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Max Alberto Moya

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Max Alberto Moya (1985)

MAX ALBERTO MOYA

(1985)

 

Max Alberto Moya nació en Turrialba, Limón el día 24 de julio del año 1985. Radica en Estados Unidos. Durante sus años como estudiante universitario y a través de su edad adulta, r ha profundizado sus estudios en temas filosóficos y metafísicos y se ha familiarizado con la mayoría de las corrientes religiosas y filosóficas de oriente y occidente

 

 

LO QUE HA ESCRITO MAX ALBERTO MOYA

 

NOVELA

 

1. Buscando Libertad: 2008

2. Buscando a Dios entre las tinieblas: 2008

Juan Carlos Gómez Sánchez

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Juan Carlos Gómez Sánchez

JUAN CARLOS GÓMEZ SÁNCHEZ

(1959)

 

Juan Carlos Gómez Sánchez nació en San José Centro el día 16 de junio del año 1959. Trabaja en la UCI en la Oficina de Proyectos.

 

Escribió el libro titulado Política, corrupción y fraude fiscal

 

 

LO QUE HA ESCRITO JUAN CARLOS GÓMEZ SÁNCHEZ

 

NOVELA

 

1. La niña de la piel prohibida: 2009

 

El autor costarricense Juan Carlos Gómez Sánchez ofrece una novela en tono de crítica social bajo el título de La niña de la piel prohibida.

La obra trata sobre una niña vivaz cuyas ilusiones se ensombrecen por la violencia, la pobreza y el abuso. El autor afirma que ésta también es la historia general de los niños de la marginalidad.

En la solapa del libro se afirma: "En esta novela, el autor nos sumerge en esas vidas y nos plantea una encrucijada: ¿logrará Socorro, con sus ilusiones y deseos romper los paradigmas con los que ha crecido y salir adelante, o de la misma forma en que se curte la piel, las cicatrices marcarán toda su existencia?".

La Promesa

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LA PROMESA

 

Hay quienes se aferran a la esperanza como única barca de salvación cuando lo único que hacen es prolongar su propia impotencia para vivir.

 

¿Esperar qué? , un amanecer, la salida del sol, el viento llegar, la germinación de una semilla. Quizás ni eso. La espera se ha convertido en nuestra sociedad en promesas incumplidas, ilusiones imposibles, pérdidas de tiempo irremediables; en un constante durar sin vivir.

 

El ser humano hace trampa al tiempo cuando, al final, el engañado es él mismo pues lo único cierto que llega, cuando menos la espera, es la muerte. El fin de esa angustiosa espera producto de la impotencia humana para vivir.

 

Las paradas de los buses no son más que esperas inmisericordes; las filas en las instituciones públicas, robos miserables a nuestra existencia. Y qué decir de la esperanza de una vida mejor en el más allá. Esta promesa es la más descarnada por engañosa, quimérica y justificadora.

 

A veces se disfraza, la esperanza de sueños. La niña que pasa su vida esperando el príncipe que la hará feliz, el jugador que gasta sus colones en hipotéticos premios que nunca llegan, los pobres que apenas si pueden comer que anhelan y ansían que el gobierno cumpla con sus promesas de campaña, los ciudadanos que esperan con ansiedad mejores tiempos, la atención pronta y cumplida de la justicia, el encarcelamiento de los corruptos, los pedófilos con cuello blanco, redondo, y cabeza tonsurada, que bajen los precios en los alimentos más necesarios de la canasta básica, que los ricos comprendan sus necesidades y busquen un poco de equilibrio en la distribución de la riqueza y cuántas otras cosas más... que los hombres y mujeres que gobiernan miren al desposeído no como un paria que pueda majar su sombra sino un ser humano que con su trabajo les llena de riquezas.

 

Al menos quince años pasan los jóvenes desde que nacen hasta que llegan a las puertas de la gestación. En esa etapa crecen, se desarrollan y se inician en el camino de la vida. Luego entran en los otros quince años de su formación. Aquí se educan, aprenden, se preparan, se forman y ya a los treinta años se espera que comiencen a vivir, a disfrutar de su llegada al punto máximo de su vida. Trabaja, se independiza intelectualmente y se dispone a caminar por sus propios derroteros. Escribe, piensa, medita, disfruta...vive y entra a los cuarenta años a la plena vigencia de su vida hasta llegar a los sesenta donde comienza el reposo, el sosiego, la paz creadora, la serenidad, la comprensión y el declive final.

 

¿Se cumple ese proceso o se queman etapas sin estar medianamente preparados? Nos echan a la calle a pedir mendrugos de vida, pedazos de pan, migajas del banquete de los que todo lo tienen, quizás infelices llenos de ignorancia y torpes viajeros del universo, pero al fin dueños de él. La mayoría se convierte en pedigüeños reambulantes por los caminos de la vida, sin tino, sin seguro, sin sosiego, sin otra cosa que la mochila llena de esperanzas. Los vemos en los buses, las paradas, los parques, los trenes, los estadios, sobre toda a la salida y la entrada, con las manos extendidas en espera de una moneda que a veces se le tira sin volverlo a ver. Somos unos pordioseros en nombre de Dios. El mundo se ha convertido en tres bandos: los que piden, los que dan y los indiferentes.

Hoy esperamos que el presidente vecino se decida a pensar, a ser inteligente, a discernir, a ser generoso consigo y los demás pero el tiempo pasa y esa espera poco a poco se convierte en una esperanza y ésta nunca llega. Priva el egoísmo, la insensatez, la estulticia, la avaricia y el hombre común de dos pueblos sufre la impotencia del querer y no poder. ¿Hasta cuándo esta humanidad se cansará de esperar y se decidirá por vivir, exigir ese derecho natural, humano, ese principio  fundamental necesario en nuestra existencia? No vislumbramos ni a corto, ni a mediano plazo ese ahelo.

Daniel Quirós Ramírez

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DANIEL QUIRÓS RAMÍREZ

(1979)

 

Daniel Quirós Ramírez nació en Escazú, San José el día 19 de de noviembre del año 1979. Los primeros estudios los hizo en Costa Rica y luego se fue a los Estados Unidos donde se graduó como bachiller en Ciencias Políticas por la Universidad de Santa Clara en California. Además obtuvo una maestría en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de California en San Diego. En esta misma universidad finaliza pronto el doctorado en Literatura Latinoamericana. Estudió  sociología en la Universidad de Costa Rica, es diseñador gráfico autodidacta, entusiasta de la fotografía y poeta.

 

Quirós Ramírez reside en San Diego, California, e imparte clases de español y literatura en la Universidad de California en San Diego y en la Universidad Estatal de esa misma ciudad.

 

LO QUE HA ESCRITO DANIEL  QUIRÓS RAMÍREZ

 

 

NOVELA

 

1. Verano Rojo: 2010

2. Lluvia del norte: 2014

 

CUENTO

 

1. A los cuatro vientos: 2009

 

 

La novela Verano Rojo, galardonada como Premio Aquileo 2010, se tipifica como novela negra o policíaca, publicada por la Editorial Costa Rica.

 

Esta novela tiene una historia sencilla. Narra las circunstancias de un exguerrillero que combatió en la revolución sandinista, llamado don Chepe. Ya viejo y jubilado por el estado se traslada a Guanacaste y comienza a vivir una serie de circunstancias en medio de narcotraficantes, lavadores y asesinos. Precisamente el hilo de la novela y su trama inicia con la aparición de una mujer amiga de don Chepe, llamada Argentina, muerta en la playa. Decide investigar el crimen y es ahí donde se involucra en dos aspectos interesantes de la novela. El primero sobre el mundillo de los narcos y los exguerrilleros y el otro su propia inspección psicológica de su mundo interior y el de su amiga que también había sido exguerrillera.

 

La novela se convierte así en una denuncia de ambos mundos y el fracaso de esas experiencias que se crearon bajo los más nobles ideales.

 

Es una buena novela, literariamente bien lograda que invita al lector crítico a incursionar en la problemática social y política de nuestros días.

 

Cabe llamar la atención que en el medio costarricense comienza a cobrar relevancia la modalidad novelesca policíaca como una estructura propicia para denunciar aspectos ocultos de la realidad social y política costarricenses. En este caso la Guanacaste turística y extranjera, no precisamente de los mejores turistas.

 

La segunda novela que escribió Daniel, la llamó Lluvia del Norte y la publicó en el año 2014 y fue publicada por La Editorial Costa Rica.

 

Transcribimos este comentario para La Nación de Verónica Ríos Quesada, filóloga y profesora de la Escuela de Ciencias del Lenguaje del Instituto Tecnológico de Costa Rica

 

averoriosq@gmail.com

 

 

"Desde el terreno movedizo de la novela negra,  Lluvia del norte subraya la riqueza de Guanacaste como espacio ficcional, apuesta por un conflicto socioambiental y, además, humaniza la experiencia migrante nicaragüense. La capacidad de entrecruzar, coser y concentrar esta diversidad de temáticas presentes en la literatura costarricense contemporánea explica su originalidad.

 

Quienes leyeron la novela anterior de Daniel Quirós,  Verano rojo, se reencontrarán con Chepe, ese exrevolucionario sandinista tico, medio amargado y algo entrado en años, que vive desde hace ya varias décadas en Guanacaste y quien hace uso de su experiencia para trabajar de manera esporádica como detective y matón.

 

Al igual que en la primera novela de Quirós, en  Lluvia del norte, el detonante es el asesinato de un ser querido, y este es nuevamente un migrante. Con un estilo objetivo y directo, a través de un narrador en primera persona, se desarrolla la investigación.

 

El delito ficcionalizado produce simultáneamente un Guanacaste contemporáneo, ambiguo, cínico y solidario: aquel donde, a partir de la década de 1980, ha habido un cambio drástico de suelos, un crecimiento abrupto y desordenado de centros urbanos y un uso intensivo de la tierra en zonas rurales; aquel donde brillan, por su ausencia, las políticas claras y efectivas para la protección de los recursos hídricos y la planificación del desarrollo; aquel donde crecen la desigualdad social y ambiental en términos del acceso a los recursos naturales.

 

En pocas palabras, este Guanacaste es una zona propicia para la aparición de conflictos socioambientales, y Quirós supo sacarle provecho al potencial delictivo. En este sentido, por abarcar una gran extensión de territorio que implica organización de los desplazamientos y paradas estratégicas, la novela se diferencia de las recientes novelas policíacas costarricenses y centroamericanas más bien de carácter urbano. Además, esta distinción también se extiende a la literatura centroamericana en general, más dada a la representación citadina.

 

Esta versión remozada del viejo Oeste cobra vida a través de Chepe, el justiciero tolerado por la ley en un espacio donde ya no tienen cabida el sabanero y el coplero que animan nuestro Guanacaste imaginario.

 

Chepe se construye como antihéroe en territorio inhóspito, en una zona fronteriza que dista de ser metáfora de sincretismo y unión. Él investiga esta historia porque está involucrado con la víctima, y esto modela la constelación del delincuente, la víctima, la justicia y la verdad.

 

Por otra parte, si bien el único investigador es Chepe, cada personaje construye a su manera un pedacito de la investigación. Chepe es el catalizador, el que cose los retazos de la verdad con "V" mayúscula.

 

Quienes colaboran se empoderan y van más allá de ser meros informantes. Al respecto, es importante señalar que esta concepción detectivesca revela una clara distancia frente a otros protagonistas investigadores más automáticos y descarnados de la narrativa centroamericana actual.

 

Además, a través de la mirada de este protagonista, sin hijos ni pareja, se nos presenta una cara distinta de la migración nicaragüense. Lo que forja el vínculo entre la madre indocumentada del asesinado y Chepe es la cotidianeidad, el compartir e intercambiar saberes, el aprender a escuchar al otro, aunque sea a destiempo. Juntos afrontan la xenofobia y exigen respeto.

 

Sin embargo, el establecimiento de este lazo en la novela no conlleva una visión maniqueísta de ningún sector, ni siquiera de los migrantes. No hay buenos ni malos absolutos, solo tonos grises de humanidad.

 

En suma, por una parte, la novela  Lluvia del norte construye una tenue vía alterna al desencanto, y, por otra, siembra la semilla de la duda en el lector con respecto al papel de los medios de comunicación y a las ramificaciones no aclaradas de aquellos crímenes que, por la supuesta insignificancia de la víctima migrante, no se investigan.

 

Ese andamiaje se logra gracias a la adhesión a la novela negra. Así, en un Guanacaste sin máscara ni máquina de humo, se potencia al delito como elemento productor de una realidad en la cual tanto los migrantes como los costarricenses negocian con las consecuencias de la desigualdad social y la pobreza".

 

                  

 

Franklin Álvarez Espinoza

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Franklin Álvarez Espinoza (1953)

FRANKLIN ÁLVAREZ ESPINOZA

(1953)

 

Franklin del Carmen Álvarez Espinoza nació en La Unión, Montes de Oro (Miramar) de Puntarenas el día 29 de abril del año 1953. Allí reside pero en el año 1960, su familia se traslada al Valle de El General. En El Águila de Pérez Zeledón vivió trece años y recibió los primeros estudios y los secundarios. Los estudios superiores los realiza en la Universidad Nacional. En ese Centro de enseñanza se graduó como en Educación Física.

 

 

LO QUE HA ESCRITO FRANKLIN ÁLVAREZ ESPINOZA

 

NOVELA

 

1. El mentado Barrón: 2009

 

CUENTO

 

1. Relatos de mi pueblo: 2003

 

El mentado Barrón es la primera novela que publica Franklin Álvarez Espinoza1

 

Es una novela biográfica, tradicional, de clásico narrador en primera persona. Este sujeto de enunciación utiliza el pronombre personal "yo" para narrar desde una perspectiva de adulto. Así la novela se convierte en un acopio lineal de aventuras desde la niñez, infancia, juventud hasta llegar a la adultez.

 

Los hechos evocados inician desde la aventura de su familia con su padre y madre como jefes de ese clan que parte de tierras puntarenses (Miramar) hacia un pueblito en Pérez Zeledón llamado El Äguila, allá por el año 1960.

 

No escapa a la mirada evocadora de Barrón, las aventuras vividas en la lucha por la supervivencia como peón en ese remoto pueblito. Así vamos conociendo sus aventuras, sufrimientos y alegrías, desde los juegos en los potreros o trochas, hasta las travesuras más osadas de esa vida inicial en ese poblado. La escuela y sus peripecias, y todas las eventualidades que son comunes en todo pueblo van narrándose con soltura y conocimiento, lenguaje adecuado y sin casi ninguna aspiración literaria. Priva en el autor el interés por contar, narrar sus experiencias pues considera, y ello es cierto, que su vida y la de su familia es un ejemplo de lo que sufren y viven todos los campesinos que tienen que trabajar la tierra de otros como asalariados.

 

Primera comunión, boda de un familiar, día de la madre, nacimiento de una hermanita, peleas callejeras, turnos, cogidas de café, voltea, siembra de frijoles y maíz, viajes aventureros a otros lugares como la zona bananera, San Vito, bailes, tragos, novias, y toda clase de aventuras se conjugan para ofrecer esos retazos de vida campesina que de una u otra forma todos los que hemos nacido en el campo nos ha tocado vivir.

 

La novela concluye con la llegada a la ciudad de su familia en el año 1971 que coincide con la formación de Barrón ya como adulto y un peón consolidado, como su padre.

 

Novela alegre, positiva, evocadora de un pasado reciente, aleccionadora propia del paradigma monofónico, lineal, logocéntrica de inicios de siglo XX pero narrada por un campesino que conoció en carne propia la vida del campesino costarricense.



1 Álvarez Espinoza, Franklin. El mentado Barrón. Litografía Morales, Heredia, Costa Rica, 2009.

Un viaje con la muerte. Cuento maravilloso (cierto)

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UN VIAJE CON LA MUERTE

 

 

Los niños sobre todo, se sorprenden cuando me ven caminar solo, porque a veces voy riéndome, y es que ignoran que tengo un amigo invisible que se llama Ramoncillo. Siempre me acompaña y dialoga conmigo, esté donde esté. Eso sí es muy discreto y sabe cuándo ausentarse, o no es grata su compañía y nunca sale con estupideces; es muy inteligente.

Un día estaba esperando el bus que me llevaría a la provincia de Alajuela.  Tal vez era la llegada de las nueve de la mañana. Conversaba con Ramoncillo, sentados en la fría lámina de aluminio de las nuevas paradas, cuando se detuvo un auto de color verduzco. Bajó un joven y se acercó donde nos reíamos de un chiste, Ramoncillo y yo. Miró a su alrededor y sacando un revólver me lo colocó en la sien izquierda, me tomó del brazo y bruscamente me condujo al carrito estacionado, un poco adelante. Al llegar al auto, me abrieron la puerta delantera y me introdujeron en él.

-¿Vas para Alajuela?

-Sí.

-Nosotros te llevamos.

Y se dirigieron carretera abajo. Ramoncillo se colocó a mi lado y discretamente me indicó que mirara hacia delante y tratara de conversar sobre lo que fuera. Confieso que sentía mucho frío y que hubiera preferido quedarme callado pues temía tartamudear un tanto. Ramoncillo insistió y le dije al chofer.

-¿Trabajas en Alajuela?

- No, pero con frecuencia voy ahí a realizar mandados. Tengo unos amigos que suelen invitarme a tomar unas birrillas en una cantinilla, por el Barrio San José.

- Bonito lugar, se ha vuelto muy turístico.

Y llegábamos a San Joaquín, mi pueblo natal. Cruzamos el Centro y después del Mega Super dobló a la derecha, por la calle que conduce al Complejo Judicial, donde llevan los muertos en los accidentes. Justo, cuando pasábamos por un almacén de papel, recordé la historia de Ramona y Ramoncillo me tocó el brazo para que la contara.

De niño -dije- recuerdo que aquí vivía Ramona, una vieja muy caliente. Vivía con Ulogio. Sacaban guaro de contrabando y de eso vivían. Estuvo juntada como con cinco rocos y a todos, dicen, los mató de amor.

-¿Cómo? -preguntó interesado el conductor.

_ Sí, la gente afirmaba que no dejaba pasar una noche sin hacerle el amor a su hombre. Era un volcán. Los pobres ya no tenían fuerzas ni para levantarse y ella no dejaba de jinetearlos. Así morían de amor.

-Ja,Ja, Ja,- se rieron todos, hasta Ramoncillo.

-El último que mató fue a Rafaelito Niguas, ese viejillo que pedía limosna en Alajuela y que iba llenando tarros de my boy con monedas que luego enterraba. Dicen que tenía mucha plata. Pues resulta que Rafaelito Niguas duró más que los otros pues ideó una estrategia contra Ramona. Compró un saco de gangoche bien grande y en las noches se metía en él y se amarraba bien socado, en la cintura, el saco y así podía dormir tranquilo. Rafaelito tenía un hijo que se llamaba Manuelito y por las tardes un tanto lluviosas, solía decirle.

-Manuelito, vení...vení...venga a ver el volcán cututeando... y era un espectáculo verlos contemplar los numerosos relámpagos en el inicio de la noche como si auguraran los fuegos de Ramona al contemplar a Rafaelito amarrado, envuelto en el saco de gangoche.

Dio vuelta y tomó la dirección del cementerio. Ahí estaban mi madre y mi padre y algunos hermanos, reposaban sin percatarse de lo que me esperaba. El frío aumentaba y Ramoncillo, majadero como siempre me volvía a jalar la camisa.

-Ésta es la finca de los Sánchez- anoté- Dicen que aquí nació el Premio Novel de la Paz y casi digo...¡Que en paz descanse!, pero me detuve. Algunos aseguran que es hijo de Mariadelia, la vieja loca de Heredia que también nació en este pueblo. Siempre anda molestando a las chiquillas y les jala el pelo. Y cuenta unas historias tan exageradas que todos se las creen. Una vez, cuando venía calle abajo Víctor Hugo Ramírez, me dijo.

- Ese es Víctor Hugo, es un sin vergüenza, con decirle que ayer llegó de los Estados Unidos y se bajó en el Coco con doscientas valijas, llanecitas de ropa y perfumes, todas de contrabando y - continuó- qué se diga del tal Coca Campos. Ese desgraciado me violó, y pongo de testigo los tres litros de sangre que me sacó el gran cabrón.

Nuevas risas y el auto dio un giro en u y tomó el camino por la línea del tren al lado del cementerio, hacia el oeste. Veía de reojo las tumbas blancas de mis conocidos y oía el viento silbar en el ciprés, donde de joven solía leer en voz alta, entre otros textos aquel que dice:

-¡Qué solos se quedan los muertos!...

Llegamos a una rotonda enmondada y el auto se detuvo bruscamente, al fondo unas casitas solitarias; ni un alma se hacía presente, que no fueran las de los muertos. Sentí en mi garganta la fría hoja de un puñal y el tenue dolor de su filo, cuando el chofer dijo:

-No, idiota, vas a llenar de sangre el carro. Este viejo es buena gente, déjelo quedito... y metió su mano en mi bolsillo izquierdo, pasando por el cuerpo de Ramoncillo y sacó mi billetera, la abrió y tomó el dinero, luego se fijó a ver si llevaba reloj pero ese día lo dejé olvidado...Metí mi mano en el bolsillo derecho y extraje otro poco de billetes que llevaba para pagar unas facturas y se los di, mientras le decía que me dejara la cédula, pues era muy necesaria para mí. Tomó la billetera con su mano izquierda y la tiró en el montazal; abrió la puerta de mi lado derecho y me salí con prontitud. La cerró y emprendió velozmente su huida.

Respiré profundo, miré alrededor. No había nadie, busqué en el monte mi billetera y la encontré. No me había extraído, la tarjeta de crédito ni más documentos que el dinero. Tampoco se percataron de mi celular que colgaba en el cinturón, a la derecha. Tomé nuevamente un poco de aire fresco y caminé despacio hacia la parada que estaba cerca del restaurante La casona del cerdo. Llegué a la parada y me senté. Minutos después llegó una señora y al verme me dijo;

-Señor, ¿va para Alajuela?

-Sí

- Se ve usted muy pálido, ¿le ocurrió algo?

Ya el bus llegaba y la señora levantaba la mano para detenerlo cuando atiné a decirle.

-Sí...es que acabo de dar un paseo con la muerte. Solo Ramoncillo intentó sonreír.

 

 

 

 

 

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