticismo

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SEGUNDA GENERACIÓN: 1987. ECOLOGISMO

 

 

NACIDOS: 1950 A 1964

GESTACIÓN: 1980 A 1994

VIGENCIA: 1995 A 2009

 

Esta generación comprende los novelistas nacidos entre 1950 y 1964. Llama la atención el número importante de mujeres que se inician en nuestra narrativa, algunas ya con tres o más novelas. Esta generación de novelistas costarricenses que algunos han llamado, con el nombre de un movimiento importante surgido como inclinación casi existencial por proteger lo nuestro  ya sea el sistema ecológico, nuestro planeta, nuestra naturaleza, devorada por la industria, el comercio turístico, la explotación minera, la contaminación ambiental de todo tipo, nuestro derecho a ser feliz, a vivir sin limitaciones sociales y discriminaciones, de encontrar nuestra identidad en la diversidad. Su nombre  Ecologismo1 representa el compromiso de una juventud rebelde, quizás con un poco o mucho de desencanto, por cansancio, por vivir en la corrupción de muchos y la apatía de todos, ante problemas tan importantes como mantener sano nuestro planeta, por lo menos lo poco que aún nos queda, de la explotación desmedida de nuestros recursos naturales, por parte sobre todo de las grandes potencias económicas lideradas por los Estados Unidos, como la peor de todas, en la violación de acuerdos y  tratados internacionales, en aras de la obtención de la riqueza de unas cuantas empresas trasnacionales.

 

Esta temática está, desde luego, unida a la denuncia, tanto de la explotación de nuestras riquezas naturales, como las implicaciones políticas y sociales de ello. El escritor se compromete incondicionalmente a favor de la naturaleza y  censura las condiciones infrahumanas en que vive el hombre, en las ciudades y esto conlleva una relación intrínseca con ellas, con su fuerza, con su asombro. El hombre no establece relaciones de oposición con ésta sino todo lo contrario, de unión, de comunión, de defensa, de admiración, de poesía, de vida. Huye de la sociedad, producto de la miseria humana, los convencionalismos y se refugia en el regazo de la naturaleza o en el desconsuelo de su propio desengaño. Ahí encuentra su realización, su razón de ser, su libertad y su grito desgarrador de protesta. Por ello el novelista le da voz, le permite crear y crearse y las voces de los personajes se convierten en coros de alabanza, de asombro, de poesía, de rebeldía, de amor. Las novelas se tornan muy eróticas, de sexo abierto y sin prejuicios sin importar si son o no del mismo sexo. No sólo imitan a la pureza de la naturaleza sino que juegan con ella, se purifican, se limpian de los prejuicios y disfrutan, viven, se sienten humanos. Regresan a las raíces, forman un solo cuerpo con ella, se purifican. Algunos llaman a esta generación  del desencanto y hay mucho de ello en sus obras. Pro no se crea que la temática naturalista los acaparó, de ninguna manera, los aspectos sociales, políticos, la corrupción, la impunidad, la sociedad de consumo, la guerra estúpida, la desigualdad, y todos esos males sociales de la economía globalizante e injusta, tienen su mejor crítica en los novelistas de esta generación.

 

Esta generación ha vivido acontecimientos históricos importantes, tales como la caída del muro de Berlín, la Guerra de Irak, el triunfo de los sandinistas en Nicaragua, etc. y ello los ha convertido en testigos de una historia violenta, destructiva, avasalladora. Por ello la generación es de desencanto, de ruptura, de desaliento y hasta cierto punto de impotencia. Es importante que desde el punto de vista literario forma un paradigma importante. El discurso es polifónico, fuerte, sincero, expreso y directo. Casi no existe, en estos novelistas el tratamiento de la historia lineal, el argumento sino la vivencia, el coro, el mural. Todo inmerso en un clima social que invita más a la nausea que a la realización vital.

 

Estos novelistas por lo general son profesionales y conocen las técnicas modernas del relato  y del arte en general, por lo que representan un conjunto de escritores calificados, que si bien, recién inician sus primeras incursiones en la novelística, prometen cosas muy buenas en este género. A esta generación pertenece el escritor mexicano, premio Alfaguara 2003, Xavier Velazco (1955), el guatemalteco Adolfo Méndez Vides (1956), con su novela Las Murallas: 1998 y Franz Galich (1951) con Huracán corazón del cielo: 1995, el salvadoreño, Horacio Castellanos Moya (1957) con su novela La diáspora: 1988, y otras posteriores, como La diabla en el espejo: 2000. El mejicano Salvador Novo, Cristina Peri Rossi en Uruguay, Fernando Vallejos en Colombia, para citar solo algunos de los más importantes

 

Los novelistas costarricenses de esta generación son:

 

 

Ana Isabel Azofeifa Rodríguez (1950)

Rodolfo Cerdeño (nicaragüense: 1950)

Emilia María Macaya Trejos (1950)

Linda María del Pilar Berrón Sanudo (1951)

José Ramiro Rodríguez Vargas (1951)

Jorge Arturo Valle Robles (1951)

Luis Enrique Arce Navarro (1952)

Gladis Alicia Miranda Hevia (1952)

Ana Cristina Rossi Lara (1952)

Jacobo Schifter Sikora (1952)

Luis Enrique  González Porras (1952)

Lorena María de Fátima Rodríguez Arce (1952)

Mercedes María del Carmen Corrales Carvajal (1952)

José Ricardo Chaves Mata (1952)

Rubén Solano Jiménez (1952-1992)

Ana Rojas Calderón (1953)

Cristóbal Montoya Marín (1953)

Fernán Ulate Montero (1953)

Rolando Villalobos Chacón (1953)

Cecilia Kruse Bolaños (1953)

María Bonilla Picado (1954)

Mario Zaldívar Rivera (1954)

Hugo Rivas Ríos (1954-1992)

Jorge Méndez Limbrick (1954)

Edgardo Orozco Umaña (1954)

Ana De Langton: ¿1955?

Víctor Hugo Fernández Umaña (1955)

Jaime Fernández Leandro (1955)

Oscar Núñez Olivas (1955)

Jorge Valverde (1955)

Leda Cavallini Solano (1956)

Miguel Fajardo Corea (1956)

Rodolfo Arias Formoso (1956)

Armando Loynaz Blanco (1956 cubano

Habib Súccar Guzmán (1957)

José Sánchez Jiménez (1957)

Miguel Arturo Ramos (1958-1986)

Alexander Obando Bolaños (1958)

Adriano Corrales Arias (1958)

Dorelia Barahona Riera (1959)

Alfredo Aguilar Quirós (1959)

Víctor Hugo Solano Aguilar (1959) (Víctor Narvales, seud.)

Patricia Villalobos Brenes (1959)

Carlos Tapia Fernández (1960)

Yanina Rovinski Giberstein (1960)

Tarcisio Salas Bonilla (1960)

Alberto Jiménez Alfaro (1961)

Iván de los Reyes Molina Jiménez (1961)

Jorge Arturo Venegas Castaing (1961)

Carlos Cortés Zúñiga (1962)

Rodrigo Soto González (1962)

Uriel Quesada Román (1962)

Walter Ismael Rojas Pérez (1962)

Ronny Ugarte Quirós (1962)

Luis Guillermo Fernández Álvarez (1962)

Fernando Contreras Castro (1963)

Sergio Muñoz Chacón (1963)

Petronio Romero, Marcenado (1964)



1 Realmente es un nombre que no recoge todas las manifestaciones de esa generación. Tal vez sea más una generación del Desencanto político, social y moral

Primera generación: 1972. Segundo Período: 1980-2024. Historicismo

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PRIMERA GENERACIÓN: 1972. HISTORICISMO

 

 

NACIDOS: 1935 A 1949

GESTACIÓN: 1965 A 1979.

VIGENCIA: 1980 A 1994

 

 

Esta generación está compuesta por los novelistas nacidos entre 1935 y 1949. Ellos  comienzan a dar los primeros frutos importantes en la creación literaria, a partir de 1965. Son novelistas que conocen, en su mayoría, las técnicas modernas de la literatura y por lo general han estudiado en carreras relacionadas con la literatura o el arte en general. Son lectores asiduos y se han dedicado al estudio de nuestras sociedades, no sólo desde la perspectiva histórica sino, la social. A ellos no escapa el interés de crear obras literarias, por principio y como última finalidad, sin que esto quiera decir que se desinteresan de las problemáticas más importantes de este período. Por eso le hemos llamado historicismo, sin ninguna connotación peyorativa. La creación de su nuevo paradigma se nos presenta más lúdico, más atrevido, sin prejuicios de ninguna naturaleza. Por eso podremos encontrar el tratamiento de temáticas tabúes en el pasado, como lo erótico y sexual, abiertos, el homosexualismo, el racismo, sin contemplaciones, ni moralismos. Se puede encontrar desde el cinismo manifiesto hasta el descaro, en sus creaciones.

 

Las novelas buscan el mundo de la infancia de los personajes, para mostrar abiertamente los prejuicios recibidos, sus desnudeces moralistas, sus mutilaciones sexuales y carencias vitales como producto de convencionalismos y falsas morales que impidieron sus realizaciones ante la libertad y la búsqueda de su identidad. Y qué decir del enfrentamiento descarnado y profundo de la lucha del ser y el parecer, lo fútil y lo importante, lo interior y lo exterior o superficial, que ya había experimentado un tratamiento importante en algunos novelistas de  la generación anterior, la de 1957. Por ello, los personajes se muestran como seres vivos, imperfectos, inacabados, incompletos, en formación, en lucha por sobre vivir a su misma angustia, llena de ludismo impúdico, abierto, como contraparte a la apariencia de los dogmas y de las castraciones. Esto convierte a los personajes en contradictorios, ambiguos, incompletos, agónicos, equívocos, mutantes y, por todo ello, más humanos y menos terminados. Con esta generación, mueren los héroes definitivamente y aparecen las dudas, las variantes, lo complejo sobre lo sencillo e inauténtico.

 

Lo anterior hará que los novelistas se preocupen sobremanera por el decir, por las voces de los personajes y la manera de comunicarse o incomunicarse; su lenguaje estará lleno de reiteraciones, contradicciones, listas de palabras, simultaneidades, yuxtaposiciones. En otras palabras, el lenguaje se convierte en una especie de carnaval, de multicolores facetas. Esto exigirá del novelista el influjo de la poesía, la música y las artes en general. Por ello, la intertextualidad, también será una técnica muy usada.

 

No escapa a ellos, el conocimiento de que la obra literaria es un mundo completo en sí, creado por el autor, es su invención, su irrealidad, su ficción. Esto les exigirá un cuidadoso uso del lenguaje y la verosimilitud extremada a la hora de crear los personajes, sus voces y el mundo externo e interior a ellos mismos.

 

La incursión de los novelistas costarricenses en la historia de nuestra patria y la recreación de etapas importantes de ella, así como personajes de gran importancia, muestra la necesidad de reimprimir lo que Azorín, ensayista español, llamó, la infrahistoria. Es una búsqueda frenética de lo verdadero, sobre lo aparente, lo oculto sobre lo dicho, la verdad en la contradicción, la ambigüedad, la pluralidad y no lo causal. Por eso sus novelas desencarnan los mitos, los rituales, los formalismos, para brindar una historia más irreal y por lo tanto más real, más humana, más hecha por hombres y no por el oficialismo imperante, en determinados momentos, y a través de acontecimientos inusitados y cuidadosamente acallados.

 

En  los últimos años han aparecido historiadores con una visión que se presenta como novedosa, sobre todo en España, encabezada por Fernando García de Cortázar. Reconocen y es uno de sus postulados, los mitos desarrollados y mantenidos durante mucho tiempo por las corrientes historicistas y las turísticas del pueblo y la patria España. Se tornan críticos y aceptan la falsedad de esa visión mítica pero consideran que existe otra España, la positiva, que consideran, la real, la del proyecto, la rescatable, la noble, y es bajo esa visión que se proponen rescatar la memoria, la identidad de España. Pensamos que la verdadera España se encuentra en la diversidad, la pluralidad, ni la buena de unos, ni la mala de otros sino en la síntesis de las dos o tres o más que puedan existir. No se puede, ni se debe, borrar lo feo y lo malo de la religión católica en España, las guerras de ocho siglos contra los moros, ni las cruzadas y matanzas en nombre de Dios, y buscar una aparente racionalidad, pero tampoco pensar que ese país es esencialmente eso. La realidad histórica está en el conocimiento científico, nunca en el mítico y mucho menos en el religioso.

 

Conforme estudiemos a los novelistas y sus obras iremos señalando estos y otros aspectos del nuevo paradigma de esta generación de novelistas.

 

En la literatura hispanoamericana destaca como impulsor de esta generación el escritor peruano Mario Vargas Llosa (1936) y su novela, entre otras, La ciudad y los perros: 1962, por lo menos en la primera etapa de su carrera literaria, la panameña Gloria Guardia (1940), con su novela El último juego: 1984, el nicaragüense, Sergio Ramírez (1942), con su novela Margarita está linda la mar: 1988 y Sombras nada más: 2002. Existen muchos otros novelistas en Hispanoamérica que pertenecen a esta generación. Hay cuatro, novelistas costarricenses, entre otros, de esta generación que se destacan por haber escrito novelas históricas de gran trascendencia, Virgilio Mora Rodríguez: 1935, Tatiana Lobo Wiehoff: 1939, Alfonso Chase Brenes: 1944 y Fernando Durán Ayanegui: 1939. Tendremos ocasión de referirnos a sus obras a continuación.

 

Los novelistas costarricenses de esta generación son  los siguientes:

 

Virgilio Mora Rodríguez (1935)

Enrique Feoli Tufi (1935)

Melba Escalante Lobo (1935)

Ramón Napoleón Pizarro Centeno (1935)

Velma Sari Montero Gutiérrez (1935)

Justo Arroyo (1936) Panameño

José David Elizondo Quesada (1936)

William Sibaja  Góndrez (1936)

Guido Alejo Sibaja Pereira (1936)

Rodolfo Solórzano Bonilla: 1938

Marco Retana (1938-1997)

Edgar Cambronero Herrera (1938)

Tatiana Lobo Wiehoff (1939)

Luis Soto Castro (1939)

Fernando Durán Ayanegui  (1939)

Luis Lara Saborío (1939)

Quince Duncan Moodie (1940)

Flora Herrera Fonseca (1940)

Edgar Guadamuz Rosales (1940)

Guido Sandoval Salas (1941)

Francisco Cartín Rodríguez (1941)

Mario Gatjens González (1942)

Óscar Aguilar Bulgarelli (1943)

Flory Chaves Quesada (1943)

Alejandra Gutiérrez Nascimento (1943)

Rafael Ángel Herra Rodríguez 1943

Floria Ma. Herrero Pinto (1943)

Marino Ramírez Huertas (1943)

Roxana Pinto López (1943)

Enio Víquez Rodríguez (1943)

Manuel Aguilar Vargas (1944)

Froylán Escobar González (1944)

Alfonso Chase Brenes (1944)

Carlos Darío Angulo Zeledón (1944)

Rafael Jiménez Bonilla (1944)

Eduardo Vargas Ugalde (1944)

Carlos Goicochea Carranza (1945)

Juan Bautista Frutos Verdesia (1945)

Henry Wohistein: 1945

Dagoberto López Villalobos (1945)

Enrique Castillo Bolaños (1945)

Omar Contreras Díaz (1946)

Álvaro Sibaja Artavia (1946)

Edgar Leal Arrieta (1946)

Zoraida Ramírez Miranda (1946)

Floria Jiménez Díaz (1947)

Floria Jiménez Díaz (1947)

Carlos Morales Castro (1947)

Enrique Villalobos Quirós (1947)

Oscar Monge Maykall (1947)

Beila Zíder Solís (1947)

Cecilia Hidalgo Calderón (1948)

Hernán Solís Bolaños (1948

Héctor Chavarría Castillo (1948

Rosibel Morera Agüero (1948)

Jorge Eduardo Rodríguez (1948)

Rocío Pazos Baldioceda (1948)

Eduardo Saxe Gutiérrez (1948)

Marco Tulio Aguilera Garramuño (1949). Colombiano

Gerardo César Hurtado Ortiz (1949)

Hubert Villegas Rojas (1949)

Luis Espinoza Corrales (1949) (nicaragüense)

Heriberto Rodríguez Pacheco (1949)

Magda Lorena de Jesús Zavala González (1949)

Segundo Período: 1980-2024. Poeticismo

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SEGUNDO PERIODO: 1980-2024. POETICISMO

 

 

Este período se extiende  desde 1980 a 2024. Algunos le han llamado Poeticismo por el énfasis que estos novelistas ponen en su prosa de carácter poética. Hay un gran compromiso con el lenguaje. Se tiene plena conciencia de que la literatura es ficción y que el éxito radica en el tratamiento del lenguaje y su expresividad. Es un período que recién empieza y sobre él es poco lo que se ha escrito. Consta de una generación consolidada, otra que ha producido bastantes novelas de gran importancia y la siguiente, con novelas recientes que se abren horizonte; la más nueva  apenas  inicia sus primeras armas.

 

Los novelistas de este período se inclinan por escribir, entre otras,  novelas históricas, es un afán por reinterpretar nuestra historia y la de otros países, como lo había hecho José León Sánchez en la generación anterior, con respecto a México. Casi la mayoría de ellos son académicos, profesores de nuestras universidades y muy relacionados con la vida intelectual del país. Sus obras son contestatarias con respecto a la historia. Es una muestra de crítica artística a la historia oficial que por lo general fue hecha por historiadores apegados a los gobernantes de turno (los carlistas). Su visión de los hechos se torna más individualizada, más sutil, más taimada, y sobre todo más aguda. Su visión es irónica, lúdica e intencionalmente elude la narración temporal cronológica, lineal. Los hechos se particularizan y pasan por el tamiz de la conciencia de los personajes que los vivieron. Nos recuerda las técnicas de Alejo Carpentier en novelas como El arpa y la sombra.

 

Estos jóvenes escritores manejan, no sólo las técnicas modernas de la narración, tales como la diversidad de puntos de vista del narrador, los acercamientos y distanciamientos, el cubismo en los diversos planos narrativos, el calidoscopio en los espacios, sino el juego con los diferentes tiempos, etc. Sus novelas, por ello, se presentan como difíciles de comprender o descifrar para lectores comunes y poco avisados. El esfuerzo de estos novelistas se afirma en su interés por crear obras de arte, estrictamente literarias, de ahí su nombre "período del Poeticismo". Además de que, por lo general, los novelistas también cultivan el género lírico.

 

Con respecto a lo temático, no sólo se inclinaron por narrar y reinterpretar los hechos históricos, tanto de la historia de finales del siglo XIX y principios del XX, sino los hechos más recientes, como fueron los de la alzada de 1948. También se interesaron por la vida social de los pueblos y sus luchas por reivindicarse. Pero, para un número considerable de estos novelistas, su interés cayó en la interioridad del narrador o los personajes. La constante que se había iniciado con Yolanda Oreamuno, en la novela La ruta de su evasión y que había continuado con escritores tales como Carmen Naranjo, Samuel Rovinski, Rima Valbona, Julieta Pinto y otros es continuada por los escritores de este período y por consiguiente de las dos generaciones que lo componen, ya sea, la primera que llamamos, Historicista o la segunda que le dimos el nombre de Ecologista, sobre todo tomando en cuenta el énfasis temático de esos dos tópicos. A la tercera le dimos el nombre de Intimista.

 

Pero si hay algo que distingue a estos novelistas y tiende a codificar un nuevo paradigma, tanto de la novelística hispanoamericana en general y la costarricense en particular es la dicotomía campo-ciudad que al fin alcanza su culminación con la aporía sujeto-ciudad. Es el hombre, sin tintes sexistas, quien intenta penetrar ese laberíntico, enigmático, carnavalístico, impersonal, mundo de la ciudad. Sujeto- narrador, desde cualquier ángulo que se coloque, omnisciente, protagonista, voces de los enunciados, se ve desgarrado, solitario, criminal, loco, disfuncional, huérfano, abandonado, incomunicado, enajenado. De ahí que el espacio ciudad- multitud lo excluya, lo margine, lo aliene. Este particular enfrentamiento abre la estructura novelesca a lo criminal, lo anormal, lo inusitado, lo sobrenatural, y no precisamente por se extraordinario en el sentido de extravagante, divino, sino todo lo contrario, por salirse de lo cotidiano, lo convencional, lo previsto, lo racional, lo aceptado, lo "bueno", lo codificado, lo ejemplar. Así se incursiona en lo extraño, lo policíaco como estructura novelesca, lo fantástico, lo feo y grotesco, llegando a lo esperpéntico, lo impredecible, lo inesperado, lo inimaginado pero que está ahí, en el sujeto de la ciudad que se rebela y se siente excluido, el que no acepta y renuncia a ser otro, el deseado, el esperado, el exitoso, el héroe positivo, el todopoderoso, el lleno de valores convencionales, el igual a todos, el galán, el machista, el profesional, el gerente, el político todo terreno, el gentleman, el casanova, el estilizado, el que vale según los números de la cuenta bancaria o el color de la tarjeta de crédito. Dime cuánto tienes, en dólares, y te diré quién eres y cuánto está a tu alcance, cuánto vales.

 

Este período ubica la novelística costarricense dentro del contexto latinoamericano. Los escritores abren una narrativa mucho más desprejuiciada, más atrevida y se despojan de tabúes, prejuicios, miedos. Así se enfrentan a temáticas abiertamente evadidas en generaciones pasadas, tales como el sexo abierto entre parejas de distinto e igual sexo, el machismo, el racismo, la religión, la familia (desintegración y valores caducos), la corrupción política, los antihéroes, la prostitución infantil, en ambos sexos. La ciudad es vista desde la óptica del pachuco, del delincuente, del prostituto, del sufriente y no desde la careta del moralista, el doctrinario, el conductor. El lenguaje se retuerce, se desacraliza y convierte el relato en abierta y directa manifestación del enajenado, del masificado, del producto social obtenido de la sociedad hipócrita del parecer y el consumo. Personajes, lenguaje, acontecimientos, espacios, se endosan sin máscaras, sin retoques, sin sugerencias, sin suspensos, sin puntos suspensivos, sin  autocensuras. Se lanzan a la cara del lector con furia, con indignación, sin reparos, sin paréntesis. Lo sumergen en el mundo subterráneo, sin darle tiempo a respirar, lo ahogan en el excremento que han creado, lo atrapan sin piedad y lo obligan a respirar, oler sus propios excrementos. Estos novelistas escriben con rabia, con furia, con sangre y desean sacudir al lector de la modorra, del adormecimiento, del envilecimiento, de la desatención, del qué me importa a mí.

 

En el estudio de cada generación ampliaremos estas observaciones.

 

Tercera Generación : 1957. Irrealismo. Período Superrealismo.

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TERCERA GENERACIÓN: 1957. IRREALISMO

 

 

NACIDOS: 1920 A 1934

GESTACIÓN: 1950 A 1964

VIGENCIA: 1965 A 1979



Es la tercera generación de cierre del período superrealista y la de mayor número de novelistas, en la narrativa costarricense. También recibió el nombre de Generación de Ruptura. A nosotros nos parece mejor el nombre de Irrealismo, no por oponerse al realismo sino por inscribirse en un paradigma más poético, de escritores que en su mayoría conocían el arte de novelar y se percataron de que la obra se afinca en la vida real pero crea su propia realidad, es ficción, embuste, mentira. Los escritores de esta generación se interesan por el problemático mundo social de la ciudad que conocen y viven. Ya no tienen que novelar la vida de los oligarcas en el campo y las costumbres de los campesinos. Dejan por completo esa visión idílica, estereotipada y manida del ambiente rural y se dedican a desentrañar su propia realidad. Esto no quiere decir que muchos novelistas sigan en la corriente anterior y hasta hoy sigan bajo el paradigma anterior.

 

A esta generación universal, pertenecieron, el alemán Günter Grass, premio novel de Literatura 2001, el colombiano Gabriel García Márquez (1928), premio novel de literatura en 1982, José Donoso (1924), chileno, Manuel Puig (1932), Mario Benedetti (1920), Guillermo Cabrera Infante (1929), Carlos Fuentes (1929), Aníbal Ponce García (1932), Mercedes Valenzuela Álvarez (1924-1993), chilena que usó el seudónimo de Mercedes Valdivieso y se le considera como la primera escritora feminista del continente, con su novela La Brecha: 1961, entre muchos otros. El mismo José Saramago (1922), premio Nóbel en 2000, portugués, pertenece a esta generación. Igual que el recién nombrado premio novel V. S. Naipaul (1932), premio Nóbel 2002, de origen trinitense pero arraigado en Inglaterra desde los dieciocho años y el escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003) así como la poesía y narrativa del uruguayo Mario Benedetti (1920-2009)

 

La novela que llamó más la atención de los lectores, sobre todo de los europeos, fue Cien años de Soledad: 1967, del colombiano García Márquez y sin lugar a dudas lo promocionó al premio novel de literatura de 1982. Pero también otras obras de escritores de la misma generación, tuvieron gran éxito editorial, La muerte de Artemio Cruz: 1962 de Carlos Fuentes, El obsceno pájaro de la noche: 1970 de José Donoso, Boquitas Pintadas: 1969 de Manuel Puig y formaron esta generación de novelistas (1957), llamada del Irrealismo o de ruptura y que, en Latinoamérica, hasta hoy, ninguna otra, ha alcanzado tanto éxito.

 

Esta generación se convirtió en el paradigma ideal del primer período de la época contemporánea. Es su conclusión, su cierre y en ella se encuentra el modelo de lenguaje literario anhelado por este período de ruptura. El uso de las técnicas narrativas más importantes que nos habían legado los escritores europeos, aquí fueron superadas con creces. El narrador se despoja de ese papel privilegiado de censor, de guía, de moralista, de tutor, para dejar abierto un mundo complejo, ambiguo, carnavalesco, arbitrario, caprichoso, maravilloso, mágico, inconmensurable. La orfandad del lector se ve beneficiada con una gama de posibilidades interpretativas, vivenciales, nunca antes conocida.

 

El juego con el tiempo, con el lenguaje, con los diferentes espacios, sobre todo el interior o psicológico, sorprende a los lectores ingenuos, les exige estudio, detenimiento, cuidado y no se debe afirmar, como lo han dicho algunos críticos, que los textos son para eruditos y que no permiten el disfrute, el placer de lo narrado, eso es falso. Si una persona solo ve en nuestra realidad latinoamericana, una planicie, una meseta, unos pocos colores, un claroscuro, entonces es que está miope, porque nuestra realidad es compleja, polivalente, ambigua, multifacética y casi siempre escurridiza, difícil de aprehender.

 

En Costa Rica, esta generación, si bien es cierto, no tiene los alcances literarios importantes de otros países como Colombia, con Gabriel García Márquez, premio novel en 1982, creador del Realismo Maravilloso o Realismo Mágico que violentó y superó todos los códigos de los paradigmas literarios anteriores, sobre todo del realismo fotográfico, referencial, biográfico y superficial. Aún se escriben novelas tradicionales que utilizan el paradigma anterior, pero lo importante es que algunos, pocos, eso sí, han logrado crear importantes novelas que pueden y han rebasado nuestras fronteras por su calidad literaria y la renovación de viejos moldes ya estereotipados y aldeanos.

 

La primera decisión fue unirse en un proyecto ideológico y político. Casi todos, por no pecar de desconocimiento, con la excepción de Julio Suñol Leal y José León Sánchez, fueron militantes del Partido Liberación Nacional. El que inicia la generación, por ser el mayor, Alberto Cañas Escalante, fue fundador importante de ese partido, del que ahora se retira, no por su gusto, sino porque el partido perdió el rumbo de sus postulados originales y, por esa razón se unió a una nueva agrupación política llamada PAC, Partido Acción Ciudadana. Creemos que don Alberto tiene razón, son más las semejanzas entre ambos partidos que las diferencias. No sabemos cuáles son las decisiones de los otros novelistas, pero lo importante es que, en su momento todos pertenecieron a ese ideario modernista liderado por don José Figueres Ferrer, dos veces presidente de Costa Rica. Muchos de estos novelistas ocuparon cargos políticos en diferentes gobiernos de Liberación Nacional y hasta fundaron ministerios, tal el caso de don Alberto que le correspondió crear el Ministerio de Cultura, juventud y Deportes, Julieta Pinto en el IMAS, Carmen Naranjo, como embajadora en Israel y otros cargos. Apostaron a la nacionalización de la Banca, la Educación y la salud. Fueron promotores de la creación de la llamada clase media costarricense, que ahora comienza, poco a poca, a desaparecer, por empobrecimiento.

 

Otro de los rasgos que los une, como generación, es que sus obras giran, por lo general, sobre la ciudad y, en especial, San José. Ya no aparece el enfrentamiento entre campesinos y citadinos sino la temática citadina y sus múltiples facetas sociales: corrupción, prostitución, drogas, alcoholismo, burocracia, consumismo, delincuencia, inseguridad, soledad. Las novelas giran dentro de esta basta temática. Lo ilustra el título de una novela de Carmen Naranjo Coto, Diario de una multitud: 1974. Se empeñan en mostrar la burocracia, lo cotidiano, el diario vivir, la fealdad de la ciudad y sus lacras, los bajos fondos, y algunos hasta hacen paralelos con la ciudad que los vio nacer y les formó en su juventud. Es una especie de añoranza, porque casi todos nacieron en San José o en el llamado Valle Central, de Cartago a San Ramón y por otra parte, salvo excepciones, muchos pertenecen a la llamada clase media. Son profesionales y gozan de una cultura importante. Algunos son periodistas y abogados, otros hasta obtuvieron licenciaturas en Filología, como es el caso de Julieta Pinto González que, a pesar de disfrutar de holganza económica, ofrece una gran sensibilidad social por los más necesitados y lo mismo podría decirse de Carmen Naranjo Coto.

 

Es notorio que  casi no aparezcan escritores de novelas del partido opositor a Liberación Nacional, no importa cuál sea el nombre que se le dé: Unidad Nacional, Social Cristianismo, etc. Salvo los dos novelistas antes señalados. Pensamos que no se preocuparon por escribir obras literarias. Esto no es una observación casual porque desde los inicios de la historia literaria son pocos los escritores que no han pertenecido o a partidos de izquierda que son los más o a Liberación Nacional. Es tema para un mayor análisis futuro. Esto unido a que la izquierda perdió la perspectiva, se encuentra desorientada y sin un futuro cierto. Éste es un gran reto para los futuros y actuales novelistas costarricenses.

 

Otro rasgo importante que se le debe señalar a esta generación, es que no abandonó del todo el realismo, se pasó del campo a la ciudad  y se afincó de preferencia en el hombre, su tragedia frente al sistema, su propia impotencia pero no dio el salto a lo maravilloso, a lo mítico, a lo extraño, a lo hiperbólico, a lo universal, a lo fantástico. Su universo siguió siendo chico, su horizonte no llegó más allá de lo que podía ver. Este rasgo de nuestra literatura y de la personalidad del costarricense que no ensancha sus horizontes, que no piensa en grande, que se ajusta demasiado a sus propias limitaciones, que no abre su imaginación y da rienda suelta a su poder creativo, es quizás una camisa de fuerza que ha impedido la creación de obras de gran envergadura y aplauso universal. Somos de poco alcance. Salvo algunas obras, como las de Carmen Naranjo, Rima Valbona y Samuel Rovinski, para  solo citar tres de los más importantes.

 

En Costa Rica se destacan algunos novelistas por la calidad de las obras y por el logro de las mismas en el proceso de la creación literaria innovadora. Tendremos ocasión de referirnos, en detalle, a los más sobresalientes de ellos.

 

El primero, por la edad, es Alberto Cañas Escalante (1920); es más un escritor de obras de teatro que de novelas. Sin embargo escribió varias novelas importantes, entre ellas una, un tanto nostálgica, sobre el pasado, para él, del San José, de principios de siglo. La llamó Una casa en el barrio del Carmen: 1965. Es el iniciador de una generación de novelistas progresistas, fundador del partido Liberación Nacional y uno de los principales ideólogos de esa agrupación que se inspiró en la Social Democracia  Alemana. Es un gran lector y quizás uno de los intelectuales más destacados de este país, a pesar de que, como muchos otros intelectuales de Costa Rica, no tuvo una gran formación académica universitaria, en el campo literario.

 

La segunda escritora de importancia es Julieta Pinto Alvarado (1922). Es de origen adinerado pero de gran sensibilidad social. Forma parte de ese grupo sobresaliente de mujeres que iniciara Yolanda Oreamuno Unger, en la generación de 1942. También como Alberto Cañas Escalante y, como veremos luego, Carmen Naranjo Coto (1930) y otros más forman esta generación de 1957, inspirados en lo que algunos historiadores llamaron la creación de la Segunda República. Julieta ha escrito varios libros de cuentos y diversas novelas. Se inició en las letras con la publicación de su novela La estación que sigue al verano: 1969, El sermón de lo cotidiano: 1977, El eco de los pasos: 1979, Entre el sol y la neblina: 1986, Tierra de espejismos: 1991 pero quizás la novela que mejor revela su poética literaria es Tierra de espejismos: 1991 y El despertar de Lázaro: 1994. Luego tendremos oportunidad de referirnos a ella más en detalle. Otro escritor de esta generación, con características un tanto diferentes, por su origen y calidad de las obras, un tanto diferentes, es José León Sánchez Alvarado (1929). Se inició con una novela tipo betsellers, inspirada en algunos detalles de su vida que llamó La isla de los hombres solos: 1963. No es un dechado de virtudes literarias pero tuvo el éxito que ninguna otra novela costarricense alcanzó, salvo quizás Mamita Yunai, de Carlos Fallas Sibaja. Fue leída en varios idiomas y llevada a la pantalla. Debe reconocerse que en el momento de escribir esta novela José León Sánchez Alvarado era un preso en la isla de San Lucas y poseía escasos estudios formales. Poco a poco se fue convirtiendo en un intelectual autodidacta y un estudioso, sobre todo de la historia indígena de México. Obras como Tenochtitlan: 1984 y Campanas para llamar al viento: 1987 y ¡Mujer...aún la noche es joven!: 2001, forman parte de las novelas más importantes de nuestra literatura.

 

Otro escritor de la misma generación que sobresalió con la publicación de sus novelas Ceremonia de Casta: 1976 y Herencia de sombras: 1993, es Samuel Rovinski Grüzco (1932). Más que novelista es un dramaturgo y conjuntamente, con Alberto Cañas Escalante y Daniel Gallegos (1930), que también escribió, entre otras, una novela, El pasado es un extraño país: 1993, forman la trilogía más importante de esta generación, sobre la dramaturgia costarricense.

 

No debemos dejar de destacar a otras dos mujeres de esta generación que dan relieve a nuestra literatura, se trata de Carmen Naranjo Coto (1930) que ha escrito por lo menos siete novelas de gran valor literario, Los perros no ladraron: 1966, Memorias de un hombre palabra: 1968, Camino al mediodía: 1968, Responso por el niño Juan Manuel: 1971, Diario de una multitud: 1974, Sobrepunto: 1985, El caso 117.720: 1987 y Más allá del Parismina: 2000. Su temática más importante es el hombre frente a lo cotidiano, sus angustias, fracasos y sufrimientos. Su obra es una finísima crítica a nuestra sociedad de consumo, estereotipada, burocratizada, despersonalizada, mediocre.

 

La otra escritora que sigue por este mismo camino es Rima Gretel R. De Valbona (1931) que ha escrito novelas tan importantes como Noche en vela: 1968, La espina perenne: 1981, Las sombras que perseguimos: 1983. Tendremos ocasión, más adelante, de referirnos en detalle, a estas novelas. Los demás miembros de esta generación serán retomados en su momento. Algunos de ellos escribieron folletines, otros bestsellers, algunos, una sola novelita, casi sin importancia. Como veremos, quizás dos de ellos se aproximaron a los novelistas mencionados, Álvaro Dobles Rodríguez (1923), con su novela Bajo el límpido azul: 1979 y Julio Suñol Leal (1932) con sus novelas, La noche de los tiburones: 1977, Siempre hay un nuevo día: 1979, Los honorables intrigantes: 1984, Juegos de poder: 1987 y La novela sin nada: 1991, a pesar de ser novelas ensayísticas.

 

No es nuestro interés reseñar los contextos históricos y sociales de los autores porque sabemos que abundan investigaciones de historiadores, sociólogos y politólogos que lo han hecho en abundancia y con mayor propiedad; no obstante anotamos, a modo de observación, que los novelistas de esta generación, se inclinaron por un ideario político ideológico común. Casi todos ellos, por lo menos los más importantes, pertenecieron al partido Liberación Nacional, y se inspiraron en la ideología Social Demócrata que dio nacimiento a este partido, en Costa Rica. Con su líder José Figueres Ferrer a la cabeza emprendieron una serie de reformas constitucionales y crearon, bajo su mandato importantes instituciones que demarcaron el derrotero de lo que hoy es Costa Rica. Iniciaron el proceso de la segunda república con medidas trascendentales tales como la nacionalización de la banca, la creación de instituciones como el ICE, AYA,  El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Abolieron el ejército (1948), crearon el banco de los trabajadores, iniciaron una apertura masiva de la educación primaria y secundaria, se amplió la clase media, impulsaron y crearon universidades de educación superior, tales como la UNA y el ITCR, etc. En éstos y otros proyectos, directa o indirectamente, estuvieron adscritos, casi la mayoría de los novelistas de esta generación. Fueron  la vanguardia de ellos y ocuparon puestos importantes en casi todos. Eso nos permite valorar el poder de la generación y afirmar, sin lugar a dudas, que fue una generación de grandes logros en todos los niveles de nuestra vida social y cultural, no sólo en el ámbito de la novelística nacional.

 

El paradigma de esta generación evidencia un narrador problemático y crítico. El ascenso de la clase media al poder de mandos medios y su estabilidad económica, propia del empleo público y sus privilegios, fueron creando una burocracia aberrante que sustituyó la simplicidad del manejo político de la primera república, propio de la clase oligárquica. Esto abrió dos vertientes narrativas. La primera que frustrada por el cambio social que propiciaba una alta industrialización liviana, de engranaje, de refracción y ensamblaje así como la apertura del comercio y la entronización del consumismo galopante, volvió los ojos al pasado y con nostalgia revivió ése, para algunos y no pocos, paraíso terrenal perdido, ese edén. La segunda posición y la más significativa que fijó todas las esperanzas y proyectos en la revolución del 48 y sus reivindicaciones pero que, poco a poco, fue comprendiendo que la tal revolución, solo fue cosmética y de cambio de timón, se frustró y evidenció en sus novelas, ese desengaño, esa enajenación pero a pesar de ese fracaso ideológico, no vio cerradas las puertas del futuro y auscultó en el pasado, la historia, el origen de su cultura, la explicación a la tan deseada identidad perdida y se abocó a la incursión en la intrahistoria, la naturaleza, las minorías y al rechazo de la sociedad enajenada que vivía. Reinventó el lenguaje y se abrió a las técnicas modernas de otras artes y no escatimó esfuerzos hacia la incursión de la psicología de los personajes, a través del monólogo interior, los contrapuntos y sobrepuntos. Lo privado e íntimo abre sus secretos y muestra los miedos, el terror, la impotencia, la incomunicación, la soledad y la frustración.

 

Esta generación abandona el viaje del campo a la ciudad y se afinca en la ciudad, ya sea para sufrirla o para regresar al campo como una salida hacia ese mito que aún persiste en muchos, sobre todo cuando llegan a viejos, de que todo tiempo pasado fue mejor, cuando en realidad solo fue diferente, ni mejor, ni peor.

  

 A la generación de1957 pertenecen los siguientes novelistas. Es la más abundante en escritores y novelas.

 

Alberto Cañas Escalante (1920)

Guillermo Castro Echeverría (1920-2007)

Francisco Rodríguez Jiménez (1920)

Victoria Garrón Orozco (1920-2005)

Hernán Elizondo Arce (1920)

Mauro Fernández Luján (1921-1990)

Alfonso Quesada Hidalgo (1921)

Alonso Portocarrero Argüello (1921)

Edgar Bonilla Quirós (1921)

Julieta Pinto González (1921)

Alfredo Oreamuno Quirós (1922-1976)

Manuel Aguilar Vargas (1923)

Álvaro Dobles Rodríguez (1923-2004)

Marie Bravo Rudín (1924)

Jorge Gallardo Gómez (1924-2002)

Rodolfo Cardona Cooper (1924)

Joaquín Garro Jiménez (1924-2005)

Jhon de Abate Jiménez (1924)

Nelly Vargas Morales (1924)

Victoria Urbano Pérez (1925)

Zeneida Fernández de Gil (1926-2003)

Fernando Ortuño Sobrado (1927-2004)

Royé Muñoz Zamora: (1927)

Alfonso Quesada Hidalgo (1927-2001)

Víctor Manuel Quirós Zúñiga (1928-1992)

César Valverde Vega (1928-1998)

Carlos Luis Argüello Segura (1928)

Mario Picado Umaña (1928-1988)

Constantino Rodríguez Vargas (1928-2006)

José Manuel Salazar Navarrete (1928)

Pablo Cejudo Velázquez 1929)

Carmen Naranjo Coto (1928)

Mario Picado Umaña (1928-1988)

Constantino Rodríguez Vargas (1928-2006)

José Manuel Salazar Navarrete (1928)

Delfina Collado Aguilar (1929-002)

Virginia Grütter Jiménez (1929-2000)

José León Sánchez Alvarado (1929)

Daniel Gallegos Troyo (1930)

Vilma Loría Cortés (1930)

Jézer González Picado (1930-2005)

María Isabel Chavarría Salazar (1931)

Fabio Rosabal Conejo (1931)

Rima Gretel Rothe de Valbona (1931)

Álvaro Fonseca Bonilla (1931)

Julio Sánchez Rodríguez (1931)

Álvar Antillón Salazar (1931)

Julio Suñol Leal (1932)

Samuel Rovinski Grusko (1932)

Zoraida Ugarte Núñez (1932)

Miguel Zúñiga Díaz (Miguel Salguero) (1933)

Myriam Bustos Arratia (1933) (chilena)

José Alberto Ramírez Fletis (1933)

Jorge Blanco Campos (1934)

Sonia Caamaño Polini (1934)

Nery Castro Arce de López (1934)

Marilyn Echeverría Zürcher (Lara Ríos) (1934)

Eduardo Oconitrillo García (1934)

Segunda Generación del período superrealismo: 1942. Neorrealismo

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SEGUNDA GENERACIÓN: 1942. NEORREALISMO

(1949-1964)

 

NACIDOS: 1905 A 1919

GESTACIÓN: 1935 A 1949

VIGENCIA: 1950 A 1964



La generación de 1942, que en nuestros textos, tanto historiadores como críticos literarios llaman, generación del 40, marca, para las letras nacionales y sobre todo para la novelística, el primer gran momento de nuestra literatura. Es la generación que trasciende el ámbito nacional e inserta nuestra novelística, en el concierto universal.

 

Esta generación se inclina, en Latinoamérica, por la temática social de zonas de la realidad, que de una forma u otra, tuvo que ver con la explotación de la clase social trabajadora. Así la zona atlántica y las bananeras transnacionales, el cacaotal, el cafetal, la montaña, así como el latifundio y la explotación de sectores de estos países totalmente desprotegidos, tales como los indios, los negros y los campesinos en general, son considerados como materia prima de estas novelas. Con ellas realmente podemos hablar de una verdadera conciencia nacionalista y un marcado antiimperialismo.

 

El novelista cree con certeza o sin ella que su poder es importante para denunciar las injusticias sociales, el robo de nuestra riqueza por las transnacionales y los ricos criollos entreguistas. Cree en la causa de los desprotegidos, de los trabajadores, de los indios y los negros, por eso el mundo mostrado se divide claramente en dos: buenos y malos, ricos y pobres, nacionales y extranjeros, explotados y explotadores, etc. Crea el personaje colectivo, representativo que va más allá de sus propios intereses: aparece el obrero, el proletariado, el negro, el indígena, el esclavo, el capitalista, el marginado.

 

Esta temática y esta visión de la realidad exigió, en algunos novelistas la creación de un paradigma estilístico nuevo que algunos críticos llamaron Neorrealismo. Y a esta literatura se le llamó de compromiso, de denuncia de realismo crítico.

 

En Latinoamérica la formaron novelistas de la talla de Juan Rulfo (1918-1986), José María Arguedas (1911-1969), Juan Carlos Onetti (1909-1995), Julio Cortázar (1914-1984), Augusto Roa Bastos (1917-2005), Fernando Alegría (1918), Ernesto Sábato (1911), Arturo Úslar Pietri (1905), entre muchos otros de gran relieve e importancia.

 

Los  siguientes novelistas costarricenses   pertenecen a  la generación de 1942, llamada Neorrealista. Muchos de ellos no escribieron novelas que la crítica considerara importantes y tampoco se unieron a un paradigma que los novelistas latinoamericanos ya venían configurando. Se puede rescatar de esta generación la importancia de que por primera vez, los novelistas costarricenses forman una generación de ellos. Tal vez no están a la altura de los novelistas hispanoamericanos, pero lo importante, es que aparece un paradigma que unifica a varios novelistas que creen en él y lo testimonian con sus obras.

 

De ésta, que realmente podemos llamar la primera generación de los novelistas costarricenses, debemos destacar a los siguientes novelistas con sus respectivas obras. Adolfo Herrera García (1914-1975), con su novela, Juan Varela: 1939, a pesar de que los críticos no lo incorporan en esta generación, porque ellos han considerado que la novela Juan Varela se publicó en 1939 y no obedece a lo que ellos consideran la generación de 1940 equivocadamente. Este escritor es quizás el más importante de esta generación y marca el inicio de la misma. A él siguieron escritores tan importantes como, Carlos Luis Fallas (1914-1966), con sus novelas MamitaYunai: 1941, Gentes y Gentecillas: 1947, Mi Madrina: 1950 y Marcos Ramírez: 1952, Fabián Dobles Rodríguez (1918-1997) con  siete novelas, Ese que llaman pueblo: 1942, Aguas Turbias: 1943, Una burbuja en el Limbo: 1946, El sitio de las abras: 1950, Los leños vivientes: 1962, En el San Juan hay tiburón: 1967 y Los años, pequeños días: 1989, Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000), con sus novelas, Manglar: 1947, Puerto Limón: 1950, Murámonos Federico: 1973 y Te acordás hermano: 1978 y Yolanda Oreamuno Unger (1916-1956) que a pesar de haber escrito varias novelas sólo publicó La ruta de su evasión: 1948. Otros escritores que pertenecen a esta generación no fueron tomados en cuenta por diversas razones. Nosotros reseñamos aquéllos de quienes pudimos conocer sus novelas y si a nuestro criterio, éstas eran de escaso valor literario, preferimos sólo catalogarlas.

 

Ciriaco Zamora Fernández  (1905-1987)

Manuel Antonio Argüello Montero (1906-1994)

Emmanuel Thompson Quirós (1908-1989)

Carlos Luis  Fallas Sibaja (1909-1966)

José Neri Murillo Porras (1910-1966)

Gonzalo González Murillo (1910-2005)

Mario Valverde Álvarez (1913-1987)

Euclides Chacón Méndez (1913-1957)

Víctor Manuel Castro Luján (1913)

José David Elizondo Quesada (1913-1992)

Luis Barahona Jiménez (1914-1987)

Adolfo Herrera García (1914- 1975)

Carlos Enrique Ossenbach Karlhinz E, (1914-1980, Alemán)

Alfonso Ulloa Zamora (1914-2000)

Antonio Morales Rivera (1915)

José Ramírez Sáizar (1915-2001)

Yolanda Oreamuno Unger (1916-1956)

Íver Romero Rojas (1916)

José Abel Barroso Samudio (1917-1999)

Alfredo Cardona Peña (1917-1995)

Luis Enrique Muñoz Fonseca (1917-2001)

Rosalía Muñoz de Segura (1917)

Fabián Dobles  Rodríguez (1918- 1997)

Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000)

Otto Jiménez Quirós (1918-1998)

Juan Andrés Solano Montoya (1919)

Fabio Soto Delgado (1919-1999)

 

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