Recently in Cuento Category

Silencio...el mundo tiene el ala rota. Cuentos de María Pérez Yglesias

| No Comments

 

TAMBIÉN LOS NIÑOS MIRAN Y SUFREN LA GUERRA

Nueve cuentos estructuran el libro de María Pérez Yglesias Silencio... el mundo tiene el ala rota, publicado por la EUNED, en el año 2010.

Y si cada uno de ellos fuera un capítulo, bien podría pasar por una novela. Cada uno es una mirada, llena de asombro, temor, duda, incertidumbre de un niño ante la irracionalidad de las guerras. Miradas-imágenes inocentes pero no por ello menos penetrantes, inquietantes, dulces y sinceras, a la vez que profundas y dolorosas.

Con "Miradas Mudas" se inician los relatos para concluir con el viaje a la isla de ese mundo que muestra descarnadamente el ala rota.

Relatos de prosa sencilla, limpios como el alma de los niños, transparentes y sinceros, quizás hasta inocentes pero dolorosos por sus consecuencias. Todos ellos se narran desde la perspectiva de niños y bastan esas miradas inocentes para penetrar en la fiereza de los actos de quienes son los protagonistas indirectos y directos de las guerras. Unos cuadros, unas tijeras, la mirada de un soldado, el abrazo de su padre asustado, una mina, un tambor, y hasta un hombre sin un pie, son objeto de las miradas de los niños.

"Mamá y yo queremos que mi papá vuelva aunque no esté completo"

Así desfilan, ante las miradas de los niños, las muertes de sus padres, tíos y vecinos, expresados en tierras ajenas por los cuadros de ellos, colgados en las paredes de la sala. Desde la España de Franco, hasta Juan Santamaría, El erizo con cara de tambor, sin dejar de soñar con pueblos libres de América Central, ideales de Farabundo Martí, Sandino y tantos más que quisieron una patria mejor.

De niño admiraba a Juan Santamaría pero no como el soldado que con su tea dio fin a la Casona de Santa Rosa sino como el joven que con su tambor alegraba a los soldados. Y mi único recuerdo del 48 , con solo cinco años, fue la visita a mi casa por un sobrino de mi madre que pasó un día, acompañado con dos soldados más a almorzar. Entraron a mi casa y detrás de la puerta dejaron los tres rifles. Desde el corredor los divisé y cuando comían, me robé uno de ellos y lo escondí. Mucho me costó esa proeza pero solo pensaba que con ese rifle, los soldados matarían menos vecinos. Al salir de mi casa, los soldados amigos, notaron la ausencia de un rifle y mi madre, que sabía dónde estaba mi escondite favorito, fue y debajo del piso lo encontró, lo trajo y se lo dio al muchacho.

Pero las miradas de los niños, víctimas de la guerra son diferentes, unas encierran miedo, otras odio y las más, asombro, tristeza y orfandad.

Hay una constante en estos cuentos de la guerra. Una dicotomía, muy propia de los niños. Alegría-tristeza. Así en el lenguaje se muestran estrofas de las canciones populares, los chistes jocosos, propios de niños con los defectos de los amigos, o sus limitaciones:

"Juan Santamaría,

Nació en Alajuela,

Tan pobre vivía,

Que no fue a la escuela..."

 

"Tam, rataplán,

Rataplán, tam tam...

Así suenan los tambores,

Cuando vamos a pelear,

Contra los filibusteros,

Que nos van a esclavizar...

Tam, rataplán,

Nataplán, tam, tam..."

 

"Cojo, cojo,

Será otro cojo,

cojo de un ojo."

 

Din, dan,

Los maderos de San Juan,

Piden pan,

No les dan...

Piden queso

Y les dan un hueso."

Cuentos realistas pero maravillosos, sí. Los niños se convierten en elementos mágicos que, a pesar de sufrir, llorar, y hasta morir, con sus miradas inocentes y llenas de amor, transforman el mundo en una isla de felicidad, sin odios, sin guerras, sin hambre, maravillosa. No importa si es un ideal o una quimera. Al fin, y quizás antes de soñarlo, el mundo de los humanos se convierta en un lugar donde todos podamos vivir en paz, soñar, disfrutar y ser libres para amar. Donde los ignorantes no reinen y menos maten para gobernar.

Las ondinas. Cuento de Rafaela Contreras Cañas, primera escritora costarricense

| No Comments

 

CUENTOS ESCRITOS POR RAFAELA CONTRERAS CAÑAS

LAS ONDINAS

Las ondinas1 es un cuento maravilloso que se estructura baja la modalidad de los cuentos de hadas.

Se parte de una situación inicial negativa y los personajes, uno, o tres como en, este caso, inician respectivos viajes de iniciación, ya sea para conocer mundo y formarse en esos viajes o conseguir elementos mágicos que curen o resuelvan sus necesidades, curar una ceguera del padre-rey, etc.

Inician el viaje y se ven sometidos a una prueba particular que pueden o no aprobar satisfactoriamente. Si son tres hermanos, los dos primeros fracasan y es el menor, por lo general el que tiene éxito. Se hace merecedor de un elemento mágico y con él enfrenta la prueba fundamental que se desarrolla en tareas cumplimiento o luchas-victorias y de esta manera llega a la situación final feliz o de reparación del mal inicial. Puede suceder que los dos primeros personajes sufran un castigo y hasta la muerte del menor, como en el cuento "La flor del olivar", muera. Lo cierto es que al final el mundo logra el equilibrio deseado.

En el cuento que comentamos "Las Ondinas" observamos esa misma estructura pero lo más destacado que encontramos es que aparecen cambios muy originales y significativos.
Los personajes iniciales no son hombres si no mujeres o del sexo femenino. Son tres hermanas hembra y ondinas y viven en el fondo del mar. Dos mundos diferentes, uno mítico y el otro, humano fuera del océano. Así inicia:

"Tres eran y llamábanse Coralina la mayor, Espumina, la  segunda y Perlina la menor"

Vivían en una gruta que por dentro era un bello palacio, pero no conocían nada del mundo exterior. Y deciden salir a recorrer el mundo. Coralina es la primera en partir.

Obsérvese que su deseo era saber, conocer, y no solo las aventuras.

Coralina llega a la superficie y se extasía con lo que ve. Y llega el encuentro con un humano que escucha tocar la cítara y un canto doloroso. Sin titubear se acerca a él y se da el siguiente diálogo:

-"¿Por qué cantas con tanta tristeza?

-Porque sufro, contestó él.

-¿Cuáles son tus penas?

- He amado a una mujer y ella, pérfida, me engañaba.

-¿Son así las mujeres?

-Sí".

Sorprende ese diálogo franco, directo, sincero, espontáneo y más la forma como se realiza el desenlace. Esa será la prueba particular a la primera de las hermanas ondinas.

Coralina y el hombre se enamoran y él promete llevársela a su morada. Ella regresa a su gruta y se hace merecedora de  un elemento mágico que le brinda el beneficio de poder convertirse en mujer y así viajar con su amado. La promesa amarlo y vivir feliz con él.

Y parten al mundo humano.

La segunda hermana Espumina y Perlina comprenden que Coralina no regresa porque, según ellas vive feliz con su amado y es Espumina la que parte en su viaje de iniciación. Llega a la superficie y se repite el encuentro con un hombre que toca la cítara y canta  dolorosamente. Dialoga con él y se entera que su hermana, hecha mujer, lo cambió por otro cuando vivía con él.

"Fue como todas: variable y pérfida, Desde entonces, me propuse no volver a  amar, pero triste, muy triste, vengo todas las noches a cantar aquí"

Descubrimos que el problema principal no es la riqueza material sino la fidelidad, en este caso de la mujer  y quizás se descubra también en el hombre...

Y la segunda ondina también promete amarlo pero como ondina, pues ellas si son fieles y no como las mujeres.

Es así como regresa a la gruta y logra un elemento mágico para convertir al hombre para que pueda vivir en su mundo sin morir. Así lo trae a su mundo y viven un tiempo felices hasta que es el hombre quien se enamora de una sirena y deja a la obre Espumina sola y desconsolada.

"¡Ah, hermana mía, cómo son los humanos, de imperfectos! Tienen en vez de corazón una veleta que gira constantemente.

Los hombres se quejan de las mujeres y las mujeres se quejan de los hombres. Todos son iguales!

Espumina muere de tristeza y de ella se forma una concha. La reina enojada ordena sacar de su reino al hombre traidor, Armando, que ya tenía otra sirena. Y Perlina, la menor  de las ondinas, reflexiona:

"- Mis dos hermanas han muerto, se dijo, y es el mundo la causa de su muerte.

¿Me habré de exponer yo del mismo modo a sufrir y a perecer con ellas?¿El amor, ese bien que todos los seres ansían, es acaso la felicidad?

Allá en el mundo son muy pocos los felices, porque en el corazón de los humanos se agitan diversas pasiones mezquinas unas, grandes, muy grandes otras, que destruyendo la pureza primitiva del amor, la reducen a vil interés unos, a vanidad otros, y otros, en fin, a una simple distracción".

Y solicita, entonces a la reina su bien prometido:

YO QUIERO SER HADA

Y se convirtió en el hada guardiana de todas las perlas que nacían de las lágrimas de cada ser que las derramaban por el desamor.

Como pueden observar es un cuento de hadas moderno, diferente, su final es positivo pero no de riquezas materiales sino espirituales. Y nunca se da una estructura de consolación pues los personajes no logran la felicidad sin merecimiento alguno si no de un logro al esfuerzo, a la comprensión, a la tolerancia, a  la armonía. Un cambio importante en las pasiones por una felicidad más terrenal y nunca en un mundo irreal.

Un excelente cuento de hadas, crítico, ameno, ejemplarizante y muy pero muy  original.

 

MIRA LA ORIENTAL O LA MUJER DE CRISTAL

 

La mujer de cristal1 es un cuento perteneciente al género de Lo extraño según Zvetan 1 Todorov y que yo suelo llamar de Lo Insólito.

 

Se desarrolla en Indostán y bajo la cultura árabe, y la intertextualidad de la obra Las mil y una noches, cuentos tradicionales de Oriente Medio. Tiene como personaje principal a Ahmed Walla Kand, príncipe de Indostán, joven príncipe de solo25 años.

 

La situación iniciales negativa pues el príncipe, a pesar del harem de mujeres exóticas y bellísimas, siempre pasa aburrido. Ninguna le llena sus ansias de amor. Y decide salir en un viaje por sus colonias. El clásico viaje de iniciación. A su regreso escucha hablar de la mujer de cristal que el mago Marust posee y lo manda a llamar para conocerla. Le cuenta el misterio de esa mujer y el castigo a que la sometieron cuando la convirtieron en mujer de cristal. Solo podría recobrar la condición humana cuando fuera amada por un hombre y ella solo lo amara a él.

 

Así se inicia el proceso de amor más incondicional del príncipe con la mujer de cristal con la esperanza de lograr desaparecer el hechizo. Y las promesas van y vienen hasta prometer él, dejar sus riqueza, el trono y cambiar su religión por la católica.

 

Pero pasó el tiempo y la mujer no se quebró. Ya no dormía, ni de día ni de noche y ni siquiera comía.

 

Y sucedió lo esperado un día oyó un estruendo y encontró en su lecho la más bella mujer nunca vista y todos acudieron  a los gritos de ésta pues el príncipe o había muerto o estaba desmallado. Llamaron al médico para verificar su estado. Él se recuperó pero al tiempo volvió su tristeza pues ella no confesaba su amor. Ella le pide dejar sus riquezas, las mujeres del harem y viajar a occidente y lo más importante cambiar su religión. Ello acepta y se dirigen a Calcuta. Y hasta se bautizó con el nombre de Guillermo.

 

Ella le cuenta su historia y cómo logró conquistarlo con astucia y la complicidad del mago y le confiesa que es muy rica, hija del rey de Inglaterra.

 

Y se casan y son muy felices.

 

Otra vez es el amor, sin prejuicios, sin intereses, sin restricciones, sin condicionamientos, el que se exalta en este cuento. La astucia de una mujer y no un hombre como solía ser en los otros cuentos maravillosos, resuelve el conflicto inicial.

 

El hecho es insólito, el cuento tiene un desenlace racional y no mágico y por supuesto no deja ninguna duda en el oyente. Es un verosímil que se conjuga en dos tipos de leyes, las naturales y las sobrenaturales, donde al final se resuelve favorablemente a las leyes naturales.

 

 

LA TURQUESA

 

Este cuento, La Turquesa1,  se desarrolla en Italia y su personaje principal se llama Angelo, un joven rico, de familia noble. También es un cuento maravilloso muy original.

 

Este joven inicia un proceso de degradación, entregado a los vicios, los gastos desmedidos de su fortuna y los placeres corporales con mujeres y amigos dispendiosos.

 

Es un don Juan y hoy ama a una y mañana a otra y le da lo mismo si lloran por él o por sus atributos físicos que nunca le llenan. Pero hay una mujer que desprecia por huérfana y fea que vive con su madre y lo ama en silencio.

 

Cansado de tanto placer y sin encontrar una mujer que le satisficiera, desolado y ya casi sin fortuna, un día se encuentra con un gitano que vende toda clase de artificios para encontrar la felicidad y otros bienes. Compra una turquesa que es capaz de leer  la conciencia del interlocutor y saber lo que realmente piensa.

 

Visita con ese elemento mágico los lugares en donde solía reunirse con sus amigos de placer y descubre la falsedad de su amistad y la envidia que todos le tenían.

 

Y lo mismo hace con la joven prometida que le juraba amarle toda su  vida. Su conciencia estaba podrida y solo deseaba el placer y sus riquezas.

 

Desolado con esa realidad, enferma y es atendido por su médico que le sana y le da sabios consejos y hasta le pone una máscara horrible para despistar a sus amigos.

 

Todos acuden a él más por  lástima y compasión que por verdadera amistad. Solo hay una persona que en silencio llora por él y estaría dispuesta a amarle aún en ese estado.

 

Es la huérfana que vive con su madre y ésta que a pesar de todas las tristezas que el hijo le hiciera, lo ama con fidelidad.

 

Antonio se enfrenta a esta joven fea y ella le confiesa tímidamente su amor.

 

Se casan y el joven descubre la estrategia y nuevamente vuelve a ser hermoso y rico y son muy felices y la envidia sobre todo de las mujeres del reino.

 

Nuevamente se ofrece un cuento cuyo conflicto es el enfrentamiento entre dos mundos opuestos: El parecer y el ser. La falsa amistad y el amor en un mundo de apariencias y engaños y la belleza espiritual sobre la materia.

 



1 Publicado en "Repertorio Salvadoreño" en el número correspondiente a Abril de 1890. Copia obsequiada a PRG por la doctora Evelyn Uhrhan, de la Universidad de Minnesota.

1 Publicado el 10 de febrero de 1890men La Unión, San Salvador. Una copia obsequió a Pedro Rafael Gutiérrez, el doctor Rubén Darío Contreras, hijo de Rafaela Contreras Cañas y Rubén Darío.

1 Publicado el 12 de abril de 1890 en La Unión, San Salvador. Archivo de la intelectual costarricense Arlina Rojas.

.

REVERIE

 

 

Este cuento es el más breve que escribiera Rafaela Contreras Cañas1.A pesar de ello fue muy elogiado por su esposo Rubén Darío, sin conocer la autora y por el mismo Ricardo Palma.

 

En la situación inicial se la narradora ofrece una descripción de su estado anímico y el lugar, un jardín florido y relaciona su estado emotivo con la naturaleza y su soledad y tristeza. Resalta los cipreses y las violetas, sus preferidas, las aves y las mariposas. Una pintura modernista envidiable.

 

Penetra en ese bello jardín y disfruta de la soledad, la paz y la tranquilidad como si fuera una tumba. Quedó dormida y fue sorprendida por un maravilloso sueño.

 

Un ángel la visitó, la besó y voló al infinito con él ante la presencia del sumo creador. Las más bellas imágines la envolvieron, canciones angelicales y seres alados maravillosos la rodearon en aquella estancia de felicidad y paz.

 

"- Has querido tener alas, has querido que de tu frente emanase luz, me lo  has pedido, y Dios escuchando mis ruegos, te lo  ha concedido. Ya lo tienes todo; has  llegado hasta donde tu deseo te puede  llevar. ¿Eres feliz, hija mía?

 

"Yo no pude contestar, agité mis alas, tembló  la estrella de mi frente, lancé un suspiro de placer... y  desperté".

 

Y finaliza cuando guarda las violetas recogidas en un relicario y sale del jardín.

 

Es un cuento del género insólito, con explicación racional que exalta el paso de la tristeza a la felicidad soñada y el regreso a la realidad de su estado original. La belleza de la imagen modernista que sirve de fondo de este cuento fue la admiración de Darío y Ricardo Pala.

 

 

 

HUMANZOR

 

Este cuento, llamado Humanzor1, quedó inconcluso. Se ignora cuál sería la razón.

 

Es un cuento realista y se inicia con la descripción de un niño de 8 años, huérfano y abandonado que tras varios años de rodar por el pueblo y la ciudad, se convierte en un bandolero.

 

La visita a un pueblo costero y la estadía ahí por la familia de la narradora, la lleva a describir a los moradores del lugar,  las costumbres y hasta a describir las casas y el hotel de paso, donde se hospeda. Es en compañía del maestro cuando conoce una casa solitaria y deshabitada que le pregunta quién vive ahí y por qué se ve tan solitaria. El maestro la lleva a sentarse en un parque frente a ella y comienza a contarle la historia de Humanzor.

 

Le narra hechos de su niñez, el abandono, el conocimiento de un pastor que le recibe en su precario hogar y la muerte de él poco tiempo después y cómo llega a los diez y seis años, convertido en bandolero, después de ser preso en una cárcel por robar comida.

 

Hasta ahí conocemos de este cuento inconcluso y es poco lo que podemos comentar, a pesar de que se avizora un relato realista, de crítica social y destino previsible si no sucede algo especial que lo redima.

 

Detrás de este inicio se podría conjeturar la relación de pobreza con la violencia y la delincuencia. Muy de moda hoy.



1 Publicado el 10 de marzo de 1890 en La Unión, San Salvador. Reproducción obsequiada a Pedro Rafael Gutiérrez por la doctora Evelyn Uhrhan Irving, catedrática emérita de la Universidad de Minnesota. El17 de mayo de 1890 fue reproducido por Ricardo Palma en el semanario El Perú Ilustrado.

1 Publicado en el diario La Unión, San Salvador el 5 de mayo del año 1890. Es una copia obsequiada por la Dra. Evelyn Uhrhan Irving de la Universidad de Minnesota.

Rafaela Contreras Cañas. Primera escritora costarricense

| No Comments

 

RAFAELA CONTRERAS CAÑAS, UNA ESCRITORA COSTARRICENSE OLVIDADA Y RECIEN RESUCITADA.

(1869 -1893)

Gil Quesada comentó:

"Creo que la primera escritora costarricense fue Rafaela Contreras Cañas, 1869 -1893 (24 años) vivió en Nicaragua en donde Darío le publicó dos cuentos de forma anónima, le gustó tanto que se casó con ella en El Salvador, testigo de la boda pero la ceremonia religiosa se celebró en Guatemala, el padrino fue un conocido de la familia: Aquileo Echeverría, cuando Darío perdió el patrocinio de su periódico se trasladó a Costa Rica donde nació el hijo de ambos Rubén Darío Contreras, se trasladaron de nuevo a El Salvador donde Rafaela murió por mala praxis. Darío le publicó sus obras bajo el seudónimo de Emelina y otro bajo el seudónimo de Stella al que Darío le escribe un poema "El poeta pregunta por Stella". Existen nueve cuentos publicados por E velan Uhrhan del Mac al listes Folleto St Paul Minnesota y reproducidos por Pedro Rafael Gutiérrez con el patrocinio de Guillermo Malavassi y la UACA, en la biblioteca tienen casi 100 copias del libro pero no lo tienen en la colección ni catalogado. Nunca he entendido por qué en Costa Rica se ha ignorado. Tiene un cuadro "Delirio y sonata" que tiene alguna semejanza con "Misa de Ocho" de Yolanda Oreamuno publicado más de 40 años después. Ninguna de las referencias sobre la literatura de Abelardo Bonilla, tampoco aparece en la Galería de valores femeninos costarricenses de 1975".

Y en La prosa modernista se informa lo siguiente:

"Rafaela Contreras Cañas, 1869 -1893

Nació el 21 de mayo de 1868 en San José. Vivió una vida corta y trágica, pero de vital importancia para la historia del modernismo. Con el pseudónimo de Stella empieza a publicar sus cuentos en el periódico "La Unión" de El Salvador y, después de su matrimonio con Rubén Darío en 1890, se traslada a Guatemala donde publica en "El Imparcial" y en "El Correo de la Tarde". En nacimiento de su primer hijo la deja débil y enferma, situación que la impele a regresar a San Salvador para estar cerca de su familia y muere allí durante una operación en 1893.

 

Publicó su primer cuento "Violetas y palomas" en el periódico salvadoreño "La Unión" (1889). Rubén Darío director de dicho rotativo, después de leer el cuento quiso conocer "al autor". Semanas después se publican "La turquesa", considerado superior al anterior, y "La canción del invierno". En el caso de este cuento, la escritora accede a que sea publicado con su nombre. De esta manera, Darío conoce la identidad de la autora. Prendado de su arte y gracia, se enamoran y el 21 de junio de 1890 contraen matrimonio civil. Al día siguiente, debido al golpe de estado y muerte del general Francisco Menéndez, quien había patrocinado a Darío en "La Unión", el poeta parte para Guatemala. Allí, de junio a diciembre del mismo año, el poeta hace publicar "Violetas y palomas:, "Reverie", "Mira la oriental o la mujer de cristal" en "El Imparcial" y meses más tarde "La turquesa", que aparece con su nombre de casada, Rafaela de Darío. Ella no se reunirá con su esposo hasta enero de 1891. Un mes antes da a conocer "Sonata", publicado esta vez con el pseudónimo de Stella. En abril de ese año, Stella publica "El oro y el cobre" en "El Correo de la Tarde", periódico de propiedad de su marido.

 

Su producción literaria fue olvidada hasta que Evelyn Irving investiga en hemerotecas centroamericanas y halla y publica siete cuentos Short Stories by Rafaela Contreras de Darío en 1965, que ella considera "joyas" del modernismo.

 

Esta estudiosa divide la producción literaria de Contreras en poemas en prosa ("La canción del invierno", "Reverie" y "Sonata") y cuentos narrativos ("Las ondinas", "Humanzor", "Violetas y palomas", "Mira la oriental", "La turquesa" y "El oro y el cobre"), en las que según la mencionada autora, se nota un verdadero hilo narrativo.

 

Los cuentos de Contreras siguen las características del modernismo, especialmente por la belleza de la lengua, la imaginería poética, el gusto por lo exótico, por el tratamiento a veces fantástico del tema, y su preferencia personal de incorporar la música como parte integral del argumento. Además, Contreras enfoca su obra en temas, de una u otra forma, parabólicos, en lo tocante a las relaciones amorosas. Sus contemporáneos reconocieron ya el talento de Contreras en sus poemas y cuentos y algunos de ellos estudiaron las similitudes y diferencias de su literatura y la de su marido Rubén Darío. Efectivamente, el estilo de estos cuentos es similar al de Darío, lo cual constituye un testimonio de que la cuentística de Rafaela Contreras estaba a la altura de su afamado esposo.

 

En Costa Rica, recientemente en 1990, se reconoció la importancia de Rafaela Contreras Cañas en la historia de la literatura costarricense en un libro publicado por Guillermo Malavassi y Pedro Rafael Gutiérrez con el significativo título de Rafaela Contreras Cañas: Musa inaugural de la literatura costarricense, con motivo del año centenario de su obra. Por lo anteriormente anotado, Rafael Contreras merece ser situada entre los pioneros del cuento costarricense, tanto por la calidad de sus cuentos como por la fecha de sus publicaciones. Lamentablemente, la muerte truncó la vida de esa talentosa joven de veintitrés años que hubiera dado renombre continental a las letras costarricenses. 

 

En un cuento como "Las ondinas" que pertenece a la literatura fantástica, Contreras expresa su insatisfacción por la inconstancia de las relaciones amorosas entre hombres y mujeres.

 

Relatos

Nueve cuentos de Rafaela Contreras

Poemas en prosa

La canción del invierno

Reverie

Sonata

Cuentos narrativos

Las ondinas

Humanzor

Violetas y palomas

Mira la Oriental o La mujer de cristal

La turquesa

El oro y el cobre

 

Rafaelita: actriz y profesora

 

Mientras tanto, Rafaelita --como era llamada por todos-- intervino de 15 años en una representación de "La Traviata", de Giovanni Verdi en San Salvador y, para 1888 --de 19-- fue profesora de geografía y calistenia en el Colegio Normal de Señoritas de la capital salvadoreña. Por su lado, su hermana Julia se había casado con Ricardo Trigueros, hijo de un banquero salvadoreño, Manuel Trigueros, que en esa época acuñaba y respaldaba la moneda circulante.

 

También periodista, musa y narradora

 

Asimismo, Rafaelita sería redactora de la revista de San Salvador, Ramo de Violetas, editada por un grupo de señoritas en 1890. Rubén, desde agosto de 1889, de nuevo en tierra salvadoreña, había reanudado su amistad con aquella, brotando en él "una nueva llama amorosa", precedida por la de Rosario Murillo, en Managua, efímeramente apagada. Entonces escribió sus primeros versos a Rafaelita: Yo creía que todo era una noche, / que todo era ya negro para mi alma sin luz. / ¡He visto una visión de amor inmenso! / Mi alma ya estaba muerta: / la has revivido tú. / ¡Ay! Yo quería hallar un ángel blanco / para mi sueño azul.

 

Así insertó en el diario La Unión --órgano unionista que dirigía, financiado por el presidente Francisco Menéndez-- cinco relatos y un poema en prosa de Rafaelita, marcados por  la impronta de Azul..., pero ella se ocultaba bajo el pseudónimo de Stella. Rubén interrogó a Tranquilino Chacón, redactor de La Unión, sobre la autora d esas prosas.  --Son de Rafaelita --respondió Chacón. / ¡Ah, sí, debí haberlo imaginado! ¡Qué alma más delicada la suya! --exclamó Rubén.

 

Un vago simbolismo idealista predomina en esas piezas narrativas: "Mira, la oriental", "Reverie", "La turquesa, "Las ondinas", "Humanzor" y "La canción del invierno", aunque en "Humanzor" no falte la observación objetiva y la crítica social; de hecho, con otras publicadas en Guatemala por su esposo, convertirían a Rafaela Contreras en la primera escritora modernista de Centroamérica, aunque incipiente. El propio Rubén había presentado "Reverie" en una nota: "Un marco humilde para un lienzo de oro" (La Unión, San Salvador, 10 de marzo, 1890).

 

Matrimonio civil en San Salvador

 

Enamorados, los nombres decidieron contraer matrimonio. Él --famoso desde su trastorno de Chile-- había conquistado en San Salvador la "buena posición social" de que habla en autobiografía, y ella poseía "mucho don de simpatía y hasta su dosis de literata por herencia paterna" --cito a Edelberto Torres, quien la describe de baja estatura, cabello castaño oscuro, grandes ojos negros, morena de tez y graciosa. La ceremonia tuvo lugar el sábado 21 de junio de 1890, a las siete de la noche, ante los oficios del gobernador de San Salvador, doctor don Margarito González, en la casa de doña Manuela Cañas de Contreras. Dos fueron los testigos: Tranquilino Chacón, periodista de 28 años; y el poeta Francisco Gavidia, de 26 años, en esa fecha, profesor de ciencias y letras. Fungió como secretario don Próspero Pineda.

 

Al día siguiente, el acontecimiento sentimental fue celebrado con un almuerzo familiar, ofrecido por doña Manuela, al que asistieron --entre otras personalidades--, Leticia, hija del presidente Menéndez; el millonario Manuel Trigueros y su hijo Ricardo con su esposa Julia, y el general Carlos Ezeta, quien esa misma noche perpetró un golpe de Estado. Esta "historia negra" es muy conocida. Tres días después, Rubén se embarcaba con destino a Guatemala para denunciar semejante tropelía y reiterar su lealtad al presidente derrocado.

 

Boda religiosa en Ciudad de Guatemala

En la capital de Guatemala, adonde llegaría el 30 de junio, Rubén permaneció seises meses y doce días sin su mujer legal, pues Rafaelita y su madre se aparecieron en la misma capital el 13 de enero de 1891. No sin solicitar dispensas a la autoridad eclesiástica, el 11 de febrero de 1891 fue celebrada la boda religiosa en la Catedral Metropolitana. Fueron padrinos el doctor Fernando Cruz, el licenciado Francisco Lainfiesta, y el poeta cubano José Joaquín Palma. Al respecto, María Teresa Sánchez anota: "La cálida Escuintla, con sus jardines de eterna primavera, es el trasfondo ideal y discreto para el ardor de los recién casados, quienes descubren el éxtasis del amor resumido de besos, miradas y caricias. La pureza cristalina de la amada enternece el alma del poeta, quien transcribe su felicidad en el poema en prosa 'La Canción de la luna de miel'.

Mucho realizó literariamente Darío en Guatemala, sobre todo en El Correo de la Tarde, diario semioficial bajo su dirección; pero, al clausurarse inesperadamente por decisión presidencial, quedó sin sustentación económica. Por ello decidió partir a Costa Rica, donde Manuela Cañas, su suegra, contaba con parientes que podían ayudar a la joven pareja. Y hasta allí se dirigieron el 16 de agosto de 1891. Rafaelita iba en adelantado estado de gravidez.

 

El nacimiento de Rubén Darío Contreras en San José El 24 del mismo mes de agosto arribaron a Puntarenas. Durante su estada costarricense, la producción literaria de Darío se enriqueció. Pero el acontecimiento privado más notable fue le nacimiento de su primogénito, Rubén Álvaro Darío Contreras, el 11 de noviembre de 1891, en la casa 265 del Paso de la Vaca, calzada que luego se denominaría 8va calle norte. Apadrinaron el bautismo del niño el general Lesmes Jiménez y doña Margarita Foxá, esposa del ministro de España en Costa Rica, Julio de Arellano. El obispo Bernardo Augusto Thiel solemnizó el acto.

 

Pero, como Darío confiesa en su autobiografía, después del nacimiento de su hijo, "la vida se me hizo bastante difícil en Costa Rica y partí solo, de retorno a Guatemala, para ver si encontraba allí manera de arreglarme una situación". Un amigo y escritor, Ricardo Fernández Guardia, fue más explícito en una gacetilla publicada en el Diario del Comercio el 11 de mayo de 1895: "Rubén, el poeta exquisito, el parisién transplantado, el rival de Catulo Mendès, partió el martes último para Guatemala, después de sacudir el polvo de la tierra inhospitalaria de Costa Rica. Nuestro modo de ser tan rudo y prosaico, tan ajeno a lo intelectual, no podía en manera alguna convenir al espíritu esencialmente artístico de Rubén Darío. El escritor insigne, cuyo nombre resuena con aplauso universal en toda la América española y en Europa, se ahogaba en nuestra atmósfera de materialismo mercantil. No vuelan los pájaros en el vacío."

 

 Regreso a Guatemala y misión a España

 

El 21 de mayo arribó Rubén al puerto de San José, en Guatemala. Iniciaba sus gestiones para establecerse, cuando el 28 recibió cablegráficamente la noticia que el gobierno del doctor Roberto Sacasa le nombraba miembro de la delegación que enviaría a España con motivo de la celebración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. A solicitud de Rubén, el 20 de julio de 1892 Rafaelita se trasladó con su madre e hijo a San Salvador, a la residencia de su hermana Julia Contreras de Trigueros. Por su parte, él pasó a León para dirigirse luego a España.

 

Esta súbita partida acongojó y amargó a Rafaelita: "No sólo le privaba del bienestar prometido a ella y a su hijo; también los alejaba de su afecto. Ella no reprocha la ambición de gloria que impulsa a Rubén; pero sí resiente el desamparo en que los deja" --comenta de nuevo María Teresa Sánchez. Se le ha consumido el fuego de su amor y apagado la luz de su estrella.

 

Fallecimiento de Rafaelita a sus 23 años

Ya en Nicaragua, cuando se hallaba en León recitando su "Elogio a don Vicente Navas" la noche del 2 de febrero de 1893, Rubén fue interrumpido por la entrega de un telegrama en que se le comunicaba la gravedad de su esposa. El poeta presintió su muerte, acaecida a las nueve de la mañana del 26 de enero en San Salvador, a causa de una excesiva dosis de cloroformo que accidentalmente le suministró el doctor Tomás Palomo al intervenirla quirúrgicamente. Entonces, lleno de dolor, ahogó su pena en el alcohol durante ocho días. Rafaelita tenía 23 años, ocho meses y cinco días de edad al fallecer, y había pedido, en breve carta a su esposo, que dejara a su madre el cuidado de Rubén Álvaro, si algo fatal le sobreviniera en la operación a que iba a someterse.

 

El primogénito y su descendencia

De manera que Darío sería solo padre biológico para su primer hijo. En cuanto a la descendencia de este, es la siguiente: casado con la argentina Eloísa Basualdo, engendró tres hijos: Eloísa, Stella y Rubén Darío Basualdo, quien contrajo matrimonio con la nicaragüense Marta Lacayo, habiendo procreado cuatro hijos: Eloísa, Stella, Carla y Rubén Darío Lacayo.

 

Stella evocada en Nueva York

Mucha evocación de Rafaelita subyace en las creaciones de Rubén. El norteamericano Jorge Green Huie ha rastreado esa presencia en Prosas profanas (y no solo en el famoso poema "El poeta pregunta por Stella") e incluso encuentra algún eco en Cantos de vida y esperanza. Aquí recordaré que el primer texto que le inspiró tras su fallecimiento fue el poema en prosa "Stella" (1893), escrito en Nueva York e incorporado a su estudio sobre Edgard Allan Poe en Los Raros (1896). El siguiente trozo es su final:

 

En medio de los martirios de la vida, me refrescas y alientas con el aire de tus alas. Porque si partiste en tu forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu ser inmortal, cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mí el negro arco. Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mí el oro invisible de tu escudo angélico. Tu nombre luminoso y simbólico surge en el cielo de mis noches como un incomparable guía, y por tu claridad inefable llevo el incienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza".

 

Los cuentos de Rafaela Contreras (Stella) por Luis Sáinz de Medrano Arce

 

"Stella, como ser humano, se ha ido convirtiendo en un episodio menor de la biografía de Rubén Darío. Como escritora de prosas de delicada factura no es mucho más que una alusión, un dato que muy pocos críticos, incluso en Centroamérica y en su misma patria, Costa Rica, han tratado de revisar con la debida atención. Este último aspecto ha sido denunciado por Pedro Rafael Gutiérrez en un estudio de hace pocos años1 en el que señala la ausencia de referencias a Stella incluso en una obra tan completa, en su momento, como la Historia de la literatura costarricense de Abelardo Bonilla (1.ª ed., 1957; 2.ª ed. hecha en vida del autor, 1967) y en libros dedicados a la aportación a la cultura de la mujer costarricense. Por nuestra parte añadiremos que tampoco aparece en el de Elizabeth Portugués de Bolaños El cuento en Costa Rica. Estudio, bibliografía y antología (1964), ni está, no ya incluida sino ni siquiera mencionada en la Antología del cuento costarricense (1890-1930) de Álvaro Quesada Soto (1989). La sospecha de que pudiera haber sido considerada escritora salvadoreña, por haber publicado la mayor parte de sus trabajos y vivido largo tiempo en ese país tampoco se confirma, como puede comprobarse por su ausencia en el muy extenso Panorama de la literatura salvadoreña de Luis Gallegos Valdés (1987). La bibliografía que citamos al final de esta comunicación pretende ser una aproximación al estado de la crítica sobre Stella -que puede ampliarse con los nombres ofrecidos por el referido P. R. Gutiérrez2- y la disponibilidad de sus textos en ediciones de conjunto.

 

Hay que advertir enseguida que en esta breve comunicación no tengo el propósito, por cierto, de reivindicar a esta escritora como una olvidada primera figura de la literatura hispánica, sino como la autora de una obra de segundo orden, realmente incipiente, pero que sin duda, colocándonos en el momento en que aparece, puede calificarse de promisoria, de poseedora de algunos cuya maduración habría dado lugar muy posiblemente a una creación sólida y estimable. Nuestro propósito, de todos modos, no es juzgar lo que pudo haber sido sino lo que fue dicha obra, inicio, entendemos, de una trayectoria malograda por la muerte. También puede tener algún interés situar, aunque sea como un hecho extraliterario, a esta amable imagen que es una presencia fugaz en el entorno de Darío, en cuya obra de creación no deja sin embargo de encontrar un eco no desdeñable.

 

Darío contó en su «Autobiografía» las circunstancias de su relación con la viuda y las hijas de «un famoso orador de Honduras, Álvaro Contreras» -a quienes ya había tratado en León de Nicaragua en años infantiles- durante su permanencia en la capital de El Salvador como director del periódico La Unión, a su regreso de Chile, y su matrimonio civil con Rafaela el 21 de junio de 1890, coincidente con el levantamiento de Carlos Ezeta, que acabó con el gobierno y la vida del presidente Francisco Menéndez, mecenas del poeta3. Más tarde se refiere a su matrimonio religioso en Guatemala, país al que se había trasladado para distanciarse del dictador salvadoreño4. Habla luego de su desplazamiento con su esposa a Costa Rica, de donde era originaria la madre de Rafaela -sin mencionar, curiosamente, que también ésta lo era-, por motivo que «no puedo rememorar»5, y del nacimiento de su hijo en la capital, San José, amadrinado por la esposa del ministro de España, el marqués de Casa Arellano. El carácter sumarial que Darío da a sus recuerdos le lleva a ofrecer muy pocos datos más sobre esta etapa de su vida de hombre casado: «Después del nacimiento de mi hijo la vida se me hizo bastante difícil en Costa Rica y partí solo, de retorno a Guatemala, para ver si encontraba allí la manera de arreglarme una situación6». Lo que sigue es su inesperado viaje a España en el 92, del que, sin tiempo para más, da cuenta por escrito a su mujer antes de emprenderlo. A su regreso, Darío recuerda la forma inesperada en que conoció en León la noticia de la muerte de su esposa, ocurrida en San Salvador (26-1-93), sin que haya mediado explicación alguna del desplazamiento de la joven Rafaela a ese país. El hijo habido en Costa Rica (Rubén Álvaro, nacido el 13-12-1891) queda, a petición de aquélla, al cuidado de su madre y del matrimonio formado por el próspero banquero Ricardo Trigueros y la hermana de Rafaela para no reaparecer sino momentáneamente ante su padre en los últimos años de la vida de éste en Barcelona (1912) y Guatemala (1915). «Las abrumadoras nepentes de las bebidas alcohólicas» alivian la conmoción del poeta que pronto se verá envuelto en un acontecimiento «novelesco y fatal»7, el nuevo y forzado casamiento con Rosario Murillo.

 

En cuanto a la propia Stella, son varios los textos de creación que Darío le dedicó, antes y después de su matrimonio. En La Unión, diario dirigido por el propio poeta en El Salvador, en 1890, le ofreció en primer lugar una presentación titulada «Un marco humilde para un lienzo de oro» (10-3-1890)8, acompañando la publicación de «Reverie», donde ya su joven amiga, cuya identidad Darío aún no asociaba con la de la misteriosa colaboradora literaria, firma como Stella. En «Un marco humilde...» aparece transfigurada en «la princesa Stella», en una imaginativa situación desarrollada en París. Más tarde surgieron varios poemas dedicados a cortejar a Stella. Son 1) «Los tres astros» (28-3-1890)9; 2) «Lied» (19-4-1890)10; 3) «Claro de luna» (7-5-1890)11; 4) «Tres pensamientos» (11-5-1890)12, y, 5) «Venus», sin duda el más importante de estos poemas (15-5-1890), que pasará a formar parte de la segunda edición de Azul, ya citada en nota.

 

Tras la boda civil y la forzada separación subsiguiente, Darío dedica a su esposa Lin poema en prosa titulado «A una estrella»13, y, ya tras el matrimonio religioso, «La canción de la luna de miel», texto de las mismas características que aparecerá en La prensa libre de San José de Costa Rica (20-10-1891)14. Tiempo después Darío le dedicará otros emocionados textos. Nos referimos, contando sólo con los que la mencionan explícitamente, en primer lugar a «El poeta pregunta por Stella», que formará parte de Prosas profanas (1896), y que Ignacio Zuleta considera, probablemente con razón, «el más logrado poema amoroso de la producción de Darío»15. «El poeta rememora a un angélico ser desaparecido, a una hermana de las liliales mujeres de Poe que ha ascendido al cielo cristiano» dice en Historia de mis libros16. El segundo es una parte del capítulo «Edgar Allan Poe» de Los raros (1896), donde la asocia a esas exquisitas mujeres en una enumeración que revela una emoción intensa a la que, como tantas veces en Darío, la literatura sirve de singular apoyo. Por último Stella aparece en un hermoso poema de El canto errante (1907), «Visión» («Dante» en La Nación de Buenos Aires, 1907; «Visión» en Renacimiento de Madrid, 1907, y finalmente, con este mismo título en el referido libro). Esta «Estela» (sic) es definida como «la que suele surgir en mis cantares». Se trata de un ser depurado que responde, al decir de Pedro Salinas, «al recuerdo de su esposa muerta, cruzado en su imaginación con la Stella de Edgar Allan Poe»17.

 

La vida de Rafaela Contreras Cañas fue un continuo vaivén por el circuito de las pequeñas repúblicas centroamericanas. Nacida el 21 de mayo de 1869 en San José de Costa Rica, hija del notable hombre público hondureño Álvaro Contreras y de doña Manuela Cañas, de ilustre apellido costarricense, se verá bien pronto sometida a los traslados causados por las actividades políticas de su inquieto padre, decidido liberal y unionista, que ya en 1865 había tenido que abandonar, exiliado, su país natal. Por la misma razón la familia tiene que trasladarse en 1872 a El Salvador donde pronto muere la menor de las tres hermanas. Instalados en Honduras, los avatares políticos motivan nuevamente el regreso a El Salvador y posteriormente, en 1876, a Nicaragua, donde, como hemos dicho, conocerá al que llegará a ser su esposo. La política impone un nuevo exilio, esta vez a Panamá, en 1878, de la familia Contreras, desde donde regresa a El Salvador en 1880, país en el que muere dos años más tarde como consecuencia de haber sido torturado por su oposición al presidente Zaldívar. La hermana hace un ventajoso matrimonio y Rafaela escribe poemas y cuentos que permanecen inéditos. Es entonces, en 1889, cuando se produce el segundo encuentro entre Darío y la joven escritora, a quien obsequia con uno de los ejemplares de Azul traídos de Chile, «y la niña devoró, aún más que los versos de este libro -dice Oliver Belmás- la prosa maravillosa de sus cuentos»18. Cabría incluso pensar que Rafaela tomó el apelativo de Stella del personaje Stela (sic) del cuento de Darío «Bouquet», no incluido en este libro pero cuya lectura tal vez le facilitó su autor19.

 

Reseñamos seguidamente, por orden cronológico, a partir de la información ofrecida por Evelyn Uhrhan de Irving20 y María Teresa Sánchez21 los textos que Stella dio a la imprenta:

1.«Mira la oriental», La Unión, San Salvador, 10-2-1890.

El Imparcial, Guatemala 31-7 y 2-8-1890.

2.«Reverie», La Unión, San Salvador, 10-3-1890.

El Perú Ilustrado, Lima, 17-5-1890.

El Imparcial, Guatemala, 24-7-1890.

3.«La turquesa», La Unión, San Salvador, 22-4-1890.

El Imparcial, Guatemala, 9 y 10-11-1890.

4.«Las ondinas», Repertorio Salvadoreño, IV, 4 (abril 1890).

5.«Humanzor», La Unión, San Salvador, 5-5-1890.

6.«La canción del invierno», La Unión, San Salvador, 19-5-1890.

7.«Violetas y palomas», El Imparcial, Guatemala, 22 y 23-7-1890.

El Perú Ilustrado, Lima, 11 y 18-10-1890.

8.«Sonata», El Correo de la Tarde, Guatemala, 27-12-1890.

Con el título de «Delirio», La Revista Nueva, San José de Costa Rica, 1-9-1896.

9.«El oro y el cobre», El Correo de la Tarde, Guatemala, 8-4-1891.

 

Se trata, como vemos, de nueve textos publicados en su mayor parte en El Salvador, algunos en Guatemala y, acogidos dos de ellos por el peruano Ricardo Palma, quien apostilló «Violetas y palomas» con un breve y amable comentario, en Lima. Tiene, así pues, mucho de hiperbólica la afirmación hecha en El Imparcial de Guatemala al anticipar la publicación de «Violetas y palomas» y «Reverie» de que los trabajos («artículos» exactamente) de Stella, identificada como «la señora de Rubén Darío, nuestro amigo y compañero en El Imparcial», «han sido reproducidos por los mejores diarios de la América Española»22. Hay que añadir que «La canción del invierno» y «Sonata», fueron atribuidos al propio Rubén Darío por Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco en el tomo XIV de la edición de Obras completas23 del poeta por ellos organizada, de donde pasaron al tomo IV de la ya citada edición de Obras completas preparada por Sanmiguel y Gascó24. Todavía «Sonata» ha sido incluido en la reciente antología de Jesse Fernández El poema en prosa en Hispanoamérica25, como perteneciente a Rubén Darío.

 

Evelyn Uhrhan de Irving, en su edición de los textos de Stella los divide acertadamente en dos grupos, los «Poemas en prosa» y los «Cuentos narrativos».

 

Los poemas en prosa son, ateniéndonos al orden cronológico, «Reverie», «La canción del invierno», y «Sonata».

 

En «Reverie» lo fantástico es especialmente determinante. La narradora, situada en un perfecto locus amoenus, un jardín solitario y cargado de hermosura, experimenta, por la mágica intervención de un ángel (pero no olvidemos que está sentada junto a violetas y adormideras), un proceso de elevación, que la lleva hasta la divinidad. Se trata de una variante del viaje celeste, una especie de Primero sueño con cierto arrebato de sensual misticismo. La privilegiada criatura recibe el don de una estrella sobre su frente, con lo que se convierte en un astro benéfico. Está claro que Stella deseó aquí justificar su apelativo. Deshecho el encantamiento, unas violetas cortadas antes de su iniciación testimoniarán el fin del viaje onírico con la experiencia de la felicidad, el retorno a la realidad. Sin ánimo de comparaciones rigurosas, diremos que no hay, como en Sor Juana, la serena aceptación del orden natural: «Quedando a luz más cierta/ el mundo iluminado y yo despierta». Se da más bien una amarga resignación: «Mi sueño había concluido y me encontraba bajo el peso de la realidad»; mientras el cielo estrellado se le muestra como un «fúnebre» (p. 13) y engañoso recinto. Tal vez cabría pensar en una recreación libre del poema «Stella» de Víctor Hugo («Les Châtiments») -y he aquí otra posible fuente del pseudónimo de Rafaela- traducido hacia 1884 por el salvadoreño Francisco Gavidia, que muy bien pudo haber sido conocido por la precoz muchacha26.

 

«La canción del invierno» es una disquisición que emana de un yo no determinado acerca de la condición agridulce del invierno cargada de subjetivismo sentimental. Es evidente la literaturización del tema, su inserción en un discurso metafórico. Este invierno, «crudo, con sus nieves -aspecto insistente- y el cierzo que azota» (p. 11), jamás vivido por la joven Rafaela, es un hecho libresco que queda emparentado con probables lecturas francesas de la joven, que pueden fácilmente suponerse dada la difusión de autores galos realizada en El Salvador por el mencionado Gaviria, quien pronto sería testigo de Rafaela y Darío. Pensamos también en el relato fantástico con mucho de poema en prosa del mexicano Gutiérrez Nájera «El viejo invierno» (1882), considerando la similitud de ciertas imágenes y la iteración por dos veces de la apelación al «viejo invierno» en el texto de Stella, sin excluir posibles intertextualidades con otras numerosas prosas de Nájera («Días nublados», «Cuento triste», «Al amor de la lumbre», etc.) donde la estación invernal cobra especial protagonismo. De otro lado están los propios textos de Darío, a quien, como hemos dicho se le atribuyó la autoría de éste. Podríamos remitirnos de un modo general a algunos de los «cuadros» de la época chilena y, de modo muy específico, al poema «Invernal» de Azul..., del que pueden proceder fácilmente los contrastes entre la penuria y la holgada comodidad del suntuoso interior descrito, así como las imágenes de las gentes poderosas que van a la fiesta. Tampoco descartamos como más que una coincidencia la relación de las imágenes del baile en «La canción del invierno» con las que sobre el mismo asunto nos ofrece el poema del «Ismaelillo» de Martí con notorias similitudes en aspectos sémicos: luces, música, risas, vals, ojos, mariposas, dulces palabras27. El texto, decididamente modernista, supera, como en tantos otros casos los condicionamientos teóricos de un frío parnasianismo para cargarse de matices emocionales donde adivinamos sustratos becquerianos. Como recuerda Jesse Fernández, se contraviene, y desde muy pronto, en Hispanoamérica, la radical consigna francesa de «Nada de sollozos humanos en el canto del poeta»28. Los aspectos fantásticos de «La canción del invierno» corren a cargo de las especulaciones sobre el mundo de ultratumba, y del vuelo de las imágenes que describen el mundo interior de los seres humanos que viven espiritualmente en primavera a pesar de las inclemencias de la estación real.

 

En cuanto a «Sonata», diremos que es un puro deliquio en el que la ausencia de anécdota -apenas la manifestación de una embriaguez venturosa que puede conectarse con la del texto anterior- propicia un lirismo absoluto. Hay aquí una exaltación de la irrealidad, de las imágenes que adormecen el alma «como esos genios de la noche que arrojan a la tierra puñados de adormideras (obsérvese la insistencia, ahora en sentido figurado), para aletargar a la humanidad» (p. 15) que nos hace pensar en cuán próxima se halla la literatura fantástica a las razones que a Erasmo le llevaron a elogiar la locura que hace digerible la vida29, y a Borges a hablar del consuelo de «sentir irrealidad»30.

 

Por lo que respecta a los cuentos «narrativos», encontramos en «Mira la oriental o la mujer de cristal» un relato fantástico-realista. Hay que anotar en primer lugar el exotismo orientalista, concretamente hindú, que como sabemos había sido cultivado por Bécquer en tres de sus Leyendas: «El caudillo de las manos rojas» (1858), «La creación» (1861) y «Apólogo» (1863). Se trata de la historia de un príncipe que, hastiado de múltiples placeres, se enamora de una bella mujer a quien la diosa Siva ha convertido en cristal por la dureza de su corazón. Conseguido el cese del encantamiento, tras largos esfuerzos, por la eficacia del sentimiento amoroso, la mujer, que resulta ser de noble origen anglo-español, impone sus condiciones, corresponde al amor del príncipe y explica la confusa estratagema que la llevó a convertirse en estatua de cristal. Ambos se instalan por fin en Inglaterra, honrados como príncipes de la India Británica.

 

El cuento contiene elementos fantásticos tradicionales: transcurre en «el reino lejano» de que habla Propp, aunque identificado con la India, aparece la figura de un mago, y ofrece una variante del tema de la Bella durmiente en féretro de vidrio, que llega a ser resucitada por «el novio puesto a prueba»31. Pero la instalación súbita de la pareja en el mundo occidental, con la conversión al catolicismo del príncipe hindú, su adaptación a Inglaterra, cuanto, en fin, concierne a la segunda parte del relato, rompe notoriamente la magia y la tensión, abandona el «efecto único» que defendía Poe, al desembocar todo en un realismo excesivamente convencional. La propia autora debió de ser consciente de este riesgo y pretendió atenuarlo al sustituir en la edición de Guatemala la mención de «la reina» de Inglaterra, que sugeriría inmediatamente la imagen de Victoria, la emperatriz histórica, por «el rey» (p. 45), más encajable como personaje paradigmático de muchos cuentos. Por la misma razón de huir del exceso de evidencia histórica, suprimió también un inconveniente párrafo que situaba al feliz matrimonio como visitante de la Exposición de París.

 

En «La turquesa», cuya acción se sitúa en Italia, se da la utilización de una variante del ancestral «objeto mágico», en este caso un anillo de turquesa que forma parte de las prodigiosas baratijas que venden unos gitanos -precursores como tantos otros de los que aparecerán en Cien años de soledad- en Nápoles.

 

Merced a dicho objeto un joven aristócrata conocerá la veracidad de los pensamientos de quienes le halagan, descubrirá su hipocresía y encontrará un auténtico amor. La puesta a prueba de la mujer seleccionada es asimismo una estrategia acuñada. No deja de haber moraleja: la mujer sólo deberá usar el anillo con el que se la obsequia para conocer bien a su amado; en cuanto al mundo, es mejor ignorar su falsedad.

 

«Las ondinas» es una historia netamente fantástica perturbada por una prolongación excesiva, e intermitente, del factor «encantamiento». El tema de la ondina, ninfa de los lagos en la mitología nórdica, es uno de los privilegiados en la vieja literatura fantástica. Dos antecedentes que es probable conociera Stella son «La ondina del lago azul» de Gertrudis Gómez de Avellaneda y las dos leyendas de Bécquer que J. Gulsoy considera inspiradas en la de la cubana: «El rayo de luna» y «Los ojos verdes»32. En la obra de la Avellaneda la ondina enamora a un joven poeta al que finalmente parece haber atraído al fondo del lago en que vive. Pero se produce una identificación última de la que resulta ser falsa ondina con una alegre viuda de París. En Bécquer este final realista que desvanece el misterio de lo antes relatado, desaparece para dejarnos ante una situación de puro hechizo en ambas leyendas. Por lo que respecta al cuento de Stella, son tres las criaturas que habitan

La enfermera nocturna. Cuento de Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

LA ENFERMERA NOCTURNA

 

En diciembre, cuando estuve internado en el hospital México, los compañeros de salón solían contarme historias muy variadas. Una me llamo mucho la atención. Me la contó Don Casimiro, un guanacasteco de casi setenta y cinco años,  mujeriego en su juventud, con más de veinte hijos y sin fortuna, pues la había perdido en guaro y mujeres. La última finquilla se la dio a una nica para que lo viera hasta su muerte pero casi nunca lo visitaba y con costo contestaba alguna llamada que yo le hacía a solicitud de él.


Una noche, como a la ocho, cuando el salón estaba con sólo dos pacientes bien dormidos, me dijo:


- Profe quiero contarle una historia.


Cerré el libro que leía, me Incorpore y le respondí:


- Échela, don Casimiro.


Antes de que Ud. llegara, como a las doce de la noche, llegó una enfermera hasta esta misma cama que ocupo ahora, me despertó y me dijo:


- Levántese, don Casimiro que tengo que llevarlo a rayos x para que te hagan unas placas.


Era muy joven, muy bonita y se mostraba muy amable. Por cierto, nunca la he vuelto a ver. Seguro la trasladaron de salón.


-¿Te traigo una silla?


- No, yo puedo caminar.


-Andando. Entonces


La seguí y de camino le dije que iba a orinar, cuando pasé cerca de un orinal.


- Te espero en el ascensor, me respondió.


Al llegar al ascensor la vi adentro con la puerta abierta. entré. La puerta se cerró y por querer ser cortés le pregunte:


- ¿No te da miedo estar a medianoche solita en un ascensor de un hospital?


Se quedó mirándome y me respondió:


- Cuando estaba viva sí.


Y cruzó la pared del ascensor y desapareció.


Puta yo soy guanacasteco y nunca había tenido miedo, ni cuando montaba los toros más pintados, pero de veras profe, me cogió una tembladera que no era jugando. Se abrió la puerta del ascensor y a pasitos lentos llegué a una silla que había junto al guarda y me senté.


- Te paso algo señor, ¿para donde va?


- A rayos x, tartamudee.


- Queda a la vuelta, está cerca.


Me levanté ayudado por el guarda y poco a poco llegué a la puerta de los rayos x. Estaba abierta y vaya  sorpresa, adentro estaba la enfermera joven y bonita.


- Te viniste sólo don Casimiro. Ya iba a traerte. Pase para que te tomen las placas.
Entré y me las hicieron. Al salir, la enfermera me dijo:


- Espere don Casimiro que yo lo voy a dejar.


- No se preocupe señorita. Yo puedo irme solo.


Y salí ligero rumbo al ascensor pues varias personas estaban entrando.


- Eso le pasó, don Casimiro, por mujeriego, le dije.


- Ay profe es que sin ellas no se puede vivir, me respondió el viejo.


Me quedé pensando y dije para mis adentros:


- Ojalá nunca nos manden esa enfermera.

 

El MUTANTE. Cuento Benedicto Víquez Guzmán

| 1 Comment

 MUTANTE

Cuento

 

Muy cerca de aquí pero muy cerca existía un país donde había llegado la felicidad una noche para quedarse. Así los habitantes eran considerados los más felices de la tierra.

Un día una doctora en psicología muy preocupada, como investigadora que era y profesora de una de las universidades más prestigiosas de ese país, decidió investigar en detalle las causas de esa felicidad pero antes, se quemó las pestañas durante días y noches para desentrañar la criminalidad en casos muy connotados que durante más de treinta años habían ocurrido en las zonas urbanas y periféricas de la capital. Así inició, por un lado, y utilizando el método científico cuidadosamente, la descripción de los sucesos delictivos, luego la interpretación y la valoración de los mismos así como concluir con un diagnóstico de cada uno de los asesinatos ocurridos y a la vez reiniciar en su  universidad un proceso de renovación de la carrera de psicología, no solo del edificio nuevo si no de cambios curriculares importantes a tono con esas investigaciones y los profesores nuevos junto a un grupo de estudiantes que recién iniciaban la carrera.

Y así la abnegada profesora escribió en más de 400 cuartillas el fruto de su investigación, pariendo con dolor y sacrificio un documental muy valioso que deseaba publicar, pues tenía ofrecimientos de una revista brasileña para hacerlo.

Un día, muy de mañana, cuando se disponía a partir hacia la universidad, su hijo, el documental, la llamó con una sensible súplica:

-         Mamá, yo no quiero ser documental, lo que más deseo en mi vida es cambiar de género y te lo ruego con todas mis fuerzas. Transfórmeme en novela.

Muy sorprendida su madre y preocupada le respondió:

-         Déme un tiempo para pensarlo. Ella sabía que el documental ya estaba en la editorial de la un universidad y antes de que terminara el año, a escasos días, vería la luz.

Durante el viaje, cavilaba lo que su hijo del alma le había pedido y al entrar a su cubículo lo primero que hizo fue llamar a una compañera y plantearle lo solicitado por su hijo.

-         No se preocupe,  le respondió su camarada, tengo un conocido que es filólogo y le llaman el transformista, pues corrige, tesis y hasta las rehace, es un genio. Tiene un consultorio de trabajo en San Pedro, por Vargas Araya y este es el teléfono.

Muy contenta la profe de psicología, antes del almuerzo, se dirigió a la cita con el filólogo y lo encontró solo.

-¿Qué desea, señora, pase adelante?

-Pues he escrito este documental y necesito cambiarlo a novela.

El filólogo se quedó pensando  con el entrecejo fruncido y al rato le respondió:

-         Todo es posible, aunque lo que se propone no será fácil lograrlo cien por ciento.

-         Y comenzó a recetarle una serie de transformaciones, más formales que de contenido, pues la profe deseaba mantener la rigurosidad científica de su  investigación.

-         -Comience cambiándole el nombre por novela en vez de documental. Luego cámbiele el título y le sugirió uno como ejemplo:

-         -Podría llamarla Crimen con sonrisa. Es muy poético y metafórico, quizás hasta la personificación le calza. Imagínese un crimen sonriente, debe ser impactante.

-         Además invente algún personaje que le sirva de guía para el paralelismo entre el inicio de carrera y todos sus efectos y las descripciones de los crímenes. Juan es un nombre sonoro y hasta simbólico pues la Biblia lo tiene como un gran apóstol y júntelo con otros compañeros de inicio. Procure que sean más mujeres que hombres.

Y el creativo filólogo pensó más y  más y le recomendó que eliminara las 162 citas a pie de página y las copias textuales de algunas de ellas pues eso era propio de un documental y nunca de una ficción a lo que la profe se opuso.

Al fin la profesora  pagó la consulta al filólogo y se marchó con la notica que alegraría a su hijo ahora convertido en hija. No más a la entrada lo encontró restregándose los ojos. La madre preocupada le interrogó, la razón y él le confesó que durante la noche había tenido un sueño  un poco inquietante.

Se sentó a su lado y le solicitó que se lo contara.

-Pues soñé que era ya una joven y estudiaba el cuarto año del colegio y no comprendía por qué todos me llamaban riéndose Mutante y no novela como correspondía.

La madre con una sonrisa dibujada le replicó:

-         Eso hija mía es bullying, no le des importancia.

-         También soñé en ese ratito que me darían un premio del año, llamado Aquileo y que todos se reían de mí porque era y no era y afirmaban que el transformista solo me había maquillado.

-         Hija, no haga caso a los sueños son ficciones, embustes, mentiras, y se experimenta como si fuera realidad.

La novela, ya sosegada le afirmó:

-         Entonces los sueños son como la literatura, ficción, creación que el cerebro realiza al transformar la realidad. En otras palabras, la literatura solo es embuste, mentira pero que encierra gracias al lenguaje una bella realidad. Ahora ya lo entiendo y a ese bullying, no le haré caso.

Cosas de niños. Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

 

 

LOS CHAYOTES DE DOÑA AMPARO

Salía recién de la escuela cuando me tocan por detrás mientras con vos firme me dicen:

-Vaya a mi casa, mi madre desea enviarle a tu mamá unos huevos para que se ayude en el novenario de Emilce.

Y no dijo nada más. Salió por el camino contrario al mío. Pensé de inmediato, ¿para qué voy a ir tan largo por un puñado de huevos? Total en casa sobran. Ese viaje es largo y tengo hambre. Me iré por dentro y dirigí mis pasos hacia el cafetal de doña Toña, salté el portón de hierro y por el callejón pronto estaba frente a la casa de doña Amparo. Al  pasar frente a ella, descubrí unos grandes chayotes  peludos con unas pepas que daban gusto. Junté unos pocos del suelo pero el más grande y hermoso estaba en el palo de limón dulce. Me fue fácil trepar por el árbol de madero negro y cogerlo con mi mano. Bajé de la cerca y me dirigía a mi casa.

Al llegar vi a mi madre barriendo el corredor y le entregué los chayotes. Los miró unos segundos y luego me preguntó:

-¿Quién te los dio?

-Nadie, los junte del suelo en casa de doña Amparo. Solo éste lo cogí de la mata porque pensé que podríamos sembrarlo. ¡Es tan hermoso!

Si más comentario, me dijo:

-Ve y los pones donde estaban. Esos chayotes no nos pertenecen. Nadie te los ha regalado.

Dejé la chuspa en la cama, tomé los chayotes y me devolví hasta la casa de doña Amparo. Esas órdenes había que cumplirlas porque sí. Nada más. De camino iba ideando cómo hacer para colocar el chayote grande donde estaba y se me ocurrió una idea. Al llegar tomé una espina grande del árbol de limones dulces y con ella me trepé por el árbol de madero negro y lo coloqué donde estaba y lo fijé con la espina. En esa tarea estaba, cuando salió doña Amparo que al verme ahí trepado, me preguntó:

_¿Qué haces Benedicto en el árbol?

Rápidamente le conté lo ocurrido y, doña Amparo muerta de risa me ordenó:

-Baja del árbol y recoge los chayotes y se los lleva a doña Elena. Y más tarde viene para que le lleves una miel que hice para ella.

Otra vez junté los chayotes y me dirigí a mi casa y antes de que mi mama me dijera algo, le expliqué.

-Doña Amparo me los regaló y me dijo que los trajera y que fuera más tarde por una miel de toronja que tenía para nosotros.

No me regañó y solo le oí decir. Póngalos en la pila.

 

LAS GALLINAS NO SON TONTAS

En la tarde, cuando el sol más quemaba, recordé que no había ido a la casa de los Vargas cerca del cementerio por los huevos que le ofrecieron a mi mamá para el novenario del sábado. Preferí quedarme en el solar vecino atisbando algún cacareo de gallina vecina o propia y compensar los huevos de los Vargas.

Me trepé al árbol de naranjas y bajo sus ramas comía una de ellas. Al rato oí el típico cacareo de la gallina que acaba de poner un huevo. Lo escuché con atención, bajé del árbol y, despacio caminé en dirección del canto de ella. Sabía, por experiencia que la gallina tiene un nido debajo de una ramazón de café o en una cerca de piñuela escondido tras las hojas secas. Una vez que pone el huevo, no cacarea, sale del nido, y echa a correr generalmente en dirección de su casa y cuando lleva unos 20 metros aproximadamente comienza a cacarear. Yo las había observado muchas veces y conocía ese secreto. Las gallinas no eran tan tontas. Cacareaban largo del nido para despistar a los ladrones de huevos. Esperé detrás de un árbol y la vi pasar corriendo. Calculé la distancia en línea recta y desconté unos cuantos metros recorridos por ella desde el momento de su canto inicial y luego que estuve ahí, caminé los veinte metros hasta dar con una hermosa ramazón de ramas de café secas y al examinarla, me encontré con la hermosa nidada. Conté los huevos y eran doce. Saqué la bolsa de papel que traía en mi pantaloncillo corto y deposité los huevos en ella. Despacio regresé a mi casa, contento de llevarle a mi madre los huevos que reponían los ofrecidos por los Vargas. Se los entregué y le dije que eran de la gallina colorada que estaba poniendo afuera en el solar de Daniel. Los tomó en sus manos y me dijo:

¿Y ya fuiste por los huevos donde los Vargas?

-No.

-Pues ve por ellos ahora. Los regalos a los difuntos nunca se desprecian.

Y bajo un sol abrasador, no tuve más remedio que ir hasta el cementerio a traer los huevos ofrecidos. Pensaba en el camino. Si en casa lo que más sobra son huevos y ¿cómo se enteraría mamá que los Vargas me habían pedido, al salir de la escuela, que fuera por esos huevos, para el novenario del sábado?

Me dije:

 -Es una desgracia que las mamás todo lo saben de uno, sin siquiera preguntárselo. Y no me quedó más remedio que ir hasta el cementerio.

Una familia llena de espíritus. Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

Una familia llena de espíritus

COSAS DE NIÑOS

 

Doña Anita estaba casada con Régulo Alfaro. Era una familia numerosa, como 23 hijos, muchos murieron al nacer o días después pero los vivos eran bastantes. Salomón era el menor de la familia, igual que yo lo era de apenas once hermanos. Vivíamos a escasos cien metros de distancia. Doña Anita y Regulo habitaban una vieja casa de bahareque que le prestaban Los Arguedas y eran muy pobres. Régulo era muy trabajador, bueno para la pala y el machete. Todos los sábados por la tarde se bañaba y descalzo y su sombrerillo de lona en su cabeza se iba para Alajuela a comprar el diario. Ya entrada la noche y cuando los grillos comenzaban con su concierto, se oía pasar a su casa gritando siempre -¡Viva Régulo Alfaro" ¡Dios en el cielo y Regulo Alfaro en la tierra" y con sus dos saquillos de gangoche llenos de víveres al hombro y trastabillando por los tragos ingeridos, llegaba a su casa y con el acostumbrado escándalo de los sábados dejaba en la sala la comedera y derechito a la cama.

Salomón tenía dos hermanas mayores que él, Digna y Nora, ambas con algunos defectos físicos y psicológicos. Digna era renquita del pie izquierdo, al igual que Nora y con el brazo también izquierdo un poco dañado pero Digna sí hablaba y hasta hacía una rifa los domingos mientras que Nora, no recuerdo haberla oído hablar. Renqueaba más y no tenía los dedos de su mano completos. Todos decían que le habían echado un maleficio.

En muchas ocasiones vimos llegar numerosos carros a la casa de Doña Anita y bajar de ellos personas desconocidas que entraban hasta el cuarto donde dormía Nora y oíamos a los mayores conversar sobre el daño que le habían hecho a la muchacha. Una vez hasta vimos un cura y unas monjas echando agua seguro bendita por toda la casa y los presentes decían que Nora había escrito algo en latín y que seguro eran espíritus malignos los que la perseguían. Todos rezaban y se santiguaban y salían muy misteriosos de esos frecuentes encuentros. Lo cierto es que Nora seguía igual y nunca se curó.

Salomón y yo muchas veces la vimos tras de los espíritus por los cafetales. Ella llevaba en su mano derecha un cuchillo con una cruz de palma bendita en su punta y casi en carrera perseguía el espíritu sin mirar más que de frente y con la mano en alto. Al llegar a un árbol de naranja se detenía y con mucha fuerza clavaba el puñal en el corazón del espíritu contra el árbol y ahí lo dejaba crucificado.

Mientras tanto nosotros escondidos tras los árboles y llenos de miedo, observábamos el regreso de Nora a su casa y ya más sosegada regaba la sala con agua y se ponía a barrer el suelo y ayudarle a doña Anita en sus múltiples quehaceres.

Lo cierto es que los árboles de mango, naranja y hasta de guabas se iban llenando de cuchillos de cocina herrumbrados y nadie osaba quitarlos de su lugar por el miedo de liberar un espíritu maligno y que se le metiera en su cuerpo.

Una vez viendo que los peones de los solares vecinos se llevaban todos los zapotes, los aguacates y sobre todo las manzanas de agua que estaban sembrados en tierras de Cruz Campos, Daniel Hidalgo y Joaquín Ulate respectivamente, por cierto este último abuelo o bisabuelo de Evelyn, le dije a Salomón.

-Tengo una buena idea. Vamos a buscar unos cuchillos herrumbrados y les ponemos cruces de palma bendita en la punta y los clavamos en los troncos de  esos tres árboles: aguacate, zapote y manzanas y esperamos a ver qué pasa.

_ Yo no quito los cuchillos de los árboles, de dónde los sacaremos. A mí me da miedo dejar libres los espíritus y qué pasará si esas naranjas o jocotes están maleficiados? -me dijo Salomón.

-Pues yo sí. Vea ese yigüirro que se come esa naranja. Yo no veo que tenga una alita caída o una patilla renca. Y menos esas viudas. Están de lo mejor y no parecen hechizadas.

Y con seguridad de lo que decía tomé una naranja de una rama bajita, la pelé y me la comí.

Salomón se santiguó y seguro esperaba que yo renqueara, entonces fingí que lo hacía y terminamos muertos de risa y comiendo ricas naranjas.

Y le dije:

- Eso sí, lo haremos  cuando empiece la cosecha de cada uno de los árboles. Así lo hicimos y se verificó mi teoría. Ningún peón se trepó a bajar las frutas y los árboles en cada cosecha se mostraban llenecitos de los frutos apetecidos. Así por las tardes yo quitaba los cuchillos y me trepaba a ellos, cogía los mejores frutos y se los tiraba a Salomón y luego venía la gran comilona. Solo los aguacates los dejábamos bajo una ramazón para que se maduraran. Los únicos competidores eran los pajarillos que se peleaban sobre todo las rojas manzanas.

 

Y se van las palomas. Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

Y SE VAN LAS PALOMAS

Después de la última matanza en el parque, la paloma negra, líder de todas, las convocó a una magna reunión en la plazoleta de la Soledad para discutir acerca de su futuro, su próxima desaparición por envenenamiento y después de media hora de reflexionar salió el humo blanco producto de todas las cuitas recogidas en un lote baldío.

-"Nos vamos todas de este país"

Escogieron la fecha que sería el 24 de diciembre del año 2013. Partirían en un vuelo llamado del silencio a las 12 a. m. rumbo a la ciudad perdida, donde ningún cura, parroquiano, español o nacional, pueda llegar. Sería un viaje sin regreso y no llevarían equipaje, más que sus alas para volar.

Nada dijeron y todos los días siguientes habitualmente llegando a los parques y los campanarios de las iglesias, sin importar que en ellas pusieran ruidos de águilas en parlantes todo el día y la noche para amedrentarlas. Resistieron estoicamente todos los desprecios eclesiásticos y municipales sin pensar en otra cosa que su viaje liberador.

Los niños y padres de familia que compraban alimentos envenenados sin saberlo, seguían matando algunas y ellas seguían reproduciéndose para subsanar esa planificada extinción. La guerra era declarada. Los curas no soportaban sus cuitas en las sacras paredes de sus templos, les molestaban sus revoloteos y temían que un día de tantos al alzar la copa de vino les dejaran caer una cuita, con tal pulso, que se la enchocolaran en ella. Además de que tenían que pagar un joven para que limpiara todos los días el cuiterío que se producía en sus alrededores. Los alcaldes hacían lo indecible por resolver el problema palomil pero no encontraban solución alguna, como solía ser costumbre en ellos. Algunos acudieron al Ministerio de Salud para obtener un apoyo científico y fue así como decretaron que las cuitas de las palomas producían unas raras enfermedades muy peligrosas. Pero los niños seguían tercos jugando con ellas y dándoles pedacitos de maíz que comían con alegría y los fotógrafos llenaban sus bolsillos con las imágenes que compraban los papás de los niños para conservar un recuerdo.

Llegó el día esperado y tal y como lo acordaron todas, se reunieron frente a la Catedral Metropolitana a las 12 a. m en punto. Eran tantas las que volaban en círculo que taparon el sol y por una hora la ciudad de San José permaneció en completa oscuridad y los ciudadanos se arrodillaron para celebrar seguro el milagro de la venida del Niño Dios no a media noche sino en pleno medio día. Los niños se durmieron inmediatamente para esperar los regalitos navideños y los padres azorados e indecisos no encontraban los juguetes para depositarlos en el arbolito y aquello fue todo un desconcierto. Unos corrían, otros rezaban, se oían villancicos tempraneros y era tal la confusión que  improvisaban cenas y bailes cuando apenas era la hora de almorzar.

A la hora acordada la paloma negra, líder y reina de ellas, hizo un giro ceremonial y partió velozmente hacia la ciudad perdida. Todas la siguieron en perfecta formación y la ciudad volvió a ser de día, el sol recobró su postura y los ciudadanos alzaban los ojos a la lejanía donde ya se perdían las últimas palomas de las cuitas blancas.

Sucedió en ese instante algo todavía más extraño. Los niños despertaron muy, pero muy tristes y al unísono, sin que nadie conociera el motivo, comenzaron a llorar. Y no paraban de llorar. Los padres les trajeron los más bellos juguetes y se los dieron pero ellos, todos, ni los tocaron siquiera y seguían llorando. Solo dejaban de hacerlo para respirar o para digerir sus alimentos. Este país, llamado el más feliz del mundo, de pronto se convirtió en el lugar donde los niños no paran de llorar.

Llegó la misa del Niño y todas las campanas invitaron a los feligreses a su fiesta  navideña y pusieron villancicos de toda clase pero nada cambió aquella canción doliente de los niños y seguían llorando. Los curas no podían celebrar sus misas y todo era confusión y lloro. Y los días pasaban y nada paraba ese llorar de los niños. Ni los viajes a las playas, ni las gracias de las mascotas lograban un efecto curativo a esa rara enfermedad. Cerraron las escuelas y hasta los colegios porque los maestros se volvían locos de tanta lloradera y los psicólogos no entendían cómo tratar tanto llorón y padre confuso que comenzaban también a llorar.

Se hicieron romerías a la Virgen de los Ángeles y nada, los niños y los padres seguían llorando. Intentaron traer unos magos de España y hasta inventaron palomas mecánicas que llevaron a los parques y ningún niño les prestó atención. Hasta las ardillitas de los parques desaparecieron porque nadie les daba comida. Todo el país lloraba la huida de las molestas y dañinas palomas de cuitas blancas que osaron profanar los lugares sacros de la iglesia.

Los días pasaban y la peste del lloro continuaba. Se trajeron audífonos especiales para cambiar los lloros por música pero fue más desconsolador que los niños desde que nacen lo hagan llorando. El pueblo está triste y meditabundo. Solo abriga la esperanza de una promesa que hizo un candidato oficial en las próximas elecciones, cuando prometió traer de vuelta todas las palomas de las cuitas blancas a las ciudades, parques y  parroquias aunque tenga que ir él mismo a la ciudad perdida por ellas.

En el cementerio Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

EN EL CEMENTERIO

-¡Puta! Nadie sabe lo que se oye en este lugar por las noches.  ¿Qué haría sin la pachita? Pero mejor es callar y dormir un poco metido en esa bóveda.

-Ya se durmió el cabrón vigilante, Aquileo. Es bueno para el aguarrás el cabrón.

-Dejá que duerma la mona Manolo, a como está este país, el pobre solo jumas lo puede llevar.

-Por cierto Aquiles, eso de los premios nacionales si que está hecho un puro enredo. Ni el diablo lo podrá desenredar.

-Cállate, Magón y no me digás más Aquiles que yo soy de Heredia por media calle, aunque ahora no me vean. Mi nombre es Aquileo.

-Aquí leo jajajajjajaja, si vos lo único que leías era la libreta de las cuentas de tus clientes en la pulpería y solo para trasformar los unos en nueves. Sin vergüenza.

-¡No jodás ¡ y con qué crees que compraba los regalillos de tus primas? Jajajajaj y hasta algún pantaloncillo te llevaba.

-¿Vos? Si no  te alcanzaba ni para pagar los amores que te inspiraban. Buen testigo era la bodega de la pulpería cuando las pasaba a ver los sacos de arroz y la cerrabas.

- Ni muerto, Manuel dejás de ser cuentero. ¡Qué lengua la tuya! ¡A mí con clises de sol!

-Lo cierto de todo Magón es que estos condenados premios nacionales mal llamados Aquileo y Magón si que tiene a los disque artistas de esta aldea, hechos una pura mierda. La tal Alicia y el mechudo ese, han hecho tal enredo de normas que nadie los entiende. Andan peleados con los poetazgos, los escribidores de cuentos y hasta los llamados novelistas y estos entre sí de tal manera que parece un gallinero con  visita del zorro.

- Sí hombre, unos no saben si quitar los jurados o legalizar al Ministro para que los nombre él y otros quieren quitarnos a nosotros y los más dejarnos sin dinero para darles premios a los malabaristas de las pistas. No sé en qué va a parar esta vaina.

-Pues yo tengo una idea, Magón, ¿por qué no les confundimos la lengua?

-¿Cómo Aquileo?

- Muy fácil. Los ponemos a todos, como en la Torre de Babel, a escribir al revés.

-¿Cómo?

- De atrás para adelante. De por sí este país camina al revés desde hace mucho tiempo y más ahora con esa mujer de presidenta. Y los premios los ganarían entonces los que mejor compongan creaciones al revés.

Así: " Puedo escribir los versos más  tristes esta noche.

Se revolucionaria de esta manera:

Escribir por ejemplo: "Noche está tristes más versos los escribir puedo"

"Estrellada está La noche, por ejemplo Escribir:"

" A lo lejos, los astros, azules,  tiritan."

- A decir verdad me gusta más que los poemas de Frontón y Chavín, esos que llaman "sucios" y los tales trascendentalistas

- Sí esos que escriben poemas como:

"El perrito andaba perdido por el parque.

Desde que lo vi, me simpatizó.

Lo llamé con un silbido.

Y llegó corriendo a mi lado.

Hola perrito, ¿andas extraviado?

Y me movió el rabito como feliz.

Había encontrado el nuevo dueño y estaba emocionado."

- Jajajajaja, a ese poema le darán sin duda el Aquileo del perrito.

-No, mirá Magón, escuchá la entrega de los Premios Nacionales del 2013. En la misma voz de la Presidenta.

"Ahora llamaremos a los escritores y artistas nacionales que fueron galardonados con los premios Aquileo y Magón. Comenzaremos con El Magón:

Rogamos pasar a retirarlo al Premio Magón de este año. Por favor pase al estrado al señor Camilín. (Ovación del público).

-Ahora entregaremos el Premio Aquileo de Poesía. Le ruego pasar adelante al señor Chavín para que lo reciba (Aplausos de la concurrencia)

-Y por último el Premio Aquileo de cuento. Le ruego pasar al frente a Lyn. (Aplausos un poco dudosos pues no sabían de quién se trataba)

El periodista sorprendido preguntaba quién sería y nadie pasó a retirarlo por un largo tiempo. Y los comentarios runruneaban por los salones del Teatro Nacional.

"Seguro se trata de un chino que vino a trabajar a la refinería. Sí, decía otro, el nombre debe ser Lee y no Lyn.

O sería que oyeron mal y la Presidenta dijo: Sorín, Memín, Paulín, o Jorgyn.... Nadie se presentó a retirarlo. Y tampoco se realizó ninguna investigación. El Premio de cuento Aquileo del año 2013 quedó en el misterio.

La mujer que dormía en la acera. Benedicto Víquez Guzmán

| No Comments

LA MUJER QUE DORMÍA EN LA ACERA

La mujer casi siempre amanecía en la acera y la bulla de los comerciantes callejeros no la despertaban. Era joven, treinta y dos años a lo más. Una blusa estampada y unos pantalones azules de mezclilla.

Todos pasaban de prisa, unos se tiraban a la calle pero los más se la saltaban como los toros de San Fermín, rumbo al encierro.

-¡ Lleve la goma loca que pega lo que toca! Gritaba uno y más allá, vociferaba una mujer: ¡Dos películas por una, Batman 3 y la última de la saga de Harry Potter.

Una señora se detuvo a mirarla y codeó a su compañera mientras decía:

-¡Ave María Purísima! Ya se perdió el temor a Dios! Y siguieron el camino.

_ Presto barba, Presto Barba- gritaba uno a todo pulmón

-Tome, un saco de chiles por 500, nada más.

Una niña detuvo con un jalón a su madre y le preguntó:

- ¿Qué le pasó a esa mujer, mamá?

Y la madre tirándola del bracito, le respondió:

- Es solo una mujer que se echó a dormir en la acera. Y siguieron su camino.

Frente a la mujer y muy cerca de ella, una paloma blanca, muy blanca, picoteaba un pedacillo de pan, seguro una sobra de su cena.

OpenID accepted here Learn more about OpenID
Powered by Movable Type 4.23-en

About this Archive

This page is an archive of recent entries in the Cuento category.

cuadroAdd category is the previous category.

Discurso is the next category.

Find recent content on the main index or look in the archives to find all content.